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Viernes negro, viernes blanco (José María Cotarelo

Escritor, poeta, crítico, articulísta y dramaturgo español. Nació el 11 de abril de 1961 en Taramundi, Asturias (España). Pertenece a academias de Italia y Portugal y al Centro Andaluz de las letras. Hijo adoptivo de San Lorenzo (Puerto Rico) y visitante ilustre en Villa Carlos Paz (Códoba, Argentina) y Caguas (Puerto Rico) En 2019 le es concedido el premio del Ayuntamiento de Granada. Colaborador de prensa española e hispanoamericanas con artículos de opinión y crítica literaria. Con varios premios en poesía y narrativa. Ha sido jurado de varios certámenes e invitado a encuentros literarios internacionales.

Viernes negro, viernes blanco

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Me pide mi amiga Beatriz Muñoz unas palabras sobre el “black fraidei”, es decir, el Viernes Negro, para la revista One Stop que ella dirige. Hace tiempo se preguntaba Pérez Reverte, qué “¿por qué Black Friday y no Viernes Negro? Puestos a ser gilipollas, seamos gilipollas en castellano”. En fin, que ella sabrá lo que hace. He de comenzar diciendo que a mí el viernes negro, me la trae al pairo. Es una buena ocasión para hacer un viernes blanco, de no consumismo y así echar una mano a este pobre trozo de magma, roca y agua perdido en el espacio. Puede que, para los centros comerciales, y aún las pequeñas tiendas,

más los imperios de ventas por Internet, sea una buena ocasión de sacar de los almacenes las cosas y los trastes y para nosotros una excusa para acumular más artículos y prendas, la mayoría innecesarias, en los estantes y los armarios. Y a todo esto y según cuentan

las asociaciones de consumidores, lo del presunto ahorro o ganga, es una estafa. Me recuerda a las promesas electorales de algunos políticos en campaña. Es claro que la actuación de cada persona influye en el resto de la masa (la masa estólida, claro). Pero la masa hace tiempo que ha perdido conciencia de ese concepto de salvaguarda común, de prevalencia y si se me apura, hasta de supervivencia. Baste ver el terrible efecto del cambio climático, la falta de agua en los veneros, de nieves en las sierras y la sequedad y merma de ríos, pantanos y de la sesera de los responsables. Y ya no sirve como otrora llorar e implorar a los cielos por nubes preñadas de agua, ni las varillas de los zahoríes. El desierto avanza en la misma proporción que la estupidez humana, por eso, de aquellos barros, estos lodos y estas temperaturas y polvos saharianos. Recuerdo y recomiendo fervientemente busquen en Google la imagen de la genial escultura del pontevedrés Isaac Cordal instalada en Berlín y que tituló: “Políticos discutiendo sobre el cambio climático”, gráfica y significativa donde las haya, donde puede verse un nutrido grupo de lerdos, con el agua al cuello, o por encima de sus calvas, presuntamente discutiendo sobre las medidas a tomar para el cambio climático. Me hace pensar en la inútil cumbre del clima celebrada este año en Sharm-el Sheij (Egipto) entre el 6 y el 18 de noviembre y a la que acudieron mandatarios de distintos países en más de 800 jets privados, para convencernos de la necesidad de hacer cambios para revertir el desastre planetario y que apenas supuso avances en el ámbito de la mitigación del irreversible daño. El planeta, nuestra casa,

necesita menos palabras y más medidas contundentes que muestren compromiso real de que los países más contaminantes entre los que se encuentran EEUU, China o India, (estos dos últimos muy motivados por la demanda consumista occidental), adopten de una vez soluciones encaminadas a nuestra salvaguarda. Ya no es cosa de ecologistas y románticos; es una urgencia vital universal. Recordemos una vez más a Cervantes en la voz de Don Quijote: “El hombre se esclaviza por el lujo y las vanidades. Y se olvida que la felicidad está en las cosas sencillas de la vida”. Total, Beatriz, que no compro nada ni este viernes ni el que viene, para que mi viernes negro, sea un viernes blanco.

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