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culturales del Incario contenidos, para conocimiento de los etnógrafos futuros, en su importantísima obra Lexicón o Vocabulario de la lengua general del Perú. Porras es por consiguiente de los estudiosos más destacados entre los que han cultivado la historia lingüística peruana. Es de los que en el presente siglo, exactamente desde 1919 en que funda el Conversatorio Universitario, plantea la necesidad de estudiar el quechua como componente de la cultura peruana contemporánea. Como ha precisado en reciente estudio el licenciado Jorge Prado Chirinos, a partir del Conversatorio se toma interés por conocer lo ancestral indígena y se valora la literatura quechua que, salvo esporádicos trabajos, no era tomada en cuenta, y más bien se privilegiaba la occidental, es decir la española. En un artículo publicado en La Estrella de Panamá y reproducido en la revista Variedades de 1924, Porras se refiere a los "vagos testimonios y fragmentos felices que atestiguan la existencia de una literatura plena en el imperio de maravilla" y, con gran conocimiento de la historia del pueblo incaico, afirma que sobrepasaron los quechuas las formas hímnicas que fueron el balbuceo literario de todas las culturas indígenas americanas para abordar la historia cultivada por los amautas, la oratoria incitante de las arengas de los Incas paternales y guerreros y "la excelsa forma dramática que dio pábulo en el teatro del Cuzco a que el instinto suntuario de la raza desplegara todos los faustos del oro, el vellón, la pedrería y las plumas". Porras encuentra pues que la literatura quechua tiene un pasado de oro muy poco conocido, como lo confirmara después el destacado profesor Teodoro Meneses, discípulo de Raúl Porras y Paul Rivet. Y es que Porras se hallaba en la línea de los investigadores interesados en profundizar el estudio de las expresiones más significativas del mundo andino, entre ellas la lengua quechua, contribuyendo en esta forma a su mejor conocimiento y difusión. Salvo contados especialistas de los últimos años interesados en el quechua de los Incas, la mayoría de los que se ocupan de temas vinculados al pueblo indígena lo hacen sin contribuir con nada nuevo y más bien moviéndose con información ya conocida. Son los que ven nuestra historia con la mirada puesta en el cascarón y sin penetrar en la médula misma o el corazón de ella. En cambio Porras investiga, estudia, analiza e interpreta las obras de los quechuistas y emite opiniones claras y precisas sobre el valor que tienen, como lo veremos después. Porras era un erudito en temas históricos peruanos de todas las épocas. En el caso de la lengua quechua poseía amplio dominio de las fuentes y a través de éstas adquirió absoluto convencimiento sobre la eficacia de ella para ofrecer la mejor información en relación a la vida social, cultural y hasta económica del pueblo indígena. Por eso no dejó de precisar que la contribución del XVI al conocimiento de las lenguas indígenas y, a través de él, al de la historia prehispánica fue fundamental. Por este motivo consideró también que el estudio de la obra evangelizadora en el mencionado siglo y, desde luego, en el XVII, fue esencial porque los frailes y doctrineros promovieron el aprendizaje del quechua como la forma más eficaz para captar el sentimiento indígena y fundirlo al sentimiento cristiano y occidental. Esto le llevó a Porras a aprovechar del Congreso Internacional de Peruanistas de 1951, reunido con motivo del IV Centenario de la fundación de San Marcos, para reeditar los vocabularios de fray Domingo de Santo Tomás, de 1560 y de Diego González Holguín de 1618, convencido de que en ellos se recoge el legado espiritual de los Incas. Los primeros vocabularios fueron considerados por Porras como fuente indispensable para reconstruir los principios modeladores del

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