Un tal Jesús Cap. 97 - 120

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Un tal Jesús de uno de los soldados, pero falló el golpe y sólo le alcanzó la oreja. Santiago y yo saltamos sobre el otro, lo empujamos contra el suelo y le pegamos el filo del cuchillo en la garganta. Los demás, cuando vieron aquello, salieron enseguida de sus escondites para ayudar también. Todos - ¡Buen trabajo, Pedro! ¡Bien hecho! Comandante- ¡No se mueva nadie! ¡Están rodeados! La orden del comandante de la guardia del Templo nos heló la sangre a todos. Habíamos caído en la trampa. Entonces vimos salir de entre las sombras a muchos soldados armados con espadas y garrotes. Algunos encendieron antorchas para vernos mejor las caras. La tropa iba cerrando el círculo en torno a nosotros. Comandante- ¡He dicho que no se mueva nadie! Pedro Santiago

- ¡Ni ustedes tampoco! ¡Si dan un paso más, este guardia está muerto! - ¡Y éste otro también!

Pedro tenía a uno de los soldados, al que chorreaba sangre por la oreja, agarrado como un escudo, hincándole la espada en los riñones. Santiago y yo manteníamos al otro en el suelo, boca arriba, amenazándolo también a punta de cuchillo. Pedro Jesús Pedro Jesús Pedro Jesús

- ¡No se acerquen! ¡Jesús, corre, escapa por detrás de la caseta! ¡Al diablo contigo moreno, te digo que corras! ¡Vete! ¡Nosotros los aguantaremos hasta que estés lejos! - Pero, ¿qué estás diciendo, Pedro? ¿Cómo me voy a ir yo y se van a quedar ustedes? Es a ti a quien buscan, moreno, ¿no lo entiendes? - Nos buscan a todos, Pedro. Y alguien tiene que dar la cara. Vamos, de prisa, envainen las espadas y váyanse. Ahora tenemos que ganar tiempo. Pero, ¿y tú, Jesús, cómo? - No te preocupes por mí, Pedro. Ya Dios me ayudará a encontrar una salida. Váyanse ustedes y traten de hacer algo. ¡Vamos, lárguense!

Jesús le arrancó a Pedro la espada de las manos y la arrojó lejos, sobre la tierra. El acero brillaba ensangrentado a la luz de la luna. Jesús - Y ustedes, ¿a quién han venido a buscar? Comandante- A ése que se llama Jesús de Nazaret. Traigo una orden de arresto contra él. Jesús - Yo soy. Estoy desarmado. No haré resistencia.

Un tal Jesús, el evangelio desde América Latina

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