La meta un proceso de mejora continua es scribd com 189

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conseguimos otro mes bueno, mantendría la fábrica abierta. Estamos a punto de conseguirlo, de sacarla adelante. Sólo un mes más. ¡¡Un 15 por 100!!, pienso. Me pregunto si lo conseguiremos. Nos hemos estado alimentando de las reservas de pedidos atrasados. Eso nos ha permitido sacar un tremendo volumen de productos, tremendo en comparación con cualquier cifra anterior, mensual, trimestral e, incluso, anual. Y, por tanto, un incremento grande de ingresos, lo que resulta fantástico para los informes. Pero ahora que hemos servido todos los pedidos atrasados y que servimos sin apenas demoras... No me quito de la cabeza que me enfrento a una peligrosa situación. ¿De dónde demonios saco yo los pedidos necesarios para aumentar mis ingresos en un 15 por 100? Lo que me está exigiendo Peach no es otro mes de buenos resultados, sino un mes de increíbles resultados. Y, mientras él no ha prometido nada, yo sí he prometido. Probablemente, demasiado. Mentalmente, repaso el volumen de pedidos para las próximas semanas y el incremento necesario de ventas para cumplir ese fatídico aumento del 15 por 100 que Peach quiere ver. Un frío pensamiento me dice que no es posible. Puedo, eso sí, adelantar los pedidos de julio a junio. Al menos, las dos primeras semanas. Pero, ¿luego? Llevaría la fábrica a un agujero en el que no tendríamos nada que llevarnos a la boca. Lo que necesitamos son más pedidos. Me gustaría saber dónde localizar a Jonah. Un vistazo al cuentakilómetros me indica que voy a más de 130 por hora. Levanto el pie del acelerador y el coche aminora. No tiene sentido que me estrelle intentando batir un récord por llegar antes a la fábrica. Además, para entonces ya será hora de volver a casa. En ese momento paso una señal que indica un desvío a tres kilómetros hacia Forest Grove. Bien, ¿y por qué no? Hace un par de días que no veo ni a Julie ni a mis hijos. Desde el comienzo de las vacaciones, los niños están con ella y sus padres. Tomo el desvío y salgo de la autopista. Antes de llegar, me detengo para telefonear desde una gasolinera. Fran coge el aparato y le pido que comunique a Stacey, Ralph, Lou y Bob que la reunión ha sido buena para nosotros y que no me esperen esa tarde. Tampoco puedo ser más prolijo ni quiero reflejar en ese momento los temores que me asaltan. En la casa de los Barnett se me recibe con los brazos abiertos. La tarde parece mi aliada para hacer agradable el encuentro, y el cálido verano nos envuelve a Sharon, a Dave y a mí mientras nos abrazamos y oigo complacido que Julie me propone pasear con ella. Sharon me susurra al oído: — Papá, ¿cuándo nos vamos todos a casa? — Espero que muy pronto — me oigo responder a mí mismo, como si tuviera alguna razón para saberlo, cuando, en realidad, es una pregunta que no ceso de hacerme y cuya contestación no puedo conocer. Pero la niña se queda, sin duda, más tranquila, y Julie y yo iniciamos nuestro paseo por el parque, que nos lleva hasta el último banco, junto al río. Permanecemos callados un rato, lo que no debe ser muy normal en mí, en tales circunstancias, porque pronto Julie me preguntó si me sucedía algo. Le conté la pregunta o, más bien, el deseo que Sharon acababa de formular. — A mí también — dice ella — , no hace más que preguntármelo. — ¿De veras? ¿Y tú qué le contestas? Que espero que muy pronto. Me echo a reír. — Eso es precisamente lo que yo le he dicho. Y tú, ¿se lo dijiste sinceramente? Se queda en silencio unos instantes. Por fin, sonríe y me dice en tono sincero: — Lo he pasado muy bien contigo en las últimas semanas. — Gracias, el sentimiento es mutuo. Siento cómo su mano se cierra sobre la mía. — Yo..., lo siento, Al, todavía tengo miedo de volver a casa. — ¿Por qué? Últimamente nos hemos llevado tan bien. ¿Qué es lo que temes? — Escucha, para variar, hemos tenido unos días muy buenos, y lo agradezco, porque de veras lo necesitaba. Pero si regreso, ya sabes lo que volverá a ocurrir. Las cosas marcharán bien al principio, pero ¿y dentro de una semana? Volverán las mismas discusiones y será peor dentro de un mes, aún peor dentro de un año... Ya sabes lo que quiero decir. — ¿Te ha ido tan mal viviendo conmigo? — Al, no es que me haya ido mal sino..., no sé..., que no me prestabas ninguna atención. — Pero es que tenía unos problemas muy graves en la fábrica. Hubo una época en que estaba fuera de mí. ¿Qué


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