14
—¿Y esto? —¿Cómo se llama? —Charles Baudelaire. Su vida. —A ver, alcanzá. —Parece una bibliografía. No vale nada. Al azar entreabrí el volumen. —Son versos. —¿Qué dicen? Leí en voz alta: Yo te adoro al igual de la bóveda nocturna ¡oh! vaso de tristezas, ¡oh! blanca taciturna. “Eleonora —pensé—. Eleonora.” [...] —Che, ¿sabés que esto es hermosísimo? Me lo llevo para casa. [...] Enrique en el escritorio acomodaba los volúmenes y echaba un vistazo a sus páginas [...], cuando en el pasillo reconocimos los pasos de Lucio. Se presentó con el semblante desencajado, gruesas gotas de sudor le perlaban en la frente. —Ahí viene un hombre... Entró recién... apaguen. Enrique lo miró atónito y maquinalmente apagó la linterna; yo, espantado, recogí la barra de hierro que no recuerdo quién había abandonado junto al escritorio. En la oscuridad me ceñía la frente un cilicio de nieve. El desconocido trepaba la escalera y sus pasos eran inciertos. Repentinamente el espanto llegó a su colmo y me transfiguró. Dejaba de ser el niño aventurero; se me envararon los nervios, mi cuerpo era una estatua ceñuda rebalsando de instintos criminales, una estatua erguida sobre los miembros tensos, agazapados en la comprensión del peligro.
iv Judas Iscariote Una vez solo, varios temores se levantaron en mi entendimiento. Yo vi mi existencia prolongada entre todos los hombres. La infamia estiraba mi vida entre ellos y cada uno de ellos podía tocarme con un dedo. Y yo, ya no me pertenecía a mí mismo para nunca jamás. Decíame: —Porque si hago eso destruiré la vida del hombre más noble que he conocido. Si hago eso me condeno para siempre. Y estaré solo, y seré como Judas Iscariote. Toda la vida llevaré una pena. En realidad —no pude menos de decirme— soy un locoide con ciertas mezclas de pillo; pero Rocambole no era menos: asesinaba... yo no asesino.
E11-19299.indb 14
10/13/11 12:37:04 PM