La poesía posnoventista española en 15 voces

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sólo por los árboles que los pueblan sólo por el musgo sobre sus troncos y los hongos –sí, también los hongos– colonizando sus raíces. Pero un día, él se marchó tal vez cansado dijo adiós sin despedirse de la desnudez que inventé por su cumpleaños por su culpa. Y yo me dejé invadir por lo que antes arrancaba de cuajo para quién, si no, exponer lo sucio de mí misma. Para quién el sacrificio de todos los griegos en todos los altares para qué el culto sin garantías de paraíso o sin ambrosía goteando de mis labios como arroyos ligeros de un pasado sueño. Para nadie. Me levanté, me dije que era bueno conservar el cuerpo que Dios me hizo aunque yo no crea en Dios, y piense en la manzana a la hora de evocar el origen. Mas si él volviera, después de otros mundos, convencido tal vez de que no debió irse sé que mi puño se cerraría en torno a la hoja y la empujaría de nuevo a la siega de todo lo que me protege por mucho que me resguarde de enfermedades y ahora entiendo lo que me dicen


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