Nos volveremos a ver –le prometió; el sol del amanecer atravesaba la celosía de la ventana dibujando en su piel estrellas y flores–. Nos volveremos a ver –repitió mientras su dedo recorría el contorno de una estrella en su espalda–, nuestro encuentro se deberá al destino, así ha sido y así será.
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Estas palabras volvieron a repetirse una y otra vez en sus pensamientos, palabras sin respuesta… solo su sonrisa; mientras sus largos dedos acariciaban el colgante de plata que encontró sobre su almohada y que desde aquel día abrazaría su cuello.