El monstruo ridículo Esa noche, Polikarpio estaba decidido a salir a dar una vuelta por Flores. Quería estrenar los zapatos que le habían regalado para su cumpleaños y dar unos buenos sustos a los vecinos de su barrio. Estrenar zapatos era emocionante, pero más emocionante todavía era estrenar sus doce años, edad en que los monstruos como Polikarpio empiezan a salir a asustar solos. Así que se miró al espejo para ver si estaba bien feo, se despeinó un poco y buscó su saquito más horrible (una cosa es ser monstruo y otra es pasar frío y andar con los mocos colgando; “eso es un asco”, decía siempre su abuela Nunke). La cosa es que Polikarpio había quedado en encontrarse con un par de monstruos amigos en la esquina de Yerbal y Bolivia. Como se le estaba haciendo tarde, salió de su casa tan apurado que cerró la puerta y después se dio cuenta de que ni siquiera había hecho pis antes de salir. –No importa –dijo–, cualquier cosa hago por ahí.
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