Filosofía en el Aula

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pensamiento del niño no se vea comprometido. Si los profesores de filo­ sofía permanecieran conscientes de que el rol apropiado del profesor es el de alentar la creatividad intelectual tanto como el rigor intelectual, es­ tarían protegidos frente a la conclusión de que todos los niños van a abordar El descubrimiento de Harry o las otras novelas del mismo modo. Seguramente, si visitas una clase de expresión artística y te encuen­ tras con que todos los estudiantes están pintando del mismo modo, sos­ pecharás que el profesor ha malentendido la naturaleza de la educación artística y, en lugar de alentar la creatividad, está buscando producir tra­ bajos de arte uniformes así como niños uniformes. Lo mismo ocurre con la enseñanza de la filosofía. Visitar una clase de filosofía y descubrir que todo el mundo ha desarrollado el mismo punto de vista nos sugeriría que hay algo extraño en alguna parte. Diferentes personas tienen diferentes estilos de pensamiento; tienen diferntes experiencias vitales, diferentes metas y objetivos, y es plausible esperar de ellos una rica variedad de perspectivas filosóficas. Depende del profesor el alentar esta variedad de perspectivas y acer­ camientos filosóficos. Lo que se tiene en común en la filosofía son los medios más que los fines. Esto es, la filosofía insiste en el diálogo razo­ nado, pero sólo como un medio a través del cuál los estudiantes pueden llegar a sus propios puntos de vista y a sus propias conclusiones. La filo­ sofía insiste en el rigor lógico, pero sólo como un medio para hacer el pensamiento más efectivo, que es muy diferente que hacer que las ideas de todos concuerden con las ideas de todos los demás. Por lo tanto, el rol del profesor es el de ayudar a que los niños domi­ nen medios como las reglas de la inferencia lógica y las normas que se deben seguir en la discusión dentro del aula. No es tu rol decirles a los estudiantes cuáles deben ser sus filosofías de la vida. En este respecto, sigue el ejemplo de las novelas. En esos libros, a los niños les cuesta tra­ bajo entender, mantienen sus puntos de vista tentativamente, están abiertos a sugerencias nuevas y están comprometidos con un tipo de in­ vestigación comunitaria en la que los individuos aprenden unos de otros así como de su propia experiencia. Siempre que puedas alentar a tus es­ tudiantes para que se identifiquen con estos procedimientos, no tendrás que preocuparte de hacer que los niños piensen, porque ellos se embar­ carán en el proceso de todo corazón y por su propia voluntad. 178


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