Educación y Sociología en España, vol 1/2

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fundación «ex nihilo>>, es decir artificial y voluntarista, que se pretende fundamentada en los principios de la razón. La universidad ya no se identifica con una tradición, sino exclusivamente con la razón, entendida como razón de Estado. La universidad es así un producto de la voluntad del Estado, que la crea para su mejor servicio y gloria. El fin de la universidad, al que ha de plegarse toda la organización (planes de estudio, esfuerzos personales y colectivos), es la grandeza del Estado. Únicamente desde el interés del Estado, puede definirse lo que es bueno o perjudicial para la universidad. De este modo la universidad es una institución dependiente y heterónoma, cuyos principios básicos se derivan de una razón que le es ajena y extraña. Frente a la multiplicidad de centros de enseñanza superior que corresponde a la <<poliarquía>> de la sociedad feudal, se impone el centralismo y uniformidad, propios del Estado moderno. Una es la nación, uno el Estado, uno el Emperador y sólo una puede ser la Universidad. La «universidad imperiaí>> es una, con un cuerpo único de profesores, planes de estudio comunes y los mismos contenidos en la enseñanza a lo largo y ancho de la nación. Las antiguas universidades provinciales, cuando no desaparecen, quedan relegadas a meras dependencias territoriales de la «universidad central>>. La racionalidad napoleónica aplicada a la universidad, significa, en efecto, estatalización, centralismo y uniformidad. Para Napoleón, la enseñanza pública, y máxime la superior, abandonada á sí misma y libre para designar contenidos y métodos didácticos, puede convertirse fácilmente en un peligro público. Nada más desestabilizador para el orden social y político que dejar libres a los <<ideólogos>> que discutan sobre lo que sea la verdad y la ciencia. El Estado necesita de una doctrina segura, aceptada sin discusión, sobre la que apoyar su propia estabilidad. <<En un sentido o en otro, hay siempre en los Estados bien organizados un cuerpo destinado a reglamentar los principios de la moral y de la política>>, escribe Napoleón, y, justamente, este cuerpo es la universidad ". En ella la juventud aprende los principios básicos de la convivencia con el respeto debido a la religión, al Emperador, a la patria y a la familia. La universidad no se agota en la transmisión de los principios que rigen la convivencia y legitiman el poder del Estado, sino que además ha de preparar a la juventud para el ejercicio de las profesiones que precisa la sociedad. En rigor, el modelo napoleónico divide estas dos funciones entre la enseñanza secundaria, que ha de proporcionar <da cultura general básica>>, y la superior, que ha de centrarse preferentemente en los saberes especiales que requieren las distintas profesiones. Se elimina así de la universidad lo que se había considerado lo más propio -un saber racional y sistemático sobre la realidad en su conjunto- convirtiéndola en una serie de «escuelas especiales», ocupadas en la transmisión de saberes técnicos especializados. La filosoIS L. Liard, L'enseignement supérieuren France 1789-1889,2 vals. París, 1888 y 1894.

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