Rama Negra- Carlos Enrique Urquía

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ejemplar autografiado por el autor

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a San Fernando a mis amigos

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Buenos Aires 1971

Nadie más inscripto en el mundo que el poeta, que no ha llegado a él para ajusticiar, ni socializar, ni reinvindicar, ni enamorar, ni musicar, ni misticismar, ni corregir, ni hermosear, ni rimar, ni usucapir, ni filosofar, ni sufrir, ni hacer de enfermero, como todavía creen algunos ingenuos teorizadores que no saben de qué se trata. El poeta está en la vida para felicidar (dar felicidad) con los objetos de arte que para eso crea (poemas), con un lenguaje (no pensamiento) distinto al de los que no lo son, con un material solo y único (la palabra), y con una técnica propia y solamente de él, ancestral y eterna: la poesía.

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“En el muelle color de niebla de troncos desorejados donde el bagre tropieza y el sol se rompe y cae he iniciado la empresa de encuadernar las islas� C.E.U. (Amistad en las islas, 1957)

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Sin convicción, un isleño nos dijo que en esa casilla vivió una familia poco numerosa, muy castigada por las crecientes y que, seguramente, la abandonó en una de las últimas. Que entonces el agua estuvo muy alta y que él parecía de Buenos Aires. Quizá, como desaparecieron de pronto, se habrían ahogado. Si esta última conjetura encerrara toda la verdad de un drama silencioso, el río los tendrá guardados en sus inviolables orígenes.

C.E.U., San Fernando 1971 Islas del Delta del Paraná.

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1

La mano del barro la del aire.

Tu sombra húmeda en el río.

El árbol apoya su cabeza en el verano.

Nosotros llegamos de atrás desde la nuca.

Tú te desnudas para que me bañe.

Yo salgo de mi sangre para estar más cerca.

Las lanchas llevan todavía pegado el turismo del domingo.

Son insectos flotantes los huesos de la mecánica sus hebillas.

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Con los dos cuerpos y una sola carne sembramos la memoria.

Una biologĂ­a velocĂ­sima nos teje con su chispa.

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El bagre cae violentamente en el bote.

Yo lo he desasido del agua con mi caña con el látigo de los músculos.

Y lo he ido ahogando sobre el oxígeno de la madera.

El bagre con su carne sin ruido con su boya amarilla con su metal de barro.

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Dos triángulos sin peso dos triángulos en la misma cuerda

Las alas son más livianas que el cuerpo el cuerpo es el tímpano de las alas.

Gira y sube por su equilibrio entra y sale del sitio.

Los espacios se corren para verla pasar.

Hasta que fuga y ocupan su lugar las columnas del viento.

Tomados de la mano volamos hasta su vuelo.

La mariposa.

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En el brazo la natación en los ojos el universo.

En la boca en la respiración en las piernas en la elíptica de los músculos.

La frente y la nuca contra las persianas del agua.

Un aluminio flotante vacía sus botellas.

El río cambia sus geografías cuando el nadador hace pie en mi corazón.

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El animal del aire sopla su labio rojo.

El ceibo cuelga en el viento el traje de la abeja.

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MuĂąeca verde asida a las corrientes del aguaje.

La flor del camalote devuelve los silencios del rocĂ­o.

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UĂąas agujas las pestaĂąas dulces los mĂ­nimos clarines amarillos.

La madreselva bebe la sed de la llovizna.

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Celeste verde gris alguna luna rosa.

Las sombrillas enanas sopletean los pastos.

L谩mparas de la hierba a la madera agrandadas pupilas de la humbela.

Son los saltos inm贸viles del vegetal redondo de la hortensia.

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Colgado de la siesta con las espadas j贸venes.

El clavel del aire pone nudos de viento con una cinta igual a tu mirada.

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La primavera salta el horizonte y cae en las islas.

Para no estar ni más acá ni más allá tiene su taller en el durazno vecino de tu boca.

Camina con un solo pie arrastrando sin ruido su carne y su acompañamiento.

Y nunca se va del todo pues ya ha dejado su poema entre el río y las estrellas.

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11

La piel se llama Pablo las muĂąecas y los dedos que cuenta los dĂ­as y las noches.

El cuerpo el corazĂłn y yo.

Los vecinos han repartido el nombre.

Cuando la tormenta clama con su tambor yo intervengo en las lluvias para ser protagonista.

Las islas suben por las varas del sudeste.

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Soy el esqueleto de Pablo pero reforzado con naranjas e insectos.

El sale a las lluvias y yo golpeo en el tambor de las tormentas.

El agua con mi amor recorre su camisa.

Una vez Pablo quiso tener un hijo.

Entonces yo mantuve nueve islas su beso en mi vientre.

Pablo y yo pensamos que es por eso que los vientos espĂ­an la luz de nuestra casa.

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para Alberto Sanz 13

Por las maĂąanas desovillamos la noche que ha quedado en el techo y las ventanas.

La noche hĂşmeda como una mariposa de musgo.

Como una legumbre vestida de intemperie.

Pablo es veloz para despertar.

Yo lo sigo con su velocidad con su sombra todavĂ­a caliente.

Me voy alimentando con su esperanza.

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Las tres de la tarde es un insecto pulposo y transparente que anda por los ceibos.

Un momento de luz gruesa y pesada.

Por la camisa la transpiraci贸n.

El cielo corto y alto entre ramas.

La pluma del zorzal golpea sin ruido.

El agua tostada e inm贸vil una herida en la zanja caliente.

He plantado cien sauce谩lamos he sembrado mis mu帽ecas.

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Desde el este el sol regresa a las islas.

De paso toca tu cuerpo.

Abre la tierra y siembra su barba amarilla.

Flota en el fondo del agua como un salvavidas sin hombre.

Estira desde adentro la luz de las ciruelas.

Golpea con sus banderas abstractas en la mecรกnica del viento.

Mueve y arrastra las horas sin consideraciรณn empujรกndolas contra las casas.

Hasta que llega la noche con sus pantalones negros. 23


Entonces huye despavorido hasta la fiesta de tu piel.

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Diego crece por delante de nosotros y ha dejado atrás mi corazón.

Ya anda entre las flores y el río apoyando su pequeña sangre en el mundo.

El paisaje suelta sus dibujos sobre Diego.

También lo hacen la luna y las semillas de los grillos.

El niño mira las manzanas el bote los juncos.

El pecho de su madre y el barro de mis zapatos.

Pero ni juntos sabemos de qué se trata.

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Nos hemos reunido para alabar el agua.

El bote se acuesta y la palpa.

El viento mete su peine en los pabellones de la espuma.

El membrillo suelta su pompĂłn verde Y la navega.

Hasta que se pudre se entrega y se deshace.

MarĂ­a InĂŠs Diego y yo.

Subidos a la tarde fresca dejamos los pies sueltos en la corriente.

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Diego observa el paso de las lanchas y de los pájaros.

En sus ojos no hay orden las cosas llegan y se van.

El niño mira para tocar para tener.

Pero sus manos tienen los giros de la madreselva es decir vuelven a su primer movimiento.

Los perros que atravesaron el río se han detenido en los ojos de Diego.

Están mojados y erguidos como frutos extraños como piezas de un mismo juego.

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19 Para Enrique Orsi

Quique en el motor del bote nos mojamos con agua de mediodía.

Navegamos el Gambado los árboles cambian de lugar.

La niebla cuelga su camisa en el tórax del viento.

Las palabras son triángulos que gritan sobre el motor sobre nuestras cabezas.

Abra Vieja Río Capitán.

El invierno es redondo como el mantel del agua.

Llegamos a la isla de Pablo que ha salido a recibirnos con los manotazos de su saco húmedo. 29


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María Inés tiene el cuerpo ceñido a su hermosura como la ciruela se ciñe al sol y la lluvia a las articulaciones del paisaje.

Yo la he visto andar por los espacios del rocío cuando las islas se cierran y el viento regresa de sus caminatas.

El pelo de María Inés es afluente de sus sombras y las piernas de boga tibia son la dulce cacería de mi sangre.

La tarde reúne su mano sobre nuestros cuerpos.

Entonces la piel de María Inés deja de flotar y se hunde lentamente en mí como una primavera sumergida.

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Un bote de duraznos con ocho remeros de aire verde.

Un bote de surubĂ­ con ocho remeros de espinel.

Un bote de justicia con ocho remeros corrigiendo el mapa.

Un bote de incertidumbre con ocho remeros sentados en el agua.

Un bote de trescientos sesenta grados con ocho remeros en la bisectriz del viento.

Un bote pintado de abejas con ocho remeros ovillando el sol.

Un bote ignorante con ocho remeros sabios.

Un bote cautivo con ocho remeros dibujando la libertad.

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Un bote de arena con ocho remeros en los patios de la espuma.

Un bote en el Delta del Paranรก con ocho remeros remando en la Cruz del Sur.

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22 Para Anselmo Leoz

Vinieron a comprar madera con palabras de dinero como si solamente eso compraran.

Me puse serio triste y orgulloso.

El álamo y el sauce son el mineral de las islas su protagonismo.

Pero la necesidad y el dolor suben juntos por las piernas.

Sus dos várices ciegas los buzos de la tragedia.

María Inés dijo que cargaran los perros ladraron.

Siempre seremos pobres.

Diego comía una manzana. 33


23 Para Adolfo Arnoldi Salimos a pescar.

El bote sube y baja en un balanceo antiguo.

Carnada roja carnada blanca.

Las líneas se hunden en el agua.

Vamos a buscar las bogas de vidrio.

El patí de grises azaleas húmedas yel pejerrey de pantalón listado.

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24

Hablamos con las bocas libres una mañana de aire celeste.

Le dije que andaría su cuerpo y su alma todo el camino del tiempo.

Que había llegado para no traicionarla.

Hasta que la vejez saliera de mi corazón con sus lámparas frías.

Entonces me llamó Pablo y me dijo que esperaría con las esperanzas de mis ojos.

Que las iría comiendo una por una cada vez que el amor tocara su luna con el remo de la noche.

Luego iluminados por el mismo silencio nos bañamos en el Rama Negra.

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25 Para Héctor Adolfo Cordero

La araña lustra su plato aéreo su trampa mundial su red de oxígeno.

Ha salido de la niebla Como una tenaza intelectual.

Solamente su abdomen no concuerda con la velocidad de sus patas donde se hamaca y gira.

Nos quedamos absortos viendo atar sus cuerdas en los puños del anochecer.

Algunos insectos serán su comida y su goce.

Algunos ojos tibios y algunas alas de terror serán su frágil cacería. 37


Quizá Diego que apenas anda y es débil todavía caerá en su baba irrompible.

Horrorizados huimos hacia la casa.

Mientras queda en el fondo de la noche la tejedora de la muerte.

Circo y joroba en el aparejo de la luna.

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Cuando el sol llega a rodearla ela contesta con el temblor que usa para el amor.

El cuerpo de María Inés dispone de las viejas estrategias que sólo consisten en desnudarse y esperar.

Pero el sol no invierte inmediatamente.

María Inés suelta primero su pequeño pelo.

Luego despliega sobre el pasto su silueta quemada.

Sin defensas como una ciudad que va a ser invadida.

María Inés es hermosa en las islas verdes.

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Pocos hombres y desde lejos visitan el lugar.

Diego se pierde en las ligustrinas atándose los ojos con el silbido del zorzal.

María Inés pone rosas en las sábanas blancas. Yo dejo el machete y visto la blusa del anochecer.

El agua subirá con otro repunte ahora que el sudeste baja de los ceibos para combatir en los muelles.

Algunas siluetas oscuras canoas con junco y botador pasan y se van.

Yo soy el que no duerme el alambrador del tiempo.

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La lluvia de las islas Con su mecánica de agua Sobre el Rama Negra.

La lluvia que nace en el tiempo come la tierra como una medicina.

La lluvia de cristalerías grises desnuda y elegante en su tela de vidrio.

La lluvia perpendicular a los insectos con su escritura de viento.

La lluvia de los antiguos botellones sceitando las líneas de las flores.

La lluvia atornillada en la memoria como una conversación de la biología.

La lluvia filatélica de los helechos octogonal e hirviente en las arañas.

La lluvia con mirada de animal recorre los caminos de tus ojos. 41


29 Para Atilio Betti

La luna sale de la noche y se mete en el bote.

Cerca del muelle cenamos los tres.

En la oscuridad del agua el bagre se olvida.

Los vientos pasan veloces y se refugian en nuestras blusas.

La vieja madera de la mesa cena con nosotros.

Junto al mantel floreado y a la jarra del vino.

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Para mejorar el futuro para darle bondad María Inés reza junto al carolino.

Se la puede ver con el pañuelo de hortensias y las sandalias de barro.

Yo no intervengo pero rondo.

Con una vara de lluvia golpeo en el sol para la siembra.

Nunca hemos hablado con ella de estas cosas.

Pero María Inés a solas gestiona la bondad del próximo año.

Yo insisto con la rama de lluvia llamando en el sol. 43


Quiero que sepa c贸mo se hace que aprenda de una vez.

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31 Para Nicolás Cócaro

Diego ha cumplido diez años.

Ríe y de sus dientes blancos sale la risa de las islas.

En el cuerpo el junco y el pescado y todas las roldanas del sol.

Los pájaros duermen en los ojos de Diego.

Sobre el bote se va.

El viento pasa y se lo lleva.

La noche y el día el día más aún me lo hacen perder de vista.

Estás creciendo Diego.

El ríe 45


Y de su boca sale el mundo que lo va comiendo.

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La luciérnaga que ha salido de tu pelo y que toca la pluma del álamo es un satélite.

María Inés Diego y yo ponemos las caras en la noche en las luces del tiempo.

El río se oculta y se aleja por un instante apaga su protagonismo.

Las islas toman sus árboles ylos sacan de escena.

Detrás de nosotros el Delta navega su silencio con las geografías endurecidas.

Los hombres del mundo desde el Rama Negra miran el satélite.

Mil novecientos 47


Sesenta y siete.

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33

María Inés esta tarde llueve tu cuerpo ha bebido la sed de mi cuerpo tu cuerpo ha pasado por detrás del tiempo.

Esta tarde el viento se cerró en la orilla blanca de tu cuerpo y me dio su peine para abrir tu pelo.

Esta tarde es cierto la historia de mi alma golpeando el silencio.

El descubrimiento de no estar a solas solo con mi cuerpo.

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34

Del farol sale una cartulina amarilla un pájaro que vuela por la noche.

Caminamos la maciega pisando el silencio agitándonos.

Llegamos al rancho que la marea ha enronquecido con una semana de agua.

El sol abandonó las flores la noche siempre de espaldas se hundió en los árboles.

Se cerraron las palabras y los ladridos.

Los dueños tomaron sus sangres y huyeron de la muerte.

La isla también escapó como una muchacha de un ladrón cósmico.

Todo se va 51


cuando una casa está con sus diámetros vacíos.

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El mundo es una cosa que nos pasa.

Los ojos del asombro recorren tu mirada húmeda y fría.

Pero los hombres reunidos en mi vientre ya han devuelto sus espaldas.

El cielo después del rocío aclarará la imagen de una televisión mineral.

Algún pájaro de cuero crujirá junto con el mimbre.

María Inés somos el amor los pilotos de la felicidad y del miedo.

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36 para Romualdo Brughetti

María Inés abre el aire y salta con la pierna del amor.

Diego pasa de pájaro en pájaro hasta el horizonte.

Yo echo las semillas en mis sueños y espero la primavera que subirá de la tierra.

María Inés prepara la luna para dormir pero solamente entra en un espejo.

Diego reúne el río y el viento en un juego solitario.

Yo uno los hilos que se le cortan al sudeste y muerdo las islas en la boca de María Inés.

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Estรก doblado hacia la muerte hacia abajo como un gran pescado podrido.

La piel con tรกbanos y moscas los ojos sin dibujos y colores las manos lejanas.

El ahogado se llama Lรณpez.

Tiene el tiempo coagulado en las piernas una flor de camalote en la boca y un hijo en San Fernando.

Hace un minuto apenas Armstrong camina por la luna.

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38

La tarde pasa entre los árboles en un viaje abstracto.

Se inclina hacia la costa bebe en los grillos y sigue.

Ha llegado entre el aire y el sol o entre Diego y la llovizna.

Las islas la ven ponerse los colores más exactos y usar los pájaros más puros.

Es extremadamente delicada porque todo lo hace con maestría y respeto.

El isleño entra y sale de ella con la seguridad de lo muchas veces ensayado pero la tarde no gira ni vuelve ni contesta.

Solamente muestra su andar sin ruido su pisada sin huellas.

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El sauce estรก en la vida nos ayuda.

El sauce tiene el viento de la mano.

El sauce se hace sauce sin camisa.

El sauce es raya y raya en el verano.

El sauce va en la noche y la vigila.

El sauce es horizonte sobre el barro.

El sauce siempre es centro vuela y pisa.

El sauce es la madera y es el barco.

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El sauce tiene un hijo entre sus hojas.

Nosotros en las hojas nos besamos.

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Oh estas islas de altos cortinajes donde el aire y la rama hacen su fuego verde.

Los extensos aguajes comienzan en mi pecho como una vocaci贸n.

Hasta ellos he llegado desde el interior de los hombres.

Un actor que interpreta su sangre en la aclamaci贸n de las mareas.

Las islas de cuellos h煤medos que cambian las alturas de la piel.

Cuando el sol se escapa de las lluvias y deja sus pulseras en la hierba.

Ellas tienen sus asambleas y sus mantas donde yo llamo con la poes铆a esta gran ceguera de las palabras.

A veces desaparecen es cuando solamente las ve el pecho 59


cuando se alimentan y vuelven a la vida.

Los viajeros de anteojos oscuros recorren sus orillas sin verlas.

Muchos hombres de distintos nacimientos las han andado con pisadas ausentes.

Ellas espĂ­an desde sus mapas silenciosos desde los envases del humus.

Pero mi poema las extrae y las muestra mi poema que nunca retrocede.

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XilografĂ­as con tacos originales de Ventura Valente AMERICALEE Buenos Aires 1971

-Biblioteca Nautiluswww.pajarodemimbre.blogspot.com

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