Educación y Sociología en España, vol 1/2

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cupadamente, sin intención de teorizar sobre la cuestión: manifiestan entonces sólo la observación de amplias y vagas relaciones entre los sistemas educativo y ocupacional de un país 4 • Pero, otras veces, ta-

les planteamientos implican un proceso intelectivo más elaborado: se pretende" dotar de una base teórica a las mencionadas relaciones. Quizá el intento que, a este último respecto, ha alcanzado una mayor fama sea el abordado por epígonos de la escuela funcionalista. Entienden éstos que existe una vinculación necesaria entre la estructura educativa y la estructura ocupacional, especialmente en su disposición vertical, por niveles: los niveles inferiores de instrucción corresponden a ocupaciones de nivel igualmente bajo (escaso prestigio y escasa remuneración), y los niveles superiores de educación corresponden a ocupaciones importantes (de elevado prestigio y remuneración). Además, esta relación es funcional para la sociedad, pues, al ser la educación una actividad onerosa psíquica y materialmente, es obligado que a su terminación se vea recompensada más generosamente si es que el es-

fuerzo ha sido mayor'. En definitiva, se trata de una derivación de la teoría funcional de la estratificación social 6: se lleva a sus últimas consecuencias la doctrina de esta última con sólo identificar estratificación social con estructura ocupacional y nivel de estudios con cantidad de prestigio. Así se concluye que la ordenación jerárquica de las ocupaciones es funcionalmente necesaria para inducir a suficiente número de personas a molestarse en recibir la educación apropiada a las necesidades de la sociedad. Aceptado este principi.o de motivación en los humanos, la tarea de transformar la esfera laboral de una sociedad es relativamente fácil: consiste en modificar, consecuentemente con los fines pretendidos, uno u otro, o los dos a un tiempo, de los factores que forman la pareja educación-ocupación. Si necesitamos más ingenieros, creem9s más puestos de enseñanza técnica y ocupémonos de t¡ue' gocen de estimación social y elevada remuneración; si necesitamos menos abogados, hagamos que disminuyan las asignaciones presupuestarias a las facultades de derecho y contemplemos pasivamente las dificultades laborales y la aminoración de prestigio de los expertos en leyes. Pero ni siquiera este refuerzo es necesario; en la práctica, las cosas se simplifican mucho, pues la estructura

ocupacional apenas necesita retoques; su específica conformación se corresponde siempre con el grado de industrialización del país, y ésta 4 Así lo entiende L. A. Costa Pinto: «En suma, la educación de una sociedad en

desarrollo exige el desarrollo de la estructura social para atender las nuevas y crecientes exigencias de hombres cada vez más educados. En la práctica esto significa que transición social y educación son procesos que se fecundan recíprocamente)) (L. A. Costa Pinto, «Desarrollo económico y transición sociab), Revista de Occidente, Madrid 1969, pág. 196). S Véase, como ejemplo de este modo de pensar, C. Kerr et alia, lndustrlalism and Industrial Man. Harvard University Press, Cambridge, 1960, páginas 36-37.

6 Véase la exposición original de esta teoría en K. Davis y W. E. Moore, «Sorne priloci¡Jles of stratification» y la serie de réplicas y contrarréplicas en R. Bendix y S. Class, Status and Power. Routledge and Kegan Paul, Londres, 1967, págs.

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