prende aún la tarea al no coincidir completamente con el nivel de compren sión del adulto. Así pues, se producen problemas de comunicación porque el niño no percibe todas las implicaciones reguladoras de una producción. En el tercer nivel de intersubjetividad, el niño puede responder adecuada mente haciendo las inferencias necesarias para interpretar las producciones directivas del adulto, incluso cuando éstas no son explícitas y dependen de la definición de la situación según el modelo adulto. Mientras que el proceso se realiza aún en el plano interpsicológico, el hecho de que el niño pueda realizar las inferencias apropiadas indica que el funcionamiento intrapsicológico em pieza a explicar una gran parte de las realizaciones del niño. Y a no es nece sario que el adulto especifique todos los pasos a seguir para interpretar una directiva puesto que el infante puede llevarlos a cabo basándose en una defi nición de la situación bastante completa. De hecho, en algunos casos parece que el niño actúa independientemente y que el adulto únicamente proporciona la confirmación de que el niño lo está haciendo bien. En el cuarto y último nivel identificado por W e r t sc h (1979a) con relación a la transición del funcionamiento interpsicológico al intrapsicológico, el niño toma la responsabilidad de llevar a cabo la tarea. Durante el cambio al funcio namiento intrapsicológico, e inmediatamente después, puede producirse habla egocéntrica. Esta forma autorreguladora de mediación semiótica comparte mu chas propiedades estructurales y funcionales con el habla comunicativa previa mente usada por la diada. Se trata de una manifestación semiótica del hecho de que el niño ha llegado a dominar la definición de la situación con la que el adulto había iniciado la tarea. En este punto hay una intersubjetividad com pleta entre el niño y el adulto en cuanto a la definición de la situación, lo que hace que sean innecesarias otras producciones reguladoras. Aunque hasta ahora sólo he hablado del funcionamiento interpsicológico, es importante darse cuenta de que cada vez que se producía un aumento en el nivel de definición compartida de la situación, implícitamente me refería a una transferencia de responsabilidad en la tarea al funcionamiento intrapsicológico del niño. Lo que se conseguía en el plano interpsicológico era, por tanto, reali zado en el plano intrapsicológico. Esta relación recíproca ha sido estudiada detalladamente en varios estudios (por ejemplo, W e r t s c h , M cN a m e e , M cL ane y B udwig , 1980; M c L ane , 1981; R o g o f f , 1984; S amm arco , 1984; W e r t s c h , M inick y A rns, 1984; B rown y F errara , 1985). Todos tratan del modo en que la responsabilidad para realizar una tarea cambia de la diada adulto-niño al niño. En varios estu dios, la definición de la situación partía de la acción con un objetivo (incorpo rando los tres pasos estratégicos) y de los objetos (piezas, copia, modelo) antes señalada. Estos estudios se interesaron por las variaciones en la forma y el estilo del funcionamiento interpsicológico, pero en todos ellos quedaba refle jado el correspondiente funcionamiento intrapsicológico. J. M c L ane (1981) estudió la diferencia entre la interacción madre-niño y