(varias autoras) diálogo y diferencia los feminismos desafían a la globalización

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Una gran cantidad de académicos/as han mostrado cómo el patriarcalismo extremo del fascismo en el siglo veinte buscó solidificar identidades e identificaciones hasta el punto de un genocidio literal (Theweleit 1987; Waller 1995). Ha sido mucho menos obvia para la conciencia liberal el cómo la lógica binaria en sí misma y los sujetos que la producen, confinan la producción de conocimiento a una clase de solipsismo colectivo, sostenido por paranoias epistemológicas e ideológicas. La tarea de tener que representar al conocimiento como estable, coherente y correcto implica crecientemente representaciones desesperadas de diferencias constitutivas como oposición y amenaza, en tanto que la diferencia conceptual/cosmológica es representada como irreal, exótica, primitiva, o de otra manera inútil15. Podemos esperar que los mismos términos signifiquen algo muy diferente, no obstante, cuando son expuestos dentro de otras lógicas. Por ejemplo, Sylvia Marcos puede hablar acerca de las mujeres en México que están empezando a identificarse como indígenas y, diciendo algo más, que ellas se ven a sí mismas como idénticas unas a las otras, que todas tienen los mismos intereses y sentimientos o que solamente ahora ellas saben quiénes son. Como Marcos lo demuestra en gran detalle, los procesos de toma de decisiones del movimiento Zapatista de base indígena requieren diferencia – de opinión, sensibilidad, estética, historia y así sucesivamente – en su creación de alternativas a la opresión política y militar. La heterogénea serie de oradores que “representaron” al movimiento indígena ante el Congreso Mexicano en marzo del 2001 (cada uno de los/as cuales habló un español diferente, fuertemente imbuído por el acento de su lenguaje indígena), es un ejemplo de esta interpretación fundamentalmente “diferente” de la diferencia, o una oposición a capitular ante la lógica occidental isomorfa (Marcos, capítulo 4, en este volumen). Identificándose como indígenas no significa que las mujeres indígenas se están convirtiendo en nacionalistas culturales. Tal ecuación tiene mucho sentido con el afirmar que el clima (el estudio del cual condujo a la creación de la teoría del caos) es auto-consistente, autónomo y predecible. Los pocos párrafos siguientes están dirigidos a lectores que permanecen, como yo, vigorizados por “teorías elevadas” las cuales, como Elizabeth Bruss ha argumentado persuasivamente, primero aparecieron en la academia al calor del movimiento en contra de la guerra de Vietnam, como un desafío a la producción imperial de conocimiento (1982)16. Por favor sientánse absolutamente libres de brincarse la siguiente sección, ”Agencia y Participación Política”, si este modo de teorizar es secundario a sus intereses. No estoy argumentando que las siguientes líneas de pensamiento son del todo cruciales para el diálogo feminista; es, más bien, un conjunto de movimientos que me encuentro haciendo, que tienen que ver con mi particular formación intelectual.

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