los juegos del hambre libro

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--Gran trabajo, chicos. Seguid así en el distrito hasta que se vayan las cámaras. Todo debería ir bien. Lo veo volver al tren, evitando mirar a Peeta a los ojos. --¿De qué habla? --me pregunta Peeta. --Del Capitolio. No les gustó nuestro truco de las bayas --le suelto. --¿Qué? ¿Qué quieres decir? --Parecía demasiado rebelde, así que Haymitch ha estado ayudándome estos días para que no lo empeorase. --¿Ayudándote? Pero a mí no. --Él sabía que eras lo bastante listo para hacerlo bien. --No sabía que hubiese que hacer bien algo. Entonces, ¿me estás diciendo que lo de estos últimos días y, supongo..., lo del estadio..., no era más que una estrategia que habíais diseñado? --No. Es decir, ni siquiera podía hablar con él en el estadio, ¿no? --balbuceo. --Pero sabías lo que quería que hicieses, ¿verdad? --me pregunta, y me muerdo el labio--. ¿Katniss? --Me suelta la mano y doy un paso, como para recuperar el equilibrio--. Fue todo por los juegos. Una actuación. --No todo --respondo, agarrando las flores con fuerza. --Entonces, ¿cuánto? No, olvídalo, supongo que la verdadera pregunta es qué quedará cuando lleguemos a casa. --No lo sé. Cuanto más nos acercamos al Distrito 12, más desconcertada me siento --respondo. Él espera a que se lo explique, pero no lo hago. --Bueno, pues házmelo saber cuando lo sepas. El dolor que desprende su voz es palpable. Sé que se me han curado los oídos porque, incluso con el rumor del motor, oigo todos y cada uno de los pasos que da hacia el tren. Cuando subo a bordo, él ya se ha acostado, y tampoco lo veo a la mañana siguiente. De hecho, no aparece hasta que estamos entrando en el Distrito 12. Me saluda con un gesto de cabeza, inexpresivo. Quiero decirle que no está siendo justo; que éramos desconocidos; que hice lo necesario para seguir viva, para que los dos siguiésemos vivos en el estadio; que no puedo explicarle cómo son las cosas con Gale porque no lo sé ni yo misma; que no es bueno amarme porque, de todos modos, no pienso casarme y él acabaría odiándome tarde o temprano; que, aunque sienta algo por él, da igual, porque nunca podré permitirme la clase de amor que da lugar a una familia, a hijos. ¿Y cómo puede permitírselo él? ¿Cómo puede


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