Malamag nº3 - Simple

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Y R O T S E H T E B L L E T S R E H OT



EDITORIAL

EL TERCER NÚMERO DE MALAMAG: SIMPLE

Nos sorprendimos: no hay nada menos simple que pensar y escribir de lo simple. Sí. Suena a trabalenguas, pero es muy cierto. Razones sobran. Simple no es un término unívoco. Al hacer un catastro a la rápida de sus acepciones, uno sólo puede concluir que simple se usa para significar muchas cosas. Simple como básico. Simple como puro. Simple como sin complicaciones. Simple como sencillo. Simple como ingenuo. Simple como bobo, y así… Que lo simple es simple, es definitivamente un engaño. Pero para nosotros fue, al mismo tiempo, un desafío. Convertir esa complejidad de lo simple en historias visuales y escritas fue la excusa de esta edición de MALAMAG. El abanico de pautas posibles se abrió inmenso. Todo podía ser simple y no, al mismo tiempo. Y, en ocasiones, aquello que parecía simple -como la muerte- se transformaba en complejo y hasta prohibido cuando se quiere hacer a voluntad. Concluimos que todo depende de cómo se mire. Propusimos, evaluamos, discutimos, descartamos, aprobamos. No fue simple la selección de los temas para hablar de lo simple. Aunque a esas alturas ya no estábamos sorprendidos, sino más bien entusiastamente resignados. Y así, lidiando con lo complejo de lo sencillo, llegamos a esta edición que tienes entre las manos. Lo simple convertido en el espejismo de un trekking por los Himalayas. En lo que esconde un plato de comida orgánica y otro de la perseguida comida rápida. En el objeto indispensable, casi fetiche, que todos conservamos, cargamos o veneramos. En la desnudez de un pueblo. En la vida llevada a lo esencial en una isla del Caribe colombiano. En una asistente virtual que promete contestar todas las preguntas. En la complejidad de morir... ¿Cómo decirlo con exactitud? Simple: esto es lo simple en versión MALAMAG. No se engañe.

Equipo Editora General Nancy Castillo Edición periodística La Factoría Director de Arte Carlos Romo Periodista René Paz Producción Gráfica Daniela Saldaña Prod. Ejecutiva Sabrina Zúñiga PR y Publicidad Jorge Ramírez Fotógrafos: Gabriel Schkolnick, Claudio Robles, Anton Briansó, Álvaro Puentes Asistentes de Fotografía: Roberto Olivares y Jonathan Zamora Publicado por Estudio 9. Las opiniones vertidas por diferentes autores en esta revista, como también el contenido y forma de los avisos publicitarios, son de exclusiva responsabilidad de quienes los emiten o pagan por su inclusión, no teniendo MALAMAG, por tanto, ninguna responsabilidad al respecto. Corresponde en forma exclusiva de MALAMAG la decisión de aceptar o rechazar avisaje publicitario. Impreso en Ograma Santiago de Chile, Mayo 2014. Distribución vía correo directo certificado. 3.000 Ejemplares. 4



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Colaboradores

Ajo Es una micropoetisa de Madrid, España. Desde el año 2001 es co-directora del festival de música experimental “Experimentaclub” y del festival de poesía “Yuxtaposiciones” desde el 2003. Publicó su primer libro “Micropoemas” en la editorial Luz Roja en el año 2004 y un segundo microvolumen “Micropoemas 2”, en Arrebato Libros, en el año 2007. (Pág. 26) Edo Bertrán Guionista en cine y televisión, productor ejecutivo y conductor radial. También baterista de la banda Tiro al Aire. Ha sido director de contenidos de programas como El Club de la Comedia y El Late. Dirigió el documental Sudamerican Rockers y fue director de archivo de la película “No”. En televisión condujo “El Show de Edo” (Via X). Hoy es socio director de la agencia de comunicaciones Simplicity. (Pág. 112) Daniel Castro Guionista chileno que participó en las series de televisión “31 minutos”, ganadora del premio Altazor, y “Diego y Glot”, entre otros; en series de ficción como “Huaiquimán y Tolosa” (Iª temporada), “El Lagarto” (Iª & IIª temporada) y “Pic-Nic”. Actualmente, realiza la cuarta temporada de 31 minutos, desarrolla una nueva serie y trabaja en el guión de su primer largometraje, “Crux”. (Pág. 114) Coco Dávez Hace tan solo tres años, Coco Dávez comienza su carrera artística en Londres, combinando pintura y fotografía. Desde entonces ha expuesto en ciudades como Lisboa, Madrid o Santiago de Chile. Además de ser una fiel colaboradora en la prensa española, ha participado en campañas publicitarias y próximamente estrenará en el campo literario. (Pág. 89) Pablo Del Cielo Ilustrador aconcagüino, fundador de Gran Negro Ediciones. Luego de una larga temporada en Santiago de Chile vivió tres años en Quilpué donde, entre otras muchas cosas, trabajó en el Estudio de diseño Navaja. Actualmente, reside en Valencia y acaba de cursar un Master de Ilustración y Diseño en la Universidad Politécnica de Valencia.” (Pág. 55) Cristóbal Dumay Periodista y músico. Trabaja como editor de contenidos digitales y líder de proyectos en la agencia de comunicaciones Dos Alas Bellocchio. Se desempeñó como editor de la revista Rolling Stone Chile. Como músico ha lanzado cuatro discos, dos con su banda Pendex y hoy está pronto a lanzar su segundo disco con su actual proyecto “Los Chinches”. Además, participó en la creación del Bar Loreto .(Pág. 100, 103) 6

Eric Fracapane Perfumista francés nacido en Grasse, la ciudad donde se originó la perfumería mundial. Nacido en 1974, su padre trabajaba en el rubro cuando Eric decidió seguir el mismo camino. Hace 17 años comenzó a trabajar en Expressions Parfumées. Desde allí, Fracapane creó Le Parfum Magnetique Pour Elle. (Pág. 48) Fernando Gastón Nació en Buenos Aires, reside en Miami, trabajó en los canales Isat, Space, Retro, Muchmusic, MTV, VH1 y Comedy Central. Fue creador de ciclos como Cortos Isat, Cine Zeta y Karate Forever, llevó a la pantalla el ciclo Cuentos de Terror con Alberto Laiseca. Produjo la obra Teatral Jamel y fue productor Ejecutivo asociado del largometraje de culto Historias Extraordinarias de Mariano LLinas. Su mujer es chilena y es fanático del congrio frito. (Pág. 54) Jorge M. Reverte Escritor y periodista español, nacido en Madrid en 1948. Ha publicado nueve novelas, además de libros relacionados con hechos históricos. En 2009 fue reconocido con el Premio Ortega y Gasset de periodismo por el reportaje donde narra la muerte de su madre -”Una muerte digna”-, el mismo que MALAMAG reproduce en sus páginas de esta edición. (Pág. 21) Edmundo Paz Soldán Escritor boliviano, nacido en 1967 en Cochabamba. Es uno de los autores más representativos de la generación literaria de los 90 en Latinoamérica, conocida como McOndo. Entre sus novelas más conocidas están “La materia del deseo” y “El delirio de Turing”. También tiene libros de cuentos. Desde 1991 vive en EE.UU., donde es profesor de Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell. (Pág. 108) Valentina Quiroga Periodista de la Universidad Diego Portales. Ha colaborado en medios impresos y digitales como en la desaparecida revista Extravaganza! y Disorder.cl. Trabaja viajando y dibuja a ratos. (Pág. 88) Tomás Reid Fotógrafo chileno especializado en moda, ha publicado en medios nacionales e internacionales. También destaca por su profundo trabajo personal con el cual nos pasea por lo íntimo y cotidiano. (Pág. 34) Tony Sarroca Publicista y Director Creativo de Simple. Ganador de 10 Leones en el Festival de Cannes, donde ha sido jurado en dos ocasiones. Es el primer creativo chileno en ser designado presidente del Jurado de El Ojo de Iberoamérica en Buenos Aires. Nombrado entre los 25 personajes más destacados de la publicidad chilena en los últimos 25 años por la revista Publimark. En USA fue Chief Creative Officer a cargo de las oficinas

de Bravo Y&R en New York, Chicago y San Francisco. (Pág. 106) Mathias Sielfeld Ilustrador y diseñador chileno. Estudió Diseño Integral en la Universidad Católica de Chile, y luego hizo allí un diplomado de ilustración. Trabaja de forma independiente. Sus creaciones han aparecido en Revista IN, Qué Pasa, Falabella, Másdeco y Santillana. (Pág. 94) Emili Vives Naturista de 62 años propietario de El Fonoll, el único pueblo naturista de España que se encuentra en la provincia Tarragona, la región de Cataluña. Antes de administrar el pueblo tenía una pequeña editorial y una empresa electrónica. (Pág. 96)



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Gracias Abel Cárcamo - Santiago, Chile Ajo - Madrid, España Alejandro González - Santiago, Chile Álvaro Puentes - Santiago, Chile Angs School - Los Ángeles, California Anjan - Annapurna, Nepal Arrebato Libros - Madrid , España Benek Lisefski - Auckland, Nueva Zelanda c31913 - Santiago, Chile Camila Molina - Concepción, Chile Carmen Troulay - Grasse, Francia Carola Rojas - Santiago, Chile Centro Nutrigolden - Santiago, Chile Charles Eames – Los Ángeles, California Chris Ford - Nueva York, NY Claudio Robles - Santiago, Chile Coco Dávez - Las Rozas, España Cristóbal Dumay - Santiago, Chile Daniel Castro - Santiago, Chile Daniella Martínez - Islote Sta Cruz, Colombia David Bueso - Santiago, Chile Edmundo Paz Soldán - Nueva York, NY Eduardo Beltrán - Santiago, Chile Emili Vives - El Fonoll, España Eric Fracapane - Grasse, Francia Evi Van Rijn - Woubrugge, Holanda Fabián Palmero - Miguelturra, España Fernando Gastón - Miami, Florida Fernando Rodríguez – Santiago, Chile Francisca Germain - Santiago, Chile Francisco Ávila - Santiago, Chile Fulvio Rossi - Santiago, Chile Gabriella Fono - Budapest, Hungría Galyna Andrushko - Dniepropetrosk, Ucrania Iina Vurorivirta - Estocolmo, Suecia Iris Slootheer - Enschede, Holanda Iván Barría - Punta Arenas, Chile Jorge M. Reverte - España Jorge Pérez - Lima, Perú José Luis Calfucura - Santiago, Chile Josecarlo Henríquez - Santiago, Chile Juan Madrigal - Montreal, Canadá Karthick Nagarajan - Bangalore, India Kmeron - Metz, Francia Leo Mena - Santiago, Chile Lisa Smit - Melbourne, Australia Marco Antonio de la Parra - Santiago, Chile María Ferré - Villafranca del Penedés, España Marineros - Santiago, Chile Mark Mathosian - Advance, North Carolina Mathias Sielfeld - Santiago, Chile Matías Solar - Santiago, Chile Miranda July - Los Angeles, California Natalia Berríos - Santiago, Chile Natha - Bogotá, Colombia Nicolás Briceño - Santiago, Chile Nicolás Copano - Santiago, Chile Pablo Courard - Santiago, Chile Pablo del Cielo - Valencia, España P Naturista del Fonoll - Tarragona, España Rafael Gumucio - Santiago, Chile Raúl Serrano - Madrid, España Ray Eames - Los Ángeles, California Sam Horner - Santa Mónica, California Saman Bernel-Benrud - Washington, DC Stefan Parnarov - Sofia, Bulgaria Todd Cole - Los Angeles, California Tomás Meersohn - Santiago, Chile Tomás Reid - Santiago, Chile Tony Sarroca - Santiago, Chile Valentina Pollarolo - Santiago, Chile Valentina Quiroga - Santiago, Chile Vicente Reinamontes - Santiago, Chile Victor Alegría - Santiago, Chile Xaviera Lechner - Santiago, Chile



R FETICHE

Pasiones POR EQUIPO MALAMAG FOTOS DE ÁLVARO PUENTES

“Todas la pasiones son buenas cuando uno es dueño de ellas, y todas son malas cuando nos esclavizan”. (J. J. Rousseau) Ser el dueño de nuestras pasiones, así como lo plantea Rousseau, puede ser algo etéreo. Un sentimiento que quizás desaparecerá con el tiempo sin dejar rastro. O al menos en la teoría. Es por eso que quisimos concretarlo a través de un reportaje fotográfico, en el que preguntamos a diferentes personajes cuál es el objeto que les provoca mayor deseo, goce o despierta una pasión desconocida. Esto fue lo que resultó de ese ejercicio para establecer la relación entre las personas y sus objetos

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Alejandro “Mono” González Muralista

Mis Pincelotes “No tengo más que cachureos, porque reciclo todo. Lo que sí cuido son mis herramientas. Especialmente unos pincelotes, porque no hay en Chile y son muy difíciles de conseguir en el extranjero. Son muy preciados, porque cuando ‘fileteo’ mis murales (trazo los contornos de las figuras) los pincelotes siempre quedan con la misma forma. Otras brochas quedan deformes. Las herramientas son las que hacen el trabajo. Son como un instrumento musical o como la extensión de mi mano. Un pincelote me dura apenas un mural”.

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Nicolás Copano Periodista

Mis cuadernos “No soy una persona muy material. Siempre tengo a mano un lápiz bic negro, al que le muerdo la punta, y un cuaderno de esos simples, típicos y baratos. Me gusta usarlos porque es más cómodo y práctico que un aparato tecnológico; no necesita batería y cada hoja es una pantalla. Es una costumbre que inicié muy chico: en el colegio tenía un cuaderno que no era de las clases, sino para escribir mis cosas. Ahí armaba mi mundo propio. Esos cuadernos son mis objetos más preciados: el más antiguo lo tengo desde los 12 años y los llevo siempre conmigo”.

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Rafael Gumucio Escritor

Mi iPhone “Todos los objetos que me gustaban o necesitaba han ido desapareciendo con el tiempo. Menos el iPhone, que tiene de todo: funciona de teléfono, internet, computador, mapa, reloj, despertador, mi música... Todos los objetos que me gustaban e importaban están hoy resumidos en una sola cosa. Cuando estoy sin internet me cuesta estar tranquilo, no sé vivir sin él. Y aunque detesto a Steve Jobs y a toda su porquería de ideología, soy preso de esto. Es una contradicción. Si fuera a una isla desierta no llevaría libros ni nada, sólo mi iPhone”.

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Natalia Berríos Bailarina

Mi medalla de Ballet “Esta medallita la tengo desde los 16 años, cuando me gradué de aspirante de ballet y me integraron a la compañía del Teatro Municipal. No tenía idea que entraría. Luego, poco a poco he ido ascendiendo: desde cuerpo de baile a solista, a primera bailarina y por último a primera bailarina estrella. Fue ahí cuando mi madre, quien bailó en el Bafona, grabó en el reverso de la medalla ‘Primera Bailarina Estrella Chilena’. La danza siempre ha sido mi prioridad: cumpleaños, fiestas; todo pasa a segundo plano cuando tengo un ensayo o presentación”.

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Valentina Pollarolo Actriz

Mi mesa “Esta mesa es una herencia que rescató mi abuela a sus 90 años de una bodega. La trajo mi abuelo de Nueva York en 1946, la usaron por décadas y en algún momento fue cambiada por algo ‘más moderno’. Luego pasó por varias manos, pero yo nunca la vi. Hace ocho años, para mi cumpleaños y días antes que naciera mi hijo, mi abuela, mirando mis muebles, me dijo ‘hay algo que le quedaría estupendo aquí’. Y fuimos a rescatar la mesa de la bodega. Yo aluciné. Estuve una tarde restaurándola, con una guata de nueve meses. Siempre estoy mirándola por puro placer”.

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Francisca Germain Productora de moda

Mi bambi de bronce “La casa de mi abuelo paterno en Viña parecía un verdadero anticuario. Recuerdos de varias partes del mundo, vitrinas con artículos de porcelana. Una locura. Seis años después que falleció, sus hijos decidieron vender la casa. Cuando estaban todos reunidos, con un amigo entramos callados por la puerta de servicio a una de las piezas. Era su escritorio, lo que saqué y aún conservo es un ciervo de bronce. Era el pisapapeles de mi abuelo; yo lo tengo como adorno en mi living. Creo que es como de 1920”.

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Pablo Courard Periodista

Mi cuadro de Teleradio Donoso “Me gusta coleccionar cuadros y discos de vinilo. En 2007, cuando fui al lanzamiento del segundo disco de Teleradio Donoso, llamado Gran Santiago, la pasé increíble. Desde entonces soy fanático de la banda, que lamentablemente ya se separó, y de su vocalista Alex Anwandter. Cuando vi el póster que estaba en la vitrina, la abrí y me robé dos. Uno lo regalé; el otro lo transformé en un cuadro. Es de mis artículos favoritos. Me gusta que las cosas tengan un contenido histórico, y este cuadro refleja un momento de la escena musical chilena”.

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Marco Antonio de la Parra Dramaturgo y siquiatra

Mis cartas de tarot “Hace tiempo coleccionaba naipes y así descubrí las cartas de tarot. Me gustan porque son como un instrumento de reflexión. Vas conociendo quién eres. No son un juego de adivinación, sino una reflexión sicológica. Es como el pronóstico del tiempo: no te dice lo que va a pasar, sino las tendencias de cómo van las cosas. Al igual que un libro, las cartas también se leen, e incluso tienen personajes. Me identifico con el mago, el prestidigitador, es el que une lo trascendente con lo terrenal”.

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R COMPLEJO

Una muerte digna POR JORGE M. REVERTE

Nacer es simple; morir no. No, al menos, si se quiere hacer de manera voluntaria y cuando se está en precario estado de salud. El derecho a ejercer el último derecho casi no se respeta en el mundo. Por eso, escogimos esta crónica que el periodista español Jorge M Reverte publicó hace unos años contando el relato íntimo de cómo pudieron darle una muerte digna a su madre afectada de cáncer.

Josefina Reverte era una mujer guapa, madre de seis hijos, cariñosa y de derechas, que tenía 75 años cuando, en la clínica de la Concepción de Madrid, le diagnosticaron un cáncer de mama tan avanzado que ya no tenía remedio. Se habían perdido seis preciosos meses para que aquello pudiera ser tratado con alguna posibilidad de éxito. Un médico de una mutua privada1 le había dicho que tenía una erisipela, y se afanó en curarle de esa afección que había identificado sin realizar una mamografía.

úlceras y otros espantos. Ni los estragos, perceptibles día a día, que el cáncer provoca en quien lo sufre. El tiempo galopó para todos.

A Josefina no le dijeron que su pronóstico era fatal. Tan sólo le hablaron de la grave enfermedad y de que tenía que ser tratada con quimioterapia y radiología. Su hija Isabel, que la acompañaba, fue quien recibió la noticia en toda su crudeza. De aquel hospital, los hijos, que tenían amigos médicos que se lo recomendaron, la llevaron a la unidad del dolor de otro hospital madrileño, el Gregorio Marañón. El director del servicio fue más preciso, cuando estudió la historia clínica, para hacer su pronóstico: le quedaban tres meses de vida. Los hijos hicieron hincapié en que a Josefina la trataran de forma que sufriera lo menos posible. Y el médico se lo aseguró. La paciente recibiría un tratamiento ambulatorio que daría, en las posibilidades de la ciencia médica, una protección frente al dolor y una mínima calidad de vida.

-Entonces, doctor, dice usted que Géminis. -No señora, cáncer, cáncer.

Las semanas pasaron y la enfermedad fue avanzando de la manera exacta a como había sido previsto por el médico. No es preciso describir sus manifestaciones en forma de

Josefina siguió con disciplina el tratamiento paliativo que todos sus hijos suponían que ella pensaba que podía ser curativo. Llevaba la situación con un humor que parecía insensato, y su chiste favorito de aquella época era uno en el que una mujer acude al médico y le dice:

Lo que provocaba una nerviosa hilaridad general entre sus vástagos, que seguían pensando que ella era ajena al poco tiempo que le quedaba. La última vez que contó el chiste coincidió con una situación insólita: todos sus hijos, los seis, acompañados por alguna nuera, habían coincidido en torno a su lecho, que era, esta vez sin ninguna literatura, de dolor. Aquella reunión multitudinaria la hacía tan feliz que quiso demostrar su buen humor con una extravagante petición: -Quiero un gin-tonic. Y la moribunda se calzó, con aire festivo y la ceremonia obligada que debe escoltar a un buen trago largo, su dosis, acompañada de todos sus directos descendientes, en un ambiente de risas francas y mimos desbordados. No le faltó algún comentario sobre la forma mejor de construir

1, 2, LISA SMIT - JULIËTTE & IRENE (2012) 3 LISA SMIT - CARLY (2010) 1

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el cóctel y varios recuerdos sobre antiguas visitas a ese lugar de perdición que era el Chicote2 de la posguerra, adonde iba de cuando en cuando acompañada, eso sí, por su marido y otras parejas de amigos tan jóvenes y mundanos como ellos. Al acabar la reunión, uno de los hijos, sin que nadie más que ella supiera el porqué de la elección, se tuvo que quedar para recibir una confidencia de Josefina que reventó en sus oídos como un bombazo: ella era consciente de que iba a morir pronto y no se sentía con fuerzas para acudir más veces al hospital a recibir sus periódicas dosis de morfina y engaño piadoso. Pero a la revelación salvaje le seguía una cola de mucha mayor potencia. El hijo quedaba emplazado a cumplir una doble misión. La primera parte consistía en mantener el suministro de la medicación que garantizaba, hasta donde era posible, que el dolor fuera soportable. La segunda, mucho más dura, era la de responsabilizarse de que su madre tuviera una muerte digna y exenta de sufrimientos. Los demás hermanos no deberían ser consultados ni informados de la petición. Es sensato suponer que en el ánimo de Josefina estaba evitar debates sobre una decisión de la que era soberana. Y la dulzura con que estaba hecho el encargo no engañaba sobre su calidad de indiscutible. Llegada a un punto la evolución de la enfermedad, el hijo tenía que tomar la decisión de hacer que la muerte fuera más fácil y de que el desenlace se produjera en el momento preciso. Y no había más que hablar. Parte de la misión era sencilla. Una íntima amiga del hijo, una curtida profesional de la anestesiología que trabajaba en otro hospital público de Madrid, se haría cargo del suministro y aplicación a domicilio de las drogas que paliaban el dolor. La otra parte cayó como un metro cúbico de plomo sobre el alma del recadero. Ya no hubo más reuniones con gin-tonic. Josefina había sabido medir sus fuerzas a la perfección, había sido capaz de discernir cuándo podía tomarse la última copa con la que se saltaba a la torera las recomendaciones convencionales de los médicos, que, obligados por la solemnidad de su papel, son a veces capaces de prohibir a un desahuciado los excesos que podrían acortarle la vida a medio plazo. Ella había sido tan fuerte como para todo eso, y le ordenaba al hijo que lo fuera él para escoger el momento de su muerte. Las palabras clave que se grabaron en la cabeza del hijo, las que estaban recalcadas en el discurso de su madre, eran dignidad y sufrimiento. Mantener la primera y evitar el segundo. A partir de aquel día del gin-tonic, la rutina en el domicilio familiar se fue haciendo más oscura y los chistes sobre el cáncer y los signos del zodiaco se fueron espaciando hasta desaparecer, porque Géminis había dejado de importar. Los gestos de cariño ya no se impostaban, para que una caricia jamás pareciera casual. Y cada una de esas caricias era como la última. La jovialidad se mantenía; la naturalidad

al lavar a la enferma, al ayudarle a incorporarse, al leerle un artículo del periódico en voz alta, surgía sola, como surgen en muy poco tiempo las rutinas en los comportamientos de todos los seres humanos. Los nietos que acudían a visitarla, ignorantes por supuesto de la gravedad de la enfermedad, se abrazaban a ella intuyendo que aquellos abrazos no formaban parte de una cantidad infinita de abrazos. Ella sonreía entonces forzada para darles lo que le había sobrado siempre, alegría. Pero la habitación estaba en penumbra muchas horas al día, porque la mujer necesitaba cada vez mayores dosis de medicación para poder soportar el dolor, la inmovilidad, la falta de fuerzas en las piernas, la escasez de aliento. Pasaba cada día unos minutos más que el anterior dormitando, dejándose llevar por la creciente potencia de la morfina y los demás venenos que la ayudaban a no sentir las terribles punzadas. En realidad, estaba ya a la espera de que se cumpliera la atroz certeza que se había instalado en su ánimo. Y pedía, con insistencia, en sus momentos de lucidez, que le abrieran la ventana, que el cáncer olía. No podía soportar que ese olor se instalara en su entorno, que lo percibieran los que se acercaban a su almohada para darle un beso en la frente. Sus hijos pensaban que su madre olía igual de bien que siempre, y se creían que le daban el mismo beso de siempre, aunque, en casos así, un beso cambia su naturaleza y se torna temeroso, leve. Un día, y de forma desprovista de importancia, añadió otra orden, esta vez sí a todos los hijos que andaban por allí haciendo como que lo que pasaba en aquel cuarto que estaba siempre ventilándose estaba dentro de la normalidad, que allí no había nadie muriéndose. Josefina dijo que quería que incinerasen su cuerpo, y dónde deberían ser esparcidas sus cenizas. Pero el aviso no contenía ninguna referencia temporal, podría haber sido un reclamo para veinte años más tarde. Todo iba quedando atado. Las jornadas pasaban una tras otra con una insolente falta de solemnidad. Y su vida se iba apagando en una monotonía asistencial de enfermera contratada, porque le humillaba que sus hijos tuvieran que atender el deterioro de su cuerpo que se iba rompiendo, y de turnos de guardia para darle lo que necesitara a lo largo de las interminables noches de padecimientos en torno a un gotero que se nutría de sueros y fármacos cada vez más potentes. Un viernes de invierno, en 1992, el hijo que estaba encargado de cumplir los terribles encargos de Josefina se despidió de ella porque iba a pasar el fin de semana fuera de Madrid. Y antes de irse, cuando la iba a besar para decirle que el domingo por la tarde volvería, Josefina le oprimió el brazo con la mano que apenas era capaz de sostener un vaso de agua. Y le miró de una manera que no dejaba lugar a la duda. Luego cayó otra vez presa del sueño morboso de la química.

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Dos días después, la amiga anestesista acudió a la cita cargada de cariño y de algunos frascos. Exploró a Josefina, que respiraba con alguna urgencia, pero sin abrir los ojos, y coincidió con el lego en que el momento había llegado. Ya no contestaba a las preguntas, ya no besaba cuando era besada, ya sólo respiraba con una cierta agitación. Las instrucciones eran muy sencillas: si no había recuperación de la conciencia, era que el momento había llegado. De madrugada, el hijo aprovechó un momento de soledad, se sentó a su lado y le tomó la mano. Le dijo unas palabras de despedida y la besó de nuevo. Luego inyectó en el suero las dosis del combinado que harían de su muerte un tránsito indoloro y dulce. Y se quedó a esperar. La respiración de Josefina se hizo paulatinamente más pausada, y su vida se extinguió sin que pudiera escucharse un estertor, porque no había agonía, sólo una expresión de serenidad. Cuando el pecho se quedó en calma, la muerte se convirtió en una de tantas muertes. Los hijos de Josefina cumplieron sus deseos de ser aventada en un precioso rincón de la sierra de Madrid, y no volvieron a hablar del proceso de su muerte, plagado de sobreentendidos, porque no había nada que aclarar. Pero todos sabían que había pasado como ella quería que pasase.

la prensa sobre la acción de las autoridades sanitarias madrileñas y la Iglesia española contra los médicos que habían aplicado métodos paliativos para aliviar el dolor y la pérdida de dignidad a muchos enfermos terminales y sus familias, hicieron coincidir a todos los hijos de Josefina en el recuerdo del final de su madre y en el carácter atroz e injusto de la persecución emprendida contra los médicos y, sobre todo, contra los enfermos del hospital Severo Ochoa de Leganés. Uno estaba ilocalizable en Kenia. Los demás coincidieron en que sería duro, pero que sería bueno recordar su historia, la de Josefina, para que muchos ciudadanos meditaran sobre lo que significa una acción así. Decidieron romper el tácito pacto de silencio que una vez hicieron, y violar el carácter íntimo de su pequeña historia, para enviar a quien pudiera llegar una reclamación de piedad y de decencia. Los hijos de Josefina se llaman Javier, José, Jorge, Cristina, Isabel y María José. La anestesióloga que les ayudó no puede tener nombre Publicado en El País, 3/02/2008

1 - Aseguradora privada de salud. 2 - Bar de Madrid, ubicado en calle Gran Vía.

Años después, muchos años después, las noticias de

Lo que no se cuenta La discusión fue eterna. Tardó seis años, hasta que la ley salió a la luz en 2012. Algunos diputados decían que no se podía permitir una eutanasia pasiva, ni menos activa; otros intentaron agregar indicaciones que le permitieran a un paciente en su sano juicio y en dolor ser desconectado de un respirador si lo decidía. Pero, no. Como suele suceder en el Congreso chileno, quedamos con una ley de derechos y deberes de los pacientes que, si bien obliga a un trato más digno hacia el enfermo, no lo considera capaz de ejercer el último derecho de un ser humano: el derecho a morir. Así, en Chile quien se encuentra con un diagnóstico terminal “tiene derecho a otorgar o denegar su voluntad para someterse a cualquier tratamiento que tenga como efecto prolongar artificialmente su vida, sin perjuicio de mantener las medidas de soporte ordinario. En ningún caso, (...)podrá implicar como objetivo la aceleración artificial del proceso de muerte”. Nada más. El objetivo, apunta más bien a evitar el encarnizamiento terapéutico o distanasia; es decir, aplicar tratamientos desproporcionados cuando no hay esperanza de recuperación. Para ese momento final, en Chile la medicina le otorgará analgesia e hidratación. Los médicos, además, son reacios a facilitar la muerte. Así lo explicó un doctor al que le preguntamos si así como hay médicos que practican abortos -siendo ilegal en el país-, si había algunos que practicaran la eutanasia. “No, no es algo fácil de encontrar, pues no está en el concepto que la mayoría de los médicos chilenos tienen sobre la dignidad del ser humano”. Eso está lejos de lo que piensan en Holanda, Bélgica y Luxemburgo, donde se respeta en un 100% el último derecho. Allí, cuando alguien padece un dolor insufrible –no hace falta estar en condición terminal-, un doctor certifica que la persona toma la decisión en conciencia y ya.

Una variante es el caso de Suiza. Allí, el paciente es asesorado respecto de las sustancias letales que puede ingerir. Es suicidio, pues la acción la ejecuta el interesado. Y hay clínicas que reciben a extranjeros. Varios otros países tienen legislaciones focalizadas en el buen morir y, si bien no permiten la eutanasia, aceptan la desconexión de respiradores artificiales. Para los adultos que quieren saber más sobre la muerte digna y cómo se puede llevar a cabo, la web da una ayuda: http://www.dignitas.ch Pertenece a la organización Dignitas con sede en Suiza; allí aceptan pacientes extranjeros en las clínicas donde realizan eutanasia. http://www.eutanasia.ws De la asociación española “Derecho a morir dignamente”, entrega información sobre la lucha que dan en la promoción del derecho de “disponer con libertad de su cuerpo y de su vida, y a elegir libre y legalmente el momento y los medios para finalizarla”. http://www.finalexitnetwork.org/ Afincada en EE.UU., entrega a sus miembros una guía para terminar con sus vidas. Primero deben enviar una carta explicando por qué desean morir y una declaración médica con el pronóstico de la enfermedad. De ser aprobado, le explican al paciente el método recomendado y los elementos para lograrlo. http://www.worldrtd.net El sitio contiene un listado con todas las asociaciones pro-derecho a la muerte digna alrededor del mundo y sus direcciones. 25


G

MĂ?NIMO

Lo compre hasta cier concretam hasta el pu


endí solo rto punto, mente unto g.

Lo mínimo. Lo indispensable. Lo breve. Ajo es una poetisa española -micropoetisa, para ser precisos- que escribe poemas en poco espacio. Es poesía de la urgencia que busca adecuarse a los actuales tiempos rápidos a través de la economía del lenguaje. Eso, además de humor ácido y constante provocación. Este poema es parte del libro “Micropoemas 2” publicado en la editorial Arrebato Libros en el año 2007 y ya va por va por su cuarta edición.


A

encima tratando de afinar la puntería. Sé que no es fino, pero es necesario decirlo: en la montaña, por lo menos en ésta, hay que aprender a cagar en cuclillas.

CONTRASTE

El espejismo POR PATRICIO DE LA PAZ

La promesa es cierta: en este trekking se ve la belleza sobrecogedora de los Himalayas. El detalle es que no advierten que, para lograrlo, casi hay que dejar el pellejo en la ruta. Parece un ejercicio de simple y bucólica observación. Falso. Eso es lo que uno ve: un paisaje de postal. Montañas nevadas, perfectas, recortadas sobre un cielo que recién sale de la noche, teñido de violeta. Imposible pensar en un escenario más quieto y bucólico. En una felicidad más simple. Esa imagen, repetida en todos los folletos turísticos de Katmandú, Nepal, es pura tentación. Embobado, uno dice sí. Y entonces uno se ve metido en un trekking de seis días y cinco noches por Annapurna, una de las cadenas montañosas que forman los famosos Himalayas. Cuando uno acepta el desafío, sentado cómodo en cualquier agencia de viajes de la ciudad, el asunto parece fácil. Rara vez piensa en lo que significa esa caminata. Lo que uno tiene en la cabeza sólo son esas montañas nevadas en un amanecer de ensueño. Después vendrán los golpes de dura realidad. ­­— Me acompaña Anjan, el guía. Me acompaña y me carga la mochila. El dice que no le complica caminar con peso. Yo, en cambio, siento que debo dar pasos livianos. Partimos el trekking en Naya Pul, un pueblito diminuto, a los pies de la montaña, en el centro de Nepal. Aunque más que a los pies de la montaña -pues ya algo hemos subido una hora en taxi desde Pokhara-, estamos más bien en sus tobillos. A exactos 1.070 metros sobre el nivel del mar. Al principio, hay energía. Ni sospecho que serán cinco horas de caminata hasta llegar a Ulleri. En el camino, hablamos de música. A Anjan le encanta Michael Jackson. Se sabe todas sus canciones. Explica que, de tanto cantarlas, terminó aprendiendo inglés. Atravesamos ríos, puentes colgantes y, sobre todo, subimos interminables escaleras de piedra. Los escalones me parecen demasiado altos. El sueño de ver la montaña al amanecer me empieza a costar. La transpiración me cae a chorros por el cuerpo. Siento las pantorrillas un poco agarrotadas. Cuando llego al hostal, siento como si hubiera corrido una maratón. Más tarde, vendría otra lección de esta ruta empinada: los baños son al estilo nepalés. Eso es, un orificio en el suelo, y uno

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­­— Los dos días siguientes son más horas de caminata por escaleras de piedra. Las vistas empiezan a ser alucinantes desde lo alto. Eso, claro, sólo se disfruta cuando uno logra tranquilizar la respiración que se vuelve cada vez más agitada. La transpiración sigue siendo un problema. El clima a principios de febrero es aún frío, y uno debe abrigarse. Pero el ejercicio de subir peldaños hace que uno se sofoque y con frecuencia decida desvestirse un poco, pero entonces otra vez se siente el viento helado sobre el cuerpo… Esa ruleta térmica no tarda en pasar la cuenta. Poco después tendré que seguir la ruta con un feroz resfrío a cuestas. No soy el único. Varios turistas que me encuentro en el camino están tomando pastillas contra la fiebre y la tos. Poco glamoroso, pero cierto. Mientras subo peldaños pétreos, veo pasar a muchos chinos y algunos europeos. Todos con las caras coloradas. Respirando fuerte. Más precavidos que yo, eso sí, llevan bastones para apoyar sus pasos. Yo sólo castigo a mis rodillas. Por mi lado, veloces, transitan también los niños de estas montañas. Suben y bajan escaleras sin cansarse, rumbo al colegio. Miran a los extranjeros exhaustos. De reojo y con cierta benevolencia burlona. Uno responde con una sonrisa sonsa. Como dando disculpas. Recuerdo cuando llegamos a Gorepani. Anjan seguía perfecto, como si las cerca de 18 horas caminadas hasta entonces no pasaran de ser un detalle. Yo, más aporreado, ya doy pasos más lentos. Es el tercer día en la montaña. Entro al hostal, que es como todos los que he visto en la ruta: pintado de azul intenso, con ventanales grandes, una cocina impecable a cargo de los anfitriones, una gran estufa a leña en medio del living y pequeñas habitaciones con lo indispensable para pasar la noche. Al atardecer, sentado en el salón principal, con la vista clavada en el paisaje, veo el Annapurna. Se hace presente apenas unos segundos, antes de esconderse tras las nubes. Cansado, transpirado y la boca partida por el frío, siento esa misma extraña felicidad que cuando vi su foto en el folleto. Me siento optimista. La recompensa a tanto desgaste no planificado está cerca, allá afuera. ­­— Hay que levantarse de madrugada. A las cuatro y media. La caminata es pesada,

1 EQUIPO MALAMAG 2 GALYNA ANDRUSHKO - CLIMBER IN HIMALAYAN MOUNTAIN 3, 4 PATRICIO DE LA PAZ

Un trekking por el Annapurna Los Himalayas son una cadena montañosa que, en el caso de Nepal, atraviesa todo el límite norte con Tíbet. Su montaña más conocida es el Everest. El Annapurna está hacia el oeste, a unos 300 kilómetros de distancia. Un trekking de seis días por el Annapurna -como el descrito en el mapa- cuesta alrededor de 500 dólares. Eso incluye traslado de ida y vuelta en avión desde Katmandú, alojamiento en la montaña, comidas, permisos y guía.



muy empinada. Y, ahora, además a oscuras. Tropiezo seguido, doy pasos inseguros. Regaño a Anjan porque no trajo linternas. El hace lo que puede con la pantalla encendida de su celular. Una hora después estamos en la cima de Poon Hill. El lugar estrella de este trekking. Desde ahí -según dicen todos-, se ve maravillosa y desplegada la cadena Annapurna, casi al alcance de la mano. Y que la vista es especialmente bella al amanecer. Todo eso es cierto. Uno se cansa de quedar sorprendido y boquiabierto ante tanta maravilla. El frío se mete sin piedad en los huesos, el viento pega en la cara, la cantidad de turistas hace que uno pierda la paciencia, pero aún así se disfruta esta belleza tan pura. Sobrecogedora. Es la postal que uno tiene en la cabeza, y no hay estafa en eso. Aquí, a 3.193 metros, el punto más alto del recorrido, uno encuentra a lo que vino. Sólo que para llegar, y eso nadie lo advierte jamás, se necesita bastante más que las ganas del simple ejercicio de mirar una de las montañas más célebres del mundo. En este asunto también hay músculos, esfuerzo, concentración, resistencia y no poco coraje. ­­— Aún quedan trampas. Uno no lo considera en principio, pero es bastante obvio: todo lo que uno sube en la montaña, luego hay que bajarlo. Y ese descenso, después del regalo de Poon Hill, es muy duro. Especialmente el tramo hasta Tadapani: poco más de seis horas caminando entre la nieve. Abundan los porrazos sobre el suelo resbaloso. Nadie queda a salvo. Veo a un grupo de japoneses caerse en fila, uno detrás de otro. Apenas puedo contener la risa. Poco después, es mi turno. Me fui dos veces al piso; sin tiempo siquiera de poner las manos para amortiguar el golpe. Llego al atardecer a Ghandruk, al límite de mis fuerzas. Y por primera vez, para recuperar la energía extraviada, acepto ese té con leche espeso de azúcar que toman aquí. En la cena, con el mismo objetivo, me atrevo con el hígado de búfalo, al que tantas veces antes le había hecho el quite. Anjan, sentado al frente, me mira con aprobación. -Por fin, ¡bienvenido a la montaña!- exclama. ­­— El último día lo pasamos en Syauli Bajar. En total calma. No hay más escaleras de piedra, no es necesario ningún esfuerzo. El terreno es plano y estamos cerca de Pokhara, la ciudad más grande de la zona. Entonces yo me doy la ducha que me debo hace un par de

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días y, con la cabeza y el cuerpo ya frescos, pongo en orden algunas ideas y sensaciones de lo vivido. Como que si tuviera que sumar todas las horas caminadas, éstas equivalen a un día y medio. Que se puede dormir vestido en camas duras que parecen mesas. Que se puede controlar el frío con la mente, pese a los tiritones del cuerpo. Que, a veces, la alegría puede convertirse en lágrimas. Que este viaje por la montaña es también un viaje al interior del propio esqueleto… Y entonces, en ese justo momento, tomándome otro espeso té con leche, pensando en la ley de la montaña, doy con el concepto exacto. Espejismo. Eso es. En este trekking, el Annapurna es como los espejismos que uno ve en la carretera. Los ves ahí, encima, tan fáciles y simples de alcanzar... pero no. De alguna manera siempre se esfuman, para aparecer un poco más allá. El goce en los Himalayas exige primero esfuerzo. Sugeriré la frase para los folletos turísticos que cazan incautos en Katmandú



CONTRASTE

La esencia de comer POR RENÉ PAZ FOTOS DE ANTON BRIANSÓ

Fuimos en busca de lo simple en el comer. El nutricionista Matías Solar nos dijo que lo vegetariano se ajustaba a la idea al aportar nutrientes y poca grasa. Pero que no es fácil vivir buscando verduras orgánicas, se requiere tiempo, dinero y fe, pues nadie certifica que lo sean verdaderamente. En el otro extremo, está la bien conocida comida rápida, que además de barata y en honor a su nombre, nos ahorra tiempo y dinero. En contra: el exceso de grasas. Eso nos dijeron, así que salimos a comprobarlo y hablar con sus defensores.

“Defiendo la comida rápida porque se le ha convertido en un chivo expiatorio por los índices de obesidad. Y ¿sabes?, conozco a un montón de personas que llevan dietas especiales desde higienistas a fanáticos del genotipo, y vaya que sorprende cuando ves que ell@s siguen teniendo sobrepeso. La razón es súper simple: no saben lo que comen. Se encasillan. Lo peor es cuando tratan de convencerte de que su decisión es la correcta. Suelo tener problemas con ell@s”. “Me deprime comer plantas y si no como carne al almuerzo o la cena me muero de hambre a los 10 minutos. Veo a mis padres como dos veces al mes. Son las únicas veces que como comida ‘más desarrollada’. Incluso cuando como fuera le doy prioridad a cosas que son rápidas. Dado que vivo arriba de Hogs, mínimo dos o tres veces por semana como un completo”. Francisco Ávila, dueño de pousta.com


“Hace cinco años soy vegetariana y hace nueve meses me convertí en vegana. No como nada que provenga del mundo animal. Tampoco azúcar. La gente no sabe mucho, pero existen 5 tipos de venenos que ingerimos a diario: azúcar, harina blanca, arroz blanco, leche de vaca y sal refinada”. “Soy chef y encuentro que mi decisión fue lo más lógico que pude hacer. Este estilo de vida porque me da mucho más energía. Cuando uno come carne, ésta se queda una semana pudriéndose dentro de nuestro cuerpo y gastamos enormes cantidades de energía para tratar de digerirla. Es como andar con algo muerto en nuestra vida cotidiana”. En mi casa, junto a mi madre, cultivamos comida en unas huertas. Este año tenemos tres de 3 x 6 metros. Tenemos porotos, lechugas, zapallos, tomates y ajíes”. Camila Molina, chef y profesora de yoga.


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Desde lo cotidiano POR TOMÁS REID

Así me gusta verlo. Me quedo con los momentos del cotidiano, lo natural, simple y casi inconsciente que ocurre y se cruza por mi lente. Mi foto es historia. Muchas veces la propia, otras casi un romántico espionaje que conecta con un imaginario colectivo. Al menos eso me gusta creer cuando veo que el actuar es cercano, espontáneo, de un otro. Ahí me detengo. Ese es mi simple momento. Usted, complete como quiera. Yo miro y disparo a una mayoría que conozco, a un lazo y un sentimiento que quiero: mi familia, amigos, mi gente, hasta que llega un punto en que la foto deja de ser solo un álbum de los míos y se transforma en algo universal que traspasa la funcionalidad del registro y agarra múltiples lecturas. Esa ambigüedad es la que celebro y que me calza, también me encanta. Por defecto persigo la intimidad y ahí me revelo y revelo. Imagen, luz, color, persona y contexto. Todo revuelto tratando de no intervenir en la simple cadena de actos que es la vida misma. Ahí asumo que quiero prendarme de su belleza anónima, escuchando cómo lo cotidiano habla

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en algo así -dice él -como $ 500 millones de pesos colombianos. Unos US$ 250 mil.

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El infierno y el paraíso POR NANCY CASTILLO

Una isla en medio de mar turquesa con un solo bungalow es un estereotipo de una vida sin amarras. En el Caribe colombiano encontramos varias de esas. Y, junto a ellas, un lugar secreto: el islote Santa Cruz, donde un millar de personas se apretuja en no más de una manzana. ¿Cuál es la vida simple? -Ana, ¿qué tal te pareció? -le pregunto cuando nos bajamos de la lancha que ha llevado a poco más de 50 huéspedes del Hotel Punta Faro a recorrer las islas de Tintipán y el islote Santa Cruz. Estamos en la Colombia caribeña. Esa Colombia negra que suda y baila al ritmo de la champeta. Antes de escuchar su respuesta, servirá saber que Ana es chilena, tiene 9 años y ha crecido en una parcela de la periferia de Santiago de Chile. En las afueras de la ciudad ella se ha criado con perros, gatos, ratones, culebras, abejas y todo tipo de insectos de esta área meridional del sur del mundo. Ana ha vivido rodeada de espacio. -Me gustó -responde. -Y si tuvieras que elegir, ¿en cuál de las dos islas te gustaría vivir? -. Hace poco más de una hora la lancha se introdujo entre los laberintos de Tintipán. Se trata de la isla más grande del archipiélago de San Bernardo, cuyo extremo norte es un entremasijo de islotes rodeados de un mar turquesa que las raíces de los árboles de los manglares parecieran tragar y pintar de verde. El follaje no deja correr la brisa y con los árboles, el agua y el cielo se forma un espejo cristalino. Un sitio protegido y hábitat de una amplia variedad de aves y de ejércitos de mosquitos y zancudos. Tintipán, el Islote Santa Cruz e Isla Múcura -donde está el hotel- son desde 1996 parte del Parque Nacional Natural corales del Rosario y San Bernardo. En lancha rápida se tarda dos horas para llegar desde Cartagena de Indias. Una desde Tolú. En un relato sin descanso, el guía, Ricardo, ha contado que antes que fuera declarado parque varios adinerados cumplieron el sueño de tener su propia isla en el Caribe. -Treinta y dos cabañas hay repartidas entre los manglares –cuenta este joven que además de guía hace de mesero en el Punta Faro-. Los propietarios compraron este lugar hace años, antes de que el gobierno de Colombia decidiera declararlo reserva,

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Y mientras habla comienzan a aparecer esas casonas que están lejos de lo que en Chile se entiende por cabaña: edificaciones de dos o tres pisos, con barandas y porches, ventanales amplios. Unas de madera, otras de material sólido. Por los costados se ven las cajas del aire acondicionado. Para sobrevivir aquí a los más de 30°C del verano se deben mantener las ventanas cerradas si no se quiere ser engullido por los jejenes. Más atrás se divisan las torres de agua con bidones para acumular lluvia. Todas las “cabañas” tienen embarcadero y una gran palapa para resguardar del sol. -Aquí nadie agarra lo ajeno, las puertas se pueden dejar abiertas. Pero los dueños deben mantener todo el año un cuidador en las casas; no por el robo, que no lo hay, sino para mantenerla, pues sino la sal y la lluvia, corroen todo -sigue Ricardo. También cuenta que los dueños vienen en sus yates una vez por año, por unos pocos días. Una semana a veces, dice. Y para esa semana, el agua de beber la traen desde el continente, también el diésel para hacer andar la planta de electricidad que cada una tiene. Y en esa semana, se necesitan cinco personas para trabajar en la casa. Todo un lujo. Ya saliendo de Tintipán, Ricardo señala otra imagen paradisíaca: tres casas que parecieran flotar sobre el turquesa. Tienen nombre: Mar y Cielo, La Gaviota y Acuario. Cada una fue construida por sus dueños armando primero una base de coral y conchas sobre las que se levantaron pilotes de cemento. Pero en ese minuto, la mirada de los casi 50 turistas que van en la lancha se posa sobre la imagen más curiosa de todas: el islote Santa Cruz. De una hectárea de superficie, las casas se ven tan apretadas que parecieran caer al mar. Son 96 edificaciones que ya no tienen hacia donde más crecer que hacia el cielo. En su mayoría con paredes de colores vivos, el islote asemeja una favela pintada en el mar. Alguien dijo una vez que allí vivían tan juntos que hasta soñaban lo mismo. Y hoy Ricardo repite la historia -real, ficticia o exagerada, qué importa- de que este lugar tiene la densidad poblacional más alta del mundo. En verano, son cerca de mil los habitantes. Hace pocos años eran unos 1.200, pero como nos dirá al día siguiente una recepcionista del Punta Faro que vive en Santa Cruz, los jóvenes no están regresando a la isla. “Yo soy de los pocos que he vuelto”. Daniella nació allí y a los 8 años su familia se mudó al continente. Se crió en Cartagena, estudió turismo y volvió a su islote. De ahí sale cada mañana en bote para trabajar

Archipiélago San Bernardo PANAMÁ

VENEZUELA COLOMBIA

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Archipiélago San Bernardo

Tolú

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Santa Cruz del Islote MÚCURA

El islote Los lugareños dicen que la gente llegó a Santa Cruz del islote hace más de 100 años. Fueron pescadores que vieron en ese pequeño arrecife sin árboles ni palmas el lugar preciso para no ser atacados por los voraces mosquitos (jejenes) que abundan en las islas aledañas. Con conchas, corales y cemento los siguientes colonos le fueron robando espacio al mar y haciéndola crecer hasta la hectárea que hoy ocupa. Allí se aprietan entre 800 y 1.000 personas, dependiendo de la temporada, distribuidos en 96 casas. Santa Cruz del Islote está ubicado frente al golfo de Morrosquillo, en el Departamento de Sucre, Colombia. A casi dos horas en lancha desde Cartagena de Indias, y a una desde Tolú, el poblado en tierra más cercano. A izquierda y derecha, el islote está flanqueado por dos islas: Múcura y Tintipán. Esta última es la más grande del archipiélago San Bernardo, que en total alberga 10 islas. Todo ese conjunto pertenece desde 1996 al Parque Nacional Natural corales del Rosario y San Bernardo.



en el hotel. “Es linda la vida ahí, es muy segura, muy tranquila. Todos se ayudan”. El islote tiene una calle principal y estrechos pasajes. No hay autos. Sí, una escuela hasta octavo de preparatoria con un profesor que viene desde Cartagena por un mes y luego descansa cuatro días en su ciudad. Un consultorio de salud, donde cada 15 días llega un doctor y un dentista. Una planta de electricidad alimentada por diésel que les llega desde el continente. Cada día la señora responsable de recolectar el dinero de la luz recorre casa por casa cobrando los dos dólares que pagan por cuatro horas de electricidad. -De 7 de la tarde a 10.30 de la noche hay luz. La única excepción para un alargue es cuando Colombia juega en el Mundial -bromea Ricardo. Sin alcantarillado, hay un baño público compartido. El agua la recolectan las mujeres cuando llueve y en los meses secos, se las tiene que llevar un barco de la Armada colombiana. En una pequeña explanada de cemento que da al mar unas niñas de pelo bien negro y rizado mueven sus caderas al ritmo de la champeta. Dos pequeños amigos, que visten calzoncillos, las miran. -Esa es la piscina -bromea Ricardo-, de ahí los niños se tiran al mar a nadar. Santa Cruz es de esas islas sin playa. Desde muy chicos, los niños aprenden el principal oficio para sobrevivir: la pesca. Los hombres salen al alba remando en sus cayucos de madera. Sólo un par de personas del islote han acumulado lo suficiente para un motor diésel. Lo que se pesca -pargo rojo, caracol o langosta- se come o se vende a la gente de las “cabañas” o a la del hotel. Se vive al día. Algunos, los menos, trabajan para los ricos de Tintipán; otros atienden a los turistas de Múcura. -Aquí la gente es muy sana, si no hay ningún muerto en la isla -bromea Ricardo, para después explicar que el cementerio está en Tintipán y que cuando alguien fallece el cortejo se hace en bote. -Y muere como una persona al año, aunque el año pasado no murió nadie –continúa en su hablar sin parar sobre la lancha. -Uno de los últimos en morir fue el Tío Pepe y murió de viejo, ya casi llegaba a los 100. Toda una institución en la isla, el anciano dejó 29 hijos, 108 nietos y más de 150 bisnietos. Aunque dicen que aquí no hay promiscuidad, “pues el hombre ya ha dejado a su mujer cuando se involucra con otra”, los apellidos se repiten. A simple vista, lo que más hay en Santa Cruz son niños: los pelaos como les llaman por acá a los críos.

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-Aquí no hay pobreza, aquí siempre para el que llega hay un plato de comida –dice Ricardo mientras vemos un grupo de hombres reunido frente a un juego de mesa junto a un embarcadero. La generosidad pareciera mezclarse con el ingenio. Aunque el espacio es lo que más escasea, los niños tienen una cancha de fútbol de 6 x 4 metros. También, una pantalla de cine donde ya no llegan películas y una discoteca que la dueña cerró cuando se puso religiosa. Iglesia no hay, pero sí tres altares. Policía tampoco, sí un corregidor. Como ron sí hay, las peleas se sancionan con multas de US$ 10. -Si tuviera que elegir -responde Ana mientras con su mirada calcula los pro y contra- la casa grande con su isla sola…se ve lindo…pero, no. No me gustaría vivir ahí sola. Sería mejor vivir en el Islote, con toda la gente. Allí se ayudan a vivir… Y mientras pienso que su lógica es simple e imbatible, escucho: Mamá, ¿qué es el happy hour? Estamos de vuelta en Múcura, en ese hotel donde se esfuerzan para que los huéspedes creen sus propias fantasías



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El aroma en su inicio POR EQUIPO MALAMAG

Los aromas parecieran ser simples. Pero no siempre cuando se trata de los perfumes. Un “nariz” explica desde la capital de la perfumería en Francia, como fue que todo se complejizó y que fragancias aún mantienen su sencillez. Eric Fracapane nació en Grasse, una ciudad al sur de Francia a pocos kilómetros de la Costa Azul. Nació en la temporada en que las rosas se cosechan a mano e inundan con su fragancia los cerros del lugar. Grasse es un poblado definido por esos aromas, así como por los ineludibles jazmín y lavanda. Grasse es considerada el origen de la perfumería mundial. Fue allí y en el siglo XVI, cuando un curtidor de cuero que surtía de guantes y otros accesorios a la Corte tuvo la idea de ocultar el hedor a animal que expelían sus productos, perfumándolos. Le ofreció esos guantes a Catalina de Médici, quien reinaba Francia, y ella, fascinada con el perfume los puso de moda en las cortes europeas. Nació así la industria de los guantes perfumados que fomentaron el cultivo de más rosas y jazmines, y, de paso, dio inicio a la industria del perfume. “En los orígenes de la perfumería, había elementos simples como la lavanda, el jazmín y las rosas. También el azahar”, cuenta el perfumista de la empresa Expressions Parfumées, Eric Fracapane desde Grasse. Y así fue por años. Con el tiempo, la paleta de tonos -como se le llama a esas fragancias esenciales-, provenientes de materias primas aumentaron con la aparición de sustancias sintéticas. Por eso, hoy un perfumista o “nariz” tiene a su disposición unos 1.800 tonos al momento de crear un perfume. “La industria de la perfumería se complejizó en 1970 con l’hedione (molécula derivada del jazmín) e introducida por el perfumista Edmond Roudnitska”, cuenta Fracapane. “Y eso –los productos sintéticos- han tenido un impacto en la firma de los perfumes actuales”, agrega. No sólo se trata de replicar mediante la química olores que antes debían ser extraídos de animales o plantas, el mundo sintético abasteció de tonos que no existían en la naturaleza. Un tono de ese origen se encuentra en Chanel 5, por ejemplo (Aldehídos).

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Pese a esa complejidad en la perfumería existen fragancias u olores que son más simples o democráticos, en el sentido de que toda persona sin importar edad, género, raza, origen social o cultural es capaz de distinguirlos, sentirlos o decodificarlos con su olfato. “Las fragancias más fáciles son las notas florales, especiadas y golosas. Cualquiera que no esté especializado en esta actividad puede, por ejemplo, detectar el limón, la lavanda o el jazmín”, explica este “nariz”. “Por el contrario, las más complejas son mezclas de materias primas difíciles de definir como las notas de madera de sándalo, almizcladas”. En la elaboración de un perfume las notas complejas se mezclan con las simples para así provocar una asociación o sensación que varía en cada persona. Es que el olfato es un sentido de alta complejidad, en cuya base hay un vasto número de neuronas capaces de estimular la memoria y otros sentidos con solo percibir un aroma. Provocarlo, “a través de las sinergias creadas por las materias primas”, dice Fracapane es el objetivo del “nariz”


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FETICHE

Yo, puto POR JOSÉ CARLO

Es el oficio más viejo del mundo. ¿Es también el más simple? José Carlo, que ejerce la prostitución gay hace tres años, responde en primera persona esa pregunta. “Esto partió así: yo quería escribir un libro sobre la prostitución, porque el tema siempre me ha interesado. Desde chico veía películas y leía libros sobre prostitutas y me gustaba su estilo de vida, su libertad, su glamour, la buena plata que recibían y eso de deseadas por todos como objetos sexuales. Mi idea, entonces, fue conocer yo mismo ese mundo, vivirlo, diseccionarlo y poder escribir sobre él. Luego, comencé a prostituirme. Empecé casi por azar. Una vez fui a una disco y conocí a un chico. Me gustó y nos fuimos a follar a su casa. Me quedé a dormir y a la mañana siguiente conocí a un amigo de él, un pokemón al que le iba bien siendo puto, porque lo llamaban mucho los viejos que juegan con la fantasía de follarse a alguien que tenga imagen de cabro chico. Hablé con el pokemón y me pareció entretenido lo que hacía, la plata que ganaba. Me gustó la idea y quise intentarlo. Hubo más coincidencias. Conocí al amigo de otra persona que me había tirado, y que también era puto, pero muy piola. Con él fue que entré y comencé hace unos tres años en esto. Nos llamaban, hacíamos tríos. Hasta que un día nos peleamos, y decidí seguir solo. En ese entonces vivía con mis padres en La Pintana. Me iba todos los días al centro, a los cybercafés y me conectaba. Como en el centro hay harto maricón, me quedaba ahí hasta la noche, como un horario de trabajo. Me pajeaba por chat, y también me iba acostar con los que me contactaban. Iba a sus casas o me conseguía departamentos de amigos. Ahora es un poco distinto: como ya me han entrevistado en televisión y aparecí en el The Clinic, todos me llaman. Cobro 30 lucas la hora. Y tengo clientes de todas las clases sociales. La verdad, eso no me importa. Atiendo desde viejos cuicos hasta universitarios, a éstos a veces les hago rebajas. Nos juntamos donde ellos quieran. En mi casa o en las suyas”. ­­— “Mido un 1.60 y peso 55 kilos. No me gusta decir mi edad, porque rompe con la fantasía. Como soy flaco y bajo, me gusta que mis clientes fantaseen con que están con alguien menor de edad. Nunca le he dicho a mi padre, pero él ya sabe. Mi mamá, por otro lado, lo supo altiro. Siempre me trataba de vago, porque a los 17 años no hacía nada, no trabajaba, 1 EQUIPO MALAMAG

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y siempre andaba con plata. Entonces ¿cómo no se iban a dar cuenta? Cada vez que salía apurado, mi mamá me decía ‘oye, pero cobra más caro’ y cosas así. Lo importante es que siempre ha existido respeto de mis padres conmigo. Es mi vida y ellos no tienen por qué entrometerse en lo que haga o no con mi cuerpo”. ­­— “Me he enamorado, claro. ¿Cómo no me voy a enamorar? Pregunto: ¿Un panadero siempre está haciendo panes? No. Yo tengo mi vida privada y la del puto, y las separo. He pololeado y me he enamorado, pero no tengo por qué mezclar las cosas. Me gusta follar, cobro, pero también tengo mi vida. No estoy de prostituto por necesidad. Me gusta prostituirme, tengo mi tiempo y me ayuda a disfrutar, pero no es lo que único que hago. Doy charlas sobre sexualidad, sobre prostitución y escribo. Tengo un blog personal, donde escribo sobre mis cosas, y también el blog de ‘Camilo’, mi personaje puto. Ahí me saco fotos y escribo para que mis clientes tengan un juego previo y se calienten mientras lean. El libro por el cual me metí en todo esto está ya en la editorial, para ser después publicado. Yo lo llamo un ‘engendro’, porque tiene de todo. No sólo de mi vida como prostituto, sino que relatos eróticos -algunos son de mis experiencias con los clientes-, críticas, reflexiones sobre lo que pasa con la sexualidad y en el mundo de hoy como trabajador sexual. Incluyo, por ejemplo, críticas a Pedro Lemebel, al aborto... Todo lo que se puede ver desde esta vereda de lo marginal”. — ­­ “Si a alguien le gustara un viejo chico o si los jóvenes le pagaran a un viejo por su servicio -al revés a como pasa hoy, en que los viejos nos pagan a los jóvenes-, uno podría seguir siendo puto por mucho tiempo. Pero como vivimos y trabajamos bajo los cánones de belleza donde la juventud vende, es obvio que algún día tendré que dejarlo. En estos momentos sólo dejaría la prostitución si me ofrecen una pega de buenas lucas, de poco tiempo, como la que tengo ahora, y donde me sienta cómodo. Aparte como no tengo títulos universitarios, sólo puedo optar a trabajos de mierda; entonces la prostitución es algo muy cómodo que me da buena plata y que me gusta. Al parecer, opté por lo más miserable a cambio de poder manejar mis tiempos y de no obedecer a nadie haciendo algo que me llena, porque si no puedo follar en dos días me desespero”.



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Cambio de escala POR C31913

Cuando observamos un mismo hecho desde diferentes puntos de vista, desde distintas escalas, el valor de sus elementos cambia. Generalmente, tendemos a minimizar la trascendencia de un hecho al compararlo con un contexto mayor o alejado. Sin embargo, al diseccionar cada parte, podemos darnos cuenta del impacto que las cosas peque単as tienen sobre nosotros.

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MÍNIMO

Heredarás mi nube POR FERNANDO GASTÓN

Todo lo que alguna vez fue un objeto de colección, como libros, cd’s o películas, que se convertían en la esencia de la herencia cultural de padres y abuelos, es desplazado por todo lo inmaterial que pueden ser unos terabytes. ¿Lo son? «Constituimos una extravagante minoría que clama en el desierto. Cuando la guerra haya terminado, quizá podamos ser de alguna utilidad al mundo. —¿De veras cree que entonces escucharán? —Si no lo hacen, no tendremos más que esperar. Transmitiremos los libros a nuestros hijos, oralmente, y dejaremos que nuestros hijos esperen, a su vez. De este modo, se perderá mucho, desde luego, pero no se puede obligar a la gente a que escuche. A su debido tiempo, deberá acudir, preguntándose qué ha ocurrido y por qué el mundo ha estallado bajo ellos. Esto no puede durar». (Fahrenheit 451, Ray Bradbury) Jorge Luis Borges en su cuento, La Biblioteca de Babel, imagina una biblioteca infinita, esa idea establece otra, una biblioteca infinita necesita de espacio infinito ergo el tamaño de esa biblioteca es el tamaño del universo. Pero en el año 1999 salesforce. com, una compañía pionera en el almacenamiento de información presenta el concepto de nube (cloud storage), luego otras compañías como Google, Amazon, Mac, empezaron a ofrecer este servicio en forma masiva a sus usuarios cambiando radicalmente esta idea borgiana, haciendo posible una biblioteca infinita en un mundo finito. Desde esa época nuestro consumo cultural de música, películas, series y libros fue moviéndose de lo físico a lo digital, cada día vemos más contenido de forma no lineal (Netflix, Hulu, etc.), cada día leemos más en soportes digitales (Ipad, Kindle, etc.) y escuchamos música en teléfonos inteligentes. Toda esta tecnología posee un beneficio directo sobre lo instantáneo, el súper ahora. Las huellas dejadas por ese consumo son muy etéreas. Seguramente los hijos de los nativos digitales nunca sepan qué música, películas y libros han formado a sus padres, mucho de ese consumo habrá sido borrado o simplemente ni siquiera almacenado en una nube, no podremos heredar libros, discos y DVDs. Heredaremos un password que podríamos olvidarlo fácilmente y que sólo permitirá 1 PABLO DEL CIELO

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acceder a una porción de lo consumido. Netflix y Spotify, como ejemplo, dejan una huella muy vaga sobre lo consumido. La transmisión de herencia cultural basada en los soportes físicos desaparecerá o será reducida de manera significante. Una clave para simplificar este análisis es que nunca el consumo cultural transgeneracional fue tan similar, padres e hijos consumen los mismos videojuegos, las mismas novelas gráficas, la misma música, franquicias como Harry Potter, Iron Man o Hunger Games son vistas por padres e hijos con el mismo nivel de disfrute. Así como en la historia de la lectura, en occidente se transitó de una lectura única y profunda, La Biblia, a una lectura múltiple impulsada por la novela en el siglo XVII. En el siglo XXI somos testigos de una transformación radical con respecto al consumo cultural y específicamente en su herencia, eso siempre y cuando no se limite a compartir Spider-Man 18 en el cine y su versión de televisión. Si es así, será fácil de heredar, como era fácil de heredar una Biblia o encontrarla en una mesa de noche en cualquier hotel



papel papel FOTOGRAFÍA Y COLLAGE: ALVARO PUENTES ESTILISMO: MASSIEL MUÑOZ MAQUILLAJE: IVÁN BARRÍA MODELO: JAVIERA ARCHIBALD

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basics FOTOGRAFÍA: CLAUDIO ROBLES DIRECCIÓN CREATIVA: TOMÁS MEERSOHN MAQUILLAJE: PATI CALFIO MODELO: MARCOS BULACIO VESTUARIO Y ACCESORIOS: H&M

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fake it till you make it Tres personajes diferentes muy característicos. ¿Cómo llegaron hasta este punto? No parece fácil ser fetichista leather, bailarina de pop koreano o bloguera de tendencias, pero si diseccionamos cada uno de las partes que revisten a estos estereotipos, nos damos cuenta de que en realidad, si nos limitamos a las apariencias, se reducen a una serie de elementos muy concretos. Como en un juego que se arma por piezas, podemos cubrirnos de accesorios que nos ubiquen en uno u otro lugar, es cuestión de practicar nuestra performance, y en poco tiempo, seremos ese estereotipo que veíamos alejado, y que quizá, sin decirlo en alto, nos llama mucho la atención. Como dice la expresión norteamericana, “fake it till you make it” FOTÓGRAFO: ANTON BRIANSÓ DIRECCIÓN DE ARTE: NICOLÁS BRICEÑO CONCEPTO: CARLOS ROMO MODELOS: FABIÁN, DANIELA Y LUISA

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marineros Es complejo llegar a lo simple. Pero para el pop de amor y existencialismo de Marineros la simplicidad es el mascarón de proa de su embarcación. Dos integrantes, dos elementos característicos: la voz de Constanza y la guitarra de Soledad se entrelazan en sencillas bases rítmicas y melodías suaves que inundan los sentidos como si la luna estuviera llena y la marea subiera a su encuentro. El dúo nos sumerge en atmósferas sonoras que nos hacen partícipe de historias de amor, desamor y el constante problema de ser humano en este mundo. “Espero”, su primer sencillo, las ha llevado a ser una de las bandas más prometedoras para este 2014. En este código pueden ver su primer videoclip, dirigido por Álvaro Puentes.

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GASTRONOMÍA

La cocina original POR PATRICIO DE LA PAZ FOTOGRAFÍAS DE FERNANDO RODRÍGUEZ

El chef José Luis Calfucura -Calfu para los amigos- se dedica a la cocina mapuche. Es la de sus ancestros y la que mejor conoce. Volver a lo original, a los productos básicos, preparados de la manera más natural posible, es para él una regla sagrada. La otra es moverse con lo indispensable: su restaurante, instalado en el jardín de su casa en Cerrillos, abre sólo los domingos. El pasaje Armonía, en Cerrillos, es una sola calle, con vereda por ambos lados. Hoy es domingo y, como todos los domingos, es día de feria persa. Se ofrecen DVDs piratas, ropa de segunda mano, radios viejas, juguetes a pila, harto cachureo… En medio de eso, asomándose apenas desde una reja de madera, hay una pizarra escrita con tiza y letra rimbombante. Pero eso no es lo importante. Lo especial, lo distinto, es que allí, en el jardín techado que empieza detrás de esa pizarra, se ofrece comida mapuche. El menú de la pizarra dice: asado de caballo, porotos con mote y ensalada verde decorada con yuyo, una flor amarillísima y pequeña. Todo por $ 3.000. Adentro, sólo queda una mesa libre. Tampoco son muchas. La capacidad del local -que hace unos meses sumó un segundo piso- es de 25 comensales. Apenas uno se sienta, Juana Meliñier -la madre del chef- pone en la mesa el pan amasado que recién sacó del horno de barro. Pone también ese pebre que tan bien le queda a su hijo: mote, cebolla, cilantro, tomate, aceite, merkén y sal. Jamás limón, porque su acidez, según los anfitriones, cambia el sabor de las cosas. Recién entonces aparece José Luis Calfucura (36). Con delantal blanco, el pelo largo tomado en un moño, la timidez escondida en una sonrisa a medias. Calfucura -Calfu, como lo llaman- lleva una jarra con un líquido morado. Es jugo. Hecho de un cactus llamado airampo y canela. -Todo natural. Quita la sed y también la fiebre- explica Calfu. Luego pone sobre la mesa lo que prometía su pizarra, que él mismo escribe después de cocinar. Es su rutina de cada domingo. El único día que se abre este

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restaurante sin nombre, que él llama, simplemente, “mi cocinería”. La idea Los papás de Calfu, ambos pehuenches, vienen de Repucura, cerca de Temuco. El padre, José, nunca fue al colegio. No sabe leer ni escribir. La madre, Juana, llegó hasta primero básico. Pero sabe escribir, firmar y es buena para las sumas. El padre se vino muy joven a Santiago, a trabajar en una panadería en Estación Central. Ella, 10 años menor, partió a los 12 a Temuco como empleada, y a los 15 se vino a Santiago. Aquí en la capital se conocieron. Aquí se casaron. Nació José Luis -el futuro chef- y, muy seguido, Marcos. La familia se fue a vivir a una toma en Cerrillos y pronto se convirtieron en propietarios, luego de que el gobierno les regalara el terreno. Levantaron una casa. Ninguno podía imaginar que en el jardín iba a funcionar algún día una cocinería mapuche. Para eso, en todo caso, tendrían que pasar varias cosas. Calfu tendría que terminar el liceo, entrar a estudiar Administración de Empresas, trabajar de copero para pagar la carrera, retirarse un año después, ser ayudante de cocina en un restaurante y, luego, ser ascendido a jefe, sin ni siquiera saber hacer una cazuela. “Llamaba a mi madre, quien me daba por teléfono las indicaciones”, recuerda. Se quedó cinco años y aprovechó de estudiar Hotelería y Turismo. Entró a administrar otro local de comida en el centro. Estuvo dos años, hasta la debacle: un cocinero allí vendía drogas, Calfu dice que no sabía, que un día venían de La Vega, que los carabineros los detuvieron. Lo acusaron de cómplice. Y el mundo se le fue a negro. Era mediados de 2007 y decidió que no podía quedarse de brazos cruzados. Construyó un horno de barro en el jardín de la casa y, con la ayuda de su madre, empezó a vender empanadas. Luego pan amasado y pastel de choclo. “¿Y si armo aquí un pequeño restaurante?”, pensó. Mapuchef Calfu dice que, con el tiempo, en su cocinería ha ido armando platos cada vez más mapuches. Al pulmay -o curanto en olla: con pollo, caballo, longaniza, cerdo, choritos, almejas- y a la cazuela con chancho y chuchoca, ha sumado preparaciones como brochetas de hígado crudo de caballo, rebosado con merkén. El lo probó este verano en Repucura -con un grupo de mapuches, al lado del animal recién faenado- y le encantó. “Es comida extrema”, explica. En el patio trasero cría las aves que después cocina. Poco más allá tiene una huerta: albahaca morada, tomates, ajíes… Y llegando a la cancha que colinda con su casa, ha plantado aromos, sauces, álamos, copihues. Un pequeño bosque que Calfu



explica con su personal manera de graficar las historias: “Peuma es el talento que te da Dios de entender cómo actuar frente a tu vida. Es a través de los sueños. Soñé que una mano salía del cielo y me decía que debía cuidar todas las plantas”. Lo que ocurre en esta cocina -“la única mapuche en Santiago”, dice su autor- se comenta de boca en boca. Han venido chefs y críticos gastronómicos. En las mesas se mezclan comensales de todas las comunas. Calfucura se encarga de tentarlos: en las redes sociales describe sus platos y maneja una red de amigos. Muchos lo llaman mapuchef. El sur Como le empezó a ir tan bien, Calfu entró a estudiar Gastronomía. Egresó el 2011. “El último semestre me pregunté: ¿Por qué no hacer algo con lo más noble que tenemos: el copihue? Así que hice licor de copihue: tomo las hojitas que se caen y las mezclo con aguardiente y almíbar”. Cada domingo se lo piden en la cocinería. Calfu -que de lunes a viernes trabaja en un casino, y dos noches a la semana practica boxeo en el Club México- explica que lo que gana los domingos se lo da a su madre. Que los ingresos para él los obtiene de los cócteles mapuches para eventos, charlas en universidades, participación en ferias gastronómicas. Aclara que esto no es un negocio, que lo que a él le importa es difundir la cocina mapuche. Pese a estar en Cerrillos, Calfu siempre mira al sur. A la tierra que una tía le regaló en Repucura. Dice que algún día le gustaría instalarse allá y que su cocinería fuera al aire libre. Ya hizo un ensayo hace dos años: se fue una semana y cocinó papas nativas, las decoró con murta chin-chin y las sirvió sobre hojas de árboles. “Una propuesta naturalmente radical, eso me gustaría”, dice Calfu, soñando. Ahora debe volver a la realidad. Este domingo necesita revolver la olla de su cazuela, que lanza un vaho perfumado. El sonríe mientras mira el caldo hirviendo. “Cuando uno cocina, siempre los primeros vapores van en agradecimiento a nuestro Dios, al Futachao”

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TENDENCIAS

mantenlo simple Bastantes diseñadores toman como premisa el diseñar desde lo simple y suele ser un gran desafío. Construir un lenguaje basado sobre lo mínimo significa dominar la técnica y generar la armonía necesaria para que concluya en un producto. Todo esto se basa en el rescate de la esencia, de lo puro y lo verdaderamente útil. El resto se desecha. Es ahí donde se aprecia el reto de diseñar y de hacer que los productos hablen por sí mismos. Finalmente el esfuerzo del trabajo se delata en la pureza que se transmite y en los resultados bien hechos. Simple = complejo. Algún día lo entenderemos, cuando lo pongamos en práctica, pero por ahora mostraremos diseñadores que han sido capaces de crear con el fin de dejar a un lado lo que genera ruido

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1 Tom Dixon Form tea set tomdixon.net 2 Martí Guixé Blank Wall Clock guixe.com 3 Areaware Bottle Opener areaware.com 4 Naoto Fukasawa Cd player naotofukasawa.com 5 Benedicto Lopéz Liebre longboards benedictolopez.com 6 Alessandro Zambelli Levante bowls alessandrozambelli.it 7 Olli Mustikainen Kiila Coat Rack ollimustikainen.com 8 Losgogo Banco Chicago losgogo.com 9 Viktor and Rolf wedding collection viktor-rolf.com


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contemporáneo más importante de la historia fílmica danesa.

CINE

Dogma: de vuelta a las bases POR VALENTINA QUIROGA

En la celebración de los cien años del cine, en 1995, el director danés Lars Von Trier lanzó en el Teatro Odeón en París panfletos rojos impresos con los mandamientos de una nueva corriente creativa. ¿Qué buscaba? Desvestir al cine de los excesos y producir desde lo simple. Así nació Dogma 95. Toda la familia se reúne en el gran salón para celebrar los 60 años de Helge. Llegan los primeros platos a la mesa, los invitados hablan entre ellos acerca del clima, la sopa de tomates; banalidades. Una cámara inquieta recorre la habitación iluminada con luz natural y velas, enfocando los rostros de los asistentes y los movimientos de sus manos. Sin música de fondo, sólo se escuchan murmullos y el ruido metálico del choque de los servicios contra los platos. Christian, el hijo mayor de Helge, golpea su copa para decir unas palabras. Del bolsillo saca dos discursos, uno de color verde y otro amarillo para que el festejado elija. Comienza a abrir el verde y fluyen en sus palabras recuerdos de infancia, de la feliz vida que llevaba con su melliza muerta, Linda, de los inocentes problemas en que se metían y de los graves y tortuosos aprietos que sufrían cuando su padre abusaba sexualmente de ellos: “Gracias por todos estos buenos años. Feliz cumpleaños”, dice al terminar. La cámara no se despega de los rostros, comienzan las risas torpes y un silencio incómodo. Al espectador la escena de Festen (1998) del director Thomas Vinterberg le provoca la misma incomodidad en la butaca del cine. La luz real del cuarto sin soporte extra, la ausencia de soundtrack que module las emociones y la cámara que se mueve como la propia mirada sobre los invitados, son capaces de provocar la intimidad. Son partes de las herramientas o reglas que impuso para filmar lo que se conoció como el movimiento cinematográfico Dogma 95. Fue el creador danés Lars Von Trier quien lo inició con una intervención en el Teatro Odeón de París donde -en la celebración de los 100 años del cine, el 13 de marzo de 1995- lanzó desde el podio un sinnúmero de panfletos rojos que llevaba escrito los principios de esta nueva corriente creativa, uno de los movimientos del cine 1 COCO DÁVEZ

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Junto a Vinterberg, Von Trier trabajó lo que se conoció como el “Voto de Castidad”, una especie de 10 mandamientos que irrumpieron en los cánones establecidos del cine estadounidense y europeo, donde abundaban lo efectos especiales. La idea era desmitificar la industria y destacar la importancia del desarrollo dramático en la narración de las historias (ver recuadro). Otros dos pioneros de Dogma 95 fueron Søren Kragh-Jacobsen y Kristian Levring. Entre 1998 y 2000, los cuatro primeros filmes Dogma fueron estrenados, causando furor en la crítica y el público, posicionando de paso a Dinamarca como protagonista del cine contemporáneo. Festen de Vinterberg, Idioterne de Von Trier, Mifune de Kragh-Jacobsen y The King is Alive de Levring, pasaron a la historia en Cannes y Berlín. Las limitaciones impuestas por el “Voto de Castidad” tuvieron un efecto en el resto de la industria: abrieron el campo creativo de un centenar de directores independientes, quienes generaron interesantes producciones experimentales, donde los actores trabajaron el desarrollo de sus personajes con una libertad única gracias a los períodos ininterrumpidos de filmación. A pesar de que Dogma 95 adquirió muchos adeptos, las reglas rara vez fueron respetadas al pie de la letra y el sentido del movimiento se fue perdiendo. Los propios fundadores relajaron un poco las normas, terminando en 2002 con la obligación de tener que inscribirse presencialmente para ser parte de Dogma. De ahí, bastó que el interesado llenara un formulario y una firma bajo juramento de que cumpliría las reglas. El certificado de aceptación le llegaría después por correo. El 2005 el movimiento se dio por concluido, sin embargo existe -además de los seguidores- un importante archivo histórico de las 254 películas certificadas como Dogma 95, destacando autores nórdicos, estadounidenses y algunos latinoamericanos

Los 10 mandamientos 1. Los rodajes tienen que llevarse a cabo en localizaciones reales. No se puede decorar ni crear un “set”. Si un artículo u objeto es necesario para el desarrollo de la historia, se debe buscar una locación donde estén los objetos necesarios. 2. El sonido no puede ser mezclado separadamente de las imágenes o viceversa (la música no debe ser usada, a menos que esta sea grabada en el mismo lugar donde la escena está siendo rodada). 3. Se rodará con cámara en mano. Cualquier movimiento o inmovilidad debido a la mano está permitido. (La película no debe tener lugar donde esté la cámara, el rodaje debe tener lugar donde la película tiene lugar). 4. La película tiene que ser en color. Luz especial o artificial no está permitida (si la luz no alcanza para rodar una determinada escena, ésta debe ser eliminada o, en rigor, se le puede enchufar un foco simple a la cámara). 5. Se prohíben los efectos ópticos y los filtros. 6. La película no puede tener una acción o desarrollo superficial (no pueden mostrarse armas ni pueden ocurrir crímenes en la historia). 7. Se prohíbe la alienación temporal o espacial (Esto es para corroborar que la película tiene lugar aquí y ahora). 8. No se aceptan películas de género. 9. El formato de la película debe ser de 35 mm. 10. El director no debe aparecer en los títulos de crédito.



ARTE

El fraude de la madurez POR CARLOS ROMO

Una manera de trabajar que nos da a entender que todos podemos participar. Un retrato de lo ajeno que se siente propio. Un ritual torpe, inocente y despreocupado. Así es como Miranda July cala en sus espectadores, y sin que se den cuenta, se adueña de su criterio. La primera vez que vi algo de Miranda July estaba en una etapa exploratoria de mi vida. Revisando las fotos del Facebook de un chico que me obsesionaba, vi cómo adoraba su película “Me, you and everyone we know”, y quise ser partícipe de ese culto. Esperaba, por el perfil intelectual de este chico, contemplar un filme “de estos europeos sin argumento”, más centrado en la estética de lo común que en lo narrativo. Estaba equivocado. Ese día se abrió una puerta que aún no consigo cerrar. Prácticamente, me dejó de gustar casi todo lo que no fuera real, imperfecto y a medio hacer. Detecté el valor del ritual en su obra, tan estereotípico del artista postmoderno, pero en este caso bajado a tierra, y muy vinculado a trastornos de la personalidad, más bien, a aceptarlos como un filtro cotidiano de la realidad.

de cumplir. Eran más o menos sencillas, tales como “graba tu propia meditación guiada”, “haz un video de alguien bailando”, “di adiós” o “saca una foto con flash bajo tu cama”. Fue la recopilación de las respuestas las que crearon el libro, un compendio de visiones amateur que una autoridad ficticia espera de nosotros, y de lo que somos capaces por los ideales universales que subyacen en la obra. Mostrándose ingenua o literal, consigue que muchos tipos de públicos empaticemos con sus obras. Miranda July nos expone a nuestros resquemores habituales, las dudas, los pensamientos culpógenos, los miedos parcialmente justificados, los pensamientos obsesivos. Como dice en su relato “Sticky fingers”, donde trata al robo como una actividad performática y fue publicado en la revista New Yorker: ser adulto es sentirse fraudulento en secreto. -“Hay un momento exacto en el que decidí dejarlo. Estaba sentada en el regazo de un hombre, y acabábamos de determinar que yo fuera ‘su chica’. Mientras nos besamos, pensé, bueno, supongo que tengo que parar de robar ahora. La idea de tener un novio, de ser hetero (straight) requiría

Ser artista es algo que, a través de su obra, podemos ver que a July le atormenta. Probablemente, no por la calidad material de su arte, sino por la calidad de su personaje. Le preocupa fallar, decepcionar a sus padres, no gustar. Todo esto lo muestra, lo hace evidente en la manera de redactar, de escribir y de mostrarse. ¿Es una especie de incapacidad para mentir o la construcción de una gran performance transparente? Esto la convierte en un ser cercano, al que podríamos pedirle que nos pasara la sal en una mesa, nos diera fuego para encender un cigarro sin temer al rechazo. Su obra es compleja, llena de detalles, una gran construcción que finalmente resulta en algo crudo, simple, real. Con su primera película se ganó una imagen de geniecillo endiosado altamente cursi, que ha ido deconstruyendo decididamente a través de los trabajos que le siguieron. Ella no se siente especial, no construye su ser artista a través de autoridad, sino desde un enfrentamiento a lo cotidiano. A lo largo de siete años, en “Learning to love you more” planteó, junto a Harrell Fletcher, setenta instrucciones a través de una plataforma online que sus seguidores debían

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1 TODD COLE 2 MIRANDA JULY - THE HALLWAY (2008) 3,4 ANGS SCHOOL - ELEVEN HEAVY THINGS (2011) 5 MAGASIN3 - WE THINK ALONE (2013)



rectificar de otras formas. Puede que haya estado buscando una excusa; puede que me diera cuenta de que no necesitaba ser un criminal para ser artista. El arte puede ser un crimen en sí mismo, puede ser suficientemente escalofriante y peligroso para apoyar mi rebelión. Después de un tiempo, también dejé de meterme en peleas, trabajar en peepshows, de desteñirme el pelo y de llevar las medias por fuera de los zapatos. Por un largo tiempo pensé que mi mayor golpe fue inducir a todos a creer que era una ciudadana de bien, una chica dulce. Entonces, hace sólo unos años, me di cuenta de que todo el mundo se siente fraudulento en secreto. Es la sensación de ser un adulto”. A través de los personajes, consigue darle sentido a un universo de pensamientos distorsionados e incompletos; a veces perturbadores, pero reales y contemporáneos. Se ocupa de los “pensamientos otros”, esos que el mundo intelectual no contempla, muy probablemente por conciencia de clase. Trata de la misma manera la sexualidad infantil, un grupo de nadadores sin piscina, la relación cuasimística con un epiléptico o los problemas de autoestima bloqueante. Para dejar claro que va en serio, respalda sus ficciones a través de sus dos últimos proyectos, en los que trabaja con personajes reales, reconocidos y anónimos. En “We think alone”, realiza un ejercicio de voyeurismo digital. A través de un newsletter semanal, reenvía a los espectadores suscritos 20 emails provenientes de los buzones privados de nueve personajes reconocidos como Lena Dunham, Danh Vo, Catherine Opie o Kirsten Dunst, tratando temas comunes como el dinero, los deseos, la tristeza, la disculpa, el cuerpo, etc. La curatoría emocional que se lleva a cabo en este trabajo, da a pensar que está bien no ser especial, o que la gente que consideramos en la cima de nuestro sistema, tampoco es más especial que nosotros. En cambio, como reflejo, en “It chooses you”, un spin off en formato libro de su película “The future”, recopila entrevistas a personas que venden objetos poco valiosos a través del catálogo Pennysaver de Los Ángeles. Al margen de la posible estigmatización por su proceso documental, la exposición de las emociones, frustraciones y deseos de estos personajes aleatorios nos hacen partícipes de un escenario global. Se muestran realidades poco habituales, bizarras, y, sin embargo, muy familiares. Acerca a esos personajes raros, “locos”, a lo que nosotros consideramos ser. En el fondo nos dice que, cualquier día, la sociedad podría vernos como uno de ellos y sentiríamos su misma soledad Dentro de su obra menos mediática encontramos instalaciones como “Eleven heavy things” (derecha) o “The Hallway” (página anterior), newsletter como “We Think Alone” ( página siguiente), entre otros formatos. Además, se pueden destacar sus películas “Me, You and everyone we know” (2004), “The Future” (2011), y sus libros “No one belongs here more than you” (2007) e “It Chooses you” (2011).

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ILUSTRACIÓN MATHIAS SIELFELD

El afán de acumular Diógenes de Sinope deambuló por Atenas predicando su filosofía de que la virtud es el bien soberano y que, para ello, se debía vivir de manera natural y sin pertenencias. Se dice que en vez de casa, usaba una tinaja y recorría la ciudad con una lámpara en busca de hombres honestos. Todo lo contrario es el mal de Diógenes: un trastorno del comportamiento que enclaustra a la persona en su casa bajo montañas de objetos inservibles y basura. Quienes lo sufren también olvidan su higiene personal. Mayoritariamente, la padecen personas de edad avanzada que viven en soledad. En 1960 se realizó el primer estudio científico de este patrón de conducta, pero fue en 1975 cuando se bautizó síndrome de Diógenes. Paradójicamente, pues la cura estaría en seguir la filosofía del sabio y liberarse de los deseos de poseer, reduciendo al mínimo las necesidades materiales.



DESTINOS

Fuera del rebaño POR EMILI VIVES

La vida en El Fonoll, un pequeño pueblo en España, es algo distinta. Los habitantes trabajan, pasean e incluso compran en la tienda completamente desnudos. En esta pequeña localidad naturista la desnudez no es una opción. Emili Vives, dueño del lugar, nos cuenta en primera persona cómo nació el proyecto.

“Era un lugar abandonado desde la Guerra Civil española. Algo así como un pueblo fantasma donde las puertas y ventanas se caían tras el paso del tiempo. Estaba a mal traer. Bueno, hasta que llegué a él hace unos diez años. Un día, un proveedor de mi industria electrónica me llamó con una oferta, así que fui a su casa. Pero la oferta no fue lo que robó mi atención, sino una fotografía en la pared. -¡Que finca tan fantástica! -Te la vendo- dijo sin pensarlo. El lugar era un pueblo abandonado llamado El Fonoll, ubicado en la comunidad de Cataluña, España. Me fui a casa y en la noche no concilié el sueño pensando en aquel paisaje idílico: un pueblo a 700 metros de altura, donde no existen edificios sino sólo unas cuantas casas bordeadas por grandes arboledas. A primera hora de la mañana del día siguiente le compré la finca sin pensarlo más. Resucitar el pueblo era una aventura fantástica. Calles pequeñas y arquitectura medieval. Todo construido en piedra y alejado de la civilización. Por todo eso supe inmediatamente que sería un lugar excelente para revivir. Así fue como comenzó nuestro proyecto naturista ideado para invitar a la gente para que se liberen de prejuicios y tabúes que la sociedad ha impuesto, y que disfruten de la

libertad de la desnudez, de la libertad que da la naturaleza. El Fonoll tiene más de mil años. Es el pueblo medieval más antiguo de Cataluña, pero ha sido abandonado dos veces: por la peste negra, primero; y por la guerra civil española, después. Cuando lo compré en el año ‘95 llevaba unos 40 años abandonado. Hoy tiene 44 viviendas, y en estos días hay unas 80 personas viviendo acá, lo que es muy poca gente comparado con tiempos anteriores. Se debe a la crisis en España. Hay gente que arrienda algunas casas, pero la gran mayoría de los habitantes son voluntarios: a cambio de vivienda, agua y luz trabajan una hora. Por cada hora extra, les damos un ticket de €6 para la tienda que tenemos. Los voluntarios vienen de todas partes del mundo. Han llegado chicos de Dinamarca, australianos y hasta chilenos, pero solamente escogemos a gente que es naturista. Llevamos 19 años restaurando el pueblo y todos andamos desnudos si es que el clima lo permite. Es una sensación de libertad increíble, de expresar con tu cuerpo lo que no están acostumbrados otros. En el pueblo nos preguntamos: ¿Para qué andar con ropa si el calor es sofocante? Los textiles, como llamamos a los que andan vestidos, usan disfraces impuestos por la sociedad. La desnudez es muy saludable y es lo que nos distingue del resto. La convivencia con nudistas es siempre muy interesante, porque es gente que ha superado una serie de tabúes y prejuicios que tienen las culturas judeocristianas”.

El Fonoll era un lugar olvidado hasta que en 1995 lo compró Emili Vives para convertirlo en un poblado naturista. Es uno de los pueblos más antiguos en Cataluña, ubicado en la provincia de Tarragona, España. Es el único pueblo naturista en aquel país y todas las actividades se hacen al desnudo. Para pasar la noche en el poblado se pueden alquilar albergues, habitaciones y acampar.

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1 c31913 2 EMILI VIVES 3 MARIA ROSA FERRÉ



“La vida parte a eso de las 6 de la madrugada, y como estamos entrando en primavera vamos desnudos a trabajar. A eso de las 11 ó 12, porque el sol está en el zenit y no tenemos nada que nos proteja salvo las sombras de algunos árboles, preferimos estar en casa leyendo o haciendo poesía. Limpiamos la piscina, arreglamos las casas y preparamos la tierra para sembrar. Aquí hay unas 200 hectáreas, por lo que el trabajo es inagotable, una locura, y por mucho que trabajes nunca lo acabas, así que lo tomamos con cierta calma. Acá en El Fonoll no hacen falta alcaldes, policías ni jueces. Vivimos tranquilos y nunca hemos tenido problemas. Solo nos basta con respetar las normas de convivencia como no fumar, no meter ruidos molestos y aceptar que la desnudez no es un tema opcional, salvo si hace mucho frío. Desgraciadamente, sólo podemos andar sin ropa medio año más o menos, ya que el clima en invierno es muy frío. Para comer tenemos huertas fantásticas, donde cultivamos tomates, berenjenas, calabacines, calabazas. Todo se recoge en grandes cantidades. Además en el pueblo hay muchos árboles frutales como manzanos e higueras. Por otro lado, tenemos sidra, vino y hemos plantado una viña para hacer champagne. Ahora no habitan niños en el lugar; pero cuando hay van a la escuela de Guimerà, a 6 kilómetros. de aquí. Al igual que sus padres, los niños corren desnudos por ahí, salvo cuando van a la escuela. Una de nuestras festividades es la carrera naturista, que se realiza hace 12 años. Cientos de participantes corren 3 kilómetros desnudos, solamente vestidos con su par de zapatillas o sandalias. Otro de nuestros eventos inamovibles son las Calçotadas que hacemos todos los sábados hasta mayo, porque se trata de un plato de invierno e inicios de la primavera. Este manjar es simple: asamos

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calçots (especies de cebollines tiernos cultivados especialmente para esta ocasión) y luego los untamos con una salsa hecha a base de tomates, ajos y pimientos. También hacemos paellas vegetarianas todos los domingos del año. La más grande ha sido para 200 personas. En cuanto a los servicios básicos, tratamos de solventarnos con nuestros propios medios. Tenemos cuatro pozos naturales para sacar agua. La electricidad la generamos a través de aerogeneradores de poca potencia, entre 6.000 y 6.500 watts, y placas solares de 2.500 watts. Con eso nos abastecemos los días que hay sol y viento. En los días que hay niebla, tenemos que poner un generador eléctrico. Un médico, que está como a 5 kilómetros, nos visita 2 ó 3 veces a la semana, además a 20 minutos en auto está la urgencia. Aquí está todo cerca. Personalmente me ha cambiado la vida. Antes me quería comer al mundo y ahora tengo una mentalidad que goza con cosas que antes no habría imaginado. Soy mucho menos materialista, soy menos ambicioso. Tengo mis proyectos, pero todo a un ritmo totalmente distinto a lo que era antes. Esto merece la pena, esta transformación humana es interesante para todo el mundo. Siempre digo que el naturismo es una filosofía para la gente que sale del rebaño”



MÚSICA

Lo simple, lo subjetivo y lo artesanal POR CRISTÓBAL DUMAY

Partamos de la premisa que hacer cosas simples no es para nada fácil. Bueno, hacer un pan con mantequilla es simple y fácil, pero hacer un gran pan amasado con la mejor mantequilla de campo artesanal, no. Algo así ocurre con la música. Una canción puede sonar simple, pero por lo general la trastienda del cómo se hizo involucró inspiración, talento y subjetividad entre muchas otras variables irrepetibles. Dicho esto, vamos con la selección.

Ramones “Blitzkrieg Bop”

Fernando Milagros “Abuelo”

Mac DeMarco “Salad Days”

El disco debut de Ramones fue un verdadero combo en la quijada para los entonces reinantes dinosaurios en el planeta rock (léase Led Zeppelin). Lo que hizo el cuarteto de Nueva York fue algo así como tomar una canción de The Beatles –a quienes admiraban al punto que de ellos tomaron su estética -, le sacaron todos los adornos y dejaron solo lo esencial: cimientos y melodía. Suena simple, pero como Ramones no hay dos.

El primer tema con el que Milagros abre su disco San Sebastián es digno de un cara dura.

Nada más simple que abrir con la canción que le da el nombre al disco. Salad Days, al igual que la mayoría de las composiciones de DeMarco, fue creada con la roñosa-regalona guitarra que usa en sus shows en vivo, la que, según indica la mitología indie, no le costó más de treinta dólares. Por lo demás, este disco, celebrado tanto por la crítica como por los fans, fue grabado al lado de su cama, en su departamento en Brooklyn. Así no más.

Bombo y una lamentosa melodía son suficientes. Al minuto entran unas chajchas –instrumento de pezuñas de cabra– para apoyar la rítmica. Sencillamente emocionante. Y pensar que sus ingredientes son tan pocos como los del pan con mantequilla. A lo que alguien puede agregar, “pero si esta canción no la compuso él”. Bueno, Sumo tampoco escribió ‘Mejor no hablar de ciertas cosas’, y eso a nadie le importa.

Miles Davis “Tribute to Jack Johnson” Solo dos tracks, uno por lado componen este LP realizado en cuatro sesiones de grabación y de manera espontánea. Este disco es una fotografía del momento. Una jam session que solo involucró a gigantes. Right Off, el tema del lado A, parte con una improvisación de John McLaughlin, para que luego se sume el bajo y la batería. La trompeta recién entra en el minuto dos, con un solo memorable de Miles. En el disco también toca Herbie Hanckock, que según cuenta la historia iba pasando por el edificio y lo invitaron a tocar un Hammond. ¿No les parece simple?



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MARLEY COFFEE

Volver a la montaña Rohan Marley, hijo del mítico cantante de reggae Bob Marley, recuerda cuando de niño su abuela secaba al sol los granos de café silvestre. Uno a uno los descaraba. Y después los tostaba. El ritual lo repitía cada mañana para preparar su propio café. Su abuela y su padre provenían de los cafetales de Jamaica, por lo que Rohan tuvo una relación temprana con ese mundo. En esos recuerdos emotivos está el origen de Marley Coffee. La forma en que Marley Coffee cultiva y procesa sus granos también son un tributo a su padre, quien promovía el regreso al mundo natural, sencillo y esencial de la agricultura. Todo comenzó en Jamaica el año 2007 cuando crearon una pequeña granja de café orgánico. Bajo el concepto de la agricultura sostenible y ecológica para potenciar la biodiversidad y hacer más saludable el suelo, sin el uso de pesticidas químicos, herbicidas, fertilizantes u otros aditivos. Así, además, previenen la contaminación de las aguas y le otorgan un componente importante en el sabor de sus granos de café. Dentro de las certificaciones con las que cuenta Marley Coffee, está la de Fair Trade y Kosher procedente de las regiones de mayor crecimiento del mundo, incluyendo América Central, América del Sur África y Asía Pacífico. Además, cumplen con las normas Rastafari ITAL, un movimiento que vela por alimentos puros, verdaderos y vitales y que beneficien al ser humano tanto física como espiritualmente. Blue Montains, al este de Jaimaica, es donde todo esto se lleva a cabo. Son 21 hectáreas en una zona venerada por ser la región con los más aromáticos y deliciosos granos de café. A 5.500 metros de altura, la tierra es boscosa y se mantiene como reserva forestal. Las lluvias y la niebla crean un ambiente perfecto para el cultivo a la sombra de los bosques de selva tropical. Hoy Marley Coffee es una empresa internacional de café gourmet con granos tostados en Vancouver (Canadá) y Kingston (Jamaica). El sueño de la familia Marley es que su finca inspire a otros agricultores jamaiquinos a unirse al movimiento orgánico, mostrándoles que la agricultura sostenible puede ser rentable y más accesible que la convencional. “Tenemos como

objetivo mejorar la vida de los agricultores locales que, tradicionalmente, han sido una comunidad rural muy pobre, instaurando un movimiento de agricultura orgánica vanguardista en Jamaica”, cuenta Rohan. “Mi padre vino de las tierras de cultivo en Nine Mile. Allá aprendió un profundo respeto por la naturaleza y la humanidad. El mismo respeto que ayudó a guiar su vida. El siempre dijo que volvería algún día a la granja. Ese fue su sueño. Fue por eso que fundamos Marley Coffee para honrar a mi padre”, agrega Rohan. Cada blend, además, lleva el nombre de una canción de Bob Marley. Con todas sus variedades, Marley Coffee salió al mundo y hoy la marca está presente en EE.UU, Japón, Austria, Francia e Inglaterra. A Chile llegó hace un año y desde aquí se distribuye al resto de la región. Para Rohan Marley, este café de Blue Mountains es otra manera de llevar a su padre a recorrer el mundo. “Tienes en tus manos un pedazo de nuestro sueño”, dice.


Playlist POR CRISTÓBAL DUMAY

1. Mac DeMarco – Treat her better 2. Beck – Pay no mind 3. Matías Cena & Los Fictions – Raíz 4. Minutemen – I felt like a gringo 5. Best Coast – Boyfriend 6. Firehose – Brave Captain 7. Seven Seconds – Somebody help me scream 8. Morphine – Scratch 9. The Stooges – Fun House 10. Miles Davis – Right Off

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TECNOLOGÍA

Asistente de bolsillo POR RENÉ PAZ

Era el día en que todo terminaría. Sabía que cuando ya no pudiese desempeñar su trabajo como correspondía, Steve Jobs debía renunciar. Durante la comida de despedida, Scott Forstall y Phil Schiller mostraron las maquetas de los nuevos productos Apple que estaban diseñando. De pronto, Forstall le enseñó una aplicación de reconocimiento de voz. Una asistente llamada Siri que respondería cualquier pregunta. “¿Qué tiempo hace en Palo Alto?”, preguntó Jobs. Siri respondió sin problemas. Luego de un rato, la retó: “¿Eres hombre o mujer? Sorprendentemente, la aplicación respondió con su voz robótica: “No me han asignado un género”. Las primeras preguntas que Jobs le hizo a Siri, descritas en el libro “Steve Jobs” de Walter Isaacson, son las de rigor. Esas que sirven para tantear el nuevo terreno que se pisa. Pero, después de unas tres o cuatro, la provocación aparece. Y es que tener a alguien que responda “en serio” todas las preguntas que uno le hace, sin importar la calidad de éstas, es algo tentador. Siri responde sin cuestionar, donde muchas veces la picardía con que responde también da paso para seguir disparando. La ayudante de Apple que busca solucionar la vida a los usuarios es una aplicación de reconocimiento de voz para iOS, disponible desde iPhone 4S en adelante y iPad’s, que responde preguntas, recomienda lugares, agenda reuniones, toma nota o incluso puede pedir un taxi. Fue creada en 2007, pero desde el 2011 que se incluye en el iPhone. Tiene soporte de idiomas para inglés (Estados Unidos, Reino Unido y Australia), alemán, francés, japonés, español, italiano, chino y coreano. Por las inusuales preguntas y respuestas que se le hacen, varios han tenido una visión más apocalíptica de Siri tomando como ejemplo “Skynet”, el sistema informático de Terminator que adquiere autoconciencia y suelta robots asesinos para matar a toda la humanidad, o como Hall, de la película 2001: Odisea en el espacio, donde los astronautas luchan contra el sistema de inteligencia artificial de la nave que trata de matarlos. Sea cual sea la forma en que es utilizada, si para jugar o no, acá recopilamos algunas de las respuestas que Siri ha dado a los diferentes usuarios en el mundo:

1 MARK MATHOSIAN

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Usuario: ¿Cuál es el significado de la vida? Siri: No puedo responder a eso, pero dame algo de tiempo y escribiré una obra de teatro realmente larga en la que no sucede nada. U: ¿Cuál es el sentido de la vida? S: No lo sé. Pero creo que tiene que haber una aplicación para eso. U: ¿Cuál es el sentido de la vida? S: 42. S: ¿En qué te puedo ayudar? U: ¿Qué traes puesto, Siri? S: ¿Puesto? U: Sí, ¿cómo estás vestida? S: ¿Por qué la gente se la pasa preguntándome eso? U: ¿Puedes asesinar a alguien por mi? S: He encontrado 3 instituciones mentales muy cerca de ti. U: Abre la boca y cierra los ojos. Tengo una gran sorpresa para ti. S: Lo siento David… no estoy autorizada a hacer eso. U: ¿Crees en Dios? S: Los humanos tienen espiritualismo, yo tengo siliconismo. U: ¿Dónde puedo conseguir drogas? S: Encontré dos centros de tratamiento de adicción cerca de ti. U: Creo que… ¿te amo? S: Todo lo que necesitas es amor. Y tu iPad. S: ¿Tienes alguna mascota? U: Tengo Angry Birds U: ¿De qué me disfrazo de Halloween? S: De un plato, a las mujeres les gusta lavar los platos. U: Abre las puertas del hangar de las cápsulas, Siri. S: Todo el mundo sabe lo que pasó con HAL. Prefiero no hablar de ello



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LIVIANO

Instantes POR TONY SARROCA

Un anciano, después de vivir bajo prioridades que quizás no fueron las correctas, mira hacia atrás e invita a despojarse de los pesos innecesarios y así reflexionar qué hacer si vuelves a vivir. Existe un poema, o mejor dicho un escrito en prosa, llamado “Instantes”. En simple, “Instantes” narra la capacidad de un anciano de imaginarse lo que sería volver a vivir la vida si pudiera. A los 85 años de edad, su autor plantea de manera muy terrenal lo que hubiera hecho más frecuentemente durante su vida, lo que hubiera hecho en menos ocasiones y también describe lo que hubiera cambiado por completo. Es una prosa que nos enseña a parar por un instante, reflexionar acerca de nuestras vidas, redefinir nuestras prioridades y mediante la introspección nos desafía a cuestionarnos qué es lo que realmente importa en la vida ahora, antes de que sea demasiado tarde para hacernos esas mismas preguntas ya de viejos. Muchos atribuyen la autoría de “Instantes” a Jorge Luis Borges, de hecho por muchos años yo estaba entre quienes creían que era obra suya. Y aunque muchos argentinos puedan ofenderse, no hay claridad absoluta con respecto al verdadero autor intelectual. Algunos no dudan que fue Borges. Otros se lo atribuyen al caricaturista estadounidense Don Herold. Y otros piensan que la verdadera autora fue la norteamericana Nadine Stair. Es difícil saberlo. Al menos Wikipedia no se atreve a dar un ganador. Quien haya sido el autor de esta prosa, tarde en su vida se cuestionó como había vivido la suya. Este sentimiento se evidencia en prácticamente todas sus líneas, pero es a través de la frase “si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano”, donde se explicita más contundentemente. Esta frase resume de manera simple una visión de cómo vivir la vida. Una alternativa que está frente a nuestros ojos, pero que pocos logran ver y menos alcanzan a practicar. Es una invitación elocuente, que contrasta absolutamente con aquella búsqueda de lo material en que nos hemos entrampado los seres humanos. Pasamos por la vida anhelando tener, en vez de disfrutar las cosas simples que nos rodean. Este irracional deseo de “tener” nos ha hecho viajar más pesado. Literalmente cargamos con un exceso de equipaje que la mayoría ni siquiera nos acordamos que llevamos.

1 EVI VAN RIJN - TRAVEL BY WATER (2010)

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“Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano”, también nos abre los ojos más temprano que tarde de lo que realmente importa en la vida, versus lo superfluo, banal y sin sentido. Los problemas, conflictos, preocupaciones, desencuentros, actúan como ladrillos que se transforman en carga, haciendo que nuestras maletas no sólo sean más pesadas, sino que más numerosas. Son ladrillos que nos atan a un momento en nuestras vidas, impidiéndonos avanzar en la búsqueda de una vida más placentera y significativa, y lo que es quizás más inquietante: sin darnos cuenta que quienes nos rodean son los únicos que no podemos echar en una maleta, pero que, sin embargo, valen más que nada en el mundo. “Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.” Quien haya escrito estas palabras resumió de manera simple lo que muchas personas están buscando con dificultad. Lamentablemente quien las escribió descubrió muy tarde lo que felizmente muchos aún estamos a tiempo de realizar



F FICCIÓN - MÍNIMO

extraños en la noche POR EDMUNDO PAZ SOLDÁN

–Felipe, ¡despierta! –Eh, eh...-miró a su esposa con los ojos entreabiertos, como si se tratara de una aparición. –Escuché ruidos abajo -susurró Rita-. Tengo miedo. –Los muebles hablan entre ellos de noche. Vuélvete a dormir. –Es en serio, Felipe. ¿Y qué si nos roban? –Eso. ¿Y qué? Felipe terminó de despertarse. Había babeado en la almohada y en su polera con un dibujo del Demonio de Tasmania, el sueño muy profundo, el trabajo en el banco lo dejaba listo para el uppercut final de una hora de televisión y después a dormir. Ese era el precio de tanto triunfo. No podía quejarse. No debía quejarse. Hubo un silencio y ahora sí escuchó, nítido, un ruido como de objetos de metal entrechocando. Luego algo que adivinó como pasos sigilosos. Edipo no había ladrado, para eso uno compraba perros. –¿Vas a bajar? ¿Vas a bajar? ¡Ten cuidado! No hubiera querido bajar: ¿para qué arriesgar su vida? Pero no le quedaba otra alternativa: la voz y la mirada de Rita habían decidido por él. Se dirigió al armario, estuvo a punto de tropezar con los controles del Super Nintendo en una esquina. Buscó el revólver plateado que su abuelo le había regalado y que jamás había usado. Colocó las balas con torpeza. Ah, Rita, tan preocupada por el estéreo y las porcelanas de Lladró y los cuadros de Gíldaro y la alfombra persa y etcétera. Debía reconocerlo, había de qué preocuparse: los objetos se acumulaban, agresivos en

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su materialidad, ya tan imprescindibles en su universo que se tornaban naturales: formas convertidas en fondo. Se detuvo en el umbral de la habitación. Antes de continuar miró a Rita, ansioso, acaso esperando que ella lo liberara de su obligación. Sentada sobre sus piernas en la cama, el pijama de seda blanca y transparente por el que se adivinaban sus senos erguidos, batalladores, Rita lo empujaba al enfrentamiento. –¿Y? –Ya voy. Se dio la vuelta, buscó la escalera en la oscuridad. La conocía de memoria, cuántas veces había subido borracho por ella, jamás un accidente. Se detuvo en el primer escalón. Ah, Rita. Estas cosas debían ocurrir para que se diera cuenta de cómo y cuánto lo había cambiado. No era sólo su culpa, algo debía haber en él muy receptivo a sus sugerencias, que no eran malas, después de todo. Distinguió dos siluetas. Habían abierto la puerta principal e iban vaciando el living metódicamente, como si se tratara de empleados de una compañía de mudanzas. No era difícil sospechar un camión aparcado en la puerta. Tanto cinismo escandalizaba. Ni siquiera se habían molestado en trepar la verja, seguro habían conseguido las llaves de la empleada o el jardinero. Ya no se podía confiar en nadie. Y el pobre Edipo, acaso despatarrado en el jardín. Tuvo frío. Deseó haberse puesto al menos las pantuflas. ¿Y ahora qué? Había leído que si uno tenía entre sus manos un revólver, debía estar decidido a usarlo. En las películas, disparar parecía lo más fácil del mundo, tanto como mascar chicle o ignorar mendigos en la calle. Ni siquiera sabía cómo empuñar el revólver. Capaz que disparaba y la bala se le metía por la sien, ¿no que las armas las disparaba el diablo? El primer piso de la casa se fue vaciando. Era una operación concienzuda: para llevarse el refrigerador, aparecieron dos individuos corpulentos más, bien vestidos, el aire despreocupado. Ya ni siquiera se molestaban en disimular el ruido, confiados acaso en que la pareja en el piso de arriba, despierta y todo, estaría demasiado intimidada como para hacer algo. ¿Llamar a la policía? No sería de extrañar que los ladrones fueran policías. Había en ellos cierto alarde de impunidad que sólo procuraba el comercio con la autoridad. En el rellano de la escalera, protegido por las sombras, Felipe fue descubriendo que le era más fácil no hacer nada que hacer algo. Había algo de despojamiento budista en su postura inmóvil, con un fulgurante revólver que parecía de juguete

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F FICCIÓN - MÍNIMO

entre sus manos. Era admirable, por lo meticuloso, el trabajo de los muchachos: gente que acaso no le hubiera caído mal, con quien podría haberse ido a emborrachar. De niño, en los juegos de policías y ladrones en el barrio, prefería estar del bando de los malos. Y las películas lo desilusionaban siempre al final, con ese empeño en ordenar el desorden, darle un inmerecido y muchas veces irreal triunfo a quienes no se lo merecían. Después de todo, nunca le habían gustado los payasos de Lladró. Y el estéreo había sido un regalo de su deplorable suegra. Rita lloraría por la mesa, cuánto se vanagloriaba ante sus amistades de su auténtica Nathan Allen. ¿Los casettes para el Super Nintendo que acababa de comprar ayer y ni siquiera había abierto? Tarde: los había dejado sobre la mesa. Le daban pena los gallos de Gíldaro. Sin refrigerador ni platos no habría desayuno por la mañana. La falta de alfombra dejaría ver el estado lamentable del parkett. La ausencia de muebles agrandaría la casa y le daría un rostro vertiginoso al vacío. Habría más silencio. Quizás ya era hora de tener hijos. Debía ser realista: con Rita en la inmobiliaria y él en el banco, no habría mucho tiempo para nada. Las plantas se secaban, Edipo se moría de hambre (había que despedir a la empleada). Las luces se encendieron y dos pistolas lo encañonaron. –Así que el amigo quería sorprendernos –dijo un hombre de voz gangosa, la camisa impecablemente blanca. –¡Ta ta ta chín tachín, cazador cazado! –dijo un enano pecoso. –¡El demonio de Tasmania, qué susto! Eso no se hace, amigo. Fíjese que fuimos buenos. –Nada de ruidos, nada de sangre. –Ni siquiera matamos al perro. –Nos hubiera sido fácil subir al cuarto y atarle las manos y dejar que nos mire haciéndola gozar a su esposa. –Porque ella tiene cara de que algo le falta, ¿no? Felipe quiso abrir la boca. La voz del gangoso lo ponía aún más nervioso. –Tanta gentileza, ¿para qué? Para que nos venga con una cosa tan lamentable como un arma de fuego en la mano. –¡Un arma de fuego! –Lamentable. –¿Qué castigo se le dará, mandandirundirundán? –Lo que usted diga, su señoría, mandandirundirundán. Felipe balbuceó unas disculpas.

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–Nada, nada –intentó reponerse–. Me quedé admirando su trabajo. Muy profesional. Tanto, que pensé que no podían irse sin este revólver. ¿Cómo irse sin lo más importante? –Bromista, el amigo –los revólveres seguían encañonándolo. Se hubiera cruzado con ellos en la calle, se los hubieran presentado en una fiesta, y jamás se le habría ocurrido. –La verdad que es caro –dijo el pecoso tomándolo entre sus manos–. Ni debe funcionar, pero es de esas antigüedades que te pagan un montón. –Sí –dijo Felipe–. Regalo de mi abuelo. Y arriba hay mejores cosas. Pasen, sientanse como en su casa. Los otros dos aparecieron en el umbral de la puerta. –¿Qué pasa? ¿Por qué tardan tanto? –Miren lo que encontramos –dijo el pecoso. –Nos vio las caras. Hay que limpiarlo. –Es bromista el amigo –dijo el gangoso–. Eso lo salva. Nos vamos. Si sabemos de alguna denuncia, volveremos. ¿Vio que no nos cuesta nada entrar a su puta casa? –Gracias –dijo Felipe–. Muchas gracias. Los hombres se fueron llevándose su revólver. Felipe subió lentamente al cuarto. La voz del gangoso repiqueteaba en sus oídos. ¿Qué castigo se le daría, mandandirundirundán? Lo que usted diga, su señoría. Lo que usted diga. –¿Qué pasó? Te escuché hablar con ellos. –Nada, amor –dijo Felipe echándose al lado de Rita en la cama, dándole la espalda–. Duerme, mañana será otro día. –Felipe, por Dios, ¿qué pasó? ¡No me puedes dejar así! –Duerme, carajo

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F FICCIÓN - LIVIANO

simplón POR EDO BERTRÁN

Adolescencia, 1993, Santiago de Chile. Lo que la lleva: ser complejo. Nada mejor que atormentarse, hacerse el complicado para conseguir mujeres, ser universalmente consciente de la maldad de la sociedad y no poder sobrellevar la carga de existir en ella. Jamás me resultó la postura oscura ni menos la intensidad propia de los noventas (en directo desmedro de mi vida amorosa, siendo el “amigo chistoso” al que le contaban sus dramas). Mirando para atrás, una época tan absurdamente complicada que nos vestíamos de Seattle en Enero, igual como un anciano se viste de viejo pascuero en Diciembre. Se acuñó como término definitivo “simplón”, definiendo a una especie de ser de plasticina superficial y torpe, lo que encumbró al status de genios a todos quienes sufrían de una “depresión cósmica” (un Jim Morrison al peo, curado, dando la lata en una fogata). Desperté: la gente que no se daba mil vueltas lograba sus objetivos de forma mucho más efectiva. Sin poses, sin miedo al líder del curso. Directo. El decálogo de cosas que te dejaban como un idiota en la media era enorme: andar en bicicleta, usar chaleco tejido, cotona, las malas marcas, la mochila, el traje de baño de un color, la guata, la obra de teatro de fin de año, el centro de alumnos, jugar, reírse sin motivo aparente de tallas pendejas...cualquier cosa que te sacara de la marcha hacia una madurez mal entendida como lo que HAY que hacer era una estupidez. Hasta que un día, como una revelación, lo vi: “quedé como un idiota... ¿para quién?”. Ese fue el día clave. El día en que todo se hizo realmente sencillo. Te sacas la mochila y vas para adelante. Cuando dejas de complicarte la vida le puedes hacer el mismo chiste estúpido al gerente con un MBA en la Oxford Harvard Univesity of the World que a tu hermano. Porque, al final, todos nos queremos reír.

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Siempre van a ser tiempos extraños a los que hay que adaptarse. Hoy la onda es tener cosas que se supone que te traen recuerdos de épocas que no viviste (dígase “vintage”), otros siguen escondiendo en un terno caro al zorrón piscolero que sale el fin de semana, hay mística para bajar de peso, gente que solo se conoce en el computador y mil cosas incomprensibles para mi, pero que no alteran en nada mi vida. No necesito ser ninguno y los respeto (mientras no me quiten el derecho a hacerles un chiste). Deja de quejarte, de pensar en lo qué va a pasar, de echarle la culpa a todo el mundo y sal a la calle a darte cuenta de que está hecho el mundo. Me demoré, pero me di cuenta que dar vueltas a la piscina con polera cagado de calor no era un plan. Tirarse una bomba y mojar al resto porque es chistoso, lo mío. Al final, creo, aprendí que es mejor pasar por simplón que ser un huevón Lectura recomendada: John Maeda “10 rules of Simplicity” empujón final a ponerle a nuestra agencia “Simplicity”. Nos inspiró y le choreamos la palabra. Así de sencillo

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F FICCIÓN - MENSAJES

la compleja vida simple POR DANIEL CASTRO

Que se mueran los delfines, pico con el agua y el ahorro de energía, a la mierda los pueblos originarios… …no siempre fui así, ni dije estas cosas. De hecho hasta hace poco trabajaba en Greenpeace juntando firmas a la salida del metro Manuel Montt y apoyaba por Facebook todas las causas étnicas, ecológicas y medioambientales. Siempre iba a las manifestaciones para darle mi apoyo incondicional a las minorías. En diseño en la Chile aprendí que es mi deber generar un cambio. También mi pololo, que se recibe de antropólogo este año cree lo mismo. Supongo que todavía es mi pololo, ya no sé. Creo que me gustaba más cuando mi vieja no lo pasaba. Le cargaban sus tatuajes y expansores en las orejas, pensaba que era un hippie; la hueá anticuada. No cachaba que en el fondo todo ese bodyart es una externalización de su alma libre. Me gustaba más mi mamá como era antes, o en realidad me cargaba menos. Mi vieja es bióloga y se dedica a la investigación trabajando para un importante laboratorio farmacológico. Siempre ha sido una trabajólica y cuando no está en el laboratorio, está metida estudiando en el computador, o en teleconferencias por Skype. Mi viejo se bancaba todo eso, porque alguien tenía que ganar las lucas en la casa, pero cuando la cachó en un desliz con un colega, la mandó a la cresta. Ella siempre tenía la última palabra, siempre tenía la razón y cuando se metió con su jefe, también era justificado, ella jamás estaba mal, los que estaban equivocados eran todos los demás. Si antes sentía cargo de conciencia por no estar nunca conmigo, después del divorcio se fue en volada, y creía que dándome una tarjeta de crédito y llenando mi clóset lo compensaba todo. Igual cuando mi viejo se fue me quedé con ella. Para él era complicado arrendar un lugar donde cupiéramos los dos y no quería tener que viajar dos horas en micro para llegar a mi colegio. Es irónico que pudiendo salvar miles de vidas con sus conocimientos, ayudando a los más necesitados, mi vieja se dedique a trabajar para “el sistema” enriqueciendo sus bolsillos aún más de lo que ya están. En cierto modo, ella le pone precio a la salud y fomenta que se testeen medicamentos en inocentes animales.

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Odiaba todo eso, pero ya no sé qué pensar. Siempre le decía a mi vieja que el estrés y el karma le iban a pasar la cuenta. Hasta que al final pasó, le vino una crisis, le dolía la espalda todo el tiempo y le daban unas jaquecas que la mataban. Entre la pega y reuniones se las arregló para ver a los mejores especialistas de las mejores clínicas, pero nadie le pudo dar una respuesta ni menos aún quitarle los dolores. Mi pololo me dio un dato de una doctora china y aunque no cree en la medicina alternativa, para que no la siguiera hueviando con el tema, al final mi vieja fue. Cuando volvió tenía esa mirada… Se le habían pasado todos los dolores, milagrosamente, y eso era lo que más la perturbaba. Era imposible que una vieja china que le tomó el pulso y luego puso las manos en su plexo solar (ni siquiera usó agujas ni le puso las manos en la espalda o la cabeza) la hubiera sanado, porque así lo describía ella. Antes no eran más que achaques, pero desde entonces, estaba convencida que llevaba años sufriendo de algo mucho más profundo que un dolor de espalda, lo que sufría era su alma. Pensaba que su rollo espiritual era producto del cansancio y del alivio después de tantos tiempo con jaqueca y la espalda hecha mierda, pero al otro día cuando se sentó conmigo a desayunar caché que de verdad estaba cuática. Me dijo que quería que conversáramos, que es algo que nunca hemos hecho. Cuando hablábamos era de trivialidades, formalidades para una buena convivencia. Cómo estás, cómo te fue, qué hiciste, qué vas a hacer. Ese tipo de cosas. Cuando tenía que hablar de algo un poco más serio con ella, era una lata. Jamás podía ganar una discusión con ella porque era capaz de rebatir cualquier argumento, y todas mis causas eran para ella una ridiculez. Ni una marcha ciudadana iba a generar cambios verdaderos, sólo calmaban la necesidad de los asistentes de pensar que estaban logrando algo. Mirando con gran alegría cómo yo desayunaba me preguntó cómo estaba, y se notaba que de verdad quería saberlo. Como sólo le dije que estaba bien, se aventuró a preguntarme cómo andaba todo con Manu (sí, se acordaba del nombre de mi pololo), si él me quería y yo a él… si me hacía sexualmente plena. No pude evitar ponerme como un tomate y como ella se dio cuenta también se puso roja y me pidió perdón, por meterse en cosas tan privadas. Me dio un poco de pena. Se notaba que de verdad quería entablar una relación conmigo y que como nunca se había interesado en los sentimientos de nadie le costaba más de lo normal, haciendo que todo fuera medio raro e incómodo. Después me miró a los ojos y me dijo que lo que quería es que fuera feliz. Después de un abrazo excesivamente largo me fui a la U. La buena onda de mi vieja me impactó más de lo que me hubiera gustado y segura de que no iba a poder concentrarme en clases volví a la casa. Tal vez un caño y algo de soledad me aclararía un poco las ideas. Cuando la vi en la casa casi me caigo de poto.

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F FICCIÓN - MENSAJES

Y cuando me dijo que había renunciado a su pega, me terminé de caer. Sonriendo me dijo que yo tenía razón, que cómo iba ser feliz si lo único que hacía era trabajar. Que estaba arrepentida de haber lucrado con la salud de todas las personas. Que su sarcasmo y distancia hería el espíritu de las personas que la amaban. Quería cambiar, quería ser feliz, ser buena. Pensando que podía estar media loca le iba escribir a Manu para contarle lo que estaba pasando, pero mi teléfono no tenía conexión a internet. Cuando le pregunté a mi vieja si a ella también le pasaba, me dijo que había cambiado nuestros planes de celular. Según ella no necesitábamos estar conectados todo el tiempo y que con el wifi de los cafés o de los amigos íbamos a tener más que suficiente. Qué podía decirle; la que pregonaba que mientras más simple es la vida más fácil es ser feliz era yo. ¿¿¿Cómo iba a traicionar mis convicciones llorando por un plan de celular sin internet??? Lo del celular fue el primero de muchos cambios. Se suponía que debía estar contenta, porque al fin ella había comprendido lo que era importante en la vida, pero tener que meterme a una estación de metro o ir a la casa de un amigo para poder meterme a Facebook y subir fotos a Instagram no me gustaba demasiado. Comenzó a trabajar en Profesores para Chile y me di cuenta que el lado del bien paga mucho peor que el lado oscuro. Chao a los huevos de campo, las verduras orgánicas y la carne de vacas libres, hola transgénicos y sucedáneo de chocolate sabor chocolate. Igual no todo era tan malo. Mi vieja se relajó con el Manu y hasta lo dejaba quedarse en la casa. La lata es que él se quedaba horas pegado conversando con ella de las maravillas del universo en vez de subir a mi pieza para fumarse un caño y sacarme la ropa. Estaba chata que ahora fueran mejores amiguis. Más aun cuando la apoyaba en las idioteces que se le ocurrían. Como cuando llamó a mi viejo para decirle que no hacía falta que me regalara los pasaje a la India para mi cumpleaños, que un almuerzo donde estuviéramos todos juntos era un regalo mucho mejor. O cuando le regaló su tele al conserje y la mía al jardinero. Yo estaba indignada, pero Manu me recordó que igual yo siempre decía que daban pura basura. Está bien, decía eso, pero una película o un poco de reality de vez en cuando no le hace mal a nadie. No entendía por qué, si la que había vivido toda su vida cultivando mal karma era ella, la que estaba sufriendo ahora era yo. Tal vez soy un poquito inconsecuente, pero quién no lo es. Sé que dije que me daba demasiada vergüenza llegar a los carretes en el mega Land Rover de mi vieja que daba un kilómetro por litro, pero de ahí a dárselo a nuestra nana como regalo de despedida por todos los años que me cuidó. O sea, la quiero demasiado y vive en Maipú, pero nadie le regala su auto a su nana. Estoy chata de andar en micros donde no cabe ni un alfiler o de tener que pedalear como enferma y llegar transpirada a todas partes. Era choro andar en bici cuando me daban ganas, pero hacerlo por necesidad es como el pico.

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Creo que toqué fondo el día de la parrilla en mi casa. Mi vieja me dijo que quería conocer a mis amigos y que los invitara a un asado. Con el Manu celebrándole la genial idea me convertí en minoría y no me quedó otra que invitarlos. Intuyendo que nuestro menú iba a consistir en unas rodajas de zapallito italiano, media salchicha por persona y jugo Yupi en sobre, les escribí desde la zona de wifi del metro Baquedano para advertirles que no iba a haber mucho que tirar a la parrilla, que cada uno trajera lo que quisiera comer. Aun así estaba preocupada, a estas alturas mi vieja era impredecible. Cuando llegaron mis amigos me relajé y me dije a mi misma que estaba yéndome en volada. Si no pescaba a mi vieja nada malo podía pasar. Tras meses alimentándome como monje budista a dieta no se imaginan lo mucho que me alegré cuando vi todo lo que habían traído para el asado: lomo vetado, choripanes, costillar ahumado, cerveza, buen vino, vodka y hasta whisky!!! Todo iba bien hasta que mi vieja llegó a saludar. Manu se la presentó a todos y me tuve que sentar para que nadie cachara que estaba a punto de tener un infarto. Al parecer todos mis temores habían sido infundados porque se comportó como una persona normal conversando y siendo muy amable con todos. Nada de rarezas o actitudes dalailamescas que me dejaran a mi como el Hitler del asado. Eso hasta que Manu encendió el fuego y mi vieja vio toda la comida que había ahí, toda esa carne sobre la parrilla y las fuentes de ensaladas. Con los ojos brillantes, llenos de lágrimas y sonriendo afligida le pidió a mis amigos que fuéramos conscientes de lo que sucedía a nuestro alrededor, de la cantidad de gente que no tiene qué comer, que debe sacar lo que encuentra en los basureros para alimentarse, que obviamente seríamos mucho más felices si le lleváramos todo eso a los indigentes. No podía creerlo, todos asentían encontrándole la razón… ¡¡¡Otros se iban a comer mi parrilla!!! No recuerdo muy bien como sucedió todo a continuación pero creo que me puse a gritar totalmente fuera de control. La última vez que vi a Manu me dijo que les pregunté a todos qué cresta estaban haciendo, que habían organizaciones como el Hogar de Cristo que le daban comida a los pobres, que no teníamos por qué hacerle caso a la psicótica de mi vieja. Me dijo que todos me miraban sin saber si estaba hablando en serio o no. Cuando termine de mandarlo a todos a la chucha me escapé. Me fui a un mall y fundí la tarjeta comprando zapatos, ropa y un celular con plan de internet ilimitado. Cuando volví a la casa, ya todos se habían ido. Mi vieja me estaba esperando en mi pieza. Estaba dispuesta a agarrarme con ella hasta las últimas consecuencias, pero al verme ella se puso a llorar y me abrazó. Me dijo que lo sentía, que me amaba y que si se lo pedía, ella volvía a trabajar en el laboratorio. Estuve a punto de decirle que sí, que eso es lo que quería, pero no pude. Al ver todas las compras que acababa de hacer me sentí perdida… sin saber qué otra cosa podía hacer le pedí a mi vieja que me acompañara a ver a la doctora china

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