como suprimir las preocupaciones

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Cómo Suprimir las Preocupaciones y Disfrutar de la Vida

Dale Carnegie http://www.liderazgoymercadeo.com/

preocupaba hasta sentir un sudor frío. Interrumpía mis cosas, tomaba el autobús y volvía a ver si todo estaba en orden. No es extraño que mi primer matrimonio terminara en un desastre. "Mi segundo marido es un abogado, un hombre tranquilo y analítico que nunca se preocupa por nada. Cuando me ponía tensa y nerviosa, solía decirme: 'Descansa. Reflexionemos. ¿Por qué te preocupas? Examinemos la ley de los promedios y veamos si es o no probable que tal cosa ocurra'. "Por ejemplo, recuerdo la vez que íbamos en automóvil de Albuquerque, Nuevo México, a las Cuevas de Carlsbad. Era un camino muy malo y fuimos sorprendidos por un temporal de lluvias. "El coche patinaba. No había modo de dominarlo. Parecía inevitable que fuéramos a parar a una de las zanjas paralelas al camino. Pero mi marido me repetía: 'Estoy conduciendo muy despacio. No puede ocurrimos nada serio. Aunque el coche se vaya a la zanja, de acuerdo con la ley de los promedios, no nos haremos daño'. Su calma y su confianza me tranquilizaron. "Un verano estábamos pasando unos días de campo en el valle de Touquin, en las Montañas Rocosas canadienses. Tras haber acampado una noche a más de dos mil metros sobre el nivel del mar, una tempestad amenazó con destrozar nuestras carpas. Las carpas estaban atadas con cuerdas, a una plataforma de madera. La más exterior se agitaba, redoblaba y chirriaba al viento. Estaba segura de que, en cualquier momento, rompería sus amarras y se iría por los aires. Estaba aterrada. Pero mi marido me repetía: 'Mira, querida, estamos viajando con guías de Brewsters. Saben muy bien lo que hacen. Han estado instalando carpas en estos montes durante sesenta años. Esta carpa ha permanecido aquí muchas temporadas. No ha sido barrida por el viento todavía y, de acuerdo con la ley de los promedios, no lo será tampoco esta noche. Y aunque lo sea, podemos refugiamos en otra carpa. Descansa, pues'. Así lo hice y dormí de un tirón el resto de la noche. "Hace unos cuantos años hubo una epidemia de parálisis infantil en nuestra zona de California. Antes, me hubiera puesto histérica. Pero mi marido me persuadió de que actuara con calma. Tomamos todas las precauciones posibles: mantuvimos a nuestros niños alejados de las aglomeraciones, de la escuela y de los cines. Mediante una consulta a la Junta de Sanidad, averiguamos que, incluso durante la peor epidemia de parálisis infantil que California había conocido hasta entonces, sólo 1.835 niños habían sido atacados por la enfermedad en todo el Estado. Y el número corriente era entre doscientos y trescientos. Aunque trágicas, estas cifras revelaban que, de acuerdo con la ley de los promedios, las probabilidades de que un niño determinado fuera atacado, eran remotas.

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