Valle del Amanecer

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Narradores de leyendas, mitos, cuentos, valores y costumbres del Otavalo de ayer.

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“VALLE DEL AMANECER‘’

Tradiciones orales, contándolas nuestra cultura se mantiene

‘’Los únicos bienes intangibles son los que acumulamos en el cerebro y en el corazón; cuando ellos faltan ningún tesoro los sustituye” José Arquitectos.

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Valle del Amanecer es una revista singular, recopila algunas tradiciones orales narradas por familiares y ciudadanos oriundos de la ciudad de Otavalo, quienes conocen sobre las leyendas, mitos, cuentos, etc que son característicos de esta localidad, todas estas narraciones desde sus propias experiencias, reflexiones y sentimientos. Considerando que, la tradición oral se halla enmarcada por la particularidad del relato y quien lo narra; la forma única que tienen las personas de

contar historias o leyendas, puesto que, un mismo evento puede ser expresado de diferentes maneras al contarlo. Todo esto dentro de un mundo real o irreal pero que están entrelazadas para que las personas comprendan eventos específicos, que son parte del ayer y hoy de los pueblos. La cultura de los pueblos está atada no solo a su vestimenta, idioma, ubicación geográfica sino que va más allá, para mantener viva su identidad cultural y que sea transmitida no solo a propios y extraños ya sean locales, nacionales o extranjeros es que también existen tradiciones, que son creadas con el propósito de fomentar esa difusión de sus rasgos identitarios y se propague la cultura nativa de una localidad.

Las historias narradas o desde la oralidad permiten conocer un cúmulo de eventos que son parte de ese conglomerado de vivencias o hasta un histórico que permiten promover y preservar la cultura intangible de este cantón o de cada rincón de un determinado lugar. Una forma de que la cultura no se pierda es a través de esa acertada difusión de estas tradiciones contadas y matizadas que han venido de generación en generación para alimentar y fortalecer ese sentimiento de unidad, fuerza, pero sobre todo reconocimiento como un todo a los otavaleños. Gabriela Burga EDITORA GENERAL

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Contenido Dirección Gabriela Burga Diseño y Diagramación Editorial Luciérnaga © de esta edición Editorial Luciérnaga Fotografía Dario Ruiz

Primera edición enero 2021

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la previa autorización escrita por parte de la editorial. Edición Digital

12 Leyenda del Duende en Otavalo 14 Leyenda El ojo de la Fuente de Punyaro 16 Apagavelas y Patojos 20 Tres Cristos Hermanos 30 Leyenda El Kurikingui 33 Los Remaches 34

El Taita Manuel Imbabura

41 El Lechero

Otavalo, Imbabura, Ecuador

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Otavalo, uno de los seis cantones de la provincia de Imbabura. Esta encantadora ciudad conocida como "Capital Intercultural del Ecuador”, se estableció como ciudad el 31 de octubre de 1829, toda su estructura social construida por la cultura, tradición, gastronomía, atracciones turísticas, personajes y leyendas, sin embargo, la esencia intercultural de Otavalo está en su gente.

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La leyenda del duende en Otavalo Mientras la leyenda siga viva él también

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n Imbabura hay muchas leyendas y tradiciones unas son muy hermosas y otras son bastante espantosas, Otavalo cuenta con ríos, fuentes y cascadas que son espléndidos durante el día. Sin embargo, en la noche se vuelven funestos, son sitios que daban temor y a la vez infunden respeto estas vertientes de agua como cascascadas, fuentes y pogyos. La leyenda del Duende en Otavalo, está protagonizada por un ser que acosaba y conquistaba a las doncellas indígenas que se caracterizaban por su cabello negro y largo, además, sus ojos debían ser picarescos, sus cejas negras y espesas, los labios carnosos y provocativos, de amplias caderas y sobre todo que caminen por sitios apartados y solitarias sin compañía. Era entonces que aparecía, se presentaba a las bellas mujeres

convertido como un hombre pequeño, robusto, de apariencia simpática, cara muy bonita y de mirada profunda e intrigante; vestía siempre un pantalón blanco, una amplia camisa que disimulaba su gran miembro, este rodeaba la cintura a manera de correa. También se singularizaba por usar un sombrero negro que cubría su cabeza y sobre su hombro izquierdo tenía colgado un largo y fuerte látigo. Las señoritas no se podían resistir y se entregaban al duende, las mujeres que tenían relaciones sexuales morían desangradas, pero si el duende se encontraba con un hombre le propinaba tremendos puñetazos en la cara y le azotaba con el látigo en los ojos. La curación de esto le atribuían a un shaman, quien con los secretos de la naturaleza podía curar y limpiar las heridas 13


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a Fuente de Punyaro está situada al sur occidental de esta ciudad, Otavalo, actualmente este lugar se encuentra poblado y cubierto por el desarrollo urbano de la misma. Numerosas son las leyendas que hay entorno a la Fuente de Punyaro, agua que proviene de la laguna de Mojanda; se dice que a raíz del terremoto que se vivió en agosto de 1868 sus vertientes se secaron por algún tiempo. Cuentan que, de forma repentina, empezó a emanar el líquido vital en mayor cantidad y fuerza de uno de sus ojos que presentaba considerable turbulencia. El agua salía en forma de chorro, este se elevaba varios metros de altura lo cual impedía que los indígenas de Punyaro salieran de su comunidad; sin embargo, buscaban formas para hacerlo como, pasando por un camino que estaba al borde de la fuente, esto producía mucho miedo 14

porque la fuente se ponía “brava”. Ese temor era constante porque cuando uno de los ojos de agua lanzaba un fuerte chorro de agua se tragaba a las personas que pasaban por ahí, otras se ahogaban en sus aguas aunque, aseguran que esto sucedía porque “estaban chumados”, eso ocasionaba que se caígan y ahoguen. Algunas personas cuentan que un brujo encegueció al ojo para que calme su enojo y no atraiga más gente que pase por ahí. Resulta claro que, esto se atribuía a seres sobrenaturales, por eso, un cura fue a botar agua bendita. Por su parte, los indígenas quemaron una roca caliente y le botaron en el ojo de agua maligno. Quienes presenciaron, dijeron que escucharon un ruido fuerte y que botaba mucho pero mucho vapor. Hoy en día es un ojo de agua que ha formado una pequeña laguna.

Leyenda El ojo de la Fuente de Punyaro

Tradiciones que nos llenan de curiosidad, buscando la verdad.

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Apagavelas y Patojos Ya te irás dando cuenta

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los otavaleños se les atribuye de “apagavelas” y a los ibarreños de “patojos”, sobre el origen de estos apodos se tejen tres versiones, salvo la explicación de los propios ibarreños. El experto Álvaro San Félix, en su obra “En lo Alto Grande Laguna” narra una anécdota protagonizada en la ciudad de Ibarra por tres distinguidos otavaleños, Don Ulpiano Benítez, Don Amador Dávila, el Pilico y el Chuquía: “ El 24 de mayo de 1910, cuando muy elegantes y con deseos de divertirse se marcharon a Ibarra para jugar baraja. Ya en la ciudad Blanca se encontraron con algunos ibarreños donde Taita Dios de Pinllo, dueño de un boliche en la Merced, luego de las primeras copas comenzó el juego. Una hora después los otavaleños habían ganado todo el dinero de los contenedores, quienes,

para desquitarse comenzaron a hacer trampas. En plena oscuridad los puñetazos e insultos agrietaron el aire, mientras Chuquía se escabulló bajo la mesa y, gateando salió a la calle, en la esquina se reunieron y comprobaron que uno tenía el ojo hinchado y el otro la nariz sangrante. Cantando y riendo llegaron a Otavalo. Como no volvieron donde Taita Dios de Pinllo, los ibarreños lo motejaron como “apaga velas”; en desquite, los bromistas los llamaron “patojos”, ya que no pudieron ganarles al 40, ni correr tras ellos por tener los pies llenos de niguas. En estas circunstancias, algunos simpatizantes del liberalismo de Otavalo e Ibarra se reúnen en la quinta “La Florida”, propiedad de don Carlos Ubidia para tratar sobre la participación de Imbabura en la revolución liberal. 17


Finalizada la sesión a eso de la media noche, don Carlos, como buen anfitrión, invita a sus coidearios unas copas y a un juego de baraja, a pocas horas, sólo dos parejas, una de Otavalo y otra de Ibarra persisten en el juego, los escasos “mirones” que han permanecido, rodean la mesa. Las dos parejas de contrincantes tienen sus propias barras, entre ¡Viva Otavalo! ¡Viva Ibarra! y las copas encima, caldean el ambiente, crecen los insultos, el juego es reñido. Van por la tercera “Chica”, el equipo ibarreño iguala en puntaje “a 38, que no juega” dicen los curiosos. Repentinamente, las dos velas de cera que alumbran la mesa de juego se apagan, dejando la sala en oscuridades, nadie sabe quién apagó las velas, gritos de insultos llenan la oscuridad. ¿Quién apagó las velas? apaga vela, ¡enciende la vela! dicen. La pareja de otavaleños, salía en carrera llevando consigo las apuestas, los ibarreños corrían detrás gritando: apaga velas devuelvan las apuestas, agarra si puedes patojo ibarreño, fue la respuesta de uno de los otavaleños.” Existe una tercera versión y parece ser la más aceptable: Otavalo siempre ha estado al tono de la época. Los 18

hermanos Abel y Tomás Pinto Guzmán instalaron la energía eléctrica en Otavalo. El 24 de mayo de 1913 se inauguró el alumbrado eléctrico público, dejando a un lado la vela y el candil en la iluminación pública y doméstica. Fue la primera ciudad en Imbabura en tener este servicio moderno y la segunda en el país. Los otavaleños se sentían orgullosos de “haber tenido la luz”, antes que Ibarra, por eso, Mama Chispita decía con arrogancia y orgullo: “nosotros ca, apaga velas somos “Desde varios años atrás, a los ibarreños se les apodaba de patojos”. Así, por ejemplo, a los de Cotacachi se les decía “chocheros”, a los de Atuntaqui “aciales o arrieros”, a los de San Pablo “tirapiedras”, a los de Tulcán “pupos”, a los de Guayaquil “monos”, a los de Quito “chullas o plantillas”. Honorio Hinojosa dice: “uno de mis padres solía sintetizar los rasgos fisonómicos de los citados lugares, con estos cuatro versos: en Otavalo, buena tierra; San Pablo, para mirar; Cayambe para los gustos: Cangahua, para llorar.” 19


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n Otavalo es venerada con devoción la imagen del Cristo del Señor de las Angustias como parte de sus tradiciones. La novena en honor de este Cristo inicia el 25 de abril con una procesión alrededor del parque principal. Así también, siendo testigo de esta religiosidad la Plaza 24 de Mayo recibe a priostes y ciudadanos llenos de alegría y fervor que van acompañados de la banda municipal, presencian juegos pirotécnicos que con sus luces y colores iluminan el cielo. Por esos mismos días, acostumbraban jugar a las tortas que terminaba con la velada de la cruz. La fe de varias familias hacía que en sus hogares celebren esta fiesta, los asistentes, niños y adultos, luego de rezar la novena, jugaban a las tortas (Phaceolus vulgaris), una variedad, plantas de fréjol. El anfitrión o dueño de la casa donde se celebraba el encuentro atendía de manera especial a sus invitados, un banquete tradicional, con choclos, queso, cuyes o fritada y ají molido; a los mayores brindaban unas copas de licor, a los niños una taza de agua 20

endulzada con panela o azúcar y unas gotas de naranja agria; finalmente, a la medianoche todos se retiraban a sus hogares. En relación a este apego, se cuenta que hace muchísimos años, aparecieron en la plaza de Otavalo, al pie de las gradas de acceso a la iglesia de San Luis, tres blancas mulas que cargaban cajones de madera de gran tamaño. Los parroquianos al principio no dieron mayor importancia, pero al tercer día, dos de los animales habían desaparecido. Sin embargo, los moradores alimentaron a la mula, proporcionando heno y agua. Pasaron los días y la mula seguía inmóvil en el mismo lugar. Debido a este particular, al séptimo día, los religiosos franciscanos, abrieron el cajón con mucha facilidad. Su sorpresa fue grande, en su interior, estaba un Cristo agónico de madera. Los religiosos y autoridades levantaron al Cristo en una procesión en la plaza principal de la ciudad, acompañada de cantos de gloria y alabanza al Cristo agonizante. La imagen, fue trasladada al interior del templo de San Luís, en cuyo lugar ha permanecido por

Tres Cristos Hermanos No te conformes con una sola versión

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casi tres siglos, el Señor de las Angustias, así llamado porque su rostro refleja angustia y dolor. Pocos días después, en Caranqui, poblado de Imbabura, una mula con características similares a la Otavalo, también había depositado un Cristo de madera al pie de la iglesia de ese lugar. Así también, los arrieros que transitan por la zona de Intag, trajeron la nueva, había aparecido un Cristo portado por una blanca mula. Esta triple aparición de los Cristos en tres sitios diferentes y con similares características: el Señor de las Angustias de Otavalo, el Señor del Amor de Caranqui y el señor de Intag de Apuela, los fieles afirman que son hermanos. Los tres Cristos son venerados en sus pueblos por casi 300 años, lastimosamente, el Cristo del Amor de Caranqui fue consumido por un incendio. El 18 de abril de 1955 el municipio de Otavalo declaró al Señor de las Angustias, Patrono oficial de Otavalo y en 1955 Juan Pablo XXIII, lo declaró como Santuario Nacional del Señor de las Angustias. La fe que mueve a estos tres pueblos Otavalo, Caranqui e Intag en relación a sus Cristos ha perdurado por generaciones gracias a la aparición de esas mulas en el pie de las iglesias. 22

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Ojo TurĂ­stico

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Dirección:

Calle Sucre entre García Moreno y Juan Montalvo

Horario de atención: Lunes a domingo

Recomendaciones:

Tomar fotografías sin flash Recorrer libremente la iglesia

Clima:

En Otavalo la temperatura generalmente varía de 11 °C a 21 °C

Datos importantes:

Obras del pintor Rafael Salas: El Señor de la Misericordia la virgen del Perpetuo Socorro, San Luís Obispo y la serie de los Apóstoles El monumento a Rumiñahui en el Parque “Bolívar”. En la iglesia San Luís se puede visitar el museo de “Arte Sacro” que se considera como el acontecimiento cultural más importante. El material que se exhibe es de carácter histórico y religioso como: pinturas, esculturas, trajes litúrgicos y objetos de orfebrería de épocas posteriores al siglo XVII, parada obligatoria para los visitantes. 26

Iglesia San Luis de Otavalo 27


Las tradiciones orales otavaleñas desde su cosmovisión pasan de generación en generación, mantienen nuestra identidad y permiten que se fortalezca la cultura de Otavalo.

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Leyenda El Kurikingui E

l Kurikingui es un ave que era sagrada para Los Caras, actualmente por la destrucción de su hábitat ha desaparecido de varios lugares, aunque han sido vistos algunos en Mojanda a donde se presume han migrado. Curí significa oro o pintado de oro, en kichwa quiere decir curva, zig-zag o torcido. Es un ave mítica que auguraba la buena cosecha. El Kurikingui es muy apetecido por los indígenas, mestizos y campesinos,

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los crían junto a las gallinas; cuando se cruzan nacen pollos machos que al crecer se convierten en gallos de pelea ‘no hay gallo que lo venza’. Los indios de Punyaro tenían la creencia que estos animales traen la buena suerte. Existe inclusive una canción dentro del folclor local que dice algo así: Alza la pata kurikingui, de la media vuelta kuriquingui, alza la pata señorita, de la media vuelta doncellita.

Con tu voz, tu personalidad las tradiciones orales cobran vida y perduran en el tiempo.

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Leyenda Los Remaches El miedo conduce al lado obscuro

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emaches es el nombre de la familia del dueño de una posada, ubicada en el centro de la antigua carretera entre Quito y Otavalo. A lo largo de la vía, de trecho en trecho, existían tambos, que servían de refugio a los caminantes y arrieros que antes circulaban por estos senderos. El plato típico que con frecuencia se encontraba y se podía degustar en este lugar de hospedaje era la fritada. Detallan que, en una ocasión dentro de un plato de fritada apareció un humeante y regordete dedo humano. Todo esto ocurría puesto que, los Remaches solían asesinar y robar a las personas que pedían posada o se alojaban en su estancia. Con frecuencia sus víctimas eran aquellos que andaban y llegaban solos, decían no tener familia o nadie que los esperase en el lugar de su destino, aprovechando la noche y cuando sus huéspedes dormían profundamente actuaban para asesinarlos. Una vez que mataban a los huéspedes, se quedaban con sus pertenencias y con sus cuerpos preparaban fritada, famosa por su exquisito sabor, plato típico que nunca

faltaba en esta posada. Su crueldad la descubrió casualmente un hombre solitario que, en una noche, al no poder conciliar el sueño, escuchó a los esposos Remaches su intención de asesinarlo y de elaborar fritada con su cuerpo. Ante esta situación, el horrorizado huésped se escondió bajo la cama, mientras uno de los Remaches afila¬ba el hacha para matarlo. Debajo del catre encontró un cadáver al que subió a la cama colocándolo en su reemplazo. Gracias a la oscuridad, los Remaches no pudieron darse cuenta del engaño, descargando el hacha sobre el que ya estaba muerto. El viajero pudo escapar a la ciudad de Otavalo, en donde dio aviso de lo que había vivido. Con dicha información, días más tarde, las autoridades capturaron a los Remaches, a medio día del 10 de febrero de 1896, los principales cabecillas de esta famosa banda fueron trasladados desde la cárcel municipal a la horca en la esquina de las hoy calles Bolívar y Juan Montalvo, los prisioneros fueron sentenciados a morir fusilados. 33


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mbabura es un volcán apagado, en sus laderas están Ibarra, Otavalo y el lago San Pablo. En Ecuador, se llama “Taita Imbabura”, que significa padre de Kichiwa. El Imbabura por su imponencia y majestuosidad es venerado desde épocas antiguas. Aún en la actualidad para los indígenas continúa siendo sagrado, para los mestizos de Otavalo es el cerro tutelar. En las comunidades indígenas asentadas en las faldas del cerro Imbabura mantienen la ancestral creencia que el “Taita o Viejo Imbabura” controla y vigila a todos los cerros circundantes. Además, estaba casado y tenía como esposa a “Mama Isabel Cotacachi”, mujer celosa por las furtivas y continuas salidas de su marido, los volcanes María Isabel Cotacachi y Manuel Imbabura son los padres protectores de las lagunas que están a los alrededores, donde los indígenas del lugar realizan ofrendas en agradecimiento por las 34

buenas cosechas y para la buena suerte. En la memoria de los indígenas perdura la creencia que el Taita Imbabura, algunas veces se transforma y personifica a un venerable anciano de piel blanca, ojos azules, barba y pelo canosos. Periódicamente realiza rondas y visitas a los cerros; siendo su rutina, por la mañana, levantarse, preparar sus alimentos, colocarlos en un quipe con un largo y fuerte acial, las montañas se alertan y comunican, mediante ráfagas de vientos. Cuando Taita Manuel Imbabura camina cerca de una casa, su presencia enferma a las warmis karishinas en castigo, por haber desatendido el hogar y sus obligaciones como esposas y madres. El Imbabura, no solo es el cerro tutelar de los otavaleños, sino también, la montaña sagrada de las comunidades indígenas de la provincia.

Leyenda El Taita Manuel Imbabura Las leyendas nunca mueren, sobreviven como la verdad 35


Ojo TurĂ­stico

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Ubicación:

A 8 km al este de Otavalo, constituye un excelente mirador de los volcanes de la sierra Norte.

Altura:

Tiene una altura de 1560 m de altura sobre la cota de su base. Su altura desde el nivel del mar es de 4360 metros.

Clima:

Predomina en las faldas del volcán el frío, con temperatura promedio de 8 ºC.

Volcán Imbabura – Taita Imbabura

Actividades:

Fotografía -caminata

Recomendaciones:

Pantalones deportivos y una camiseta de secado rápido. Zapatos deportivos que protejan el tobillo. Gorro y guantes térmicos. Una mudada de recambio. Gafas y protector solar.

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El Lechero E

Las leyendas nunca mueren, sobreviven como la verdad 40

n la antigua fortaleza de los Shyris, se ubicaba un árbol antiguo, símbolo de la otavaleñidad, en las primeras terrazas del Pucará, en cuyo sitio se levantaba majestuoso el Lechero. En aquel entonces había doncellas, una joven llamada Nina Pacha fue escogida en sacrificio para calmar la ira de las divinidades que causaban la sequía. Nina, tenía un novio, su nombre era Huatalquí que, cuando se entera del ritual que iban a realizar decide huir con su amada hacia un lugar lejano. El escape es detectado por un shaman, quien se da cuenta del engaño y pide al Taita Imbabura que castigue severamente a la desobediente pareja. Cuando Nina Pacha y Huatalquí llegaron a la actual zona de Rey Loma, salió un enorme trueno detrás del volcán Imbabura que tocó a la mujer y ella se convirtió en agua, en su transformación fue dando vida a las tierras secas. Mientras Huatalquí arrepentido por su desacato, pide

al Taita Imbabura que lo castigue a él también; luego de tanta suplica salió un trueno detrás de la montaña y lo tocó convirtiéndole en Árbol de Lechero. A pesar de su rebeldía, se cree que, la cercanía que hay entre el Árbol de Lecher y el lago San Pablo es la muestra del amor que se tenía Pacha y Huatalqui. Para quienes conocen esta historia de amor, el Lechero no solo fue y ha sido una referencia para los otavaleños sino también inspiración para poetas, músicos y pintores, es un lugar de ritos y ceremonias, un mágico y mítico sitio turístico. Lamentablemente, los fuertes vientos del 16 de enero de 2020 derribó a uno de los íconos de la ciudad de Otavalo, la comunidad de ese lugar decidió despedir al ejemplar y dar la bienvenida al nuevo árbol de lechero, conservando de esa manera sus creencias y sobre todo permanecer viva esta historia de amor. 41


El Lechero Temperatura: 12°C

Altura:

2847msnm

¿Qué llevar?

Ropa abrigada Gafas de sol Bloqueador solar Zapatos cómodos Cámara de fotos

Actividades que se puede realizar: Turismo místico Turismo cultural Fotografía

¿Cómo llegar?

Trasporte público 10 minutos en taxi.

Caminata:

Tomar la calle Piedrahita en dirección al este y se puede guiar por la señalética tiempo aproximado 1 hora. 42

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