la casa de la bomba OCHENTEROS BÁSICOS VICENTE LLUCH + Programador y pincha de la mítica sala de conciertos Planta Baja en el Barrio del Carmen. Mánager de Armas Blancas y Vamps. Relaciones públicas de Barraca y Puzzle. Un tipo encantador que siempre, donde quiera que se encuentre, me estará gritando: “Too much, Manolo... too much”. MORCILLO EL BELLACO La primera vez que vi a este calvorota fue tocando el bajo con Los Auténticos en la playa de Las Arenas. Era verano del 80. Después, he tenido que aguantar sus borracheras de Dyc durante mi época de Gasofa... él, a cambio, me ha obsequiado con la mejor colección de canciones que se han parido en este país. Enterrados Los Rítmicos, ha seguido en los 90 con Los Morcillos y no hay quien lo pare. El prototipo de “born to lose” de la industria musical, demasiado digno para tanta mierda. No diga rock, diga Morcillo. ¿Para cuando una reedición de todo su material, Sr. Villanueva?. Un mito viviente. MANOLO ALCALÁ + Propietario del pub Pyjamarama en Pelayo, centro de reunión de los musiqueros a principios de los 80. Pintor y degustador de buena música hasta que un yonki “pringao”, de un disparo, le robó la vida. CARLOS GOÑI Miembro de la banda alicantina Garage. Líder de Comité Cisne y ya en los 90 asentado definitivamente con Revolver. Todo feeling sobre un escenario, de los pocos que me han hecho mover el culo como espectador y han dejado un himno en mi vida: Morir en el asfalto. Corazón de rock and roll y alma de trovador. A los amigos se les perdona todo, nadie es perfecto. MANOLO NOGUERA No es el “fotógrafo del cielo”, pero sí de nuestra movida ochentera (y parte de la noventera). Casi todos los grupos pasaron por su objetivo. Bolinga, enemigo público número 1. Sereno, adorable persona. Tanto de Dr. Jekyll como de Mr. Hide, un tipo divertido y buen amigo. Su hija ya debe conocer toda la discografía de la Velvet.
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