Más allá de la montaña - Joaquina Gil Ramos

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Joaquina gil ramos

mañana y tarde. En la noche aún, dormida sobre el horizonte silencioso, como una inocente criatura en la calidez de su lecho, con el cielo oscuro y callado sobre sus hombros, doña Pancha el ánimo dispuesto, inicia la jornada. Cuando llega ya está el “rejo” en la cuadra, se aprovisiona de los baldes para lavar las ubres y empieza el ordeño con sus compañeras. Son diez chaguadoras, a veces han sido hasta veinte, ahora hay menos vacas de leche. Cada una ordeña, en dos horas y media a tres horas, de doce a catorce vacas. Doña Pancha tiene una destreza única, con habilidad, lava la ubre con un líquido desinfectante, le seca con un paño y, a continuación en cuclillas, empieza a ordeñar. Sus dedos cogen el ritmo y comienza a caer en el balde, chorros de espumosa y blanca leche. Maquinalmente, pasa de una vaca a otra, las “mañosas” las deja para el final, son las difíciles, las caprichosas, con ellas hay que tener un cuidado especial, no se acuclilla sino que extrae la leche casi parada, por miedo a una patada o que le caiga encima, como le ha pasado más de una vez. Cuando los pájaros empiezan a cantar, -ya entrada el alba- doña Pancha regresa a la casa. Recién están despertando los suyos. Comienza a preparar el desayuno. Y así continua, día tras día, semana tras semana, mes tras mes. Los lentos años van pasando enteros y su vida sigue ahí, inalterable...

*** Es el día de los difuntos, todos se alistan para salir, los niños entran y salen de la cocina esperando el momento de poder 107


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