ARM magazine nº6 Octubre 2012

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Tema de Portada

Los poderes políticos tienen la obligación de controlar a los económicos, no a la inversa, con control de estos sobre los poderes políticos por medio de prebendas, créditos blandos -cuando no condonados- y con el caramelo corruptor de hacerles partícipes de su juego. Perdedor siempre el pueblo, del que se dice soberano, que debería ocupar el lugar preeminente de esa cadena de controladores en vez de ser el último, pero no dispone de medios suficientes para operar sobre el poder político, que esa excusa de que lo tiene por medio de las elecciones, no deja de ser quimérico, pura filfa, tanto como la cacareada voluntad del pueblo. Al que, lo peor de todo, se manipula y utiliza con habilidades de marionetistas. Nuestro sistema político se ha ido convirtiendo de una democracia -sueño de ilusos e idealistas que algunos somos, que fuimos- en una demagogia, no solo por los halagos con que se ha contentado al pueblo, sino por el adormecimiento al que en buena parte se le ha inducido. Nada pues de extrañar que, en estos difíciles momentos para España, nos encontremos con muchos ciudadanos que solo ven por los ojos del partido político o del sindicato al que son afines, como si llevaran unas orejeras que le impidieran otra perspectiva de la realidad que la que le dictan. Con muchos que parece que no quieren concienciarse de la gravedad de la situación en que nos hallamos inmersos, dormidos en la inconsciencia o en el recuerdo de los años de abundancia, ficticia tanto como peligrosa, tal que la crisis fuera un leve mal pasajero o el pretexto para la letra de una chirigota carnavalesca. Sin descartar a los que creen que el Estado es el papá rico al que se puede pedir y exigir todo sin aportar nada, como si fuera una fuente inagotable de dinero, hasta esquilmarlo, consecuencia quizá de una vida subvencionada y sin suficientes responsabilidades. Pero, por fortuna, existe un cada vez mayor grupo de ciudadanos que piensan y en los que bulle la indignación, y cuyos planteamientos y requeridos se están convirtiendo en el clamor del hasta ahora pueblo callado, sobre los que cimentaré el análisis de la situación de nuestro país, que pretendo reflejar. Hablo de ciudadanos que piensan que nuestra política adolece de graves defectos, entre los que destaca la escasa separación e independencia de los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, como si Montesquieu hubiera sido un fabulador en lugar de un clarividente pensador político. Asimismo, la no menos necesaria separación entre el estamento político y las instituciones públicas, cuya inexistencia ha provocado una alta politización de la Administración, cuando es sabido que ello conlleva mayores niveles de ineficacia y de corrupción, y varios son los países que se han liberado de tales vicios por su observancia. La marcha imparable hacia la quiebra política y económica de un Estado de las Autonomías que se tambalea, para cuyo saneamiento se necesita el apiñamiento de todos en torno a una Constitución que nos ampare a los ciudadanos por igual, sin exclusiones, y que contemple un cambio integral del modelo de Estado, sin cuya reforma urgente no haremos sino marear la perdiz. Reforma constitucional que termine con los privilegios y desigualdades entre comunidades, causantes de que los gobiernos se hallen cautivos de las más favorecidas so pretextos espurios, y, en consecuencia, que encierre una transformación profunda de las Octubre/18


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