MIQUEL S. GROS I PUJOL
Señor Jesús, que sois la corona de los santos, al bendecir esta corona santificadla, a fin de que sirva para adornar vuestra casa y sea a honor vuestro un adorno del altar; captad con rostro jubiloso y piadosa benignidad esta ofrenda de manos de los oferentes. Amén12. Con este texto queda claro que la corona debe servir para adornar la casa de Dios, y especialmente su altar. También se especifica que se trata de una ofrenda votiva hecha directamente a Jesucristo, quien, al recibirla, se sentirá jubiloso y mostrará su benignidad y su bondad hacia el donante. Es muy posible, aunque indemostrable, que este texto sirviera para bendecir las coronas de Guarrazar y de Torredonjimeno cuando fueron ofrecidas a sus respectivas iglesias, porque, como hemos dicho, no conocemos ningún otro.
Antifonario del Abad Ikila, obra de Totmundo. Miniatura que ilustra el “Officium in ordinatione sive in natalicio regis” Segunda mitad del siglo X. Monasterio de San Cipriano (León). Museo Catedralicio-Diocesano. Catedral de León
dición de una nueva cruz y la de las simientes antes de ser sembradas11. Forma parte, pues, del grupo de bendiciones de los objetos y espacios sagrados necesarios para el culto, como la patena, el cáliz, las campanas y las pilas bautismales. El fondo primitivo de este bendicional no es propiamente hispánico sino galicano, porque algunos de sus textos ya se encuentran en el Misal de Bobbio, de aproximadamente el año 700, y más tarde aparecerán en los sacramentarios gelasianos llamados del “siglo VIII”, que son ciertamente libros litúrgicos creados en las Galias hacia el año 750 al introducirse los ritos romanos bajo la protección de la familia real carolingia. Pero como nuestra oración no aparece en ninguna de estas recopilaciones litúrgicas, hay la posibilidad de que se trate de un texto hispánico inserido en el antiguo bendicional galicano. El texto es bastante sencillo y dice:
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Sobre el momento de la celebración litúrgica en que se ofrecían las coronas, hay que pensar que era antes de iniciar la celebración eucarística, para poderla colgar a continuación, o bien después de las lecturas, en el momento del ofertorio del pan y el vino. Es difícil definirse sobre esta cuestión, porque el tema de cómo y cuándo se hacía el ofertorio en la antigua liturgia hispánica todavía no ha sido bien estudiado y es posible que a lo largo de los siglos VVIII se siguieran distintas costumbres. Se ha discutido mucho sobre si la imposición de la corona formaba parte del rito de la consagración real, aunque actualmente existe la tendencia a negarlo. El desconocimiento de las oraciones, con las correspondientes rúbricas que necesariamente debían de acompañarlas, impide saberlo con seguridad. Del rito sólo conservamos los cantos del oficio divino y de la misa y las tres lecturas de este día señalado. Los cantos se encuentran en el Antifonario hispánico de la catedral de León, donde llevan el título de Officium in ordinatione sive in natalicio regis13. Se encuentran situados entre el Officium in ordinatione episcopi y las antífonas para recibir solemnemente al rey cuando regresaba, debe entenderse de su residencia toledana. Curiosamente,