El Tesoro Azul

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Con la llegada de las primeras estrellas los Dioses fueron retornando a sus mares de origen, con una sonrisa en la boca y una luz de esperanza en el corazón. Si el compromiso de Marco fuera el de todos los niños del mundo, estarían salvados, la Vida podría seguir, habría paz entre los Seres Humanos y el Océano. Sería promisorio el futuro. ¡Es hora de volver a casa!, dijo con su tenue canto Juanita Yubarta, y se deslizó con gracia sobre un oleaje iluminado por millones de noctilucas que brillaban al comienzo de la noche, como si el agua repitiera las estrellas del cielo. Marco iba feliz, con su corazón tan lleno de todo lo que había visto y vivido, que no aguantaba las ganas de llegar y contárselo a todo el mundo. Tienes que tener paciencia, le dijo la ballena, leyéndole el pensamiento, lo importante es que no olvides tu promesa, ni que olvides a tus amigos del Océano. ¿Volveré a verte, Juanita? preguntó Marco, un poco preocupado porque ella vivía en el Océano Pacífico y él en el Mar Caribe. Claro que sí, nos veremos en un lugar llamado futuro, pero mientras tanto descansa, que yo te llevo a tu casa. Acostado sobre la ballena enorme, Marco Corales puso la cabeza sobre sus brazos cruzados y se dejó arrullar por el balanceo del viaje. Acompañado por el canto de Juanita, se quedó dormido.

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