Codigo Da Vinci

Page 167

letras del abecedario. Al verlas, se acordó de uno de sus juguetes de cuando era niño: un tubo con letras que se movían y que permitían formar palabras. —Es increíble, ¿no? —murmuró Sophie. Langdon alzó la vista. —No lo sé. ¿Qué diablos es esto? Los ojos de Sophie brillaron. —Mi abuelo se dedicaba a fabricarlos; era un pasatiempo para él. Son un invento de Leonardo da Vinci. —¿De Leonardo? —repitió en voz baja Langdon, fijándose de nuevo en el cilindro. —Sí, se llaman criptex. Según mi abuelo, el modelo original se conserva en uno de sus diarios secretos. —¿Y para qué sirve? Teniendo en cuenta los acontecimientos de la noche, Sophie sabía que la respuesta podría tener implicaciones interesantes. —Se trata de una especie de caja fuerte que sirve para guardar información secreta. Langdon se mostró muy sorprendido. Sophie le explicó que uno de los pasatiempos favoritos de su abuelo era fabricar réplicas de los inventos de Leonardo. Con su gran habilidad para las manualidades, se pasaba horas trabajando la madera y el metal en su taller, y disfrutaba mucho imitando a maestros artesanos; a Fabergé y a muchos otros, y también a Leonardo, mucho menos depurado pero bastante más práctico. Una mirada somera a los diarios del pintor bastaba para revelar por qué aquel genio era tan famoso por su poco interés en los acabados como por la genialidad de sus ideas. Da Vinci había realizado bocetos de cientos de inventos que nunca había llegado a materializar. Y una de las distracciones más queridas de Saunière había sido hacer realidad sus ocurrencias más inspiradas: relojes, bombas de agua, criptex y hasta la miniatura articulada de un caballero francés de la Edad Media, que ocupaba un lugar destacado en su despacho del Louvre. Diseñado por él en 1495 como plasmación de sus anteriores estudios de anatomía y quinesiología, el mecanismo interno de aquel caballero-robot contaba con unas articulaciones y tendones muy precisos, y era capaz de sentarse, mover los brazos y la cabeza, gracias a un cuello flexible, así como de abrir y cerrar la boca con exactitud anatómica. A Sophie siempre le había parecido que ese caballero articulado, con su armadura, era el objeto más hermoso que su abuelo había hecho nunca... hasta que vio el criptex de la caja de palisandro. —Me hizo uno como éste cuando era pequeña —dijo Sophie—. Pero nunca había visto uno tan grande y tan ornamentado. Los ojos de Langdon seguían fijos en el contenido de la caja. —Pues yo nunca había oído hablar de los criptex. A Sophie no le sorprendió aquella confesión. La mayor parte de los inventos de Leonardo no se había estudiado, y casi ninguno tenía nombre. Era posible que el término «criptex» fuera una invención de su abuelo, y en cualquier caso era muy adecuado para referirse a un objeto que recurría a la ciencia de la criptología para proteger una información escrita en el rollo de papel que contenía, llamado codex. Sophie sabía muy bien que Da Vinci había sido un pionero de la criptología, aunque eso era algo que raras veces se le reconocía. Los profesores de la universidad en la que estudiaba Sophie, cuando presentaban métodos informáticos de encriptación pensados para la transmisión segura de datos, 167


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.