MALA SOMBRA: Revista de Claroscuros, Nº1 CRUELDAD

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Nยบ 1 Enero 2016

-CRUELDAD-


EDITORIAL

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MALASOMBRA

Crueldad

«La crueldad es uno de los placeres más antiguos de la humanidad», argumentaba Nietzsche. Por alguna razón lo apolíneo resulta menos seductor que lo dionisíaco, lo grotesco o lo tremebundo. Podría decirse que el ser humano está dotado, incluso, de un élan cruel, un irresistible y visceral impulso de tantear el afilado extremo de la perversidad y la violencia. Podría también ser esta la razón por la cual en el Decálogo ya se subrayó el polvoriento mandato del NO MATARÁS. Un gran ejemplo de instrucción en la crueldad, es el diseñado por la religión cristiana, que defiende la tortura como pasaporte a la santidad, confiriéndole así al exceso el rol de condición necesaria para la canonización, aunque haya que derramar mucha sangre en el camino de las oposiciones a santo. La doctrina católica nos ha dejado además exquisitos tormentos e imágenes impagables que reivindican solapadamente la crueldad y la efusión de la sangre; un caso claro es el Cristo de la Preciosísima Sangre que a buen recaudo cobijan los sólidos muros de la Iglesia del Carmen en Murcia. La sangre del mártir atormenta pero a la vez insufla fortaleza al creyente, le seduce y atemoriza doblegándole, convirtiéndole en parte de un rebaño disciplinado y dando muestras evidentes de una trillada técnica de manipulación para principiantes. Este tipo de reflexiones superan la maniquea argumentación de la morbosidad como único móvil de atracción por la crueldad.

Fotografía de portada | Retrato de Antonin Artaud, Man Ray, 1926

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La atrocidad ha sido una constante omnipresente en nuestra sociedad. Figuras como Torquemada, Vlad Tepes, Robespierre, Pol Pot o Medusa la Gorgona forman ya parte de nuestro repertorio visual y literario. Este último personaje se diferencia de los otros por dos razones: en primer lugar, se trata de un mito; en segundo lugar, su carácter es dual, es al mismo tiempo monstruo y portento. Medusa, además de ser uno de los monstruos ctónicos más relevantes del mundo arcaico, posee esa antitética mezcla entre fascinante y dantesca. Según la mitología, cuando Perseo cercena la cabeza de la Gorgona, las gotas de sangre vertidas al mar se transforman en fino coral, en cambio, las que caen en el desierto se tornan serpientes letales. Eurípides señalaba la importancia existente en la localización de la vena, así, la sangre procedente del conducto derecho contenía un antídoto capaz de resucitar a los muertos mientras que del vaso izquierdo brotaba veneno mortal. Al igual que la telúrica Gorgona, el ser humano posee, entre otras, una dualidad intrínseca: compasión y crueldad. Esa dualidad humana-inhumana. Curiosamente la segunda acepción de la RAE define la crueldad como acción inhumana otorgándole al hombre una pseudo condición de monstruo y señalando además el placer de éste por la impiedad y lo terrible. Existe también un tipo muy distinto de crueldad que no satisface el morbo del ser humano, no le confiere deleite alguno, ni ensalza sus fundamentos, sino que lo confronta con sus hipocresías, sus miserias y sus mezquindades. Antonin Artaud hace uso de la crueldad a modo de táctica que estimula el impulso creativo y despierta la conciencia del espectador de golpe y porrazo. Este agitador de subconscientes nos ha dejado un legado imperecedero a través del «Teatro de la Crueldad» y nos ha mostrado un modus operandi eficaz y acertado a la hora de abordar ese impulso cruel. Pero ante todo, nos ha enseñado que si miramos fijamente a los ojos de la crueldad, puede dejarnos de PIEDRA.

La Editora, Marta Vázquez Juárez


CONTENIDOS


DECLARACIÓN DE INTENCIONES

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COLABORADORES

COLABORAN EN ESTE NÚMERO:

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Jorge Fernández Gonzalo, nace en Madrid, en 1982. Es doctor en Filología Hispánica por la Universidad Complutense con una tesis sobre la poesía de Claudio Rodríguez. A su tarea investigadora hay que añadir una reconocida trayectoria como poeta, con cinco poemarios publicados y premios como el Joaquín Benito de Lucas o el premio Hiperión de poesía. Codirige la publicación digital Revista Neutral, especializada en la obra y el pensamiento de Maurice Blanchot. Como investigador cuenta con una veintena de publicaciones en revistas especializadas sobre literatura y filosofía, y con los libros Filosofía zombi, en la Editorial Anagrama, y La muerte de Acteón, en la Editorial Eutelequia.

Celso Blanco Lobo, poseedor entre sus papeles pintados de una licenciatura en Filología Inglesa, a veces profesor, a veces traductor, frecuentemente nada, y sacado a golpes de cardo quemado de su plácida madriguera entre los arbustos para ser convocado a participar en esta claroscura empresa desde su accidente geográfico de nacimiento, Madrid.

Verónica Ruth Frías, nace en Córdoba en 1978. Es licenciada en Bellas Artes por la Facultad de Santa Isabel de Hungría, Sevilla. Algunas de sus obras están expuestas en Museos y colecciones como: la Fundación Rafael Botín, la colección INICIARTE, CAAC, Centro de Arte Contemporáneo, Sevilla, la Fundación Pepe Espaliú y la Colección Desencaja, Instituto Andaluz de la Juventud, Junta de Andalucía, entre otras. Recientemente ha participado en el I Festival de Arte Contemporáneo de Saltillo (México, 2015) bajo el comisariado de Fernando Gómez de la Cuesta con su proyecto participativo NO, una línea de investigación colectiva vinculada a las redes sociales que la artista viene desarrollando en sus últimos planteamientos.

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COLABORADORES

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Xoán García Rodríguez, gallego de nacimiento, filántropo frustrado, nihilista por convicciones y coleccionista de divanes. A ciertas horas, apátrida que en la clandestinidad trafica con palabras, llegando a veces al proxenetismo. Su aparente comportamiento asocial es disipado al descubrir una gran empatía inhibida. Le ha dado 33 vueltas a la estrella más cercana, y actualmente reside en Barcelona, prestando sus servicios en Apple.

Toni Anguiano Millán, nacido en Granada en 1983. Actualmente es Manager de Guadalupe Plata y Al Supersonic & The Teenagers. Se declara amante del rock and roll, el cine negro, el boxeo y de las buenas y malas compañías.

Ivan Izquierdo nace en La Zubia (Granada) en 1983. Artista, licenciado y doctorando en Bellas Artes. Ha recibido varias becas de residencia y creación artística entre las que cabe destacar: MEET FACTORY (Praga, Rep.Cheq), FPDVVIETNAM experiments & artistic collaborations (Ho chi minh city, Vietnam), IFAA Project (Louvain la Neuve, Belgica), beca INICIARTE, promovida por la Junta de Andalucía, Centre D’art Contemporain pour Essaouira”(Marruecos), Fundación Inspirarte, Valencia, Centre D’ Art La Rectoría, Barcelona, Residency Artist LA FRAGUA, Cordoba y CRIDA, Palma de Mallorca. Ha colaborado con diversas obras de teatro en Valencia y Sevilla, también ha ilustrado varios libros de poesía además de haber recibido varios premios y reconocimientos.

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COLABORADORES

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Alessandra Guimarães, mitad brasileña mitad portuguesa, nacida en Río de Janeiro. Vive en Granada desde hace cuatro años. Se dedica profesionalmente al marketing e imparte clases de inglés, aunque sea dentista de formación. Es una persona inquieta, y considera que el poder está en el conocimiento.

Paloma Montes López nace en Andújar (Jaén) en 1982. Cuenta en su trayectoria académica con una licenciatura en Bellas Artes un Certificado de Aptitud Pedagógica y un Máster en Producción e Investigación en Arte, todas ellas por la Universidad de Granada. Ha sido subdirectora de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores en la promoción 2014-2015. Actualmente participa como investigadora principal en el proyecto I+D+I El instante detenido. 25 años de fotografía y fotógrafos giennenses”, con un periodo de ejecución comprendido entre 8/11/2013 y el 31/10/2014 del Departamento de Patrimonio Histórico en la Universidad de Jaén.

María Sol Plaza, nacida a principios de los años ochenta, licenciada en Bellas Artes en la bucolica ciudad de Granada y residente en la provincia de Jaén, es, según el día, pintora diplomada o escritora amateur. Vive alternando lo profundo y lo mundano, visitando las cimas y simas, practicando el intepido arte de saltar al vacío.

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EDICIÓN Y DISEÑO

X Marta Vázquez Juárez, expulsada al mundo en el 83, granadina de nacimiento y vínculada al Sacromonte, las chumberas y los cardos estrellados desde su más tierna infancia. Reside actualmente en Berlín donde maqueta y diseña para la editorial Helios Media. Pintacardos y porfiadora a tiempo completo, trata de llevar a cabo (en paralelo) dos proyectos tan fascinantes como eternos, el primero: consumar al fin su Tesis titulada Arte, Afección y Vitalismo Cósmico. Retórica y estrategias del artista enfermo en el ámbito contemporáneo bajo el prisma del Vitalismo Cósmico; el segundo: dar una salida perdurable a Ediciones Hostiles, la humilde empresa que edita, entre otras publicaciones de origen temerario, MALA SOMBRA.

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1. MATANDO QUE ES GERUNDIO

La muerte de Sardanápalo, Eugène Delacroix, 1827


Era una tarde calurosa y aún recuerdo el olor a madreselva en toda la calle. ¿Cómo no supe que a veces el asesinato huele a madreselva?” Double Indemnity, 1944, Billy Wilder.



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La mujer pantera. Jacques Tourneur, 1942. Un payo se liga a una muchachilla en el zoo y parece que ha triunfado, pero cuando llega el momento de la verdad le suelta un rollo un poco raro sobre su pueblo en Serbia, una secta satánica y las mujeres pantera. Como se casan y la cosa sigue igual, comienza a pasar más tiempo de la cuenta con su compañera de curro con la excusa de pedirle consejillos, lo que pondrá negra a su mujer, que intentará entonces demostrar que aquellos que se tomaron sus movidas a chirigota... LA CAGARON A TOPE.

Las damas del Bosque de Bolonia. Robert Bresson, 1945. Una mujer un poquito retorcida monta el número de dejar al amante para ver qué dice, pero como a este le parece muy bien decide vengarse de él CHUNGAMENTE.

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Los ojos sin rostro. Georges Franju, los que dan conferencias, va por ah nicas para reconstruir con su piel un accidente. Un personaje cuya es esa peñita que, cuando ve que le ha piensa: “pues ahora me voy a mang

Barba Azul. Edgar G. Ulmer, 1944. E en “La Diligencia” interpreta aquí a tística que se ve obligado a repartirl y la de retratista de mujeres a las q cara, lo que le permite tener acojo manager, que lo tiene acojonadísim


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, 1959. Un cirujano muy bueno, de hí ventilándose a muchachillas bola cara de su hija, desfigurada en scala de valores hará las delicias de an robado la chupa en el disco-pub, gar yo otra”.

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Las manos de Orlac. Robert Wiene, 1924. Un pianista pierde las dos manos en un accidente y le cosen las de un asesino condenado a muerte, por lo que de vez en cuando le entran como ganas de ventilarse a la peña corroborando de esta forma las peores sospechas de Mariló Montero sobre la donación de órganos.

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El mismo actor que hace de tío fino a un payo con tanta sensibilidad arla entre su actividad como titiritero que luego se ventila poniendo esta onadísimo a todo París menos a su mo a él.

Secreto tras la puerta. Fritz Lang, 1947. Joan Bennett se casa con un arquitecto que parece buen muchacho pero tiene sus defectillos, como coleccionar habitaciones que recrean escenarios de asesinatos conyugales, por lo que hace sus pesquisas para ver si esto es normal o lo que le pasa es que está... PILLADÍSIMO DE LA CABEZA.

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ay pesadillas que no se olvidan, que acompañan como un recuerdo de baja intensidad, sin apenas incomodar, como cachivaches que se guardan en un cajón con el único fin de hacerlos traquetear cada vez que se abre y cierra, que nunca merecerán diez pasos hasta el cubo de la basura. Ruidos de fabricación casera, únicos –como son todos los monstruos– y de posesión irrenunciable. Pequeñas dosis de lo horrible. ¿Vacuna? ¿Penitencia? ¿Catarsis? ¿Purgación? ¿Liberación de una animalidad vestigial? ¿Grito de auxilio? Una noche cierras los ojos y acoges a tu CRUELDAD y llenas tu boca con ella, como si no fuera tuya sino el regalo de un amigo excéntrico, cuando lo cierto es que la has fabricado con tu propio acero al que has decidido dar forma de agujas. Siempre puedes escupir a cámara lenta, lo haces, pero el hueco se llena de nuevo como una esponja al recuperar su forma. Son las reglas, no te sorprenden ni las cuestionas mientras se te desencajan las mandíbulas. No sientes dolor. El dolor es para los despiertos…y no se habla con la boca llena, ni se escupe ya, está fuera de tu alcance poder apretar los labios. La angustia se alimenta de sí misma y su burbuja estalla por fin en gemido, el sonido liberador que retira la arena de los ojos y devuelve a las reglas de una vigilia que sí cuestionas brevemente y necesitas verificar: un corazón que late, una piel que suda, una mano que palpa la mandíbula del cuerpo que comparten…el sonido de las puertas de un ascensor hacen el resto hasta que los párpados y todo tu cuerpo te vuelven a pesar y te dicen que la sed es un problema que puedes solucionar más tarde. Todo bien, tan solo otro objeto que rueda en tu cajón. “So it goes”, nos recuerda una y otra vez Kurt Vonnegut en su desesperanzadamente antibelicista Slaughterhouse 5 después de cada pasaje de crueldad infligida o sufrida de forma individual o colectiva. ¿El padre del personaje principal muere en un accidente de caza? “So it goes”.

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¿Mientras se recupera de un desastre aéreo, del que resulta ser el único superviviente, su esposa muere envenenada por monóxido de carbono? “So it goes”. ¿El torno de un dentista perforando un oído como método de tortura? “So it goes”. ¿Las hormigas del desierto devorando los genitales del enemigo convenientemente untados de miel? “So it goes”. ¿Le ejecución por cobardía del soldado Slovik? “So it goes”. ¿Velas y jabón fabricados con la grasa de cadáveres de judíos, gitanos, homosexuales, comunistas y otros enemigos del estado alemán? “So It goes”. ¿Los campos de exterminio? ¿Sodoma y Gomorra? ¿La cruzada de los niños? ¿Dresde? ¿Hiroshima? “So it goes”. Los motivos parecen simples reflejos que disparan el acto natural. En el caso del ladrón de coches de Illinois, Paul Lazzaro, topamos con la venganza –the sweetest thing in life– cuando relata a sus compañeros su reacción tras ser mordido por un perro: darle de comer un filete en el que previamente ha incrustado trozos de hierro cortantes del mecanismo de un viejo reloj. A los diez minutos la sangre brota de la boca del animal mientras trata de arrancarse sus propias entrañas a mordiscos. “So it goes”. Si así son las cosas, si la crueldad brota – como nos recuerda la literatura en tantas ocasiones– de forma natural, como un atavismo, ¿dónde trazar la línea de lo patológico? ¿En la falta de una finalidad justificadora como ganar una batalla, obtener una presa de la que alimentarse o un botín millonario? ¿En la consabida ausencia de empatía? ¿Acaso es más sano el acto cruel de quien comprende el dolor de su víctima y por esa misma razón es capaz de disfrutarlo sádicamente, no a causa del poder ejercido sobre ella, sino por la pura contemplación de un dolor que se sabe capaz de experimentar en su propia persona? Ninguna posible respuesta a estas preguntas explica la especial atracción, incluso simpatía en muchos casos, que nos provocan en ocasiones los personajes que practican la crueldad y en particular los calificados de psicópatas. La doble existencia de los protagonistas creados por Jim

Impresiones de la crueldad: sueño, materia y tinta


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Thompson en Pop. 1280 y The Killer Inside Me nos proporciona un buen ejemplo del efecto hipnótico atrayente tan alejado del terror indignado que sus crímenes deberían inspirarnos si el ritmo en la evolución de nuestra psicología más primaria estuviera perfectamente ajustado al de aquella de nuestros sistemas morales y organización social. Los personajes de Thompson, tanto el cómicamente haragán Nick Corey como el latoso Lou Ford, capaz de sacar de sus casillas a cualquiera con su discurso a la vez adormecedor y deliberadamente crispante, son agentes de la ley en sendas poblaciones del sur de los Estados Unidos que hacen honor con generosidad a su carga de tópicos. Su tosquedad exterior en ese entorno de crueldad latente y tiempo ralentizado permite a ambos personajes ejecutar a sus víctimas con

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y les proporciona coartadas y escapatorias. No importa la fría narración de sus acciones, los detalles truculentos de sus asesinatos de mujeres o sus arreglos para culpabilizar a inocentes, finalmente arrastran nuestra simpatía. Simpatizamos sin remordimientos con el triunfo del tonto, del patán sobre todos los demás. El extraño regusto de satisfacción que dejan estas dos novelas, tiene menos relación con la técnica literaria de atrapar al lector mediante el tono y la narración en primera persona, con su efecto envolvente de complicidad, que con el triunfo del individuo –que no personaje– vulgar, lo que facilita la identificación con el lector. Diferente es el caso de lo que sucede con el psicópata rural español por excelencia, Pascual Duarte, que nos engatusa desde un primer momento con tono desvalido con el “Yo, señor, no soy malo,

“Se mata sin pensar, bien probado lo tengo; a veces, sin querer. Se odia, se odia intensamente, ferozmente, y se abre la navaja, y con ella bien abierta se llega, descalzo, hasta la cama donde duerme el enemigo” la naturalidad con la que se da un manotazo a una mosca molesta sin levantar sospechas locales. Tan solo los personajes ajenos a ese microcosmos son capaces de aproximarse a cercarlos. Son asesinos que planifican burdamente en lo material mientras se anticipan certeramente a las interpretaciones de cada una de las personas relacionadas con los crímenes que ellos comenten, ya sean familiares, amigos o enemigos de las víctimas, investigadores, etc., a quienes conocen en sus mínimos detalles y secretos. Su capacidad de observación del comportamiento y emociones de los demás desde su máscara de paletos se convierte en su instrumento más útil

Impresiones de la crueldad: sueño, materia y tinta

aunque no me faltarían motivos para serlo” que abre su relato. Somos aquí hábilmente invitados a compadecer a un desgraciado, un producto de su entorno miserable donde lo brutal y lo cruel están tan asociados a la vida como a la sucesión de muertes que se nos ofrecen con todo lujo de detalles: la de su perra, cuya mirada escrutadora le lleva a extender “poco a poco por la tierra su sangre pegajosa” de dos disparos con la escopeta que se acaricia entre las piernas; la de su padre que maldice mientras agoniza encerrado tras ser mordido por un perro rabioso; la de su hermano Mario a los diez años quien “tonto había nacido y tonto había de morir”, ahogado en una tinaja


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de aceite; a navajazos la de la yegua que provoca el aborto de su mujer, poco después de acuchillar a otro hombre en una bronca tabernaria; la de su hijo de “un mal aire”; la del Estirao a golpes; así hasta llegar al parricidio en el clímax de la violencia cuando Pascual le hunde el cuchillo en la garganta a su madre en una lucha entre bestias de igual a igual en un liberación del odio que “tarda años en incubar”, es el camino andado desde su reflexión años atrás. “Se mata sin pensar, bien probado lo tengo; a veces, sin querer. Se odia, se odia intensamente, ferozmente, y se abre la navaja, y con ella bien abierta se llega, descalzo, hasta la cama donde duerme el enemigo.”

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Otras formas de exceso sangriento nos conducen a la sátira en la lectura de American Psycho de Bret Easton Ellis. La adicción insaciable al triunfo social del corte materialista más obsceno, al poder, al dinero, al acceso fácil al sexo como una adquisición más que sirva de prueba personal de pertenencia a la élite, al igual que el acceso a la droga de los ricos y triunfadores, se lleva al extremo asociándola a la de la posesión de la sangre ajena, del dolor ajeno, en un vam-

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mejores equipos de sonido y televisión que acaba de adquirir o se repasan las discografías de Huey Lewis and the News, Whitney Houston o Genesis. La lista de víctimas de Patrick Bateman, ya en los altares de los psicópatas de ficción, es interminable: el shar-pei con la barriga rajada que se lame sus propias tripas en el suelo antes de que su dueño homosexual –la homofobia, misoginia, racismo y aporofobia siempre presentes– siga su mismo camino a puñaladas y sea rematado a disparos, con la sangre salpicando un BMW blanco 320i, suprema imagen erótica batemanesca; la rubia a la que rompe los dientes con un taladro mientras es obligada a contemplar el vídeo de su última hazaña similar, para concluir introduciendo una rata hambrienta en su vagina a través de un tubo de plástico que después retira con la intención de que se abra paso devorándola desde dentro; ¿niños? Tras apuñalar mortalmente en el cuello a uno de apenas cinco años en el zoo, llega a la conclusión de que, a pesar de los gritos desgarradores de su madre ante la que finge ser un médico que acude a prestar ayuda, considera que matar a un niño es incruento, indoloro, puesto que se trata de un ser sin historia, sin logros que

“Matar a un niño es incruento, indoloro, puesto que se trata de un ser sin historia, sin logros que queden atrás y se pierdan, sin una red de amigos, carrera profesional, sin consecuencias materiales en cadena, una muerte insignificante” pirismo yuppie sin barreras morales de los años ochenta. Una carnicería sucede a otra mientras se intercalan en un mismo tono casual descripciones detalladas por parte del protagonista de las cualidades y características técnicas de los

queden atrás y se pierdan, sin una red de amigos, carrera profesional, sin consecuencias materiales en cadena, una muerte insignificante. Poco importa finalmente si este conjunto de aberraciones son reales o imaginadas por el protagonista,

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el único refugio al que acudir durante su lectura para no reconocer un placer morboso es el de la exageración satírica.

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La crueldad adopta un enorme refinamiento, especialmente siniestro por su realidad histórica, en forma del maltrato intelectual al que se ve sometido a causa de su rigurosa educación religiosa católica un adolescente Stephen Daedalus en A Portrait of the Artist as a Young Man de Joyce. La “composición de lugar” tenida por cierta acerca del infierno que ofrece el sacerdote en su sermón a los estudiantes, dividida entre los tormentos espirituales y físicos que deben sufrir las almas de los condenados es todo un intento de aniquilación de la voluntad y los impulsos naturales de sus jóvenes feligreses en un despliegue de sadismo imaginativo difícilmente superable. Un infierno presidido, como asegura el sacerdote que pudo comprobar un santo miembro de su misma orden religiosa tras ser concedido la gracia de contemplarlo como visitante, por el tictac de un reloj que marca el tiempo de la eternidad: “ever, never; ever, never; ever, never…” Así, continúa el orador, el alma condenada se verá siempre en el infierno, privada de la presencia de Dios, nunca en el cielo; siempre devorada por las llamas y las alimañas, aguijonada por lanzas ardientes, consciente del pecado por unos placeres terrenales que no volverá a disfrutar y nunca podrá escapar; siempre sentirá la rabia del recuerdo, la agonía interminable sin esperanza y nunca el perdón liberador, ni por un instante; tictac. El sermón se cierra con el rito colectivo de la repetición apelmazante de un acto de contrición,

Fotograma de la película Pascual Duarte, Ricardo Franco, 1976

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como una firma comprometedora al final de un documento. Frente al hincapié del sacerdote en la gravedad del pecado de orgullo del intelecto cometido por Lucifer, comprendemos que Daedalus solo podrá desarrollarse como artista si se libera de las trabas de la estupidez fanática. Ningún escritor, genio literario o no, puede finalmente alcanzar la perfección de la tortura fabricada a extraña medida en nuestras pesadillas, cuando los ojos se cierran y entramos en la más personalizada habitación 101, la que levantamos nosotros mismos, donde nos puede esperar una rata hambrienta como al pobre Winston Smith, pero también un trozo de goma negra sostenida en una mano, un objeto de terror irracional que multiplica el sentimiento de lo más temido. El material blando de las pesadillas se arroja hacia atrás contra las paredes irregulares de nuestra cueva para que algo no sea como nuestra lógica sensorial nos dice que debería ser y aun así se mantenga reconocible, creado en nuestro molde. El sufrimiento de la propia crueldad adquiere la apariencia aleatoria de unos brazos hechos de carne reseca de cartón, siempre más fuerte que la del viajero al que sujetan a lo largo de un pasillo de vértigo horizontal y únicamente abren su tenaza para que los siguientes la cierren en una falsa sensación de huida. El escozor familiar del tacto del insecto que juzga la conciencia de la piel. El desfile rutinario y siempre diferente de una especie en deseo de extinción que ensaya en ciertas noches y días, en impulsos nerviosos, sobre piedra, lienzo o papel, distintas formas de un fogonazo final.


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1. Herman Webster Mudget, "Dr. Holmes" 2. Henry Lee Lucas y Ottis Toole 3. Manuel Delgado Villegas, "El Arropiero" 4. Irma Grese, "La perra de Belsen" 5. Ted Bundy 6. Maria I de Inglaterra, "María la Sanguinaria" 7. Jeffrey Dahmer, "El carnicero de Milwaukee" 8. Andréi Chikatilo, "El Carnicero de Rostov" 9. Myra Hindley, (junto con su novio) "Asesinos del páramo" 10. Manuel Blanco Romasanta, "Romasanta" 11. Charles Manson 12. Aileen Wuornos 13. Peter Kürten, "Vampiro de Düsseldorf" 14. Cayetano Santos Godino, "Petiso Orejudo" 15. Albert Fish, "Hombre gris" 16. Juan Díaz Garayo Ruiz de Argendoña, "El Sacamantecas" 17. Jane Toppan 18. John Wayne Gacy, "El payaso asesino" 19. Paul Bernardo y Karla Homolka 20 Richard Ramírez, "El merodeador nocturno" 21. Edmund Kemper, "El asesino de las Colegialas" 22. Anna Marie Hahn

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23. Gary Ridgway, "El asesino de Green River" 24. Amelia Dyer 25. Anatoli Onoprienko, "Bestia de Ucrania" 26. Leonarda Cianciulli, "Jabonera de Correggio" 27. Richard Chase, "El Vampiro de Sacramento" 28. Pedro Alonso López, "Monstruo de los Andes" 29. Nannie Doss 30. Ricky Kasso, "El rey del ácido" 31. Vlad Tepes, "Vlad el empalador" 32. Carl Panzram 33. Dorothea Puente 34. Genene Jones, "La enfermera de la muerte" 35. Dennis Andrew Nilsen, "El estrangulador de Muswell Hill" 36. Jose María Jarabo, "Jarabo" 37. Joachim Kroll, "El Canibal de Rurh" 38. Issei Sagawa, "El Caníbal del Bosque de Boulogne" 39. Juan Vallejo Corona, "El asesino del machete" 40. Robert Berdella, "El Carnicero de Kansas" 41. Mary Bell, "La niña asesina" 42. Francisco García Escalero, "El matamendigos" 43. Jose Antonio Rodríguez Vega, "El mataviejas" 44. Edward Theodore Gein, "Ed Gein" 45. "Jack el Destripador" No Matarás




MATANDO QUE ES GERUNDIO

Rojo (Óleo sobre lienzo, 120x160cm), Paco Pomet, 2014.

La brecha(Óleo sobre lienz Styx (Óleo sobre lienzo, 60x80cm), Paco Pomet, 2012.

Rojo, Styx y La Brecha

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Crueldad

zo, 120x160cm), Paco Pomet, 2014.

www.pacopomet.es

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Rojo, Styx y La Brecha


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El Animal Salvaje


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Crueldad

por María Sol Plaza

Collage por Marta Vázquez Juárez

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La crueldad se define como la obtención de placer a través de la contemplación del dolor ajeno, así como las acciones que generan este sufrimiento.

Nietzsche defendía en su “Genealogía de la moral” que la crueldad es una respuesta humana básica, una pulsión que solo la pertenencia a una sociedad que promulga unos valores artificialmente creados es capaz de sujetar. Se comprende que sólo la sociedad y la cultura nos alejan de ese ser primitivo que alberga una necesidad de crueldad esencial. Casi todo lo que nosotros denominamos cultura superior se basa en la espiritualización y profundización de la crueldad –ésa es mi tesis; aquel animal salvaje no ha sido muerto en absoluto, vive, prospera, únicamente se ha divinizado. (…) Lo que disfrutaba el romano en el circo, el cristiano en los éxtasis de la cruz, el español ante las hogueras o en las corridas de toros, el japonés de hoy que se aglomera para ver la tragedia, el trabajador del suburbio de París que tiene nostalgia de revoluciones sangrientas, la wagneriana que aguanta, con la voluntad en vilo, Tristán e Isolda, – lo que todos ésos disfrutan y aspiran a beber con un ardor misterioso son los brebajes aromáticos de la gran Circe llamada Crueldad. El Animal Salvaje


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Sin embargo, cuando Nietzsche nos define como un animal salvaje hace un juicio de valor cruzado. Ese animal que somos, sin el yugo de las leyes morales causaría dolor, como lo causa un león que eviscera a un antílope y lo deglute aún vivo. Probablemente sentiría placer ante la ejecución de la caza, pero no ante el dolor de la presa, que daría por natural y consecuente. Los sentimientos generados por situaciones no marcadas por indicadores culturales no pueden medirse a través de marcadores culturales. En mi opinión es la sociedad la que al acuñar el termino crueldad la crea. De un modo natural es improbable que un sujeto estándar que se desarrolle al margen de la sociedad llegue a exhibir comportamientos crueles aunque sí violentos.

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Un ser puede matar, torturar incluso y extasiarse en la contemplación de este fenómeno sin que esto revista crueldad hasta que no aparece

El Animal Salvaje

la “conciencia del mal” como no existe en la naturaleza del resto de los animales. Sin la posibilidad de rebasar algo prohibido, y conocimiento de conducirse erróneamente no puede existir esa clase de placer que convierte en crueldad lo que de otro modo se consideraría violencia. Hay una tendencia cultural a tratar como sinónimos crueldad y violencia. Considero que no es algo casual si no el modo en que se nos ha domesticado. Ya no solo se trata de conducirnos como corderos, eficaz, mansamente traídos y llevados si no que, aun mas terriblemente, nos llevan a pensar como corderos a ignorar fehacientemente las garras y los dientes de nuestra propia anatomía e interiorizando que el papel de la víctima es siempre moralmente superior a la del verdugo. Se nos ha convencido de que la humillación, la pasividad, el poner siempre esa otra mejilla nos glorifica y transporta a una dimensión heroica, de modo que los golpes y los atropellos son exhibidos por los buenos individuos como condecoraciones que avalan la magnificencia de su conducta. Ser débil es, en nuestro tiempo y nuestra sociedad, algo admirable como si lo contrario, en todos los casos dotara al resultado de una


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Sin embargo, aunque coincido con Nietzsche en que la violencia es algo innato en el ser humano y es un condicionamiento social, patinado de cultura pero en realidad heredado de una moral religiosa y judeo cristiana la que lo contiene (dando lugar a la mala conciencia y a la culpa, lo que Nietzsche vino a llamar “crueldad contra uno mismo”), la crueldad no lo es. No es algo natural intrínseco al ser humano si no un producto social.

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Es la pertenencia a una sociedad con sus valores y sus condenas la que al tratar de regular la violencia, acallándola y condenándola pero a la vez, sometiéndolas a altas dosis de violencia visual hasta que por el fenómeno de la cosificación, ver a alguien sufrir es algo tan solo ligeramente molesto en el mejor de los casos tolerable e incluso excitante ya sea a niveles sensuales o sexuales , genera una dimensionalidad y expectación que la hace transcender a la dimensión de un objeto de deseo. Un deseo que interiorizado como algo prohibido y deleznable activan a la vez la conciencia y por lo tanto la culpa y como bien decía Nietzsche el placer de ser cruel con uno mismo. La ciencia hoy día parece estar de acuerdo con esta concepción de la crueldad como trastorno heredado ,al comprender la inclinación a la violencia como una mala interiorización de las normas sociales, pero entendiendo la crueldad como una enfermedad mental, es decir, como una deficiencia del individuo y no del modo en que este ha asumido su rol social. A saber, masoquismo o sadismo según revierta hacia dentro o hacia afuera y en este último caso en toda una cantera de subdivisiones por filias y perver-

Crueldad

siones. Admiradora de la belleza de los impulsos libres, firme defensora de la violencia, en especial, lo reconozco, cuando actúa al servicio de la justicia o al menos de la mía, la crueldad me horroriza. Me fascina, por supuesto, y me excita, pero sobre todo me horroriza. Más que por ninguna otra cosa, porque lo considero el triunfo de una manipulación perfecta. Lo que de veras nos aleja de ser animales.

El haber sido alterados con un método de alienación feroz, que envenena el animal salvaje, realmente salvaje que una vez fuimos totalmente libres de condicionantes y de moral, de placer y de culpa. El Animal Salvaje



2. MONSTRUOS Y PORTENTOS

Saturno devorando a su hijo, Francisco de Goya, 1819-1823



MALASOMBRA

E

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Crueldad

La Destrucci贸n como Teatro


MONSTRUOS Y PORTENTOS

La Destrucci贸n como Teatro

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MALASOMBRA

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Crueldad

La Destrucci贸n como Teatro


MONSTRUOS Y PORTENTOS

Antonin Artaud y Robert Beckers en Le Moine dirigida por Matthew Gregory Lewis, 1931

Antonin Artaud y C茅cile Brusson en Le Moine dirigida por Matthew Gregory Raymond Voinquel, Retrato de Antonin Artaud, 1931

La Destrucci贸n como Teatro

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MALASOMBRA

Crueldad

Eli Lotar, Retrato de Antonin Artaud, 1930

Lewis, 1931

Man Ray, Composici贸n de manos de Antonin Artaud, 1922

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La Destrucci贸n como Teatro.


MONSTRUOS Y PORTENTOS

La Destrucci贸n como Teatro

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MALASOMBRA

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Crueldad

La Destrucci贸n como Teatro


MONSTRUOS Y PORTENTOS

1 Deleuze, Gilles; Guattari, Félix. El antiedipo. Barral, Barcelona, 1973. 2 Artaud, Antonin. El teatro y su doble. Instituto del Libro, La Habana, 1969, p. 12. 3 Ibíd., p. 17-18. 4 Ibíd., p. 190. 5 Ibíd., p. 10. 6 Ibíd., p. 80. 7 Ibíd., p. 231. 8 Ibíd., p. 74. 9 Ibíd., p. 203. 10 Ibíd., pp. 203-204. 11 Ibíd., p. 200. 12 Del Barco, Óscar. «Prólogo», en ARTAUD, Antonin. Textos revolucionarios. Calden, Buenos Aires, 1972, pp. 24-25. 13 Foucault, Michel. Historia de la locura en la época clásica. Fondo de Cultura Económica, México, 1997, Tomo II, p. 301. 14 Sontag, Susan. Aproximación a Artaud. Lumen, Barcelona, 1976, p. 34. 15 Cortázar, Julio. Obra Crítica / 2. Alfaguara, Madrid, 1994, 153. 16 Artaud, Antonin. Op. cit., p. 6.

La Destrucción como Teatro

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MONSTRUOS Y PORTENTOS

Collage por Marta Vázquez Juárez

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an Lorenzo de Roma Es quemado vivo en una hoguera, concretamente en una parrilla. La leyenda afirma que en medio del martirio, el santo dice: «Assum est, inqüit, versa et manduca»: ‘Asado estoy, parece, gírame y cómeme’ Su atributo particular propio es la parrilla, instrumento de su martirio. En la Comunidad de Madrid se encuentra el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, construido por Felipe II para conmemorar la victoria de San Quintín el 10 de agosto de 1557, agradeciéndosela a la protección del mártir San Lorenzo. Para ello, hizo construir el monasterio con forma de parrilla Martirios como este nos han regalado el acertado consejo de que la carne a la parrilla sabe mejor. PUNTUACIÓN: Ocho espinas

Oposiciones a Santo


MALASOMBRA

Crueldad

anta Lucía de Siracusa Consagra su vida a Dios y hace voto de virginidad. La llevan a un lupanar para que la violen al grito de: “Te llevaré a un lugar de perdición así se alejará el Espíritu Santo”. Algunos soldados la toman para llevársela, pero por más que se esfuerzan no pueden con ella, prueban entonces a atarla con cuerdas de manos y pies, pero inexplicablemente la muchacha permanece rígida como una piedra. Pascacio la acusa entonces de brujería. Es llevada a la hoguera, pero el fuego no le hace daño alguno. Se ordena entonces que le saquen los ojos, pero a pesar de estar ciega inexplicablemente sigue viendo. Por último, es condenada a ser decapitada. En la actualidad es la patrona de la vista. Sus detractores dieron palos de ciego PUNTUACIÓN: Nueve espinas

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Oposiciones a Santo


MONSTRUOS Y PORTENTOS

anta Águeda de Catania El Senador Quintianus intenta poseerla pese a que sus propuestas son rechazadas por la joven virgen, que ya se había comprometido con otro esposo: Jesucristo. Quintianus no se da por vencido y la entrega en manos de Afrodisia, una mujer malvada, con la idea de que esta la seduzca con las tentaciones del mundo. Pero sus malas artes se ven fustigadas por la virtud y la fidelidad a Cristo que demuestra Santa Águeda. Quintianus, entonces tortura a la joven virgen cruelmente, hasta llegar a ordenar que se le corten los senos. A lo que la joven contesta: “Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?”. Al siguiente día de la tortura, se le aparece San Pedro y le cura las heridas. Al otro día continúa la tortura y al no poder doblegar la voluntad de la Santa, es arrojada sobre brasas ardientes al rojo vivo y revolcada en la ciudad de Catania en Sicilia, pero mientras su cuerpo virgen se quema, ella sonríe y habla con Dios. El volcán Etna hace erupción un año después de la muerte de la Santa en el 252 y los habitantes de Catania piden su intervención logrando detener la lava a las puertas de la ciudad. La santa no sólo es meritoria de la palma del martirio sino que en su honor manos virginales hornean cada año deliciosos pechos azucarados. PUNTUACIÓN: Diez espinas

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Oposiciones a Santo


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Crueldad

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an Cucufato de Escilio Primero le abren el vientre y le sacan las tripas, pero que él las introduce de nuevo dentro del abdomen que cose con un cordón. Luego el emperador Galerio lo condena a la hoguera, pero el soplo de Dios apaga las llamas. Después lo encierran en una mazmorra, pero los carceleros se convirten al cristianismo y lo liberan. Finalmente Dios permite a San Cucufato –cuyo deseo es acceder al cielo por la vía del martirio– que se le degüelle. Este curtido mártir vencería descaradamente, quizá no en gancho pero sí en perseverancia y recursos, a Sugar Ray Robinson. PUNTUACIÓN: Nueve espinas

Oposiciones a Santo


MONSTRUOS Y PORTENTOS

por Ivan Izquierdo 46

Nos situaremos en la Irlanda de 1729, concretamente en Dublín. Allí pasaba sus días el archiconocido y algo controvertido escritor satírico Jonathan Swift sumido en una gran depresión tras la muerte del que fue el amor platónico de su vida, “Stella”, Esther Johnson.

indigentes tuviesen sus hijos subvencionados por el Estado y que a la edad de 1 año, tras ser amamantados y bien cuidados sirvieran de comida para el resto de población. Con este método se ayudaría a las clases marginales económicamente y el pueblo no pasaría hambre.

Tres años más tarde de haber escrito su obra más célebre Los viajes de Gulliver publicada en 1726, editó el que fue su último texto conocido y al que llamaría “Una modesta proposición: para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público”.

“Me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y no dudo que servirá igualmente en un fricasé o un ragout. (…) que veinte mil se reserven para la reproducción, de los cuales sólo una cuarta parte serán machos; lo que es más de lo que permitimos a las ovejas, las vacas y los puercos; y mi razón es que esos niños raramente son frutos del matrimonio, una circunstancia no muy estimada por nuestros salvajes, (…) De manera que los cien mil restantes pueden, al año de edad, ser ofrecidos en venta a las personas de calidad y fortuna del reino; aconsejando siempre a las madres que los amamanten

En él Swift realizó una exquisita crítica social de su país, el cual estaba sumido en una crisis de hambre y falta de trabajo. En el ambiente se palpaban la tensión entre las clases sociales, los campesinos eran incapaces de pagar los altos precios de las tierras que tenían arrendadas y los jornaleros cada vez cobraban menos. En esta situación, nuestro protagonista propuso instaurar un sistema a través del cual los

Swift, Tertuliano y cómo comer recién nacidos


MALASOMBRA

copiosamente durante el último mes, a fin de ponerlos regordetes y mantecosos para una buena mesa.” 1

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Como vemos Swift no sólo planteaba comérselos, sino que además les consideraba poco menos que ganado comparándolos con ovejas y vacas, convirtiéndolos en salvajes que vivían en su misma ciudad. El simple hecho de pertenecer a una escala social mas baja daba pie a que pudieran servir de alimento a personas de calidad y fortuna del reino, es decir de una escala social más elevada. La sátira de Swift no termina aquí ya que continúa explicando que de este modo las madres cuidarían mejor a sus “pobres” hijos ya que verían en ellos una colocación de por vida y que incluso las progenitoras entrarían en una sana competición de ver quien llevaría al niño más gordo al mercado. Incluso los hombres ayudarían a sus mujeres en el parto como lo hacen con sus animales de granja y se abstendrían de golpearlas por miedo a un aborto que afectase a este nuevo e ingenioso sistema. Llegó incluso a bromear con la posibilidad de poder hacer estilosos guantes y botas con la piel de los bebes sacrificados. Podemos adivinar que el texto fue rechazado por sus coetáneos que no entendieron el fino humor negro de este ilustre escritor. Lo que seguramente no planteó Swift fue pensar en las problemáticas morales que esto podría acarrear a los ciudadanos dublineses, veamos por qué. Dieciséis siglos antes, en el S.II y por muy raro que nos parezca, Tertuliano también estaba escribiendo sobre la ingesta de recién nacidos. En este caso, para defender a los cristianos de las acusaciones que caían sobre ellos y que hablaban sobre el sacrificio e ingesta de carne de bebés durante sus ritos. En el octavo capítulo de sus Apologías titulado Que los delitos que se imputan a los Cristianos, no sólo son falsos, sino increíbles, Tertuliano apunta: “Ahora te pregunto si aspira tu naturaleza a conseguir la eternidad por medio de estas atrocidades. Ven y piensa que eres tú el catecúmeno a quien el ministro instruye, y que te dice: ¿quieres eternidad? Ven, pues; entra ese puñal en el pecho de ese inocen-

Crueldad

te niño que no ha pecado y es hijo común de todos. (…) recibe la purpúrea sangre en ese vaso, baña en ella el pan, cómele con apetito gustoso;(...) mientras le comes reconoce los asientos, mira dónde está la madre, nota donde está la hermana, adviértelo con diligente cuidado para que cuando caigan las tinieblas que han de introducir los perros, no yerres la ejecución, que pecarás gravemente si no cometes incesto con la madre de aquel niño cuya sangre te comiste. Consagrado con estos ritos alcanzarás vida eterna.” 2 Un detalle interesante de este texto es cómo Tertuliano interpretaba que la persona que se nutría de la carne o la sangre de ese bebé lo llevaría de alguna forma dentro, es decir, conservaría su esencia dentro de él hasta tal punto que podría incluso cometer incesto si llegara a acostarse con la hermana o la madre del difunto neonato. Aborda sin quererlo dos de los tabúes más difíciles de superar, no sólo en aquella época sino aún en nuestros días: el incesto y el canibalismo. La sangre y la carne del muerto, del sacrificado en este caso, no sólo confiere al hambriento un alivio, sino que también añade otro “yo” al caníbal, y al mismo tiempo una renovación energética o en el caso de la religión una renovación de Fe. Volviendo a Swift y a su ingenioso y cruel sistema social basado en la antropofagia, nos encontraríamos ahora con la dicotomía moral que planteaba Tertuliano y más tratándose Irlanda de un país con una gran tradición cristiana. Seguramente el escritor Irlandés no encontraría mucha dificultad en integrar dichos tabúes en el engranaje de su Modesta Proposición. P.D. Swift al morir dejó en herencia gran parte de su fortuna a los pobres y otra gran parte para la construcción de un manicomio.

1 Izquierdo, Ivan, Arte y canibalismo. Visión del canibalismo ritual, del guerrero y del caníbal europeo bajo el prisma del arte y el cine contemporáneo 2015, p. 37. 2 Ibíd., p. 29.

Swift, Tertuliano y cómo comer recién nacidos


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Crueldad

Una de las ilustraciones más curiosas y repetidas a partir del siglo XV es la que representa a un hombre de todas las posibles formas en que puede ser herido durante una batalla o por accidente. Se cree que la primera ilustración de este tipo fue realizada por Johannes de Ketham en su libro Fasciculus Medicinae (impreso en 1491).

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A finales de la decimoquinta centuria, cuando en algunos lugares ya estaba floreciendo el Renacimiento y en otros la Edad Media no quería marcharse aparece la imagen del hombre herido convirtiéndose en un icono de este período. En ella se pueden ver las diferentes maneras en las que un hombre puede ser herido en una batalla o como consecuencia de un accidente, aparece atravesado por dagas, flechas, espadas y golpeado por garrotes en diferentes partes de su cuerpo, como muestra de lo que puede causar cada herida. Cabe destacar que en esta primera ilustración se empieza a representar el corazón con la forma convencional que conocemos hoy ya que anteriormente se dibujaba como un círculo o una víscera. Elaborado en escritura gótica cursiva y redactado en latín apreciamos en una imagen cómo su autor ha ido describiendo todas las partes de la anatomía humana, comenzando con el cerebro, lóbulo temporal y frente. Johannes de Ketham, al que se le atribuye la primera ilustración, fue un médico alemán que vivió en Italia a finales del siglo XV. La obra por la que ha pasado a la posteridad es el Fasciculus Medicinae, publicado por primera vez en Venecia en 1491. Causó furor en su momento porque fue el primer libro impreso que contenía ilustraciones de anatomía humana. El texto incluye una colección de pequeños tratados médicos, muchos de los cuales son de época medieval.

Anatomía Medieval


MONSTRUOS Y PORTENTOS

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Un Ba単o en el Infierno


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Crueldad

Desde el oscuro mundo de los asesinos seriales, ostenta la peor depredadora que haya tenido la historia del crimen: Erzsébet Báthory, aristócrata Húngara, perteneciente a una de las familias más poderosas de su país y con el récord de la mujer que más asesinatos ha cometido en la historia de la humanidad, siendo autora de más de 630 crímenes a causa de una macabra búsqueda de la belleza. Erzsébet Báthory recibió una amplia y ex-

sia. A los once años, fue comprometida con

quisita educación aunque también estuvo en

su primo Ferenc Nádasdy , Condé de Nádasd

contacto desde su más tierna infancia con la

y Fogarasföld. Fue en 1575, cuando Erzsébet

alquimia y el esoterismo, prácticas amplia-

y el Conde Ferenc Nadasdy, ella con tan solo

mente practicadas por algunos miembros de

15 años y él 20, se casarón el castillo de Va-

su dinastía. A diferencia de lo que era propio

rannó, para más tarde irse a vivir al castillo

en la época, recibió una buena educación y

de Csejte. Fue Ferenc quien adopto el nom-

su cultura sobrepasaba a la de la mayoría de

bre de soltera de su esposa, al ser más ilustre

los hombres de entonces.

y antiguo que el suyo.

Su infancia transcurrió en el castillo de Cse-

Por ese entonces Erzsébet quedó práctica-

jte y antes de cumplir los seis años sufría ata-

mente recluida en el castillo. Ferenc era un

ques de lo que se puede considerar epilep-

soldado que pasaba largas temporadas en

Un Baño en el Infierno


MONSTRUOS Y PORTENTOS

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las constantes guerras que asolaban el país.

pelos mientras la peinaba. La bofetada que

Sus prácticas crueles con sus enemigos le

le propinó su señora le provocó una herida.

valieron el apodo de el Héroe Negro. Ella se

La sangre le salpicó a Erzsébet en la mano

caracterizaba por administrar el castillo con

quien fue pronto presa de la excitación al

mano de hierro y montarles brutales palizas

creer que la zona de la piel manchada se hizo

a las sirvientas martirizándolas con los más

más tersa y blanca. A la mente de Erzsébet

retorcidos métodos como bañarlas en miel

llegaron tétricas ideas acerca de que la san-

dejándolas en medio del jardín a deleite de

gre de muchachas jóvenes la harían perma-

los insectos o dejarlas fuera durante el in-

necer joven por siempre y no dudó en des-

vierno mientras las congelaba arrojándoles

angrar a la torpe sirvienta y prepararse una

gélidos cubos de hielo.

bañera con su sangre en la que se sumergió.

La existencia de la condesa se hizo tediosa

Ese sería el primero de una larga lista de

y solitaria. Sin poder salir de su castillo por

asesinatos para abastecerse de la sangre su-

orden expresa de su marido, Erzsébet em-

ficiente que le daría la eterna juventud. En

pezó a intentar escaparse por diversión, he-

su paranoica locura no se conformó pues,

cho que consiguió en varias ocasiones. Tras

para no frotarse con toallas que disminuye-

los muros de su castillo, debido a su abu-

ran el efecto de la sangre, obligaba a otras

rrimiento, la condesa se rodeó de extraños

sirvientas a lamerle el cuerpo. A estas más

sirvientes con los que practico la brujería y

les valía no mostrar rechazo ni repugnancia

experimentos relacionados con la alquimia.

pues el castigo sería peor. Torturarlas hasta la muerte fue una práctica que no dudó en

Ferenc y Erzsébet apenas se veían debido

llevar a cabo la condesa.

a las actividades guerreras del primero, así que no fue hasta 1585, diez años después de

Fue entonces cuando montó un siniestro la-

su matrimonio, que la condesa tuvo a su pri-

boratorio. Entre los aparatos de tortura que

mera hija, Ana, y en los nueve años siguien-

supuestamente guardaba en las mazmorras

tes dio también a luz a Úrsula y Catalina. Fi-

había un autómata llamado La Virgen de Hie-

nalmente, en 1598, alumbró a su único hijo

rro, una dama metálica con un mecanismo

varón, Pablo.

que clavaba puñales, además de diversos atizadores enrojecidos al fuego, ganchos y

En 4 de enero de 1604, el Héroe Negro murió

todo lo que la imaginación pueda concebir

de súbita enfermedad durante una de sus

en estos casos. Incomprensible vanidad y

batallas y dejó viuda a Isabel, que contaba

deseo de fulminar la historia, son las razo-

con 44 años. La muerte de Ferenc fue el pun-

nes por las cuales ella cometió tan sádicos

to de inflexión definitivo que la llevo a ex-

crímenes.de desangrado, y un montón de

plotar toda la psicopatía que llevaba dentro. encadenó cuando una de sus desdichadas

cadáveres poculpable, y no compareció, acogiéndose a sus derechos nobiliarios. Quienes sí lo hicieron, por la fuerza,

sirvientas le dio un desafortunado tirón de

Reportaje fotográfico de Mehmet Turgut

La locura y sadismo de Elizabeth se des-

Un Baño en el Infierno


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Un Ba単o en el Infierno





3. DON´T BE CRUEL

Fotografías anónimas, 1980.


DON´T BE CRUEL

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Este proyecto consta actualmente de seis imágenes fotográficas de 70 x 50 cm y de una videocreación. La videocreación muestra en seis pantallas como la autora golpea incesantemente contra cada uno de los seis “objetos” elegidos, hasta quedar exhausta, hasta rendirse. A Palos


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Crueldad

A PALOS por Verónica Ruth Frías

“A palos con los postes de luz que no llevan luz a mi casa, a palos con las flores que no adornarán mi jarrón, a palos con la casa que nunca habitaré, a palos con el coche que no conduciré, a palos con el agua que no saldrá por mi grifo, a palos con el árbol que nunca me dará sombra, a palos con el trigo que no llegará a mi mesa, a palos con todo lo que no será nunca para mí.” La superioridad del hombre, su brutalidad, su violencia, su envidia, su egoísmo: e-g-o-í-s-m-o. Ha llevado al hombre/mujer, a un momento muy crítico en su historia. No hay marcha atrás, y es que los bosques han sido quemados para dejar espacio a la civilización, una civilización que se reproduce rápidamente y, como una plaga de dimensiones bíblicas, va devorando todo lo que encuentra a su paso. No nos importa el mañana porque el mañana ya no será nuestro sino de otros. Con una postura crítica nos acercamos con profunda rabia y desesperación a la lucha del hombre contra el hombre; a la lucha de la naturaleza humana contra todo artificio o ser generado a partir del conocimiento humano. En esta obra se plasma todo un cúmulo de circunstancias negativas que, cada vez con más vehemencia, encontramos en nuestro entorno más cercano, y es que, hoy decidimos que el mundo se merece yacer bajo el palo de lo esencialmente justo; una justicia impartida des-

Consultar el audiovisual de la artista, aquí:

de lo visceral del propio artista y de la propia obra. En definitiva se intenta un decir crítico y reflexivo que profundice en las raíces sociales y más humanas del propio homo sapiens, y desde dentro, desde lo más profundo de nuestro ser, reconstruir un nuevo diálogo. A Palos


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A Palos


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A Palos


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A Palos


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A Palos


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A Palos


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Crueles Espectadores


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En marzo de 1964, la primera página del periódico The New York Times traía la noticia “durante más de media hora 37 ciudadanos respetables, cumplidores de la ley, en el barrio de Queens, vieron a un asesino perseguir y apuñalar a una mujer llamada Kitty Genovese, en tres asaltos separados y sucesivos en Kew Gardens. Nadie llamó a la policía durante el asalto; un testigo llamó después de que la mujer ya estaba muerta”. El episodio del asesinato de Kitty Genovese, se hizo mundialmente famoso y ha generado más estudios sobre la apatía humana que el propio holocausto. Los estudiosos de todas las áreas de las ciencias sociales, especialmente los psicólogos han estudiado el caso en cuestión, y así nació lo que se llamó Efecto Espectador, o Síndrome Genovese, según el

cual la presencia de varios voyeurs durante eventos dramáticos puede inhibir intervenciones eficaces. Es el cotidiano y hartamente conocido: “dejar que los otros lo hagan por mí’. Me acordé de este caso extremo de apatía colectiva mientras me preguntaba en completo estado de desánimo por qué Crueles Espectadores


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la responsabilidad compartida de una pequeña empresa que tengo en sociedad es un reto tan complicado. A través de un simple problema profesional y personal, empecé a tirar de un hilo y me di cuenta de que en realidad yo también estoy frente a un problema social generalizado, tan amplio como preocupante. La explicación más común de este llamado Efecto Espectador es que con otras personas presentes, todos los observadores suponen que alguien va a intervenir por ellos, y así cada uno puede abstenerse de hacerlo individualmente. Este es un ejemplo impactante de cómo la difusión de la responsabilidad conduce al esfuerzo individual mínimo. Es como si un ente intangible en la multitud inhibiese el comportamiento altruista. Como si la presencia de varias personas diluyese nuestro sentido de responsabilidad hacia los demás. Es decir, Kitty Genovese no murió a pesar de que hubiera muchos testigos, pero murió precisamente porque hubo muchos testigos. Acontecimientos como éste muestran cómo nuestro entorno puede también corromper nuestros valores. La esencia de la inhumanidad es la indiferencia ante el dolor de los demás. ¿Se trata quizá de que en conjunto somos incapaces de actuar y hacer lo correcto cuando además vemos que nadie más lo hace? A lo largo de la historia de la humanidad y aún en la actualidad se observa una fuerte tendencia hacia este tipo de comportamiento hierático. De hecho, muchos países, naciones enteras, parecen imposibilitadas a dejar de lado su apatía,

Crueles Espectadores

“Kitty Genovese no murió a pesar de que hubiera muchos testigos, pero murió precisamente porque hubo muchos testigos” a pesar de las diversas imágenes e informaciones sobre todo tipo de violencia real y/o inminente distribuida por todo el mundo. La respuesta de la comunidad internacional es a menudo una actitud pasiva que no emite respuesta alguna. Ahogados en el Mediterráneo, refugiados sirios, palestinos echados de sus casas y tantos otros casos. Nos dan igual, alguien en algún momento se hará cargo de estos problemas. Otro punto clave es que cuando renunciamos al poder de la iniciativa y de la responsabilidad, renunciamos igualmente al poder de cambiar y decidir. La corrupción rampante en muchos gobiernos nos enseña una lección sobre esto, la negligencia en la salud y la educación ídem. Para enfrentar el Efecto Espectador considero necesario generar primero el cambio a nivel personal. Debemos ser capaces de percibir lo que sucede a nuestro alrededor y saber identificar una cierta situación cómo irregular o de emergen-


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Crueldad

cia. Del mismo modo, la empatía juega un papel crucial, porque nos hace percibir que todos los seres humanos son dignos de apoyo y que la persona en una situación de emergencia podrías ser tú mismo. La parte más difícil es superar la fase del miedo y de la confusión. La clave está en saber que siempre se puede ayudar. Es probable que una persona, en un momento dado, no tenga los conocimientos médicos para atender a un herido o no pueda hacer frente a un ladrón o a un marido agresor, pero puede llamar a una ambulancia o a la policía. La buena noticia es que si sólo una persona hace algo, el otro va a responder de la misma manera. La iniciativa de acción de sólo una persona puede hacer una gran diferencia. Necesitamos más héroes cotidianos para superar la crueldad de nuestra total indiferencia.

“Cuando renunciamos al poder de la iniciativa y de la responsabilidad, renunciamos igualmente al poder de cambiar” Consultar el artículo publicado en The New York Times, aquí:

Crueles Espectadores


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por Xoán García Rodríguez Borodino, Walton Ford, 2009


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No son pocas las veces que, ya con la nostalgia de los años, recuerdo la felicidad que sentía los fines de semana cuando, siendo un niño, terminaba de comer con mi familia y, con esa otra hambre insaciable de mundo que tenía, me iba a ver los documentales de animales que echaban por la tele. Simplemente, me fascinaba la grandiosidad de la naturaleza: su diversidad, su belleza, sus peligros y sus maravillas, la intrínseca crudeza que supone el propio misterio de la existencia. No obstante, había algo en todo eso que me parecía muy cruel, un acto que por ser la base misma de la subsistencia es rutinario y natural pero, por otro lado, resulta tan intrigante como macabro: comer. Yo veía a unas leonas depredar a una gacela y no podía evitar moralizar la situación: qué malos eran los carnívoros que no dejaban en paz a los herbívoros... Mi corazón se iba con las gacelas que escapaban de las garras del felino. Esta eventual empatía con la presa pecaba mucho de sentimentalismo utópico e idealista pero, ¿no es el corazón de un niño el cándido reducto

Samsara


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Crueldad

de la inocencia? Entonces la naturaleza me maravillaba y también me parecía cruel. La cadena alimenticia era una pirámide dantesca donde los seres vivos se devoraban los unos a los otros con pezuñas, con alma y con todo... Darwin podría haberle dado a la metafísica con este asunto, con poco que lo hubiese intentado. Samsara y nirvana son toda la metafísica necesaria. Es una irreductibilidad necesaria en la metafísica.

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La pubertad y el despertar del deseo sexual me convirtieron en un ser mucho más introspectivo y reflexivo. Y si antes la naturaleza o, ya a lo grande, el samsara me podía haber parecido cruel, pronto cambiaría de opinión al dirigir aquella insaciable hambre de mundo que tenía cuando niño hacia la inescrutable naturaleza de mi condición como ser humano. Entonces no sólo vi la crueldad: observé su diversidad, su horror, sus devastadores efectos, las heridas que deja abiertas en el inconsciente colectivo de la sociedad y las cicatrices que deja en el mundo. En comparación, la gacela disfrutaba de una gran suerte con sus depredadores felinos. No se veía sometida ni expuesta a torturas ni a procesos inquisitoriales, por ejemplo, a abusos ni a explotación sexual, a conflictos bélicos ni a genocidios. No. Todo eso, para mi disgusto, quedaba relegado a la naturaleza humana. Sin salirnos de las peripecias de nuestra especie, desde los inicios de la humanidad, muchos han sido y serán recordados como el paradigma de la crueldad. Crueles somos y lo podemos ser todos a lo largo de nuestra existencia, pero solo unos cuantos persisten en la crueldad, ya impulsivamente ya premeditadamente, y además disfrutan con ella. Porque, innegablemente, la Samsara


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crueldad también proporciona algún tipo de placer; no es sólo por el deseo del sádico, sino también por la adictiva aniquilación del otro en el narcisista, la satisfacción del psicópata o la venganza del maquiavélico. Placer en la crueldad: si cabe, un placer tortuoso, nocivo. Ser cruel con uno mismo, con el otro, con o sin motivo, es ante todo una distensión de la ira y una descarga de agresividad impulsivas, pero también una búsqueda compulsiva y perversa de obtener placer a esa tensión. Y que todo placer, como tal, termina siendo deseable y necesario para el nuevo orden del equilibrio psíquico afectado. Pues, sino, pregúntense por el deseo del sádico, sin ir más lejos en esto y por obvias razones de lógica neuropsíquica.

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Samsara

Desde luego, hay quienes son tan brutos que no perderán ni un minuto en asegurar que todo ello es parte de nuestra animalidad, o la ignorancia del que asegura que ello es adolecer de falta de humanidad; pero yo, que he visto leonas cazando gacelas, camaleones tragar moscas, gatos jugar con ratones y mosquitos picar a toda clase de mamíferos, no he sido capaz jamás de comprender la poética de la crueldad sino con el ser humano. Porque empuñar un arma nunca ha sido el problema, sino la mano que la maneja. Y porque la mano cruel del hombre la mueve el deseo. Ahí es donde yo temo al ser humano, a mi propia especie, a la identidad de mi propia naturaleza. Lo dice un suicida frustrado oportunamente siempre a tiempo, porque el samsara no lo es todo. Pero es todo lo que es hasta que nada sea entonces todo lo que es y lo que no es; es decir, y por decirlo de un modo irreductible, hasta no abandonar el samsara. Y eso, por inescrutable definición, ya es nirvana.


MALASOMBRA

por Paloma Montes L贸pez

Crueldad


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Armas Pacíficas


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El proyecto Harm Less es una hermosa serie de imágenes sobre armas naturales creadas por la artista Sonia Rentsch y fotografiada por Albert Comper.

Crueldad

de árboles, plantas, semillas y diversas hojas. Al ensamblar estos elementos vegetales logra realizar escenas engañosas con las pistolas y las armas, el resultado además, nos estimula y recuerda que en la naturaleza, siempre encontraremos la destrucción potencial y la fuerza de la construcción armónica.

La artista pone en cuestión la violencia e invita a la reflexión a partir de estas “armas”. La geométrica composición y los elementos vegetales adquieren formas tan espectaculares como bellas, despojándolas así del tópico de La artista y diseñadora austraviolencia y erradicando el miedo, liana mezcla de forma creativa partes de varias plantas para com- a modo de símbolo de la paz. poner armas inofensivas. Rentsch La artista Sonia Rentsch, oriintenta neutralizar el poder de ginaria de Australia y con una esos armamentos modernos licenciatura en diseño industrial, construyendo balas, granadas y pistolas hechas íntegramente con actualmente vive en la ciudad de Melbourne. componentes orgánicos. Cabe destacar la eficacia a la hora de plasmar una realidad que todos conocemos con respecto a las armas de fuego descontextualizándola a través del uso de piezas naturales y sirviéndose para ello de madera, flores, tallos, cortezas

Consulta este y otros proyectos , aquí:

Armas Pacíficas


DON´T BE CRUEL

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Crueldad

No mataré ya más, porque los hombres sólo son números y letras de mi agenda e intervalos sin habla, descarga de los ojos de vez en vez, cuando el sepulcro se abre perdonando otra vez el pecado de la vida.

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No mataré ya más las borrosas figuras que esclavas de lo absurdo avanzan por la calle agarradas al tiempo como a oscura certeza sin salida o respuesta, como para la risa tan sólo de los dioses, o la lágrima seca de un sentido que no hay, y de unos ojos muertos que el desierto atraviesan sin demandar ya nada sin pedir ya más muertos ni más cruces al cielo que aquello, oh Dios lo sabe, aquella sangre era para jugar tan sólo. Un asesino en las calles, del libro El que no ve, 1980 por Leopoldo María Panero

Un asesino en las calles



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