Saving Lawson (Loving Lawson #2) by R.J. Lewis

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Lipi Sergeyev

Lipi Sergeyev

Jul

Scherezade

Black Rose

Nitan

Ana09

Apolineah17

Maeh

Sapphire

Dayana Martinez

Bett G.

Minia16

Alysse Volkov

Mariana90 3

*Andreina F*

*Andreina F*

Valentina D.

Daliam

Maeh

YaniM

Noir

LuVelitta

Marieta16

*Andreina F*

Julii.camii


Sinopsis

Segunda parte

Primera parte

Capítulo 12

Capítulo 1

Capítulo 13

Capítulo 2

Capítulo 14

Capítulo 3

Capítulo 15

Capítulo 4

Capítulo 16

Capítulo 5

Capítulo 17

Capítulo 6

Capítulo 18

Capítulo 7

Capítulo 19

Capítulo 8

Capítulo 20

Capítulo 9

Epílogo

Capítulo 10

Sobre el autor

Capítulo 11

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Dentro de cada uno de nosotros, existe la semilla del bien y del mal. Es una lucha constante en cuanto a cuál ganará. Y uno no puede existir sin el otro. —Eric Burdon.

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Traducido por Lipi Sergeyev, BlackRose10 & Apolineah17 Corregido por Daliam

—¿Q

ué debo hacer si tiene un arma y me dispara? —le pregunté, sintiendo la agitación hormiguear mi piel.

Ricardo me miró como si yo fuera un maldito idiota, y lo era. —Disparas de regreso. —Tragué saliva y froté mi nariz hormigueando. Necesitaba otro golpe de ese buen impulso. El choque de adrenalina me hizo sentir como un dios inmortal. Podría hacer algo con esa mierda corriendo por mi sistema. Me enganché en ella hace unos meses y fue la única cosa buena en mi retorcida, jodida vida. Durante momentos como estos, cuando la realidad me golpeaba como una tonelada de ladrillos, recordándome lo que hacía y en qué me convertí, me aferraba a esa droga como si fuera lo único que importaba en el mundo, y fue sólo porque hacía desaparecer la verdad por un tiempo. Necesitaba una mentira. Joder, esa mentira era lo único que me mantenía en movimiento la mayoría de las veces. —Quédate aquí —dijo Ricardo entonces en voz baja—. Voy a comprobar a través de las ventanas y ver si hay algún movimiento. Me dejó y se agachó detrás de los arbustos de la casa móvil deteriorada desapareciendo fuera de la vista mientras daba la vuelta a su alrededor. Se veía todo negro como la boca del lobo. Estábamos en esa parte de la ciudad donde incluso ni siquiera tenía una luz cerca de la maldita calle. Esta mierda hacía que mi barrio fuera propenso a alerta roja como un sueño de la clase alta. Excepto un perro ladrando a lo lejos en la distancia, no existía nada más que silencio. Ni siquiera el sonido de las hojas que se balanceaban con el viento o el suave murmullo de la televisión de alguien cercano. Era

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espeluznante como el infierno. Apreté mi agarre en la pistola que me dieron. La estuve llevando demasiado a menudo para considerarla, y todavía no se sentía familiar para mí. A pesar de su propósito, no me sentía protegido. Era consciente de mi propia respiración, pensando que seguro alguien podría escuchar mis jadeos irregulares si caminaban alrededor. Era como una presa a la espera de señales de seguridad, demasiado asustado para enfrentarme a lo desconocido. Anhelaba mi antigua vida. ¿Cómo cambiaron las cosas tan rápido? Ricardo regresó minutos más tarde. —No hay ningún movimiento que pueda ver. Él debe estar durmiendo. —¿Qué te hace pensar que aún está aquí? —le pregunté, medio esperanzado de que encontráramos un hueco en nuestro plan y volveríamos atrás. No podía ver su rostro claramente, pero el silencio del momento dijo bastante. Él se sentía enojado. —Su auto está estacionado en el frente y su cubo de basura fue sacado en algún momento esta noche, como todos los demás contenedores en la calle. Hombre, ¿por qué el jefe te considera tan altamente? Eres una teta inútil. Abrí la boca para responder, pero mi cerebro quedó en blanco. No tenía ni idea de por qué el jefe me tomó bajo su ala. Vi de primera mano todos los idiotas que trabajaban para él, y nunca estuve en su lado bueno de la manera en que era. Él nunca le dio a nadie la misericordia que me mostró el día que sus hombres me encontraron en aquel callejón hablando con Allie de la paliza que su padre le dio. El Jefe era un hombre de misterios, así que seguramente nunca llegaría a la parte inferior de éste. —Entonces, ¿cómo vamos a hacer esto? —le pregunté en un intento de pasar de mi aparente inutilidad. Ricardo arrastró las trenzas de su cara y miró de nuevo a la casa. — Tengo algunos bloqueos de cerraduras. Vamos a dar la vuelta de nuevo y ponernos en ello. ¿Sabes cómo trabajar en ellas? —Cuando negué con la cabeza, él rodó sus ojos oscuros—. Por supuesto que no. No sabes nada. Ven y sígueme, princesa. Me froté la nariz de nuevo y lo seguí en silencio alrededor de la casa. La hierba se veía demasiado crecida y el barro húmedo de la lluvia de la noche. Pensé que seguro que quien estuviera dentro podía oír los sonidos fangosos de nuestros pasos afuera de su ventana, y mi pecho dolido de la de mi respiración fuerte esperando que alguien viniera reventando la puerta con una pistola en la mano. Había visto alguna mierda loca recientemente, por lo que no era enteramente responsable del todo de esta paranoia.

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Ricardo fue directo a la puerta y retiró sus herramientas para desbloquear cerraduras del bolsillo. Me asomé en el descuidado patio, manteniendo una mirada cuidadosa hacia fuera. Agarré el arma más fuerte mientras mi adrenalina comenzaba a bombear más duro por todo mi cuerpo. Cristo, si la mierda fuera cuesta abajo esta noche me iría a mi muerte. Nadie se preocuparía. Solamente otro estúpido chico muerto en el barrio. Ni siquiera un pensamiento pasajero de las personas sentadas alrededor de la mesa temprano en la mañana, leyendo el periódico con nada más que una curiosidad indiferente por los acontecimientos en Hedley. —¿Qué demonios? —Silbó Ricardo en voz baja. Tiré mi cabeza hacia él. —¿Qué es? Dio un paso atrás y sacudió la perilla de la puerta trasera. —La puerta ya está desbloqueada. —¿Es tan malo? No contestó. Yo temblé un poco en la advertencia que sentía en mis huesos. Algo no se sentía bien. Si él también lo sintió, tenía las bolas más grandes que yo, porque no se preocupó. Giró el pomo y abrió la puerta. Crujió cuando se meció lejos del marco de la puerta. Apuntó su arma y se deslizó dentro, haciendo una pausa una vez para hacerme señas a seguirlo. Empujé lejos mi inquietud y me fui tras él. Nada más que oscuridad nos saludó. La casa me recordó a una foto: tranquila e inmóvil, una imagen congelada en el tiempo, o alguna mierda estúpida como esa. Ricardo pudo haber dicho que alguien estuvo allí horas antes, yo desde luego no sentía como si hubiese alguien aquí ahora. Cuando mis ojos se adaptaron a la oscuridad, pude ver montones de basura y desperdicios esparcidos. Pero lo que me olía... era peor que cualquier desperdicio de comida que jamás había encontrado. Era una especie de olor putrefacto, gaseoso y el aire espeso, y se iba espesando más a medida que daba pasos por el corto pasillo. Incluso Ricardo cubría su nariz y sofocaba su tos. Maldijo bajo su aliento y de repente caminó más rápido, como si supiera exactamente lo que pasaba. Yo le seguí muy de cerca mientras entraba en la única habitación que había y encendió el interruptor de la luz. —Mierda, lo sabía —murmuró, bloqueando la puerta de cerca. —¿Qué? —Tuve que mirar por encima de su hombro para ver lo que él miraba. La habitación se hallaba infestada de agujas y pequeñas bolsitas vacías. Cajones vacíos fueron lanzados al azar por todo el suelo alfombrado, manchado, y la ropa se encontraba esparcida por todas partes. Parecía que alguien la hubiera apartado buscando algo.

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Mis ojos recorrieron el suelo ni un segundo antes de que se conectaran con la cama, y fue entonces que sentí mis piernas debilitarse. Ricardo entró lentamente en la habitación justo a tiempo para yo agarrarme del marco de la puerta y estabilizarme. Jesucristo de mierda, habían cadáveres, tendidos boca abajo sobre el colchón con la acumulación de sangre alrededor de sus cabezas. Cerré los ojos y traté de respirar por la boca. —Parece que alguien golpeó antes que nosotros en ellos —dijo Ricardo, con un pequeño pinchazo sádico. —T- Tú... Dijiste que sólo íbamos a asustarlo —susurré, mi voz vacilante— . Nu-nunca dijiste nada sobre asesinatos… —Cuando alguien nos debe algo, princesa, no les damos diez millones de posibilidades para pagar. Tienen una oportunidad. ¿Por qué crees que nadie jode con nosotros? No respondí. »Joder, hombre, abre tus bonitos ojos un poco. Deja de ser un bebé. Esto es lo que haces ahora. —¡Si está hecho, no necesito mirar! Se rió con sarcasmo. —Si alguien se encargó de nuestro golpe, princesa Ryker, entonces eso significa que tenemos cierta competencia entrando por aquí. Sólo había visto las palizas de los hombres que les ofendieron de alguna manera, pero nunca esto. Abrí los ojos y despacio entré en la habitación. Traté de separarme de la vista, pero mi estómago se revolvió. Me tragué el vómito que quemaba en su camino hasta mi garganta y me froté la nariz otra vez. La vista ante mí era horrible. Algo fuera de una puta película de terror. Dos cuerpos. Un hombre y una mujer en apenas cualquier tipo de ropa en absoluto. Me estremecí y desvié la mirada, fingiendo mirar otra mierda al azar en la habitación. Ricardo, por otro lado, dio vueltas alrededor de los cuerpos, inclinándose e inspeccionando las heridas como si fuera un detective de homicidios. —Han estado muertos durante más de veinticuatro horas —dijo—. Joder, huelen como si hubieran estado en un sauna durante todo el día. —Pensé que dijiste que sacaron la basura esta noche. —Bueno, alguien lo hizo. —¿Por qué? —Probablemente para hacer que la casa parezca menos llamativa, no hago la puta idea sabes. Está claro que estos bastardos buscaban algo.

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Lo más probable dinero. Las bolsas de heroína aquí están vacías, y no es de nosotros. Parece que el pobre genio también se hallaba en deuda con otro equipo y llegaron a darle el golpe antes de que nosotros llegáramos a ello. —Frunció el ceño ante esta realidad, como si hubiera preferido haberlo hecho él mismo—. Consiguieron sus cabezas hechas pedazos al estilo de ejecución, y fue inesperado. Estaban en esta cama follando como conejos cuando ellos erosionaron sus balas. Mira cómo apenas está vestida ella. Puta desafortunada. Me estremecí ante sus palabras. Lo dijo de una manera tan impersonal, como si nada de esto lo afectara en lo más mínimo. Sabía que no. Él se encontraba acostumbrado a este tipo de locura. Tienes que convertirte en su clase de locura para hacerlo en esta vida, Ryker. —Así que él era el blanco, y ella... ella era, ¿qué? Él sonrió. —Se hallaba en el lugar equivocado, momento equivocado. No respondí a eso. Apenas respiraba y trataba con cada segundo que pasaba de detener mi estómago de enroscarse porque, mierda, sentía como si hubiera una serpiente corriendo suelta allí. Cada segundo después de eso sentía como una neblina en mí. Me sentía mareado por la falta de oxígeno, enfermo de ser testigo de algo que estaba mal, y picazón por otro golpe de un poco de coca, ya empezaba a sentirme humano de nuevo. —Nosotros tenemos una investigación —continuó con entusiasmo—. Es hora de empezar hablando con algunos colegas para descartar y averiguar de quién ha estado comprando esta mierda. Porque lo más probable es que el proveedor está robando más de nuestro negocio, y esa mierda no puede ser. Asentí con la cabeza como un robot, pero apenas digería sus palabras. No tenía que hacerlo. Entendí lo que él conseguiría. Esto iba a ser otra guerra callejera. Él encontraría a la persona(s), colegas a las que él les compraba y luego las pondría bajo tierra. Enviando el mensaje de que las calles de Hedley ya eran propiedad del Sindicato, y que era mejor no meterse con ese poder. »Bueno, es hora de largarse, princesa. Tenemos mucho que informar al Jefe, y luego nos merecemos algo de buena acción... Continuó con sus palabras cuando un ruido llamó mi atención. No podía entender lo que era hasta que puse mi mano frente a él. Al instante se calló y me miró mientras yo observaba la habitación con cautela. Era un pequeño ruido al principio. Como un gruñido silencioso que nunca hubieras oído si le hubieras puesto atención a la charlatanería de Ricardo. A medida que el silencio llenaba cada rincón de la habitación, el sonido me llegó de nuevo, esta vez más fuerte.

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Pequeños gruñidos. Gemidos apenas audibles que te obligaban a esforzarte para oír. Me acerqué a la basura en el suelo y me fui hacia el ruido. Acercándome al suelo junto a la cama, me agaché y empujé a un lado algunos cajones. Más gemidos. Los pequeños gritos, indefensos, que inmediatamente levantaron los pelos de mi nuca. Si pensaba que me sentía enfermo antes, otra cosa me venía pierna arriba. Era el frío sabor de la realidad, y cuando finalmente empujé a un lado todo lo que se hallaba en el camino, me encontré cara a cara con él. Un moisés se asomaba desde debajo de la cama, a medio camino visible. Vi movimientos que venían de dentro, de una manta siendo pateada. Mi ritmo cardíaco se aceleró. Moviéndome como un cohete, corrí a él y lo saqué de debajo de la cama. Mi aliento atrapado en mi garganta en ese momento, y las lágrimas quemando la parte posterior de mis ojos. Un bebé. Un puto bebé. En este lío. En este nido de drogas de mierda. Su boca y ojos estaban abiertos, pero ella apenas podía hacer un sonido. En pleno pánico, miré hacia Ricardo. Palideció un poco, pero su compostura era todavía mejor que la mía. Frunció el ceño y sacudió la cabeza. —Ni siquiera lo pienses —dijo. Pero fue demasiado tarde. Yo ya había recogido al pequeño, frágil cuerpo. Cristo, ¿qué tan joven era? Su cabeza cabía en la palma de mi mano, y parecía que nadaba en su mameluco rosado. »Pon esa cosa de vuelta de donde vino —exigió airadamente—. No rescatamos bebés fuera de sus camas, ¡Ryker! —Ella está medio muerta —repliqué—. Habría estado completamente muerta si no hubiéramos venido aquí… —Ese no es nuestro problema. —¡Por el infierno si no lo es! La grave expresión de su rostro me hubiera intimidado hace diez segundos, pero ahora tenía un propósito, y por el infierno si iba a interferir con él. Dio un paso hacia delante y señaló al bebé que apenas se movía en mis brazos. —Eso no es algo que hacemos. Déjala. —No. —Agarré el pequeño cuerpo contra mi pecho y me alejé de él. Necesitaba salir de aquí ahora. Necesitaba llegar a un hospital… —Eres un hombre muerto si crees que puedes salir de aquí con ese bebé en tus manos, Ryker. Hemos entrado en una escena del crimen. ¿Qué vas a hacer con ese bebé? Alguien va a saber que lo tienes…

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—Llevarla al hospital… —Estás recorriendo un camino muy peligroso. El Jefe tendrá tu cabeza por esto. Ahora, te lo voy a decir una puta vez más: regrésala y larguémonos de aquí… Me volví hacia él y di un paso hacia delante. Lancé dagas hacia él, sintiendo la rabia en mí rugir como nunca antes. Fui tratado como una mierda por este imbécil durante demasiado tiempo. Había estado bien con eso, también. Acepté mi nueva vida, pero eso no quería decir que iba a renunciar a todas y cada una de mis creencias morales en el proceso. —No —interrumpí, aplastándolo con mi mirada gélida—. No, Ricardo, tú escucha. Lo que haga de ahora en adelante no es de tu puta incumbencia. ¿No quieres tener nada que ver con esto? Bien. Lleva tu feo culo de aquí y déjame con ella. Nada de lo que digas va a cambiar el hecho de que no voy a dejar a un bebé detrás, y si eso significa que estoy caminando a mi muerte, entonces voy a hacerlo con una sonrisa en mi cara. No tengo nada que perder, princesa, así que no estés amenazando mi vida como si fuera todo lo que me importa. No lo es. Sólo me miró fijamente durante un largo momento. Sus ojos se ampliaron un poco. Se quedó sin habla. Bien, porque no estaba seguro si podía sostener otra conversación constante. Cuando la sorpresa desapareció, simplemente se fue de la habitación, y me alegré de ver la parte de atrás de su cabeza. No me dejaría atrás. Estaría esperándome en su auto, y el hijo de puta me iba a llevar al hospital si le gustaba o no. ¿Quieres que haga sangrar a otro hombre? Bien. ¿Quieres que rompa algunos huesos y vacíe una billetera o dos? Bien. ¿Quieres que tome la vida de algún drogadicto? Claro, sería duro, pero probablemente lo encontraría en mí para hacerlo. Sin embargo, no iba a convertirme en la clase de monstruo que se ha alejado tanto de la humanidad para que dejara morir a un bebé en el proceso. Si eso significaba que me gustaría conseguir un tiro en la cabeza por esto, entonces seguro. Con mucho gusto me la tragaría. *** Hay algunos momentos en la vida de los que no se puede avanzar. Tuercen tu alma en el interior, hasta que estas sentado aquí, inhalando más coca sólo para poder ignorar esa basura.

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Hace cuatro horas borraba la realidad de estar con matones que perjudican a la gente para ganarse la vida. En este preciso momento, borraba la imagen de un bebé a punto de morir en mis brazos. Sus ojos hundidos y mejillas sonrojadas no dejaban mi mente. Mierda. Usando mi capucha la dejé en las puertas de emergencia en el hospital. La parte más difícil fue alejarme y no saber lo que iba a pasar con ella. ¿Iba a estar bien? ¿Cuánto tiempo estuvo llorando antes de que sus sonidos murieran en esos gruñidos suaves que todavía podía oír dentro de mis oídos? Esta mierda me mataba. —¿No te unes a la diversión, por lo que veo? —Me tensé al oír la voz del Jefe detrás de mí. Me hallaba sentado en el porche exterior de la cabaña de mierda que usábamos como nuestro punto de encuentro. Había una fiesta en el interior. Podía escuchar la música desde aquí, y los gritos fuertes de las ovejas que me gustaba llamar hombres de confianza. Un montón de alcohol. Un montón de pollitas. La misma mierda, diferente día. Apenas moví los hombros en un encogimiento de hombros. Me mordí el interior de mi labio para luchar contra mi ceño mientras tomaba asiento junto a mí. No quería mirarlo. Podía leer todo de mí cuando lo miraba a los ojos. Miré hacia el bosque oscuro, y sólo fue cuando él me dio un codazo que bajé la mirada a la botella de cerveza que me entregaba. La tomé, pero no bebí. »Ricardo me dijo todo —dijo entonces. No pude detectar algo de desaprobación en su tono. Sonaba neutral, lo que a veces era peor. Incapaz de resistirme, mis ojos saltaron a su cara por un breve momento. Nada más que una cabeza calva y barba espesa negra a la vista, su rostro era imposible de leer. El Jefe era un hombre de misterio. Nadie sabía su verdadero nombre. Nadie sabía dónde vivía. Nadie sabía una sola cosa sobre él. Simplemente llegaba, ladraba órdenes, y se largaba. Y, en noches como éstas, se quedaba alrededor y celebraba, hundiendo sus viejas bolas profundamente en cualquier cosa de aspecto joven. —No tuve elección —dije silenciosamente. Di una patada nerviosamente a la tierra alrededor en el suelo con la punta de mi zapato, esperando que algo malo sucediera. —No estoy contratando ángeles, Ryker. Necesito hombres duros. No puedo tenerte abriendo ese corazón tuyo cada vez que algo malo como esto suceda. —¿Hubieras preferido que la dejara morir? —repliqué, incapaz de resistir la ira en mi voz.

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—Hubiera preferido que hubieras hecho algo que no creara el riesgo de tener personas olfateando alrededor de mi negocio. Hubieras podido regresar en algún momento después, asegurarte que no hubiera testigos, asegurarte que no había nadie cerca a las puertas del hospital donde dejaste al bebé que pudiera reconocerte. Mierda como esta tiene que hacerse de una manera que no deje ningún tipo de pistas hacia mi cartel. No le respondí. Sí, tenía razón. Me precipité, pero no me arrepentía de absolutamente nada. Para mí, ese bebé no podría haber sido dejado para más adelante. »No vas a sobrevivir hasta que no te endurezcas un poco —continuó— . Eres uno de nosotros ahora, y eso significa que habrá pérdidas en el proceso. Habrá mierda que sólo tendrás que dejar atrás. En el segundo en que tengas un desliz es el segundo en que te conviertes en un objetivo. Tú no quieres eso. Odiaría verte en una situación similar: la cabeza volando en pedazos por algún error con un bebé llorando abandonado a su suerte sin alguien de corazón blando para salvarlo. Piensa en eso, muchacho. Es un mundo de perro come perro, y la única manera en que vamos a sobrevivir es siendo el animal más grande que el resto. Mis cejas se juntaron pensativas mientras sus palabras se reproducían en mi mente. Angustiado, dejé la cerveza abajo y me pasé la mano por el cabello. ¿Un corazón endurecido? ¿Tendría que apagar mis emociones? ¿Cómo puede alguien hacer eso con éxito? »Te acogí por una razón —reflexionó, más para sí mismo—. Tú eres de la misma edad que mi hijo, y él es una jodida decepción para mí. No puedo soportar a ese pequeño bastardo. Así que, cuando te vi atado a la silla, hubo lucha en ti. Admiraba eso. Vi potencial. Lo tienes en ti para dirigir. Ignoraste a Ricardo porque creías en lo que hacías; eso es liderazgo, Ryker. Ese es el tipo de cosas que busco cuando pase la antorcha de largo, porque no voy a estar aquí para siempre. Necesito saber que puedo dejar a alguien confiable. A este ritmo, ese podrías ser tú. Sin esperar a mi reacción, se levantó y desapareció en el interior. ¿Vio lucha en mí? ¿Vio un líder en mí? Yo no podía procesar eso. Sabía que en el segundo en que el Jefe me acogió mi futuro sería cambiado para siempre, pero me golpeó más ahora que antes de esta noche. La imagen de un bebé llorando al lado de un frío cadáver hacía cosas extrañas en mí. Me dieron ganas de desmayarme y vomitar. ¡Como si pudiera tener un niño! Esa mierda no era posible. Cualquier error y cualquiera que me importara sería un objetivo. Yo no podía amar. No podía tener una familia. No podía proveer cuando sabía que en cualquier momento ellos podrían estar en peligro debido a mi cambio forzado de estilo de vida.

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Mi propĂłsito en la vida era estar solo, y ya no estaba seguro si preferĂ­a tragarme una bala despuĂŠs de todo.

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Él asustaba jodidamente toda la vida en mí. Asustaba malditamente toda la vida de los demás también. El hombre escalofriante del que todos se aseguraban de permanecer alejados. Aquel cuyos ojos eran tan fríos, que hacían a tu columna vertebral ponerse rígida y a tu ritmo cardíaco acelerarse. Si él te miraba, malditamente no te atrevías a mirarlo de regreso. Simplemente esperabas y rogabas que te dejara solo. Vi a los hombres más grandes derrumbarse a su alrededor. Sabían de lo que él era capaz. Un asesino frío como el hielo. Alguien que podría quitar una vida con sus propias manos. Su reputación era tan fuerte como las paredes de piedra aprisionándonos; no existía ninguna esquina a la que pudieras escapar sin escuchar los susurros de lo que él hizo. Todas las vidas que tomó. La misericordia de la que carecía. Lo observaba todos los días. Veía la forma en que maltrataba a los hombres que lo cabreaban. Él era grande y robusto, pero sentía que esa no era totalmente la razón por la que era capaz de herir a cualquiera. Había hambre en sus ojos. Luchaba desde el interior, y lo noté la primera vez que molió a palos a algún imbécil nazi en el suelo. Fue el primer día que entró a la cárcel. Por lo general ese era el día que conseguías que tu culo fuera golpeado por la pandilla nazi. A ellos les gustaba pretender que eran los más fuertes, pero era sólo porque eran la pandilla más grande, liderando únicamente por números sobre el resto. Él estuvo tan furioso por el ataque, su camisa se había ido, y golpeaba su pecho con ambos puños, gritándole a todos a su alrededor que fueran por él. Esto fue después de que sin ningún esfuerzo derribara al hombre más alto de la pandilla nazi, y de la prisión, y lo moliera a palos con nada más que una bandeja del almuerzo; la bandeja que fue usada en él inicialmente. —¡Vengan e inténtelo, malditos pendejos! —gritó, con su voz profunda y poderosa—. ¿Quién más quiere una probada de esto? Los prisioneros vitorearon por todos lados, riendo y rebotando en las malditas paredes como chimpancés. Les encantaba lo que veían, probablemente porque fueron golpeados por el mismo pendejo nazi antes de que este tipo llegara y bailara en círculos alrededor de él.

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Para el momento en que esa camisa se fue, las bocas se cerraron en un abrir y cerrar de ojos. Silencio. Por primera vez desde que había estado allí, parecía tan silencioso como una tumba. Sabía lo que veían. Era la misma maldita cosa que yo estaba viendo. El enorme tatuaje en su espalda. Un emblema de dónde venía y quién era. El tatuaje sólo se le daba a miembros del Club de Motocicletas Chacal Negro; la banda de motoristas más temida esta última década que alguna vez vi, teniendo residencia en casi todas las ciudades en el país. Pero fueron los otros tatuajes los que lo delataron. Fue reconocido inmediatamente, y el nombre me dio escalofríos cuando lo escuché. Reaper1. Lo llamaban Reaper, aunque su verdadero nombre era Remy Martínez. Después de que golpeó al tonto en su primer día, el hombre ensangrentado yacía inconsciente a sus pies, su bata empapada de sangre. Cuando nadie más dio un paso hacia delante para luchar contra él, Reaper casualmente olfateó y se sacudió el polvo. Luego se acercó a una bandeja de almuerzo abandonada, agarró una intacta Manzana Granny Smith de la variedad de comida y se la comió en una mesa en el extremo posterior. No se puso su camisa de nuevo por el resto del día, exhibiendo orgullosamente la autoridad que ciertamente poseía. Duro como los malditos clavos, este chico. No pasó mucho tiempo después para que estuviera gobernando el gallinero. Sus conexiones externas le compraron a los guardias de la prisión, así que Reaper conseguía lo que quería cuando lo quería. Vivía en medio del lujo aquí, y el hijo de puta tenía un suministro interminable de cigarrillos y de cuchillas que intercambiada durante todo el día. Como ahora, se encontraba usando su cuchilla para manzanas. Al maldito le gustaban las manzanas, había reservado su propio maldito cuchillo para sus manzanas. Jodidamente loco. Uno al que necesitaba acercarme. Había observado a reclusos aproximarse a él de vez en cuando. Buscaban seguridad, querían un lugar a su lado, alejados de la pandilla nazi que todavía arrastraba a los débiles llorones a los baños para un revolcón. Ellos me observaban más y más cada día, con esa mirada arrogante en sus ojos como si sólo fuera cuestión de tiempo, y la última cosa que necesitaba era una polla frecuente en mi culo en este infierno. Necesitaba ser como Reaper, incluso si eso significaba no ser capaz de permanecer a su lado. 1

En español se puede traducir como “La Parca”.

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Tenía que tener una oportunidad de derribar a esos bastardos si quería salir ileso estos próximos años. Fui atacado las veces suficientes para darme cuenta de que me hallaba destinado a ser la perra de alguien muy pronto. Agarrando una manzana de mi bandeja un día, me armé de valor y me dirigí a Reaper. Él tenía su propia maldita mesa, nadie más lo acompañaba. Al bastardo le gustaba su soledad, su soledad y sus manzanas. No me miró una vez que comencé a acercarme, pero sabía que estaba al tanto de mí. Era consciente de todo. Sostenía su cuchilla para las manzanas en una mano y cortaba la piel de la fruta de una manera lenta y calculada. La piel colgaba como una cinta mientras continuaba redondeando la cuchilla. Me paré frente a él, mirándolo en silencio, preguntándome si esperaba que yo hablara primero. Nunca pude escuchar el intercambio de conversaciones que tuvo con los chicos antes de mí para saber cómo fueron rechazados. Tal vez era por eso que parecía desinteresado en mí. Yo sólo era otro mendigo. —Hazlo rápido —dijo finalmente, todavía sin apartar los ojos de su maldita manzana. Sintiéndome incómodo, me incliné hacia delante y puse mi manzana en su bandeja. —Para… ti. —Mierda, era lamentable, ofreciéndole mi manzana como si fuera algún dios al que le estuviera llevando mis baratijas. Se quedó mirando mi manzana por medio segundo antes de continuar pelando. —¿Viniste aquí a darme tu maldita manzana? —Es una ofrenda de paz —dije con un encogimiento de hombros. —No necesito paz de un maldito con el que no estoy en guerra. Exhalé y me pasé una mano por el cabello. —Mierda, hombre, no sé lo que estoy haciendo, ¿de acuerdo? Vine aquí… —Viniste aquí como todos los demás rogándome por seguridad. Como si diera una mierda por imbéciles oportunistas como ustedes. No voy a ayudar o a hacer mierda por nadie. Así que, ¿por qué no te das la vuelta y sacas tu maldito rostro antes de que lance este cuchillo a tu cabeza? Me quedé inmóvil ante su amenaza. Hace mucho tiempo pensé que el Jefe daba miedo. Este tipo era algo completamente distinto. —No usarías esa cuchilla para matarme —me encontré diciendo sin pensar—. Tienes diferentes cuchillas para diversas cosas. Cuando apuñalaste a uno de los nazis la otra semana, era un cuchillo de mango

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color marrón que no has cargado de nuevo. Diría que eres propenso a ello o alguna mierda, y a juzgar por la forma en que te estremeciste ante la sangre goteando de su cuchilla, diría que no te gusta el período de sangre. De hecho, lo odias bastante, no puedes soportar tocar algo que no es tuyo. Y ese cuchillo para manzanas no ha cambiado ni una vez. Te gusta demasiado para que quieras lanzármelo a la cabeza. Silencio. Sus movimientos aminoraron y sus ojos oscuros finalmente me miraron. Traté de mantener la compostura, intenté mirarlo fijamente a los ojos, y me sorprendí a mí mismo manteniendo su mirada el tiempo suficiente. —¿Me ha estado acechando, chico? —Gruñó—. ¿Te gusta lo que ves o algo así? —No. —¿Pensaste que podrías impresionarme lo suficiente para hacer que te quisiera de mi lado o alguna mierda? —No. —¿Entonces qué demonios quieres? —Quiero pelear. Sus cejas oscuras se alzaron. —¿Quieres pelear conmigo? Mi ritmo cardíaco se disparó mientras rápidamente replicaba: —¡No! No contigo. Quiero que me enseñes cómo pelear. Tú eres… eres un mejor luchador que la única persona que alguna vez pensé que luchaba mejor. Heath. Él luchaba mejor de lo que Heath alguna vez lo hizo. —¿Qué estás planeando hacer con esas habilidades? —preguntó, complaciéndose a sí mismo al mantener esta conversación. —Protegerme —respondí—. Y matar a alguien cuando salga de aquí. Terminó de pelar la manzana. La lanzó sobre su bandeja y se cruzó de brazos mientras me miraba. Parecía intrigado, pero ese humor seguía danzando en esos ojos aterradores. —Quieres matar a alguien cuando salgas de aquí —repitió lentamente, ahogando una risa—. ¿Detrás de quién vas? ¿El maldito que te puso aquí, supongo? —No —respondí—. Merezco estar aquí. No por el verdadero crimen por el que fui encarcelado, eso sí, porque recogí dinero justo cuando la policía llegó. Era obvio que alguien les avisó, y

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lo irónico era que había hecho algo que nunca hice antes y fui atrapado por ello. Alguien me delató. —Entonces, ¿a quién quieres matar? —preguntó Reaper, alejándome de mi ensimismamiento. —A mi hermano. Su rostro se iluminó y soltó una profunda carcajada. —¿A tu hermano? Mierda, hombre, ¿qué demonios te hizo ese maldito? —Tomó a mi mujer. Otro momento de silencio. Esta vez, Reaper me miró de manera diferente. Algo pasó en sus ojos. Algún tipo de entendimiento, y me sentía feliz de ver que el humor se había ido del todo. —¿Él tomó a tu mujer? —Sí, a mí mujer. Se burló. —¿Estás seguro de que ella no quería ser tomada? Apreté lo dientes y no respondí. Mi pecho se sentía pesado por el dolor y la ira. La única cosa que me mantuvo adelante fue arrancada de mí, y me sentía demasiado furioso para pensar con claridad. »Maldito cobarde —dijo entonces, riéndose entre dientes profundamente en su pecho a medida que negaba con la cabeza—. Ir por ahí y matarlo no va a cambiar las cosas. Ella no te tomará de regreso. —Ya lo sé. —¿Y aun así quieres matar al chico? —Sí. —¿Porque eres lo suficientemente débil para amar a una chica que claramente no corresponde tu amor? —Sí —me obligué a decir, porque la verdad era el mejor camino en esta jodida situación—. Y amar a alguien no te hace débil. Por primera vez desde que lo vi aquí, pensé que lo había dejado sin habla. Sólo me miró durante un tiempo muy largo, su cerebro trabajando fuerte mientras arrastraba sus ojos de arriba abajo por mi cuerpo. Yo no era grande, y él comprobaba eso. Probablemente no veía nada más que un enclenque frente a él, pero si podía mirarme a los ojos el tiempo suficiente, vería el fuego en ellos. El mismo fuego que ardía en los suyos.

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—Puedo enseñarte cómo pelear —dijo finalmente, pensativo—. Pero no voy a protegerte de ninguna mierda. Si consigues ser atacado o jodido, ese no es mi asunto. No vas a conseguir ningún trato especial tampoco. No eres mi amigo. Nunca serás mi amigo. No eres nada más que un pasatiempo para mí hasta que consiga salir de aquí en doce meses. Si me haces enojar, romperé tus piernas. Si me traicionas de cualquier manera, romperé tu cabeza de ese bonito cuello de chico tuyo. Y sobre eso, vamos a hacer algo acerca de esa apariencia de chico bonito también, porque malditamente odio a los chicos bonitos. Me cabrean. ¿Entiendes? Demasiado conmocionado para responder, me las arreglé para asentir. »Bien. Ahora malditamente sal de mi vista.

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Traducido por Apolineah17, Lipi-Lipi, Dayana Matínez & Alysse Volkov Corregido por Daliam

E

strías. Por todas partes.

Levanté mi camisón y asimilé las marcadas líneas profundas. Las puntas de mis dedos rozaron sobre cada una de ellas mientras me miraba en el espejo. Sobresalían contra mi piel, sin manera de ocultarlas o reducirlas sin que se viera demasiado obvio. Mi cuerpo cambió para siempre. Con un suspiro, solté mi camisón. Mirando mi nuevo cuerpo iba a tomar algún tiempo para acostumbrarme. Cuanto más veía mi reflejo, más quería esconderme. Pero esconderme esta noche no era una opción. Era la semana seis. Luz verde, dijo el médico, y los ojos de Heath nunca habían brillado tanto. Al escuchar el sonido de la puerta principal abriéndose y cerrándose, comprobé por segunda vez mis piernas y pasé mis manos debajo de cada axila, asegurándome de que me hallaba completamente libre de vello. Tenía que admitir que descuidé esa zona durante algunas semanas. Antes de mi última afeitada, estaba en el límite de ser una Alpaca. Pasé mis dedos por mi cabello y lo despeiné de la base en un patético intento de darle algo de volumen. Luego abrí la puerta y salí. Él ya se encontraba en la habitación, bajando la bolsa de las compras sobre la mesita de noche antes de quitarse la chaqueta. Como de costumbre, parecía robusto y duro alrededor de los bordes. No ayudaba que acabara de tener una pelea, su cabello estuviera despeinado y sus manos aún estuvieran envueltas en cinta de boxeo. Si bien me obsesioné hace apenas unos segundos con mi apariencia, no podía recordar la última vez que él había visto su reflejo. Afortunadamente el maldito ni siquiera necesitaba hacerlo. Se veía igual todo el tiempo. Era injusto, de verdad, verse tan bien y no tener que intentarlo.

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Cuando se dio la vuelta y se encontró con mi mirada, esos ojos marrones instantáneamente se iluminaron. Esa sonrisa que me enamoró se formó a medida que me miraba de arriba abajo. —Me está gustando el largo de ese camisón —remarcó, lamiendo su labio inferior lentamente. Era un camisón suelto de satín blanco que terminaba peligrosamente cerca de mis partes bajas. Él me lo compró en alguna elegante tienda de lencería antes de que hubiera engordado como una ballena. Ahora ya no me hallaba del tamaño de una casa, y finalmente reuní el valor para probármelo. Escondía los bultos y protuberancias en todos los lugares correctos, así que me sentía muy bien. »¿Vas a traer ese buen culo aquí o qué? Sonriendo, me detuve y dije—: Cuéntame de la pelea. —¿Qué pasa con ella? —respondió con indiferencia. Rodé los ojos. —No te hagas el tonto. ¿Cómo estuvo? Se rió entre dientes y buscó en su bolsillo. —Estoy ofendido de que lo estés preguntando —dijo—. ¿Pierdo a menudo? No me dio la oportunidad de responder. Sacó un enorme fajo de billetes y dijo—: Por supuesto que gané. Dejé escapar un suspiro de alivio. Necesitábamos el dinero. Tener un bebé era caro y requeríamos más artículos para bebés. Al ver el alivio en mi rostro, su sonrisa se suavizó. »Siempre me aseguraré de que estés atendida, Allie. Confía en mí. Asentí. —Lo sé, y lo hago. Mirando fuera de la habitación, preguntó—: ¿Cómo lo está haciendo el campeón? —Ve y compruébalo. Salió del dormitorio y entró a la siguiente habitación. No había sido la habitación de Ryker desde hace unos meses ahora. Fue vaciada y convertida en la habitación del bebé. Caminé detrás de él y lo observé detenerse frente a la cuna. Se inclinó y miró a Kayden Lawson: mi milagro. Tenía treinta y nueve semanas de embarazo cuando él decidió que quería

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salir. Un trabajo de parto de diecisiete horas después, él nació en la madrugada del dos de febrero, y lo primero que hizo fue llorar por comida. Heath acarició la cabeza de Kayden, bajando la mirada hacia él con los ojos más suaves. Se sentía embelesado con Kayden; absoluta e innegablemente embelesado. Era increíble verlo tan enamorado. No estaba segura de qué esperaba después de todo esto, pero ciertamente no era a Heath entrando en los zapatos de papá. Lo dejé sólo por un tiempo para que pudiera vincularse con él. Sentándome en mi cama, esperé pacientemente a que regresara mientras me decía a mí misma que me encontraba lista para el sexo de nuevo. El médico saltó directamente al control de natalidad en el segundo en que di a luz, y opté por la píldora. No era fanática de la forma en que me ponía toda hormonal e increíblemente emocional, pero era mejor que ser una idiota y depender exclusivamente de un condón como lo hice en el pasado. Sí, tomar decisiones más inteligentes era el objetivo número uno para este año. —Te ves hermosa allí sentada. Salté y levanté la mirada hacia Heath de pie en la puerta con una anhelante sonrisa en su rostro. Le sonreí, ya sonrojada por la intensidad en su mirada. Él me deseaba. Como ahora. Como en este mismo maldito segundo. —No deberías ser tan silencioso, espiándome —comenté. —Me gusta observarte cuando crees que no estoy viendo. Me eché a reír y respondí—: Eso es un poco espeluznante. Se rió entre dientes. —Aunque es un buen tipo de espeluznante, ¿verdad? —Todo lo que viene de ti es bueno. —Hablaba muy en serio al decir eso. Heath era la perfección para mí. Su sonrisa se desvaneció un poco mientras murmuraba—: Sé que todo está bien, pero quiero ser bueno para ti. Algo extraño pasó en sus verdaderamente inseguro de sí mismo.

facciones.

Como

si

estuviera

Bajé de la cama y fui hacia él. Observó todos mis movimientos, esos ojos cayendo lujuriosamente hasta mis caderas. Cuando me detuve frente a él, pasé mis dedos a lo largo de sus labios, y dije con seriedad—: Has sido

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mi roca durante más de un año. No he visto nada malo en ti. Eres el hombre más generoso que he conocido. De nuevo, esa mirada. Él no lo creía. Me pregunté qué le preocupaba, porque por lo general jugaría con cualquier elogio que le diera con un comentario descarado. Pero ahora era como si necesitara escucharlos. —Y tú eres la mujer más comprensiva e increíble con la que he estado —respondió, su manzana de Adán subiendo y bajando en su garganta—. Y —añadió, una pequeña sonrisa formándose a lo largo de sus labios una vez más—, finalmente voy a malditamente follarte. Allí estaba, el Heath que conocía tan bien. Antes de que pudiera responder, él ya se inclinaba sobre mí. Nunca dejaba de sorprenderme el efecto que tenía sobre mi cuerpo; éste lo obedecía mucho antes de que incluso pudiera pensar en obedecer. Mi corazón se aceleró al instante a medida que se acercaba y el hormigueo recorrió mi cuerpo en el segundo en que pude sentir su calor. Su mano áspera fue a la parte posterior de mi cuello mientras me atraía hacia él. Su boca se estrelló contra la mía, sin tomarse tiempo antes para probar mi boca con su lengua. Me hundí en él, incapaz de resistirme a su sabor. Su mano viajó a lo largo de mí mientras presionaba mi espalda contra la puerta, cubriendo cada pulgada de mi cuerpo con todo de él. Sentí mi camisón alzarse, y sus dedos viajaron al interior de mis muslos. Jesús, ya estaba empapada. Mi cuerpo respondió antes de que mi cerebro pudiera incluso formar un pensamiento coherente. Semanas sin esto había sido una agonía, y podía sentir lo desesperado que se sentía por ello. Él me frotó ligeramente, provocando disparar chispas a través de mí. Yo jadeé contra su boca y agarré un pedazo de su camisa para mí. —Sí, por favor. —Gemí. —Sí, por favor, ¿qué? —Tiró hacia afuera. —No te detengas. Fueron sólo unos segundos de sentirse bien como en el cielo cuando se apartó. Me sentía tan indignada, podría haber llorado. ¡Sólo le dije que no se detuviera, maldita sea! Abrí mis ojos y lo miré tomar varios pasos hacia atrás, señalando la cama cuando agarró el dobladillo de su camisa y la tiró por encima de su cabeza. Joder, estaba más allá de lo que las palabras podrían describir. Tuve ese extraño impulso de simplemente lamerlo por todas partes, y no tenía que decirme que era extraño; ya sabía que era extraño. Era extraño sólo pensar en ese mismo momento.

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—Ponte en la cama, o tendré que follarte contra la puerta —dijo con un atisbo de sonrisa. Él sabía que yo era maleable en sus manos. El segundo en que me tocó me encontraba completamente deshecha. Podría tomarme en el techo en frente de todos y no creo que me importaría. Así que hice una línea recta hacia la cama y salté sobre ella. Se rió detrás de mí en mi entusiasmo cuando desabrochó su cinturón y se bajó la cremallera de sus pantalones vaqueros. »Quítate la ropa —exigió con avidez—. Quiero ver todo de ti. Joder, quiero saborear cada pulgada de ti, Allison. Ha pasado demasiado tiempo. Quería probar yo también. No era para nada extraño entonces. Mi corazón latía más rápido mientras apoyaba mi espalda hacia abajo y lo miraba fijamente. No quería mi ropa fuera. Él podría funcionar al revés. —¿No te gusta mi camisón? —le pregunté inocentemente. Dando un puntapiés a sus zapatos lejos, asintió y respondió—: El infierno, joder sí, me gusta tu camisón, pero me gustarías mejor fuera de él. No respondí. En cambio, lo miré desnudarse hasta los calzoncillos, negros ajustados. Mi boca se secó a la vista de él. Mi caballero no estaba empaquetado en su brillante armadura. Él se encontraba crudo, duro, y tenía los más deliciosos, joder, ojos que me gustan que jamás había visto. Nadie pensaría que este gigante tatuado hombre tenía un corazón de oro. Pero lo tiene. Tenía un alma que todavía trataba de poseer todo. Yo lo quería más con cada día que pasaba, y sólo podía rezar para que él me quisiera también. Debido a que Dios sabía que algunos días parecía que era demasiado bueno para ser verdad. Vino a mí entonces, deteniéndose brevemente para abrir el bolso en la mesa de noche. Abrió una caja de condones y colocó algunos en el borde de la mesa. —Eso es un montón de condones —comenté secamente, luchando contra mi sonrisa. —¿En serio? —me espetó—. Yo diría que es apenas suficiente para lo que he planeado para ti. Me reí mientras se subía a la cama, cubriendo mi cuerpo inmediatamente con el suyo. Esa risa murió repentinamente cuando sus labios encontraron los míos. Me besó con ternura, y no pasó mucho tiempo antes de que el estado de ánimo en el aire fuera desplazado. Me sentía caliente y sudorosa en un abrir y cerrar de ojos, y a pesar de que su boca hiciera maravillas para mí, era más de la sensación de su calor

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contra mí que fue mi detonante. Me hizo sentir protegida. Siempre su cuerpo cubriendo el mío, me sentía como si estuviera actuando como mi escudo, y yo siempre lo agarraba a mí como si lo fuera. Me protegía del mundo, de ese juicio que se envolvió a nuestro alrededor últimamente, y en estos momentos me olvidé de todo lo demás que existía. Eso desapareció. Yo era suya. Él era el mío. Eso era todo lo que importaba. »Me siento como que estuviera haciendo esto por primera vez, de nuevo —murmuró contra mis labios. —Sólo han pasado seis semanas —le contesté, restando importancia a la miseria que pasamos. Sus manos se movieron por mi cuerpo, sensualmente explorando cada parte de mí. —Eso es como dos décadas en los años del hombre, Allie. Estoy bastante seguro de que cultivé mi virginidad de regreso. Mis palmas se desviaron por su espalda cuando correspondí a sus movimientos. Sentí su dura espalda, trazando la línea de su columna vertebral hasta llegar a sus calzoncillos. Él me besó a lo largo de mi mandíbula, chasqueando la lengua de vez en cuando, como si me estuviera probando. Éramos una bola, envueltos el uno en el otro, gastando los próximos minutos Familiarizándonos. Explorando. Tocando. Sintiendo. Ahuecó mi pecho mientras me besaba con más urgencia, empujando sus caderas suavemente contra mi centro dolorido. Agarré un pedazo de su cabello fuertemente y le encontré empuje por empuje. Su mano se deslizó por el lado de mi cuerpo antes de vagar por debajo de mi camisón. Me frotó de nuevo. Pequeños movimientos circulares que me tenían gimiendo en su boca. Gustándole mis sonidos, su respiración se acortó mientras continuaba mi placer. —Santa mierda, echaba de menos esto —susurró—. ¿Y tú? Asentí con entusiasmo. »No puedes querer esto más que yo ahora mismo. —Lo hago. —Gemí en voz alta—. Quiero esto más. —¿Quieres que te folle? Querido Dios, sí. Asentí otra vez, lamiendo sus labios mientras apretaba mi agarre. »Dilo. Di esto: “Quiero que me folles, Heath”.

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Tan acostumbrada a sus conversaciones, ni siquiera me enrojecí cuando me apresuré a responder con—: Quiero que me folles, Heath. Dejó escapar un gruñido. —Jesús, estás haciendo una locura de jodidas cosas por mí, mujer. Me gustaría haber reído si lo que hacía no se sintiera tan bien. Envolví mis piernas alrededor de él, deslizando un dedo de mí pie por debajo de sus calzoncillos por lo que podría tirar hacia abajo. Mientras me excitaba al sentirlo desnudo, también me preocupaba él podría querer lo mismo a cambio. Yo aún no me sentía preparada para eso. Mi corazón latía con fuerza por dos razones: querer quedar devastada de la mejor manera posible por él, y también de la ansiedad de no parecer lo suficientemente buena para satisfacerlo. Me quedé helada cuando sus manos finalmente encontraron el dobladillo de mi camisón. Tiró de él hasta no más allá de mis caderas antes de separarse de mí para bajar la mirada. Agarrando mi ropa interior de encaje, poco a poco las fue quitando. Yo lo observaba atentamente, en la mirada vidriosa en sus ojos cuando apreció la vista. Él tiró la ropa interior en algún lugar y luego empezó a besar mi cuerpo. Mi piel se estremeció donde sus labios me tocaban. Por mis piernas y de nuevo a ellos, moviéndose hacia lo interno de mis muslos. —Heath. —Exhalé—. No tienes que hacer eso. Pero él ya estaba allí, enterrando su cara entre mis piernas. »Jesús. —Me sacudí al sentir la sensación húmeda de su lengua, bebiéndome a lengüetadas suavemente de arriba abajo. Separó mis piernas, manteniéndolas inmovilizadas en el colchón mientras continuaba burlándose de mí. Levanté mi cabeza y observé la suya moverse ligeramente mientras aumentaba la velocidad de su lengua. Gemí y tiré contra las sábanas cuando las chispas comenzaron a volar a través de mí. ¡Jesucristo, sentí como si estuviera volando! Oí de una conversación en alguna parte que las drogas eran como orgasmos, un nivel más alto que hacía que estuviera enterrado en su placer, y ahora entendía todo esto. Heath. Heath Lawson era mi droga. Él no era codicioso. No se burló de mí. Me dio ese sorprendente alto antes de alejarse rápidamente. La sensación fue exquisita. No había llegado completamente a mi orgasmo cuando escuché rasgar el empaque de condones. Momentos más tarde estaba de nuevo sobre mí, mis piernas se extendían para recibir con facilidad su impresionante polla. Sentí su enorme y dura polla contra mis pliegues. Su respiración caliente me golpeaba la

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cara, posaba sus labios húmedos sobre los míos mientras me susurraba—: Mierda, te amo, Allie. —Antes de deslizarse todo dentro de mí. Los dos nos quejamos al unísono. —Mierda. Envolví mis brazos alrededor de él, en un tierno abrazo, me preguntó varias veces si me sentía cómoda y si estaba bien. Fue sorprendente. Durante todo este tiempo estuvo reprimiendo su necesidad y lujuria. Yo esperaba un trato más duro. Incluso en el sexo Heath fue siempre cariñoso. Su preocupación por mi bienestar eclipsaba su propia necesidad, y por mucho que me encantó, quería dejarme ir. —Heath —dije sin aliento contra sus labios, sintiendo otra chispa de lujuria—, no soy de cristal. Su rostro se oscureció con mis palabras que poco a poco se asentaron en él. Entonces me besó de nuevo con más fuerza mientras murmuraba—: No quiero hacerte daño. —Nunca. —Hubo un significado diferente a mis palabras. Él sabía lo que significaban. Algo brilló en sus ojos oscuros. Teníamos algo peligrosamente bueno entre nosotros, y era peligroso sólo por la manera en que nos deseábamos el uno al otro. Significaba que la caída sería devastadora para los dos, pero confiaba en que él no me dejaría ir. Él me mantuvo todo este año pasado, sacrificando todo en su vida con el fin de estar allí para mí. Me enseñó lo que era el desinterés, y se fue a grandes alturas para probarlo. Heath no era capaz de lastimarme, y eso me hizo amarlo con una profundidad que no podía medir. Sujetaba un puñado de mi cabello con una mano mientras con la otra apretaba mi culo y me estrellaba contra él. Él gimió otra vez, más fuerte que antes, y había algo en el placer de su voz que me hizo estar más caliente que el sol. —Mierda, Allie, se siente bien —dijo mientras sacaba y metía su polla dentro de mí. Ya no me trataba como si fuera de cristal. Me usó, y me folló, me encantó ser utilizada. Me encantaba verlo encontrar su placer en mí. Incluso cuando mi cuero cabelludo comenzó a dolerme de su agarre, y mi respiración comenzó a salir corta y rápida. Gemí con él justo hasta su liberación. Sentí un tirón dentro de mí antes de que enterrara su cabeza en mi pecho. Pasé los dedos por su cabello por un tiempo. El sexo no lo es todo en una relación, pero esta vez me hizo sentir más cerca de Heath que nunca. Después de un corto tiempo, rápidamente se apartó y se quitó el condón antes de volver a caer en la cama conmigo.

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Todavía respiraba con dificultad cuando se apoyó en mi lado, con la mano a la deriva por encima de mi estómago. Me sentí utilizada, en el buen sentido. Mi piel brillaba de sudor. Mi cabello se hallaba enredado y por todo el lugar. En lugar de la fragancia del aerosol de flor de cerezo en mi cuerpo, se encontraba ahora cubierto de la fragancia masculina llamada Heath. Era mejor que la flor de cerezo. —¿Por qué no me dejas verte? —preguntó de repente, sus dedos rodearon los bordes de mi camisón. —He cambiado —le contesté en voz baja, incapaz de mirarlo a los ojos. Me quedé mirando el techo en su lugar. Era idiota pensar que no notó mi inquietud. Se dio cuenta de todo—. Mi cuerpo... cambió, Heath. —¿Y? —Así que... no me veo como antes. —Por supuesto que no te ves igual. Tuviste un bebé, Allie. Las personas no se ven de la forma que te ves seis semanas después de tener un bebé. —Sí, pero nunca me veré así otra vez. Tomó mi cara en su mano cálida y me giró hacia él. Sus ojos me miraron profundamente, y sentí que me escudriñaban. —Eres hermosa para mí —susurró con solemnidad—. Nada va a cambiar eso para mí. —Me siento insegura —le respondí, tragando el nudo en mi garganta, empecé a admitir todo lo que nunca dije en voz alta—. No te gustan las mujeres inseguras. No te gustan las chicas que necesitan tranquilidad todo el tiempo. Puedes tener a cualquiera sin tener que lidiar con sus problemas de autoestima de mierda. Pero esa soy yo en pocas palabras. Tuve un hermoso bebé pero me siento fea. —No quiero a nadie más —respondió en voz baja, con una pequeña sonrisa tirando de la comisura de sus labios—. Tú, me gustas insegura. Eso me da más razones para felicitarte, y me gusta hacer eso. Es un ganar / ganar en ambos lados. Suspiré y me resistí a rodar mis ojos. En este punto de mi vida, probablemente tendrían que felicitarme por cien vidas. Como si percibiera mi estado de ánimo, se movió aún más cerca de mí. Sus labios bordearon a lo largo de mi cara mientras susurraba—: Me encanta cada centímetro de ti, no importa lo diferente que te veas. Eres mía, y todo lo que considero que es mío va a ser suficiente para mantenerme satisfecho por el resto de mi vida. —¿Cada centímetro? —le pregunté en voz baja.

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—Cada —Su mano lentamente recorrió mi cuerpo—, centímetro. Sonreí por reflejo, pero temblaba por dentro. Sus palabras fueron siempre tan relajantes, pero era la forma en que las dijo, tan lleno de convicción, que me dieron ganas de llorar. Tal vez no era malo tener problemas de autoestima después de todo. Tal vez era normal, y todo lo que una mujer realmente necesitaba era un buen tipo como Heath para ayudar a hacerlo mejor. »Siéntete orgullosa de todos los cambios de tu cuerpo —continuó—. Te sacrificaste teniendo un bebé muy hermoso. Te ganaste cada uno de ellos. Es una cuestión de perspectiva, Allie. Puedes mirarlos y pensar que son horribles. O puedes mirarlos y pensar, “guau, mi cuerpo hizo la cosa más increíble: dio vida”. Ahora mi sonrisa era genuina. Mi cuerpo se relajó lentamente en el colchón. Como de costumbre, me preguntaba qué hice para merecerlo. Por otra parte, tal vez se suponía que las relaciones debían ser así. Sin querer, mi mente saltó directamente a Ryker y cómo me trató. A pesar de todo lo que me perseguía al principio, yendo a través de tantas mentiras. Había estado lejos durante meses antes de que me mostrara su otra cara. Siempre quise entender por qué. ¿Qué le hizo quererme para empezar? ¿Por qué fue sincero y distante al principio? Me mordí el labio, no queriendo hacer la pregunta temida: ¿vas a ver a tu hermano de nuevo? Yo le expliqué lo que Ryker me dijo la última vez que estuve allí. Y las veces después de eso, se negó a salir de su celda a verme. Me habían cortado, y sería una mentirosa si dijera que no me dolió. Me sentía herida porque él tenía un hijo, y no hizo ningún esfuerzo para saber de él. No, en cambio, Heath dio todo por el niño y eso me impactó. Todavía luchaba con lo rápido que cambiaban las cosas, pero no quería detenerme. Me dije “hay que adaptarse”. Cualquier cosa que venga en el futuro lo enfrentaré con la cabeza en alto. Pero esto también había sido difícil para Heath. Fue a ver a Ryker después de que lo hice, y cuando regresó, dijo que la reunión no había ido a ninguna parte. Que Ryker se levantó y lo dejó cuando él pidió hablar de todo. Desde entonces, no quería hablar de ello. Sufría. Ryker era su hermano, después de todo. —Así que, ¿dime acerca de la pelea? —dije, rompiendo el silencio entre nosotros. —Estás medio dormida, Allie. Creo que la última cosa que quieres es saber sobre mi pelea. —¿Qué importa si estoy medio dormida?

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Se rió entre dientes. —Porque cada vez que hablo de una pelea, te preocupas y te pones nerviosa acerca de ellas. Te obsesionas por cada moretón que tengo y cuántas veces me golpearon. Preferiría no hablar de ello. Necesitas dormir. No te preocupes por algo tonto. —¿Tonto? —repetí, levantando una ceja a la ofensiva—. ¿Está mal que me preocupe por el hombre que amo? Me miró entonces de la manera más cálida, como si acabara de pasar la noche diciéndole que era el hombre que amaba. Esa mirada, que apretaba mi corazón y me ponía caliente por todas partes. —Sí —dijo finalmente, en voz baja—, es muy malo. Soy un chico grande, hermoso. No necesito tu preocupación. Soy yo el que se preocupa por ti y Kayden. Sonreí y le di un beso suavemente, frotando mi nariz tiernamente contra la suya. —Estamos bien. Te tenemos y eso es todo lo que importa. Una vez más, esa mirada cálida. Acarició mi mejilla, susurrando—: Gané la lotería al segundo en que me pediste ayuda, Allie. Tú me has cambiado. Todo lo que ha pasado entre nosotros me ha cambiado. —Lo sé —dije con el ceño ligeramente fruncido—. Sólo deseo que no te obsesiones con el dinero tanto. Es difícil verte luchar y trabajar mucho con el tiempo. No es fácil sentir como si no puedo aportar sólo para aliviar tu carga de trabajo. —¿Sabes por qué estoy luchando para obtener la mayor cantidad de dinero? Cuando Kayden se enfermó y fue llevado al hospital, me sentía impotente. Si se hubiera puesto peor, si hubiera estado seriamente enfermo de cualquier otra manera, no habría sido capaz de pagar sus tratamientos. Fue la noche más aterradora de mi vida. Sólo quiero asegurarme de que estamos atendidos de manera que no vuelva a suceder. No quiero volver a sentirme sin estar preparado. Asentí, pensando en hace cuatro semanas. Kayden sólo tenía dos semanas de edad cuando se resfrió. Me entró el pánico cuando la fiebre seguía subiendo. Lo llevaron al hospital y estuvo allí toda la noche, esperando a que la fiebre bajara mientras que las enfermeras trataron de tranquilizarnos de que iba a estar bien. Si no hubiera sido por Heath. Cuando sintió cómo estaba de caliente Kayden, su rostro palideció considerablemente, y sabía lo que pensaba. Recordaba a su propio hermano, por quien nombramos a Kayden después, quien murió de síndrome de muerte súbita del lactante cuando Heath era de tan sólo seis años. No hablaba de ello a menudo, pero habló acerca de cuan devastador fue para su madre, y cómo ella nunca había sido la misma

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después de eso. Así que nombrándolo Kayden fue para mí una manera de mostrarle que la memoria de su hermano más joven aún podría vivir. Desde aquella noche, Heath se ha obsesionado sobre nuestras finanzas. Todo era cuestión de dinero y tener suficiente en caso de emergencias. Mientras que entendí su pánico, también lo extrañaba y hubiera preferido tener más tiempo con él que todas las riquezas del mundo. Ojalá él sintiera lo mismo también. —Estoy segura de que todo estará bien —dije—. Él es un muchacho hermoso y saludable. Asintió, pero su rostro indicaba lo contrario. Cuando bajaba la guardia, podía leerle tan claramente. Otras veces, no era tan afortunada. Me abrazó por un rato, y cuando empezamos a besarnos de nuevo, su sed insaciable regresó. Subió sobre mí y me tomó con cuidado y lentamente. Esta vez no había prisa. Sólo los empujes simples, tranquilos, acompañados por sus besos cariñosos y cálida mirada. Me miró fijamente, sabiendo cuando estaba cerca, y manteniendo a raya su propio placer hasta que llegara allí. Se vino conmigo esta vez, jadeando con fuerza contra mí, mientras montábamos juntos. Me sentía saciada y bien jodida después de eso. Así que cuando el sonido de un grito frustrado estalló, gemí en agotamiento. Con un suspiro, le hice moverse cuando la mano de Heath me empujó hacia abajo. —Yo me encargo de él —susurró—. Necesitas dormir. —¿Estás seguro? —Positivo. Tengo que pasar tiempo con mi pequeño hombre de todos modos. Lo extraño demasiado. Voy a estar allí. Consigue descansar. Luchar con él en esto era inútil. Siempre ganaba. Así que le di un rápido beso en agradecimiento y lo vi salir de la habitación, completamente desnudo y sexy. Para mi sorpresa, fueron más que minutos antes de que el sueño me conquistara.

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Traducido por Apolineah17 & Dayana Martinez Corregido por Daliam

É

l era pequeño. Tal malditamente pequeño, nadaba en su cálido traje. Se quedó quieto, esa boca abriéndose más amplio, recordándome las mandíbulas de un tiburón antes de que lo consumiera. Y eso es todo lo que Kayden hacia: consumía. Su estómago era un hoyo sin fondo, y después de cada biberón, ese pequeño vientre suyo se hincharía y empujaría a través de sus holgadas ropas. Un poco después, eructaría y un poco de leche chorrearía de esa boca. Gotearía por la esquina de sus delgados y rojos labios y de su barbilla. La limpié antes de que se acumulara a lo largo de la grasa de su cuello, esa grasa que hablaba de lo bien alimentado que estaba. Kayden. Este era mi Kayden. Nadie podía alejarme de él. Absorbía cada minuto de él y, sin embargo, nunca era suficiente. Pensaba en él todo el día en el trabajo. En su descarada sonrisa. En la forma en que sus ojos azules se abrirían y mirarían el mundo a su alrededor, luciendo tan fascinado y absorto en sus alrededores. Me encantaban los pequeños ruidos que hacía. Me encantaba cuando gruñía de frustración y lloraba para ser cargado. La manera en que se retorcía y pateaba su manta lejos cuando empezaba a ponerse hambriento, o la forma en que chupaba su dedo con esa boca desdentada. No obstante, lo que más me gustaba era cuando esos ojos azules miraban tan profundamente en los míos como si yo fuera todo su mundo. En cada uno de estos momentos que compartíamos, esos ojos me bebían, y me sentía conectado a él de una manera que nunca esperé. No pensé en estas cosas durante el embarazo de Allie. Sólo fijé mis ojos en ella y en lo que ella necesitaba. Nunca antes habría pensado que caería tan profundamente enamorado de un bebé exigente y terco que hacía que mi vida antes de él pareciera tan vacía y sombría. Ese viejo yo murió. Había

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caído en un pozo, enterrado lejos en la oscuridad, para nunca regresar de nuevo. Era un cambio de vida. Mi corazón siempre latía más fuerte cuando tenía momentos tranquilos como éste con él. Bajando la mirada hacia él en mis brazos a medida que lentamente cabeceaba de regreso al sueño después de un biberón y medio. Acaricié la parte superior de su rizada cabeza y asimilé cada uno de sus rasgos. Tenía todo lo Lawson en él. La misma barbilla, las mismas cejas y orejas. Tenía los ojos de Allie y la misma piel pálida, y por mucho que trataba de no verlo, tenía los delgados labios de Ryker. Si era honesto al respecto, en el fondo realmente me gustaba ver a Ryker en él. En cierto modo quería salvar a un Lawson y darle a él oportunidades con las que niños como Ryker y yo habríamos soñado. Sin embargo, en lo personal, imaginaba a Kayden como un pequeño Ryker, sólo que esta vez él crecería de manera correcta. Y, maldita sea, nada iba a alejarlo de mí. Iba a asegurarme de eso. Si quería lo mejor para Kayden, tenía que asegurarme de que siempre podría proveer. Cada vez se volvía más difícil últimamente. La pelea callejera en Hedley empezaba a ganar popularidad. También atraía a más hombres despiadados que eran malditamente buenos en eso. Pensé en el hombre loco con el que luché anoche. Me di cuenta inmediatamente en la batalla de que él era algún mono drogadicto y depravado necesitando su siguiente golpe. La mayoría de los combatientes necesitaban dinero, o lo hacían por la atención. A veces incluso lo hacían para demostrarse algo a sí mismos. No obstante, había otros que llegaban e iban mucho más lejos que eso. Lo hacían porque se sentían desesperados, y nunca podías subestimar el poder de un hombre necesitando una droga. La adicción convertía a las personas en animales. Así que sí, él luchó fuerte, pero yo pelé más fuerte al final. Me alejé con un fajo de dinero que fácilmente iba a ver a través de nosotros por un tiempo. Mientras yo de alguna manera me sentía un poco desesperado, la imagen de la bolsa de lona llena de dinero en efectivo siempre volvía a mí. Nadie vino a buscarme por la deuda de cincuenta mil dólares. Ese día llegó y se fue, y estuve caminando de un lado a otro por los nervios hasta las primeras horas de la mañana. Esperé el día después de ese y aun así nada. Era como la calma antes de la tormenta. Me quedé despierto toda la noche durante dos semanas, esperando que la puerta fuera derribada y ser enviado a mi muerte por los distribuidores de drogas enfurecidos que sabían que yo les robé su dinero. Sólo que… eso no sucedió.

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En lugar de eso, las calles descendieron al caos. La pandilla de Ryker emergió y se revelaron a sí mismos. El Sindicato, se llamaban, y se volvieron contra las pequeñas bandas que suministraban, noqueándolas una después de otra hasta que los tiroteos alrededor de Hedley eran tan comunes, que las personas se quedaban en sus casas sólo a esperar salir. El sonido de las sirenas de la policía se convirtió en el ruido de fondo por mucho tiempo después de la muerte de Ricardo, y nadie entendía qué sucedía. No sabían a qué se relacionaba la riña entre ellos. Excepto yo. Sabía todo. Esta era la reacción en cadena que esperé. Mientras el Sindicato trataba de vengar la muerte de Ricardo yendo en contra de los otros, yo acechaba en las sombras, completamente imposible de rastrear. Nadie vino por mí. Probablemente había sido pospuesto. Una poco importante deuda que no necesitaba ser atendida hasta que ellos llegaran al fondo de lo que sucedió. Probablemente se preocupaban más por el dinero que por Ricardo siendo golpeado hasta la muerte. Después de todo, eran más de cien mil dólares. Cien mil dólares que enterré lejos junto a un árbol marcado en medio de un bosque a cuarenta minutos de las afueras de Hedley. Era dinero que no podía ser tocado. Necesitaba un perfil bajo, no hacer alarde de mi repentina riqueza ante la gente. Tenía que prescindir de él y seguir viviendo y proveyendo por mis propios medios. Era más difícil de lo que pensé que sería. Esa tentación de no pelear crecía cada día que pasaba con Kayden. No quería tener que regresar a casa con moretones y tener que mentirle al pequeño niño acerca de dónde venían. Quería ser mejor que eso. Quería ser alguien que él pudiera admirar. Ser un luchador callejero ya no era suficiente, y el dinero enterrado en la distancia se volvía más atractivo. No podía explorar opciones o arrancarlo de mi pecho llevándolo a Allie. No podía decirle del dinero porque no quería poner en peligro su vida si ellos olfateaban alrededor y exigían respuestas. A veces, la verdad era una carga, y decirlo significaba que alguien más cargaría eso contigo. Allie no merecía saber. Necesitaba concentrarse en su educación y en su pequeño hijo. Tenía que confiar en que yo me encargaría de todo. Pero tenía un plan. Era peligroso, era una locura y justificaba la ayuda de alguien igual de jodido que yo. Era la única manera de conseguir mi objetivo de asegurar una buena vida para aquellos que amaba, algo con lo que me obsesioné desde hace mucho tiempo.

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Y como siempre, cuando pensaba en todo lo que pasó, reflexioné en ver a Ryker después de que Kayden nació. Quería paz. Quería que él me dijera todo, pero mierda, ese chico era terco. Cuando vi su rostro, supe que él no quería nada más que matarme. Arrastró sus pies, aprensivo sobre acercarse más a mí, todo mientras fruncía el ceño como si tuviera una razón para estar enojado. Todo mi cuerpo se encontraba tenso y furioso para el momento en que él se sentó en la silla atornillada al piso. No dijimos nada por un tiempo. El silencio era tan fuerte de alguna manera, ahogando mis desenfrenados latidos. Nosotros difícilmente estábamos respirando. Ryker parecía mayor de algunas maneras. Sus mejillas estaban cubiertas de barba, su cabello un poco más largo de lo que alguna vez se lo dejó crecer antes. Me peguntaba lo que veía cuando me observaba. Sus ojos se posaron en mi rostro, y por un momento fue como si estuviera viendo a alguien poco familiar para él. Sabía que yo era diferente. Me sentía diferente. Desde que asesiné a un hombre, perdí una parte de mi identidad, y no estaba seguro de que ésta pudiera ser reclamada. —¿Simplemente vamos a sentarnos aquí y a mirarnos el uno al otro todo el día? —dije, rompiendo el silencio. No respondió. Siguió mirándome, apenas parpadeando. »Deja de actuar como si yo fuera quien lo jodió. —Gruñí, inclinándome hacia delante para mirarlo de cerca—. Nunca pedí nada de esto, Ryker. Todo sucedió, y no lo habría hecho si no fuera por ti y tu estupidez. Estás sentado en ese lado de la mesa porque la jodiste, y yo todavía soy el único limpiando después de tus errores. Así que, ¿qué hay de abrir tu maldita boca y hablar como un hombre? Me sonrió. Si le hubiera hablado así antes, él habría peleado con uñas y dientes para demostrarme que era un hombre. Había jugado este juego muchas veces antes, diciendo cosas que sabía que empujarían su botones. Buscaba una reacción, tratando de remover su silencio para hablar conmigo. Incluso si él hablaba con ira. —Estoy pensando en cómo voy a matarte —dijo en voz baja, inclinando su cabeza hacia un lado—. Pensando en cómo voy a cortar tu maldita garganta después de que te haya desgarrado miembro por miembro. Me burlé, totalmente molesto por sus palabras. —Si alguien merece que lo maten, eres tú. ¿Quieres jugar de esta manera? Apuesto a que estás diciendo que soy un ladrón que: te robó a tu mujer, robó a tu hijo, te robó la vida que podías haber tenido y todo lo que los mediocres de mierda suelen decir cuando han jodido todo. Eso es lo que estás haciendo, ¿no? Bueno, te

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escucho, pedazo de mierda, no soy un ladrón. Me dieron todas tus responsabilidades, y a diferencia de ti, no estoy tirando para arriba. Es lo mejor que me ha pasado, y podría haber sido la mejor cosa que te hubiera sucedido también. Pero no lo es. Y eso es porque lo tiraste todo por la borda. —No sabes una mierda de mi —replicó tragando saliva—. No sabes lo que he tenido que pasar para llegar a donde estoy ahora. Entonces aléjate de mi cara. No voy a sentarme aquí a esperar tus insultos como si supieras algo de mí. —Estoy aquí porque vamos a hablar, Ryker —interrumpí bruscamente—. Vamos a hablar de todo, o tanto como podamos en la media hora que tengo. —No tengo nada que decir… —¡Pedazo de mierda que no! Te sientas aquí diciéndome que no sé una cosa sobre ti. ¿Qué tal empezar a abrir la boca y explicarme? La única manera de arreglar esta mierda es siendo honesto. —¡No arreglaré una mierda contigo! Lo último que oí, es que la honestidad no es tu prioridad, maldito, cuando te sentaste frente a mí como ahora prometiendo que cuidarías de mi mujer. Mi mujer, dijo. Como si Allie aún le perteneciera. Yo hervía de rabia porque no era suya. Ella ahora era mía. Él vio mi reacción y se inclinó hacia delante, sonriendo con descaro. »Ella está contigo por conveniencia, Heath. Debido a que cuidas de ella... En cuanto me vaya de aquí va a volver conmigo como lo ha hecho siempre. Cada pelea que hemos tenido, cada vez que se alejó de mí, yo siempre le di la espalda. Le hizo darse cuenta de que no se hallaba completa sin mí. Y va a suceder de nuevo, Heath. —Vete a la mierda —escupí—. No sabes lo que dices. No se arrepintió. En cambio, no hubo malicia en sus ojos mientras curiosamente preguntaba—: ¿Qué se siente al saber que ella estuvo conmigo primero? Yo fui su primer beso. Su primera cogida. Ella había mantenido su virginidad, Heath, y me la dio. ¿Lo sabías? ¿Sabías que ella se aferró a su virginidad y esperó por el hombre perfecto? Así fue como me llamó, Heath: el hombre perfecto. Yo estuve allí para ella cuando su padre murió. Ella lloró en mi hombro. Me escuchó calmarla. Me dijo cosas que probablemente nunca te dirá a ti. Tenemos una historia. Recuerdos que nunca tendrán. Temblaba. Fue doloroso escucharlo porque mucho de lo que decía era verdad. Él fue su primer todo, y me sentía como el rechazado a veces. Pero luego reflexioné sobre la forma en que me miraba. Con la pasión y el

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amor. No, ella me amaba. Estaba conmigo porque yo era el hombre adecuado para ella. —Si fueras tan espectacular —le dije en una mueca de desprecio—, entonces, ¿por qué no espero por ti? La vena que sobresale en la base de su garganta se contrajo. Sus ojos se endurecieron y tanto como me hacía daño al oír lo que decía, me di cuenta de que yo le hacía un daño peor. Joder, no vine aquí para esto. »Ryker… —Vete a la mierda y no vuelvas otra vez. —Se puso de pie e intentó salir. —Ryker, lo siento —me disculpé rápidamente—. Mira, hombre, no estoy aquí para pelear. Sólo quiero hablar. Por favor, sólo hablar. Dímelo todo. ¡Podemos resolver esto! Sacarla de la conversación durante dos minutos y sólo hablarme a mí, hombre. Tú eres mi hermano. —No somos hermanos —me espetó mientras daba un paso lejos de mí—. Y no hay nada más que decir. Salí de ese pensamiento, estremeciéndome ante la culpa que me inundaba cada vez que recordaba su dolor. Era peligroso pensar de nuevo en él. Me hizo preguntarme acerca de su relación con Allie y si realmente tenían algo mayor entre ellos. Yo quería ser sus mejores recuerdos. Necesitaba creer que era así. Tan pronto como Kayden cayó dormido, llevé el moisés en la habitación al lado de nuestra cama. Luego le pasé a Kayden a ella, asegurándome de que su chupete estuviera en su boca y él tuviera limpio el pañal. Era un pequeño hombre maloliente, se tiraba un pedo y se ensuciaba después de cada comida. Había comido mucho, y sólo nueve de cada diez veces dormía hasta las cinco de la mañana. Esperemos que no llore y despierte a Allie mientras yo esté fuera. Ella no necesita saber que salí. Me puse mi sudadera negra con capucha y jeans oscuros. Cogí las llaves y un cuchillo de bolsillo desde el interior de la bolsa de trabajo y los metí en mi bolsillo. Antes de irme, me metí en la cama y abracé a Allie durante un par de minutos. Sus días eran largos y duros. Se sentía tan agotada que ni siquiera se movió. Mi pecho se sentía pesado con mi amor por ella, y por un momento consideré tener el trabajo hecho mañana. Pero no pude. No es práctico. No era el plan. Tenía que hacer esto ahora, incluso si eso significaba que había estado vagando durante tres horas y probablemente sea un zombi caminando por la mañana. Además, mañana era viernes y la noche no sería tan solitaria como la de hoy.

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—Maldita sea, te adoro, bebé —le susurré al oído. Besé su hombro y la arropé con la colcha. Justo cuando salí de la cama, oí una serie de golpes de la puerta principal. Con el ceño fruncido, me apresuré a salir de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí para mantener a Allie dormida. En mi camino, me detuve en la cocina y tomé un cuchillo. Uno nunca sabe, ¿verdad? Me afinqué contra la puerta principal y escuché otra serie de ansiosos golpes, miré por la mirilla. Al instante, la tensión se disipó. Se me cayó el cuchillo de la mano y abrí la puerta. Me balanceé dando un gruñido. — Mierda ¿qué haces en mi puerta, hombre? Marko rodó los ojos y empujó más allá de mí. —He estado esperando por ti en el frente desde hace un rato. Joder, ¿soy el único puntual en esta ciudad de mierda? —Tengo un teléfono, ya sabes. Eso es lo que la gente normal usa cuando quieren hablar con alguien por la noche. Una puta llamada. Puedes agradecer a Alexander Graham Bell por eso. Marko se encogió de hombros. —No tengo tiempo para hablar por un teléfono que tiene un plan tan estúpido que me hace pagar una exorbitante cantidad de dinero. —¿Cantidad exorbitante de dinero? El objetivo de esto es encontrar un plan que pueda pagar y no tener que salir de él. —La misma mierda. —Bueno, no puedo seguir haciendo esta mierda. Tengo un niño y una mujer durmiendo a pocos metros de distancia de nosotros. —Sí, pero puedo oler el deseo en ti, así que estoy seguro de que estás de un mejor estado de ánimo el día de hoy. Jodida actitud de coño, hombre. Los chicos no merecían eso. Me fulminó con la mirada y caminé en dirección del dormitorio. No quería que Allie despertara y viera a Marko en nuestro apartamento. A ella no le gustaba. Nunca lo hizo desde que vio como casi nos matamos en la lucha hace tantos meses. Para ser justos, él era un luchador muy hábil. Ahora nuestras luchas eran impredecibles, y estábamos incluso a la par en victorias y derrotas. Esto hizo que nuestras peleas fueran las más comentadas. A la gente le encantaba ver sangre, no se podía predecir el final de las luchas. Esto hizo que las apuestas fueran más arriesgadas e interesantes. La lucha a un lado, Marko era mi mejor amigo. Se presentó en la tienda semanas después de que me estuve matando buscando trabajo de mecánico. Sólo acabábamos de conseguir trabajo y habíamos entregado muchas hojas de vida. Pero enseguida nuestro jefe puso sus ojos en Marko

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al poner un pie en la oficina con sus hombros prácticamente del ancho del marco de la puerta, y le dio el trabajo sobre el terreno. No estaba seguro de si él se sentía atemorizado por Marko. No lo culpo. Había tenido una dura mirada de él, todavía lo hacía, pero ese día su actitud decía: “Si no me das este maldito trabajo, voy a volver y destrozar tu preciosa tienda contigo incluido”. Así que él consiguió el trabajo. Yo no simpaticé con el jefe. De hecho, lo detesté por un tiempo. Pero en un cierto nivel, éramos iguales, y terminamos nuestra unión sin darnos cuenta .Teníamos un trabajo que odiábamos, luchábamos por todos lados a fin de mes, y habíamos caído perdidamente enamorados de las mujeres que no debíamos amar. ¿La única diferencia? Me planté ante la chica. Él no lo hizo. Pero su historia fue mucho más jodida que la mía. Tan jodido que sentí un hormigueo en mi columna vertebral y era tan jodido que sacudió mi cabeza y me hizo sentir hormigueo en mi columna por la mala forma en que me encontraba. Para él, no había finales felices. Era ahora o nunca. —De todos modos, ¿cuál es su problema conmigo? —Continuó, mirándome de reojo—. ¿Demasiado espeluznante para ella o algo así? —Oh, sí. Ella piensa que eres el puto Diablo. Él rió. —No la culpo. ¿Es la mirada amenazante que le doy a los demás? ¿O es que sólo tiene una cosa en contra de los Macedonios? —No, hombre, creo que son tus tatuajes. Lo bueno de Marko era cómo entendía todo. Mientras que él tenía un temperamento vicioso, la razón siempre se abría paso. Era racional, sensato, alguien en quien podía confiar. No le valía una mierda que la gente lo juzgara. Sabía que daba miedo a la vista, por lo que el desdén de Allie era natural en él. —¿Mis serpientes? Ah, hombre, ella no es la primera. Sin embargo, estoy devastado. —No, era así. Se hallaba acostumbrado a ser odiado. Me reí de la forma exagerada en que dejó caer sus hombros en la desesperación fingida. Mierda, Marko Aleksandar Brankov. Era imposible odiarlo. Solo necesitaba que Allie lo viera con mis ojos en lugar de la forma en que lo miraba con recelo. —Apenas consiga el infierno fuera de aquí —le dije—. Tenemos mierda que hacer, ¿no? El humor dejó su rostro mientras asentía. —Malditamente, hombre. ¿Trajiste los mazos?

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—Sí, me he comprado los mazos. Con una mirada malvada en sus ojos, respondió—: Entonces vamos a la fiesta.

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Traducido por Apolineah17 & BlackRose10 Corregido por Daliam

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onduje más allá de esta casa todos los días durante una semana. Se encontraba en una calle tranquila, la actual desprevenida casa de ladrillo rojo en una calle sin salida. No había carros estacionados en la entrada. Las persianas estaban cerradas, las luces interiores apagadas. La luz del porche se hallaba encendida, y también lo estuvo durante el día. Sabía que era un patético intento de disuadir a cualquiera, dándole la ilusión de que había alguien dentro. No lo había. Marko y yo observamos de cerca. Él incluso se tomó días libres sólo para sentarse enfrente. No detectamos movimiento. Esto fue hecho para ocultar la única cosa por la que estábamos aquí. Estacioné el carro en el camino de entrada y alcancé el bloc de notas de tela suave que encontré en la bolsa de lona el día que maté a Ricardo y conté el dinero. Para cualquier otra persona, éste era un bloc de notas lleno de tonterías; consistente de innumerables letras al azar, que no formaban palabras. Pero sabía que se trataban de códigos en el segundo en que puse mis ojos en ella. Una vez descifrado, le di sentido a las tonterías. Decodificado, era una lista de direcciones con signos de dólar al lado de ellas. Siempre recordaba ese momento en que descubrí la libreta. Me sentía confundido, sorprendido e incluso ansioso. Temblaba con la necesidad de averiguar su significado porque sabía que si se hallaba en el fondo de la bolsa de dinero, debían de haber sido importantes. —¿Qué haces? —preguntó Marko, sentándose rígido como un hueso a mi lado. —Sólo me aseguraba —respondí. —¿Asegurándote de qué?

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—De que ésta es la dirección exacta. —¿Y? Miré por encima de la línea en repetidas ocasiones, sabiendo con certeza que lo era. Habíamos acechado esta casa por una semana, el plan fue puesto en marcha por mucho más tiempo. Ésta era exactamente la dirección correcta, tal y como lo decía en la libreta, pero hacía esto para prolongar lo inevitable. La verdad era, que me sentía aterrorizado en el interior. Estaba seguro de que Marko también lo estaba. Esto era una locura. —Lo es —murmuré, cerrando el libro y lanzándolo dentro de la guantera. Me giré hacia él en la oscuridad, apenas viendo su rostro. Lo miré con fuerza, dejando que el silencio dominara el espacio antes de susurrar— : ¿Estás listo? Sin dudarlo, respondió con un—: Sí. Le arrojé su máscara —un pasamontañas negro— y me puse el mío. —Agarra los mazos. —¿Cómo sabes que incluso los vamos a necesitar? Apagando el auto, no respondí a eso. Al igual que descifrar el código, era mi propio pequeño secreto. —Sólo hazlo. Vamos. Escapamos rápidamente del auto y cerrándolo silenciosamente detrás de nosotros. Apenas hicimos ruido. Estos eran los momentos siendo luchador dando sus frutos. Estábamos arrojando luz sobre nuestros pies, apresurándonos a la parte delantera de la casa sin hacer ningún ruido. Marko ya tenía la cerradura identificada para el momento en que llegué a la puerta. Mantuve mi cuerpo girado hacia la calle, parado detrás de él mientras él trabajaba las cerraduras con experiencia, del tipo que te hacía preguntarte qué demonios hizo en su vida para lograr esto. Entre semana era el momento perfecto para atacar. Sabía que lo sería. Ayudaba que en esta noche en particular las nubes en el cielo ocultaban por completo a la luna y a las estrellas, haciéndolo particularmente más oscuro de lo normal. —Lo tengo —dijo Marko con un gruñido mientras abría la puerta. Nos apresuramos dentro de la casa, dejando todas las luces apagadas. Saqué una pequeña linterna de mi bolsillo y la apunté hacia las paredes a medida que iba de una habitación a otra. Marko me siguió, sin decir una palabra, respirando tan fuerte como yo. Mi adrenalina estaba hasta el maldito techo. Sabía que nadie iba a venir, pero el pensamiento de

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eso sucedía que me asustaba hasta la mierda. Seríamos las mierdas menos preparadas y las menos afortunadas en el mundo. Marko no sabía lo que yo buscaba, pero lo descubriría muy pronto. Podía sentir su impaciencia mientras caminaba detrás de mí, dejando una habitación tras otra. Fue la última habitación la que me hizo detener mis pasos. Apunté mi linterna directamente a la pared con una sonrisa de triunfo en mi rostro. La pared se hallaba recién pintada, destacándose contra el resto de las paredes en la habitación. Me acerqué a ella y pasé mi mano enguantada a lo largo de la superficie rugosa. Había sido pintada por encima rápido, algunas de las burbujas de pintura crujían contra mis dedos a medida que las presionaba. —Aquí —le susurré a Marko—, aquí es donde está. —¿En la pared? —respondió dubitativo. —Sí, hombre. En la pared. —¿Cómo diablos sabes esta mierda? Primero ese libro, ahora esto. Me reí ligeramente. —Mi propio pequeño secreto, Marko. Estudió la pared por un momento y suspiró. —Jesús, esto va a ser ruidoso, Heath. Asentí. —Lo sé. Es por eso que tenemos que hacer esto rápido. Lancé la linterna al suelo y me paré frente a la pared. Manteniendo apretado el mazo, dije una pequeña plegaria a Dios en el que no estaba seguro de creer… y entonces balanceé el bebé directamente en ella. *** Adrenalina. Adrenalina. Mierda, era sólo la adrenalina la que nos empujaba hacia delante. Rompimos a través de esa hija de puta con todo dentro de nosotros, tomando no más de diez minutos para llegar al premio mayor. Dinero apilado uno encima de otro en gruesas bolsas de plástico, revistiendo el interior de la pared de arriba abajo, luciendo como un enorme lienzo de color verde.

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Era increíble, y la ráfaga que sentía ponía el dinero de Ricardo en vergüenza. Esa casa con dinero en efectivo no era nada como aquella en la que había estado. Incluso no había estado escondida cuando me topé con esa bolsa de lona. Pero esto… esto era real. La banda iba a estar molesta cuando se dieran cuenta de que sus secretas casas de dinero en efectivo fueron allanadas. Esto iba a causar más dolor, más violencia, pero ese era el jodido punto. Además, ayudaba que mi deuda pospuesta sería golpeada incluso más abajo en la lista de prioridades. No tomamos tiempo para expresar nuestra emoción. Apilamos el dinero embolsado en más bolsas y las arrojamos dentro del carro. Entonces estuvimos fuera de allí, tensos y llenos de nervios hasta que escapamos de la calle y aceleramos fuera de la ciudad. Marko gritó de alegría y se río entre dientes, imperante en mi incredulidad de lo que hicimos. Ahora nos estábamos dirigiendo directamente a la ubicación en la que enterré la bolsa de lona. Era un arbusto denso, poco frecuentado y al que se tenía acceso únicamente por sendero. Había hecho este recorrido al menos dos docenas de veces con el fin de mantener la ubicación fresca en mi mente. Estuve paranoico el primer par de meses de que alguien averiguaría lo del dinero. Que sucedería que pasarían por delante de él y sabrían que estaba allí. Era patético, en verdad, porque no existían indicios de que más de cien mil dólares estuvieran enterrados junto a un débil árbol. Me las arreglé para cubrirlo con tierra y una enorme rama gruesa que cayó cerca de una tormenta. A pesar de las obvias características, martillé un par de clavos en el tronco del árbol, sólo para estar seguro de que siempre sabría que ese era el único. Estacioné el carro en el lado de la carretera desierta y salimos. Los dos teníamos palas y una linterna. Tomé mi camino habitual hacia el río y lo seguimos durante algún tiempo. Mi cuerpo se movió para mí, reconociendo mi entorno. Nos desviamos del río, pasando un terreno familiar lleno de cientos de balas. La gente disparaba un montón por aquí, y eso era algo con lo que debíamos tener cuidado. Cuando finalmente llegamos al árbol, me senté en el suelo frío y apoyé la espalda contra el tronco. Esperamos otros veinte minutos, asegurándonos de que no hubiera nadie alrededor, o que no nos siguieron en absoluto. Estábamos siendo demasiado cautelosos por las razones correctas. No podíamos darnos el lujo de cagar esto. Después de que la costa estaba clara, cogí la rama y la puse a un lado antes de que empezáramos a cavar apresuradamente en el suelo que cubría. El frío que sentía pronto se disipó gracias al sudor que pronto me

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cubrió. La tierra estaba congelada, tomando cada onza de mi energía atravesarla. Me sorprendió incluso tener alguna energía en absoluto. No sólo trabajé todo el día, pero además hice horas extras. Luego me fui a casa a ayudar a Allie con Kayden. Después de eso, luché contra un adicto desesperado de drogas con el estómago vacío delante de una multitud de ojos hambrientos, regresé a casa y finalmente follé el infierno de la mujer más sexy a la cual tenía el privilegio de llamar mía, y ahora me hallaba aquí, cavando en mi pasado, sin ver nada más que la cabeza aplanada de Ricardo mientras trabajaba. Me merecía un buen maldito descanso, ¿no? —Vamos, pequeño imbécil —murmuré en voz alta, arrancando a través del suelo con la pala presionada contra mi bota. Cedió. Paleamos la tierra en cuestión de minutos, trabajando duro y rápido. No me gustaba hacer esto en la noche, y todo en lo que podía pensar era en Allie y esperando que Kayden no se hubiera movido lo suficiente como para despertarla. Allie no necesitaba saber que me fui. Esta iba a ser una cosa de entrada por salida, y hasta ahora lo era. Pero cada parte de mí quería darse prisa de vuelta a casa y estar con mi familia, y los minutos terminaron sintiéndose como horas. —Muy bien —Jadeó Marko—, eso es lo suficientemente profundo. Mete las bolsas. Llenamos el agujero grande con las bolsas de dinero que no tuvimos tiempo de contar. »¿Cuántas veces más vamos a seguir haciendo esto? —preguntó después de que empezamos a llenar el agujero. —Cuantas veces podamos —contesté—. Hay así de tantas putas direcciones en ese libro. Mantengamos un ojo después de esto y vamos a estar viendo más violencia por parte de los sindicatos. —¿Mantener la violencia de esta manera va a hacer qué exactamente? —No van a confiar los unos en los otros para la venta. Van a perder mucho dinero. Vamos a llevar el Sindicato hasta las rodillas una vez que sigan en esa guerra entre sí un poco más. Ya viste lo que pasó después de Ricardo. No van a sospechar de esto después de que ha pasado tanto tiempo. Una vez que se caigan a pedazos, tendremos demasiado dinero para saquear. Hizo una pausa, parando una vez para mirarme, la tierra ya pegada en su cabello castaño. —Eso es una mierda muy manipuladora. Nadie

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nunca va a ser capaz de rastrear esto a nosotros si seguimos haciéndolo al azar. —Exactamente. Seguimos haciendo lo que estamos haciendo y nadie nos va a poner cuidado. Mientras tanto, mantenemos el perfil bajo. Vivimos cómodamente y estamos tan casuales como un cerdo en la mierda. —Tal vez deberíamos encontrar otro lugar para ocultar el dinero, entonces. Me reí con ironía. —Si puedes pensar en otro tan secreto como este, adelante, idiota. Yo personalmente no pude encontrar otro lugar. Cuando finalmente terminamos, esperamos un rato, recuperando el aliento, bajando la mirada al dinero enterrado con expresiones aturdidas y corazones esperanzados. Tan atraídos, nos quedamos mirando hasta que el viento empezó a soplar y el cielo finalmente rompió con la lluvia. Luego nos fuimos. —Voy a estar vuelto mierda por la mañana —se quejó Marko, golpeando una mano contra su mejilla para despertarse. —No tenemos muchos clientes los viernes —contesté. —Sí, pero yo he cogido un montón de horas extras por todos esos proyectos secundarios. Sin embargo, no puedo tocar el dinero aún, todavía tengo que sobrevivir de alguna manera. —Podemos tocar el dinero, siempre y cuando sea un poco. Algunos miles aquí y allá en el gran esquema de las cosas no harán que sea obvio para nadie. Esto significa que nos podemos permitir saltarnos algunas peleas para ordenar nuestra mierda. Sólo tendremos que compensarlo sacando de a poco. De esa manera no vamos a sentir el golpe. Su rostro se relajó y dejó escapar un suspiro de alivio. —Mierda, gracias, hombre. Debiste decirme eso antes de que me decidiera a tomar horas extras esta mañana. Me reí. —Sí, bueno, no sabía si esto iba a pasar con seguridad. Seguía pensando que no podía ser tan fácil. Marko levantó las manos y bajó la mirada hacia ellas. —Todavía estoy en un zumbido. Mira cómo estoy temblando. Sí, yo temblaba también. Seguía mirando el espejo retrovisor, esperando que alguien nos estuviera siguiendo. Tenía que recordar que era tan invisible como cualquiera para el Sindicato. Ni siquiera sabrían dónde buscar cuando se enteraran de la casa.

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Dejé a Marko fuera del edificio de apartamentos. Él condujo allí y su auto se encontraba estacionado enfrente. Salió al aire frio de mediados de marzo, escaneó las calles mientras se dirigía a su auto. Esperé a que se hubiera ido, y luego me dirigí hacia el estacionamiento y salí. Cuando me acerqué al edificio de apartamentos, me dolía todo el cuerpo. Me sentía inundado de agotamiento, y la repentina visión de un cuerpo alto inerte al lado de las puertas del ascensor me hizo desear haber llegado mucho antes en vez de tener que presenciar esta mierda. Trudy, vestida con un par de pantalones cortos inexistentes y un delgado, top blanco transparente se había desmayado en la posición más incómoda. Me habría ido de allí si no hubiera apestado a alcohol. No era la primera vez que la vi borracha o desmayada, pero la diferencia era que se hallaba sola y no rodeada de su pandilla femenina. Suspiré y me arrodillé a su nivel. La sacudí, esperando a que despertara de una puta vez y pudiera irse a su apartamento sin mi ayuda. Ella se movió un poco, pero no abrió los ojos. —Trudy —dije, sacudiéndola de nuevo—. Despierta. No llegaste a tu apartamento y estás putamente desmayada en un lugar donde cualquier hijo de puta de mala muerte puede llegar a ti. Abrió la boca y pronunció unas palabras que no tenían sentido. —Yo... que... no me importa... Miré a mí alrededor, esperando que alguien viniera y se hiciera cargo de esta tarea por mí. No quería tener que explicarle mañana a Allie que tuve que ayudar a Trudy a su apartamento. Podría no tomar bien eso, y no quería darle motivos para sospechar de mí. Porque las hembras siempre eran putamente sospechosas. Podrían confiarte su vida, pero diles que ayudaste a una chica que solías follar a llegar a su apartamento e iba a perder su mierda. Primero era la mirada asesina mientras lo explicabas, y luego la avalancha de preguntas diseñadas para parecer inocentes, pero que en realidad era un interrogatorio que tenías que pasar con gran éxito o de lo contrario tu día iba a consistir en una pelea por tu vida. Sí, tenía esta mierda de las relaciones dominada. Sin importar las consecuencias, agarré a Tru por la cintura y la levanté del suelo. Se apoyó en mi lado mientras la arrastraba hasta el ascensor. Su mano se disparó y agarró mi suéter. Miré al frente, frunciendo los labios mientras trataba de llegar lo más cerca de mí como fuera humanamente posible. —¿Heath? Hueles... —murmuró, sus ojos medio abriéndose—. Hueles… bien.

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Me puse rígido y no respondí. ¿Qué diablos se metió en esta chica últimamente? Siempre la veía por ahí durante las peleas, lanzándose a sí misma alrededor de los chicos, prácticamente echando su dignidad a la mierda. La razón por la que me sentí atraído por ella antes no era sólo porque se vistiera para matar. Era porque ella había sido tan exigente como yo. No se lanzaba a sí misma sobre cualquier tipo. Le encantaba una buena caza, y me gustaba eso. Ahora no le importaba un carajo. Una vez que el ascensor se abrió en su piso, la ayudé a su apartamento. —¿Dónde está la llave, Tru? No respondió, pero sus labios se curvaron en una sonrisa. Traté con sus bolsillos, bolsillos que eran más largos que sus malditos pantalones cortos, pero estaban vacíos. »Tru, tu llave —presioné, porque no quería estar aquí otro maldito segundo. Sus ojos color avellana encontraron los míos, y la travesura debajo de ellos me molestaba. No tenía tiempo para esta mierda. »Si no me dices dónde está, voy a dejarte caer en el culo —amenacé. Se inclinó hacia mí, su rostro acercándose al mío. Ahogué una maldición cuando susurró—: Sostén. Por reflejo, mis ojos se dispararon por su parte superior al sujetador rosado. Maldita sea. Rápidamente desvié la mirada, sacudiendo la cabeza ligeramente por la forma en que me encontré en esta estúpida puta situación. —Recógela —dijo en un insulto. —Recógela tú misma —repliqué. —No puedo. —Pura mierda. Pon tu mano en tu maldita camiseta y sácala, así al menos puedo desbloquear tu puerta. —Y luego tirarte dentro y con suerte nunca verte de nuevo. Negó con la cabeza ligeramente, y su mirada se posó en mi boca. La mirada familiar de “fóllame” perforando agujeros en mí, tratando de hacerme sucumbir a su encanto. —Te deseo... Heath. Quiero que me toques. Sé que tú quieres también. Lo sé... Sé que has estado sufriendo y suspirando por mí. ¿Esta perra hablaba en serio?

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—No —le dije en un tono de emoción baja—. No he estado suspirando por ti en absoluto en realidad. Y no deberías molestarte en hablar cuando estás borracha. Suenas como un maldita idiota. —No mientas —respondió ella, fortaleciendo de su voz—. ¡Tú si lo quieres! Me burlé. A la mierda esta mierda. La dejé ir y cayó directamente en su culo, dejando escapar un gruñido de dolor. —Entra y límpiate —le dije con voz dura—. Y deja de emborrachar tanto tu culo todo el maldito tiempo. Es patético. Te ves desesperada follando a cualquier chico en frente tuyo como una perra en celo. —¿Estás celoso? —replicó, mirándome. Me burlé. —Diablos, no. —¿Seguro? Porque yo estaría celosa, sobre todo si tuviera una mierdita a mi lado. —Perra, no tienes nada frente a Allison. ¿Cuántas veces tengo que decir eso? —Suficientes veces, hasta que te des cuenta de lo gran mentira que es. Sonreí hacia ella. Joder, no tenía ni idea. —Realmente no eres todo eso, Trudy. Crees que lo eres, pero la forma en que te has comportado últimamente, es probable que ahora sólo seas una zorra llena de enfermedades de transmisión sexual, follando a come-putas todo el tiempo. —¡Tú eres un come-putas! —No soy el que mete su verga en cualquier cosa. —La metiste en mí. Le lancé una mirada de disgusto. —Sí, antes de que te abarataras a ti misma. Por tu bien, Tru, tienes que parar esa mierda. O bien un día nadie va a estar cerca cuando et hayas desmayado en algún callejón en medio de Hedley, en torno a los drogatas y jodidos don nadie que no se detendrán a aprovecharse de ti. Por el amor de Dios, ni siquiera tus amigos falsos van a estar para salvarte ese día. Así que reacciona de una puta vez. La dejé así, sin molestarme en escuchar qué más tenía que decir. Lo último que quería era estar alrededor y hablar de lo que teníamos antes. Se sentía mal hacer eso, y no sólo por Allie, sino por mí. Esa mierda estaba en mi pasado donde tenía que quedarse.

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Al acercarme al ascensor, miré por encima de mi hombro y la miré. Tenía las rodillas contra el pecho y la cara oculta entre ellas. La oí sollozar ebria antes de desaparecer en el ascensor. Necesitaba un poco de ayuda seria, y no existía manera en el infierno en que yo fuera a ser el que se la daría. Tenía mi propia mujer que cuidar. Ella tenía sus propios problemas, y me necesitaba para ayudarla a solucionarlos. Especialmente con su confianza desde que tuvo a Kayden. Allie todavía se veía preciosa para mí, sólo que con curvas redondeadas y un culo grande. Diablos, yo diría que se veía mejor de lo que nunca lo hizo antes. Cuando finalmente llegué al apartamento, me fui directamente a la ducha. Me lavé la mugre de encima, y con ella se fue toda mi energía y la adrenalina de esta noche. Me sentía flácido como un fideo cuando salí y finalmente me uní a Allie en la cama. Pasé un brazo alrededor de su figura quieta y la sostuve por un tiempo. Ella no se movió en todo el tiempo que estuve fuera. Nunca la había visto tan agotada. Inspiré su fragancia, corrí la punta de mi nariz a lo largo de su hombro y sentí mi corazón explotar de la forma en que siempre lo hacía cuando la tocaba. Dormí durante dos horas antes de que la alarma se activara. *** Se necesitaron dos semanas antes que se descubriera la casa. Como la primera vez, vi el caos desde lejos. Sólo que esta vez no me paseé alrededor nervioso, esperando que alguien viniera a buscarme. No. Esta vez tenía confianza. No había nadie detrás de mí. Estaban demasiado ocupados apuntando dedos el uno al otro. La violencia golpeó sobre todo por la noche, y los cuerpos se apilaban sobre otros cuerpos. El Sindicato torturaba pandilleros de todos los diferentes grupos en Hedley; los torturaban para obtener respuestas y luego fueron arrojados como basura en el lado de la carretera cuando no pudieron ofrecer ninguna. La cifra de muertos siguió subiendo, y la policía hizo sus declaraciones poco convincentes, haciendo promesas sobre la captura de todos los involucrados. Sin embargo, casi no vi un cambio en la actividad policial. Probablemente esperaban que se fuera también. No me sentía culpable o responsable. Eran asesinos. Eran copias al carbón de Ricardo, caminando por las calles junto a personas inocentes. Gente como Allie y Kayden. Eran capaces de todos los males, y no merecían una pizca de pensamiento.

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Por intromisión, Marko y yo estabamos destruyendo las pandillas. Estábamos dañando lazos y acuerdos de negocios. Y no pasó mucho tiempo después de que algo comenzara a abrirse paso en mí. Con el fin de luchar contra el mal, uno tenía que hacer el mal también.

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Traducido por July Styles Tate & Nitan Corregido por Daliam

¡H

urra otro día de mierda! No.

Di un paso hacia el autobús destartalado después de las clases. Mi cabeza todavía palpitaba de todas las conferencias. La decisión de entrar en Psicología en cambio, me encontré mentalmente agotada de tanto estudiar. A pesar de mi cabeza golpeando, no me arrepiento. Era el camino correcto para mí, sobre todo si eso significaba que podía encontrar trabajo en la rehabilitación de los consumidores de drogas después de que hice mi licenciatura. Mucha gente cuestionó mi cordura cuando les dije lo que quería hacer, sobre todo mi consejero quien me advirtió de la “escoria” que estaría alrededor. Sí, cosas muy alentadoras como esa se me dijeron todo el tiempo... Pero después de vivir en una ciudad llena de bandas que distribuyen una carga de mierda de las drogas, era claramente una pandemia, y se extendió por todas partes. Sabía que dejando Hedley no ofrecería una mejor vida. El acceso a las drogas se volvía más fácil en estos días. Volviendo la espalda a la ciudad que crecí y dejando a los niños que eran vulnerables este patrón se sentía mal en todos los sentidos. Así que pensé, ¿qué mejor manera de vivir mi vida que ayudando a las personas que fueron destruidas por sus adicciones y tal vez incluso le dé la conciencia a una mente joven para acercarse a ese estilo de vida? Fue la única carrera que destacó, aunque el lado pesimista de mí dudaba que me gustaría hacer algún cambio en un pueblo jodido tan lejos de su brújula moral. Todavía. Trataba, y eso era mejor que tomar un asiento trasero y ver drenase la esperanza de innumerables rostros mientras sus mundos se sumergían en la oscuridad. ¿Y todo para qué? ¿Algo que les daba una

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especie de embriagante felicidad durante un corto período de tiempo y siendo miserables el resto? Era una estupidez. Así que a la mierda el consejero llamando a la gente escoria. Ella podría tomar su consejo y metérselo en un lugar donde el sol no brilla. Tomando un asiento en la parte delantera, y teniendo cuidado de no hacer contacto visual con la gente espeluznante en la parte posterior, agarré mi mochila contra mi pecho y miré por la ventana. El autobús se hallaba en el camino a casa de mamá, y mientras temía por ella y sus críticas incesantes sobre mi crianza, estaba bien que ella se ofreciera a cuidar de Kayden cuando me encontraba en clase. Su corazón frío se descongelaba a su alrededor, y tenía la esperanza de que existía espacio aún para nuestra propia relación floreciente. ¿Ves? Luchaba con mi pesimismo, porque a nadie le gustaba una Debbie Downer2. —Oye, señora bonita —dijo una voz familiar. Salté, mi cabeza se disparó hacia el lado al momento en que una gran estructura se deslizaba en el asiento vacío a mi lado. Me quedé mirando la cara sonriente de Matt y mi cuerpo se relajó al instante. —Jesús, me asustaste —dije con una sonrisa de alivio. Me lanzó una mirada de disculpa. —Mierda, lo siento. No lo quise. —No es tu culpa. Me hallaba perdida en mis pensamientos. Mirando la mochila, preguntó—: ¿Acabas de volver de la escuela? Asentí. —Sí, toda una mañana de clases. En mi camino a donde mi mamá ahora para recoger a Kayden. Sus cejas se alzaron. —Guau, no sabía que ustedes estaban bien después de... ya sabes. Me encogí de hombros. —No se puede decir que estamos perfectas, pero se ofreció a cuidar de Kayden algunos días. Mejor que la guardería. —Supongo que la guardería es el asesino en la cartera, ¿eh? —Sí, pero también confío en que mi madre cuide de él más de lo que confío en nadie más. —La confianza es siempre un problema —concordó, pensativo. Mis ojos saltaron de su rostro cansado y por su cuerpo. No era su habitual estilo prístino. Sus ropas tenían huecos y lucia desordenada, como si hubiera estado en ellas durante un par de días. No olía mal, pero eso era Es el nombre de un personaje ficticio de Saturday Night Live, hace referencia a una frase de jerga del inglés que se refiere a alguien que a menudo agrega malas noticias y sentimientos negativos a una reunión, reduciendo el humor de todos a su alrededor. 2

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probablemente porque se ahogó en colonia, ocultando el olor a alcohol débil. —¿Qué pasa con Heath? —preguntó luego—. ¿Cómo está? —Está bien —contesté—. Ha estado haciendo un montón de horas extras, así que está bastante cansado la mayor parte del tiempo. —He tenido la intención de ponerme al día con él, pero no lo he visto pelear. La última fue de él y Marko, y él parecía demasiado preocupado por salir de allí antes que parar para charlar. Su pelea con Marko... Eso fue hace dos semanas. —No —no concordé—, luchó la semana pasada también. Ahora Matt parecía confundido. —¿La semana pasada? ¿Estás segura? —Sí, ganó, también. —Eh, deben haber perdido o algo así. Y por supuesto que ganaría. Ese tipo es imparable. A menos que esté en contra de Marko, por supuesto, entonces es difícil saber a ciencia cierta. Me resistí a rodar mis ojos ante la mención de Marko. No me gustaba el tipo. Me daba escalofríos. Había algo muy fuera de él, y deseaba que Heath dejara de pasar tanto tiempo con él fuera del trabajo y tiempo familiar. Habían sido inseparables, y me sentía paranoica, Marko iba a hundir a Heath de alguna manera. A veces podías notar quienes eran las manzanas podridas, y mi apuesta era que él era un ser podrido. —¿Te gusta Marko? —pregunté con curiosidad. Pensó por un momento antes de encogerse de hombros. —No puedo decir que lo conozco a nivel personal para decir con seguridad. —Pero al mirarlo, ¿qué sientes? Se rió entre dientes, capturando mi desdén. —Es bastante raro, supongo. Me da una sensación. Asentí con la cabeza de inmediato, mirando por la ventana, murmurando—: A mí también. —¿Estás preocupada por Heath pasando tiempo con él? —Sí —admití, contenta de hecho por poder llevar esto a alguien—. No quiero que Heath quede atrapado en una especie de mal a causa de él. Es sólo la sensación que tengo cuando miro a Marko, como si él o algo está usándolo. Es una tontería, lo sé. Matt dio un codazo a mi hombro, y volví la cabeza para mirarlo. Sus ojos claros sondearon mi cara y una expresión sincera cruzó antes de decir—

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: No es una tontería. Los tipos como él no solo soplan en este tipo de ciudad porque quieren. No, ciertamente no lo hacían. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras me preguntaba todo tipo de horribles posibilidades. ¿Lo que traería un tipo masivo como Marko en Hedley? Vino de la nada, entró en el ring para pelear y de pronto aparecía en el mismo lugar de trabajo de Heath. Una parte de mí consideró que buscaba a Heath para algo. —Sí —dije en voz baja—, ¿sabes algo sobre él? Apenas he salido del apartamento a menos que vaya a la escuela. No he estado manteniendo mi dedo en el chisme por la ciudad. Dejó escapar una respiración lenta, sus cejas disparándose de nuevo, esta vez con disgusto, mientras murmuraba—: Sí, he oído hablar mucho sobre él, y uh... no lo mejor. Ahora me sentía realmente curiosa. —¿Cómo qué? Se aclaró la garganta, mirándome un poco incómodo. —Él... Bueno... Dicen que violó a su hermana. Mi aliento escapó de mis pulmones en un zumbido. Pensé que era un bastardo espeluznante, pero nunca pensé que fuera así. Mis ojos se abrieron alarmados cuando miré a Matt. Él solo asintió con la cabeza hacia mí, compartiendo mi sorpresa. —¿Él violó a su hermana? —repetí—. ¿Por qué haría eso? —Bueno, aparentemente, cuando era adolescente, era realmente raro. Era posesivo como el infierno por su hermana, y luego comenzaron a hablar de que estaba enamorado de ella o de alguna mierda loca como esa. Pero eso fue después de que él mandó a su novio al hospital por acostarse con ella. Rompió sus piernas o algo por el estilo. De nuevo, Allie, esto es solo chismes. No sé nada de la verdad. —Pero, ¿qué piensas? Se encogió de hombros, mirando el autobús por un momento, como si Marko pudiera saltar de la nada. —No puedo decirlo realmente. Mucha gente tiene un pasado jodido, ¿verdad? —Sí, pero eso es... otro tipo de jodido. Se rió y asintió con entusiasmo. —Hombre, ese es el tipo de jodido del que no vuelves. No puedes cambiar a alguien que haya hecho eso. Si él es... bueno, mierda, está loco y nada puede cambiar eso. Fruncí el ceño, reflexionando sobre esta extraña nueva información durante varios momentos. Me preguntaba si Heath lo sabía. No podría defender a Marko sobre eso, a menos de que haya una explicación racional

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para todo eso. Pero incluso entonces, esa explicación racional tendría que ser bastante malditamente espectacular para luchar contra ese tipo de acusaciones. Apreté el botón cuando se acercaba mi calle. Me sorprendió cuando Matt se levantó para salir también. Le di una mirada peculiar al salir del autobús y se rió entre dientes. —Visito a mi tío —explicó—. No te acecho, lo prometo. Me reí. —Bien, bien. ¿Es eso lo que le dices a todas tus víctimas? —Oh, sí, a cada uno de ellas —bromeó—. No, pero en serio, él vive en este mismo camino, a media cuadra de la casa de tu madre. Está discapacitado, por lo que no puede hacer mucho trabajo. Hoy tengo que conseguirle abarrotes. He estado postergándolo por mucho tiempo ahora. —¿Postergándolo? —No es muy fácil estar alrededor, si entiendes lo que quiero decir. Pensando en mamá, dije—: Sé lo que es eso. Pero eso es muy amable de tu parte. ¿No tienes a tu padre para que te ayude? —No, mi padre falleció hace mucho tiempo. Otra cosa con la que podríamos relacionarnos. —Bueno, espero que no tengas que tomar el autobús para llevarle sus compras. Pensé que tenías un auto. Él sonrió, esa linda cara de niño finalmente rompiendo su cansancio. —Tuve un accidente automovilístico la semana pasada. Un idiota condujo a través de una señal de alto y se estrelló contra el lado del pasajero de mi camioneta. —Mierda, eso es horrible. —Está bien. El seguro se está ocupando de eso. Lo arreglaré, pero mientras tanto me montaré en autobuses y estaré pidiendo que me lleven. Pobre tipo. —Siempre puedes llamar a Heath si alguna vez te quedas atascado. Le avisaré al respecto. Asintió con la cabeza y me lanzó una sonrisa en señal de agradecimiento. Caminamos en silencio el resto del camino, hasta que señaló la casa que pertenecía a su tío. Para una casa pequeña, se veía mejor que la mayoría en la cuadra. Lucia ordenada y limpia, y el jardín cuidado la hacía más atractiva. Cuando nos separamos, le dije adiós y corrí en dirección a la casa de mamá. —Oye, Allie —llamó de repente.

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Me detuve y di media vuelta. Él corrió hacia mí, su rostro parecía conflictivo cuando se detuvo frente a mí. Sin mirarme a los ojos, se acercó mucho, y hubiera retrocedido si hubiera sido cualquier otra persona. Pero este era Matt. Sus intenciones no eran malas, además, nunca me miró de otra manera que no fuera amistosa. »Tengo que sacar algo de mi pecho —dijo con voz solemne. Contuve la respiración y no respondí. ¿Qué diablos tenía que decirme? Parecía nervioso por su comportamiento incómodo, esperando que no fuera algo pesado. Pero, por la forma en que trató de reunir su coraje, debía serlo. Con un suspiro, comenzó. —Al principio, cuando te vi a ti y a Heath pasando tanto tiempo juntos, me sentía preocupado. No quería que te usara. Conozco a Heath desde que conozco a Ryker, y sabía que había pasado por muchas mujeres. No quería volver a verte herida por segunda vez, así que… fui a la cárcel a ver Ryker y se lo conté. Le advertí que Heath se acercaba a ti, y le dije que sospechaba que había algo entre ustedes dos. No debería haber metido la nariz en tus asuntos, pero Ryker quería que te vigilara, y supongo que en ese momento sentí que era lo correcto. Me equivoqué. Lamento haberlo hecho y lo siento. ¿Él le contó sobre nosotros? La ira me atravesó e hice todo lo posible por apartarlo. Me sentí irritada por su confesión. Explicaba la actitud de Ryker la última vez que hablé con él. Era como si supiera lo que iba a decir. Solo recordar ese momento me daba sentimientos desagradables. Dejé escapar un suspiro lento e intenté mirarlo desde el ángulo de Matt. Necesitaba ser comprensiva. Era amigo íntimo de Ryker, por supuesto, se sintió obligado a hacerlo. No necesitaba que lo castigaran, estaba segura de que se castigaba lo suficiente a juzgar por su vacilación. —¿Todavía lo ves? —le pregunté con curiosidad. —No —respondió—. Está rechazando las visitas. Creo que trata de mantenerse alejado de mí. Antes de ser arrestado, nos distanciamos un poco, así que... No me sorprende que quiera romper nuestra amistad. Reflexioné sobre sus palabras durante un momento. Fue bueno saber que Ryker no solo nos evitaba a nosotros, sino a todos los demás también. —Está bien —lo tranquilicé finalmente—. Veo por qué lo hiciste. También buscabas a Ryker, y de alguna manera me alegra. Merecía saberlo mucho antes de que tuviera el valor de decírselo. No te sientas mal y no lo sientas. —¿En serio? —dijo incrédulo, mirando a mi alrededor con asombro—. ¿No vas a arrancarme la cabeza?

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—No. —Eres... bastante malditamente comprensiva, Allie. —Porque todos tienen sus propios motivos. No tengo derecho a juzgar. —Realmente ansiosa por escapar después de eso, miré mi reloj—. Mira, me tengo que ir. Gracias por decirme la verdad, Matt. Te veré por aquí, ¿de acuerdo? No esperé a que respondiera. Me di la vuelta y me alejé, sorprendida de encontrarme luchando contra las lágrimas camino a la casa. El dolor que causé a Ryker... No quería pensar en eso. Había estado enojada con él por todo lo que me hizo pasar, y arremetí sintiéndome justificada por dejarlo ir. Pero la ira se desvanece y lo que queda atrás son las palabras que se dijeron, y las palabras nunca se desvanecen. Se vuelven parte de tu pasado, te siguen para siempre y te hacen desear haber elegido otras diferentes. Cuando llegué a la puerta de entrada, me hallaba de mal humor. Mamá sostenía a Kayden en sus brazos cuando abrió. No me dijo ni una palabra, ni miró más de un segundo a mi cara. Se dio la vuelta y desapareció dentro mientras yo la seguía. En la sala de estar, colocó cuidadosamente a Kayden sobre la alfombra que le había dado. —¿Fue fácil hoy? —pregunté, sin molestarme con los cumplidos normales. —Los bebés nunca son fáciles —respondió, mirándome con indiferencia antes de desaparecer en la cocina. Puse los ojos en blanco, ella estaba de ese tipo de humor hoy, y descendí al nivel de Kayden. Se enontraba recién cambiado con otro atuendo, su cabello recién lavado y su piel olía a jabón para bebés. A pesar de la aversión de mamá hacia mí, obviamente amaba a su nieto completamente. Kayden arrulló cuando me vio, y colocó su pequeña mano alrededor de mi dedo antes de llevársela a la boca para mamar. Me reí y cubrí su rostro regordete de besos. —Te extrañé, pequeño hombre. Mucho, mucho. — Nunca fue fácil estar lejos de él. Pensé que el tiempo ayudaría, pero no fue así. Sentí que una parte de mí faltaba cada vez que tenía que dejarlo. Mamá volvió y dejó la bolsa del bebé. Se movió cerca, su sombra cayendo sobre nosotros. La calma antes de la tormenta, lo sabía, y me preparé. Sosteniendo la lata de fórmula, me la sacudió y dijo—: Kayden tiene un problema serio con esta fórmula, Allie. Él tiene cólicos, y su popo es más

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oscura de lo que debería ser. ¿Has puesto la nariz en la botella cuando terminaste de hacerla? Huele repugnante. —Lo has estado alimentando con estas cosas durante las últimas dos semanas y no has dicho una palabra sobre su olor... —¿Cuál es tu punto? —¿Esperabas que oliera a rosas? Ella lo miró. —Espero que huela lo suficientemente apropiado como para alimentar a mi nieto. Suspiré por septuagésima millonésima vez hoy. —¿De qué estamos hablando realmente aquí, mamá? —Leche materna, por supuesto. ¿Qué más? Le estás dando esta mierda cuando deberías alimentarlo de tu propio cuerpo. Esa es la forma en que una madre debe criar a su bebé. —Ya te dije, mamá, cuando intenté alimentarlo, él no pudo agarrarse a mi pecho. Mis pezones estaban invertidos... —¡Deberías haberlo intentado! ¿Antes de que se inventara la fórmula, crees que las madres podían dejar de amamantar a sus hijos porque sus pezones eran planos o invertidos? Sin excusas. Lo intentaban. No tenían una salida fácil. Una salida fácil. Cuatro pequeñas palabras que me pusieron lívida y triste al mismo tiempo. »Si al menos se hubiera apegado a algo por una vez, especialmente si tenía algo que ver con los mejores intereses de tu propio hijo, entonces tal vez no se hubiera enfermado cuando solo tenía dos semanas. Guau, el más bajo golpe de todos. Me mordí la lengua, eligiendo no responder. No tiene sentido. Seguí mirando a Kayden, esperando que terminara su regaño y me dejara en paz. La lactancia materna había sido una gran tarea para mí. Pasé las noches llorando, sintiéndome como un fracaso porque no producía lo suficiente para alimentar a Kayden. A cambio, Kayden gritaba toda la noche exigiendo comida que físicamente no podía darle. Pero decir que fui responsable de su resfriado... eso fue peor que todas las cosas malas que me dijo combinadas. »Ahora, cuando duerma en su cuna esta noche —prosiguió, satisfecha por mi silencio—, asegúrate de girar la cabeza. La parte de atrás de su cabeza es plana, y no quieres que termine usando un casco porque eras demasiado perezosa para voltear su cara unas cuantas veces en la noche.

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—Está bien —murmuré sin vida. Kayden no tenía un lugar plano, pero, ¿cuál diablos era el punto para discutir?—. ¿Algo más? —Nada por ahora, pero estoy segura de que habrá más por venir. Exhalando, levanté la vista hacia su rostro severo y silenciosamente dije—: Sabes, no te mataría si de vez en cuando pudieras hacer lo contrario de criticarme. Algo como que me hicieras un cumplido, o decirme que estoy bien sería agradable. Solo de vez en cuando, ¿sabes? No todo el tiempo ni nada. Frunció los labios antes de responder—: Si el día llega, seguro. Ese día nunca vendría. Ella se ocupó después de eso, limpiando sus juguetes y empacando la bolsa del bebé. Mantuve mis emociones a raya, sin querer ver cuánto me lastimaba. Hubo momentos como estos en los que deseaba haberme mantenido alejada de ella. Instalé a Kayden en la carriola y coloqué las mantas sobre él. Mamá me pasó la bolsa cuando salía. Luego se inclinó sobre la carriola y besó la mano de Kayden, mirándolo con ojos tiernos por los que habría matado cuando era una niña. Mira, esta es la razón por la que no pude cortar los lazos con ella. Sería injusto para Kayden. Se merecía conocer a su abuela, especialmente cuando lo trataba tan maravillosamente. —Sabes —dijo reflexivamente—, es bueno que este chico tenga tanto de los Lawson. Es hermoso de ver. Odiaría haber visto demasiado de Wallace allí. Y esa era la razón por la que me odiaba. Ella veía a papá en mí, y después de que se quitó la vida, era una pena parecerse al hombre que la destruyó. Fue traicionada por su suicidio, y yo no la culpé. Nunca supe que mi padre estaba deprimido y, claramente, ella tampoco. Pero en las propias palabras de Heath: todavía no la excusaba de actuar como un coño sobre mí. —¿Qué pasa con Wallace? —me pregunté—. Haces que parezca vergonzoso que te relacionen con papá. Sus ojos se volvieron helados mientras me miraba. —Es vergonzoso que se haya quitado la vida. —Claramente él tenía problemas que no podía traerte. Yo tampoco lo culpo. Frunció los labios y me miró. —Si estás tratando de comenzar una discusión, Allie, entonces pierdes el tiempo. Cuidé a Kayden y ahora mi trabajo está hecho.

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La ignoré. Después de todo lo que dijo, ¿por qué iba a ser yo la que debía contener la lengua? En cambio, hice un gesto hacia la casa y expresé—: ¿Por qué debería permitir que Kayden esté en esta casa si nunca verá una foto de su abuelo? Nos has quitado todos los marcos, como si estuvieras tratando de borrarlo de la existencia, pero él estuvo aquí, mamá, y nunca vas a cambiar eso. —No me amenaces con usar a mi nieto, Allie —-respondió bruscamente, pero podía escuchar el dolor en su voz sin importar cuánto ocultara sus emociones. Suspiré y aparté la ira. ¿Qué estaba mal conmigo? No quería bajar a su nivel. Tenía que salir de aquí. —Hasta luego, mamá —le dije, retrocediendo a mi amabilidad, incluso si era lo último que quería hacer—. Espero que tengas un buen día. No respondió, y sus ojos duros me siguieron hasta que estuve fuera de la vista. Cuando escuché que la puerta se cerraba de golpe, aceleré mi paso hasta la parada de autobús. Necesitaba escapar antes de que los recuerdos de este barrio de mierda empezaran a venirme. A la mierda mi madre. A la mierda su indiferencia. Era solo algo con lo que necesitaba llegar a un acuerdo. Disminuí el paso cuando pasé por la casa en la que Matt desapareció. Delante, sentado en la silla del porche, se hallaba un hombre de mediana edad con cabello gris canoso. Me sonrió alegremente, y saludé con la mano, preguntándome si debería presentarme. No parecía un hombre malhumorado con una sonrisa así, pero una vez más, mamá era amable con todos los demás menos conmigo. Tal vez fue lo mismo para Matt. Dios, algunas personas no eran más que imbéciles, ¿verdad? Interrumpiendo mis pensamientos, mi teléfono zumbó en mi bolsillo. Lo desenterré y rápidamente pasé la pantalla para leer el texto. Debido a que he tenido tanto tiempo extra últimamente, he decidido tomarme la tarde libre. Necesito mi dosis de Allison Wallace. Por cierto, tengo una sorpresa. Si aún no estás en casa, dime dónde estás y te recogeré. Me voy en cinco. Sonreí con mi primera sonrisa real del día. Mi corazón se calentó. Heath se tomó la tarde libre para pasar el tiempo con nosotros. Tenía hambre de su compañía y me sentía llena de emoción. Me encontraba a punto de responder cuando envió otro mensaje de texto inmediatamente después de eso. Por cierto, si estás en casa, será mejor que te encuentre en la cama desnuda a cuatro patas. Te debo unos orgasmos.

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Traducido por July Styles Tate, Apolineah17& Maeh Corregido por YaniM

—¿N

o puedo mirar todavía? —preguntó por décima vez, sonriendo ampliamente mientras la llevaba por las escaleras hasta la casa. Todo el tiempo cubrí sus ojos con mis manos, sabiendo con certeza que era de las que miraban a hurtadillas. —No hay una maldita forma —contesté—. Me llevó mucho tiempo poder sorprenderte. Necesitaré una medalla y un suministro interminable de masajes en los pies después de esto. —Entonces es mejor que sea bueno. Me reí y besé su hombro, acercando su amplio culo contra mi parte delantera. Me apoyé en su oído y le susurré—: Al, es mejor que bueno. La guié hasta que estuvimos en el centro de la habitación. Retiré mis manos de sus ojos y retrocedí un paso, deteniéndome junto a Kayden dormido en su asiento para el auto sobre el duro piso de madera. »Puedes mirar ahora —dije. No la vi abrir los ojos, pero supe cuándo lo hizo porque su cabeza se movió de lado a lado, asimilando la habitación. Observó la casa vacía, mirándome sobre su hombro con el ceño fruncido en aparente confusión. Sonriendo suavemente, absorbí su confusión, especialmente cuando comenzó a comprender. —¿En serio? —espetó finalmente, dándose la vuelta para mirarme. Sus brillosos ojos azules destacaban contra su piel pálida, mirándome esperanzada de que esto realmente estuviera sucediendo. Parecía una diosa para mí, esta mujer dulce y hermosa con un corazón de oro. Quería darle el mundo, pero todo lo que podía darle en este momento era la casa.

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—En serio —contesté—. Era el último que se hallaba en este bloque. Cuando lo vi en línea, me abalancé sobre él inmediatamente. Tienes que ser rápido aquí. Se encuentra a cuatro cuadras de tu escuela, y a solo quince minutos de mi trabajo. Si hablo con mi jefe, puedo llegar a un arreglo para dejarte y recogerte cuando lo necesites. Estoy lo suficientemente cerca, y me sentiría más cómodo sabiendo que no tendrías que tomar el autobús tan a menudo. No dijo nada. Me miró fijamente con incredulidad. Por un segundo pensé que estaría molesta. Pero entonces sus ojos se empañaron y supe que se sentía feliz. El apartamento era demasiado pequeño para nosotros, y no quería que recordara a Ryker cada maldita vez que entrara. Quería un lugar que no hubiese sido tocado por él. Uno en el que pudiera construir nuevos recuerdos con Allie y no tener que pensar en ellos dos juntos... Alejé esos pensamientos. Eran ponzoñosos. Relajé mis puños y me centré en su felicidad. Exploró la casa, y la seguí. —Tres dormitorios —dijo con incredulidad, entrando en el dormitorio principal—. Éste es enorme. —Eventualmente conseguiremos más muebles —prometí—. Cualquier cosa que quieras, es tuyo. —Nunca imaginé que querrías un lugar con un toque femenino ―bromeó. Tomé su mano y la besé. —No es un toque femenino. Es el toque de Allie. Sus ojos se calentaron. —Tranquilo, Heath. —Siempre estoy tranquilo. —Siempre. —Y te gusta eso. Asintió, su mirada se centró en mi boca mientras murmuraba suavemente—: Me encanta tu boca inteligente y todo lo que sale de ella. La atraje hacia mí, entonces, y la besé recorriendo su cuello y su hombro, hasta susurrarle al oído—: Te encanta lo que puedo hacer con ella también. Tembló un poco antes de alejarme. Esa maldita sonrisa en su rostro me impactó, calentándome por dentro como si hubiera encendido un fuego en mí. La observé alejarse, sin percatarse de lo bien que se balanceaba

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mientras se alejaba, esas caderas, más llenas de lo que nunca habían estado antes, meciéndose de lado a lado, rogando para que la agarrara. Y quería jodidamente agarrarlas mientras me presionara contra ella. Exhalé lentamente y me compuse. No podía arrancarle la ropa ahora. Tendría que esperar por lo menos hasta que terminara su inspección, y esperaba que se diera prisa de una puta vez porque Kayden solo haría una corta siesta. Fue extra vertiginosa sobre el baño y su doble lavabo. Ni siquiera sabía que este tipo de mierda era importante para una chica, así que me sentía bastante contento conmigo mismo por impresionarla. —Ahora no tendré que esperar a que termines —comentó. —¿Quieres decir que no habrá más espacios estrechos ni intimidación por el lavamanos? Allie se rio. —Ni siquiera voy a negarlo. Observó los pisos de madera y las paredes recién pintadas; incluso se detuvo junto a la ventana y miró hacia el patio. Podía ver su mente correr a un millón de kilómetros por hora, probablemente ideando los muebles y la decoración. La convertiría en una hermosa casa. Tenía una buena base para empezar. En general, la casa se encontraba en condiciones fantásticas; un lugar recientemente renovado en la única parte rescatable de la ciudad. Vivir aquí significaría que estaríamos lejos de la gente violenta. Se detuvo en la cocina de temática oscura pero muy iluminada y se volvió hacia mí. —¿Cuánto cuesta conseguir esto, Heath? Una gran cantidad de maldito dinero. —No mucho dinero, Allie. No te preocupes. —Está bien, pero, ¿cuánto? —Vas a flipar si te lo digo. Frunció el ceño y se cruzó de brazos. —No puedo permitir que estés en quiebra por este lugar. Lo último que estaba era en quiebra. Con un suspiro, me acerqué a ella y abracé su cintura. —Allie, ya está hecho. Firmé el contrato de alquiler. Finalicé el contrato de alquiler de nuestra vivienda, y estaremos mudándonos el próximo fin de semana. Ya está hecho, y no hay nada que puedas hacer al respecto.

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Tenemos un lugar al que realmente podemos convertir en un hogar. Cuando pienso en ti y en la seguridad de Kayden, estar aquí es vital. Puedo estar tranquilo por la noche sabiendo que no habrá otra pelea de borrachos en la ventana que despierte a nuestro hijo. No hay precio para una vida mejor. Consideró mis palabras antes de asentir lentamente. —Bien. Si piensas que nos lo podemos permitir, entonces te tomaré la palabra. Solo no quiero verte trabajando horas extras a fin de mes, ¿sabes? No tendría que trabajar horas extras por un tiempo. Marko y yo irrumpimos en otra casa de efectivo la semana pasada. Le dije a Allie que me hallaba en una pelea, pero era mentira. Le estuve mintiendo sobre mi paradero desde hacía un tiempo y me odiaba cada vez. Lo hacía por una buena razón. Lo sabría un día, y me gustaría hacerle entender. Pero todavía no podía enterarse. —Ya no trabajaré horas extra para llegar a fin de mes —le prometí. Presioné un beso contra su boca e inmediatamente se dejó caer sobre mí. La abracé con fuerza, saboreando su dulce lengua mientras acariciaba su cuerpo. Era tan malditamente suave. —Bueno, me encanta entonces —dijo entre besos—. Me gusta mucho, Heath. Gracias. Me quedé mirando profundamente sus ojos, sosteniendo su suave rostro en la palma de mi mano y dije—: Solo quiero que seas feliz, y estés lejos de los rumores. Dices que no te afectan, pero sé que lo hacen. Por lo menos aquí, la gente no te reconocerá. —Estoy acostumbrada a los rumores —respondió pensativa—. No es fácil, pero también tienes que darte cuenta de que mudarse no los mantendrá alejados. Las personas me conocen en la escuela. Saben todo lo que sucedió y algunos hicieron una misión el poner al tanto a todos los demás. Hasta que alguien más interesante llegue, seguiré siendo la comidilla de la ciudad y, por una vez, tienes que entender que eso escapa a tu control. Fruncí el ceño. No se encontraba fuera de mi control. Podía callarlos. Infiernos, lo disfrutaría. Demasiadas personas echaban por tierra su reputación. Algunas de las cosas que decían eran francamente despreciables. Puta asquerosa. Allie Wallace siente una comezón por los hermanos. Pertenece a un episodio de Jerry Springer. Solo está usando a Heath hasta que el otro hermano salga de la cárcel.

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Me hacía enfurecer. Ella no era así en absoluto, y era tan fácil de convencer a la gente de lo contrario. Nunca perteneció a ningún grupo. Había tenido una reputación limpia antes de que nos mostráramos en público como pareja. Eso le jugó en contra porque las personas tomaron sus lápices y ensuciaron con mentiras su reputación. En el caso de los hombres, cuando teníamos problemas entre nosotros, podíamos solucionarlos con un par de puñetazos en la cara. Pero las mujeres eran algo completamente distinto. Manipulaban y trabajaban detrás de escena, dejando caer drama sutilmente antes de dar un paso atrás y observar cómo se llevaba a cabo la destrucción. Las mujeres con lenguas largas eran peores que los hombres con músculos. Así que luchar contra esto sería difícil. —Deja de pensar en ello —me reprendió—. Tengo que pelear mis propias batallas. No puedo tenerte asustando a la gente como siempre. —Asusté a un chico y fue porque trató de poner sus manos sobre ti. —Trataba de comprobar el tamaño de mi blusa. —Se acercó demasiado. —¡Trabajaba en la tienda de ropa! —Sintió tu pecho. —¡Era gay! —No en ese momento. Me golpeó en el pecho, con su rostro enrojeciéndose por la risa. Ah, Dios, ella detonaba mi corazón. Esta chica me tenía envuelto alrededor de su dedo meñique. Me acerqué más a ella y deposité más besos en su rostro. —Sé lo que haces —murmuró contra mi boca. —Sí, ¿qué estoy haciendo? —Tratas de meterte en mis pantalones. —¿Eso está bien? —No soy alguna puta, ¿sabes? —bromeó. Asentí. —Lo sé, eres mi puta. Sujeté esas deliciosas caderas y me presioné contra ella. Su respiración se tornó en rápidos jadeos casi de inmediato.

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»Ves, eres maldita gelatina en mis manos —comenté, sonriendo a medida que lamía sus labios. —Dices eso, pero en realidad es al revés —respondió. Me eché hacia atrás y la miré fijamente. No existía manera de negar lo que dijo. Iría a los confines de la tierra por ella. —Sí —reconocí finalmente—. Tienes la maldita razón, nena. Soy gelatina en tus manos. Me posees. Sabes eso también, ¿no? Envolvió un brazo alrededor de mi cuello y presionó su boca con más fuerza contra la mía. —Lo sé —susurró. La empujé contra la encimera y pasé mi mano por la parte delantera de su cuerpo, sujetando cada curva que podía. Froté su coño mientras arrasaba su boca y ella gemía. Siempre esos dulces sonidos escapando de sus labios, excitándome al instante. Deslicé mi mano dentro de la parte delantera de sus vaqueros y la acuné. Mis dedos se deslizaron dentro de sus ya mojados pliegues y se tensó ante la invasión, gimiendo de nuevo en mi boca a medida que sentía cuál lista estaba. Besé su cuello, chupando cada pocos besos solo para provocar más de esos deliciosos sonidos. —Necesito follarte —susurré desesperadamente. Esperaba que se quejara de Kayden durmiendo en la habitación de al lado, o que me dijera que me lo daría más tarde. Pero sus caderas se movieron mientras se frotaba contra mi mano. Lo deseaba tanto como yo. Jodida mierda, me encantaba este lado de ella. Era tan malditamente libertina. —Date prisa —espetó sin aliento. Apartándome, desabroché apresuradamente sus vaqueros y los bajé. Me arrodillé a medida que los quitaba, besando sus suaves piernas en mi camino. Mis dedos siguieron acariciando su resbaladiza hendidura, y estuve tentado a enterrar mi rostro entre esos cremosos muslos, pero ser un padre significaba que momentos como estos eran de corta duración. Tenía que follarla ahora, y rápido. Ella tenía esa mirada soñadora en sus ojos para el momento en que me volví a poner de pie y la besé otra vez. Sujetó mi camisa con una mano y bajó la cremallera de mis vaqueros con la otra. »Dime qué quieres que haga —rogó contra mis labios entreabiertos— . Haré cualquier cosa por ti. ¿Quieres que suplique para que me folles? Jesucristo.

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¿Viste? La segunda Allie estaba encendida, existía otro lado completamente diferente en ella. —No —murmuré, deslizando mi lengua por sus labios—. Quiero que grites por ello. Su cuerpo se sacudió cuando rápidamente le di la vuelta y la incliné sobre la encimera. No había vecinos que la escucharan a través de las delgadas paredes esta vez. Podríamos follar como conejos y nadie escucharía a mi mujer gritando por ello. Sus sonidos eran míos, reservados específicamente para mi placer. Saqué mi polla y separé su trasero. Cristo, este culo era más grande que antes. Sacando un condón de mi bolsillo, rápidamente me deslicé en él. Me incliné encima de su tembloroso cuerpo y mordí el lóbulo de su oreja, susurrando—: Te adoro, Allison. —La adoraba más de lo que nunca sabría. De pie con la espalda recta de nuevo, centré mi polla en su entrada y embestí duro. No la trates como cristal, me dije, recordando sus anteriores palabras. Ella lo quería duro. Le gustaba rudo. Quería que la arrasara hasta la mierda. Sujeté sus caderas con mis manos y la atraje contra mí mientras se sostenía de la encimera, gritando después de cada penetración profunda. Su calor húmedo era adictivo. Mi polla saboreaba a su coño como si hubiera sido hecha para ello. No podía tener lo suficiente. Esto nunca me aburriría, y fue así como supe que algo así de bueno se hizo para durar. Cada vez que la tocaba se sentía tan excitante y personal como la primera vez. —Heath, oh, mi Dios. —Gemía mi nombre una y otra vez—. Heath… Heath… Era el sonido más dulce. Sentí el placer atravesarme mientras la follaba rápido y duro, golpeando su lugar especial cada vez. La dejaría dolorida. Mañana la haría venirse recordando lo profundo que la penetré. Debía saber a quién pertenecía. Y era a mí. Ella era mía. Mis dedos se clavaron en su carne mientras gruñía. Sentí un hormigueo en mi espina dorsal y una presión profunda construirse. Apreté mi agarre, y estaba seguro de que le dejaría moretones, pero no me importaba. No, ella gritaba mi nombre, presionando su trasero contra mí. Me llevó tan profundo, y nunca cedió. Aceptó las fuertes embestidas, y amaba cómo el dolor se mezclaba con el placer. Su cuerpo entero comenzó a tensarse, y sabía que se encontraba cerca. Llevé mi mano a su clítoris y masajeé mientras continuaba embistiendo en ella. Emitió un agudo grito seguido de un suave gemido y cayó hacia abajo, temblando mientras su coño apretaba mi polla

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y provocó mi propio placer. Me vine con fuerza en su interior y el placer hizo que cada pulgada de mi cuerpo se ruborizara por la intensidad. Maldito infierno. Jadeando, la sujeté en mis brazos y colapsamos en el suelo, descansando la espalda contra la pared con ella en mi regazo. La parte posterior de su cabeza relajada entre mi hombro y mi cuello. Giró su rostro hacia mí y besó mi cuello. Esas pequeñas demostraciones de afecto fueron las que rompieron mis paredes. Amor. Eso me consumía. Me hizo temer lo lejos que me hallaba dispuesto a llegar por los que amaba. Pero Allie… Dios, fue la que abrió esa parte de mí. Era mi final. Lo quería todo con ella. La sostuve fuerte contra mí, temeroso de dejarla ir. Me asusté ante la idea de que llegara el día en que dejara de ser mía, y fue ese pensamiento el que me impulsó a decir—: Cásate conmigo. En mi agarre, su cuerpo entero se congeló. Momentos pasaron, pero las dos esperanzadoras palabras se aferraban a nosotros. Esperé su respuesta, y me jodía que aún no dijera una palabra. »Allie —presioné, repentinamente preguntándome cuál era el problema. —Yo… no puedo —la escuché decir apenas. Traté de no sentir que mi corazón fue arrastrado. El amargo sabor del rechazo era difícil de tragar. —¿Por qué? —pregunté en voz alta—. Nunca te lastimaré. ¿No lo sabes? —No tiene nada que ver contigo. Es... Esperé a que continuara. Con mucha expectativa, esperaba una buena excusa. Como sea, todo en lo que podía pensar era que Ryker estaría en nuestro camino y mi paranoia se alimentaba de mis miedos. —¿Es por Ryker? —Me sentía un poco más enojado de lo que pensé— . No me quieres debido a él. ¿Tú… aún lo amas, Allie? —No —respondió rápidamente, negando contra mí—. No, Heath. No tiene nada que ver con Ryker. Estoy tan cansada de que pienses que estoy enamorada de él. —¿Cómo es que alguien puede dejar de amar a una persona tan fácilmente, Allie? —Me sentía asombrado por mi súplica. Realmente necesitaba saber la respuesta—. No lo entiendo. Porque… la forma en que me siento por ti, lo enamorado que estoy de ti, se helará el infierno antes de que esos sentimientos disminuyan.

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Exhaló y escondió su rostro en las manos. —Nunca estuve enamorada de Ryker. Él… era mi mejor amigo. Ya te lo he dicho muchas veces. Eliges no creerlo, y te pido que te detengas. —Entonces, dime por qué no puedes comprometerte ¿Te sientes insegura conmigo? ¿Crees que un día podrías alejarte o…? —No, Heath, no es así. —¿Entonces qué es? No puedo saberlo si no me lo dices. Intenté girar su rostro hacia mí, pero se rehusó, evitando mi mirada. —Me gustaría terminar la escuela primero. Solo pienso que el matrimonio debería venir a tiempo cuando te encuentres en una situación estable. Justo ahora, no tengo un empleo y me encuentro lejos de estar estable. Esperé por más, sabía que habría más, pero se detuvo allí, y me sentí tonto por abrir mi boca en primer lugar. Debí haber estado drogado para pensar que aceptaría ciegamente. Para pensar que se abalanzaría si se presentaba la oportunidad. Algo la hacía retroceder, y tenía la sensación de que no se relacionaba con su educación o su “estabilidad”. »No dejes que eso cambie las cosas —agregó con cautela—. Por favor, Heath Negué ligeramente. —No lo harán —murmuré, pero no estaba seguro de si creía en mis propias palabras. Un segundo todo estaba bien, y entonces al siguiente volvía a ser un camino malditamente impredecible. En el fondo sabía que solo quería darle mi apellido, y entonces todo el mundo sabría a quién pertenecía. Era un enfermizo sentimiento de posesividad, pero no iba a endulzar lo que sentía por ella. Pensamiento cavernícola o no, ella me pertenecía. Bloqueé mi mandíbula y no me molesté en presionarla por respuestas. No me las daría de todas formas. Una vez que mis brazos la soltaron, se apartó y volvió a ponerse los pantalones. La observé de cerca. Allie apenas tenía una expresión en blanco. Dijo todo lo que tenía que decir, y justo ahora hacía lo mejor que podía para aparentar normalidad, pero su indecisión se mostraba en todas partes: en sus temblorosos dedos y la imposibilidad de mirarme a los ojos. —Tengo otra pelea esta noche —dije en un esfuerzo por recuperar cierta normalidad. Era verdad, me sentí como un maldito idiota. —Lo sé —respondió tranquilamente—. Ya me dijiste. Me puse de pie y me coloqué los pantalones.

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—Solo te lo recuerdo, bebé. Como si algo sucediera repentinamente en ella, se dio la vuelta y me enfrentó. —¿Viste a Matt en tu última pelea? Confundido por su pregunta al azar, me encogí de hombros. —No lo sé. No lo recuerdo. Llegué, y peleé y luego jodidamente me fui. Estoy demasiado ocupado corriendo a casa para estar contigo que ni siquiera me detengo y hablo con los chicos. ¿Por qué? —Me dijo hoy que no te vio luchar la semana pasada, y encuentro eso extraño porque él siempre está en las luchas. Mierda. —¿Por qué hablas con Matt? ¿Telefoneas con él o algo? Frunció el ceño ante mi tono, pero no me sentía feliz de que estuviese hablando con Matt en absoluto. —No, chocó su auto y estuvo viajando en autobús. Su tío vive en la esquina de la casa de mamá, así que viajamos juntos. Parecía un poco deprimido, y creo que tiene algunos problemas con su tío o algo, pero el hombre parecía lo suficientemente agradable cuando pasaba por ahí. Supongo que es lo mismo que pasa con mamá y conmigo, ¿verdad? Me importaba una mierda sus problemas con su tío, quería decir. Me sentía un poco agitado, pero escondí mis emociones. Nunca dejaba de pensar que podría ser quien jodiera esto antes de que estuviera listo para decírselo a Allie. —Últimamente Matt ha estado muy metido en las drogas y el alcohol —respondí, cruzando los brazos mientras me apoyaba en la encimera—. Yo no escucharía lo que recuerda o no. Entonces Allie me miró con extrañeza, y vi la sospecha en sus ojos. ¿Qué demonios dije para conseguir esa mirada? —¿Por qué no hablas con él? —preguntó con curiosidad—. Ha tenido la intención de ponerse al día contigo, y no te he escuchado hablar de él desde hace un tiempo. —No es tan buen amigo mío. Primero fue amigo de Ryker. —Pero es un buen chico, Heath. Mejor que… —Sus palabras se desvanecieron y su rostro se ensombreció. Jodidamente aquí vamos de nuevo. La diatriba de odio hacia Marko. Me empezaba a cansar de su aversión hacia él. Ella no lo conocía en

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absoluto, y para alguien que no apreciaba ser juzgada, juzgaba terriblemente cuando se trataba de él. —Tienes que detener esta obsesión con odiar a Marko —le dije—. Lo has condenado completamente mal. —¿Escuchaste los rumores sobre él? —¿Cuáles? —¿Cuáles? —repitió incrédula—. Aquellos sobre lo que le hizo a su hermana. Esos. Mi pecho se apretó. Cerré los ojos y negué, más para mí que para ella. —Allie —comencé, tratando de controlar mi temperamento—. Nena, las personas no saben de lo que hablan. Marko nunca violó a su hermana… —Al parecer estaba enamorado de ella e incluso puso a un novio suyo en el hospital. Rompió sus piernas o alguna mierda. Gemí y volví a negar. —No, Allie. Las personas pintan las historias en blanco y negro. Es fácil joder la reputación de alguien cuando tuercen la verdad. ¿Eso no te suena familiar? Como contigo, esa no es una excusa para odiar a alguien basado en mentiras. Me di cuenta por la mirada en sus ojos que no concordaba. —Entiendo lo que dices. Pero él apareció de la nada, Heath, y te molió a golpes en una pelea que tú tenías que ganar. ¿Y en qué resultó eso? Tuviste que meterte en un lío para conseguir más dinero y después tuviste que matar a un chico porque no tenías suficiente. Se detuvo abruptamente cuando vio lo que sus palabras me hacían. Me sentía tenso, con las fosas nasales dilatadas, completamente enfurecido de que estuviera sacando a relucir ese tema. Ella era muy consciente de cuán sensible resultaba ese tema para mí. No era algo de lo que nunca hubiéramos hablado. —Así que —dije con dureza—, ¿la excusa que tienes para odiar al chico es porque era nuevo en la ciudad en el momento en que tuve que conseguir dinero? Si ese es el caso, tu lista de personas para odiar debe de ser bastante larga. —Solo quiero saber de dónde viene. Eso es todo. Después de lo que pasó no podemos simplemente dejar que cualquiera entre a nuestras vidas. —¡Él es de aquí, Allie! ¡De Hedley! Estuvo afuera por un tiempo, y luego regresó… —Pero, ¡¿por qué regresó?!

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Tuve suficiente de tonterías. Se encontraba paranoica. Absolutamente paranoica al sugerir que Marko tenía malas intenciones. Decir que él contribuyó decididamente para que yo perdiera. Lo llamaba mierda. —No hay nada mal con Marko —le dije severamente mientras salía de la cocina—. Lo que está mal es tu desinterés en llegar a conocer a alguien cercano a mí. —Él no está bien —replicó con convicción—. Simplemente lo sé. La miré por encima de mi hombro y le dije con firmeza—: Te equivocas.

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Me hallaba hecha una furia esa noche. Te equivocas, dijo. Eso era mentira. Cualquier bromance3 que estuviera pasando entre Heath y Marko se estaba volviendo ridículo ahora y empezaba a llegar al límite de mi paciencia. Como para echármelo en cara, Marko se presentó en el apartamento mientras Heath se preparaba para la pelea. Cuando abrí la puerta, prácticamente me empujó a un lado para permitirse entrar. Todo mientras había estado sonriendo maliciosamente hacia mí, como si supiera que podía comportarse de esa manera y no existía nada que pudiera hacer al respecto. Me inquietaba, y no podía entender por qué las chicas se volvían locas por él. Seguramente ellas también escucharon los rumores. —¿Cómo te va, Allie? —me preguntó en voz baja. —Ahí va —respondí con frialdad, cruzando los brazos. Esperamos un par de minutos para que Heath saliera del baño, y pasamos cada segundo mirándonos entre sí. Él mantuvo su sonrisa mientras yo lo fulminaba con la mirada. ¿Violaste a tu hermana? Quería preguntar. ¿Lastimaste a su novio porque eres un hombre celoso y loco? —Vi tu nuevo lugar —dijo entonces, interrumpiendo mis pensamientos. Por supuesto que lo vio. Conociendo a Heath, probablemente arrastró a Marko hasta allí y le pidió su opinión. No me gustaba que ya estuviera involucrado. Si sabía dónde vivíamos, también estaría tocando la puerta e irrumpiendo en el lugar. »Es bastante grande —añadió. —Lo es —concordé de forma pasiva. —También dijo que quedaba cerca de tu escuela. Asentí una vez. Captó la indirecta de mi desinterés y no presionó por más conversación, pero siguió mirándome. El humor aún persistía; él sabía que no me agradaba, pero aun así permanecía cerca con demasiada facilidad, como si fuera completamente trivial para él. Acrónimo de las palabras brother (hermano) y romance. Es una forma de referirse a un vínculo afectivo intenso, no-sexual, entre 2 (a veces más) varones. Estas relaciones suponen un mayor vínculo afectivo y emocional que el de la tradicional amistad. 3

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Heath interrumpió nuestro concurso de miradas, deteniéndose en el umbral de la cocina para mirar con cansancio entre nosotros. »¿Todo listo? —preguntó Marko, mirando a Heath como si lo estuviera inspeccionando para algo. Heath asintió con cuidado, sujetando con fuerza la correa de su bolso de lona. —Sí, hombre. —¿Tienes todo? Levanté una ceja, preguntándome qué demonios pasaba con la extraña mirada que Heath le dedicó a Marko. —Sí —respondió tensamente—. Tengo… todo. Marko se encogió de hombros inocentemente y se giró hacia la puerta de entrada. Me quedé mirando intensamente a Heath, tratando de averiguar por qué de repente se comportaba tan… peculiar. Heath captó mi mirada y se acercó a mí. Desde la propuesta al azar de esta tarde —y el rechazo— estuvo completamente cabizbajo. Me besó rápidamente y murmuró—: Te veré más tarde. Puede que vuelva un poco tarde esta noche. Los chicos querían ponerse al día después de la pelea, así que… —Está bien. —Bien. Te amo, Allie. —Yo también te amo. Salieron de allí, sin intercambiar palabras. Cuando se fueron, me hundí contra la encimera y me quedé mirando la puerta durante varios minutos. Había una extraña sensación en mi pecho, como si algo no estuviera bien. Con un ritmo lento y un corazón extremadamente pesado, limpié el apartamento y me ocupé de Kayden cuando se despertó para alimentarse. Traté de alejar mi inquietud, pensando que lo que pasó esta tarde era lo que la provocaba. Heath había estado extraño porque se sentía rechazado y herido. Odiaba causarle dolor, pero no existía manera en el infierno en que me precipitara al matrimonio, incluso si Heath era la única persona con la que alguna vez podría verme. Vio a través de mi excusa, aunque era parcialmente cierta. La verdad era que no quería sumergirme en el matrimonio por Kayden. Él crecería y sabría quién era su verdadero padre. Me sentía petrificada por lo que podría pensar de mí cuando comprendiera que había destruido a dos hermanos. Nunca fue mi intención. Nunca fue algo que aspiré hacer, porque, quién demonios se despierta una mañana pensando: “¡Sí, dos hermanos

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sensuales… es momento de destrozarlos!” Sí, no. Esto no estaba para nada en la cima de mi lista de prioridades. Estaba siendo juzgada por ello cada día que salía del apartamento y me encontraba con personas que nos conocían o sabían de nosotros. ¿Por qué alguien querría colocarse en este tipo de posición? Quería proteger a Kayden del mismo juicio. Eso significaba que en este momento, tenía que mantener las cosas lo menos complicadas posibles. Solo hasta que resolviera esta mierda, de todos modos. Tenía tantas preguntas que necesitaba hacerle a Ryker. Sentía como si no pudiera vivir mi vida estando un cien por ciento satisfecha con todo si no aclaraba el pasado. Necesitas decirle a Heath el resto de tus motivos, pensé. Decidí que cuando regresara, limaría asperezas y le explicaría mi vacilación. De esta manera no pensaría que lo rechazaba por él. Demonios, tal vez me vería con una luz diferente y dejaría de molestarme por completo. Quizás incluso podría cambiar mi opinión de Marko. Claramente sabía mucho de él, y no estuvo sorprendido en absoluto cuando saqué a relucir los rumores. Podía ver cuán injusto lo juzgaba, pero seguía poniéndome incómoda. Pasé el siguiente par de horas estudiando, y cuando comprobé la hora, me imaginé que Heath ya habría terminado su pelea y probablemente estaría pasando el rato con los chicos ahora. Decidiendo llamarlo, tomé mi teléfono y marqué su número. Esperaba que estuviera de mejor humor. No quería que nos sintiéramos distantes ni por un minuto. No conseguí una respuesta y decidí esperar media hora antes de intentarlo de nuevo. Cuando sonó una segunda vez, fruncí el ceño. ¿Su teléfono estaría descargado? O tal vez lo dejó. Me levanté y revisé la ropa que había estado usando. Los bolsillos de sus vaqueros estaban vacíos, pero algo duro se hallaba en el bolsillo de su sudadera con capucha. Aquí debía estar. Metí mi mano y saqué algo… Algo que no era un teléfono. Confundida, bajé la mirada hacia un cuaderno de bolsillo que parecía que había visto mejores días. Nunca lo había visto antes. ¿Era del trabajo? Lo abrí y ojeé las páginas, y lo que vi me dejó aún más perpleja. Eran tonterías. Oraciones llenas con palabras al azar que no tenían sentido, pero incluso me sentía más confundida por algunas de las frases. Como… como si fuera una lista y estuviera tachando algunas cosas. ¿Qué demonios? ¿Esto estaba… escrito en códigos?

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Pasé unos minutos ojeando cada página, tratando de leer algo que tuviera sentido. Necesitaba explicarme esto porque no encontraba ninguna respuesta. Volví a sacar mi teléfono, me desplacé a través de mi lista de contactos y traté de contactar a Matt en su lugar. Seguramente si él estaba con los chicos, era muy probable que Matt estuviera allí, o lo confirmaría al menos. —¿Allie? —respondió con sorpresa. —Oye, Matt, ¿cómo te va? —Me volví, masticando ansiosamente la esquina de mi pulgar. —Bien, cariño. ¿Y tú? —Sí, bien. Mira, no puedo contactar a Heath. Dijo que estaría luchando esta noche y luego saldría con los chicos, así que me pregunto si lo has visto. Sé que también pasas el rato con ellos a veces, así que pensé que podría contactarlo a través de ti. —Um —titubeó por un momento, y podía escuchar conversaciones en voz alta de fondo lentamente desvaneciéndose a medida que avanzaba hacia un lugar más aislado—. Hubo una pelea esta noche, pero Heath no se encontraba en ella. Mi ritmo cardíaco se aceleró. —¿Qué? —Y Heath no está aquí con los chicos tampoco. Estuve a punto de moler mi pulgar en mil pedazos. —¿Qué pasa con Marko? ¿Está por ahí? —Nop. No, Marko no está a la vista, tampoco. Mis ojos se abrieron conmocionados. —¿Estás jodiendo conmigo, Matt? —No, Allie, estoy siendo un cien por ciento serio. —Su voz adquirió un tono más suave—. ¿Estás bien? No, definitivamente ya no estaba bien. Heath me mintió. ¡Jodidamente me mintió! ¿Por qué? ¿Dónde se hallaba realmente? ¿Qué hacía? —¿Cuántas veces ha luchado Heath en los últimos dos meses? —exigí temblorosa. —No muchas veces. Quiero decir, hoy me preguntaste sobre la que tuvo la semana pasada y pregunté por allí, pero todo el mundo está absolutamente seguro de que no luchó.

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Esto no tenía sentido. Me bajé del sofá y comencé a caminar por la habitación. Todo mi cuerpo atravesado por la adrenalina repentina mientras todo tipo de escenarios horribles jugaban en mi cabeza. ¿Qué demonios hacía? ¿Estaba... estaba con una chica? ¡No! No, el hombre que me miró con tanta calidez y amor no podría ser capaz de ese tipo de falta de honradez, ¿verdad? La pequeña voz en mi cabeza susurró, Ryker lo fue. »Allie —dijo Matt—, ¿estás bien? ¿Qué está pasando? ¿Ha estado mintiéndote? —Solo... ¡no entiendo por qué me ha estado diciendo que ha estado peleando y ha venido a casa trayendo el dinero! ¡No... No entiendo! Matt se quedó en silencio en el otro extremo también antes que preguntara solemnemente—: ¿Cuánto dinero trae a casa? —Lo que siempre obtiene al ganar una pelea. —¿Cada vez? —Sí. —¿Qué demonios? —¡Exactamente! —Bueno, bueno, mira, tal vez hay una explicación. Tal vez ha estado luchando en otro lugar, fuera de la ciudad o algo... —Sabía que era una mierda mientras me lo decía. No había cualquier lugar fuera de la ciudad en que se pudiera luchar. —No —contradije—. Eso no es posible. Ha estado recibiendo dinero de otro lugar. No puedo pensar en lo que podría ser. En los rumores que escuchaste sobre Marko, ¿alguna vez hizo algo ilegal, como vender drogas? —No, Allie, nada de eso. —Matt estaba sumido en sus pensamientos también—. Solo era mierda sobre su hermana y él. Ningún delito involucrado. Suspiré derrotada. —Está bien, bueno, trataré de llamarlo de nuevo. Gracias por todo, Matt. —Déjame saber cómo va. Llamaré a algunas personas para ver si está en alguna otra parte. —Muy bien, gracias. Colgué el teléfono y traté de comunicarme con Heath una vez más. No obtuve ninguna novedad y esta vez terminé arrojando el teléfono sobre el sofá tan fuerte como pude. ¡¿Qué demonios sucedía?!

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Las lágrimas amenazaban con derramarse mientras la sensación retorcida de dolor se construía en mi interior. Encorvada, apretando mi estómago con el brazo, respiré con fuerza por la boca. Estaba teniendo un ataque de ansiedad. Todo mi cuerpo se sacudió con fuerza, temblores tan violentos que no podía detenerlos, no importa cuántas veces me paseaba por el lugar. Me mintió. ¡Putamente me mintió! Por primera vez desde que estuve con Heath, me sentí impotente.

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Traducido por Nitan & BlackRose10 Corregido por LuVelitta

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i dejara de hacer esto cada vez tuviera un mal presentimiento, no lo habría hecho en absoluto.

—Mantente enfocado, hombre —dijo Marko detrás de mí—. Te estás tomando mucho más tiempo para hacer esta mierda. Habíamos irrumpido en otro lugar: un pequeño hogar en un poco de tierra de cultivo antigua. Este sería nuestro último golpe en mucho tiempo, y estaba tomando una inusual cantidad de tiempo entregándole el dinero mientras lo arrancaba de las paredes. No me sentía como mi yo prudente habitual. Me quité la máscara porque el interior de la casa era sofocante y no podía respirar. Apenas podía concentrarme, deteniéndome cada pocos momentos para sacudir mi cabeza. Sabía que el verdadero problema era personal. Todo lo que seguía pensando era el rechazo de Allie. Tenía razón en hacerlo de todos modos. Yo no era digno de ella. Era un pedazo de maldita escoria, teniendo que mentirle solo para hacer esta mierda. Solo deseaba que me hubiera dicho la verdadera razón por la que dijo que no, para no estar parado aquí, en medio de un robo, pensando en ello. »Heath —siseó Marko, agarrando mi brazo con fuerza y sacudiéndome—. ¡Por el amor de Dios! Estás distraído. Déjame hacerlo y solo mantente atento. Me empujó hacia atrás y lo dejé. Duplicó su ritmo y rápidamente recogió el dinero en las bolsas. Parecía poseído, nunca deteniéndose para recuperar el aliento. Tenía hambre y la mía se desvanecía lentamente. —No creo que pueda hacer esto de nuevo —murmuré, más para mí que para él.

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—Mierda —replicó sin perder el ritmo, acercándose al final de la pila de dinero—. Tenemos un plan, Heath. No voy a dar marcha atrás porque se te está haciendo difícil. —No puedo seguir mintiéndole a Allie. Exhaló irritado. —Entre otras cosas, haces esto por Allie. Solo recuerda eso. Siempre lo recordaba, y aún no lo hacía más fácil. Tenía ganas de salir de aquí. Nunca antes habíamos estado tan aislados. Las otras casas habían sido suburbanas y ordenadas. Esta apestaba con negligencia. Tan loco como era, me había acostumbrado a la seguridad de saber que había otras personas alrededor. Supuse que esto me afectaba más porque me recordaba a Ricardo. No estábamos tan lejos de donde le golpeé la cabeza. Detente, me dije. Haces esto por una razón. Adhiérete al maldito plan. —Está bien. —Resopló Marko, volviéndose hacia mí—. Todo listo. Ahora tienes que ayudarme a arrastrar esto... El sonido de un disparo lo interrumpió, y por una fracción de segundo vi la expresión de sorpresa en su rostro antes de que cayera hacia atrás, su cuerpo golpeando la pared derrumbada. No tuve tiempo de reaccionar cuando sentí algo duro en la parte posterior de mi cabeza. —¡Date la vuelta! —exigió una voz. Todo mi cuerpo se tensó mientras miraba fijamente la forma de Marko apenas moviéndose en el suelo. ¿Estaba muerto? Mierda, no se movía. Estaba muerto. »¡Dije que voltees! No queriendo que mi cabeza se rompiera en pedazos, me volteé. Marko recibió un disparo sin previo aviso, y no podía arriesgarme al mismo destino por no hacer lo que me dijeron. El tipo era delgado, tanto como una rama. Era más pequeño que yo en todos los sentidos, con los ojos dilatados y una cara cenicienta. »Joder, demonios. —Se maravilló, pasando sus ojos por mi cara, ¡mi jodida cara expuesta! Retrocedió un paso, esa pistola todavía apuntándome—. Eres ese luchador por el que siempre apuesto, ¿verdad? Tú... Eres Heath Lawson. Me encogí al escuchar mi nombre. Esto simplemente fue de mal en peor. »¿Fuiste tú? —prosiguió, con los ojos casi saliéndose de su rostro—. ¿Tú... has estado jodiendo con el Sindicato todo este tiempo? Secándonos

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y haciendo que nos enfrentemos entre nosotros y con todas las personas con las que trabajamos. ¡Hemos estado destrozando la ciudad buscándote! No dije una palabra. ¿Qué se podría decir? Esta era una pesadilla hecha realidad. Todo por lo que trabajé era para nada. Me sentí desinflado en lugar de tener miedo. Y me sentía increíblemente enojado con otra pistola apuntando a mi cara. ¿Por qué no podría escapar de este escenario? Me prometí a mí mismo que nunca volvería a estar en este puesto y, sin embargo, aquí me encontraba yo, con una pequeña mierda cochambrosa, que parecía extasiada ante la idea de meterme una bala en la cabeza. »¿Sabes lo que el Jefe te va a hacer? ¡Te harpa pedazos! ¡Jodiste con la gente equivocada! —Se veía feliz, hurgando en su bolsillo mientras temblaba de emoción. Sacó su teléfono y comenzó a marcar un número— . ¡No puedo creer que te haya encontrado! ¡No puedo creer que lo haya hecho! Miré el arma mientras él seguía apuntando hacia mí. El bastardo loco era bueno para mantener el dedo en el gatillo mientras sus ojos iban de mí a su teléfono y de nuevo a mí. No podía arriesgarme a quitárselo, pero tampoco podía arriesgarme a que hablara con quien llamara tampoco. Una vez que mi nombre escapara de sus labios, estaría arruinado. —Haces eso y eres hombre muerto —dije simplemente, manteniendo mi voz fría. No podía dejarle saber que me hallaba en pánico. Hizo una pausa y se burló. —Eres el hombre muerto aquí, Lawson. —Entonces no tengo nada que perder. Lo que significa que voy a arrancar esa arma de tu mano y matarte con ella si no bajas el teléfono. Terminó de marcar el número, pero su dedo se movió sobre el botón de llamada. Mis palabras tuvieron un efecto sobre él, y él olfateó y se frotó la nariz, pensando detenidamente. »¿Quieres algo de dinero? —continué, tomando la salida lógica de esto—. Te daré algo de dinero y nunca tendrás que volver a trabajar para el Jefe. ¿Qué te parece? Puedes ser un hombre rico y abandonar este lugar y nadie sabrá nunca lo que hiciste. No más hacer lo que él quiere, ni hacer mierda poniéndote en peligro mientras él hace todo el dinero. Ahora tenía su atención. La pistola aún apuntaba a mi cabeza, pero vacilaba un poco. Era una oferta atractiva. Él lo sabía. Lo sabía. Era solo cuestión de tiempo antes de que estuviera de acuerdo. —Acabo de dispararle a tu amigo —dijo luego, mirando por encima de mi hombro—. ¿Cómo diablos sé que no me matarás por eso después de que baje mi arma?

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—No soy un asesino —le dije solemnemente—. No te haría daño. Estoy tratando de hacer un trato contigo, ¿de acuerdo? Bajas esa pistola y me ayudas con mi amigo, y te garantizo que saldrás de aquí con unos cientos de miles de dólares. Tienes mi palabra. No voy a hacerte daño. Parecía tentado. Lo pude ver en sus ojos. No era necesario que hubiera más sangre. ¡Me sentía tan cansado de la sangre! Esto podría resolverse de forma amistosa. »Piénsalo —continué—. No más hacer mandados por ahí. No más tipos aprovechándose de tu adicción. Serás tu propio jefe. Tenía razón. Solo era otro adicto a las drogas siendo utilizado. Al hacer el trabajo sucio del Jefe, le pagaban en drogas. Si tuviera la mitad del cerebro, saltaría sobre esto. Estaba a punto de hacerlo. Dios, empezaba a abrir su boca, preparándose para ello. —Oh. —Los repentinos gruñidos de Marko estallaron detrás de mí. Cualquier tentación bajo la que hubiera estado el hombre se disipó al sonido de Marko. Se sacudió, sus ojos se ampliaron y el arma giró en dirección a Marko. —Mientes —escupió, y fue entonces cuando supe que iba a apretar el gatillo otra vez contra Marko. El arma se disparó, pero apuntó al techo después de que me estrellé contra él. El tipo era escuálido y débil, y después de un rodillazo en su estómago, su agarre en la pistola se debilitó. La forcé fuera de su mano y le di un puñetazo en la cara. Aulló de dolor y me arañó las mejillas mientras lo empujaba hacia atrás y le enviaba otro puñetazo a la cara, más fuerte que antes. Cayó al suelo, inconsciente por la fuerza del golpe. Sin demora, corrí hacia Marko, arrodillándome a su nivel. Se obligó a sentarse y se agarró el hombro con una mueca de dolor. Agarré la pequeña linterna en el suelo y apunté a la sangre que manaba de él. —Joder —maldije, quitándome el suéter negro. Empujé su mano y lo presioné contra el agujero. Mi mente iba a un millón de kilómetros por hora. ¿Dónde diablos iba a conseguir ayuda ahora? —Estoy bien, estoy bien —murmuró, su rostro ya sudaba. —¡Has recibido un jodido disparo! —le susurré, mi corazón casi se rompió de mi pecho por miedo a perderlo. —En el hombro —respondió con calma—. Por una bala de nueve milímetros. Putamente emocionante. No ha sido mi primera vez. —Pensé que estabas muerto.

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Se rió débilmente, haciendo una mueca mientras se encargaba de aplicar presión contra su herida. —Sí, también lo pensé. Me dispararon y golpeé la cabeza contra la pared. No quería moverme en caso de que me terminara, y luego te oí hablar con él sobre dinero y mierda. Volví a mirar al hombre que aún descansaba sin vida en el suelo sucio. —Tenemos que salir de aquí antes de que se despierte —le dije—. Te ayudaré a ir al auto. —Mete las bolsas primero —respondió Marko. —¿Estás seguro? No te ves bien. —Estaré bien. Solo estoy superando el shock. De repente alerta, agarré rápidamente las bolsas y las llevé al auto. Afuera, vi un auto pequeño y desvencijado. Estaba vacío y cuando me acerqué a la puerta abierta, vi coca y agujas sin usar en el asiento delantero. El parásito vino aquí para drogarse. Rápidamente metí las bolsas de dinero en el asiento trasero del auto y volví corriendo para ayudar a Marko. En el momento en que abrí la puerta, estalló otro disparo y me detuve, congelado hasta los pies. ¿Qué mierda fue eso? Lentamente me acerqué a la habitación, relajándome cuando vi la sólida figura de Marko erguida. Mirando al suelo, arrojó el arma y cubrió su herida. Entré con cautela y me di cuenta de que, cuanto más me acercaba, más importante era lo que había hecho. Mi estómago se revolvió al ver al tipo muerto con una bala en la cabeza. —Tenía que hacerlo —dijo Marko en un tono bajo, completamente consciente de mi presencia—. Él vio tu cara. Sabía quién eras. No podría arriesgarme a que te pasara algo. No podía despertarse. Tragué saliva, apartando mi mirada del cuerpo. Pasé mis manos por mi cabello, agarrando los extremos mientras inhalaba y exhalaba. Forcé los ojos cerrados y bloqueé las emociones. Estaba completamente insensible. No podría pensar en esto. No quería procesarlo. La vida se había vuelto demasiado fea para mí. Sin decir una palabra, ayudé a Marko a ir al automóvil. Se veía pálido y con mucho dolor, pero sorprendentemente aguantaba bien. Volví a la escena y recogí el arma y todo lo demás que dejamos atrás. No miré el cuerpo cuando salía. Me sentí responsable de todo esto, pero no tuve tiempo de ser melodramático al respecto. Me guardé el arma en el bolsillo y me obligué a irme cuando accidentalmente pateé su teléfono que cayó en algún lugar en medio de nuestra lucha.

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Suspirando, lo levanté, y cuando mi dedo tocó la pantalla, se iluminó. Me detuve de inmediato y vi la palabra “Jefe” en la parte superior de la pantalla y el tiempo de llamada debajo... todavía seguía... 11: 34... 11: 35... 11: 36... Casi sin respirar, levanté lentamente el teléfono hacia mi oído y escuché en la línea. Era silencioso, pero podía oír el ruido ambiental de fondo, un perro ladrando en la distancia y el ligero chirrido de una silla, confirmando que la persona que llamaba seguía en la otra línea. ¡El bastardo lo llamó! Ni siquiera podía pensar cuándo podría haberlo hecho, pero escuchó todo. Y ahora empezaba a perder la cabeza, preguntándome si Marko y yo nos habíamos dicho los nombres en voz alta en los últimos once minutos y cincuenta y dos segundos. —Te encontraré —dijo la voz del otro lado—. Chico, voy a encontrarte y matarte. Solo espera. Terminé la llamada abruptamente y deslicé el teléfono en mi bolsillo. Necesitaba largarme de aquí. Mis nervios fueron disparados a la mierda. Apreté mis manos e intenté controlar mi respiración, pero mi corazón se estampaba dentro de mi pecho mientras las palabras escalofriantes corrían como un disco roto en mi cabeza. Tranquilízate, Heath. Cálmate y vete ahora. Mis piernas se movieron y salí de allí. —¿Necesitas ir al hospital? —le pregunté a Marko cuando me deslicé en el asiento del conductor. Dolido, respondió—: No. Isla... Isla me cuidará. Isla. Lo miré resignado. Lo último que necesitaba era verla. Ella aplastó su corazón, ¿y ahora él esperaba ayuda de ella? —Solo ve —me dijo, ignorando mi desaprobación—. Ella es enfermera, hombre. No hago esto por otras razones. Puede cuidarme. Es una herida superficial. Ella la limpiará y yo me pondré en camino. Escéptico de eso, decidí no seguir el tema. Existían otras cosas más terribles en las que pensar. Mantuve mi boca cerrada la mayor parte del tiempo, recapitulando la voz del hombre al otro lado de la línea y la decisión de Marko de simplemente terminar con la vida de un hombre como si fuera tan fácil como apretar un botón. Tenía muchos más secretos de los que yo creía. »Lo hice por ti —me dijo, leyéndome como un maldito libro, algo que nadie ha podido hacer nunca—. Heath... hermano, fue por ti. No voy a ver

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a otro amigo mío asesinado por un matón inútil solo porque vio tu cara. Él te habría matado. Te hubiera vendido. Lo sé y tú también. Asentí lentamente, pero no respondí. »No me veas de forma diferente —subrayó—. Sabías que esto era una posibilidad. Apegarnos al plan, ¿verdad? —Sí... —Exhalé—. Ahora, ¿seguro que Isla te ayudará? Porque... el teléfono allí... ese bastardo llamó a su jefe y oyó todo. El rostro de Marko se azotó en mi dirección. —¿Qué quieres decir con todo? —Me refiero a los últimos once minutos. Él marcó el número para hablarle sobre mí, pero no golpeó llamar hasta después. Creo que fue alrededor del momento en que te oyó o algo. No lo sé. Pero el punto es, si sabe que estás herido, podría enviar a sus chicos a preguntar por ahí. Lo que significa que necesitas esconderte por un tiempo, hasta que sanes, y que necesitas asegurarte de que puedes confiar en Isla. —Puedo confiar en ella, siempre y cuando no le diga lo que hice. Como tú, no puedo ser abierto acerca de lo que estamos haciendo. Me obligué a no pensar en ello. No quería pensar. No quería sentir. Abracé el entumecimiento, sabiendo que era sólo cuestión de tiempo antes de que me viniera abajo. *** La casa de Isla era de estilo cabaña no muy lejos de donde nos íbamos a reubicar. En el segundo en que abrió la puerta, vi la mirada de sorpresa en sus ojos oscuros. Se veía diferente a las fotos que Marko me mostró. Tenía el cabello más largo, llegando a los codos. Era alta y curvilínea con la piel besada por el sol. Era hermosa de una manera sana. No tan hermosa como mi Allie, que conste, pero hermosa no obstante. Se miraron el uno al otro en silencio por una cantidad incómoda de tiempo antes de que aclarará mi garganta y dijera—: Está en mal estado y necesita tu ayuda. Fue entonces que ella notó la mano que agarraba su hombro herido. Vi cómo desaparecía la sorpresa y aparecía la preocupación, preocupación y desaprobación, como si no estuviera sorprendida de ver a Marko en su porche con una herida de bala en él. Sí, esto estaba más jodido de lo que yo creía.

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Isla abrió más la puerta y nos hizo un gesto para entrar, y lo ayudé al interior de la acogedora casa, dejándolo en una rústica silla de la cocina. En todo momento, los ojos de Marko nunca dejaron los de ella. La miró como si estuviera en trance, y me sentí mal por el pobre bastardo porque ella inmediatamente subió sus paredes. Ella ató su rubio cabello opaco y se manejó fácilmente en la cocina, agarrando el botiquín de primeros auxilios al segundo en que lo vio. —¿Vas a decirme lo que pasó, Alec? —preguntó con dureza, y me pregunté de repente por qué le llamó por su nombre. —No —respondió él en el mismo tono. —Entonces me imagino que la cagaste, otra vez. Lástima que esa bala no terminó en tu cabeza más bien. —Después de la semana pasada, hubiera muerto como un hombre feliz. —Sonrió con malicia, observando su reacción. ¿La semana pasada? Marko escondía mierdas de mí. Ella se tensó y un rubor subió por sus mejillas y no dijo una palabra al respecto. Me quedé entre los dos, sintiéndome como el tercero en discordia. Estar cerca de dos personas que parecía se odiaban mutuamente e igualmente querían follarse hasta la muerte, no era donde imaginé que mi noche terminaría. Necesitaba a Allie. »Puedes irte —me dijo Marko, presintiendo una vez más mis pensamientos—. Voy a estar bien aquí. —Déjame saber cómo lo estás haciendo por la mañana —le dije. Asentí una vez hacia Isla saliendo, y ella miró lejos de mí como si yo fuera malas noticias. Mujeres. Siempre tan malditamente sospechosas.

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Traducido por Bett G., Nitan & Alysse Volkov Corregido por LuVelitta

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orrí de regreso al apartamento, esperanzado más allá de cualquier cosa de que Allie estuviera dormida. Necesitaba un poco de paz. Tenía una mañana muy ocupada delante de mí. El auto se hallaba cubierto de sangre, tenía bolsas de dinero en el asiento trasero, y estaría entrando en el apartamento con nada más que mi simple camiseta y mis mejillas como mierda, llenas de rasguños. Lucía desastroso, demonios, me sentía aún peor. No tenía nada en mí para poner mi cara de póquer. ¡Mentiras! ¡Mentiras! ¡Mentiras! ¡¿Cuándo iba a terminar?! —Otra noche tarde, ¿eh, Lawson? Ráfagas del perfume de Tru me asaltaron por la espalda. ¿De dónde diablos salió? Apreté los dientes y metí la llave en la puerta de entrada del edificio de apartamentos. Abrí la puerta y no me molesté en dejarla abierta para ella. Igual, entró antes de que esta se cerrara, deslizándose rápidamente, sus tacones chasqueando irregularmente en el suelo de baldosas. Me resistí a rodar mis ojos y maldecirla. Otra vez estaba borracha. Cristo, perdía su mierda rápido y realmente no se preocupaba por cambiar. No le dije una palabra cuando se detuvo a mi lado y esperó a que el ascensor se abriera. Sentí el calor de su mirada, me rastrillaba de arriba abajo de esa manera lujuriosa que no era capaz de quitarse. Esta perra

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seguía con hambre de mí, y sin importar lo que hacía para empujarla lejos, todavía venía corriendo a pedirme más. »Te he echado de menos, ya sabes —susurró en un intento de sonar seductora. Por el insulto en su voz, fracasó estrepitosamente. La miré, rechazándola al ver su maquillaje hecho mierda; el rímel, apelmazado y viejo, corriendo por sus mejillas como si hubiera estado llorando y no se hubiera molestado en limpiar su cara. —¿Qué mierda está pasándote, Tru? —Me encontré preguntando. Las puertas del ascensor se abrieron, pero giré a verla, recorriendo con mis ojos cada centímetro suyo. Era delgada antes, ahora parecía un maldito cadáver. —He estado divirtiéndome —respondió, levantando la comisura de sus labios en una sonrisa pícara. Sentí su mano en mi brazo desnudo, y una sensación de malestar me recorrió mientras sus uñas postizas se arrastraron por mi piel. —No me toques, maldita sea —espeté, azotando su mano. Pero la perra dio un paso más cerca de mí, frotando sus tetas contra mi brazo. Rápidamente presioné el botón del ascensor de nuevo. —¿No te acuerdas lo divertido que es, Heath? —preguntó—. ¿Ir de fiesta, follar y olvidar? Solías ser bueno en eso antes de tener tus bolas enterradas con una joven, dramática perra-hambrienta. —Cállate, Trudy. —¿Tienes otro hermano escondido en algún lugar? Es posible que desees mantenerlo escondido antes de que lo joda también. Mi cabeza palpitó aún más duro. —¡Dije cállate, maldita sea, Trudy! —Está usándote. Te dejará una vez que Ryker esté fuera. ¿Sabes que la mayoría de los presos sólo cumplen tres cuartas partes de su condena, cierto? Es mejor que la uses tanto como puedas hasta entonces. Realmente tuve suficiente de esto. La siguiente vez que me tocó, agarré su brazo y empujé su cuerpo contra la pared. Mi cuerpo la envolvió, y me quedé mirándola, queriendo nada más que triturarla en pedazos. Estaba volviéndome loco, mi cabeza palpitando con la urgencia de sacar mi agresión con algo. Acababa de ver a mi mejor amigo ser baleado, también pensé que estaba muerto, antes de que pusiera una bala en la cabeza de otro tipo. La última cosa que necesitaba era a Trudy corriendo por mi mujer otra vez.

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—Aléjate de Allie. —Gruñí—. Si sabes lo que es mejor para ti, vas a cerrar esa jodida boca. Esparces esa mierda a los demás y serás jodida en algún momento, Tru. Di un paso hacia atrás, alarmado por los impulsos violentos que fluían como torrente sanguíneo en mi cuerpo. Sin embargo, no parecía molesta. De hecho, vi entusiasmo asomándose en sus ojos. —Tres de la mañana —declaró de repente, con calma. Miré de reojo, confundido como la mierda. —¿Qué? —Son las tres de la mañana. —¿Y qué? —Matt me llamó. Dijo que te buscaba. —¿Por qué habría de llamarte a ti? Se encogió de hombros. —Por alguna razón pensó que estarías fallándome o algo así. Dijo que le dijera la verdad, que si engañabas a Allie, necesitaba saberlo. Me alejé de ella como si hubiera sido golpeado. ¿Por qué demonios Matt querría saber dónde me encontraba? —No estabas follándome —pensó en voz alta, sonriendo un poco—, pero a juzgar por tu ropa y los arañazos en tu cara, diría que estás jodiendo a alguien. Sabía que tu pequeña pelusa no era buena en la cama. Sabía que empezarías a buscar más, y parece que tienes un gusto más áspero de lo que recuerdo. Sabes que estoy aquí, ¿no? —Sé que estás desesperada —repliqué, pulsando una vez más el botón del ascensor—. También sé lo que necesitas para limpiarte, Trudy, y meterte en tus propios malditos asuntos. Se rio cuando di un paso más, librándome de su hedor. Escuché sus risas agudas hasta mucho después de entrar en el ascensor y que las puertas se cerraran. Todo el tiempo preguntándome acerca de Matt. ¿Por qué diablos se involucraba en mis asuntos? Primero Marko, y ahora esto. Para el momento en que entré al departamento, mi cráneo latía con fuerza. Era como caminar a través de la niebla; mi visión se sentía nublada. El entumecimiento que tanto necesitaba desapareció. Después de lo de Ricardo, pensaba que era perfectamente capaz de manejar la muerte, pero esta vez se sentía mal. Ya no sabía lo que era correcto. No sabía si debería odiarme, sentirme culpable, o aceptar que Marko tomó la decisión correcta. Atrás quedó mi confianza. Me sentía perdido y confundido. Tenía la intención de limpiar el efectivo de la casa, pero, ¡nunca matando gente en

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el proceso! Había tomado un giro oscuro para peor, y no quería seguir caminando por esa senda. Estaba atrapado. Quería salir del plan, salir de esta ciudad, alejarme de todo el mal que representaba. Y luego está mierda con Matt... Entré en la oscura cocina cuando de repente unas manos me agarraron y con poca fuerza me tiraron hacia atrás. —¡¿Dónde has estado?! —gritó Allie, su voz casi histérica. Esas manos entonces agarraron mi camisa, jalándome hacia ella. En la oscuridad, bajé la mirada hacia su cara surcada de lágrimas, considerándome como si la hubiera herido. —Oye —comencé con cautela—, te lo dije. —¿Dónde estabas? —exigió. Su cuerpo se sacudió cuando dio un paso atrás, soltándome. Me miraba ahora, y temblaba como nunca antes había visto en su camisón—. ¡Te llamé por horas, Heath! ¡Por horas! ¿Sabes lo asustada que estaba? —Estuve en una pelea… —¡No peleaste esta noche! Llamé a Matt y él me contó todo. ¡Y luego pasé el resto de la noche llamándote una y otra vez! Mierda. Jodida mierda. Es por eso que Matt estaba sobre mí. No había cargad mi teléfono hoy. Murió temprano en la noche, y me dije que debía cargarlo antes de la mañana. Tragué saliva. Me costó todo poner mi cara de póquer a pesar de no tener la excusa suficiente para ofrecerla. Me atraparon, pero ella me miraba con sospecha, y me preocupaba que pensara que me atrapó haciendo algo completamente diferente. —Pensé que tenía una pelea —le dije rápidamente, sin perder el ritmo. Ni siquiera estaba pensando, literalmente lo inventaba en el acto—. Cuando descubrí que no, llevé a Marko al pub. Tenía mucho que beber y me aseguré de que llegara a casa bien. No respondió por un momento. Sus ojos recorrieron mi rostro y luego viajaron por mi cuerpo. Estaba sucio. Su boca se abrió ante mi estado, mirando hacia la puerta antes de mirar hacia mí. —¿Marko? —repitió, con las cejas levantadas. —Sí, y no me odies por eso. Él no es lo que piensas. —¿Por qué? ¿Porque él respaldará la mierda que me dices en este momento? ¿Que se emborrachó en el bar y lo cuidaste toda la noche?

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Me apegué a eso. —Eso fue lo que paso. Mi teléfono murió por lo que no recibí tus llamadas. Lo juro, si lo hubiera hecho, las habría tomado y... — Mi voz se apagó cuando sus ojos se endurecieron. Me miró por mucho tiempo y por una vez no pude leer ni una sola característica en su rostro. —Me estás mintiendo —finalmente susurró incrédula. Se quedó completamente quieta cuando las palabras salieron de sus labios, como si de repente estuviera llegando a un acuerdo con ellas. —Allie. —Si no quieres decirme qué tramabas, entonces no inventes mentiras sobre que Marko se emborrachó. ¡Ese idiota no bebe! ¡Lo he escuchado decirlo demasiadas veces para contar! ¡Él no estaría en el bar! —Su rostro se enrojeció de ira cuando dio un paso adelante y me señaló—. ¡Y me parece increíble que no te hayas dado cuenta de que una mujer lo nota todo! Joder, acabo de cavar un agujero, reservado especialmente para mí y mi culo mentiroso. ¿Cómo se suponía que volvería de esto? »Dime dónde estabas —exigió con una determinación con la que no podría luchar. Gimiendo, arrastré mis manos sobre mi cabello y miré hacia el techo. Tan cansado. Tan jodidamente cansado —No puedo decírtelo —murmuré. —¿No puedes decirme? —Su voz se elevó en asombro—. ¿No me puedes decir? He pasado tanto contigo... —¡He terminado de mentir! —interrumpí ruidosamente, mirándola. Sentí que la ira tomaba el control ahora de una manera que nunca sentí hacia ella—. Bien, ¡me atrapaste! Mentí acerca de dónde estaría. No tuve una pelea. Tampoco fui al pub. Y tienes razón, Marko no se emborrachó porque no bebe. —Dime por qué mentiste. —No puedes saber. —¿No puedo saber o simplemente no me dirás? —No puedes —insistí, sintiendo que las venas de mi cuello sobresalían—. Es así de simple. No estoy haciendo nada para lastimarte... —¡No decirme me está lastimando! —Mira —Gruñí, inclinándome para mirarla directamente a los ojos—, ¡No estoy festejando, ni emborrachándome, ni follando chicas, ni haciendo nada sórdido a tus espaldas! ¡Maldita sea, no te he perjudicado! He sido fiel a ti cada segundo de cada día. Demonios, incluso mis pensamientos giran a tu alrededor. Paso todos los días siendo un padre para Kayden y un

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compañero para ti, asegurándome de que te alimentes, estás vestida, ¡eres feliz! Proporciono lo mejor de mis habilidades. Entonces, si no quiero contarte una maldita cosa, ¡entonces creo que tengo ese derecho! Justo ahí. Directo. Maldito. Ahí. Simplemente la rompí. El dolor en su rostro y las lágrimas que cayeron de sus ojos también me rompieron. Me odié a mí mismo. Odié lo que acababa de decir. Dios, ¿qué demonios me pasó? Gritaba como un maníaco ante la única persona que amaba, que alguna vez vio valor en mí. Pero, Jesús, ella era terca, y me mataba porque me sentía atrapado como un animal enjaulado. »Allie —susurré, tratando de arreglar esto inmediatamente antes de arruinarlo un poco más—. Te amo. Me mata lo mucho que te amo. Pero... esto... hay cosas que no puedo decir en este momento. Lo haré más tarde, pero no ahora. No respondió. Solo me miró con esta... esta mirada de decepción. Quería besarla, hacerlo mejor, preservar la imagen que tenía de mí antes de arruinarlo por completo. Ella se dio vuelta antes de que pudiera intentarlo y desapareció de nuevo en la habitación. Solo así, todo lo sólido que trabajé tan duro para construir en nuestra relación se rompió. Las piezas eran tan profundas y dentadas, no sabía cómo iba a arreglar esto. Me arrastré hasta el dormitorio y la observé por un momento, sentada al final de la cama de espaldas a mí. Con una mano balanceaba la cuna donde Kayden había empezado a preocuparse. Probablemente escuchó mis gritos. Demonios, estaba seguro de que todos en el edificio de apartamentos también lo hicieron. Miró por la ventana y al negro cielo durante unos minutos, como si estuviera buscando un escape. Al igual que sentía por Ryker, probablemente quería correr muy lejos. Probablemente quería escapar de los chicos Lawson porque éramos basura. Basura por herir a una mujer que no era más que suave y bella por dentro. »Allie. —No sabía qué decir, pero me dolía el corazón y estaba seguro de que podía oírlo palpitar en mi voz. —¿Son drogas? —dijo con tono vacilante. Sacudí la cabeza, aunque no podía verlo. —No, nena, no estoy traficando drogas.

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—Pero ocultas algo grande de mí. —No era una pregunta. Era simplemente una observación, una declaración que quería oír en voz alta y para que lo reconociera. Tragué saliva. —Sí. —¿Tiene algo que ver con esa libreta que encontré en tu bolsillo? Me congelé. Jesucristo. Ni siquiera me detuve a pensar en esa libreta en toda la noche. Oh, mierda. —¿Dónde está? —pregunté frenéticamente. —La puse de vuelta. —¿Se la mostraste a alguien? —¿Cómo quién? —¿Cómo a cualquiera? —No —respondió irritada. Mis hombros se hundieron con alivio. No podía joder esto de nuevo. Tenía que tener ese libro conmigo en todo momento. Mi corazón se sentía como si estuviera a punto de colapsar. Me froté el pecho y me dije que debía calmarme. No se lo mostró a nadie. ¡Por supuesto que no se lo mostró a nadie! ¿A quién se lo habría mostrado de todos modos? Estaba siendo irrazonable. —Sí —por fin respondí con un suspiro—. Tiene algo que ver con eso. —Y no me puedes decir qué. —No. Otro momento de silencio pasó mientras absorbía mi respuesta, y luego murmuró como sin vida—: Está bien. ¿Eso fue todo? ¿Está bien? Eso no se sentía como si hubiera sido suficiente. Necesitaba más. Me acerqué, odiando lo vacía que se veía y sonaba. Me arrodillé frente a ella, con el corazón en ruinas al ver su cara manchada de lágrimas. Tomé su mano libre y la sostuve contra mi pecho, esperando a que me mirara. —Te lo diré cuando pueda —le prometí—. Te lo juro. Confía en mí. Sus ojos se posaron en los míos. —¿Confiar en ti? Confianza es una palabra que no entiendes. Si hubieras confiado habrías venido a mí desde el principio. Has estado mintiéndome durante un tiempo, y no tomo bien a los mentirosos. Lo sabes. Sabes lo que tu hermano me hizo pasar, cuántas

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mentiras me dijo, la doble vida que llevaba… No te sientes aquí y actúes como si esto fuera diferente. —Esto es completamente diferente —le respondí con firmeza. Alejó su mano de mí y negó. —No, no lo es. No se siente diferente, y si algo no se siente diferente, entonces no lo es. —Así que, ¿qué estás diciendo entonces? Valientemente, replicó—: Estoy diciendo que no confío en ti. Frustrado, ¡quería sacudir algo de sentido en ella! Sinceramente creía que nunca la lastimaría. Se convenció de que era este ser perfecto que no podría hacer nada malo. Pero se equivocaba. Su imagen de mi iba a estrellarse y arder, y no existía nada que pudiera hacer para detenerlo. Por una vez, no podría sostener más esa imagen. Era humano, después de todo. Y los humanos son imperfectos y oscuros y hay tanto malo como bueno en ellos. Pero la confianza… la confianza era algo que le ofrecí en bandeja de oro. Tenía que confiar en mí en esto y, sin embargo, se negaba a hacerlo. Estaba rehuyendo del pasado y todo lo que hice por ella, ¡y me hizo hervir de rabia por su audacia! ¡¿Cómo mierda se atreve?! Me incliné hacia ella, obligándola a mirarme. Cuando lo hizo, mis ojos se oscurecieron cuando repliqué en voz baja—: No digas esa mierda de no confiar en mí después de todo lo que he hecho por ti. Jodidamente rasgué mi vida en pedazos, cambié cada pedazo de mí para ti. Dejé a mi vieja vida pasar, asumí responsabilidades que no tengo que tomar, y vine a casa contigo cada puto día desde que llegaste en busca de ayuda. Te embarazaste de mi hermano. Lo amaste primero. Lo follaste en este mismo apartamento y lo miraste como si fuera tu maldita eterna felicidad. Y aun así, te tomé y deseé. Dejé a un lado la razón y me abrí a ti, luché por ti, e hice todo en mí poder para hacerte feliz… —Prácticamente echando humo, me acerqué aún más cerca y gruñí—. No tienes el jodido derecho a decirme que no confías en mí. Temiendo decir algo más que no quisiera, salí de la habitación, dejándola asustada y aturdida.

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Traducido por Dayana Martinez Corregido por Maeh

—E

res una nenaza —dijo Reaper, riéndose mientras me preparaba mentalmente para mi pelea con algún ladrón amante de los esteroides al que llamaban

Animal.

Animal era nuevo, y porque nadie comenzó a meterse con él, Reaper me tiró la tarea como si fuera algo tan trivial como predecir el tiempo. Pero tan solo una mirada del chico y sabrían por qué responde al nombre de Animal. Era de complexión maciza y no como los chicos que entrenan en al gimnasio, era macizo de forma natural. Era grueso y grande en todas partes, como un maldito vikingo. »He estado enseñándote la forma de luchar por un tiempo y todavía no puedes tener el control sobre esto. Maldito marica. Me tensé y lo fulminé con la mirada. —El hombre es tres veces mi tamaño, Reap. Hay una razón por la cual nadie ha luchado con él, ya sabes. Si tuvieras dos malditos ojos, entenderías. Él todavía se reía, como si esto fuera divertido. Gilipollas. Reaper era un bastardo sádico, y después de haber sido torturado por él por algún tiempo, tuve suficiente y me repuse. No llegó a asustarlo como pensaba que podría. Parecía disfrutar de mi actitud cuando me lancé contra él. Supongo que eso es lo que sucede cuando se pasa mucho tiempo con alguien. Uno se acostumbra a la mierda de los demás. —Sigues siendo un marica —repitió. —¿Tienes algunas palabras nuevas en tu obviamente limitado vocabulario? Sacudió la cabeza. —No cuando se trata de Ryker Marica Lawson.

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Apreté los dientes y lo vi comer su desayuno. Iba a estar haciendo los deberes de lavandería, el trabajo de mierda que había en un lugar como este, mientras Reaper llegaba a relajarse en actividades de jardinería. A veces quería gritarle y decirle que no sabía lo que realmente era un día difícil, especialmente si podía comprar a todos a su alrededor y hacer parecer la prisión como unas acogedoras vacaciones. »He estado donde estás ahora —dijo entonces, leyendo mi mirada con facilidad—. La diferencia es que yo crecí con un par de bolas e hice lo que fuera necesario para ganar. De lo contrario este mundo te comerá. ¿No quieres que los Nazis allí te destrocen? ¿Quieres estar de rodillas pidiendo ayuda cuando esté metiendo su polla en tu garganta? Tienes que mostrarle al mundo todo lo que piensas de él. Tienes que demostrar que no eres débil y que vas a dar la pelea, incluso si eso significa salir golpeado. Eché un vistazo a través de la cafetería donde los nazis aterrorizaban a algunos reos. La mayor parte de ellos eran una mierda. —Si mi banda estuviera aquí —dije en voz baja—, seria intocable. —No, no lo serías —refutó, burlándose de mí—, habrían sido abandonados, igual que tú. Eres demasiado pequeño, Ry. No hay razón para protegerte. Apuesto que ese jefe tuyo está esperando a ver cómo te va aquí por tu cuenta. Como dije, esto podría ser un triunfo o fracaso. Sal de aquí disparando tu arma y te dará la bienvenida con los brazos abiertos. Sí, necesitaba que eso pasara. Era el único camino que me quedaba fuera de este lugar. —Sí, está bien —dije finalmente—. Me apunto. No sé cómo voy a soportar el dolor. Hizo una pausa comiendo su tostada untada con mantequilla durante un momento y me miró fijamente con fuerza. —Piensa en un tiempo en el pasado que dolió —dijo silenciosamente, sus ojos se vieron distantes, como si recordara algo de su propio pasado—. No hablo de un modo físico. Hablo emocionalmente. Úsalo como si fuera el combustible. El dolor está en la mente, y si estás demasiado ocupado enojado con un recuerdo, no lo sentirás. Me pregunté acerca de eso por un momento. Vi el rostro de Allie en mi mente y recordé lo que me dijo cuando la vi en la sala de visitas. Había estado tan esperanzado de que podía arreglar las cosas entre nosotros. También fui iluso al creer que caería rendida a mis encantos por siempre. Pensé en ella y Heath juntos y cómo me abandonó en este lugar de mierda, mientras está follando con mi hermano. Pero eso no me hacía sentir enfadado. Simplemente me ponía... triste.

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No sé por qué dicen que el corazón se rompe en dos cuando tienes una desilusión. Para mí, se rompió en mil pedazos. No se podría juntar de nuevo, y aunque lo intentara, parecería una triste calcomanía de músculo con miles de pequeños agujeros. Si solo hubiera sido sincero con ella desde el principio… »No pienses en ella —enfatizó Reaper, sintiendo mis pensamientos—. Ellos no te harán sentir rabia. Piensa en otra cosa. Piensa en tu hermano. ¿No dices que quieres cortar la garganta del muchacho? Piensa en lo que te hizo. —Pienso en eso todos los días —le respondí débilmente—. Pienso en nuestra conversación cuando vino a verme. Lo reproduzco en mi cabeza todo el maldito tiempo, pero… no me hace enojar. —Entonces, ¿qué hace? Con una exhalación fuerte, le respondí—: No sé. Pero yo lo sabía. No quería decirle. Ese recuerdo se hallaba reservado para mí, y tendría que pasar por una maldita mierda para revivirlo. *** 101

Después de una mañana clasificando lavandería, me dirigí detrás de Animal, mientras entraba en la cafetería. Parecía seguro de su paso, como si el peligro hubiera pasado hace mucho tiempo y fuera intocable. Atrapé la vista de Reaper cuando se sentaba encima de una de las mesas del almuerzo, como si planeara estar en primera fila. Me hizo señas dando un tirón con su barbilla y abandoné la fila donde Animal y yo esperábamos la comida. —¿Estás listo, hombre? —preguntó Reaper, saltando de la mesa para estar delante de mí. Sus ojos lucían brillantes. Quería matar al maldito por estar tan emocionado. —Sí, tan listo como un hombre de setenta kilos podría estar para enfrentarse con uno de, ¿ciento veinte? Reaper miró más allá de mi hombro y deliberó durante un segundo. — Ciento treinta, ¿tal vez? Esa sensación de pánico me barrió. Joder, no podía hacer esto. Este hombre iba a limpiar totalmente el piso conmigo. —¿Y si me mata? —pregunté con torpeza.


—Tengamos la esperanza de que sea un golpe rápido y sin dolor — respondió. —¡Santo infierno, Reap! Soltó una carcajada. —¿Dónde está tu sentido del humor? —Esa mierda desapareció cuando me di cuenta de que estoy a punto de pelear con un vikingo llamado Animal. Sonrió. —¿Prefieres ser follado en los baños? Porque yo puedo llevarte allí ahora mismo. Caminamos, y podrás deleitarte con los alegres sonidos de sollozos y el sonido de piel siendo aporreada. Le gruñí. —Vete a la mierda, Reaper. Has estado a mi lado desde hace meses, y no sabes una mierda de lo que me sucede, ¿verdad? No te importa mi protección. Tampoco te preocupa cuando soy empujado. Todo lo que te importa eres tú mismo. La sonrisa se le borró de inmediato. —Si no me preocupara por un pequeño cabrón como tú, te habría pateado el culo al segundo en que te acercaste a mi mesa hablando mierda sobre las manzanas y navajas, como un pequeño niño punk sabelotodo. —Me miras como un pasatiempo. —¿Esperas que sea amoroso contigo y que te diga que cambié de opinión en el camino? Espera aquí y voy a pedirle permiso al guardia para cortar una rosa para ti —soltó sarcásticamente y luego golpeo en el pecho con su dedo—. Una vez hecho esto, me podrás agradecer por no protegerte desde hace mucho tiempo. Ya lograrás comenzar a defenderte solo, así no tendrás que depender de nadie más que de ti. Suspiré. Tenía razón. Tenía que cultivar una base. Había estado huyendo sin cesar toda mi vida sobre ser un hombre, sin embargo, me escondía ante cada situación difícil. Era tiempo de parar. »Recuerda —dijo, Reaper entonces en voz baja—, golpéalo primero. Hazlo cuando menos se lo espere. Te sugiero que sea justo después de que haya tomado su comida y esté de camino a su mesa. Pégale duro, Ryker, realmente duro. Estará desprevenido y perderá su ventaja. Y después de que lo hayas golpeado, si aún quieres, dale un gancho en la cara. Con eso será un excelente knockout. Mi boca cayó abierta. —¿Después de que haya sacado la mierda de mí, querrás decir? Reaper asintió, me cayó como un balde de agua fría. —Sí. Buena suerte.

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Aturdido, trateé de retirarme pero me tomó por el brazo. —Por cierto —añadió—, se me olvidó darte esto. Volví la cabeza para mirarlo cuando… ¡Bofetada! Quedé en blanco, sentí un dolor punzante en mi cara. Dejé escapar una bocanada de aire mientras me enderezaba y recuperaba la visión. ¡El hijo de puta sólo me dio una bofetada! »Necesitas ser más agresivo. —Le oí decir a través del zumbido de la sangre en mis oídos—. Esa adrenalina disparando a través de tu cuerpo es necesaria. Puedes sentirlo ahora, ¿no? ¿Esa ira? Sí, hijo de puta, siéntelo. Un buen golpe en el rostro, donde las terminaciones nerviosas están tan cerca del cerebro es un puto camino seguro para encenderte. Ahora brinca sobre el bastardo mientras me como mi manzana. Tenía razón. Me sentía enojado. Mi cuerpo se estremeció por la adrenalina corriendo por mi sistema. Necesitaba moverme mientras podía. Necesitaba hacer esto y rezar para no terminar en una bolsa de cadáveres. La mitad de mi cara se sentía entumecida por el momento en que me abalancé sobre Animal justo cuando salía de la fila. No me vio venir. ¿Por qué habría de hacerlo? No era nadie aquí. Y en ese corto segundo levanté mi puño del modo en que Reaper me dijo y lo envié volando hacia su rostro mientras pasaba junto a él, recordé lo que Allie me dijo una vez después de contarle sobre la posibilidad de luchar como Heath. —No tienes que ser como tu hermano, Ryker. Ser duro no significa golpear la cara de alguien y conseguir dinero por ello. Ser duro puede venir de tu interior también. Nunca lo entendí realmente hasta ahora. No tenía que ser físicamente grande para ser fuerte. Allie tenía razón. Tenía que mostrarle a la gente mi fortaleza interior. Lo tomé desprevenido conectando un fuerte puñetazo en la cara haciéndole una gran grieta, tropezó a su derecha y su bandeja se estrelló contra el suelo. La cafetería de inmediato quedó en silencio y todos los ojos cayeron sobre nosotros. Animal se equilibró igual que lo hice yo, su rostro empezó a endurecerse. La ira se reflejó en su rostro y me di cuenta de que el infierno se hallaba a punto de desatarse. Rápidamente miré a Reaper detrás de mí. Tenía la mano hacia los guardias que llegaron a intervenir, impidiendo que se entrometieran. Ellos le obedecieron y nos observaron, entonces comprendí que estaba completamente solo.

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Animal se abalanzó sobre mí y caí al suelo, golpeando mi cabeza contra el suelo duro. Se sentó a horcajadas en mis caderas y envió puño tras puño a mi rostro. Luché contra su mano de hierro, subí mis brazos para cubrirme el rostro. El pánico me atormentaba internamente, y en medio del caos, cerré mis ojos por un momento y aproveché para recordar todo lo que me pasó. Pensé en ese bebé que encontré. Sucio. Manchado. Apenas moviéndose. Pensé en la desesperación de Ricardo para abandonarla. Abandonar un bebé indefenso... La ira. La maldita rabia que me poseyó fue indescriptible. Y fue entonces que sentí una oleada de energía dentro de mí. Una especie de rabia explosiva que multiplicó mi fuerza como nunca antes. Abrí los ojos y con todas mis fuerzas, le di un cabezazo a Animal cuando se disponía a quitarme los brazos del rostro. Gruñó de dolor, la mitad de su cuerpo cayó a mi lado, y logré empujarlo de mis caderas. Sentí que mi cabeza iba a desmoronarse con la fuerza del golpe, pero actuaba solamente con mi recién encontrada habilidad para sentir ira; ira que me insensibilizó ante la intensidad del dolor. Luchamos, lanzándonos golpes el uno al otro, la multitud nos empezó a gritar desde todos los ángulos… No podía pensar. Ni siquiera podía respirar cuando me defendía contra el hombre con el que nunca pensé antes que lucharía. Me molió a golpes, e incluso cuando me encontraba demasiado lastimado para respirar y demasiado cansado para soltar más golpes, daba todo lo que tenía. Este fue mi mensaje para todos los que me rodeaban. ¿Quieren pelear conmigo? Estén preparados para esforzarse por ello. No iba a retroceder. No iba a ser un gatito y encogerme por temor de ser golpeado. No, usaba mi rabia y pintaba su rostro de rojo también. Demostrando a todos que sólo porque era más pequeño que él, no quería decir que fuera más débil. Extrañamente me dio poder. Hizo desaparecer cualquier temor que sentía de este lugar. Los guardias finalmente nos separaron cuando la intensidad de nuestros golpes menguó, e imaginé que estaban bajo el mando de Reaper para terminar la pelea. Fui directamente a la enfermería, y me llevaron a

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rastras esposado como un animal delante de todos los aturdidos prisioneros, sonreí con una sonrisa sangrienta que todos podían ver. Me llamaron sombrerero loco después de eso. *** —Lo hiciste bien —dijo Reaper, dándome una palmada en la espalda. Dejé escapar un suspiro de dolor y le sonreí ampliamente. Se estremeció al ver mis labios y la cara hinchados. No podía abrir mi ojo, y el otro sólo se abrió hasta la mitad »También pareces un maldito pez globo. Me encogí de hombros, e incluso eso dolía como un hijo de puta. —Por lo menos lo hice, ¿verdad? Me miró por un momento, mientras intentaba comer mi avena de la mañana. Y luego, de la nada, ensanchó en una sonrisa —una, con la que estaba seguro que todas las chicas caían rendidas— y se echó a reír. Sólo se rió. Una verdadera maldita risa por una vez. Y negó con la cabeza al mismo tiempo. —Ryker —dijo, en medio de la risa—, eres un puto psicópata, hombre. Realmente no pensé que ibas a llegar hasta el final. Infierno de mierda, pensé que solo ibas a darle una palmadita en la espalda al acercarte al hijo de puta. Tú… me sorprendiste. No me sorprendo con facilidad. —Ves, tengo una lucha dentro de mí. —Y ahora estás dejando que tu ego se te vaya a la cabeza. Me reí y me detuve de inmediato. Dios, el dolor. —Bueno, tenías razón, y quería ser como tú. Quería tener tu espíritu. Contempló mis palabras antes de afirmar. —Sí, bueno, los hijo de puta como yo no tienen espíritu, Ry. Estamos muertos por dentro. Pero estar aquí contigo... ha sido un gran paseo de mierda. Sabía que me decía esto porque era cuestión de semanas para que estuviera fuera. La idea de estar sin el chico con el que pasé mis días cuando entré en pánico me desgarró. Era un buen amigo a pesar de lo aterrador que podía ser. »Si alguna vez necesitas ayuda en el mundo real —agregó solemnemente—, puedes confiar en que voy a estar allí para ti, ¿verdad? Asentí con la cabeza. —Aprecio eso.

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Pero él no había terminado. Estaba preocupado por algo. Se pasó una mano por el cabello y susurró—: Sin embargo, no vayas por el mismo camino que yo. No jodas tu vida. No retrocedas solo porque has sido quemado, Ry. El mundo es un basurero de mierda, seguro, pero si te fijas bien, es bueno allí. Asentí con la cabeza de nuevo, pero en mi corazón sabía que él se equivocaba. No existía más bien en este mundo. Ya había llegado a aceptarlo.

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Traducido por July Styles Tate, Apolineah17 & Maeh Corregido por LuVelitta

S

iempre me enorgullecí en tratar de ser honesta en cada paso del camino. Aunque la verdad fuera difícil de tratar, se lo debía a cualquiera que quisiera saber.

Ryker me dañó. Me alimentó con mentiras y escondió partes de sí mismo que todavía eran un misterio para mí. Lo sentí deslizarse a través de mis largos dedos antes de ser arrestado. Siempre supe que una relación sólo podría funcionar cuando la honestidad fuera fundamental. Porque con honestidad había comunicación, y cuando podías comunicar todo con la persona a la que estuvieras destinado a compartir tu vida, la falta de comunicación se convertiría en una cosa del pasado. Me pregunté si Heath se me escapaba entre mis dedos también. Tal vez fui ingenua al pensar que todo entre nosotros era perfecto. Tal vez estuve aferrándome a un felices para siempre y no hice caso de todos los signos de la manera en que sí lo hice con su hermano. Todo en lo que seguí pensando fue en la forma en que sin esfuerzo me mintió. Salió rápido y fácil, como si lo hubiera hecho antes. ¿Lo hizo? Si me mintió sobre donde estaba toda la noche, ¿qué otras mentiras podría haber? Tragué un bulto, ponderando la posibilidad, mientras no quería nada más que apretar mi pecho y aliviar mi corazón adolorido. No podía tratar con él haciéndome daño. Dios, si rompía mi corazón... que le di con tan buena voluntad, ¡ciegamente! Desde aquella noche en que llegó a casa con su rostro lleno de cuestionables arañazos, se cerró a mí alrededor. Aunque había sido firme en que no tenía ningún derecho a no confiar en él, no estuve de acuerdo. Estaba llevando un gran secreto en frente mío. Continuó yéndose algunas noches, sólo que esta vez no ofreció una explicación, o una mentira acerca

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de su paradero. Después, llegaba a casa, apenas me decía una palabra, y pasaba la mayor parte de su tiempo con Kayden. Luego, para empeorar las cosas, oí rumores extraños mientras me encontraba en clase, antes de que una chica al azar se me acercara y dijera—: Siento lo de Heath. Los hombres son perros, ¿eh? —No lo entendí por algunos días, no hasta que lo escuché de un amigo de clase que me puso al corriente del chisme. Al parecer, durante un tiempo admiradoras de Heath pensaron que porque no había aparecido en sus peleas, probablemente lo había encontrado con otra chica. Al principio, me sentí un poco aliviada de que realmente siguiera peleando. Pero luego dijeron el nombre de Trudy y todo alivio se convirtió en amarga ira. Esa ira por la posibilidad de su infidelidad con esa perra creció dentro de mi todas las noches que llegaba tarde a casa. Me pregunté si estaba con ella, incluso entré en las habitaciones de las que había salido para ver si dejaba el olor del perfume detrás. Empezaba a convertirme en una chica paranoica, loca. La brecha en nuestra cama se hizo más grande, y ninguno de los dos estaba dispuesto a cerrarla. Me sentía herida y enojada y desconfiada de todo. Me moría de ganas de saber qué era tan importante como para ser empujada a un lado como lo hizo. Me sentía patética y necesitada, y pronto estuve deprimida por ¡permitir que un hombre determinara mi felicidad! Independientemente de lo enamorada que estuviera, me negué a ser tratada como menos de lo que merecía. No iba a ser otro felpudo para que alguien caminara por encima, y no iba a vivir siendo engañada tampoco. Luché contra la depresión, endureciendo mi corazón y centrando cada pedacito de mi energía en mis clases y en Kayden. No hice caso de los rumores y las miradas. Miradas que goteaban piedad o diversión. No iba a dejar que me afectaran, después de todo, para empezar, me puse en esta posición, y debería haber sabido qué esperar. Estar con alguien siempre significa correr el riesgo de tener tu corazón roto, y al final del día, no es culpa de nadie, más que de uno mismo. Has saltado. Decidiste intervenir, ciego pero con los ojos abiertos. Eso es lo que se necesita para enamorarse, y es aterrador pero maravilloso al mismo tiempo. También duele como un hijo de puta. Una semana más tarde, empezamos la limpieza de la vivienda para la mudanza. Heath era razonable para tratar. No cerraba su mandíbula a mí alrededor como si estuviera luchando por contener las palabras. Metió la mayoría de las cosas, mientras me ocupaba de Kayden, y en momentos aleatorios se detenía y sólo me miraba. No lo miraba de vuelta. Fingí estar

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ocupada, pero podía sentir el calor de su mirada en mi espalda, y me sentí como si hubiésemos rebobinado los relojes y hubiésemos quedado atrapados en nuestro viejo patrón de interacciones torpes. Cada vez que llevaba una gran caja fuera del apartamento, dejaba lo que hacía y lo miraba. Era difícil no admirar a un hombre sudoroso, construido, que hacía que tu corazón latiera más fuerte y tu mente marearse con la lujuria. Lucia particularmente hermoso el día de hoy, vistiendo una camiseta blanca ajustada que hacía sus bíceps presionarse contra las mangas. Las palabras: "Hermano, ¿por lo menos lo levantas?" cubría su espalda en totalidad con letras en negrita gigantes, haciéndome rodar mis ojos a su ego. Y fueron estos breves momentos que hicieron mi corazón descongelarse y mis paredes desmoronarse. Quería correr hacia él, para decirle que estaba bien, que podía guardarse lo que quería de mí mientras pudiera sentir su amor por mí otra vez. Por supuesto que no lo hice. Era demasiado orgullosa. Tomó la mañana para vaciar la mayor parte de la vivienda, y en la nueva casa, tomó una tarde entera organizar todas nuestras cosas. No teníamos mucho material, por lo que la casa seguía desnuda y en necesidad de más muebles. Hicimos varios viajes de ida y vuelta, y estábamos muy conscientes de que teníamos que estar en el apartamento al menos una noche más antes de que todo estuviera completamente despejado. Así que dejamos la cama y lo esencial para la noche. Fue mientras vaciaba los armarios en el cuarto de baño que se acercó a mí. Inclinó su cuerpo gigante contra el marco de la puerta y se cruzó de brazos, mirándome fijamente como si estuviera haciendo algún truco de magia que trataba de averiguar. Al instante mi cuerpo se calentó. Temblaba un poco mientras quitaba mi maquillaje, y esperaba a que dijera algo. Cuando miré en el espejo brevemente, me encontré con sus ojos viajando por mi cuerpo en una especie de forma caliente, y como siempre, sentí mi vientre retorcerse y mi sexo contraerse. Sólo imaginando cómo era con él una vez encendido, la manera en que me miraba hambrientamente era un detonante que sentí profundamente en mis huesos. Me volvió papilla. Me hizo sentir sexy y deseable, independientemente de nuestros problemas. —Tengo una pelea esta noche —dijo finalmente. Me tensé un poco a sus palabras, una parte de mí preguntándose si era otra mentira, antes de encogerme de hombros. —Bien. No se fue. Sólo siguió mirándome de esa manera adictiva que amaba. La mitad de mí suplicaba que sólo me clavara en la pared, mientras que la otra, aburrida parte lógica de mí, recordaba las mentiras.

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No eres un felpudo, Allie. Me recordé una y otra vez. —Estoy diciendo la verdad. —Y añadió solemnemente—: Realmente estoy luchando. —Está bien —repetí con aire ausente. —Ven conmigo. Me quedé inmóvil y miré a su reflejo en el espejo de nuevo y realmente vi su apariencia. Sus ojos oscuros se reunieron con los míos, finalmente parecían suaves y acogedores. Los arañazos se habían ido, sus mejillas ahora llenas de rastrojos, y su cabello caía sobre la parte superior de su frente. Se veía tan malditamente franco y descuidado, y no podía imaginar una mirada diferente que podría adaptársele mejor. —No puedo —respondí—. Tengo a Kayden… —Llama a tu mamá —interrumpió, como si ya tuviera todas las respuestas—. Dile que le daré algo de dinero por ello. Puede venir y cuidarlo. Es hora de que le paguemos por cuidarlo de todos modos. Cuando no respondí de inmediato, se apartó del marco de la puerta y se acercó a mí. Su parte delantera empujó contra mi espalda y sus dedos peinaron a través de los mechones de mi cabello de arriba abajo. »Allison, no quiero pelear contigo. Allison. Anhelaba que me llamara así, la forma en que salía de su lengua con cariño. »También te amo mucho para seguir así —continuó con dulzura—. Estamos desperdiciando tiempo peleando, y no vale la pena. Somos mejores que eso. Quería dejar de sentirme así, pero todo lo que eso hizo fue revivir su mentira y la sensación como si estuviera siendo burlada en público para empeorarlo. —También pensé que éramos mejores que eso —respondí en tono duro—. Pensé que eras diferente. Pero todo lo que se necesita para saber en realidad cómo eres es caminar por las calles y escuchar a las personas hablar. Su rostro se retorció en confusión. —¿Escuchar a las personas hablar? —Me estás mintiendo, pero parecen pensar que saben lo que estás haciendo cuando desapareces. Su expresión se volvió seria mientras respondía—: ¿Qué quieres decir?

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Me di la vuelta y lo enfrenté. Me sentía como si hubiera tragado una bola de golf cuando me las arreglé para decir—: Dicen que estás con otras chicas. La mirada seria inmediatamente desapareció y se convirtió en irritación. —Jodido infierno, Allie… —Me dices que no estás por ahí jodiendo con otras chicas, pero estoy escuchando una carga de mierda por parte de Trudy en estos rumores. Ahora no existía nada más que sorpresa en su mirada. —¿Trudy? —Sí, Trudy. Me sentía un poco tonta mencionándola. Su reacción expresaba sorpresa a nivel nuclear. Estaba bastante segura de que trataba de encontrar algo para discutir. Toda esa frustración necesitaba una manera de descargarse, y simplemente tropecé con el argumento más tonto de todos. —Sí, bueno, Trudy es probablemente quien inició esos rumores —me dijo. —Qué momento tan conveniente para Trudy empezarlos —respondí sarcásticamente, empujándome más allá de él. Me siguió del dormitorio medio lleno y se detuvo junto a la cama a mi lado a medida que empacaba la ropa en la maleta abierta sobre el colchón. —Mira —dijo tensamente—, si no fuera por ti llamando a Matt y preguntándole dónde estaba, entonces probablemente no habría abierto su fea boca en primer lugar. Le lancé una mirada extraña. —¿Qué tiene que ver llamar a Matt con Trudy? —¡Porque es quien la llamó! Le preguntó si estaba pasando tiempo en la cama conmigo, por el amor de Dios. Me le quedé viendo por un momento, con la camisa en mi mano media doblada. ¿Qué demonios acaba de admitir ahora mismo? Mi corazón se aceleró. —¿Cómo si quiera sabes que la llamó? —exigí, sintiéndome como si acabara de atraparlo. Suspiró y sacudió la cabeza. —¿Por qué demonios tienes que pensar lo peor de mí? La razón por la que lo sé no es porque realmente estuviera en su cama, Allie. Es porque me lo dijo mientras entraba al edificio esa noche. —Qué conveniente una vez más que esté allí para decir eso — murmuré en voz baja, agarrando otra blusa para doblar.

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—No era la primera vez —respondió vacilante—. La atrapé ebria y desmayada al lado de los elevadores. La llevé a su apartamento… —¿Qué? —lo interrumpí—. ¿La llevaste a su apartamento? Apretó los dientes a medida que me miraba duramente. —Allie, ¡maldita sea, no hice nada! No te atrevas a darme esa mirada como si lo hubiera hecho… —¡Bueno, ya no eres completamente comunicativo con información, Heath! Así que creo que tengo derecho a darte cualquier tipo de mirada que quiera. Abrió su boca para decir algo, pero se detuvo y giró lejos de mí. Arrastrando los dedos por su cabello, se apresuró a salir de la habitación y me dejó sola. Por lo general, tomaría este tiempo para tranquilizarme, pero me sentía demasiado enojada para mirar más allá de todo. Y ahora en la parte superior de todo lo demás, tuve que imaginarlo tocando a Trudy y llevándola a su apartamento. ¿De verdad? ¿Cómo podría ser comprensiva de mi hombre, llevando a una chica con la que ha dormido en este mismo maldito apartamento al suyo? Temblaba de ira para el momento en que regresó. Su pecho subía y bajaba rápidamente cuando se detuvo a mi lado. —Hemos llevado esto demasiado lejos ahora —dijo—. Pelear no es nuestro estilo. Por favor, vamos a dejarlo. —Lo dejaré cuando me digas qué está pasando —repliqué. —Allie, mírame. No lo hice. »Allie, por favor. Cuando no lo hice, tiró de la camisa de mis manos y la lanzó sobre el colchón. »Ya basta, Allie —dijo con enojo—. Estoy haciendo mi maldito mayor esfuerzo aquí. Sólo mírame y déjame tratar de ayudarte a entender. Tomó todo en mí morderme la lengua. Crucé los brazos y lentamente mi giré. Se veía molesto, y apretaba su mandíbula para controlar su propio temperamento. Pero al mismo tiempo, esos ojos se centraron en los míos, y había calidez y amor allí. »Actúas como si no quisiera ser honesto contigo —dijo en voz baja. Se movió para agarrar mi mano pero se contuvo—. Sólo… me gustaría que supieras lo equivocado que estaba. Te estoy ocultando información no porque quiera, sino porque es por tu propia seguridad. El miedo se apoderó de mí mientras lo miraba con confusión.

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—¿De qué hablas? ¿Alguien está detrás de ti? —Sí y no. —¿Qué tipo de respuesta es esa? —Mi voz se quebró y sequé las lágrimas que brotaban de mis ojos—. Esto es tan injusto, Heath. Es como si estuviera de regreso con Ryker, pero sólo es contigo. Su cuerpo se tensó ante el nombre de su hermano. —Esto no es nada como Ryker. No soy nada como él. —¿Lo que sea que está sucediendo es su culpa? ¿Debes más dinero? ¿Estás vendiendo drogas para las personas para las que trabajaba? —Del tipo de la primera pregunta y no de otras. ¡¿El tipo?! ¡¿Qué incluso significaba eso?! Me sacudí. Me sentía locamente confundida, mis rodillas flaquearon. Colapsé al filo de la cama y me quedé viendo un punto fijo en la alfombra. —Me dijiste algo una vez —susurré—. El día que mataste a Ricardo… estabas en la ducha conmigo y dijiste que te diste cuenta de las cosas que eras capaz de hacer ahora. ¿Es… Es tan malo lo que estás haciendo como… matar a un hombre? —Fue tan difícil empujar las palabras fuera de mi boca. Me sentía aterrada de la respuesta, mucho menos que preguntar. —No he tenido que matar a nadie más si es lo que estas preguntando —dijo tranquilamente—. No personalmente de todas formas. —No personalmente —repetí, tratando de entender a qué demonios se refería. Se sentó a mi lado, manteniendo una corta distancia entre los dos. Estuvimos en silencio por un rato, y trataba en ese rato de absorber lo que acababa de decir. —Un día entenderás —dijo finalmente—. Y recordarás todo esto, y tendrá más sentido para ti. Un día. Ese día se sentía como un largo camino. Traté de racionar lo mejor que pude. »Y sabes —agregó, acercándose un poco hacia mí—, que nunca buscaré a otra mujer. Eres la única para mí. Suspiré. —No quise decir eso. Sé que no estarías con otra chica. Pero estaba enojada. —Lo sé, Allie, lo sé completamente.

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Sus brazos se envolvieron a mí alrededor y me apretó más hacia él, sin decir una palabra. Besó mi hombro y mi cuello, siempre esos lugares que le gustaban más. No había nada sexual en ello. Era puro afecto, y no pude evitar hundirme en ello. Su frente tomó un lado de mi cabeza, y cerró sus ojos por un momento, respirándome. »No quiero sonar ñoño —susurró, su voz sonaba como si estuviese luchando contra sus emociones—. Pero no puedo expresar qué tan parte de mí eres, Allison. No puedo estar sin ti. Tragué duro y asentí un poco. No podía hablar. Sólo observaba su reflejo en el espejo del ropero, viendo lo mucho que luchaba por dentro. Abrió su boca para decir algo más, pero se detuvo a sí mismo, y parecía que fuera difícil hacerlo. Me pregunté si la verdad que mantenía oculta de mí era lo que tenía en la punta de la lengua. Entonces me di cuenta de que en verdad quería decírmelo. Solamente que no podía. Y no por razones egoístas, sino por las consecuencias. Luchaba por comprenderlo. Ser paciente y esperar el tiempo correcto para que se abriera. Al ser enojada y retirada, lo presionaba lejos y estaba asustado de eso. Por eso me decía esto. —También te amo —contesté—. Y… te creo. La única manera en que esto funcionaría era confiando en él. Dejó salir una pesada exhalación, como si mis palabras le ofrecieran consuelo. Decirlas en voz alta se sentía bien. Nunca me hizo dudar de su lealtad antes de esto, y tuve que admitir eso para mí misma para ver más allá de la herida. Necesitaba enfocarme en las cosas buenas. Mantenerme positiva, esperaba que fuera suficiente para mantener ese picor en mi mente que pedía la verdad. Dime, Heath. Por favor, por el amor a Dios, solo dímelo.

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Traducido por mariana90 & BlackRose10 Corregido por Noir

H

eath regresó alrededor de la medianoche. Kayden se encontraba dormido en la cama conmigo cuando lo oí entrar por la puerta. Era nuestra última noche en el apartamento, por lo que sus pasos sonaban extra fuerte en el espacio vacío. Entró en el dormitorio oscuro, la mirada dirigida directamente hacia la ventana. —Oye —dije con cansancio. Él se llevó un dedo a la boca, señalando que me quedara tranquila mientras se dirigía a la ventana y se asomaba a través de las persianas. Preocupada de que algo estuviera mal, me senté. El colchón se movió mientras lo hacía, y Kayden se agitó y dejó escapar un grito de frustración. —Mantenlo tranquilo —exigió Heath en voz baja. Recogí a Kayden y lo mecí en mis brazos, viendo a Heath mirando a la calle. Se quedó así durante unos minutos interminables, volviendo la cabeza hacia atrás y hacia delante mientras miraba de arriba abajo la carretera. Era muy prudente cuando un vehículo pasaba. —¿Qué pasó? —le pregunté. No pude permanecer en silencio un momento más. Kayden se volvió a dormir, pero seguí sosteniéndolo contra mí en caso de que se moviera de nuevo. —Pensé que vi personas siguiéndome —respondió pensativo—. Vi un par de tipos en la pelea de esta noche, me miraban como si fuera algún tipo de objetivo. Se quedaron allí cuando gané y luego saltaron a su camioneta cuando fui al mío. Me siguieron por unas calles y luego rodeé por los alrededores y tomé las carreteras secundarias hasta que los perdí. Pero... quiero decir, nadie puede saber dónde vivo, ¿no? Este lugar está infestado de bastardos entrometidos.

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No le respondí. Jesucristo, ¿qué sucedía? No podía soportarlo más. Como si sintiera mi miedo, volvió su rostro hacia mí y solemnemente dijo—: Si están dando vueltas, vas directamente con tu madre. Sin embargo, no debe haber nadie. Estoy bien. No hay manera de que alguien estuviera siguiéndome. No es posible. Tragué saliva y me recosté contra la cabecera. Mi cuerpo se estremeció con todas las horribles posibilidades. El hecho de que lo siguieran me asustó como la mierda. Miré a Kayden en la oscuridad y sacudí la cabeza hacia él. Qué puto fracaso de madre que soy, poniéndolo en esta clase de peligro. Si hubiera esquivado a los hermanos Lawson, podría haber esquivado toda esta mierda también. Los ojos de Kayden se abrieron y dejó escapar un gran bostezo, y parpadeé para contener las lágrimas ante la idea de que alguien lo lastimara. —Tal vez debería irme —dije, más para mí que para él—.Dices que tratas de protegernos, pero suena como si te hubieras equivocado en algún lugar a lo largo del camino. Me miró, su rostro rompiéndose ante la idea de que mi yéndome. —Allie, eso no es posible. No lo he estropeado. He sido muy meticuloso. No hay nada que temer de todos modos. He llamado a Marko y está en camino. —¿Consiguió un teléfono? —Sí, le hice conseguir uno. —¿Hace cuánto tiempo lo llamaste? —le pregunté. —Hace unos diez minutos —respondió—. Fui a ver el edificio antes de eso. Maldita Trudy se desmalló en frente de nuevo, pero la dejé sola. Además de eso, no hay actividad sospechosa. Durante mucho tiempo después de eso, nos quedamos en silencio. Luché para mantener los ojos abiertos mientras que el temor de que algo sucediera lo disipó. Pero Heath continuaba mirando afuera, incluso con su espalda encorvada por el cansancio. Mantuvo la mirada clavada en la calle como un halcón. Mis ojos se pusieron más pesados, y Kayden finalmente dejó de quejarse en mis brazos. Continué sujetándolo contra mí, a la deriva... a la deriva... Necesitaba dormir. Necesitaba escapar de la realidad. Necesitaba fingir que aún éramos perfectos. A la deriva... a la deriva...

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Un crujido sonó afuera. Mis ojos se abrieron y me desperté sobresaltada. Heath no estaba en la ventana. Parpadeé con fuerza y miré alrededor de la habitación a oscuras, pero mis ojos seguían sin ajustarse a lo que me rodea. Otro crujido sonó, y esta vez mi corazón se disparó. —¡Entra en el armario! —llegó a decir Heath a mí lado. Mi cuerpo apenas saltó a la acción cuando me agarró del brazo y me llevó fuera de la cama. Desorientada, estuve a punto de dejar caer a Kayden, y cuando me di cuenta de eso, lo mantuve fuertemente contra mi pecho mientras miraba hacia Heath. Nunca había sido físicamente rudo conmigo antes, pero ahora lo hacía. Me metió en el armario y lo cerró. Sus pasos apresuradamente se retiraron de mí, y me quedé quieta, aterrorizada profundamente en mis huesos. Kayden dejó escapar un grito, y poco a poco lo mecí mientras miraba hacia la oscuridad. Me esforcé por escuchar lo que sucedía. Me sentía tan asustada, me acercaba al borde de las lágrimas. Minutos llenos de tensión pasaron. Mis miembros dolían y mis pulmones pedían más oxígeno. Me sentía demasiado asustada para respirar porque me pareció que hacía demasiado ruido. Mi mano quedó encima de la perilla. Pensé en abrir la puerta una y otra vez. Traté de racionalizar que no había nada que hacer y Heath acababa de oír cosas, pero entonces ¿por qué no regresó? Dudé y deliberé, hasta que finalmente mi mano giró el pomo lentamente y la abrí. Hice apenas unos pocos centímetros cuando crujidos repentinos estallaron. Contuve la respiración de nuevo, y luego los crujidos se convirtieron en pasos y los pasos se convirtieron en un sonido que hizo que se me helara la sangre. Gruñidos y gritos en voz alta. Algo pesado aterrizó en el suelo y la voz de otra persona sonó. —¡Sácalo de una puta vez! ¡Deprisa, deprisa! Puse una mano a la boca y di un paso más atrás en el armario. Mi corazón iba a estallar fuera de mi pecho, sólo sabía. —¡Te sacaré la mierda! —gritó Heath, y en ese momento estaba ansiosa por salir, pero el temor corrió a través de mí, forzándome a quedarme en un solo lugar a medida que más choques estallaron en todo el apartamento. Pisadas apresuradas se acercaban, y usando la grieta del armario para mirar hacia fuera, sólo logré divisar una figura en una gabardina larga

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barriendo en la habitación. Era un hombre enorme, con el rostro cubierto. Sujetaba una cuchilla en una mano, deteniéndose junto al pie de la cama para mirar. Kayden se agitó en mis brazos otra vez, y supliqué a los cielos para mantenerlo tranquilo. Lo mecí un poco más, pero estaba frustrado por haber sido sostenido durante tanto tiempo. Pateó hacia mí y su cuerpo se sacudió. Sus manos arañaron mi cuello mientras miraba con impotencia al hombre en el dormitorio. Él se dio la vuelta para marcharse, pero la boca de Kayden se abrió y dejó escapar un gruñido enojado. Segundos más tarde, esa boca se abrió aún más amplia y gritó. ¡Mierda, mierda, mierda! Giré mi cuerpo, protegiendo a Kayden cuando la puerta del armario se abrió de golpe. Una mano carnosa me agarró del brazo y me tiró fuera. Grité, y el ruido sobresaltó a Kayden aún más, y él comenzó a gritar conmigo. Traté de luchar contra el hombre con un brazo, pero era demasiado fuerte. —Buen intento, cariño —murmuró, obligándome a través del cuarto— . Sólo coopera y nada va a pasarle a ti o a tu niño. Me hallaba demasiado asustada para cooperar. ¿No era eso lo que le decían a la gente que iban a matar de todos modos? Me obligó a moverme y yo seguía luchando mientras sostenía a Kayden hacia mí con todas mis fuerzas. Mientras tanto los gritos de Heath se hicieron más fuertes. —Por favor, por favor —supliqué—. Por favor no lo hagas. Pero el hombre no escuchó. Nos dejó delante de otro hombre grande vestido de la misma forma, y que luchaba para mantener a Heath pegado al suelo cerca de la cocina. —¡Encontré a esta mujer aquí! —dijo el hombre a mi lado—. Putamente escondiéndose en el armario, hombre. —Deshazte de ella —siseó el segundo hombre. —¡No! —gritó Heath—. ¡Ni por las putas la toques! ¡Voy a hacer lo que quieras! Sólo, no la toquen. ¡No! Los dos hombres se echaron a reír y yo lloraba como una persona inútil de mierda. —Deja de putamente moverte entonces —dijo el segundo hombre. Heath inmediatamente quedó inerte, todo el tiempo mirándome en la oscuridad, sus ojos se llenaron de tanta emoción. Negó con la cabeza ligeramente hacia mí, como diciéndome que no hiciera nada.

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—Tenla allí. —siguió ordenando el segundo hombre—. ¡No dejes que se acerque! El primer hombre mantuvo su mano envuelta firmemente alrededor de mí, clavando sus dedos tan fuerte en mi brazo que mañana estaría llena de moretones. —Te metiste en un lío muy jodido, amigo —dijo el primer hombre mientras sacaba un cuchillo de su bolsillo—. Me pagaron para hacer esto. ¡No es personal! —Por favor —grité. Oh, Dios mío, iba a hacerle daño. ¡Iban a hacerme verlo morir! »¡Por favor! ¿Por qué Heath no luchaba? Sólo me miraba fijamente, como si fuera mucho más importante mantenerme a salvo que tratar de luchar contra él. —¡Maldita sea haz algo! —le grité—. ¡No dejes que te lastimen! Heath, haz… El primer hombre me golpeó con fuerza en la cara con el dorso de la mano, y me caí de lado, cayendo duro en mi cadera. Mis oídos resonaban por el dolor, y mi mundo giró por un momento. Se escuchó un grito, pero se sentía como si viniera desde muy lejos. Puse mi mano en mi oído y miré hacia donde se encontraba Heath, sintiéndome desorientada. Ambos hombres se hallaban encima de él, manteniendo su rostro clavado primero contra el suelo, y ahora él luchaba con fuerza. Tuvieron que usar toda su fuerza para mantenerlo abajo mientras golpeaban su cuerpo. Las venas de su cuello sobresalían, por su mirada pasaron la desesperación y la ira cuando el brazo del hombre se enrolló alrededor de su cuello. Con una mano sosteniendo el cuchillo, el hombre cortó recto la garganta de Heath, de oreja a oreja. Grité mientras la cuchilla se deslizaba a través de él, y en el segundo que terminó, los dos hombres dieron un salto hacia atrás y se largaron de nuestra casa, dejando la puerta abierta. El grito de Kayden era ensordecedor, y yo temblaba mientras lo agarraba contra mí. Me apresuré al lado de Heath cuando él rodó sobre su espalda, sus manos agarrando la acumulación de sangre que salía de él. Puse a Kayden abajo y me quité la camisa, corriendo para presionarla contra la profunda herida que sangraba dejándolo seco. Su cuerpo se sacudió debajo de mí, y sus ojos se conectaron con los míos. Abrió la boca, pero las palabras no salieron. —¡Oh Dios mío! ¡Oh, Dios mío! —repetía una y otra vez—. ¡Auxilio! ¡Alguien, por favor! ¡Auxilio!

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Tenía que encontrar un teléfono, pero no quería dejar su lado. Sangraba mucho. ¡Sangraba por todas partes! Abrió su boca de nuevo y trató de tomar aire, y ¡no recuerdo lo que hice! ¡No recuerdo lo que dije! Sólo gritaba por ayuda y lloraba de impotencia. Era inútil. ¡Tan malditamente INÚTIL! ¡No pude hacer nada! —¡Allie! —gritó una voz detrás de mí. Marko se dejó caer a mi lado, sus ojos se abrieron con horror mientras marcaba un número en busca de ayuda. Lloré, rogándole que hiciera algo. Que ayudara a Heath de alguna manera. Se estaba muriendo. Se estaba muriendo. ¡Sólo lo quería de vuelta! ¡Lo quería en mis brazos! ¡Quería que me mintiera un poco más si eso significaba estar con él! Lo necesitaba para aferrarme. ¡Aceptaría cualquier forma de Heath con tal de que sobreviviera! —Por favor, no te vayas —le rogué, mis lágrimas golpeando su rostro— . Por favor, te amo demasiado. ¡Por favor! ¡Te necesito! ¡Te necesito, Heath! ¡Por favor! Pero la sangre sólo seguía acumulándose. Sostenía mi mirada, y tras unos cuantos segundos, sus ojos lucían cada vez más y más apagados. Al poco tiempo, ya no me miraba más. Se estaba yendo.

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Debes asumir la responsabilidad personal. No puedes cambiar las circunstancias, las estaciones o el viento, pero puedes cambiarte a ti mismo. Eso es algo de lo que te tienes que encargar. —Jim Rohn.

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Traducido por Bett G. & Apolineah17 Corregido por *Andreina F*

L

ibertad.

La deseaba desde el segundo en que entré en prisión. Pero, saliendo ahora y viendo los Mercedes negros estacionados en el lado de la carretera justo en frente de las puertas, me di cuenta, incluso si estuviera en la cárcel o afuera, la libertad no era una cosa tangible. No para mí de todos modos. No podía probarla. No podía sostenerla. Incluso no pude experimentarlo cuando esta era la vida a la que regresaba. No fui al auto todavía. En cambio, me pasé la mano por la barba de ocho centímetros y miré hacia el cielo cuando un avión pasó a través de él. El sonido de sus motores retumbó a través de las nubes, y todo lo que podía imaginar era saltar de un avión y dejar todo esto atrás. ¿Dónde podría ir? ¿A algún lugar tropical, tal vez? ¿Panamá? Siempre he querido ir allí. Tampoco tenía una razón real. Simplemente sonaba bien. Me sentía medio tentado a dar la vuelta y preguntar si podía cumplir mi condena completa. Al menos, dentro de esas cuatro paredes, era respetado. Nadie jodía conmigo, incluso mucho después de que Reaper se fue. Me quedé solo, y aunque empecé peleas de vez en cuando sólo para mantener el “loco de remate” vivo, nunca fui puesto en aislamiento. Reaper compró esa buena gracia cuando llegó a mí y, como resultado, me fue otorgada la libertad anticipada debido a la “buena conducta”. También ayudó a mí caso que la prisión estuviera atestada. Patearme fuera tenía sus ventajas. Dejé escapar un suspiro de derrota y lentamente me dirigí al auto. Abrí la puerta y me deslicé en el asiento de cuero negro. El conductor, un hombre que no conocía, comenzó a conducir sin decirme una palabra. Miré por la ventana y tomé todo; todos los lugares que no vi en años. Vi a la gente caminando por las calles, desapareciendo en tiendas y restaurantes. Todos

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viviendo sus vidas sin inmutarse. Apreté los dedos contra el cristal mientras me dirigía más lejos de Hedley. Me sentí muerto por dentro durante tanto tiempo. Esperaba que estando fuera y viendo los lugares devolvería algunos sentimientos. Pero hasta ahora, no sentía nada. Era inútil esperar un resultado, así que sólo exhalé largo y lento y cerré los ojos. Cambié. El auto-denominado arrogante hijo de puta que era en ese entonces desapareció en una nube de humo. Tres años me transformaron en un hombre completamente diferente. Pasé la última noche en mi celda imaginando lo que haría con mi vida de aquí en adelante. Imaginando toda la carga de mierda que podía establecer. Pero entonces, cuando el sol se rompió a través del cielo oscuro, la noche se llevó con ella todas mis esperanzas. Nunca lograría nada de eso. No era nada. Nadie. Un hombre que iba a depender de su ira y la necesidad de venganza para hacerlo a través de quién sabe cuánto tiempo en esta ciudad patética. Entonces, iba a pasar el resto de mi vida solo y miserable, esperando a que la muerte me llamara. Gasté la noche soñando, y ahora, caminando de regreso en el mundo real, me sentía como un jodido idiota. Los sueños nunca se hacían realidad. *** La cabaña donde nos congregábamos lucía exactamente igual que cuando lo dejé. Sólo había un auto estacionado enfrente, y era un viejo Ford de mierda de principios de 1980. Salí del auto y me dirigí directamente a la puerta y llamé. Oí el sonido de pisadas y suspiré por centésima vez hoy. Volver a lo mismo, Ryker. Como si la prisión nunca hubiera sucedido. —Ahí estas, muchacho —dijo el Jefe una vez abrió la puerta. Me sonrió y me llevó dentro, dándome un abrazo caluroso y una palmada dura en la espalda. Seguía calvo, aunque lucía recién afeitado, hacía su barba mucho más pronunciada. Parecía un poco mayor alrededor de sus ojos, pero de otro lado era exactamente el puto gilipollas que me vendió. —No me digas “hola” —repliqué—. ¿Crees que tres años significa que he olvidado todo lo que hiciste? Vete a la mierda, hombre. Los ojos del Jefe se ensancharon, pero en lugar de enojarse, se rio a carcajadas.

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—Hombre, la cárcel seguro que te endureció, ¿no? Mírate. No eres más un niño, ¿eh? Todo barbudo y musculoso. Mira esos hombros. —Agarró uno y lo apretó—. Jodido Jesús, eso es todo músculo, ¿no es así? No le respondí. Yo era más grande, seguro, pero no sabía lo que había en el interior. No era un coño más. Cualquier lado suave se disipó en los últimos años, y definitivamente no era un maldito cobarde. De pie delante del hombre que solía intimidarme y hacerme temer por mi vida, de repente lo vi desde un ángulo diferente. No era más que un hombre. Sólo carne y hueso que tenía suficiente dinero para comprar gente para hacer su voluntad. Él traía las drogas y las vendía a las pandillas en los alrededores de la ciudad, y lo hacía a puerta cerrada para que nadie supiera su identidad. La única razón por la que el Jefe podría hacer lo que hacía era porque tenía las conexiones y no tenía miedo de poner a una persona en la tierra. Pero, entonces, empezaba a hacerse viejo y frágil, y la única manera que consiguió para seguir en ello era teniendo a sus hombres haciéndolo por él. Eso significaba tener más dinero para comprar más gente para hacer grandes favores. —No viniste a mí ni una vez allí —dije, mirándolo caminar a la mesa en el centro de la habitación donde se hallaba su botella de whisky. La recogió y se sirvió un vaso. —Umm, tienes razón. No lo hice. ¿Quieres saber por qué? Debido a que ningún bastardo tonto va a caminar por allí y visitar a uno de mis mejores hombres en la cárcel. ¿Crees que esa mierda simplemente pasa como el agua? Los putos guardias lo ven todo, y no podía permitirme ese tipo de atención. Siempre tienes que pensar en el futuro, Ryker. Te lo dije una y otra vez. —¿Lo hiciste a propósito? —pregunté entonces, sintiendo la adrenalina disparar un poco a través de mi cuerpo. Anhelé preguntarle esto desde el momento en que me arrestaron. Miró resignadamente hacia mí. —¿Hacer qué a propósito? —Que me arrestaran. Nunca vendí drogas. Distribución no era mi área. Me tenías etiquetando junto con Ricardo desde el principio. Lastimé personas y reunía parte del dinero con Ricardo. Así que la única vez que me dices que haga una entrega, repentinamente soy arrestado. Fui puesto sobre aviso… —No seas tonto —interrumpió bruscamente, mirándome ahora con esos ojos azules saltones—. Eras mi favorito, diablos, sigues siendo mi favorito,

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y la última cosa que quería era verte lejos. Tenía grandes planes para ti, Ry. Te quería para dirigir. Mírame. Tengo cincuenta y nueve años. No queda mucho en mí, te necesitaba. De ninguna jodida manera en el inferno te hubiera vendido. —Entonces, ¿quién fue? ¿Ricardo? Se encogió de hombros como si le importara un carajo. —No sé quién fue. Además, no puedo preguntarle esa mierda más. Está muerto. Sin embargo, no es como que no lo mereciera. El hijo de puta tenía suficientes enemigos y nos llevaba hacia abajo. —¿Y por qué acechó a mi familia exigiendo el dinero por el que fui agarrado? Me miró de manera extraña. —¿De qué mierdas hablas? Yo no lo envié a conseguir dinero de tu familia. De todos modos, ¿de qué maldita familia hablas? ¿De tu hermano? El hombre tenía sus propios problemas por como suenan las cosas. Consiguió que le cortaran la garganta. ¿Escuchaste sobre eso? No respondí. Mi rostro permaneció impasible mientras mis pensamientos se arremolinaban con imágenes de Heath sufriendo esas atrocidades. —¿Quién autorizó eso? —le pregunté. ¿Él consiguió que se hiciera? Pero entonces, eso no tenía ningún sentido si ni siquiera sabía acerca de la deuda. El Jefe se rio, negando con la cabeza. —¿Hablas jodidamente en serio en este momento? ¿No acabo de decir que no tuve nada que ver con este golpe? Tenía suficiente mierda en mi plato para preocuparme por alguna deuda de cincuenta mil dólares. Lo que sea que Ricardo le dijo fue una completa y maldita mentira, y ahora deseo que el pobre bastardo hubiera venido a mí con sus problemas. Habría sabido que Ricardo jugaba sucio, embolsándose dinero sin hacérmelo saber. Eso me hace enfurecer. Ahora me sentía realmente confundido. Durante todo este tiempo… Mierda, ¿todo este tiempo estuve obsesionado con exigirle respuestas al hombre equivocado? »Además —añadió, tomando un trago gigante de su copa antes de golpearla sobre la mesa—. Tengo a alguien robándome. Me han estado robando durante dos años. Primero robaron de la casa con dinero en efectivo donde se encontraba Ricardo, y después partió de allí. Estoy hablando de quince muros derribados en los últimos dos años. Estoy siendo desangrado. La tensión en Hedley está por las nubes. Tengo a hombres en

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los que ni siquiera confío trabajando en las calles diciéndome que tratan de encontrar al tipo responsable. Pero, maldito infierno, es difícil confiar en alguien ahora. »¿Y quieres saber lo más jodido de todo? Escuché al hijo de puta. Había dos de ellos. Recibí una llamada de algún drogadicto… Adams era su nombre o alguna mierda… y sé que llamó para decirme sus nombres. Me hubiera gustado que el imbécil lo hubiera gritado o algo. Terminó con una bala en la cabeza, lo que me dice que estos hijos de puta son rudos. No tienen miedo de ensuciarse las manos. No son novatos. Fruncí el ceño, considerando sus palabras. —¿Reconociste las voces? —No reconocí una mierda. ¿Sabes con cuántas personas hablo en un día? No tengo tiempo para registrar cada maldita voz en mi cabeza. Pero uno de ellos recibió un disparo. Tuve a los hombres recorriendo las calles buscando a un hombre herido. —¿Salió algo? —No. Ni una maldita cosa. —Exhaló, luciendo tan agotado mientras se desplomaba en la silla—. Contigo ausente, intenté depender de mi maldito hijo para hacer las cosas, pero es tan inútil como las tetas y no lo podía soportar. Te necesito. Me alegra que estés de regreso. Comenzabas a alcanzar tu camino. Empezabas a endurecerte, pero ahora veo otra mirada en ti después de estos años, veo que has cambiado. Te has endurecido, ¿verdad? Ves, eso es lo que quería. Necesitaba que te endurecieras. —No me endurecía —repliqué—. Me asustabas hasta la mierda. Me emparejaste con un lunático que progresaba en matar gente. Vi mierda que nadie merece ver. —Pero estás desensibilizado ahora. —¿Cómo consigues desensibilizarte por un bebé moribundo que fue empujado debajo de la cama? Gruñó con irritación. —Jesús, ¿aún sobre ese maldito bebé? Ella se recuperó, ¿verdad? Consiguió ser adoptada. Lo hicieron los periódicos, llamándote un héroe y toda esa mierda. Pusieron tu fotografía, y si no fuera por esa capucha sobre la mayor parte de tu rostro, te habrían reconocido. Y entonces, ¿dónde estaría yo? Probablemente en la misma cárcel que tú. Y sabes qué, te ofrecí un puesto diferente. Te dije que podías descubrir el dinero y llegar a acuerdos conmigo en lugar de seguir con Ricardo…

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—Porque me sentía aterrorizado de que hubiera otros malditos niños en esas casas —interrumpí bruscamente. Respiraba fuerte ahora mientras todos esos recuerdos inundaban a través de mí—. Cada vez que entrábamos a una casa, esperaba la misma cosa de mierda. ¿Sabes lo jodido que eso me hizo? ¡Siempre esperando ver si había un niño muerto a la vuelta de la esquina! —No es mi culpa —gritó de vuelta—. ¡Yo no obligo a los padres a meterse agujas en los brazos! ¡No les digo que maten de hambre a sus hijos mientras ellos se drogan! Esa mierda no está en mí. Estoy dirigiendo un negocio, Ryker. Eso es todo lo que es. No es personal hasta que me roban. —Aun así no está bien. —¿Aun así no está bien? —repitió con incredulidad—. Cuando alguien atropella a un hijo de puta, ¿sacrificamos al vendedor que le vendió el carro? Cada vez que un hombre salta de un puente, ¿culpamos a los ingenieros que diseñaron al maldito? Consigue un cerebro, Ry. Las personas eligen hacer cosas malas. Yo no las hago. Negué con la cabeza. Este hombre me alimentó con mierda durante tanto tiempo, y yo apretaba los dientes todo el tiempo y le permitía tener ese control sobre mí. No podía decir que me arrepentía de haber ido a la cárcel. Si no lo hubiera hecho, hubiera esclavizado mi culo sólo para complacer esta carne y hueso de un hombre. Ya no dejaría que se saliera con la suya diciendo este tipo de mierda. Si esperaba que yo liderara eventualmente, entonces mejor que empezara a reconocer cómo lucía el asiento de atrás. »Ahora es suficiente de esa mierda. No voy a hacer que irrumpas en casas y pequeñas mierdas como esa. Te necesito para analizar a los hombres de nuestro equipo. Vas a encontrar al hijo de puta que ha estado destruyendo mis casas de dinero en efectivo, y entonces vas a hacerlo comer una bala. Apenas dos horas fuera de la cárcel y él ya me daba órdenes. Respiré profundamente y traté de controlar mi ira. Reaper solía guiarme a través de esta mierda. Me dijo que en el segundo en que empezara a reaccionar violentamente cada vez que sentía una pizca de rabia, me perdería por completo. Tenía que separarme de estas emociones. »No puedo permitirme más violencia en esta ciudad —prosiguió más para sí mismo que para mí—. No tienes idea de la cantidad de pequeñas bandas que hemos estado erradicando y todavía sigue. Sea quien sea puede estar justo en nuestras narices. —¿Y por qué no puedes simplemente hacer esta mierda por mí? ¿Por qué enviarme directamente allá afuera ahora?

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—Nadie sabe quién soy. Soy el hombre detrás de escenas. Tengo las ruedas girando. Tengo mis conexiones alimentándonos, y son tus cabrones los que hacen el resto. Salgo a esa ciudad y vivo dentro de mi maldita casa y luego vengo aquí con ustedes y reparto las recompensas antes de que me vaya a México y rebobine durante algunas semanas al año. Es por eso que te necesito. Tú vas a hacer esto por mí. No tiene sentido discutir. Mirando fuertemente su determinación, sabía que no existía discusión con el perezoso bastardo. —¿Alguien de quien puedes sospechar haciendo esto? —pregunté finalmente. Pensó en ello. —Sospecho de todo el mundo ahora. Estoy paranoico. Estoy tentado a simplemente matarlos a todos y empezar desde cero otra vez. Suspiré, ignorando su amenaza vacía. —Entonces, ¿por qué simplemente no vigilas todas las casas de dinero en efectivo? De esa manera este hijo de puta no puede entrar sin ser descubierto. El jefe negó con la cabeza. —No, no puedo hacer eso. Tengo demasiadas de ellas y no suficientes hombres. —¡Entonces contrata más! —¿No escuchaste lo que acabo de decir? ¡Han estado desangrándome! No tengo una fuente inagotable de dinero, Ryker. Es por eso que necesito que hagas esto por mí. No confío en nadie más. Eres sólo tú ahora. Jesús. ¿Qué otra opción tenía entonces? —¿Algo más? —pregunté sin ánimo—. Necesito dinero en efectivo. Estoy agotado. —El conductor tiene la intención de darte una bolsa de dinero para mantenerte en el juego durante el próximo par de meses. Ya te he puesto en una habitación en un motel. Si quieres un poco de entretenimiento, puedo enviarte algunas buenas folladas en tu dirección. Tengo algunas mujeres realmente agradables ahora, y apuesto a que te estás volviendo loco de deseo. No respondí ante eso. Me aparté de él y abrí la puerta. —Me mantendré en contacto.

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—Sé que lo harás —dijo mientras salía—. ¡Y encuéntrame a ese bastardo, Ryker! *** No pasó mucho tiempo para que las cosas regresaran a la normalidad. Me volví reservado, incluso alrededor de los hombres. No quería tener una pequeña charla. Me gustaba mi aislamiento y, de repente, el Jefe me quería afuera y sobre todo el maldito tiempo. Me hicieron investigar las fechas del descubrimiento en que cada casa con dinero en efectivo fue vaciada. Dieron algunos nombres al azar en un pedazo de papel y pasé días haciéndoles preguntas a las personas. Nadie sabía una mierda sobre nada. No hasta que les hice preguntas sobre cualquiera teniendo un poco de dinero. De repente, las personas empezaron a dejar caer nombres como si estuvieran cayendo del cielo. Al parecer, existía un montón de gente sospechosa con un montón de dinero sospechoso, lo que hizo la búsqueda aún más agotadora. —También conseguimos el nombre de un hombre llamado Marko, que acaba de aparecer en el radar —me dijo uno de los chicos—. De la nada posee un nuevo gimnasio en una buena parte de Hedley, y el tipo es un maldito luchador, ¿sabes? No debería tener ese tipo de pasta si ha estado luchando por dinero en el lado. —De acuerdo. Ve por allá y olfatea. Hacía lo que podía para sacar a los chicos de mi camino. Los enviaba a hacer pequeños recados sin sentido. Cuando no me hallaba afuera haciendo algo, me quedaba dentro de mi habitación de motel, sintiéndome cómodo en el pequeño espacio. No podía lidiar con la decoración barata, así que metí los cuadros sobre la pared interior dentro de un armario en el baño y escondí todo lo que se encontraba en las superficies. Cuando estuvo sencilla y desnuda, mi cerebro se aclaró. Me recordaba a una celda, y era sorprendentemente reconfortante. Me hacía sentir como si estuviera en un espacio familiar, que nada cambió demasiado, y que seguía en control. Sin embargo, no podía haber estado más lejos de la realidad. Me resistía a tocar el alcohol. Apartaba cualquier basura lanzada en mi camino. Y me ponía violento cuando alguien me ofrecía cocaína. No existía manera en que fuera a adormecer mi realidad de nuevo. En el aquí y el ahora, quería sentir cada segundo de ello.

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Traducido SOS por Ana09, Jul & Black Rose Corregido por *Andreina F*

—E

stoy mandando algún coño en tu camino —me dijo el Jefe en el teléfono—. Estoy cansado de ti esquivando a las chicas. Si no puedo tenerte persiguiendo una, entonces voy a mandar una en tu camino. Cuando se rio ebriamente, le corté la llamada antes de que siguiera. No era que no me picara por estar con una mujer. Joder, me sentía tan hambriento por sexo, probablemente no me importaría quién trajera a casa. Pero trataba de pelear con esa ansia. Las chicas no eran nada especial. Solo un puñado de polluelas dispuestas a sacarse sus pequeños vaqueros ajustados y sus blusas de escote bajo. Y eso me habría jodidamente sacado de mis cabales antes, ¿cierto? No hacía nada por mí ahora. Aún en prisión, cuando los chicos recordaban viejas historias sobre follar, nunca se preocupaban de quién fue. No tenían un rostro en sus mentes que quisieran ver cuando deslizaran sus pollas en el calor de una mujer. Era todo sobre culos y tetas para ellos. Tuve una probada de pollitas de todos tamaños y apariencias. Después de un tiempo, el brillo desapareció y recibías la comida con el mismo sabor solo que diferente apariencia. El sexo se sentía como lo mismo con cualquiera. No existía nada especial sobre una persona en particular. Tenías que bombear y venirte y eso era todo lo que había. Fue el año pasado que fui arrestado que me di cuenta cuán equivocado estaba. Cuando tienes una conexión con alguien, una persona que amas, que llena el vacío dentro de ti, entonces el sexo realmente era diferente. No era complacerte en solo un nivel físico, era satisfactorio en un nivel emocional también. Dudaba que alguna vez me sintiera de esa forma de nuevo. Y si no lo hacía, simple sexo para conseguir una necesidad física satisfecha era

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esencialmente sin sentido para mí. Hice la elección de escuchar el constante consejo de Reaper, me sentía cansado de vivir una vida sin significado, y necesitaba hacer algo al respecto. Así que, cortar con eso fue la respuesta por ahora. En mi quinto día de libertad, pasé el día viendo un poco de televisión. Luego hice cuatro rondas de doscientas flexiones y cien flexiones de barra antes de aburrirme y tomar una ducha. Fue cuando terminé y me secaba que escuché un golpe en la puerta. Revisé la hora. Era media tarde. ¿El Jefe envió a la chica hacía mi tan temprano? Envolví la toalla alrededor de mis caderas y caminé hacia la puerta. Pasé una mano a través de mi cabello y luego abrí la puerta. Decir la palabra “lárgate” se hallaba en la punta de mi lengua hasta que vi quién era. Inmediatamente, esas palabras murieron en mi garganta y miré el rostro frente a mí en estado de shock. Allie. De pie justo frente a mí, viéndose igual y aun así completamente diferente al mismo tiempo. Había estado lloviendo fuera y su vestido de verano azul se veía empapado. Su cabello oscuro lucia enredado y más corto de lo que recordaba, apenas alcanzaba sus hombros con dificultad. Esos ojos azules, inmutables y hermosamente pronunciados como siempre habían sido, miraban directamente en los míos. Jodido infierno, era hermosa. Nada como la chica torpe de la que me enamoré. Y esto es lo que tiré, pensé para mí mismo justo en ese momento. —Ho-Hola —tartamudeó, tragando fuerte. No respondí. Se estremeció por el frío, o quizás era yo, y metió su cabello detrás de su oreja con nerviosismo. Sostenía su bolso en la otra mano, y lo agarraba jodidamente duro. Mi corazón se aceleró mientras todo tipo de emociones tomaban el control. No pensé sobre nuestro pasado. No pensé sobre por qué la odiaba. No pensé en cómo rompió mi corazón y pisoteó la mierda fuera de él. En su lugar, solo sentí. Y lo que sentí fueron nervios y amor y jodido terror, todo al mismo tiempo. Estás jodidamente dejándola empaparse, imbécil. Abre la jodida puerta. Abrí completamente la puerta y di un paso atrás. Miró dentro de la habitación, dudando por un breve momento antes de caminar adentro. La miré detenerse en el centro de la habitación y mirar alrededor. No había

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nada para que realmente viera. La habitación se hallaba limpia y ordenada y completamente desnuda. Cuando la puerta se cerró de golpe, saltó y miró de vuelta a mí. Y ahora era solo esto. Ella y yo en una habitación luego de tres años de cero contacto. Ella, nerviosa y asustada, respirando más y más fuerte mientras los segundos pasaban. Yo, controlando mi necesidad de besar la mierda fuera de ella mientras respiraba más y más fuerte mientras más segundos pasaban. —¿Qué haces aquí, Allie? —le pregunté. —No lo sé —respondió tranquilamente, mirando hacia la alfombra—. Yo… Quiero saber cómo estás. —¿Cómo has podido siquiera encontrarme? —Todo el mundo habla, Ryker. Ryker. Cerré mis ojos por un segundo, sintiendo el placer corriendo a través de mí por ella diciendo mí nombre. Eso es todo lo que tiene que jodidamente hacer para hacerme sentir así. —Bueno, estoy bien —dije entonces en un tono más duro. —Bien. Eso es bueno. —Pasó una mano a través de su cabello húmedo, y mis ojos bajaron por su cuerpo. Solía conocer cada centímetro de cómo se veía, pero era completamente diferente ahora. Allie era una extraña para mí. —Has crecido —me las arreglé para decir simplemente antes de aclarar mi garganta y frotar torpemente la parte de atrás de mi cuello. Esto no es como imaginé alguna vez nuestro primer encuentro después de todo. —Tú también. Tú… Definitivamente has cambiado. —Señaló, bajando su mirada por mi cuerpo por una fracción de segundo antes de mirar de vuelta a mi cara—. La barba… eso es realmente diferente. ¿Por qué me decía esto? ¿Por qué mierda incluso se encontraba aquí? Esta es la mujer que pasé tres años superando. —Me cansé de afeitar mi rostro —le dije con un encogimiento de hombros. Esta era la conversación más sin sentido de toda mi vida, pero tanto como ella estuviera hablando mierda sin sentido, entonces más estaría escuchando su voz. No dijimos nada por otros pocos momentos. Aún temblaba, por tanto entonces era yo, y tratando de sonreír. No me preocupaba pretender

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mierda. Solo la miré descaradamente. No tenía nada que perder haciéndolo, y eso la puso aún más incómoda. Suavemente, dije—: Sé sobre Heath… —No quiero hablar sobre él —cortó, parpadeando fuerte y mirando para otro lado. Tragó duramente de nuevo, peleando por mantener sus emociones bajo control—. No estoy aquí para hablar de él. —¿Qué viniste a hablar? —He estado pensando en nuestra conversación de hace tres años. Nunca me dejaste que te viera de nuevo… —No quería volver a verte. No habría sido capaz de... Sus ojos azules brumosos se encontraron con los míos. —¿De qué? Exhalé. —No habría sido capaz de superarte si hubieras seguido viniendo, Allie. No respondió, pero su culpabilidad era evidente. No quería que se sintiera culpable. Lo último que se merecía era sentir una mierda de sí misma después de todo lo que pasó. Tomó mucho tiempo darme cuenta de que nada de esto era su culpa. Eran las consecuencias de mis acciones. Que crearon el efecto dominó que finalmente la llevó por el camino que tomó. —Lo siento —dijo luego, parpadeando para contener las lágrimas—. Lo siento mucho por lo que te hice, Ryker… —No te atrevas a pedirme disculpas —corté—. Era tonto. Me sentía tan lleno de ira. Te dije algunas cosas estúpidas, y me gustaría retractarlas si pudiera. No voy a molestarte. No voy a obligarte a estar conmigo. Infiernos, no quiero estar contigo. En ese momento, sin embargo, me sentía tan malditamente enamorado de ti. Fuiste mi esperanza en un lugar muy oscuro en mi vida, y esperaba demasiado. Entiendo que te herí, y todo se ve mal de mi parte. Pero tenía mis razones para todo lo que hice. Ella consideraba mis palabras mientras caminaba hacia la cama y se sentaba en el borde de la misma. Lo único que pensaba en ese mismo momento era el olor de ella en mis sábanas después de que se hubiera ido. Estuve tentado de decirle que se levantara. ¿Cómo iba a no quererla, cuando mis cosas iban a oler a ella? —Te hice daño —murmuró—. Entiendo por qué has dicho todo eso. No te culpo por ello. Allie Wallace, el epítome de la comprensión. No necesitaba extender esa generosidad hacia mí. Yo era un idiota. —Te herí mucho peor —dije—. Fui un jodido idiota contigo. Un niño tonto que ni siquiera quería estar contigo.

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Mierda, ese se escapó. Su rostro se levantó y me miró con sorpresa. Apreté la mandíbula y quería golpear mi cara contra la pared por dejar caer esa maldita bomba. —Sé que no lo hiciste —respondió con voz temblorosa—. Siempre supe que no sentiste mucho por mí. Iba a hacerme hablar sobre el pasado, ¿no? Esta es la razón por la que vino aquí. Quería entender las cosas. Me pasé la mano por la cara exasperado. Merecía saber, ¿verdad? Tenía que saber y luego tal vez me odiaría por otras razones en lugar de lo que eran ahora. Independientemente de lo que hiciera, se iría. Ninguna verdad iba a hacer que se quedara. Las cosas se encontraban demasiado dañadas de todos modos. Nunca la miraría de la misma manera que lo hice antes y, reconociendo eso, con ella estando alrededor confirmó mi decisión de no perseguirla de nuevo. —Dame un segundo para cambiarme —le dije. Rápidamente tiré la toalla detrás de su cuerpo inmóvil y me deslicé en un par de calzoncillos. No me preocupé por seguir vistiéndome por unos segundos cuando la única ropa que tenía estaba sucia. Como no quería sentarme a su lado, agarré el sillón en la esquina de la habitación y lo arrastré delante de ella. Guardé una distancia segura lejos de donde se hallaba sentada, y cuando me quedé satisfecho de que no iba a ser lo suficientemente cerca como para sentir su respiración, tomé asiento. Descansando mis codos sobre mis rodillas, me incliné hacia delante y solemnemente le dije—: Lo que quieras saber, haz las preguntas ahora. Porque no voy a hacer esto después de este día. Voy a mantener el pasado en el pasado. Así es como me enfrento a las cosas y sigo adelante. Tienes una sola oportunidad. Allie ni siquiera lo pensó. La primera pregunta cayó de su boca ni un segundo más tarde. —¿Por qué me quisiste al principio? Genial, las más jodidamente difícil pregunta de todas para responder. ¿Cómo iba a hacerlo con delicadeza? No estaba seguro de que se podría hacer. Pensé por un momento cuando dijo—: No lo endulces, Ryker. Sólo... Sólo dime. Sí, todavía me podía leer, ¿no? Me quedé mirando a sus ojos por un momento, y mientras el silencio avanzaba, sentí un nudo en mi corazón. —Encontré a tu padre en un callejón en mi camino de regreso de una fiesta una noche —dije finalmente. Quité mi mirada de ella cuando vi su boca caer en conmoción. No podía mirarla mientras decía esto—. Llamaba

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para pedir ayuda, y justo cuando comencé a hablar con él, mi cabeza se estrelló contra la pared. Desperté con el Jefe, el hombre que dirige el Sindicato, amenazando con matarme porque vi algo que no debía. El Jefe dijo que le debía dinero. —¿Por qué debería a gente así cualquier cantidad de dinero? Mi padre nunca tomó drogas. —El Jefe también es un prestamista. Hará cualquier cosa para hacer un dinero extra. Tu padre cayó en desgracia y pidió un préstamo. No estoy seguro de cuáles eran las condiciones de su préstamo. Sólo sé que él se metió en una gran cantidad de la deuda y que el Jefe le dio la llamada, finalmente tuvo una diana en su espalda. —¿Qué tiene eso que ver contigo? —El Jefe me dijo que iban a matarlo. Iban a tenerlo balanceándose de una rama de árbol de mierda o no sé qué demonios dijo, e iba a tener una nota de suicidio escrita para encubrir el asesinato. Era su manera de mantener a todo el mundo que le debía dinero en línea. Lo sacaría cada vez que hicieron algo para pagar. Funcionó en su mayor parte. No tenía miedo de ensuciarse las manos. —Por favor, Ryker, no mientas sobre esto —rogó. Negué con la cabeza solemnemente. —Estoy harto de las mentiras, Allie. Allie se llevó la mano a la boca. Negó ante esta revelación y las lágrimas cayeron de sus ojos mientras la incredulidad y conmoción continuaron creciendo. Me mantenía separado de esto. No quería consolarla. Reconfortarla significaba actuar como si me preocupaba por ella, y no quiero ser un poco tonto de hacer eso después de todo. »Dijo que mataría a tu madre después, y lo convencí de no hacerlo con el fin de salvar mi vida —continué, tomando respiraciones profundas en el medio—. Dije que comprobaría para ver si tenía dinero escondido en alguna parte. Le prometí que me acercaría a ti con el fin de descubrir la verdad de dónde salió. —Todo... Todo era una mentira —murmuró para sí misma mientras miraba lejos de mí. Más lágrimas frescas cayeron de sus ojos—. Todo este tiempo me pregunté por qué era tan especial para ti, y esta era la respuesta todo el tiempo. No le respondí. Probablemente me destriparía por dentro. Me lo merecía. Mientras Allie podía haber comprendido casi todo, tenía límites también. Esto fue sin duda uno de esos. »¿Qué pasó después? —preguntó con voz hueca.

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—Trabajé para él, y empecé a realmente caerle bien. En cuanto al dinero, me enteré de que tu papá fue despedido de su trabajo como fabricante de calderas hacía meses. Él estuvo usando el dinero para mantenerlas a flote mientras aplicaba para nuevos trabajos. Tenía la esperanza de encontrar uno para que pudiera pagar al Jefe de vuelta con intereses, pero eso nunca sucedió. Los empleos se hicieron cada vez más difíciles de conseguir. Allie se vino abajo. Lloró por un tiempo, clamando por su padre a través de cada respiración. Ella deseaba que él estuviera aquí. Deseó haber sabido lo que sucedió todo este tiempo. Deseó tantas cosas, y yo no podía hacer nada más que mirarla desear todas las cosas que nunca se harían realidad. Entonces finalmente se calmó y se quedó mirándome abatida. — Nunca te preocupaste por mí, ¿verdad? —soltó en voz baja—. Nunca fue real. Negué con la cabeza lentamente. —No desde el principio. Pero sí me enamore de ti, Allie. Recuerdo también cuando sucedió. Estuve haciendo algunos negocios con el Jefe y había estado fuera todo el día y noche. Me sentía cansado y putamente hambriento. Regresé al apartamento y te encontré dormida en mi cama. Me estuviste esperado por ocho horas incluso cuando te dije que sólo me demoraría tres. Después de sentir que yo era sólo un maldito títere, te volviste hacia mí y me miraste con esos ojos tiernos, como si lo que veías valiera algo para ti. Nunca sentí que valía algo para nadie. Me dijiste que me duchara mientras me preparabas algo para comer, y entonces sólo envolviste tus brazos alrededor de mí toda la noche, acariciando mi cabello. Las cosas cambiaron después de esa noche. No sé por qué, la verdad. Solo fue así. Si se sintió aliviada por esa respuesta, no lo demostró. Sólo siguió mirándome, buscando respuestas en mi inexpresiva cara. —¿Alguna vez me engañaste? —cuestionó. Asentí. —Al principio. —¿Incluso después de que me quitaste mi virginidad? Asentí con la cabeza y tragué saliva. —Sí. —Entonces, ¿por qué no me dejaste ir? ¿Por qué... Por qué no me tiraste a un lado cuando conseguiste tus respuestas? —No lo sé. —¡¿No lo sabes?! —gritó bruscamente, levantándose de la cama. Se paseó por la habitación, respirando con dificultad mientras corría sus dos manos por el cabello—. ¿Cómo no lo sabes, Ryker? ¡¿Cómo?!

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—Yo era un imbécil egoísta —respondí rápidamente—. ¡Podría haber un montón de razones! —¡Tuviste tantas oportunidades para simplemente dejarme! ¡Debiste simplemente haberme dejado, maldita sea! Sí, tenía razón. Debería haberlo hecho, pero no pude. »¿Por qué mantenerme alrededor? —continuó—. ¡No lo entiendo! ¿Por qué tenerme allí y correr el riesgo de sentir algo por mí? —Quería tener a alguien como tú esperando por mí —traté de explicar, filtrando a través de los recuerdos de por qué hice algunas cosas— . Me gustaba la sensación de ser necesitado. ¡Me gustó que dependieras de mí! Yo... ¡yo era un drogadicto de mierda que quería salvarte! —¿Para qué necesitabas sentirte necesitado? —No sé... El bebé de mierda que encontré una vez, ¿supongo? Pasaste días siguiendo esa historia, ¿recuerdas? Lloraste al oír hablar de ella. Fui yo quien la encontró, prácticamente metida debajo de la cama para pudrirse. —¿¡Tú?! —Me miró horrorizada—. Tú... ¿Tú encontraste al bebé? —¡Ricardo quería que la dejáramos tirada! Sus pensamientos corrieron dentro de su cabeza, y su respiración se aceleró cuando dijo—: Pero... encontraron a sus padres asesinados, Ryker. ¿Tú hiciste eso? —No, no, no fuimos nosotros. Fue otro narcotraficante de poca monta. Nosotros no. —¿Y qué tiene eso que ver conmigo? —Después de eso, supongo... No sé, ¡supongo que necesitaba sentirme necesitado para poder proteger a alguien más! Y al proteger a alguien más, me sentía reconfortado. —Yo dejaba salir toda la mierda, ventilando mis frustraciones y todas las cosas que no podía contar a nadie. No estaba seguro de que tuviera ningún sentido. Las palabras salían de mis labios sin pensar—. Tú necesitabas a alguien cuando perdiste a tu padre, y supongo que yo necesitaba a alguien cuando me di cuenta de lo jodida que mi vida se convirtió al verme obligado a hacer mierda que no quería hacer. Y tú estarías allí... yo volví a casa y allí estabas, dispuesta a amarme. No pude... no pude alejarme de eso. Y entonces... entonces empecé a amarte también. Y ahí fue cuando dejé de revolcarme por ahí. Nunca toqué a una chica después de eso porque la única chica que me llegaba eras tú. Finalmente levanté la vista después de todo lo que dije, y la encontré de pie congelada en el centro de la habitación. Apenas respiraba, aunque

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sus labios se hallaban entreabiertos y su rostro se veía pálido. Lucía sorprendida. »No podía decirte la verdad —añadí en voz baja—. No me habrías querido entonces. Si hubieras sabido por qué te perseguí en primer lugar, nunca me habrías querido. No podía manejar eso. Cada día sabía que te debía una explicación. Te vi llorar a tu padre por una razón completamente equivocada, y no pude aclararlo para ti. No te podía decir que él nunca se quitó la vida. Te habría convertido en el objetivo de la pandilla si empezabas a decir algo, y no quería que te pasara nada. Me sentí tan vulnerable entonces. Todo el control me dejó al revelarme a ella. Daba miedo, pero fue liberador a la vez. Poco a poco, se acercó a mí, y vi su mano arrimarse primero antes de sentirla pasando por mi cabello. Mis entrañas se desmoronaron cuando la agarré por la cintura y apreté mi cara en su estómago. La abracé con fuerza y jadeé contra ella, dejando escapar todo el oxígeno atrapado que mantuve a la espera de su reacción. La abracé, deseando que las cosas no se hubieran jodido de la forma en que lo hicieron. Deseando... Deseando como ella lo hizo y sabiendo que no iba a hacerse realidad. —Entiendo —susurró, conteniendo un sollozo—. Entiendo, Ryker. Nunca fuiste malo. La maldad simplemente encontró su camino hacia ti. Cerré los ojos ante sus palabras. Sólo son palabras, Ryker. No son ciertas. No van a borrar seis años de malas acciones. »Gracias por decirme todo lo que necesitaba saber —continuó—. Siempre pensé que tú buscaste a la pandilla. Nunca supe que te obligaron. Nunca supe que fuiste tan inocente. Inocente. Quería burlarme. —Nunca fui inocente, incluso antes —murmuré. —Pero nunca fuiste malo tampoco. Nunca pediste por nada de esto. No merecías nada de eso tampoco. Así que gracias, Ryker, por compartir esto conmigo. Entiendo. Dejé caer mis brazos y no me atreví a verla irse. Ella vaciló un poco, pero luego decidió irse y no tenía cómo detenerla. Allie me dejó ir, y me pasé tres años convenciéndome que la superé... sólo para darme cuenta de que no era del todo cierto. El amor era como una puta enfermedad. Iba y venía, y cuando realmente llegaba, te tiraba sobre tu culo y te dejaba esperando por signos de mejoría. Y cuando mejorabas, sabías que ese cabrón seguía persistente

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detrás de algún rincón en algún lugar del camino, esperando para atacar de nuevo. A mí me atacó cuando ella salió.

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Traducido por Nitan & Scherezade Corregido por *Andreina F*

S

abía dónde se había estado quedado Ryker durante una semana, y detuve el automóvil frente al motel todos los días al regresar de la escuela. No sé qué me impulsó a salir, ir a la puerta de la habitación de ese motel y llamar. Estaba bastante segura de que mi cuerpo ya se sentía harto de esta mierda y quería terminarla antes de que mi cerebro entendiera lo que hacía. Ryker era... diferente. No solo su apariencia, sino su naturaleza. Me habló con calma. Fue racional. Esperaba que me gritara, pero actuó como un adulto incluso cuando la conversación se puso difícil. Nos fue difícil a los dos. No me encontraba preparada para lo que tenía que decir. Expresé lo que pensé que eran los temas fáciles, omitiendo deliberadamente a Kayden para que no se saliera de control. En retrospectiva, me pregunté, si hubiera traído a Kayden, ¿habría permanecido calmado? Ahora me hallaba sentada en el auto frente a mi casa e intentando evitar llorar. Mi padre... Todos estos años creyendo en una mentira. Sentí que todo mi mundo fue sacudido. ¡Mi padre! Mi pobre padre que hizo todo lo posible para ayudarnos, incluso si eso significaba pedir ayuda a un psicópata. Me devastó. Me sentí como si alguien hubiera abierto un agujero en mi corazón. Lloré por él, pero estaba de luto por la impresión de que se quitara la vida. Me enojó que nos hubiera abandonado para defendernos. Tenía tanto resentimiento de que no le importara a quién dejaba atrás, y dolía. ¡Fue una mentira! Y las compuertas emocionales se abrieron nuevamente. Estaba de luto otra vez, pero por las razones correctas esta vez. Quería dar vuelta el auto e ir con mamá. Quería contarle todo lo que aprendí, pero todavía trataba de procesarlo yo misma. ¡Temblaba por todas partes!

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Eventualmente, me di cuenta de la hora y supe que no podía perder otro minuto en esto ahora mismo. Lo más probable es que hubiera pasado por alto la hora de dormir de Kayden sentándome aquí y llorando. Salí de mi auto y caminé hacia la puerta de entrada. Eran las seis de la tarde, pero las luces de la habitación delantera se hallaban apagadas. La casa parecía extrañamente quieta. Abrí la puerta y empujé, entrando y limpiando rápidamente cualquier lágrima que quedara en mi cara. El reloj en la pared era el único ruido que sentí durante los breves momentos en que me quedé ahí de pie escuchando. Imaginando que se encontraban en el dormitorio, dejé mi bolso y mi cartera en la mesa junto a la puerta principal y di un paso adelante. —Fuiste a verlo, ¿verdad? Me quedé helada. No era frecuente que hablara en estos días, por lo que escuchar esa voz profunda hizo que todos los pelos se me pusieran de punta. Me giré lentamente y miré hacia la sala de estar. Vi su silueta en el sillón junto a la chimenea. Estaba segura de que estuvo esperando que yo entrara por la puerta. »¿Obtuviste las respuestas que necesitabas? No podía decir lo que sentía, no es que sintiera mucho estos días, así que no respondí. Sabía que había ido a ver a Ryker. Me estuvo mirando extrañamente estos últimos días, como si estuviera esperando que lo hiciera. Cuando se difundió la noticia de que salió temprano, no existía un alma que no quisiera contarnos. Era incómodo estar en la misma habitación cuando Matt entró por la puerta y, mirando torpemente entre nosotros, anunció—: Tu hermano está fuera. Se está quedando en el motel Porter. El buen comportamiento hizo que su sentencia fuera reducida. Sigue en libertad condicional, pero... Heath no dijo una palabra pero sus ojos permanecieron en mí, evaluando cuidadosamente mi reacción. Es cierto que debo haber parecido sorprendida porque era lo último que esperaba escuchar. Entonces la incomodidad pasó a un nivel completamente nuevo cuando Heath se retiró por completo de mí y me miró. Solo me miró. Esperé y observé, como si ya supiera que pensaba en verlo. Y lo hacía. Pensaba en ver a Ryker en ese mismo momento. No porque me preocupara por él de una manera romántica, mis sentimientos terminaron para bien, sino porque no podía seguir con mi vida sin disculparme con él y desear respuestas. El capítulo en mi vida con Ryker fue parte de mí. Él me ayudó a formarme. Me dio momentos maravillosos, y no

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iba a derribarlos. Ya hacía tiempo que superé mi enojo, pero necesitaba paz ahora. Quería brindar perdón, y también lo quería de vuelta si estaba dispuesto a extendérmelo. Entonces, esta tarde fue un éxito en esa parte. Sentí como si un peso hubiera sido levantado de mis hombros. Y mientras hacía todo eso, Heath estuvo sentado aquí, esperando que yo entrara por la puerta para poder interrogarme. »¿Qué pasa? —preguntó—. Te ves aterrada de que lo sepa. —Solo me molesta que me hubieras seguido de nuevo —respondí con irritación—. No puedo tener mi propia privacidad en estos días, ¿eh? Tienes que tener a uno de tus muchachos siguiéndome. —Tengo más o menos mis propias razones, ¿no? Mis ojos viajaron a su garganta. No podía ver la horrible cicatriz, gruesa y profunda, que iba de oreja a oreja. Fruncí mis labios y evité responderle. Entendía sus razones. Quería asegurarse de que estaba a salvo porque todavía no había encontrado quién era el responsable de ordenar su golpe. Heath y Marko cazaron a los dos muchachos varios meses después de haber sido atacado. No fue difícil, dijo. Simplemente agitó un montón de dinero en efectivo en las caras de las personas y les dijo que mantuvieran un oído atento, y que cualquier información sólida significaría una compensación adecuada. No pasó mucho tiempo antes de que se corriera la voz de dos hombres que se jactaron de haberse ocupado del luchador más fuerte de Hedley literalmente un día después de que sucediera. Por supuesto, omitieron la parte donde atacaron brutalmente a Tru por su llave cuando yacía casi desmayada en las puertas del edificio. Esa pobre chica se sentía tan traumatizada, empacó su mierda y se fue de la ciudad días más tarde. Cuando fueron confrontados por Heath y Marko, los afirmaron no tener idea de quién les pagó para llevar a cabo el crimen. Pero se mantuvieron firmes en que no era de una pandilla, y mucho menos el líder de una. No sé lo que les hicieron a los muchachos, y tampoco tenía interés en saberlo. Solo podía soportar tanto estómago, y al ver la furia en el rostro de Heath mientras realizaba esta misión para devolverle lo que le hicieron, era muy consciente de que la verdad sería difícil de tragar. —Sí, vi a Ryker —le dije encogiéndome de hombros—. Él está... cambiado. —Cambiado —repitió, como si quisiera saborear la palabra en su lengua—. Cambiado, ¿eh?

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—Sí, Heath. Ha cambiado mucho. —Así que pasas más de una hora en la habitación de su motel y vienes a decir que ha cambiado. Estoy luchando por entender eso, Allie. ¿Realmente pasé una hora allí? No me pareció así. Sentí los ojos de Heath quemándome, estudiando mi reacción, tratando de distinguir lo que sucedía, como si la historia estuviera escrita en mi cara. —Hablamos —dije—. No pasó nada más. —¿Hablaron? Él respondió con su toalla y ustedes... hablaron. —Sí, Heath, hablamos. Permaneció callado. Lentamente, se levantó y se dirigió hacia mí. Bajé la mirada por su cuerpo, siempre desconcertado por lo grande que seguía volviéndose. ¿Seguramente había un límite para eso? Pero parecía ensancharse y estar más de pie y de pie frente a mi pequeño cuerpo, a veces me sentía como una maldita presa. Me miró y luego su mano apretó mi barbilla. Movió mi rostro de un lado a otro, mirándome el cuello como si estuviera buscando algo. Tiró de la parte superior de mi vestido y procedió a estudiar mis pechos, y yo solo me quedé allí, dejando que examinara cada parte de mí. Inclinando su rostro hacia mí, me miró a los ojos y luego envolvió su brazo alrededor de mi cintura, acercándome más a él. Me sobresalté cuando noté que su otra mano vagaba por debajo de mi vestido y se metía en mis bragas. —Jesús, Heath, ¿qué haces? —dejé escapar, tratando de alejarme. Sentí sus dedos en mi sexo y entonces supe exactamente lo que hacía, y me mordí la lengua con ira por su audacia. Cuando sintió que no estaba mojado, sacó su mano, su rostro severo y sin disculpas. —¿No te tocó? —exigió con voz áspera. —No —respondí de inmediato. —¿No lo tocaste? —¡No! —¿Alguno de ustedes quería? —¡No! Respiraba irregularmente en este punto, y él solo me miraba, tranquilo y reservado. Heath era posesivo, claro, pero nunca antes fue así. »¿Cómo pudiste hacer eso? —le pregunté con indignación.

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—Porque reviso lo que es mío —respondió en un tono firme—. Cuando la chica que solía estar con mi hermano decide verlo a mis espaldas, reviso esa mierda. Busco el daño. Apreté los dientes, sintiendo la ira como nada antes agarrándose a mi pecho cuando espeté—: Bueno, la próxima vez que revises el daño, hazlo con tus putas manos para ti mismo. Me vuelves a tocar así sin mi permiso, y haré que te corten la garganta por segunda vez. Se quedó congelado en su lugar, sus ojos mirándome a los labios antes de que los suyos se animaran un poco, solo un poquito, tanto que hubiera pasado completamente desapercibido si no hubiera estado así de cerca. —Jodido infierno, te amo demasiado —me susurró, apoyando su rostro en el mío—. Puedes ser una perra tan fogosa. Cerré los ojos cuando sus labios rodearon los míos. Escalofríos corrieron por mi espina dorsal. ¿Mi cuerpo alguna vez dejaría de responderle? Abrí mi boca para él mientras lamía ligeramente mi labio inferior. Me agarré el cuello de su camisa, ya perdida por los toques ligeros y los fuertes sentimientos que evocaba en mí, y murmuré—: Solo soy una perra cuando eres un tonto de corazón frío. —Eso es verdad —reconoció—. Admito que a veces soy un idiota solo para sacar eso de ti. Me besó bruscamente y me guio hasta que estuve contra la pared. Sus manos parecían estar en todas partes, agarrando cada parte de mí en sus gruesas manos. Mi cuerpo se apretó con anticipación. Heath era un tipo diferente de amante de lo que solía ser. Me jodió como si fuera la última vez que lo haría, dejándome adolorida y magullada de la manera que a él le gustaba. Agarró mis muslos y me recogió, apretando mi coño con su dura erección. Gemí contra su boca, ya encendida y lista. Me agarró el cabello con fuerza con la otra mano, manteniendo mi rostro clavado en un punto mientras me follaba la boca con la suya, mordiéndome el labio inferior hasta que gemí de nuevo en respuesta. Esto era bueno. Demasiado bueno. No me había tocado desde que supo que su hermano salió. Se mantuvo a raya y yo sabía que se encontraba a punto de estallar, y francamente yo también lo estaba. —¡Papi! —gritó Kayden repentinamente desde su habitación—. ¡Papi, ven! ¡Mierda! Heath se congeló contra mí y suspiró largo y lento. Mi corazón latía como un martillo neumático. Mi frente descansaba contra la suya y dejé

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escapar un suspiro. Yo sufría por él. Dios, a veces era un idiota, pero era mío por mucho que hubiera cambiado. Después de su ataque, me dije a mí misma que lo tendría de cualquier forma que estuviera dispuesto a dar mientras estuviera vivo. —Niños, ¿eh? —murmuró—. Deberíamos haberlo vendido por una tableta de chocolate cuando tuvimos la oportunidad. Sonreí. —De alguna manera, creo que el comprador se habría dado cuenta de que fue engañado. Apenas sonreía, pero era mejor que el rostro de piedra de Heath al que me había acostumbrado. Lentamente me volvió a dejar en el suelo mientras Kayden gritaba una vez más. —¡Ven, papi! ¿Por qué no vienes? Heath salió, desapareciendo por el pasillo y en la habitación de Kayden. Después de que mi corazón se calmó, fui al dormitorio y eché un vistazo. Kayden se hallaba sentado en su cama para niños pequeños, su cabello oscuro en un millón de direcciones diferentes. Heath se sentó junto a él, y la diferencia de tamaño entre ellos habría sido risible si no hubiera estado a punto de follarme contra la pared. En el regazo de Kayden había un libro de sonidos que Heath le compró para Navidad el año pasado. Tenía un animal diferente en cada página, y escuchaba los sonidos que hacían con asombro. —Auuuu —dijo con su vocecita, aullando como los lobos en la página—. Yo lobo. —Bien hecho —dijo Heath en voz baja—. Y eres un lobo cuando aúllas así. Eres mi pequeño lobo. Kayden señaló el pecho de Heath. —¿Tuyo? —Sí, campeón, mío. Heath y Kayden tenían una conexión que no podía rivalizar. Kayden me amaba, pero su apego por Heath era más profundo de lo que era conmigo. No me sentía celosa por eso. Pensé que era hermoso, y sabía que le dio a Heath un gran propósito en la vida. Una parte de él se hallaba reservada específicamente para Kayden. Entendía bien su amor. Yo fui igual cuando era joven. Me apagaba a la cadera con mi padre. Mi padre que no se quitó la vida como yo pensaba. No podía pensar más por miedo a volver a caerme. Dejé a Heath y Kayden así, charlando entre ellos mientras más sonidos de animales estallaban. Entré al baño en el dormitorio principal y me desnudé. De pie frente al espejo, me giré, observando cada pulgada de mi cuerpo. No hacía esto a menudo como lo hice después de haber tenido a

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Kayden. Dios, me pegué a cada imperfección en aquel entonces, pero ahora... Bueno, ahora me sentaban bien y aprendí a aceptar el cambio. El cambio no solo en mí, sino en todo lo que me rodea. Me metí en la ducha y me empapé en agua caliente. Rápidamente me afeité y me lavé los dientes, consiguiendo apartar del camino todas las partes esenciales de la limpieza. La puerta se abrió mientras lavaba mi boca y Heath entró. Me dio una mirada antes de que se quitara sus propias ropas y se uniera a mí. —El hombrecito cayó dormido —me dijo, agarrando el exfoliante corporal y chorreándolo sobre la esponja. —Creo que se levanta deliberadamente para que le puedas leer ese libro —le comenté, sonriéndole. Asintió con la cabeza y me volvió de espaldas contra él. Poco a poco, corrió la esponja de arriba abajo por mi columna vertebral. —No me importa. Amo cada minuto que consigo con él. Enjabonó toda mi espalda y culo antes de tirar de mí al ras contra su frente. Cerré los ojos cuando comenzó a besarme a lo largo de mi hombro. Su mano palmeó mi pecho y acarició suavemente mi pezón. Arqueé mí espalda y apreté mi culo en su polla. Se tensó al sentirlo y succionó un poco más fuerte. —Heath. —Gemí. Poco a poco sus labios subieron a mi cuello antes de envolverlos alrededor de mi oreja. Los temblores sacudieron mi cuerpo y me quedé sin aliento cuando su otra mano viajó entre mis muslos. Solo rozó ligeramente a lo largo de mi clítoris, agitando pequeñas ráfagas de placer. ¡Fue tan agradable finalmente ser tocada! Finalmente ser deseada después de que me evitó como una plaga sobre algo sin sentido como su hermano. —Me deseas, ¿no? —preguntó sin aliento, endureciéndose detrás mientras más me tocaba. Abrí los ojos vidriosos. —Solo a ti. Lo prometo. —¿Por qué? —Porque te amo. —¿Incluso después de todo? Agarré su mano para detenerlo, y se quedó inmóvil. Me volví hacia él y envolví una mano detrás de su cuello. Con la otra, pasé ligeramente el dedo por su apacible rostro, trazando las líneas a lo largo de su frente antes de deslizar mi dedo por su nariz recta. Luego fui sobre la curva de sus labios,

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deseando que se alzara en una sonrisa. Echaba de menos esa sonrisa más que nada. Echaba de menos su marcado humor. Su ego y su confianza. Aparte de su inmenso amor por nosotros, él era un caparazón. Mis dedos entonces se alejaron de su cara y se deslizaron lentamente por su garganta. Todo su cuerpo se congeló cuando fui por su mandíbula. Seguí de oreja a oreja antes de mirar sus doloridos ojos. Fruncí el ceño ante la tristeza que se escondía allí. —Incluso después de todo —le susurré mientras el agua caía sobre nosotros—. Nunca voy a irme de tu lado. Incluso después de todo, estoy pegada a ti, porque debemos estar juntos. Tragó saliva y se inclinó para besarme. Lo detuve de nuevo. Sus cejas se juntaron en confusión. »Sin embargo, por mucho que te amo —agregué, luchando contra mis emociones—, todavía echo de menos al viejo Heath. El que sonrió y se robó mi corazón. Consideró mis palabras, esos ojos saltando de un lado a otro. Luego se las arregló para dar un rígido asentimiento, y dejé que me besara después de eso. Dejé que me cargara y me llevara a la habitación donde me colocó en el borde de la cama y se deslizó con fuerza dentro de mí. Me tomó con una necesidad desesperada, mordiendo y pinchando mi carne mientras yo clavaba los dedos en su espalda y lo animaba a no parar. Más y más fuerte, golpeó dentro de mí, como si quisiera dejar una parte de sí mismo mucho después de que hubiera terminado. Hundió profundamente sus fuertes dedos en mi carne, empujándome con su corazón a la intemperie. Y a pesar de su búsqueda de placer y algo más, todavía me hizo correrme primero. Tomó en consideración mis propias necesidades, mostrándome que todavía existía una gran parte de su antiguo ser enterrada en su interior. Me miró a los ojos, y ellos eran brillantes y llenos de amor. Bajó su guardia cuando me tomó, y murmuró su amor en mi oído, diciéndolo más para sí mismo que para mí. Heath seguía allí, al acecho en las esquinas de su ser, mendigando salir a la superficie. Pero se ocultaba con una rugosidad que sabía era impenetrable para cualquier persona que no le importaba. Después, cuando permanecimos tendidos uno encima del otro, acariciando el cabello del otro, abrí la boca y le dije todo lo que Ryker me dijo en el motel. Corrí a través de ello varias veces, y ventilé mis frustraciones y lloré contra su pecho mientras él me sostenía con más fuerza, dándome el cariño que ansiaba. Heath no pareció sorprendido por cualquiera de las noticias, y me fui a la cama preguntándome por qué parecía que ya lo sabía.

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Traducido por Black Rose Corregido por *Andreina F*

—Y

a están de vuelta otra vez —me dijo Marko, empujando mi lado.

Haciendo malabares con mi palillo de dientes de una esquina de mi boca a la otra, me alejé de los dos hombres haciendo fintas en el ring de boxeo y miré hacia la entrada. Entrando en nuestro gimnasio había otro grupo de hombres del Sindicato. Los observé con cansancio, preguntándome de dónde putas tenían las pelotas para venir aquí y exigir más respuestas como si fueran los putos dueños del lugar. Sabía que esto iba a suceder. Nadie como Marko o yo habrían sido capaces de dejar sus trabajos y comprar en efectivo un almacén y modernizar todo el interior en el más grande y moderno gimnasio alrededor. No dependíamos de los clientes de Año Nuevo con las resoluciones fallidas para pagar nuestras cuentas. No, hacíamos nuestro dinero usando el ring de boxeo. Después de cerrar un caro acuerdo con la policía local para que siguiera funcionando para las peleas ilegales, atraíamos una multitud cada semana. Más personas se presentaban ahora que era en un entorno más profesional. Por otra parte, Marko contrató una línea entera de señoritas ligeras de ropa para servir bebidas y comida esos días, creando un poco de alimento para el ojo; alimentar el ojo era bueno para los negocios, aprendí. Éramos una puta sensación. —Mándalos a la mierda —le dije a Marko. Tuvieron su charla con Marko antes. Desde que Ryker salió hace tres semanas y se enfocó en nosotros, veíamos a estos hijos de puta en todas partes. Marko se arremangó la camisa, una pequeña sonrisa jugando en sus labios, y se les acercó. Se reunió con ellos en la mitad del camino, levantando su mano para impedir que fueran más lejos. Los tres hombres se

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detuvieron, pero gruñeron maldiciones contra él como si fueran más grandes y más rudos. Tontos putos idiotas. Ponlos a todos juntos y él era todavía más grande que ellos. —Queremos hablar con Heath en esta ocasión —dijo Gusano Número Uno; claramente el portavoz del grupo. —Lawson sólo cumple citas —replicó Marko casualmente. Él me señaló. —¡Él se halla putamente allí! Marko se encogió de hombros. —Podría estar respirándote en el puto cuello de mierda en este mismo segundo y todavía necesitarías una cita. —¡Eso es una mierda! —Mierda o no, eso es sólo la forma en que es. Gusano Número Dos tomó la ruta tranquila, preguntando—: Bueno... ¿cuándo crees que podemos tener la primera cita? Puto idiota. Marko pensó por un momento. —La más cercana para cabrones como tú... es putamente nunca. Así que váyanse a la mierda. —¿Sabes para quién trabajamos? —gritó Larva Uno—. ¿Ustedes saben la clase de infierno que podría llover sobre ustedes, hijos de puta, con sólo una llamada de teléfono? Marko asintió, razonablemente controlado y divertido. —Para responder a tu pregunta, sí, sabemos para quién trabajan, y sabemos la clase de infierno que podría llover sobre nosotros, pero estamos preparados. Y el hecho es, si ustedes quieren hablar con Lawson... todavía tienen que hacer una cita. —¡No, ya he tenido suficiente de jugar con ustedes, hijos de puta, pensando que somos unos blandengues! Eso es lo que piensan, ¿no? ¿Qué somos maricas? ¡Nosotros no somos unos maricas! Ninguno de los dos nos estremecimos cuando los tres gusanos comenzaron a sacar sus armas, gritando maldiciones contra nosotros, exigiendo conseguir lo que querían. Inmediatamente, nuestros chicos de todo el gimnasio abandonaron sus puestos entendiendo ya lo que sucedía. Luchadores que entrenaban aquí y ganaban un salario por ser mi músculo saltaron a la acción. Los diez de ellos —musculosos y enormes en su propio derecho— se ubicaron alrededor de los gusanos, sacando sus propias armas: cuchillos, pistolas, incluso un puto martillo —¡¿qué mierda?!— que yo ni siquiera sabía podía estar oculto tan discretamente en un par de pantalones de chandal.

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Divertido, mordí el palillo de dientes y reprimí el impulso de sonreír. Es por esto que fueron contratados en primer lugar. Ellos eran mi arma. Yo no necesitaba una pistola o un cuchillo como una especie de maldita indicación de lo fuerte que era. Sólo necesitaba hombres. Indispensables, leales hombres. —Bueno, ¿no es esto interesante? —reflexionó Marko, mirando alrededor a todos nuestros músculos—. ¿Ven todo esto? Esto es sólo una pequeña muestra del infierno que podemos hacer llover sobre ustedes, cabrones maricas. Los gusanos quedaron tiesos, mirando en shock a los hombres que se amurallaron en torno a ellos. »Si nos amenazan, entonces nos amenazan a todos nosotros. —Gruñó Marko, dando un paso más cerca de ellos a medida que sus armas vacilaban. Gusano Número Uno miró por encima del hombro de Marko y me miró directamente. Escupiendo mi palillo de dientes, devolví la mirada, mi cuerpo ya saltando con la adrenalina para eliminarlos de un solo tortazo. Antes la violencia no tenía sentido para mí a menos que estuviera luchando por dinero. Pero ahora, tenía tanto sentido como lo era respirar. Ya no me afectaba. La sangre ya no me preocupaba. Me entusiasmaba la idea de matar a cualquier persona que quisiera matarme primero. Al igual que los dos malparidos que pusieron esta marca en mi garganta. Me endurecí, y ahora era cruel. Y me importaba una mierda cualquiera de esas cosas. Cambié por necesidad, porque el hombre que era antes nunca hubiera hecho lo que hice por obligación moral. Pero los tiempos cambiaron. La supervivencia no era sobre lo que estaba bien o mal. Se trataba de golpear antes de que fueras golpeado primero. Cuando el gusano vio la mirada cruda de rabia en mis ojos, bajó su arma. Los otros dos lo siguieron, y segundos más tarde se apresuraban fuera del gimnasio, y mis hombres los siguieron hasta el mismo estacionamiento. Marko se volvió hacia mí y sonrió. —Putos maricas —murmuró. Asentí. —Putos maricas —repetí. —Van a ir a reportarlo a mami y papi, ¿eh? —Oh, sí. Van a estar llorando mucho sobre esto. Ahora tenemos unos grandes putos objetivos en la espalda. Asintió y se acercó a mí. Siguiendo mi línea de visión a las puertas, me preguntó—: ¿Te sientes bien, hombre? Estamos llegando al final de la línea aquí. ¿Nervioso?

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—No, no nervioso. Sólo hambriento. Hambriento de venganza. —Si me presento esta noche, ¿Allie va a despellejar mi culo? Me burlé. —No seas así, hombre. Ya no te odia tanto. —No, desde el ataque, ha estado medio bien, supongo. El ataque. No me gustaba recordar la forma en que gritó y corrió hacia mí. Las lágrimas que caían de sus ojos mientras se disculpaba una y otra vez. Sin embargo, ¿se disculpaba por qué? Sentí cómo la vida me dejaba. Mi cuerpo se entumeció y no sentí gran cosa después. Las esquinas de mi visión se oscurecieron, y me hallaba muy consciente de que me acercaba a mi muerte. Fue casi tentador simplemente dejarme ir. Pero no podía dejarla. Existían tantas cosas que no hice. Tantas palabras que quería decir. Luché por Allie. Por tener la oportunidad de hacer las cosas bien y por darle el felices para siempre que siempre soñó. Lo que no me esperaba cuando me desperté en una cama de hospital era sentir el profundo vacío dentro de mí. Mis emociones se redujeron. Me dijeron que me encontraba en estado de shock y probablemente traumatizado. Que muy probablemente era el instinto de conservación, o cualquier cháchara de psicoanálisis que querían darme de comer en ese momento. Si se tratara de algo de eso, se habría ido por ahora, ¿verdad? En cambio, mis hombros todavía se sentían abrumados, y mi ira... ¡tenía un maldito hijo de puta problema de ira! No ayudaba que Allie tuvo que ir y hacerlo peor visitando a Ryker. Entendía por qué lo hizo, pero yo hervía de rabia porque ella entró en su habitación de motel. Tuve la tentación de ir yo mismo y sacarle la mierda fuera de él, pero no pude. Tenía que esperar. Cuando ella entró por la puerta, toda la ira y el instinto irracional depredador dentro de mí sólo tenían que putamente saber si hizo algo para engañarme. En retrospectiva, me arrepentí de no confiar en ella en su lugar. En mi corazón sabía que ella no habría hecho nada. Pero años de escuchar a todas las bocas hablar, predicando que ella me engañaría y me dejaría por él en el segundo que saliera de la cárcel, me dejaron paranoico. Especialmente cuando parecía que quería verlo cuando Matt abrió la boca sobre la noticia.

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—Moví el dinero, por cierto —dijo Marko, sacándome fuera de mis ensueños. —¿Trescientos grandes? —pregunté. —Sí, todo a un lado en el auto en la ubicación R. Dividimos el dinero poco después del ataque. Mientras que estuve en la cama del hospital, Marko desenterró todo en caso de que alguien realmente hubiera descubierto todo el asunto. Después pensamos en lugares que nunca fueran descubiertos. Nunca escribimos los lugares en ninguna parte, eso habría sido tan tonto como lo que Ricardo hizo con su cuaderno, y en cambio, confiábamos en nuestra memoria. —Bien —dije con un gesto firme—. Eso significa que todo debe ser sólido. Si no, yo iba a ser un puto hombre muerto. *** Los hombres me sonreían extraño cuando me dirigí a la oficina después del almuerzo. Tuve la tentación de decirles que se metieran sus miradas por el culo o lo haría por ellos. En su lugar, respiré por mis molestias y abrí la puerta. Inmediatamente el sonido de un hilo de voz me llamó la atención. En el suelo, junto a mi escritorio se hallaban Kayden y Allie. —¡Aquí está! —Aplaudió Allie. Cuando Kayden me vio, sus ojos se abrieron y se puso de pie. Corrió hacia mí y me arrodillé justo a tiempo para su abrazo. —¡Papi! —gritó. —¿Qué es esta sorpresa? —pregunté. Sinceramente, no esperaba esto. No era frecuente que me visitaran aquí con la apretada agenda de Allie. —Cumple —respondió. Levanté una ceja ante Allie y ella se rio y tradujo—: Cumpleaños. Él sabe que es tu cumpleaños. Pensé que podríamos pasar y sorprenderte. —¿Mi cumpleaños? Ni siquiera me acordaba. —Papi travieso —bromeó—. De todos modos, él quería darte algo. Kayden, ¿qué le quieres dar a papá?

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Kayden dejó mis brazos y se fue al bolso de Allie. Ella se lo sostuvo y él cavó y sacó un pedazo de papel verde de construcción. Se apresuró a mí, una gigante sonrisa estilo Ryker en la cara que hizo que mi pulso se acelerara. Tomé el papel de él y bajé la mirada a un conjunto de garabatos circulares. No sabía qué demonios miraba, pero levanté mis cejas y miré hacia Kayden como si fuera Pablo Picasso. —Este es el mejor dibujo que he visto en mi vida —dije, y era totalmente cierto. —Cuenta una historia —explicó Allie, aparentemente aturdida por esto—. Acerca de ti. ¿Cómo llamaste a papá, Kay? Kayden sonrió tímidamente, refugiándose un poco en su caparazón cuando susurró—: Heloe. —¿Héroe? —pregunté. Asintió con la cabeza. —Él dijo que eras un héroe, y que quiere pelear como tú —explicó Allie, mirándolo cariñosamente. Él en realidad nunca me vio en una pelea real. A veces Allie venía y él me veía entrenar o ayudar a entrenar a los chicos, y parecía muy enamorado del asunto. Acerqué a Kayden a mí y le di un gran beso en la mejilla. Envolvió su brazo alrededor de mi cuello y me besó de nuevo. —¿Quieres pelear como yo cuando seas grande? —le murmuré. Él asintió con la cabeza y me reí—. Entonces vas a pelear como yo. Te voy a convertir en el mejor luchador que alguna vez existió. Uno verdadero. No un tonto luchador clandestino como yo. Algo aún mejor. Los ojos de Kayden brillaron y asintió con entusiasmo a todo lo que dije. Levanté mis manos como siempre lo hacía con él, y él cerró sus manos en puños y lanzó cada puñetazo torpemente. Su coordinación necesitaba trabajo, pero daba su mejor esfuerzo, y al final del día eso era todo lo que importaba. La idea de hacer esto con él por diversión a medida que creciera me hizo emocionarme por el futuro. Él tenía dos años y me llamaba héroe, y tuve que respirar por la profunda emoción que se agitó en mí. Si alguien me iba a arreglar emocionalmente, ese iba a ser Kayden hasta la médula. —Tú no eres tonto —dijo entonces Allie, frunciendo el ceño—. Y no has peleado en un largo tiempo. De hecho, me preguntaba si lo extrañabas.

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—No —dije con convicción—. No lo extraño para nada. No era la manera correcta de hacer dinero. Era sólo un atajo. Y ahora me alegro de que no tengo que volver a casa ensangrentado y magullado y que Kayden me vea. Allie se arrastró hacia mí, interrumpiendo los golpes de Kayden. Inmediatamente la traje cerca de mí y la besé suavemente. Me encantó que se derritiera en mí como si estuviera tan afectada por mi tacto como al comienzo. Vimos a Kayden dibujar en una hoja de papel como por media hora, y fue agradable olvidar toda la mierda por un tiempo. —Te voy a hacer la cena de esta noche —me dijo Allie—. Y va a saber como el culo, pero más te vale comerla y que te guste. Empujé su cabello a un lado y besé su cuello suave. —Claro que sí, nena. Cualquier cosa por ti. —Entonces también vas a estar en un estado de ánimo más feliz. Una sonrisa más a menudo no te mataría. —Sonrío por dentro. Me dio un codazo en las costillas. —Sabes lo que quiero decir, tarado. —Tu tarado. Su rostro se volvió hacia mí, y el calor en él me agitó desde dentro aún más. Tacha lo que dije antes; Kayden y Allie me iban a arreglar hasta la médula. —Echo de menos tu sentido del humor —susurró en voz baja—. Veo sólo pequeños trozos aquí y allá. Quiero más de lo mismo. —Entonces vas a tener más de lo mismo —prometí. Parecía muy feliz por eso. Cuando llegó la hora de irse, recogió a Kayden en sus brazos. —Nos vemos para la cena —me dijo, dándome un beso final en los labios. —Nos vemos, Al. La vi salir en ese corto vestido de mierda que hizo que mi verga se moviera con avidez. Golpeé la cabeza de un hombre cerca cuando comenzó a chequearla. —No cuando putamente esté presente —le gruñí. Cuando volví a mi oficina, cogí el dibujo de Kayden y lo colgué en mi pared. Me quedé mirándolo por minutos. Él quería ser un luchador. Quería ser como yo.

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Kayden lo iba a lograr, y yo lo iba a ayudar.

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Traducido por Scherezade & July Styles Tate Corregido por Marieta16

C

orría alrededor de la cocina. Mis pensamientos eran un frenesí mientras freía la carne, aplastaba el puré de patatas, y luego llevaba la salsa de un minuto, a la vez que atendía a Kayden. Se reía histéricamente de mi estado agotado, y le saqué la lengua varias veces, causando que la risa aumentara de volumen. —Mami tonta —dijo mientras construía con sus bloques y deliberadamente los tiraba al suelo. Casi me tropecé con ellos tres veces. —Kay, ¿por qué no llevas tus bloques a la sala de juegos para que mamá pueda cocinar, sí? —le pregunté por enésima vez. Era como Heath, decidido a ignorar o simplemente sacudir la cabeza. Una vez que Kayden tomaba una decisión sobre algo, no existían cambios… a menos que le sobornara con chocolate. Pero no podía hacer eso cuando la cena estaría lista en pocos minutos. Kayden me ignoró y reanudó su juego con sus bloques. Afortunadamente, la puerta se abrió de golpe, indicando el regreso de Heath del trabajo. —Huele bien —comentó justo mientras entraba. Se inclinó de inmediato y cargó a Kayden, haciéndole cosquillas sin piedad. Kayden gritó y se rio mientras era colocado sobre los hombros de Heath. Ya con sus brazos alzados, trataba de agarrar el ventilador en el techo. —¡Kayden, no te atrevas! —lo regañé antes de que Heath me arrinconara contra la esquina y me diera un beso—. Ahora no —le dije, alejándome—, tengo que hacer esta estúpida comida. Se quedó mirando la parte superior de la estufa y por primera vez en mucho tiempo, sus labios se levantaron y sonrió. Casi muero al presenciarlo.

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—¿Necesitas ayuda, nena? —preguntó—. Porque esos filetes se ven como si estuvieran a dos segundos de ser carbón. Rápidamente quité la sartén del fuego. Sudaba, tenía la cara roja y mi cabello olía a especias y carne. ¡Uf! Es por esto que odiaba cocinar. Necesitaba urgentemente arreglarme para cuando comenzáramos a cenar. »Voy a acomodar la sillita de Kayden y te ayudaré —me dijo Heath. Sentó a Kayden y regresó, sacando los platos que no pensé en sacar. Se movía por la cocina más tranquilo que yo, repartiendo todo, cuando se suponía que era mi trabajo. —Espero no haber hecho un lío —murmuré con incertidumbre. Se volvió hacia mí y me besó de nuevo. —Estará bien. No te preocupes por eso. Después de poner la mesa, nos sentamos y comimos. Kayden se negó a comer sus verduras, como de costumbre, y Heath hizo todo ese juego de tren chu-chu con la cuchara. Kayden, siendo un niño, golpeó su mano. —Es demasiado mayor para el tren chu-chu, Heath —le dije después de un bocado de carne muy seca y papas apenas cocinadas—. Esos días de bebé han terminado. Mirándome, replicó—: Mantén esa boca en movimiento y estarás sobre mis rodillas, y vamos a estar jugando un diferente tren chu-chu. La forma en que lo dijo tan en serio me hizo reír hasta que mis costados dolieron. Podía decir que nuestra noche iba a ser muy placentera. Heath parecía de buen humor. Realmente actuaba como prometió, y trataba de ser divertido. Tal vez porque finalmente superaba que Ryker estuviera fuera de la cárcel y en la misma ciudad que nosotros. Me muerdo la lengua, conteniéndome de volver a preguntar si alguna vez pensaba en verlo y suavizar las cosas. Era claro para mí que Ryker no tenía ninguna intención de tomar alguna vez interés en Kayden, lo cual dejaba poco para que Heath se preocupara. Nunca iba a tener que compartir el papel de padre. Necesitaba aceptar que, con nuestra clase de historia, algunos lazos necesitaban permanecer rotos. Ryker tenía que permanecer lejos donde nunca nos pudiera afectar de nuevo. Eso es justo lo que significaba seguir adelante.

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A medida que nos acercábamos al final de nuestra comida, llamaron a la puerta principal. Heath se levantó y respondió. Esperé pacientemente para escuchar quién era, aunque ya tenía el presentimiento de que era Marko. Cuando los segundos pasaron y no escuché nada, tuve la sensación de que algo andaba mal. Me levanté y saqué a Kayden de su sillita. Con cautela, salí de la cocina hacia la sala de estar, deteniéndome justo fuera de la vista. Tenía razón. Era Marko, pero tenía una mirada en su cara que me hizo estremecer. Le susurraba en un tono duro a Heath, haciendo un gesto hacia la puerta como si hubiera algo por venir. —Esto no era parte del plan —le oí decir—. Heath… joder, esto no es bueno. Es demasiado pronto. Heath no respondió durante un momento. Como si estuviera pensando en nosotros, miró por encima del hombro, y me congelé cuando me atrapó escuchando. Su rostro permaneció solemne, pero sus ojos se suavizaron solo un poco. —¿Qué tan seguro estás? —preguntó entonces. —Bastante, maldición —respondió Marko. —Vale. Bueno, necesito que te quedes aquí. Por si acaso. Luego mueve tu jodido culo fuera de esta mierda. Marko asintió, y por primera vez el bastardo no actuaba de manera arrogante. Me pregunté qué diablos pasaba. Me sentía ansiosa y nerviosa. Pero como de costumbre, quedaba fuera del circuito. Con el ceño fruncido, me moví de regreso a la cocina y bajé a Kayden. Corrió fuera de allí después de haber visto ya a Marko, gritando en su lenguaje de niño pequeño. —¡Mako! ¡Mako! En silencio, limpié el desorden mientras se sentaban en el sofá y encendían la televisión. El ruido ahogó su tranquila charla. Seguí mirando a escondidas, tratando de determinar qué tan grave era por la expresión de sus rostros. Tenían una muy buena cara de póquer y por eso me irritaron aún más. ¡Algo malo iba a suceder, y por una vez yo solo quería vivir una vida sin preocuparme más por esta mierda! ¿Por qué no podía ser normal? Mientras comenzaba con los platos, tomé unas cuantas respiraciones profundas, tratando de controlar esa horrible sensación de hundimiento en

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mi estómago. Pero empeoró cuanto más tiempo pasaba, y terminé abandonando la limpieza para llevar a Kayden a la cama. Evité mirar a los chicos mientras desaparecía hacia la habitación. No necesitaba arruinar aún más mi estado de ánimo. *** Le acaricié el cabello a Kayden, viéndolo caer dormido con el muñeco de Spiderman en sus brazos. Tenía mucho de los Lawson en él, pero el lado de Ryker se mostraba realmente. Heath se abrió una vez sobre ello diciéndome que veía a Kayden como un diminuto Ryker, pero la diferencia era que lo salvaba de seguir los pasos de él. Casi me reí ante ese pensamiento. Salvar a un Lawson. ¡Qué absurdo! ¡Los hermanos Lawson necesitan salvarse! Y Kayden no necesitaba ser salvado. Era un chico nuevo en la familia, y sabía que se encontraba destinado a hacer lo correcto. Iba a crecer y hacer que me sintiera orgullosa. Lo sabía en lo profundo de mis entrañas. Le enseñaría a ser caballero. Heath le enseñaría a defenderse. Y él aprendería y saldría de este jodido pueblo y se convertiría en alguien. —Sí, lo harás —le susurré a su cuerpo durmiendo—. Vas a ser alguien. Mi ensoñación fue interrumpida por un golpe fuera. Salté al ruido repentino y salí de la cama. Seguí el sonido hacia la puerta principal. Heath y Marko ya se hallaban en el porche, mirando al frente cuando otro golpe estalló. Agarrando el marco de la puerta, vi a una serie de hombres salir de dos autos negros, y uno de ellos levantó la botella de cerveza y la tiró contra la casa. ¡Pum! —-¿Crees que solo íbamos a irnos? —gritó a Heath y a Marko—. ¿Crees que sólo porque tenías algunos coños reteniéndonos en tu gimnasio, nos iríamos para siempre? Tanto Heath y Marko intercambiaron miradas, y algún tipo de comunicación pasó porque Marko volvió a mirar a los hombres y dijo—: ¿Qué diablos hacen apareciendo en una propiedad privada? Eso es caer bajo, hombre.

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El hombre luciendo peligroso con ropa negra les sonrió. —¿Crees que era mi plan? ¿Crees que soy el que decidió esto? No, nosotros recibimos órdenes del jefe, y él está justo aquí. Los hombres volvieron la cabeza hacia atrás y la puerta del segundo auto se abrió. Salió Ryker, vestido con un jersey de manga larga y pantalones oscuros. Parecía letal, nada en absoluto como el hombre vulnerable en la habitación del motel. Algo sucedió, la luz se escapó de él y sólo quedaba oscuridad. Su rostro era pasivo pero escalofriante, y sus ojos fríos se lanzaron directamente a Heath y Marko. Heath enderezó la espalda al ver a su hermano moviéndose más allá de los hombres y pararse en medio del patio. Esta fue la primera vez desde que salió que se habían visto. —He estado escuchando un montón de mierda, Heath —dijo, mirando a ambos—. Y he estado prestando mucha atención también. Sé lo que hiciste. He comprobado las fechas. Sabía lo que hacían cada vez que se saltaban un día de trabajo o cuando perdías una lucha. —¿Qué es lo que piensas que hicimos? —Gruñó Marko a cambio. —No actúes como que jodidamente no sabes de lo que hablo — replicó Ryker, dando un paso más cerca, y fue entonces que vi la pistola sostenida con fuerza en la mano. —No hemos hecho nada. —Eso es mentira y lo sabes. Ahora, esto no tiene por qué ser violento. No nos importa que esto sea aquí fuera… —¿Qué haces? —solté alarmada, saliendo del porche—. Después de todo lo que me dijiste, ¿por qué actúas así, Ryker? —Te dije que no le haría nada a él —respondió fríamente apuntando a Heath. Sus ojos se hallaban puestos en Heath con una mirada de venganza clara en su rostro. Pero no… no lo haría, ¿verdad? Dijo que no iba a ir tras de mí, ¡él no me quería! Entonces, ¿por qué miraba a Heath como si quisiera matarlo? —¿Esta es la puta por la que te traicionó? —Se rio un hombre detrás de Ryker. Mi corazón comenzó a golpear más duro en mi pecho, y cuando Heath se volvió hacia mí, me sentí aún más ansiosa que antes. Lucia aterrador. Esa mirada me dejó inmovilizada en un solo lugar.

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—Entra en la casa, Allie —exigió Heath en un tono bajo, que no admitía replicas. —No quieres que te vea muerto, ¿eh? —interrumpió Ryker, moviendo la cabeza como si estuviera loco—. ¿No quieres que sepa que has sido el capullo que limpiaba nuestras casas de efectivo, causando nada más que problemas con nuestros hombres y nuestro pueblo? Mi respiración escapó cuando miré de Ryker a Heath. No sabía qué pensar en este punto. Ni siquiera podía decir que me sorprendí tampoco. Heath miró a su hermano. —Cállate la boca, Ryker. Realmente, estás jodido viniendo a mi casa, haciendo acusaciones de mierda… —¡No es mierda! —gritó Ryker gritó, furioso—. ¡Sé un jodido hombre y reconoce lo que has hecho! —No hice nada —respondió firmemente—. Y no tienes ninguna maldita prueba de lo contrario. Estás loco, enojado, porque perdiste a tu chica con tu hermano mayor, tirando mierda en mí sólo para derribarme. Ahora tratas de dar sentido a tu patética, drogada pandilla, con sus actitudes de maricas, vagando por las calles y jodiendo. Pero apuesto a que llorabas como un marica sobre ellos por estar pudriéndote en la cárcel. No me puedes decir que no es cierto. ¡No podía creer lo que decía Heath! Quería físicamente callarlo, incitaba a su hermano menor, claramente enfurecido, que sostenía una jodida arma en la mano. No pude evitar mi temblor. Incluso Marko parecía sorprendido por lo que dijo, mirando incómodamente a todos los hombres, ya que comenzaron a tomar sus propias armas. —Por favor, detente —le rogué—. Por favor, no más… —No sabes una mierda —gritó Ryker, levantando su arma y apuntando a Heath. Oh, Dios. Oh, Dios, no. »¡Jodiste a la gente equivocada! ¡Pero tienes razón, imbécil, estoy loco! ¡Loco es la única cosa que me mantuvo en marcha, mientras robaste mi mujer, mentiste en mi cara, y comenzaste a robar en nuestras casas! —¿Me vas a disparar? —espetó Heath espetó, levantando los brazos de par en par y acercándose al borde del porche—. ¿Vas a dispararle a tu maldito hermano mayor, pedazo de mierda? ¡Bueno, no te quedes ahí, hijo de puta! ¡Dispárame! ¡Vamos! Coñ…

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Sonaron tres disparos, pero Ryker apuntó hacia el cielo, mientras gritaba a Heath. Salté hacia atrás, la mano en mi pecho. Me iba a desmayar. ¡Me sentía a punto de desplomarme! —Estás malditamente muerto, Heath —dijo antes de girarse hacia sus hombres—. ¡Agárrenlo! Cuando los hombres empezaron a moverse, Heath giró hacia Marko. —Lleva a Allie a donde su madre ahora. Mis ojos se abrieron. —Heath… —No empieces, Allie —interrumpió bruscamente, mirando hacia mí— . Haz lo que se te dice. Tienes que salir de esta casa en caso de que alguien venga por aquí de nuevo. Antes de que pudiera discutir, Marko ya me agarraba por el brazo y nos dirigíamos a la casa. Traté de empujarlo lejos, mirando por encima del hombro mientras los hombres comenzaban a rodear a Heath, sus armas apuntando a la cara. —Tienes que ayudarlo —rogué a Marko—. ¡Tienes que ayudarlo, Marko! Por favor, ¡no dejes que se lo lleven! ¡Lo van a matar! ¡¿Me escuchas?! ¡Lo van a matar! Pero Marko me mantuvo restringida, obligándome a ver cómo se llevaban a Heath lejos de la casa y hacia los autos. Lloré y pateé, sintiéndome total y completamente indefensa. —Cálmate, Allie —me dijo. ¿Calmarme? ¿Cómo diablos se supone que debo calmarme? —¡Solo dejaste que se lo llevaran! —grité— ¡Lo dejaste ir y no dijiste ni una palabra! ¡No te importa! —Por supuesto que me importa —replicó furiosamente—. Pero, ¿qué coño se supone que debo hacer? Heath dijo que te lleve a casa de tu madre y eso es lo que voy a hacer. ¿Quieres odiarme? Bien, jodidamente ódiame entonces. Estoy acostumbrado. No respondí. Sólo lo miré mientras agarraba la llave del auto de Heath de la mesa de café. Jodidamente odiaba a Marko por hacer esto. Jodidamente odiaba a Heath por incitar a su hermano.

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Y jodidamente detestaba a Ryker por querer poner una bala en el Ăşnico hombre que he amado.

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Traducido SOS por Minia16 Corregido por *Andreina F*

—¿Q

ué pasa? —preguntó mamá. Vi que Marko se subía a su auto y se marchaba por el camino de entrada.

»Allie, contéstame —presionó. ¿Cómo podía contestarle cuando yo tampoco tenía ni idea de lo que ocurría? Si las acusaciones de Ryker eran ciertas, entonces los últimos años tenían mucho sentido. No podía odiar a Heath por ello incluso si era verdad. Seguro que existía una explicación. No era un hombre avaricioso. No era como si fuera a despertarse un día y a decidir hacer algo increíblemente estúpido como robarle a una banda criminal. Ah, mierda, sí que les robó, ¿verdad? »Allie, por el amor de Dios, ¡¿me puedes contestar?! Me volví hacia su cara de sorpresa y, por una vez, vi auténtica preocupación. ¿Quién se lo habría imaginado? —No lo sé —acabé respondiéndole. Me gruñó. —¿No lo sabes? No podía soportarlo ni un minuto más. No cuando no sabía lo que pasaba. De camino, vi el auto de Matt estacionado en la entrada de la casa de su tío. Matt, la persona más útil que conocía aparte de Heath, seguro que me ayudaría en un momento como este, ¿verdad? Además, ¡él tenía contactos! Podría descubrir dónde se encontraban y ayudar de algún modo a Heath. —¿Kayden está dormido? —le pregunté. Me miró con cautela.

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—Sí. Está en tu cama. —Bien. Échale un ojo. Acuéstate con él si se despierta y se pone a llorar. —¿Por qué me dices todo esto? Agarré mi chaqueta y me la puse. —Porque tengo que descubrir qué sucede… Heath me necesita ahora. Simplemente lo sé. Se cruzó tercamente de brazos. —No dejaré que vayas. ¡Ese hombre apisonadora que se acaba de ir dijo que no te perdiera de vista! —Mamá, ¡no tengo tiempo para discutir esto contigo! —¿Quieres acabar muerta? Me detuve y cerré los ojos. Dios, tenía la necesidad de soltar algo dramático, ¿verdad? »Serás tan estúpida como tu padre si sales por ahí a combatir el crimen. ¡Eso es suicidio, Allie! ¡Y no voy a dejar que otra persona me haga esto! Exhalé y abrí lentamente los ojos. —Papá no se suicidó, mamá. Las mismas personas que tienen a Heath… ellos lo mataron —mascullé mientras contenía las lágrimas—. Les debía dinero, lo mataron cuando no pudo devolverlo y lo manipularon todo. Como no respondía, me giré para mirarla. Tenía los ojos rojos. Meneó la cabeza en señal de negación. Y balbuceó—: Eso… eso no es posible. No es cierto. Me dolía el pecho y me tragué mis propias emociones. —Lo es, mamá. Cuando perdió su trabajo, ¿cómo piensas que nos mantuvo a flote? Usaba su dinero y debía devolvérselo cuando encontrara un empleo… pero sabes que nunca lo hizo. El mercado de trabajo se agotó y terminaron con él cuando se acabó el tiempo. Se estremeció y, cuando di un paso hacia ella, sostuvo la mano en alto para detenerme. La única vez que quería que recibiera mi afecto y me alejaba. Me contuve para no decirle lo horrible que se sentía que te hicieran a un lado de esta forma, ¡una y otra vez! ¿Ella sufría? Bueno, ¡pues yo también! ¿No quería creérselo? ¡Pues yo tampoco! Pero era la verdad y no podía negarla. »Voy a ir —le dije con firmeza.

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Se hallaba demasiado inmersa en sus pensamientos como para hacerme caso. Salí de casa, corriendo hacia Matt y esperando que no se hubiera marchado en el poco tiempo que estuve en casa de mi madre. Vi su auto todavía en la entrada detrás del destartalado Ford de su tío y corrí hacia la puerta principal. Llamé con los nudillos una y otra vez, incluso cuando pasaron los minutos sin que hubiera respuesta. »¡Matt! —llamé—. ¡Matt, por favor! Cuando oí que giraba la llave en la puerta, me detuve. La puerta se abrió de golpe y me saludó la cara de confusión de Matt. —¿Allie? ¿Qué demonios pasa? —¡Necesito tu ayuda! ¡Por favor! —le dije apresuradamente—. Por favor, ¡Ryker se llevó a Heath y no sé dónde está o lo que le estarán haciendo! ¡Se lo han llevado! —Cálmate, cariño. Frena. Ven aquí. Me rodeó con sus brazos y me condujo al interior de la casa, cerrando la puerta con el pie detrás de él. Me sentó en un pequeño salón, diciéndome que respirara una y otra vez. »Todo va a salir bien, relájate y luego dime qué ha pasado. Cerré las manos en puños e intenté calmarme. Bloqueé las imágenes de Heath siendo herido y me centré en la voz tranquilizadora de Matt. ¡Él podía ayudarme! Marko me abandonó, pero Matt se encontraba aquí ahora y eso era todo lo que importaba en ese momento. —Vale, vale —musité una vez me hube calmado lo suficiente para hablar. —¿Un poco mejor? —Sí. Lo observé bien por primera vez desde que me hizo entrar. Parecía cansado, se frotaba la nariz cada pocos segundos. También olía a sudor y un poco a alcohol. »¿Dónde está tu tío? No quiero despertarlo si está dormido… —Olvídate de todo eso —me interrumpió—. No se halla aquí, así que no te preocupes. Ahora, dime qué pasa. —Ryker apareció delante de casa con unos cuantos hombres — expliqué—. Lanzaron botellas a la casa para llamar nuestra atención. Y luego, cuando estuvimos fuera… disparó al aire, como si estuviera poseído y le gritó a Heath. Dijo que… les estuvo robando. Arrebatándoles los depósitos. Los demás tenían pistolas en las manos y todo eso mientras Ryker amenazaba con matarlo, Matt, ¡justo delante de mí! Después de que se lo

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llevaran, ¡Marko me llevó a casa de mi madre y luego me dejó allí sin preocuparse ni un poco! ¡Estoy segura de que probablemente se ha olvidado de todo! Me sentía enfadada. Sabía que me descargaba contra Marko, pero no se quedó ni un momento para ver si estábamos instaladas en casa. Simplemente se dio la vuelta y se fue, aumentando mis sospechas sobre él. No importaba lo que hiciera para demostrar su amistad y lealtad hacia Heath, esa extraña sensación en mi interior no se aflojaba con el tiempo. Seguía ahí. A Matt se le ensombreció la cara. —Jesús, Allie, eso es una mierda. —Sí, lo sé. Vi tu auto cuando me dejó y quería saber si podías ayudarme. Si pudieras… no sé, hacer unas llamadas y preguntar si alguien sabe qué ocurre. Es decir, seguro que conoces a gente de esa banda, ¿verdad? ¡Conoces a todo el mundo! Pensó en ello, apoyando los codos en las rodillas. Se quedó mirando al infinito. Lo observé con nerviosismo. Esperaba que supiera las respuestas. —Sí, puede haber una persona a la que puedo llamar —masculló—. Demonios, Ryker. Menudo imbécil, ¿verdad? Nunca cambiará. Negué con la cabeza. —Nunca. Me sentí como una idiota por pensar que salió de prisión como un hombre diferente. La mayoría de los prisioneros no lo hacían. De hecho, muchos terminaban otra vez en la cárcel, y yo apostaba a que se acercaba su día. —Siempre tiene que fastidiar a Heath —continuó Matt—. A ese tipo le cortaron la jodida garganta unos malditos drogadictos vestidos con gabardina. ¿Y cuál es la excusa de Ryker para ser un mierda? ¿Que vio un jodido bebé medio muerto debajo de una cama? Ridículo. El enfado de Matt con Ryker era sorprendente. Pero lo más sorprendente… eran sus palabras. Ralenticé el movimiento de mi cabeza y fijé la mirada en él con un deje de extrañeza, preguntándome hasta qué punto se encontraba borracho para decir algo así. Notó mi mirada, y su cuerpo se tensó inmediatamente mientras se enderezaba. »Voy a hacer esa llamada —me dijo. Se dio la vuelta y sacó su celular. Marcó unos números y desapareció en la cocina. Yo contuve el aliento e

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intenté escuchar, pero mi cerebro se hallaba demasiado ocupado con lo que acababa de decir. A ese tipo le cortaron la jodida garganta unos malditos drogadictos vestidos con gabardina… ¿Cómo sabía que iban vestidos con gabardinas? ¿Se lo dije yo? Creía que no. Cuando Heath salió a buscar a aquellos hombres, nunca le describió los abrigos a nadie. ¿Y cuál es la excusa de Ryker para ser un mierda? ¿Que vio un jodido bebé medio muerto debajo de una cama? Y eso… ¿Cómo demonios sabía eso? Giré la cabeza en dirección a la cocina justo cuando empezó a hablar. No podía oír lo que decía. Pero mi cuerpo se sentía raro. Ya no me sentía segura. Mi visión se volvió borrosa y sacudí la cabeza, poniéndome al borde del sofá. Estar aquí no era buena idea. Matt sabía demasiado. Y sabía demasiado por una razón. Una razón que me abofeteaba, literalmente. —Has estado ahí sentada cinco minutos y pareces histérica —dijo desde detrás de mí. Salté ante el sonido de su voz. ¿Cinco minutos? ¿Estuve ahí sentada cinco minutos? Parecieron cinco segundos… »Te dije algo estúpido antes de irme, y quiero que lo elimines completamente de tu memoria, Allie. Asentí para complacerle. Por dentro sabía que no podría. —Lo haré —susurré con vacilación. Miré hacia el pasillo. Tenía que salir de aquí. —Mientes —afirmó, y luego exhaló lentamente—. Joder, joder, joder. —No estoy mintiendo —respondí—. Juro… —Estoy jodidamente borracho y te acabo de decir algo que no debería haberte dicho. Empecé a temblar. Lo reconocía. Admitía que era parte de algo y yo ya no quería oír nada más. »Allie —dijo en voz baja. —Tengo que irme.

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Me levanté y casi tropecé con mis piernas de los nervios, al mismo tiempo que él me observaba desde la entrada de la cocina con una mirada de tristeza y agotamiento. Puso la mano detrás de la espalda y agarró algo. —No te vas a ir aún —me dijo. Mis ojos se clavaron en la pistola que acababa de sacar y me quedé paralizada. Lo miré con sorpresa, pero más que nada me sentí traicionada. —¿Qué… ¿Qué es esto, Matt? Vine por ayuda… —No voy a ayudar a un par de Lawson capullos —me interrumpió con brusquedad—. ¡No han hecho más que destrozar esta ciudad! Negué con la cabeza. —No, Matt, la ciudad ya la destrozó esa banda. —El Sindicato empezó ayudando a la gente —replicó—. ¡Le prestaba dinero a la gente que lo necesitaba! ¡Nunca entraron en lo de las drogas hasta que murió mi padre y entró él! Me sentía confusa. Tan condenadamente confusa. —¿De qué hablas, Matt? ¿Tu padre? —Mi padre lo empezó desde cero, Allie. Le volaron la cabeza unos drogadictos que lo atracaron después de cegarlo. Drogadictos que estaban a punto de pagar una prima y a los que no les importaba que eso significara matar a alguien inocente por la pasta. ¿Y qué hizo mi tío? Decidió que había muy poca demanda y que existía sitio en la ciudad para un cártel de droga. —Matt meneó la cabeza con incredulidad—. Yo tenía cinco jodidos años, Allie, ¡y todo lo que vio cuando su hermano falleció fueron símbolos de dólar! —¿Tu tío? Él es… ¿él es el Jefe? —Sí —respondió en voz baja—. ¿Qué clase de hombre de mierda se hace llamar Jefe? Miré la sala. —Todo este tiempo, ¿ha estado viviendo aquí? —Aquí, ¿en una casa de mierda a media cuadra de la mía? —Ha mantenido su identidad en secreto. Me obligó a salir de la banda que le pertenece a mi padre. —Se enfadó más—. Joder, hice todo lo que pude para demostrar que tenía madera de líder. Que podía ocupar su lugar. En cambio, me convirtió en un puto espía, ¿y quién demonios se llevaba la dulce gloria? El jodido Ryker. Un puto cobarde que alardeaba de apretar el gatillo contra alguien.

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Temblaba con fuerza. Tuve que agarrarme al brazo del sofá para estabilizarme. —¿Ryker no ha matado nunca a nadie? —me descubrí preguntando. Pensé sinceramente que iría tan lejos si estaba siendo considerado como candidato a líder. —Lo hizo. —Gruñó, frotándose la nariz una vez más. También se encontraba drogado, comprendí—. Pero no quería. Confiaba en que el idiota de Ricardo hiciera la mayor parte del trabajo sucio, y solo cuando eso implicó a un maldito niño maltratado fue que Ryker se ocupó de ello. Fue una mierda. Ricardo tenía suficiente sobre él, y yo quería verlo caer. ¡No puedes decirme que no se lo merece después de lo que te hizo! Vi la forma en que te trató Ryker, Allie, y se cogía a otras chicas a tus espaldas. Ricardo me contó que solía fulminar con la mirada a mi tío y evitaba seguir las reglas. Ryker era irresponsable. No estaba hecho para mandar. No. Por eso lo sacrifiqué. Necesitaba ese tiempo para ganar la confianza de mi tío. Estoy harto de ser la puta de los demás, Allie. Tan harto de que se aprovechen de mí. Pero tú sabes lo que se siente, ¿verdad? Puedes entenderlo. —¿Lo sacrificaste? —Solo le di una pista a la policía. No pensaba que le caerían cinco jodidos años. —Matt se encogió de hombros como si para él no fuera nada—. Fue idea de Ricardo. No puedo atribuirme todo el mérito. —Y tu tío… ¿no lo sabía? —Me habría desollado vivo si lo hubiera sabido. Tal y como me desollaría vivo si descubriera que envié a Ricardo a sacarle dinero a Heath. No pensaba que el muy jodido tendría el valor de matarlo. Heath siempre fue el peligroso. Este hombre estaba loco. Pero completamente loco. —¿Por qué nos ibas a hacer pasar por eso? —dije, completamente perpleja—. Vivimos un infierno, Matt… —El dinero fue idea de Ricardo. Estuvo sacándole dinero a gente que se relacionaba con nuestros deudores. Pensaba que, como Heath se resistía, podríamos reunir un poco de dinero para comprar a la banda si lo necesitábamos. Pero Ricardo se hallaba completamente preparado para matar a Heath. Por eso le dio un plazo imposible para conseguir el dinero. Yo no quería eso en aquel momento, pero dijo que así haría que Ryker se volviera en contra de la banda si pensaba que lo volvían a necesitar por eso. En cambio, ese maldito novio tuyo nos timó. Sabía que fue él cuando me llamaste. Cuando me preguntaste dónde se encontraba y me dijiste que volvería más tarde con un poco de efectivo en mano. Lo seguí y lo vi desvalijando una casa, y entonces lo supe. Supe que siempre había sido él,

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y supe que mató a Ricardo y que encontró ese cuaderno lleno de direcciones. Si hubiera sabido que era capaz de eso… capaz de matar a mi amigo… —¡Él no quería matar a nadie! —grité—. ¡Ricardo era el que quería enviarlo a su muerte! Se encontraba listo para dispararle a la cabeza, Matt. ¡Y también amenazó con matarme a mí! —Ricardo amenazaba así a todo al que quería molestar, Allie. Yo nunca le habría dejado hacerlo. Y, de todos modos, si Heath de verdad se preocupara por ti, te habría sacado de la ciudad y te habría mantenido alejada de todo esto. No deberías odiar tanto a Ricardo. ¿Que no debería odiar tanto a Ricardo? ¿Es que estaba loco? —¿Por qué no dejas de defenderlo? —Crecimos juntos y mi tío lo metió en la banda porque demostró su valía. Y yo aprendí a vivir con ello porque Ricardo me contaba todo lo que pasaba en la banda. No era tan malo. —¡Lo era y lo sabes! Esto era una locura. Pasé tanto tiempo sospechando de la maldad de Marko cuando la maldad siempre provino del único amigo en el que confié. ¿Cómo era que mis instintos estuvieron equivocados todo este tiempo? »Es que no lo entiendo —dije, negando con la cabeza—. Enviaste hombres detrás de Heath. Hiciste que le cortaran la garganta y él sufrió por ello, y sabías lo que eso habría significado para Kayden y para mí. Nos habría destrozado, ¡y a ti no te importó nadie más que tú mismo! Vi la culpa ensombreciendo su rostro. Tragó con fuerza y asintió. —Lo sé, pero no era nada personal. Tenía que recuperar a mi tío, Allie. Necesitaba que viera que atrapé al tipo que nos estuvo engañando. Quería esa gloria. Quería que al fin estuviera orgulloso de mí. Yo mismo te habría ayudado con Kayden si hubiera dado sus frutos. Lo juro por Dios, los habría ayudado en todo para que nunca les faltara nada. No pienses ni por un segundo que no pensé en ti. »Pero luego sobrevivió y movieron el dinero y yo no sabía a dónde. Tenía que pasar desapercibido. Marko buscaba al responsable y no podría protegerme si descubría que fui yo. Mi tío nunca me habría aceptado sabiendo lo que hice y que fracasé. No tenía dinero para comprar a nadie para que me ayudara. Ricardo estaba muerto. Esos hombres se esfumaron. Tuve que permanecer encubierto. Y yo… yo no puedo matar a alguien. No puedo arrebatarle la vida a una persona con las manos desnudas. Así que esperé. Esa es la jodida y auténtica verdad. Santo Dios.

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Fijé la mirada en él y volví a mirar en dirección al vestíbulo. De verdad que tenía que irme. Matt descargaba toda esta información y yo sabía demasiado en este momento como para salir indemne. Porque una vez sabías una o dos cosas que en teoría no deberías saber, te convertías en un objetivo. Ahora mismo me convertía en uno, y él permitia que ocurriera. Después de esto iba a hacerme daño. »No te vas a ir —dijo con severidad, como si me hubiera leído la mente. Dio un paso hacia mí con la pistola todavía a mano. Tenía los ojos rojos y dilatados, y su pecho ascendía y descendía con rapidez—. No puedo dejarte marchar, Allie. No después de esto. —No le diré nada a nadie, Matt… —Esa es una puta mentira y lo sabes. Estiré la mano hacia él, en un gesto de súplica. —Por favor, Matt. Piensa en lo que haces. Este no eres tú. Yo confío en ti, ¿verdad? Confío en ti. Y tú confías en mí. Siempre has confiado en mí. Así que confía en mí cuando te digo que no diré nada. Seguía negando con la cabeza, murmurando que no. No podía quedarme ni un segundo más. No tal y como estaba y con esa pistola en la mano. Así que eché a correr y él gritaba desde atrás que me detuviera. Llegué al vestíbulo cuando sonó un disparo. Un dolor agudo me atravesó el brazo y caí hacia delante, aterrizando con fuerza bocabajo. Grité y me agarré el brazo. Mis latidos retumbaron en mis oídos. Por unos segundos, no le oí hablándome. No oía nada sobre el dolor palpitante que parecía extenderse por todo mi cuerpo. —¡Maldición! —Su voz resonó cerca de mí—. ¡No quería hacer esto, Allie! ¡Mierda, mierda! ¡Lo siento, pero mierda! Una mano me agarró del otro brazo y me dio la vuelta. Intenté librarme de él y terminé pataleando. Gritó que me detuviera cuando le di una patada en los huevos. Cayó sobre la parte de abajo de mi cuerpo, maldiciendo de dolor. Intenté apartarlo, pero su peso me clavaba al suelo, presionando contra mi herida y haciendo que sollozara en alto. Le arañé la cara y el cuello con las uñas y él jadeó y alzó el puño contra mí. Vi la expresión de ira y miedo en sus ojos mientras lo bajaba, estrellándolo contra mi ojo. Mi cabeza se echó hacia atrás, chocando contra el suelo de madera. Volví a gritar, pero no fue tan alto como antes. Vi estrellas por todas partes y mi visión se distorsionó. Parpadeé y la habitación dio vueltas.

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»Mierda. —Gruñó encima de mí—. ¡Mierda, no quería esto, Allie! ¡Eras mi amiga! ¡Siempre fuiste mi amiga! ¡Lo siento! A pesar de las palpitaciones en mi cerebro y en mi ojo, y la horrible y aguda agonía de mi brazo, todavía intentaba luchar. Luché hasta que volvió a alzar el puño y todo se volvió negro cuando hizo contacto con mi cara.

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Traducido por Mariana90 Corregido por Valentina D.

M

e sentía mal y con náuseas y... mojada.

Abrí los ojos lentamente y gemí. Mi cuerpo gritaba y mi brazo no se movía. Mis manos se hallaban atadas detrás de mi espalda, mi boca cubierta de cinta y mis ojos tapados. Me encontraba en un piso duro, frío que olía a polvo y moho. Mi cuerpo estaba de lado, en su lado bueno, pero el dolor palpable en mi otro brazo hizo de respirar una tarea sin importar la posición. Sabía lo que era la humedad. Mi sangre. Recubriendo mi blusa delgada. El olor al cobre invadió mi nariz y lloré. Las lágrimas corrían por mi cara sin cesar mientras me preguntaba en dónde demonios estaba. Fuertes gritos bramaban y me sorprendieron. ¿Qué carajo pasaba? Una puerta se abrió y se cerró y los pasos sonaron cerca. —¿Qué mierda es esto, muchacho? —Gruñó un hombre. —Ella sabe todo —dijo Matt—. Tuve que traerla aquí. —¿Ella lo sabe todo o tú le dijiste todo? No hubo respuesta de Matt. »Estás jodido —maldijo el hombre con rabia—. Vienes aquí con ella atada y herida, ¡y te entregas! ¿Para qué me sirves ahora? ¿Eh, muchacho? Estabas destinado a permanecer de incógnito. Para ser mis ojos y oídos alrededor de esta ciudad. —No quiero quedarme encubierto —interrumpió Matt severamente— . ¡No me lo merezco! ¡Y no debes malditamente poner a Ryker en un pedestal, tampoco! ¡Yo supe que era Heath todo el tiempo! Soy el responsable de su ataque, Garrett.

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—¡Malditamente no digas mi nombre, pedazo de mierda tonto! — rugió—. Y en esa nota, ¿ni siquiera puedes contratar a los hombres adecuados para matar a un hombre? ¿Qué te detenía de venir a mí primero, eh? —Quería hacerlo por mi cuenta. Quería impresionarte, tío. Y cuando no funcionó de la manera que debería, sabía que estarías decepcionado. Pero he estado manteniendo control sobre él. Lo he estado siguiendo. ¡Lo sé todo acerca de dónde ponen su dinero! —Ryker y su hombre ya lo han derrotado, maldito inútil —replicó—. Él está a punto de conseguir que vuelen su cabeza, y ahora tú has traído a su mujer a la mezcla. Ese niño de ellos va a crecer como un maldito huérfano. Dios, eres patético. Se quedó en silencio durante unos momentos. Le oí exhalar e inhalar por lo bajo. —Lo siento —se disculpó Matt, su voz llena de emociones—. Lo siento. Lo intento tan duro. —Cállate, Matt. Sólo... cállate la boca, ¿de acuerdo? Matt se negó a cerrar la boca. —¿Dónde está todo el mundo? El hombre suspiró. —Hubo una llamada sobre otra casa de dinero que fue allanada en este mismo segundo. Envié a los hombres a que lo revisen. —¿Quién queda? —Ryker, algún tipo que dice es bueno torturando personas, y el muchacho Lawson está en la habitación contigua. Y ahora, por supuesto, has tenido que complicar la mierda y hacer notar tu presencia. Todos ellos malditamente te escucharon. Así que recoge a la chica y llévala a la habitación también. Bien podrían morir juntos. ¿No es así el romance hoy en día? ¿Estar juntos, morir juntos? Alguna estúpida jodida mierda como esa — murmuró en voz baja mientras se alejaba. Respiraba pesadamente, completamente absorbida por su conversación. Cuando una mano se aferró a mi brazo, me quejé y traté de alejarme. —Vamos, Allie —dijo la voz cargada de culpa de Matt—. Por favor, cariño. Negué y seguí tratando de zafarme de su agarre, pero él era más fuerte que yo. Me obligó y mi cabeza palpitó aún más fuerte. Amortiguada, lloré de dolor vertiginoso mientras me atrajo hacia sí y nos condujo a alguna parte. Una puerta se abrió y los sonidos de adentro se hicieron más fuertes.

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—¡¿Qué coño es esto?! —Escuché a Heath gritar con voz dolorida—. Esto es jodido, Ryker. No, no, esto está jodido. ¿Qué carajo hace Allie aquí? —Vas a tener que disculpar a mi sobrino —dijo el hombre—. Jodió las cosas en un nivel completamente nuevo al traerla aquí. Al parecer, mi sobrino ha sido una verdadera mierda a mis espaldas. Será castigado por esto. Sentí a alguien en mi frente y una mano agarró el paño sobre mis ojos. Lo tiró hacia abajo hasta que se agrupó alrededor de mi cuello y parpadeé abriendo los ojos, angustiada por unos segundos de la sobrecarga de luz. Ryker me miró directamente a los ojos, apenas a un metro de distancia de mí. Se veía amenazante, como el hombre enloquecido que llegó a casa hace horas antes de llevar a Heath lejos. No parecía molesto porque estuviera aquí. Sólo se veía un poco molesto, mirando más a Matt. —¿Él es tu sobrino? —preguntó entonces con voz dura hacia el hombre de mediana edad que pasó una vez—. ¿Por qué mierda no lo dijiste? El hombre suspiró. —Muchacho, tengo que tener ojos y oídos en todas partes. Matt es débil. Él sólo ha sido bueno observando. No puede poner una bala en la cabeza de alguien como tú. Es por eso que ella está aquí. No podía cuidar de eso. Matt dejó caer la cabeza, mirando vergonzosamente al suelo. Alejé mis ojos lejos de ellos y miré a Heath. Se hallaba sentado en el medio de la habitación con las manos atadas a la espalda. Le despojaron a sus calzoncillos y tenía contusiones en todas partes, en toda la parte superior de su cuerpo sólido. Su piel brillaba de sudor bajo la bombilla de luz tenue. Su cara se veía ensangrentada, el labio de arriba reventado. Sus ojos oscuros miraron directamente hacia mí y vi el temor que se escondía en su interior. Parecía completamente desconcertado por mí. —Déjala ir —exigió—. ¡No ha hecho nada! ¡Jodido infierno, solo déjenla a ir! Un hombre grande y barbudo rodeó a su alrededor con un cuchillo en una mano y una… manzana en la otra. Casualmente la cortó y comió mientras miraba alrededor de la habitación como si estuviera viendo un juego entretenido. Cuando sus ojos oscuros se posaron en los míos, me sonrió. Él era increíblemente desconcertante y el hecho de que sus manos estuvieran cubiertas con trapos, trapos con sangre fresca en ellos, me dijo que él era el responsable de herir a Heath. Cerré los ojos. Esto realmente sucedía, ¿no? Nadie me iba a despertar de mi sueño y me diría que era una pesadilla. No, realmente estaba

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pasando. Iba a morir con él aquí, y todo iba a estar en manos de Ryker. Jodido, pedazo de mierda Ryker. ¿Y qué sería de Kayden? Perdí el equilibrio, acercándome al borde del colapso. —Ella está herida —continuó Heath—. ¡Matt, maldita mierda, te vas a morir por esto! ¡Pedazo de mierda! ¡Vas a jodidamente morir! —Amordaza al maldito —exigió Ryker al hombre barbudo. Tiró la manzana en el suelo y golpeó a Heath en la cara, haciendo que la sangre chisporroteara de su boca. —Tu hermano es un completo imbécil —le dijo a Heath—. Quiero decir... maldita sea, él es frío, ¿no es así? Torturare y herirte y ni siquiera importarle una mierda. Eso es liderazgo allí mismo. En realidad, no debiste haber follado con su mujer. Joder, esto es una seria mierda de telenovela allí mismo. —Basta. —Gruñó el jefe—. Ryker, toma el arma y sólo termina con ellos ya, ¿eh? Ya he tenido suficiente de esta mierda. Vamos a tener que quemar la cabaña después de esto. Es insalvable. Ryker asintió como si todo esto fuera una cosa básica. Sacó la pistola de su mano justo cuando el hombre de la barba también lo hizo. —Yo me encargo de ella en caso de que no puedas —dijo a Ryker—. Quiero decir... ¿De verdad crees que puedes poner una bala en tu propia sangre? —Vete a la mierda, Reaper, puedo hacer esto. Sólo da un paso atrás. Cuando el hombre no lo hizo, Ryker señaló hacia donde Matt se encontraba de pie y gritó—: ¡Ponte ahí, Reap! Reaper finalmente hizo lo que le dijo y se puso entre Matt y yo. Bajando la mirada hacia mi brazo, dijo entre dientes—: Maldición, mujer. Tienes algunas pelotas serias. No le hice caso y centré mi atención en Ryker. Él bajó la mirada hacia su arma y me miró. Podía ver la mirada suplicante en mis ojos. Le pedía que no lo hiciera. No podía matar a Heath. Era su hermano. A pesar de todo lo que pasaron, ¡la sangre es la sangre! Negué hacia él. Las lágrimas caían sin piedad por mi cara, aflojando la cinta alrededor de mi boca. No podría estar lejos de Heath. Seguramente él lo sabía. ¡Seguramente aún se preocupaba por mí! ¿Dónde estaba el hombre del motel? ¿El que me sostuvo contra él como si estuviera desesperado por afecto? Yo lo necesitaba.

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Mi corazón se rompió cuando lo desgarró, claramente inafectado por mí. Se puso de pie frente a Heath y puso la pistola en su frente. Heath respiró con fuerza. —Jodidamente no hagas esto —le susurró a Ryker. —Nos vemos en el infierno, hermano —dijo Ryker. Cerré los ojos cuando el arma se disparó.

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Traducido por Lipi Sergeyev, Minia16 & SOS por Ana09 Corregido por Valentina D.

—S

i fueras tan espectacular —le dije en tono de burla—, ¿entonces por qué ella no te esperó?

La vena sobresaliente en la base de su garganta se movió nerviosamente. Sus ojos se endurecieron y tanto como sufría al escuchar lo que me decía, me di cuenta de que lo lastimaba peor. Joder, yo no vine aquí para esto. »Ryker. —Vete a la mierda y no vuelvas otra vez. —Se levantó y se dispuso a marcharse. —Ryker, lo siento —me disculpé rápidamente—. Mira, hombre, no estoy aquí para pelear. Sólo quiero hablar. Por favor, simplemente hablar. Dímelo todo. ¡Podemos resolver esto! Sácala de la imagen durante dos minutos y sólo habla conmigo, hombre. Eres mi hermano. —No somos hermanos —me espetó mientras daba un paso hacia atrás lejos de mí—. Y no hay nada más que decir. Observé mientras se daba la vuelta y dije—: Tu bebé nació hace tres semanas. Fuimos al hospital la semana pasada. Él tuvo una fiebre ardiente, y estábamos jodidamente asustados, Ry. Tengo... tengo una foto aquí si quieres verla. —Busqué en mi bolsillo y saqué mi billetera. Con dedos temblorosos, saqué la foto y la deslicé a través de la mesa. Sentí como si me hubieran apretado la herida. Me sentía tan jodidamente tenso, sólo necesitaba que se diera la vuelta y viera con claridad que me hallaba aquí porque quería arreglar las cosas. Le rogué a cualquier jodido Dios que hubiera allá arriba, si incluso existía uno, que le diera a este maldito chico un poco de claridad. Para hacerle entender que odiarme no iba a solucionar este problema. Éramos hermanos. Teníamos la obligación con el otro para arreglar lo que esto fuera.

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Ryker se dio lentamente la vuelta y miró la foto. Siempre supe la clase de chico que era Ryker. Antes de su mierda ilegal, vi la luz en él. Sabía que todavía existía. Sabía que sentía cariño por su hijo. Si le importaba siquiera una pizca, intentaría hacer esto bien. Lentamente, se sentó de nuevo y tomó la foto. Su mano tembló un poco ante la imagen de Kayden recién nacido. »Se parece a ti —le dije, mi voz a punto de romperse—. Y malditamente amo eso, hombre. Me encanta que se parezca a ti, Ry. Ryker tragó saliva y la ira que noté en él desapareció lejos limpiando su rostro. Aspiró una vez y me miró. —¿Qué quieres de mí, Heath? —preguntó sonando más atormentado que nada—. Joder, no puedo tenerte sentado aquí y restregarme esa vida tuya en mi cara. —¡No lo hago! —le dije firmemente, inclinándome sobre la mesa—. Ryker, estoy tratando de arreglar las cosas. —¿Para qué has venido aquí? Abrí mi billetera otra vez y saqué un trozo de papel. Lo desplegué y lo deslicé sobre la mesa delante de él. Ryker bajó la mirada a la escritura inteligible a través de la página. »¿Qué es esto? —preguntó. Miré a mi alrededor, asegurándome de que los guardias estuvieran lo suficientemente lejos que no pudieran oír. —Me hice cargo de Ricardo y encontré una bolsa de dinero en la casa en la que se encontraba. Había un cuaderno enterrado en el fondo de la bolsa. Sólo me enteré de ello cuando conté el dinero por primera vez hace más de un mes. —Un cuaderno —repitió Ryker pensativo, concentrándose en las palabras a través de la página—. Este es... este es el cuaderno que escribimos juntos. Ricardo manejaba el dinero y me hizo escribir esta mierda. —Lo sé —respondí, asintiendo—. Reconocí tu caligrafía. Están codificados, ¿no es así? Ryker lentamente echó una mirada hacia mí. —Heath, esto es algo muy peligroso para que lo tengas en tu poder. Si alguien se entera, eres hombre muerto. Necesitas deshacerte de esto. —No —le espeté de regreso—. No, Ry. Mira, tomé la vida de un hombre, y no importa, porque las calles seguirán estando infestadas por esa banda de mierda. ¿Crees que Kayden merece crecer alrededor de esa mierda? ¿Quién dice que otra persona no va a venir y exigirnos dinero de nuevo? El hecho de que maté a uno de ellos no significa que me olviden.

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Vendrán alrededor, y Kayden y Allie no van a estar seguros. Nunca estarán seguros hasta que se acabe. —¿Qué quieres que haga, Heath? —Quiero averiguar esto. Siempre has sido mejor que yo en esto. —¿Mejor en qué? —Planificando. No buscaba acariciar su ego diciendo esto. Era cierto. Ryker podía pensar sin esfuerzo sobre sus pies. Era más inteligente que yo. Yo podría haber sido bueno con mis puños, pero eso no iba a sacarme esta vez. Las ruedas giraban en su cerebro. Él ojeó a través de las páginas, leyendo el lenguaje confuso como si fuera un perfecto inglés. —Lo que pides —comenzó él, mirando hacia mí—, es grande. Muy jodidamente grande, Heath. Asentí. —Lo sé, hermano. Lo sé. Sacudió la cabeza. —No, no lo sabes. No hay solución rápida cuando se trata del Jefe y sus hombres. Si quieres luchar, entonces tienes que tenerlos volviéndose el uno contra el otro. Tienes que hacer al Jefe dudar de la lealtad de cada uno de su equipo. Lo que significa que vas a tener que ser un hijo de puta astuto. —Puedo hacer eso. Me miró de cerca, frunciendo el ceño un poco. —Este es un libro lleno de direcciones. Recogiste el dinero de una casa, entonces eso significa que efectivamente has invadido una de sus casas. Probablemente piensan que esto es un hecho aislado. Pero si golpeas una vez más, asegúrate de que haya un poco de tiempo en medio, perderán su mierda. Conociéndolo de la manera en que lo hago, el Jefe comenzará la violencia por ello. Desgarrará la ciudad, rompiendo huesos y exigiendo respuestas. Y el poder que tienes es saber que no obtendrán ninguna. Presté mucha atención, asintiendo mientras hablaba. »Lo ocultamos en las paredes. Rómpelas, metes el dinero dentro y las pintas de nuevo. Sabrás lo que es cuando lo veas. Nueva capa de pintura blanca, un poco de burbujas en la superficie, que es como los marcamos. Santa mierda, Ryker estuvo envuelto en alguna mierda seria. Parecía casi aliviado de explicarme esto, como si hubiera sido agradable hablar honestamente con alguien. »Pero no puedes hacer esto por tu cuenta —dijo luego—. Necesitas a alguien más contigo. Una mirada hacia fuera. Alguien en quien puedas confiar tu maldita vida, y no te atrevas a decirle a Allie. Tienes que

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mantenerla fuera de esto. Si voy a hacer esto contigo, Heath, entonces necesito que nunca le hables sobre esta conversación. Nunca le digas lo que haces, porque, créeme, vas a estar muy ocupado rastreando los hombres y estudiando estas casas. También vamos a necesitar un lugar para esconder el dinero. Y ella no puede saberlo. —¿Quieres que le mienta? —pregunté, desconcertado. No podía mentirle así como así. —Quiero que la protejas —respondió con firmeza, me lanzaba una mirada penetrante—. Protégela porque esto es peligroso. Erradica el Sindicato y te asegurarás de que ella y Kayden nunca vuelvan a correr peligro. Además, ¿por qué querrías que supiera que no tramas nada bueno? ¿Y si la cagaras y te descubrieran? Dale a alguien un poco de información y no estará a salvo. Es pura lógica. No me gustaba nada cómo sonaba, pero tenía razón. »Si de verdad vas a hacer esto —añadió después, bajando la voz—, entonces también tienes que aceptar cuánto te cambiará. Porque vas a cambiar. Siempre hay algo que sale mal. Nunca sale todo de acuerdo al plan. Y puede que pierdas partes de ti. Por tu jodido bien, agarra todo lo bueno que haya en tu interior para que puedas cuidar de mi hijo. Sus ojos enrojecieron y derramó una lágrima, profundamente con la expresión más rota que le vi nunca.

mirándome

—Lo prometo, Ryker —le dije—. Seré un buen padre para él. Lo prometo. Asintió. —Sí. Exhalé temblorosamente y me incliné hacia delante. Apoyé la mano en su hombro, lo apreté con fuerza y dije—: Y ahora dime cuál es el plan. *** Sonó un disparo y retumbó un grito de ira. El Jefe se encogió hacia delante y se agarró el muslo con fuerza. Matt iba a agarrar su pistola cuando Reaper presionó la suya contra su cabeza. —Ni lo pienses, cabrón —le ladró—. De todas formas, tu cabeza es la siguiente. Así que yo rezaría por tu mierda. Como, por ejemplo, por lo cabrón que has sido. Allie abrió los ojos desconcertada y me miró. Le dirigí una mirada tranquilizadora y me volví hacia Ryker. Dio otro disparo, esta vez en el otro muslo del Jefe, que acabó de rodillas.

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—¡QUÉ MALDITA MIERDA! embaucador!

—gritó

a

todo

pulmón—.

¡Maldito

Reaper se rio entre dientes en la esquina mientras Ryker daba pasos lentos hacia su jefe. La mirada de indiferencia en su cara me puso nervioso. Se volvió indiferente, del modo en que aprendí a hacerlo yo cuando tenía que enfrentarme a algo horrible. El Jefe llevó la mano a la pistola y cuando la sacó, Ryker le disparó en la mano, enviándola directamente al suelo. Volvió a gritar, agarrándose la mano ensangrentada con los ojos húmedos mientras fijaba la mirada en Ryker. Se detuvo delante de él y le apoyó el arma contra la sien. —No lo hagas —rogó—. ¡No! Después de todo lo que he hecho por ti, Ry, no hagas esto… —Tú no hiciste nada por mí —le interrumpió Ryker—. Me jodiste la vida. Caminé directo al infierno y te aprovechaste de mí. Él sacudió la cabeza. —No, no. Iba a convertirte en el líder… —¡No quería ser el jodido líder! ¡Quería mi vida de vuelta! ¡Te obsesionaste con convertirme en ti y lo único que terminaste haciendo fue ponerte una diana detrás de tu espalda! Ahora te tengo. Voy a matarte… —¡No saldrás de esta! ¡Mis hombres te matarán por esto! Ryker resopló, una mueca de asco formándose en sus labios. —No, no lo harán. Parece que crees que la lealtad depende de cuánto dinero puedes darle a alguien. Ese no es el caso. En cuanto su líder caiga y se acabe el dinero, seguirán adelante. El Jefe sabía que tenía razón. Tragó con fuerza mientras empezaba a bajarle el sudor por la cara. —No, no, Ryker. No. ¡Escúchate! No lo hagas… Pero la pistola lo silenció y el Jefe cayó hacia atrás, flojo y muerto, su tronco chocó contra la pared. Ese oscuro momento de silencio pasó. Lo mató. Así como así. —¿Quieres que me encargue del pastelito por aquí? —preguntó Reaper, empujando la cabeza de Matt con la punta del cañón. Ryker negó. —Nah, hombre, llévalo fuera. —Venga, princesa, aguanta las ganas de mear hasta que estemos fuera, ¿eh? Reaper condujo a un sollozante Matt fuera de la cabaña, y para entonces Ryker había tirado el arma y me desataba la cuerda. Mi mirada

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permanecía fija en una sorprendida Allie, que pasaba la mirada de nosotros al muerto con confusión en el rostro. —Lamento que Reaper fuera tan brusco —dijo Ryker en voz baja, fijando la mirada en los rasguños que poblaban mi cuerpo—. Teníamos que hacer que pareciera real. Apenas me importaba. Corrí hacia Allie y la desaté rápidamente. Le quité la cinta aislante de la boca y la rodeé con mis brazos. Se desplomó del dolor del brazo y tuve que detenerme a examinarlo. —Jesús —murmuré—. Dame algo con lo que vendarle el brazo, Ry. —Usa el pañuelo de su cuello —replicó. Se lo saqué y lo vendé sobre el agujero enorme que tenía en el brazo. Tenía una pinta horrible. Sangró mucho. —Pronto te ayudarán, cariño. Ya vienen, ¿vale? Ya vienen. Se veía hecha un desastre, lloraba y sacudía la cabeza. —¿Qué sucede? No lo entiendo. —Te lo explicaré todo. Lo prometo. Fijó la mirada en mí y apoyó la mano en un lado de mi cara amoratada. —Pensé que ibas a morir. Por un momento yo también lo pensé, con Ryker mirándome con esa expresión de odio en los ojos. Me pregunté si me había tomado por tonto y confeccionó todo esto solo para hacerme caer, especialmente cuando apareció en la casa antes de lo que pretendíamos. —No pasa nada —le dije, besándola con suavidad—. Estoy aquí. No me voy a ir a ninguna parte. —Matt organizó tu ataque —dijo entonces, conteniendo las lágrimas—. Dijo que primero le dio pistas a la policía para el arresto de Ryker, y luego, cuando lo llamé preguntando dónde estabas, se dio cuenta de lo que hacías. Fue culpa mía que casi murieras… —No —la interrumpí—. No te culpes a ti misma, Allison. Nada de esto ha sido culpa tuya. —Maldito Matt. —Gruñó Ryker detrás de mí. Y antes de que cualquiera de nosotros pudiera decir otra palabra, se oyó un disparo fuera. El maldito estaba muerto. Medio deseaba haber sido el que lo matara. Esa maldita serpiente fue la causa de tantos problemas. —Se ha ido —dije con firmeza—. Ya se han ido todos. —Llamé a Marko después de que fuéramos por ti —respondió Ryker— . Atrajo a los chicos al depósito. Es probable que ahora esté reducido a

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escombros, lo que significa que probablemente hayan salido en desbandada. Y una vez descubran que no va a haber ningún líder, se desperdigarán como cucarachas. Nadie conocía los contactos que tenía el Jefe. Nunca podrán conseguir los suministros necesarios para mantener al grupo a flote. Dudo que se muestren después de que oigan lo que ha pasado. Va a haber bastante caldeamiento por parte de la policía. Contrata a un buen abogado si llega a ese punto. Pero tal y como está ahora, el Sindicato ya no existirá mientras te mantengas al tanto. Asentí. —Sí, lo sé. —Y una vez que todo se fije en mí, nadie estará sospechando nada de ti. Eres solo víctima de un ex novio celoso. No respondí por un momento. Esta era la parte del plan que no quería que pasara. —Nadie estará tras de ti —le dije—. No necesitas hacer esto, Ryker… —La policía ya está en camino —cortó, pasivamente—. Ya está hecho. Estoy haciendo esto para protegerlos, chicos. Es importante que todos sepan que no tuviste parte en nada de esto. Di que estuviste cerca de ser asesinado cuando escuché a la policía viniendo alrededor. Que hice todo esto por mí mismo. Que me volví contra el Jefe para hacerme cargo del grupo. Y ahora que he sido descubierto, di que he huido. ¿Comprendes? No podía decir nada. Esto estaba más allá de jodido. Solo lo miré, buscando una forma diferente de salir de esto. Pero parecía resuelto en su decisión. —¿Por qué estás bien con esto? —le pregunté con incredulidad—. ¿Quieres pasar tu vida huyendo, Ryker? No… no hagas esto. Suspiró y frotó sus ojos. —No quiero pasar mi vida huyendo, Heath, pero tampoco quiero vivir en este pueblo. Hay demasiada… maldad aquí para mí. Necesito empezar de nuevo en algún lugar. Necesito intentarlo aun si eso significa que podría ser atrapado en alguna parte del camino. —Pero… nunca te veré de nuevo si te vas. No me miraría a los ojos. Existía tanto cansancio ahí. Tanta tristeza en él. Apenas podía mantenerme compuesto. —Tal vez un día —contestó en voz baja, pero sonó como una promesa vacía. Caminé hacia él y tomé su rostro con ambas manos. Lo obligué a mirarme y se hundió un poco cuando finalmente hizo contacto visual. Ojos cafés a ojos cafés, nos miramos y tomamos uno al otro. Podía ver mi pena y pude ver su dolor. Fuimos hermanos, hermanos cercanos por mucho antes

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de separarnos, y me hubiera gustado tener un poco más de tiempo con él. Dejarlo ir ahora… me mataba. —Te amo, hermano —dije con voz ronca. Asintió y tragó con fuerza. —Sí. —Suspiró—. Como que también me gustas. Apenas embocé una sonrisa, y luego finalmente dejé caer mis manos y di un paso atrás. »Tengo que irme —dijo suavemente—. Necesito un buen comienzo. —Ya he conseguido un auto para ti —le dije—. Tenía la esperanza de no tener que llegar a esto, pero sabía que eres un bastardo testarudo. Corta a través del bosque y dirígete a la derecha. Sigue el camino hasta que veas una pista fuera del camino. Está estacionado ahí. Habrá una tarjeta en el parabrisas y dirá Ubicación R, R significando Ryker, esa es la prueba de que el que encontraste es el correcto. Tu parte del dinero está en el maletero y en el fondo hay un par de pasaportes falsos, solo para sacarte del país si llegas a eso. Ryker logró una rígida inclinación de cabeza. Evitando el contacto visual de nuevo, murmuró—: Cuídate, Heath. Se apresuró a salir de la habitación y la cabeza de Allie giró, siguiéndolo al irse. Con ojos con pánico, gritó—: Ryker ¡espera! Lo escuché detenerse. »No necesitas irte —rogó—. Podemos pensar en esto. Empiezas a correr ahora y parecerás culpable… —Soy culpable —interrumpió, mirándola—. Los he jodido, chicos. Te he herido y he cometido demasiados errores. Merezco esto. Si no por este crimen, entonces por todos los otros. Solo cuida a Kayden y mantén a Heath cerca de ti. Es el mejor hombre para ti, lo sé. Lo supe hace mucho tiempo. No hay nadie más en quien confíe para estar contigo que él. Froté mi cara, tratando de luchar con las emociones empujando hacia la superficie. Allie lo observó impotente mientras seguía caminando. La puerta se abrió y se cerró, y se fue con su jodido amigo que me dio una de las golpizas más sucias de mi vida. El maldito no tenía que llevarlo tan lejos. Me sentía prácticamente adolorido en todas partes. Allie fue hacia mí y enterró su cara en mi pecho, cubriéndome con sus lágrimas. Nos hundimos juntos en el piso, miré fuera por la ventana polvorienta y rota, queriendo nada más que reiniciar el tiempo. Excepto, no estaba seguro de qué haría para cambiarlo. Todo lo malo que pasó me guio a esta chica. Valía cada obstáculo.

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Ambos, Kayden y ella. Me salvaron de una existencia sin sentido y respiraban más vida en mí cada día que pasaba. —Vamos a estar bien —le dije tranquilizadoramente—. Nos tenemos el uno al otro. Lo peor ha pasado. Solo somos nosotros ahora, Allison. Te tengo. Solo unos minutos después el sonido de las sirenas llenó el aire, y supe que todo esto terminó finalmente. Nunca iba a estar de acuerdo con otro jodido plan de nuevo.

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Traducido por Black Rose Corregido por *Andreina F*

R

yker se convirtió en un hombre buscado.

Durante varios meses después de que huyó, él estaba en todas partes. En todas las noticias. En los periódicos. Todo el mundo hablaba de él. Lo llamaron un asesino. Historias de criminales que cumplieron tiempo con él en la prisión comenzaron a hablar sobre todas las peleas que provocó. Crearon una imagen de que tenía hambre de violencia, y eso absolutamente me enfureció. —Él se protegía a sí mismo allí —dije a Allie una vez cuando todo empezaba a llegar a mí—. Aprendió que si quería que lo dejaran solo, tenía que mostrar a los demás que era un luchador. Él no tenía hambre de violencia. —Lo sé, Heath —respondió ella en voz baja—. Dirán todo lo que puedan para arruinarlo. Lo hicieron, y pronto Allie y yo ya no éramos la comidilla del pueblo. Él lo era. Y Allie fue compadecida por ser la víctima de un asesino loco. Fue difícil oírlo, pero no existía nada que pudiera hacer para defenderlo. Tuve que fingir que era el hombre que pintaban, de lo contrario el punto de mira estaría de nuevo sobre nosotros y nuestra historia apenas creíble. Yo expliqué a Allie en gran detalle todo lo que Ryker me dijo que hiciera. Describí el cuaderno. Las casas de efectivo. El dinero que enterramos. Le conté sobre el hombre que me reconoció en la granja, y lo que Marko hizo para salvarme de ser descubierto. Le dije que ahora que la banda ya no existía, cualquier peligro que podría haberse cernido sobre nosotros terminó. A medida que pasaba más tiempo, Marko y yo comenzamos a vigilar las calles. Poníamos atención a todos los temas que surgían, a todo acto de violencia que tuvo lugar. Y, utilizando nuestros hombres, pusimos fin a

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cualquier pandilla que comenzaba a formarse. Les intimidamos, y hasta peleamos violencia con violencia cuando la intimidación no funcionaba. A veces, la violencia era la única forma de controlarlo, de lo contrario la ciudad habría sido lo que fue una vez. Había hecho un hogar aquí, y no existía manera en que dejaría que este lugar colapsara de nuevo. No iba a dejar a mi ciudad natal, y no iba a permitir que mi familia creciera entre la violencia de pandillas. Hedley sin el Sindicato era salvable, e hicimos todo lo posible para salvarlo. —Estás agotado —se quejó Allie—. Tienes que relajarte un poco más y dejar que Marko maneje las cosas. Tenía razón. Me sentía completamente agotado después de todo lo que pasó. No sólo físicamente, sino mentalmente también. Tuve que luchar una guerra dentro de mi cabeza. Pasaron los meses y poco a poco empecé a arreglarme a mí mismo. Intenté tan duro permanecer consumido por la ira después de mi ataque, creyendo que sería el combustible que me conduciría a encontrar al hombre responsable de tratar de matarme. Pero al descubrir que fue Matt, y sabiendo que había sido atendido, no existía ninguna otra razón para retener la ira por más tiempo. Empecé a dejarla ir.

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El cambio fue mental. Fue hecho en pequeños pasos y se convirtió en un éxito sólo cuando creías que podría ser posible. Estaba cambiando, y no lo hice sólo por mí. Lo hice por mi familia. *** —¿Vas a pedirme disculpas? —le preguntó Marko a Allie, sonriéndole mientras envolvía las manos del hombre en la cinta de boxeo. Allie suspiró y miró a su alrededor a toda la gente juntándose alrededor del ring. Esta era su manera de no reconocer la existencia de Marko, y yo no podía dejar de sonreír a Marko. Él me frunció el ceño, decidido a no dejar pasar esto. »Ignorándome no va a resolver nada —siguió diciéndole a ella. —Me he disculpado diez mil veces durante los últimos dos meses — respondió. —Una vez más justo antes de que pelee —exigió.


Temblando ante los tatuajes de serpientes que se arrastraban sobre su torso, ella murmuró con fuerza—: Perdóname por sospechar de ti y odiarte por las razones equivocadas, aunque, eso no significa que no te odio por otras razones… —Eso no es parte del discurso, Allie. Puso los ojos. —Y perdóname por dudar de tu lealtad. Eres el mejor amigo que Heath jamás podría pedir y... eres... —¿Soy qué? —empujó expectante, poniendo un dedo en la oreja y apoyándose en ella mientras me reía. —Eres el más asombroso, más perfecto, más leal hombre, en todo el universo. Cerró los ojos mientras ella decía esta falsa mierda totalmente ensayada, y él fingía tomar sus palabras como si fuera una especie de dios que merecía ser mimado con elogios. —Tu novia me empieza a caer lo más de bien, Heath —dijo después. —Entonces deliras —le contesté, pero no era del todo cierto. Ella empezó a caerle bien porque sabía que podía confiar en él. Yo le recalqué lo equivocada que había estado, y ella odiaba que le dijeran que no tenía la razón por una vez. Típica mujer. Marko rio. —Sí, quizás. —Nada de quizás —le dijo Allie, disparándole una mirada—. Y si me dices que te pida perdón una vez más, voy a romperte las pelotas y dártelas de comer a la fuerza. Sus cejas se alzaron apuntando hacia ella y me miró en estado de shock. —Ha estado pasando mucho tiempo con los chicos, creo. Me encogí de hombros. —No me importa. Se ha vuelto ruda. —Me toca ser ruda alrededor de ustedes, pendejos —murmuró. Eso era cierto. Marko luego giró su cuerpo hacia su oponente. Se quedó mirando largo y duro al hombre grande en el otro lado del ring. No estaba seguro todavía de qué era lo que él ganaba de pelear cuando no era necesario. Él me decía que necesitaba una buena sacudida de vez en cuando. Traté de recordar cómo era eso, pero al tener una vida doméstica ahora que incluía a una mujer con la que quería casarme, una casa que necesitaba cuidar, y un hijo que demandaba toda mi atención, era difícil identificarme con él ahora.

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Lo vi entonces chasquear sus ojos hacia la multitud, colocando su mirada en alguien en particular. Seguí su línea de visión a una chica de cabello muy rubio. Isla, me di cuenta. Ella captó su mirada y de inmediato le dio la espalda e hizo una demostración al besar a un tipo musculoso que tenía su brazo alrededor de ella. ¿Qué puta mierda, Isla? Los hombros de Marko se tensaron, y se pasó la mano por el cabello marrón y apartó la mirada de ella. Lo vi apretar los puños y casi me reí de la obvia ira que emanaba fuera de él. Él siempre decía que Isla era dura como clavos, pero justo esto se llevaba el premio por ser una perra total. —¿Quién es esa? —me preguntó Allie cuándo estuvimos fuera del alcance del oído de Marko. Por supuesto que lo notó. Era un pequeño halcón, como yo. —No quieres saber —le contesté. —Serían claramente un jodido par si estoy sintiendo la vibra adecuada. Me reí de nuevo. —Eso sería ponerlo a la ligera. Se inclinó hacia mi lado y suspiró contenta. —Es agradable ser sólo Allie a veces. No Allie la madre. O Allie la estudiante. —¿Qué pasa con Allie la sexy descarada de mi harén? —dije con una sonrisa. Su boca se abrió y me dio un golpe juguetón en el hombro. —Yo diría que es una parte de la Allie normal también. —Estoy de acuerdo. Algunas de las cosas que haces... Joder. Te tomaría justo aquí y ahora si pudiera. Se mordió el labio inferior y murmuró en voz baja—: ¿Por qué no puedes? En realidad, ¿por qué no podía? Me tomó apenas un segundo decidir no ser el apoyo de Marko. Tenía un montón de gente que lo animaba y con Isla en la multitud, probablemente yo no existía para él. Cuando finalmente comenzó la pelea, la agarré de la mano y la llevé fuera de la multitud. Ella no se resistió cuando la llevé a mi oficina y cerré la puerta. No alejó mis avances cuando la besé. Cuando la inmovilicé en la esquina. Cuando me agarré a cada pulgada de ella. Envolvió sus brazos a mi alrededor y me dejó alzarla en mis brazos y follarla contra la puerta. Gimió en mi oído y tiró de mi cabello y yo mordí su labio y jadeé contra esa deliciosa boca de ella.

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Era erótico y caliente, y no quería que terminara. Reduje la velocidad mientras nos acercábamos a nuestro pico, y miré a esos hermosos ojos brillantes, mirándola lentamente venirse. La sola visión impulsó mi propia venida, y fue un largo y alucinante orgasmo. Me hundí en contra de su pecho y la besé suavemente a lo largo de su cuello. —Heath —dijo ella sin aliento. —¿Qué? —He sido muy olvidadiza últimamente. —Sí, ¿y? —Y me olvidé de tomar mi pastilla. —¿Y? —Y... no has usado un condón. Sonreí, lamiendo un camino a su boca. —Upss. Upss, se me pasó.

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Traducido por Jul & SOS por Minia16 Corregido por *Andreina F*

H

eath pasaba mucho de su tiempo en su gimnasio o en casa, o en la cama estampándome a la pared con su insaciable apetito.

Pasó todo el tiempo que quedaba después de eso pidiendo que me casara con él. Le dije que no. Aún no me sentía lista. Incluso cuando me gradué de la escuela y conseguí un trabajo como consejera en un centro de rehabilitación, no he dicho que sí. No estaba segura de lo que me detenía. Sabía que un día iba a suceder. El sí dentro de mí querría finalmente salir y hacer su día. Pero fue a causa de Ryker, que finalmente caí. A medida que pasaba el tiempo, pasó a segundo plano en las noticias. Nadie lo encontró. Nadie sabía dónde se hallaba. Pero de vez en cuando, obtendría una tarjeta por correo, y tendría un galimatías escrito por todas partes que sólo Heath podía descifrar. A veces eran solo líneas; citas probablemente relacionados con él en ese momento en particular. Otras veces eran párrafos cortos. A veces, los dos. Tres años y medio después, su última tarjeta me puso en paz. “La vida no se trata de encontrarte a ti mismo. La vida es sobre moldearte a ti mismo”. —George Bernard Shaw. Estoy bien. Pero se pone difícil a veces. Tal vez un día dejes que Kayden conozca sobre mí. Y tal vez un día me encontrará. Sé que no tiene sentido, y las probabilidades de que eso ocurra

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son casi nulas. Pero la idea de conocerlo me mantiene a veces. He tenido mucho tiempo para reflexionar. Una gran cantidad de tiempo para recoger los pedazos. Estoy haciéndome mejor con la esperanza de que si ese día estuviera por venir —veinte, treinta, incluso cuarenta años en el futuro— puedo estar orgulloso de quién soy y sentirme digno de estar en su presencia. —R. Heath parecía demasiado descompuesto por esa carta al leer, pero me sonreí. Ryker empezaba a cambiar para mejor. Esta tarjeta era prueba de ello. Cualquier contacto con Ryker era siempre respecto a Kayden, y yo sabía que un día Kayden vendría y exigiría la verdad de lo que pasó. Ya le enseñaba a ser fuerte. Para hacer frente a las críticas con las que nació con la cabeza bien alta. Y cuando el día viniera y exigiera la verdad, me gustaría darle las cartas, y él tendría un pedazo de Ryker de alguna manera. Kayden era un niño feliz, y se sentía aún más feliz cuando su hermano vino al mundo hace un año. Dominic Lawson llegó al mundo gritando a todo pulmón. Pero el segundo en que vio a Kayden y oyó esa pequeña voz que escuchó hablar contra mi estómago durante los meses previos a su llegada, se detuvo por completo y se le quedó mirando con grandes ojos azules. Eran inseparables. Dos guisantes en una vaina. Experimentando, aprendiendo, amando, compartiendo; lo hicieron todos juntos. Y ahora estamos aquí, viéndolos jugar en el patio trasero mientras nos mecíamos en la mecedora del porche. El brazo de Heath se hallaba a mi alrededor, enclavándome a su lado. Se quedó mirándolos con cariño, y yo podía ver el orgullo brillando en sus ojos. Heath llegó de nuevo a mí. Se suavizó para mí, a pesar de que era duro en torno a todos los demás. También estaba en paz. —Sólo quiero que se quieran para siempre —me dijo en voz baja—. Quiero que nunca se separen. Para no tener que ir a través de lo que pasamos. —Lo harán —le aseguré—. Porque a pesar de todo lo que pasó entre tú y Ryker, estoy segura de que ambos se aman tanto como lo hicieron antes de que todo se fastidiara. Ese es el poder de los hermanos. Están uno para el otro, incluso cuando no quieren. Esa clase de amor es inquebrantable. Sonrió con nostalgia. —Y, ¿qué pasa con el amor entre tú y tu madre? ¿Eso es irrompible también?

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—No —le contesté, recostándome en nuestra mecedora del porche con su brazo envuelto alrededor de mí. Vi a los niños jugar en el patio trasero y le dije—: Mamá no se puede evitar. Se niega a cambiar, se niega a abrir su corazón a mí porque siempre se recordará de mi padre. Incluso cuando se enteró de la verdad y la aceptó, era demasiado terca para dejarme volver. He aceptado eso. Algunas personas no quieren cambiar. Permanecen atadas a su pasado. —Sí —concordó—. Pero nos tenemos el uno al otro. Y, Allie, eres mi pasado, presente y futuro. —Lo sé —contesté, sonriendo ampliamente a él. —Bien —susurró, inclinándose para besarme. »Ahora —comenzó, frotando su nariz contra la mía—. Antes de que te meta en el dormitorio y te lleve a través de un recorrido por Pound Town, quiero que primero me digas que te casarás conmigo. Miré hacia la belleza cruda de Heath y, por un segundo, me perdí en sus ojos oscuros. Sintiéndome particularmente feliz y esperanzada hoy, le respondí—: De acuerdo, Heath. Me casaré contigo.

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… María me llamó desde el interior de la casa. Me hallaba demasiado ocupado rompiendo mierda en el cobertizo como para prestarle atención. Este jodido auto necesitaba que le sacaran el motor y era un trabajo de mierda. Lucas se encontraba a mi lado, aburridísimo, sosteniendo las herramientas en las manos mientras se mensajeaba a escondidas con sus amigos. —Debes de pensar que estoy sordo o que soy tonto o, demonios, ambos, si crees que no sé que toqueteas ese teléfono con los dedos. Exhaló sonoramente y se metió el celular en el bolsillo. —Te está llevando una eternidad. Me levanté y tomé la botella de agua que se hallaba sobre la mesa del cobertizo. —¿Quieres este auto, Luke? ¿De verdad lo quieres? Se quedó mirando el auto que le compré y desarmé al pequeño malcriado. Un Pontiac GTO de 1967 a medio terminar. Este bebé iba a parecer un auto de ensueño. Si las chicas no se abalanzaban ahora sobre mi hijo de diecisiete años, lo harían en cuanto lo vieran montado en esto. —Sí, pero lo quiero cuando esté terminado —respondió. Arqueé una ceja. —Entonces es que no le tienes suficientes ganas. —¡Sí que le tengo ganas! Es que no entiendo por qué no dejamos que lo haga otro. ¿Por qué lo estamos haciendo nosotros? —Por la experiencia —expliqué—. Cuando crees algo con tus manos, sentirás una descarga que hará que valga la pena. Si quieres algo, tienes que trabajar para conseguirlo. Así es la vida. Sus ojos marrones me miraron atentamente antes de apartar su cabello castaño oscuro de la frente. —Mamá dijo que eso fue lo que hiciste con ella —masculló. Me reí disimuladamente. —Tu madre no me lo puso nada fácil.

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No, me llevó seis meses convencer a María. Incluso cuando intenté agasajarla con cosas bonitas había girado la cara. María era modesta y hermosa. Venía de una ciudad pobre de Panamá. Trabajó en el banco donde guardaba mi dinero, y en cuanto hicimos contacto visual, sentí algo. Algo bueno. Algo diferente. Algo delicioso. —Ryker, por enésima vez, ¡ven aquí ahora mismo! —gritó María. —Estoy asqueroso —respondí. —No me importa. ¡Tienes que ver esto! ¡Ahora, Ryker, ahora! Si no le importaba que llevara puesto mi sucio mono y que mis manos estuvieran grasientas, entonces eso claramente significaba que era importante. Corrí con Kyle hacia el porche trasero de nuestra casa de tres pisos, construida con piedra caliza de la cantera local; los balcones del piso superior proporcionaban vistas directas al Océano Pacífico. Quedaba a un tiro de piedra de la playa, y le sentaba maravillosamente a nuestro estilo de vida. Cambié una ciudad de mierda por el paraíso. Entré en casa y seguí a ese cuerpo voluptuoso hasta el salón. Me miró, y por un momento quise perderme en sus vertiginosos ojos del color del chocolate. Ahora mismo parecía un jodido sueño, y siempre tenía hambre de ella cuando pasaba mucho tiempo en el cobertizo. Frunció sus carnosos labios rojos y señaló en dirección a la televisión de pantalla plana. —Céntrate —dijo—. Tienes que ver esto. Acabé apartando la mirada de ella y me concentré en una pelea de lucha libre entre dos hombres. Mis cejas se unieron en un gesto de confusión. ¿Adónde quería llegar con esto? »Mira bien al del cabello oscuro —me dijo—. Y presta atención a lo que dicen los comentaristas. Hice lo que me dijo y miré al hombre de cabello oscuro. Atacó a su oponente, puñetazo tras puñetazo, hasta que lo acorraló. Le asestó un gancho y su oponente cayó hacia atrás, chocando contra el ring como un saco de patatas. Cuando la cámara se acercó a él, me quedé inmediatamente sin respiración.

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—¡Increíble! ¡Kayden Lawson ha conseguido otro KO4 técnico! — bramó el comentarista, silbando sus alabanzas. Por unos minutos, mientras mantenían la cámara enfocando su rostro, con la apariencia de ser un clon mío pero más ancho y más fuerte, sentí como si todo mi cuerpo se hubiera desarmado. Mi ritmo cardíaco se aceleró y me empezaron a sudar las palmas. —Es… ¿él, papá? —preguntó Luke con cautela—. Es ese… ¿mi hermano? Les hablé de mi vida. Sabían lo de Kayden, eran plenamente conscientes de que lo dejé bajo la responsabilidad de Allie y de Heath, y cuanto más envejecía, más me arrepentía de haberlo hecho. La mano de María me agarró el rostro. Me acarició con ternura. Al fin aparté la mirada de la pantalla y fijé la mirada en ellos. Mi familia. Mi segunda oportunidad en la vida. Mi felicidad eterna. Y sonreí. Una sonrisa feliz y auténtica. Se convirtió en alguien. No se desvió. No la cagó. Kayden se convirtió en alguien. Y en ese momento, quise gritar mi amor por Heath y Allie. Quise aplaudirles por darle la vida que necesitaba cuando yo no pude hacerlo. Tal vez él te encuentre algún día, pensé para mis adentros. Tal vez… Me di cuenta enseguida, que Reaper siempre tuvo razón. Quedaba algo bueno en este mundo, y ahora yo era parte de ello. Con un lento asentimiento, me volví hacia mi hijo y dije—: Sí, Luke, es él.

Fin.

Se da cuando el médico del ring declara que el luchador no puede continuar con seguridad con la pelea. 4

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R.J. Lewis, es la autora número uno de éxito de ventas de la serie Ignite y Loving Lawson. Ella nació y creció en Ontario, Canadá. Viajó un poco, residió en Australia Occidental durante seis años, antes de regresar a Canadá y establecerse en Vancouver con su familia. En su tiempo libre, sus pasatiempos incluyen viajar, leer y saborear cada momento con su familia. Ha estado escribiendo toda su vida y espera compartir sus historias con lectores interesados en el crecimiento del carácter y el romance del tipo no convencional.

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http://paradisebooks.org/


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