La Vanguardia - Cerebros Unidos

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ES8 DE JUNIO DEL 2013

Seguramente, los investigadores de la Universidad de Washington no podían ni imaginarse el éxito que iba a tener su convocatoria. Ni tampoco que acabarían publicando un artículo científico junto a unos cuantos jugadores de videojuegos. Incluso, quizá, se sintieran algo frustrados al ver como en sólo tres semanas un grupo de amateurs había dado con un importante hallazgo, mientras que ellos se habían pasado dos años estudiando sin éxito el papel que desempeñan las proteínas (motor básico de los trillones de células de nuestro organismo), en el desarrollo del alzheimer, el cáncer o el sida. Todo comenzó cuando se les ocurrió pedir ayuda a la ciudadanía. Los investigadores conocían bien las secuencias de aminoácidos de las proteínas, pero no acababan de entender cómo se pliegan sobre sí mismas para acabar teniendo una estructura final. De hecho, es una de las cuestiones sin resolver en biología hoy día, puesto que la configuración que adoptan determina su función; si la estructura final se modifica, en algunos casos puede mejorar la tarea de la proteína, pero en otros impide que la desempeñe. El problema es que hay un sinfín de posibles estructuras y comprobarlas una a una era una tarea ingente. En colaboración con programadores, los biólogos diseñaron un videojuego, que bautizaron con el nombre de Fold.it (pliégalo, en inglés), disponible en la red, que plantea puzles complejos acerca de cómo se pliegan estas cadenas de aminoácidos. “Foldit intenta predecir la estructura de una proteína basándose en las intuiciones humanas para resolver rompecabezas y en el hecho de que mucha gente juega de forma competitiva para tratar de plegar las proteínas más eficientes”, aseguran en la página web del juego. “Los jugadores pueden diseñar nuevas proteínas que podrían ayudar a prevenir o a tratar importantes enfermedades”. Al poco tiempo de lanzarlo, ya había más de 20.000 voluntarios buscando secuencias de aminoácidos. Gracias a este puzle on line, se han resuelto desde cuestiones relacionadas con biocombustibles hasta otras de enfermedades mortales. Incluso se ha con-

seguido concluir un problema que traía de cabeza a la ciencia desde hacía más de una década: con la ayuda de los jugadores los investigadores dieron con la estructura de una enzima crítica para la reproducción del virus del sida e identificaron dianas terapéuticas para neutralizarla. Foldit es tan sólo un ejemplo de cómo desde hace un tiempo la ciencia y otras disciplinas se están acercando a la ciudadanía para demandar su colaboración. Se han dado cuenta de que la unión hace la fuerza. De que muchos cerebros unidos son infinitamente más potentes que el mayor superordenador. De que el conocimiento está en la gente. ¿Por qué no aprovechar ese potencial para avanzar juntos? Aunando esfuerzos Si por algo se caracteriza la inteligencia humana es por ser colectiva. Somos seres sociales y aprendemos nuevos conocimientos a partir de la interacción con otros humanos. Desde nuevas lenguas, escribir o levantar un edificio, hasta operar a otra persona o conducir. Y es más, la mayoría de las grandes tareas intelectuales que llevamos a cabo son fruto de la interacción, con una comunidad y con una cultura, que no es otra cosa que el cúmulo de conocimiento heredado de generaciones anteriores. Ahora las nuevas tecnologías, y sobre todo las posibilidades que ofrece internet, están potenciando y fomentando aún más esa colaboración e interacción entre individuos con el objetivo de lograr un bien común, ya sea un proyecto o un mayor conocimiento. De la colaboración de cerebros y la interacción con las nuevas tecnologías están surgiendo dos nuevos tipos de inteligencias, que los expertos denominan colectiva y colaborativa; y si bien ambas están relacionadas, son algo distintas. “En la colectiva emerge un producto final a partir de las acciones de un grupo de personas que no interactúan entre sí”, explica Ignasi Alcalde, consultor multimedia y experto en gestión de proyectos. Gracias a internet, los consumidores pasan a ser también creadores y aportan saber a la red. Construyen nuevos contenidos a partir de la colaboración entre

Cerebros unidos

ellos, corrigiendo, ampliando. Wikipedia es un buen ejemplo de este tipo de inteligencia. “En cambio, la inteligencia colaborativa se ocupa de problemas en los que la experiencia individual y las distintas interpretaciones de expertos son críticos para la resolución de problemas. El objetivo es aprender una labor o incrementar el conocimiento de todos los miembros del grupo”, añade Alcalde. Un buen ejemplo es el proyecto Fold.it. Ambas inteligencias se basan en la idea de que la unión hace la fuerza y se nutren del potencial que ofrece la tecnología. No obstante, la idea de cooperar y de trabajar codo con codo no es nueva. De hecho, en la naturaleza, desde bacterias hasta hormigas, abejas, quarks e incluso las neuronas de nuestro cerebro son ejemplos de individuos que se alían para llevar a cabo una tarea inteligente. Y ya hace años que existen proyectos como SETI, que busca vida extraterrestre y se basa en computación distribuida, que requieren de la participación de muchas personas para lograr un objetivo. Aquí, los voluntarios se bajan un programa gratuito elaborado por la Universidad de Berkeley y ceden el tiempo y la potencia de sus ordenadores cuando no los usan para ayudar a los astrónomos y físicos a procesar información. Lo que es realmente novedoso y distinto ahora es que la participación ciudadana es intelectual. Y no hace falta ser un experto en la materia, ni tampoco una eminencia. Lo único que se requiere es interés y ánimo de participar en este nuevo tipo de acciones que pueden ser sumamente democratizadoras del conocimiento. Y las tecnologías lo único que hacen es facilitar que un número gigantesco de personas repartidas por todo el planeta interconectadas trabajen juntas de nuevas maneras y se avance hacia el conocimiento común. “El ser humano es social por naturaleza y siempre ha colaborado para desarrollar tareas. Lo que ahora ha cambiado es el entorno de la sociedad, de la asociación y del conocimiento. Hace veinte años, por ejemplo, no existía la capacidad que tenemos hoy en día de comunicarnos a través de la red. En la actualidad

La inteligencia siempre ha sido colectiva, pero ahora las nuevas tecnologías potencian formas innovadoras de colaboración en las que expertos y aficionados se unen para cooperar en proyectos que dan resultados

Texto Cristina Sáez

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