Resident Evil Extincion

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Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, Sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados.

Título original: Resident Evil: Extinción Traducción: Anabella Camille Rizzo (Anny Wesker)

Primera edición en esta presentación: febrero de 2013

© Resident Evil Center, 2001-2013 www.residentevilcenter.net

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PRIMERA PARTE “Antes y después”

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UNO ANTES El Dr. Jim Knable se encontraba en Ravens’ Gate Bridge, frente a una marea hirviente de humanidad dirigiéndose directamente hacia él. Agradeció la presencia de los guardias de seguridad de la Corporación Umbrella y los miembros del Departamento de Policía de Raccoon City quienes retenían a la muchedumbre, impidiendo que se le abalanzasen. Knable y una pequeña estación medica habían sido ubicados frente un muro construido alrededor de Raccoon City. La metrópolis de la isla había sido completamente rodeada por el muro con una única apertura en el puente, la principal arteria de entrada y salida de Raccoon. El brote de un virus que no sólo mató a las personas sino que reanimó sus cuerpos y les brindó una necesidad instintiva de alimentarse con carne humana – que transmitió la enfermedad a más y más personas- trajo un fuerte deseo por parte de los ciudadanos sobrevivientes de abandonar la ciudad tan rápido como pudieran. Pero el riesgo de infección era muy alto, por lo que la Corporación Umbrella –la empresa de productos farmacéuticos y electrónicos que pagaban el

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salario obscenamente alto de Knable- puso físicamente en cuarentena a la ciudad y sólo permitió salir a quienes no estaban contaminados. Esa mañana, cuando el brote fue anunciado por primera vez, Knable dio las especificaciones del virus y habló sobre el desarrollo de una prueba rápida que determinaría si el virus se encuentra en una muestra de sangre humana. Knable había experimentado con muchos análisis sanguíneos, los cuales patentó para garantizarse una jubilación confortable. Pese a eso se encontraba sólo a sus treinta años, y deseaba practicar. Umbrella, habiendo comprado los derechos para utilizar su procedimiento en beneficio de su Medical Division, que proporcionaba servicios a los hospitales de todo el mundo, le contrató para hacer precisamente eso. El rumor que se oía en el laboratorio era que Umbrella realmente había desarrollado ese virus, aunque ciertamente Knable no creía en los rumores. No era como conseguir

muestras de sangre contaminada en estos

momentos. Algunos de los rumores era que el virus había acabado con la Colmena, matando a las quinientas personas que trabajaban en el complejo subterráneo. Knable tenía algunos compañeros allí, y no había oído de ninguno de ellos desde el día de ayer –pero había veces que pasaba días sin noticias de ellos.

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Sin embargo, esa no era su principal preocupación. Había pasado la mayor parte del día extrayendo sangre y realizando pruebas rápidas, con solo un descanso para comer, por lo que estaba al borde del colapso. Major Cain le había permitido tomar más descansos, pero con tanta gente acumulada en el puente queriendo salir y no pudiendo hacerlo sin su expresa autorización, el doctor no se atrevía a hacerlos aguardar. Con el tiempo llegó la noche, y Knable apenas podía mantenerse en pie. El sueño empapaba sus ojos, por lo que intentó frotarlos, pero sólo hizo una mueca de dolor provocada por la sensación aceitosa del guante de goma al rosar sus párpados. La multitud había crecido aún más al caer el sol. Hacía tiempo que Knable había perdido la cuenta de las cantidades de pruebas que había hecho. Cuando estuvo a punto de quedarse sin nada –tubos de ensayo, gas para el mechero Bunsen, guantes de goma, o el solvente que había improvisado- una persona de traje negro de la División de Seguridad apareció con un paquete nuevo antes de que Knable tuviera la oportunidad de pedirlo. En algún momento, se había cortado un dedo. Apenas había reconocido el hilo de sangre, con el que había estado manchando el suelo, al quitarse el guante de goma. Fue

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entonces cuando un matón de seguridad le entregó una venda. “Gracias”, dijo con una sonrisa irregular mientras se colocaba la venda. No estaba tan preocupado por la infección –para eso llevaba los guantes, después de todo. Hubiera sido agradable si recordara como se había cortado, pero esa era una preocupación para otro momento en la que no estuviera en una situación de emergencia y exhausto después de todo. Sacudiendo el tercero de los tres tubos de ensayo sobre el quemador, -el de una madre, un padre y un niño que venían juntos- y viendo que ellos se iluminaban de verde, Knable dijo, “Están limpios. Dejadlos pasar”. Hasta ahora, ninguna de las muestras de sangres se había vuelto azules. El margen de error de la prueba era que frecuentemente daba falso-positivo pero nunca falso-negativo. Podría ser inexacta la medida en que se dijera que alguien limpio tuviera el virus, pero no que alguien infectado no lo estuviera. Mientras que la sangre se volviera verde en el tubo de ensayo, que Knable calentaba con el disolvente, la persona estaría definitivamente libre del virus. Knable se jugaba su reputación. Y esta era considerable.

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Un hombre y una joven se acercaron. Pero cuando Knable estaba extrayéndole sangre a la mujer, el señor repentinamente colapsó. El pánico atravesó a Knable. Se puso de pie por primera vez en unas cuatro horas. Si ese hombre estaba infectado… “¡Oh, Dios mío, Papá!” La adolescente cayó de rodillas y comenzó a desabrochar la camisa del hombre. “¡No está respirando! ¡Es su corazón, está débil!” Un ataque de corazón no era lo que le preocupaba a Knable. Las personas infectadas con ese virus podían colapsar fácilmente de la nada. El hombre mayor no tenía ninguna mordedura visible, pero Knable no podía ver su cuerpo entero tampoco. La muchacha comenzó a darle respiración boca a boca a su padre, que fue la cosa más estúpida que pudo haber hecho. “¡Aléjate de él!”, exclamó Knable. Estaba a punto de moverse para alejarla pero no pudo. Ella estaba tratando de salvar la vida de su padre, después de todo. Knable tomaba su juramento hipocrático muy en serio, y no podía detener a alguien que intentaba salvar una vida.

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Pero podía conseguir a alguien para hacerlo. Alzando la vista, vio que el sargento Wells del RCPD estaba cerca, junto con una mujer armada vestida con un tube top y una minifalda. Knable supuso que era una policía retirada puesta en servicio. Para Wells, Knable hablaba con su mejor voz de enfermero. “Aléjala de él”. Con un gruñido, el sargento hizo lo que se le dijo, aunque la muchacha no se la hizo fácil. “¡No, dejadme ir!” exclamó. “Él está salvando su vida”, murmuró Knable mientras quitaba el tubo de ensayo de la aguja. Tenía un mal presentimiento sobre lo que revelaría la prueba. Pero antes de que tuviera la oportunidad de añadir el solvente, el hombre tendido en el suelo abrió los ojos. Estos eran blancos lechosos. Knable no necesitó realizar la prueba para saber que la sangre que tenía en el tubo se convertiría en azul. El hombre estaba infectado.

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Como para probarlo, inmediatamente mordió la pierna del sargento Wells, lo que significaba que el policía se convertiría en un cadáver reanimado dentro de poco también. Antes de que alguien pudiera reaccionar, la mujer del tube top le disparó al hombre directo a la cabeza. Mientras que la muchacha gritaba que la mujer había asesinado a su padre, Knable sintió una mano sobre su hombro. Era Anderson, el jefe del destacamento de seguridad. “Hora de irnos, doctor.”, dijo, guiando forzosamente a Knable hacia la puerta. “Espere un minuto, no puede --”comenzó Knable mientras estaba siendo casi arrastrado hacia la puerta. No podía dejar a esas personas; había estado allí todo el día, y -“Giddings,”

dijo

Anderson

por

la

conexión

bluetooth en su oído, “Tenemos un hombre infectado aquí. Estoy junto al doctor”. Él asintió con la cabeza en respuesta a lo que podía haber dicho Giddings. Anderson arrojó a Knable por la puerta, forzando al doctor a tropezar contra el suelo.

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Sólo entonces se dio cuenta que aún llevaba el tubo de ensayo con la sangre del hombre, que mayormente notó cuando se estrelló contra el pavimento del puente. Poniéndose de pie, Knable miró los fragmentos del tubo de ensayo y la sangre infectada que se propagaba por el asfalto. “Un final perfecto para un día perfecto”, murmuró. Otro matón de seguridad, una mujer cuyo nombre en la chaqueta era ZOLL, lo llevó hacía un helicóptero que esperaba del otro lado del puente. A mitad del camino, oyó un ruido ensordecedor que le hizo casi saltar de sus zapatos. Girando a su alrededor, vio que la puerta había sido cerrado. “No pueden atrapar a esa gente”. “No es mi problema, señor” dijo Zoll. “Debemos irnos”. Al acercarse al helicóptero, Knable oyó la voz de Cain por un altavoz: “Esta es un área de cuarentena de riesgo biológico”. Knable se estremeció. Supuso que Cain estaba en lo cierto. Si una persona infectada había logrado llegar hasta el puente, decenas más pudieron haberlo hecho, y en esa multitud, el virus se expendería como un incendio forestal.

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Cain repitió: “Esta es un área de cuarentena de riesgo biológico. Dado el riesgo de infección, no se les permitirá abandonar la ciudad. Todas las medidas apropiadas están siendo tomadas. La situación está bajo control. Por favor, regresen a sus hogares.” Con un bufido, Knable dijo, “Muy oportuno. No conseguirá que esas personas abandonen el puente”. Mientras Zoll le ofrecía una mano para subir al helicóptero, sonrió y dijo, “Pienso que él los convencerá, doctor”. Knable suspiró mientras entraba en el helicóptero. La sección principal tenía bancos a lo largo de ambas paredes laterales –o mamparos, o como se lo llame- los cuales estaban repletos en su mayoría con colegas empleados de Umbrella, vestidos de negro, personal bien armados de la División de Seguridad. Mirando a su alrededor, Knable finalmente encontró un espacio libre entre alguien que no conocía, quien, como él, llevaba una bata de laboratorio, y alguien de seguridad. Tan pronto como se mezcló entre ellos, Zoll cerró la escotilla, y Knable sintió un tirón en el estómago cuando el helicóptero despegó. Sacudió la cabeza, deseando poder haber hecho más, pero no estaba dispuesto a resistirse a alguien con

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una pistola diciéndole que entrara en un helicóptero, sobre todo porque el poseedor del arma era el encargado de llevar a cabo los deseos de las personas que firmaron su cheque de pago. Sólo esperaba que alguna de las personas que se encontraban en el helicóptero, o las otras que habían sido utilizadas para evacuar a las personas en la Science y Medical Divisiones, estuvieran trabajando en una cura. Levantando su brazo para rascarse de una picazón en su nariz, Knable se sorprendió al ver que la venda que apresuradamente se había colocado en su dedo índice derecho se había caído en algún momento. El corte estaba cubierto de sangre, pero en realidad parecía no sangrar más. Mirando a su alrededor, preguntó, “¿Alguien tiene una venda?”

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DOS DESPUÉS

Las cámaras lo registraban todo. Ahora mostraban un gran cuarto de baño bellamente decorado. Todo era de bronce y mármol, el lugar era tan amplio como cualquiera de esos apartamentos tipo estudio de la gran ciudad. La ducha encendida con su goteo entrecortado único ruido proveniente de la habitación- era más grande que una bañadera, con sólo un pequeño marco y una cortina para contener el agua. La cortina había sido arrancada de la barra y cubría a la única ocupante de la sala: una mujer desnuda. Ella estaba inconsciente o dormida. Su pecho se dilataba y contraía lentamente con cada respiro, siendo esta su única señal de vida. Entonces sus ojos azules se abrieron. Lentamente se puso de pie. Lucía muy desorientada.

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Las cámaras siguieron sus movimientos mientras apagaba la ducha y se secaba. Con una mano, limpió la condensación en el espejo para poder verse. Notó el moretón en su brazo derecho con solo echar un simple vistazo, pero se veía mucho más interesada en lo que parecía una larga y grave herida de cuchillo en su hombro izquierdo. Sin embargo, no recordaba cómo se lo había hecho. Miró a su alrededor, pero si el baño tenía algo que le hiciera recordar, era incapaz de descubrirlo. Así que salió por la puerta hacía un amplío dormitorio. Las cámaras en la habitación pestañearon y la siguieron. En la parte central de la habitación había una enorme cama doble con dos juegos de almohadas. Tendido en el centro de la misma, había un vestido rojo, un par de medias, y pantalones de ciclista. Tras mirar la ropa durante varios segundos, finalmente se vistió. Un par de botas altas que llegaban hasta el muslo estaban ubicadas a los pies de la cama. Entonces deslizó sus pies sobre ellas. Todo parecía encajar perfectamente.

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Miró su mano izquierda y vio en ella el anillo de bodas de oro. Como con todo lo demás, también se veía confundida por eso. Paseándose por la ventana, apartó las gruesas cortinas para revelar una pared de concreto. Esto, más que nada, pareció desconcertarla. ¿Por qué alguien pondría un juego de cortinas sobre una pared de concreto? Por supuesto, la pared no coincidía con el resto de la decoración. Tal vez esa era la razón de las cortinas. Los muebles del dormitorio también incluían un hermoso escritorio de madera junto a la ventana. Un bloc de papel estaba ubicado en el centro, y había sido escrito por alguien, “Hoy todos tus sueños se harán realidad”, y luego subrayó con una X el centro del subrayado. Cogió el adornado bolígrafo junto al bloc y comenzó a escribir bajo el subrayado. Llegó hasta, “Hoy todos tus…,” pero se detuvo cuando se volvió evidente que no fue ella quien lo había escrito. Frustrada, pasó a la habitación de al lado: un comedor sin ninguna mesa de comedor. Se trataba

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simplemente de una gran sala vacía con un par de sillas antiguas y mesas esquineras, armarios empotrados y un montón de espacio libre. En una de esas mesas esquineras había un retrato. Ella lo recogió y vio su propia cara junto a la de un hombre guapo. Él llevaba un esmoquin, y ella un vestido de novia. Un vez más, se quedó mirando el anillo de bodas de oro en su dedo anular izquierdo. Un ruido sordo la sobresaltó. Se volvió hacia una estatua que se encontraba en el otro extremo de la sala: en un vestíbulo. La estatua estaba, por razones que sobrepasan la comprensión, envuelta sueltamente en plástico, produciendo un leve sonido crujiente. “¿Hola?” Curiosa, bajó el retrato y caminó hacia la estatua. Deslizándose por la entrada hacia el vestíbulo, se encontró con una gran puerta de madera ornamentada. Esta tenía una manija de bronce que, por alguna razón, llegaba a la altura del cuello. Al alcanzarla, la bajó y la puerta se abrió. Del otro lado había un pasillo largo y delgado con paredes de cristal que conducían a una gigantesca puerta metálica que se veía como si formara parte de una caja fuerte.

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Las luces detrás de las paredes se encendieron cuando entró, obligándola a cerrar los ojos por la repentina iluminación. Poco a poco, cuidadosamente, avanzó, parpadeando varias veces para adaptarse al medio. Una vez que llegó a la mitad del camino, las luces se apagaron de nuevo. Miró a su alrededor rápidamente, y sin saber lo que estaba pasando avanzó agazapada, intentando estar lista para lo que podría venir. Lo que vino fue un rayo de luz horizontal a la altura del tobillo que se filtró justo delante de la puerta metálica en el otro extremo. Entonces, comenzó a avanzar hacia ella. Se puso en cuclillas, preparándose para saltar cuando el rayo se elevó hasta la altura del pecho. Siguiendo su instinto, retrocedió y echo un vistazo hacía atrás para ver que la gran puerta de madera se había cerrado. Agachándose, saltó hacía el techo, envolvió sus dedos alrededor del conducto de ventilación, y enderezó su

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piernas hacía arriba para que su cuerpo quedara paralelo al suelo, fuera de la línea del láser. Siempre y cuando este no se elevará más arriba, estaría a salvo. El vestido rojo que llevaba tenía una rara confección: llegaba hasta su tobillo en la parte extrema de su pierna derecha, pero fue cortada en forma de U, dejando sus piernas al aire libre. Del lado izquierdo, sólo llegaba hasta sus caderas. El trozo de tela en su lado derecho cayó libremente al pasillo de cristal, pasando por debajo de la línea del láser. Este claramente rebanó la tela, la cual aleteó silenciosamente hacía el suelo, mientras que la punta quemada, humeaba. Retomando su posición vertical, se soltó del conducto y aterrizó en el suelo, doblando las rodillas para reducir el impacto. Antes de que pudiera decidir otro curso de acción, las luces se apagaron de nuevo, y otro rayo se formó a la altura del tobillo en el otro extremo de la sala.

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Esta vez, sin embargo, el rayo no se levantó a la altura del pecho. En su lugar, se extendió como una red diagonal que ocupaba toda la anchura y altura del pasillo. No había por donde saltar, hacía donde correr, o donde esconderse. Salvo una excepción. Una vez más saltó hacía el techo y se sujetó al conducto. Pero esta vez, no se niveló sino que pateó uno de los orificios de la ventilación, y lo derribó. Utilizando sus tobillos para sujetarse, se deslizó por la rejilla del conducto, a unos centímetros de la red de láser. Su cabeza fue la última en entrar, las puntas de su cabello rubio fueron rebanadas y vaporizadas por la red antes de que pudieran tocar el suelo. El conducto de la ventilación era estrecho, y tardo un momento en acomodarse y adoptar una posición que le permitiera gatear a través del mismo. Su única iluminación provenía de los pasillo de cristal allí abajo, y volver no era obviamente una opción, a menos que deseara ser rebanada en cubitos. Así que gateó hacia adelante. Las cámaras la seguían aquí también, transmitiendo en infrarrojo, la fuente térmica provenía de la mujer con su vestido rojo.

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Continúo gateando. El tiempo estaba perdido en la necesidad imperiosa de avanzar. Todo lo que importaba era encontrar una salida que no requiriera permanecer en el pasillo de cristal. Se dirigía hacia una dirección que la haría regresar a la mansión. Tal vez podría volver allí. Las cámaras encontraron otra fuente de calor: un destello de luz que ahora alcanzaba su campo de visión. Gateó más rápidamente. La luz se volvió más intensa, pero también en la parte superior del ducto de aire. Lo que significaba que no la llevaría a la mansión. Gateando hacia allí, encontró otro conducto de ventilación como el que había pateado para entrar en este, y lo alzó lentamente, solo lo suficiente para ver adónde conducía. Era un pasillo oscuro. Uno sin cristales. Lanzando la válvula a un lado con un fuerte ruido metálico, subió al corredor. Aunque no era tan estéril como el pasillo de cristal, tampoco era tan acogedor como la mansión. El desinfectante que teñía el aire, y que, junto con la camilla vacía contra una de las paredes, se identificaba con un

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hospital –aunque uno abandonado. Las únicas decoraciones eran unos pocos cuadros que estaban probablemente destinados a ser un tranquilizador en las paredes y el hexagonal logotipo rojo y blanco de la Corporación Umbrella yacía en el suelo. Lentamente, caminó hacia adelante, aún más precavida tras su largo recorrido por el pasillo. Al final de este no había un amenazante pedazo de metal, sino más bien un conjunto de puertas de vidrio. Podía ver las calles de Raccoon City del otro lado. Al pasar por la camilla, de pronto se detuvo, miró a su alrededor, como si presintiera algo malo. Luego de mirar de arriba a abajo el pasillo durante algunos segundos, cogió la camilla y la hizo rodar por el corredor. Una vez que la camilla tocó un tenedor en el pasillo, un alambre traspié apareció y rebanó la cama a la mitad. Eso habría hecho lo mismo con ella. Meneando

la

cabeza,

siguió

adelante,

cuidadosamente esquivando el lugar por el que había pasado la camilla para activar el alambre traspié.

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Y luego se echó hacía atrás varios metros por la explosión de una mina. Aterrizó en un montón contra una pared del pasillo, contemplando en shock boquiabierta, sangrando con un agujero en el pecho. Mientras la mujer expiraba su último aliento, el Dr. Samuel Isaacs maldijo. Isaacs nunca solía maldecir. Siempre se había enorgullecido de su buen vocabulario y falta de necesidad de recurrir a tal crudeza. Pero el mundo había cambiado en los últimos años, e Isaacs se había visto obligado a cambiar con él. Entre otras cosas, eso significaba que cuando las cosas iban mal, ya no se apenaba, no se bufaba, y decía algo blando como “Que pena”, “Vuelve a empezar” o “Oh, cariño”. Pero esta vez no. Dio un golpe de puño con su guante sobre la mesa enfrente de él y dijo, “¡Mierda!” Luego se volvió a su equipo –quienes como él, vestían trajes blancos Hazmat – y dijo, “Andando”.

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Sin embargo, otro clon de Alice Abernathy había logrado abrirse camino a través del laberinto de Creta. Los otros técnicos y científicos se adelantaron. Isaacs hizo una pausa para cerrar y sellar herméticamente su traje. El apodo “Laberinto de Creta” se lo había puesto Moody, uno de los técnicos, unos meses atrás. Timson había sugerido que reconstruyeran a Némesis y lo utilizaran como el Minotauro, una ofensa por la que Isaacs podría hacerle disparado bajo otras circunstancias. El Proyecto Némesis había sido el mayor éxito y fracaso de Isaacs al mismo tiempo.

Odiaba la simple

mención de eso. Una vez que el traje de Isaacs fue correctamente sellado, fue detrás de Moody, Timson, y los demás. Odiaba usar ese maldito traje, ya que era imposible respirar adecuadamente en él. En los viejos tiempo, habría delegado la tarea. Lamentablemente, el creciente desagrado había reducido el personal al punto tal que Isaacs tuvo que ser mucho más práctico que lo que era un supervisor de su experiencia. Otra oportunidad que había llegado a este nuevo mundo en el que todos vivían.

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No por primera vez, Isaacs maldijo el nombre de Timothy Cain. Un inmigrante alemán que había servido al ejercido de los EE.UU. antes de formar parte de la Corporación Umbrella, Cain era sin duda responsable de la destrucción del mundo. Peor aún, ya estaba muerto, por lo que no se lo podía castigar. Murió en Raccoon City poco antes de que fuera vaporizada por un táctico ataque de misiles nucleares que el propio Cain había ordenado. Había culpa para difundir por todas partes, por supuesto. Basado en la seguridad, había podido salir de la mansión anexada a la Colmena—la mismísima que había sido parcialmente re-creada en el laberinto de creta—un ex empleado de seguridad de Umbrella, Percival Spencer Parks, había sido el culpable de liberar el virus-t en la Colmena, condenando a quinientas personas a la muerte. Luego de eso, la

Colmena

había

sido

sellada,

siendo

los

únicos

sobrevivientes Alice Abernathy y Matthew Addison, quienes habían formado parte del Proyecto Némesis. La Colmena había permanecido sellada y estaba rellena de concreto, todo había terminado. De hecho, había sido una muy buena recomendación por parte de Isaacs para Cain. Pero como con la mayoría de las recomendaciones que no eran suyas, la ignoró. Lo cual era una lástima, ya que

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Isaacs habría podido desarrollar correctamente a Némesis, y nadie se habría enterado de lo sucedido en la Colmena. Cierto, los familiares y los amigos de las quinientas personas tendrían que haber dicho algo, pero todos ellos vivían en un complejo subterráneo con sus riesgos correspondientes. Seguramente Umbrella podría haber encontrado una portada. En cambio, Cain reabrió la Colmena, supuestamente porque deseaba saber lo que había sucedido allí abajo. Si la raza humana sobrevivía, Isaacs estaba convencido de que la decisión de Cain pasaría a la historia como el error más grande de la humanidad, superando los clásicos como la invasión Napoleónica de Rusia y la introducción del consejo en el ecosistema australiano. Los cuerpos infectados de los quinientos empleados de la Colmena –por no mencionar el equipo entero de la División de Seguridad- habían sido animados por el virus-t, y la reapertura de la Colmena por parte de Cain les permitió el acceso al mundo exterior. En un plazo de catorce horas, Raccoon City fue completamente invadida. Cada cuerpo estaba relleno de un incontrolable deseo de comer carne, y cuando así lo hicieron, sus víctimas murieron y se convirtieron en más cuerpos hambrientos. Umbrella acordonó la ciudad, así como lo había

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hecho con la Colmena, y luego la inmoló con una bomba nuclear. Eso fue solo una medida provisional. Isaacs miró abajo el cuerpo. Los muertos ojos azules miraban fijamente a adelante. Había un charco de sangre debajo, preveniente del agujero en su región torácica. Meneó la cabeza. “Tomen una muestra de su sangre. Luego desháganse de eso”. Dándose la vuelta, regresó al laboratorio. Tenía que quitarse el maldito traje. Andy Timson vio como Isaacs se retiraba de la seguridad a la sala de observación. “Cobarde”, murmuró en voz baja. “Adelante”, dijo Brendan Moody a su lado, “Dilo más fuerte. Quiero vale doble.” “¿Qué se supone que harán con esto?” le preguntó Andy a Brendan mientras este metía la mano en el bolsillo esterilizado de su traje y sacaba una jeringa junto a un tubo de ensayo.

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“¿Huh?” preguntó Brendan distraídamente mientras ponía la punta de la jeringa en el charco de sangre bajo el cuerpo de Alice-85. “Adelante”, dijo Andy. “Luego quiero vale doble”. Él frunció el ceño. “Pienso que ha pasado un tiempo desde que vi la película.” “Oh, ¿Eso es de una película?” “Cristo, Brendan, ¿No tuviste infancia?” De pie sobre ellos, el único miembro de seguridad asignado al equipo, Paul DiGennaro, dijo, “¿Existe la posibilidad de que ustedes dos cierren la puta boca?” “No existe tal posibilidad, no”, dijo Andy con una sonrisa descarada que Paul no pudo ver a través del visor. No es que Paul necesitaba verlo, puesto que sabía que estaba allí, y probablemente la compartía. “Pensé en preguntar. Quizá los nueve centésimos de tiempo serían una mierda de encanto.” Brendan se puso de pie, quitando el tubo de ensayo de la jeringa. “Todos estamos alentando por la numero nuevecero-uno, Paul, confía en mí.”

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Días atrás, Andy y Brendan nunca habrían soñado con burlarse del equipo de matones. Ellos eran desagradables monos gigantes que le disparaban a la gente y usaban palabras de una sola silaba; Andy y Brendan eran los frikis pura mierda que no podían encontrar sus traseros con sus manos. Ninguna de ellas le daba uso a la otra. Pero eso era en los viejos días. Hoy en día, no podían darse el lujo de no llevarse bien con las personas con las que trabajaban. Porque esas eran las personas con las que vivían todos los días, y probablemente por el resto de sus vidas. Generalmente, Andy intentaba no pensar en ello. Brendan levantó el tubo de ensayo. “lo probaré con las máquinas y veré lo que proporciona la sabiduría.” “Probablemente lo mismo que las últimas ochenta y cuatro pruebas.” “Si. ¿Quieres contárselo a Isaacs? Puedes hacerlo luego de llamarle cobarde a la cara.” Antes de que Andy pudiera responder al codazo de Brendan, Paul dijo, “Vamos, Timson, mueve tu maldito trasero. No quiero perder más tiempo fuera de lo que tengo”.

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Completamente aburrido, Andy dijo, “Si. ¿Quieres su pie esta vez?” “

No, la tomaré de los hombros. No quisieras

que manche de sangre tu precioso traje Hazmat.” “Ey, al menos esta superó los láseres.” Andy se estremeció, recordando el anterior clone quien había sido rebanado y hecho picadillos por la red del láser. Andy no pudo comer carne por una semana después de eso. No es que fuera una gloría toda la carne que había en estos días. Umbrella tenía un impresionante arsenal de comida para alimentar a sus empleados restantes, pero muchachos como Andy y Paul generalmente no recibían la parte buena. Porquería con pan de centeno era un típico almuerzo para el técnico y el gruñón del guardia de seguridad. Pero al menos recibían algo de comida. Esa era toda la paga que recibían, pero superaba la mierda de la alternativa. Andy se inclinó y cogió los tobillos de Alice-85, y luego espero a que Paul sujetara sus hombros antes de enderezarla. Dijo, “Además, conozco la verdadera razón—te produce nauseas caminar hacia atrás.” “Muy gracioso.” Paul la levantó de los hombros. “Se siente muy ligera.”

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Andy comenzó a retroceder por el pasillo hacia las puertas de cristal. “La mitad de su pecho fue arrancado. Es un gran programa de dieta”. “Sostén sus pechos, también”. La mirada maliciosa de Paul no era visible, pero Andy prácticamente podía oírla. “Probablemente pierdas mucho peso allí”. “Con sus pezones no,” dijo Andy con una sonrisa. “Ella no es Dolly Parton.” “Si, lo sé—entrené con la verdadera, ¿te acuerdas? Sin embargo, hay grasa allí, ¿verdad?” “Así es.” Ambos llegaron a las puertas, la cuales se abrieron al acercarse. La visión de la ciudad permanecía visible en el cristal incluso cuando se dispersaron —detrás de ellos estaba la plataforma metálica en el tubo que conducía a la superficie. Cuando Andy se apoyó en la plataforma, se estremeció, de la misma manera que siempre lo hacía cuando iban hacia arriba. Un vez que se encontraron, Paul pisó un gran botón rojo en el suelo, dando como resultado el silbido neumático

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del sistema hidráulico que elevaba la plataforma hacia afuera del complejo subterráneo, el cual se había vuelto el hogar, trabajo y refugio para Andy, Paul, Brendan, el Dr. Isaacs, y unas pocas docenas de otros empleados de la Corporación Umbrella quienes habían sobrevivido al apocalipsis. Cuando era un niño, la madre de Andy le había contado como era la vida en la década de los ’50 durante los primeros días de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, sobre los simulacros de lo que debían hacer en caso de un ataque nuclear. Estos supuestamente comprendían acurrucarse bajo el pupitre, que dejó a su madre con la impresión, hasta sus dieciocho años, de que la madera era a prueba de lluvia radiactiva. Por mucho tiempo, la gente supuso que cuando el mundo acabará, sería porque alguien arrojó la bomba. La mitad de las historias de ciencia ficción que Andy había leído o visto en televisión, cuando un niño predijo un futuro post apocalíptico donde alguna superpotencia u otro arrojara una bomba sobre sus enemigos, dejando sólo unos pocos humanos para conservar el planeta. Mientras el elevador hidráulico llevaba a Andy, Paul, y el cadáver de Alice-85 a la superficie del Valle de la Muerte, Andy se preguntó si hubiera sido mejor salir con bombas en lugar de eso.

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¿Y sin imaginar que la supersecreta base subterránea de Umbrella estuviera ubicada en el Valle de la Muerte? Con un sonido crujiente, las puertas ocultas sobre el suelo de la estación meteorológica permitían que la plataforma se detuviera a la altura del suelo de la estación. Ubicado en el corazón de las salinas del Valle de la Muerte, la estación había sido construida al mismo tiempo que la mamá de Andy se había escondido bajo su escritorio para refugiarse de la bomba, y no se había actualizado en casi todo este tiempo. Un tubo relleno de mercurio indicaba la temperatura, un método para determinar el calor que Andy pensaba se había escapado con las citas del casete. El equipamiento sobre las paredes y las baratas mesas fórmicas aún tenían marcas, por llorar fuertemente. Pero no era como si alguien necesitara conocer el clima —especialmente aquí. Era el desierto. Estaba seco, y hacía calor. Una vez que la plataforma se instaló en el lugar, Andy comenzó a retroceder hacia la puerta abierta. El traje Hazmat tenía su propia regulación térmica, por lo que Andy estaba agradecido, como el desplazamiento del aire acondicionado del complejo de Umbrella a los grandes

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espacios abiertos del desierto de California era una transición que Andy normalmente no estaría dispuesto a hacer. Al salir, Andy deliberadamente miró el suelo arenoso fuera de la estación meteorológica. No quería ver lo que había más allá, sólo desea deshacerse del cuerpo y regresar a la planta baja donde estaba a salvo. “A la cuenta de tres”, dijo Paul. Antes de que Andy pudiera decir algo, él agregó, “y si me preguntas si es uno, dos, tres, y luego dice vamos o vamos a la cuenta de tres, te golpearé”. Consciente de que estaba volviéndose predecible a su avanzada edad, Andy sólo murmuró, “La gente no tiene respeto por los clásicos”. “Yo respeto a los clásicos. No permito que os golpeéis en el suelo.” Andy rio, agradecido con el guardia de seguridad por quitar de su mente lo que estaban haciendo y donde lo estaban haciendo. Al unísono, ambos comenzaron a balancear el cuerpo. “y uno,” dijo Paul, “y dos, y ¡tres!”

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A la cuenta de tres, arrojaron el cuerpo a la izquierda de la gran zanja. Sin siquiera pensar en eso, Andy levantó la vista. Lo que vio, como de costumbre, le produjo que la comida le subiera a la garganta, y casi se retuerce por las náuseas. Su inmediato campo de visión era la gran zanja en la que habían arrojado a Alice-85. La zanja estaba bordeada de cal y rellena de restos no solo de Alice-85 sino de los últimas ochenta y cuatro Alices también. Ochenta y cuatro idénticas, vistiendo vestidos rojos. Bueno, ochenta y dos, en realidad. La que se había vuelto picadillo por la red de láser era sólo un montón de trozos chamuscados de carne. Y luego estaba Alice-9, quien, por razones que nadie había sido capaz de averiguar, enloqueció en el cuarto de baño inmediatamente luego de que despertará y golpeó sus sesos contra la pared del baño antes de que se vistiera, por lo que su cuerpo había quedado desnudo. Sin embargo, eso no era lo que hacía que Andy desear abandonar su desayuno. Él se había habituado a los múltiples cuerpos idénticos. Pensaba que si alguna vez se encontrará con la verdadera Alice Abernathy –“Alice la

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patea-traseros”, como Paul se refería a ella- la esperaría para pasear en silencio hasta que algo la matase, también. Eso no era lo que había más allá de la zanja. La estación meteorológica estaba rodeada por una valla perimetral de cinco metros de altura cubierta por alambre de púas. Empujando contra ella había literalmente miles de cuerpos reanimados por el virus-t. Andy prefería creer que eran cuerpos animados. Llamarlos zombis le recordaba a las malas películas de terror y le resultaba difícil tomarlos en serio, también. Todos habían aprendido la dura manera de tomar esas cosas en serio. Una vez que la valla había sido electrificada, resultó ser más problemática de los que valía la pena. Los muertos vivientes arrastraban constantemente sus pies directo a la valla, lo que significaba que la corriente era casi constante y no estaba haciendo ningún bien. Las vallas electrificadas se entendían como un impedimento más que un medio físico de restricción. El sujeto sería shockeado y consideraría volver a intentarlo. Sin embargo, los zombis ni siquiera tenían la capacidad de razonar como un animal salvaje, y sin importar cuanto los shockearas, no morían (ya estaban muertos), y no

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intentaban nada mejor. Así que Isaacs eliminó la corriente en la valla. Siempre y cuando no pusieran pasar —y no habían presentado signos de poder hacerlo aún—estarían a salvo. “¿De

dónde

coño

son?”

preguntó

Paul

repentinamente. Andy se volvió para mirarlo, lo cual era un alivio, ya que incluso las características de su oscurecido traje Hazmat era una belleza con respecto a las hordas de cadáveres vivos. “¿Qué quieres decir?”. “Estamos en medio del maldito desierto. ¿Qué, esas personas vinieron desde Las Vegas?”. “Dile a Paul que veré si Isaacs desea realizar un estudio de los patrones migratorios de los zombis, ¿de acuerdo?”. Eso le produjo risa, y Paul dijo, “Vamos, regresemos a la planta baja”. “No hay problema”, dijo Andy enfáticamente, volviéndose hacía la estación meteorológica. “Dios, desearía que pudiéramos recuperar el original. Deshacerse de los clones está volviéndose algo agotador.”

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“Muy oportuno”, dijo Paul. “No conoces a la patea traseros de Alice. Isaacs no pudo retenerla al intentarlo. De hecho, no lo intentó.” “Pensé que la tenía en Detroit”. Paul sonrió. “No por mucho tiempo. Mierda, ni siquiera intento retenerla en San Francisco”. Andy meneó la cabeza mientras reingresaban a la estación meteorológica y se dirigían a la plataforma. Paul pisó el botón rojo de nuevo. “No veo lo que estamos logrando en este momento. Los resultados son siempre los mismos. Claro, ella no siempre muere en el mismo punto en el laberinto, pero muere al fin, y el análisis sanguíneo siempre dentro de las normas previstas”. Paul se encogió de hombros. “Mientras nos mantengan a salvo aquí en vez de ahí fuera, no me importa una mierda lo que hagan”. En ese momento, Andy suspiró. “Amén”.

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TRES ANTES

El Dr. Sam Isaacs se quedó asombrado. Había trascurrido tres semanas desde que la Corporación Umbrella había destruido Raccoon City con un misil nuclear. Los medios de comunicación habían sido inundados de informes, al principio de algún tipo de virus que se había propagado por toda la ciudad antes de su destrucción, luego del colapso catastrófico de una poderosa planta nuclear. Como siempre, Isaacs estaba impresionado con la habilidad de su patrón de manipular la verdad. Eso, sin embargo, no era por lo que Isaacs estaba asombrado. Solo un pequeño puñado de gente logró salir con vida de Raccoon. Para gran felicidad de Isaacs, su supervisor, el Major Timothy Cain, no era uno de ellos, sino Alice Abernathy.

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Ella casi no habría podido sobrevivir. Cuando la encontraron entre los restos de un helicóptero C89, parecía ser uno de los dos cadáveres, el otro era Ian Montgomery, el piloto de la nave. Montgomery había informado sobre otros cuatro pasajeros —tres adultos y una niña—pero de ellos no había ni rastro. La propia Alice había sido empalada por un largo pedazo de metal. Debería haber estado muerta. Ahora,

tres

semanas

después,

se

encontraba

suspendida en un tubo con un baño de nutrientes, y un respirador cubriéndole la nariz y la boca. Y según el Dr. Kayanan, estaba a punto de despertar. “No está tomando casi nada de nutrientes del sistema”, dijo Kayanan, con asombro en sus ojos marrones. “La regeneración parece casi espontánea. Es como si estuviera absorbiendo la energía por arte de magia.” Isaacs se volvió para mirar los monitores en frente del puesto de trabajo de Kayanan. No solo era su EEG casi normal, sino que su metabolismo era en realidad hipernormal. Teniendo en cuenta que ella era poco más que un cadáver hacía tres mesas atrás...

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Él se acercó al tubo. Entonces, los ojos azules de Alice se abrieron bruscamente. “¿Puedes oírme?” preguntó Isaacs. Luego de un minuto, su cabeza de cabellos rubia asintió. “Bueno.” Ahora era el momento de la verdad. Si la historia pasada era algún indicio, Alice no sería un buen objeto de estudio, especialmente si no retenía ningún recuerdo de lo que había sucedido. Pero si no recordaba lo sucedido, las posibilidades eran simplemente infinitas. Sin embargo, no había en realidad una única manera de averiguarlo. Volviéndose hacia Cole, Isaacs dijo, “Inicia el proceso de drenaje.” Asintiendo con la cabeza, Cole comenzó la secuencia del drenaje de nutrientes del tanque. Alice miró a su alrededor, confundida, sin saber lo que estaba sucediendo. Una vez que el líquido fue expulsado, la parte delantera del tanque se abrió como una tapa, llevando a Alice de boca al suelo. Lang, una de las personas de seguridad, le

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entregó a Isaacs una bata de laboratorio, y este se la ofreció a ella. Alice la envolvió alrededor de su tembladora silueta desnuda. “Su recuperación es notable,” dijo Kayanan, “y sus poderes —tanto físicos como mentales, se están desarrollando a un ritmo geométrico.” Isaacs no reconoció a Kayanan—él leería sus informes, después de todo—sin embargo, se sentó al lado de Alice, cepillándole su rubio cabello mojado y sosteniéndole suavemente la mano. Estaba fresca desde el baño de nutrientes, pero él pudo sentir una vibrante calidez debajo. Alice se estremeció al punto de la convulsión y permaneció mirando a su alrededor. Su boca continuaba tratando de formar una palabra pero no podía emitir ningún sonido. Suponiendo que fuera el comienzo de “dónde”, preguntó Isaacs en su nombre, “¿Dónde estás?” Se puso de pie, intentando guiarla para que le levantase también. “Estás a salvo. Ven.” Ella se levantó lentamente y tropezó una vez—no había utilizado los pies desde hace tres semanas, después de todo, y posiblemente no recordaba como pararse. Él la guió sobre una columna para que ella tuviera algo en lo que apoyarse.

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“Eso es—aquí vamos.” Los ojos azules de Alice parecían perdidos. Isaacs solo había visto tanto vacío en una expresión en los recién nacidos y los animales. Se veía como si no recordara nada, lo que favorecía a Isaacs. Al lado de ellos, Doyle estaba mirando las lecturas en un monitor cercano y tachando los elementos de la lista en un borrador. Alice comenzó a ver con fascinación las manos de Doyle. Isaacs tomó el borrador y el bolígrafo y se los mostró a ella. “¿Sabes qué es esto?” hablaba lentamente, como si se tratara de un niño. “Es un bolígrafo.” Comenzó a escribir en la lista de control para demostrar la función del instrumento. “¿lo ves?” Inténtalo.” Le tendió el bolígrafo mientras sostenía el borrado hacia ella. Ella cogió el bolígrafo como si fuera una daga y comenzó a dibujar garabatos en todo el listado. “Bo—” una vez más, ella sólo podía manejar el primer sonido de la palabra. “Bo—” “Bolígrafo” insistió él.

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“Bo—Bolígrafo.” Al igual que un niño pequeño. Casi como una tabla rasa. Pero aun así, necesitaba estar seguro. Debía realizar más pruebas. Primero, las básicas. Retiró el bolígrafo y se lo entregó junto con el borrador al desconcertado Doyle. Luego sujetó la cabeza mojada de Alice y dijo, “Mírame”. Ella lo miró con ojos desconcertados. “¿Puedes recordar algo? ¿Hm? ¿Recuerdas tu nombre?” Su mirada estaba en blanco. Mirando furtivamente a su alrededor, como si intentara averiguar lo que estaba mal. Sam Isaacs se había reunido con Alice Abernathy sólo un par de veces antes del incidente de la Colmena, pero mientras que la persona frente a él tenía los mismos rasgos faciales, no era ella. “Alice la patea-traseros”, como el más crudo personal de la División de Seguridad había dado en llamarla, tenía siempre el control de cualquier situación en la

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que estuviera. Sus penetrantes ojos estaban perdidos, y su cuerpo era como un resorte en espiral. La húmeda y confusa mujer estaba de pie frente a Isaacs

en

este

momento,

apenas

controlando

sus

espasmódicos movimientos, sus ojos apagados no estaban captando nada, y su cuerpo era como un trapo mojado. “Mi nombre…mi nombre…” Repetía las palabras, no del todo segura de lo que podían significar. Isaacs la soltó y se dirigió hacia Kayanan y el puesto de trabajo de Cole. Estaba a punto de vomitar, estaba tan mareado. Había estado viviendo una pesadilla desde hace meses, desde que el idiota de Cain había sido encargado de su investigación. El Proyecto Némesis había sido comprometido más allá de todo reconocimiento, el virus-t se había liberado por primera vez en la Colmena y luego en Raccoon, la ciudad había sido destruida, y la mejor esperanza de Isaacs, Némesis—por no mencionar el incipiente Programa Tyrant— había sido empalado por un pedazo de metal. “Mi nombre…”

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Pero ella se había recuperado. Finalmente, él pudo avanzar. “La quiero en observación las veinticuatro horas del día. Quiero un juego completo de análisis sanguíneos, químicos y electrolitos al final del día.” “Mi nombre…” “Señor—” comenzó Cole. Ignorándolo—posiblemente no tenía nada interesante que decir—Isaacs continuo: “Las pruebas de reflejo avanzadas también son una prioridad.” “Mi nombre…” “Quiero monitoreados sus impulsos eléctricos—” “¡Señor!” dijo Cole con más fuerza. Suspirando, Isaacs preguntó, “¿Qué sucede?” “Mi nombre—” Isaacs se volvió. Las veces anteriores, ella había estado murmurando esas dos palabras casi como si fuera una mantra atontada.

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Esta vez, sin embargo, habló con un tono más profundo y resonante. ¡El tono de la jefa de seguridad de la Colmena! “—es Alice.” Ella esbozó una sonrisa a Isaacs. “Y lo recuerdo todo.” Isaacs se dio cuenta rápidamente que el Plan A no era una opción. Moviéndose más rápido de lo que cualquier humano podría haberlo hecho, Alice cogió el bolígrafo de Doyle con la intención de apuñalarlo en un ojo. ¡No! Aunque el pulso de su brazo tenía que ser increíble, dada la velocidad con la que lo movió, pudo detener el bolígrafo antes de que se estrellara con el ojo de Doyle. Isaacs encontró casi vertiginosa la perspectiva de lo que pensaba que podía hacer con ella. Su decepción por el regreso de su memoria fue mejorada por su propia prospectiva. Entonces Alice le proporcionó un codazo a Doyle, arrojándolo al suelo.

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Luego de eso, Isaacs apenas pudo seguir lo sucedido. Ella se deshizo de una, quizás dos personas más, y luego, antes de que él pudiera reaccionar, lo sujetó del brazo. A continuación, flexionó su muñeca. Isaacs siempre había creído que las estrellas formadas en los ojos, producto de un increíble dolor, eran sólo una fantástica creación de los dibujos animados. Habiéndole roto el brazo con un simple movimiento de muñeca, Alice lo curó de su mala interpretación en poco tiempo. Con vidrios rotos en sus manos, y su cara como un tanque averiado, cayó al suelo cubierto de sangre y vidrio. Con cuchillos de dolor rebanado su hombro y brazo, Isaacs parpadeó para contener las lágrimas e intento concentrarse en los que estaba sucediendo. Cole y Kayanan se habían ido. Doyle aún estaba en el suelo, al igual que Stolovitzky y Bruner. Lang desenfundó su pistola eléctrica y disparó contra Alice. Dándole directo al hombro. Las pistola eléctrica brilló con una carga eléctrica que habría enviado a una persona normal al suelo, temblando. Alice no se movió—o parpadeó—como centenares de amperios inyectados en su cuerpo. Sólo miró el extremo

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puntiagudo de la pistola eléctrica, lo quitó de su hombro, desgarrándole la carne pero sin más esfuerzo que matar a una mosca, y luego se levantó y arrojó de vuelta la pistola hacia Lang. Eso tuvo poco más que un efecto sobre el guardia de seguridad, que gritaba mientras caía al suelo. Y luego abandonó el lugar. Isaacs trató de concentrarse más allá del dolor. No era fácil, pero tenía una tarea muy importante para hacer. Sabía que no podría retener a Alice si ella recordaba quien era, así que tenía que actuar mejor esta vez: Hacerle creer que era libre. Era el mismo principio que se aplicaba en los animales. ¿Por qué intentar mantenerlos atrapados en cajas cuando puedes dejarlos libre y realizar un seguimiento de ellos en la naturaleza? La ventaja de trabajar para la Corporación Umbrella era que no dependías de algo tan vulgar como una etiqueta en la oreja. Mirando los monitores de seguridad, Isaacs vio que no sólo Alice había salido sino que ahora estaba en una SUV,

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junto con varias personas vestidas como personal de la División de Seguridad de Umbrella. Isaacs reconoció a tres de ellos de inmediato. Uno era Angie Ashford, la hija del Dr. Charles Ashford, uno de los principales científicos de Umbrella y otro de las víctimas de Raccoon City. Los otros dos fueron probablemente reconocibles en el mundo como los fugitivos presuntamente responsables del “video falso” de gente rara arrastrando los pies por las calles de Raccoon City, infectando a la población: Carlos Olivera, un ex miembro de la División de Seguridad, y Jill Valentine, una ex policía del RCPD en su sección elite de S.T.A.R.S. Con su brazo sano, buscó en el bolsillo de su bata blanca, cogió su teléfono, y señaló la puerta principal. Bajo otras circunstancias, Isaacs habría ordenado a seguridad que los detuvieran. En su lugar, sólo dijo dos palabras: “Dejadlos ir.” Tras la desconexión con el guardia, Isaacs cambió su teléfono a través de la interfaz con la computadora central y dijo tres palabras más: "Programa Alice activado" Habría sido mejor que ella hubiera permanecido amnésica, pero Isaacs sabía desde el principio que habría una posibilidad mejor de que lo recordara todo. Después de todo,

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su mente funcionaba mejor, más rápida que la de cualquier ser humano. A diferencia del éxito que tuvo el Proyecto Némesis—Matthew Addison, que había sido mutado por el virus-t en una máquina de matar—Alice no había sido cambiada por el virus. Ella lo había cambiado. Pero él nunca podría retenerla mientras ella aún conservara su rencor contra su viejo patrón. A diferencia de Major Cain, Isaacs planeaba todas las eventualidades y no permitía que reinase el caos y esperaba que pudiera controlarlo más tarde. Una doctora llegó corriendo. “¿Se encuentra bien?” le preguntó a Isaacs más estúpidamente. Isaacs no la dignificó con una respuesta, en su lugar le permitió que lo ayudara a ponerse de pie y lo llevara a la enfermería. Una vez que ella lo llevó allí, él dijo a Cole, “Tendremos que eliminar esta base, trasladarla a las instalaciones de Detroit.” Habían ido a San Francisco mayormente debido a su proximidad a lo que una vez fue Raccoon City, pero las instalaciones de Detroit tenían mejor equipamiento de rastreo y también era el centro neurálgico de la dirección de la red masiva de satélites de Umbrella. Él los necesitaría para hacer un seguimiento de Alice.

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Y eventualmente traerla a casa.

CUATRO

DESPUÉS En 1956, el congreso aprobó la autopista federal, un proyecto personal del presidente Dwight D. Eisenhower. Este proyecto tenía como objetivo crear un sistema de rutas y que los viajes a través de los Estados Unidos fuesen más rápidos y eficientes. Los más tradicionales, por supuesto, rechazaron la idea, tal como los tradicionalistas siempre van a actuar. Permitirles a los viajeros permanecer en la carretera durante los tramos largos significaba, como John Steinbeck remarcaba, “viajar desde Nueva York hasta California sin ver una sola cosa en el camino”. La ruta 66, famosa en una canción y en la historia por ser la ruta que te lleva a través de América, se había convertido, si bien no en algo obsoleto, pero si en términos de importancia había disminuido su popularidad en un mundo que valora la velocidad. ¿Porque tener que hacer un largo recorrido y pasar por todos los pueblos de Kansas cuando tú puedes evitar eso viajando a 80 KM por hora (seguro, el límite de velocidad había sido reducido a 55 Km por hora en la década del setenta debido a la crisis del gas, pero la policía caminera no te miraba dos veces siquiera, a menos que tu

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velocidad superase los tres dígitos) y llegar a destino más rápido? Además ellos debían competir con aviones, los que te llevaban desde Nueva York hasta California sin ver absolutamente nada excepto un par de nubes. Las autopistas más importantes eran carreteras señalizadas con dos dígitos acorde a dirección y ubicación. Los números impares significaban que la carretera te llevaba de norte a sur, el aumento en el número indicaba el este y el oeste. El número aumentaba si tu viajabas hacía el norte o hacía el este. L-5 era la intersección en el Noreste del Pacífico y con l-10 en San Diego. L-95 cruzaba l.10 en Florida y l.90 en Boston. Controversialmente los recorridos más populares en autopistas eran los dos más largos, l-80 que iba de Nueva York a San Francisco y l.70 desde Baltimore hasta Cove Fort, Utah. Debido a que este mandato firmado en 1956 decía que las autopistas debían pasar a través de la mayor cantidad de ciudades estadounidenses, incluso por los pueblos pequeños, hubo una gran explosión en las zonas suburbanas. Ahora no tenías que vivir en la ciudad para trabajar en ella, y los pueblos que estaban en las afueras crecieron por cuenta propia y se transformaron en ciudades. Claro, que no todas las ciudades nacieron de esta manera. Tomemos como ejemplo, Salt Lake City, Utah. La capital del estado desértico, estaba prácticamente allí sola en medio de la nada. Si alguien conducía hacia el oeste por la autopista l80 a través de Utah, no se encontraba con nada hasta que llegaba al cruce con la I-215, y así, de repente tú estabas en una ciudad, así como así.

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Fue por lo que Alice Abernathy se sorprendió cuando giró su motocicleta BMW K 1200 en I-80 al oeste y se encontró con un cartel que decía SALT LAKE CITYLIMITE DE LA CIUDAD. Había estado conduciendo su moto por la autopista por bastante tiempo, viendo pocas señales de vida. No se había percatado que estaba por entrar a una ciudad. Por otra parte, el mundo tenía muy pocos signos de vida en estos días. La motocicleta era su más reciente vehículo, ella había estado usando un helicóptero, pero lo perdió en un encuentro con no vivientes en Ohio. Alice, por supuesto, se había encargado de ellos, pero esto la dejo a ella sin su medio de transporte. Había tenido que caminar desde Youngstown hasta Cleveland (ella había evitado dirigirse cerca de Columbus, que era su pueblo natal, verlo ahora sería demasiado doloroso), antes de eso Alice había encontrado la motocicleta al costado de la autopista y su propietario yacía allí decapitado y su cuerpo en estado de descomposición. Alice no veía señales de la cabeza del sujeto, pero el cuerpo estaba cubierto de mordidas, por lo que probablemente se había convertido en un muerto viviente y luego lo habían eliminado decapitándolo. Quienquiera que hubieses sido este hombre, tenía buen gusto para motocicletas. La K 1200 era la más grande y poderosa moto en el mercado. Hasta que se dejó de producir este tipo de vehículo para carreteras. O se produjo demasiado de otros similares. Alice había recorrido el país en esta motocicleta, cargando combustible donde podía. Tenía media docena de bidones con más reservas y también gas, aunque de esto

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último ya le quedaba bien poco, y también tenía un receptor de radio. Todo esto estaba situado a ambos lados de la moto, mientras, ella recorría el abandonado lugar donde había autos y camiones oxidados. Al acercarse a la salida de Foothill Drive, encontró lo que estaba buscando: el edificio KLKB, una estación local de televisión. Mientras salía de la carretera y se dirigía al estacionamiento, Alice podía ver el camino que la llevaba a la entrada, era un camino de césped y flores, alguna vez ese césped estuvo bien cortado y las flores decoraron el cartel que anunciaba la llegada al lugar. Ahora las flores y el sistema de riego estaban cubiertos de arena, parecía como si un niño hubiese estado jugando en la playa y luego hubiera cubierto todo lo que había estado construyendo con patadas de arena antes de abandonarlo. Alice pasó con su moto al lado de tres vehículos, los cuales presentaban distinto grado de deterioro - y estaban estacionados en diferentes sectores del lugar – y finalmente descendió de su motocicleta cerca de la entrada principal. Al llegar, se quitó el pañuelo que llevaba y lo paso por su rostro. Ni siquiera se había molestado en conseguir un casco. Desde que ese bastardo de Isaacs había experimentado con ella después del desastre en la Colmena, cada herida, cada corte, sanaba prácticamente al instante. No había nada de lo que un casco pudiera protegerla. Ella solo llevaba ese pañuelo porque estar cubierta de arena, y bichos que se metían en su boca era algo irritante. Metiendo la mano en el bolsillo de su chaqueta, la había conseguido de un no viviente al que había asesinado en

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Joliet (también había conseguido un par de anteojos que pertenecían a este mismo sujeto, pero se le habían roto en Cheyenne), sacó un transmisor digital de memoria que ella había obtenido en la sucursal que tenía la empresa Umbrella en Detroit y puso está pieza en su oído izquierdo. Reproducía el archivo que ella había descargado en la radio trasmisora – otro regalo que había conseguido en su breve estadía en Detroit- ayer cuando había dejado Cheyenne. La voz que escuchaba pertenecía a una mujer, y sonaba desesperada. Alice reconocía ese tono de voz con bastante facilidad. La mayoría de las personas lo tenían estos días. “Esto es KLKB, trasmitiendo de emergencia. ¿Alguien puede escucharnos? Tenemos personas aquí que necesitan atención médica. Nos hemos refugiado en la estación de televisión a la salida del pueblo. Estamos rodeados y necesitamos ayuda. ¿Puede alguien escucharnos? ¿Alguien nos puede ayudar? Alice apagó la radio. Luego miró a su alrededor. La mujer había dicho que estaban rodeados, pero Alice no veía muertos vivientes en el lugar. Gracias a Isaacs – a quien pensaba despellejar si lo volvía a ver – ella era sensible al T- Virus, y ella apenas si podía sentirlo aquí. Eso significaba que los no vivientes habían ido y venido o que habían sido asesinados. O que se escondían. Por supuesto, también podía ser que dentro de las 24 horas o menos que pasaron desde que Alice escuchó la

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trasmisión, los no vivientes que los rodeaban se hubiesen marchado hacía otros terrenos más verdes. Inspeccionó visualmente la estación. Todas las puertas y ventanas estaban cerradas con tablas, las tablas llenas de agujeros de bala. Quienquiera que estuviese allí, si en realidad había alguien, probablemente sintió como que estaba viviendo en un estado se sitio. Hoy era muy común atrincherarse en un lugar, pero incluso esa estrategia, tenía un 50 y un 50 de posibilidades de éxito. Se dirigió a la puerta principal y la golpeó, derribando ambas cosas, la puerta y las maderas de una sola patada. Con un fuerte crujido, la madera se transformó en astillas ante el impacto de sus botas, el T-Virus había aumentado su fuerza. Dentro, el área de recepción estaba vacía. Su ruidosa aparición no llamó la atención de nadie. El mostrador estaba intacto aunque cubierto de sangre –con esa misma sangre se habían dibujado sobre el mostrador varios símbolos religiosos. Observando a su alrededor notó que esos mismos símbolos - que solo algunos ella podía reconocer - estaban dibujados en las paredes cubriendo los afiches publicitarios con la programación del canal. Toda su vida había sido agnóstica, y la llegada del T-Virus le dejo bien en claro que si hubiera una deidad suprema, sin dudas sería un maldito bastardo, que no merecía ser venerado. En la mente de Alice no había Dioses, solo personas. Maldita sea, y las personas habían arruinado todo.

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El sonido de un gemido llamó su atención, se movió lentamente hacía la habitación continua sosteniendo firmemente su arma. Esa habitación era un estudio de filmación, los decorados estaban rotos y dispersos, con rastros de sangre ya seca por todas partes, como así también más de los mismos signos religiosos dibujados en las paredes y el equipo. Alice se detuvo al llegar a la esquina, justo detrás de una cámara destruida que se encontraba allí, ese era el lugar de donde venía el sollozo. “Mi bebe, mi pobre bebe” Alice reconoció la voz, era la misma voz que había grabado con su radio trasmisora en Cheyenne. “Por favor” La mujer estaba acurrucada en un rincón del estudio, sosteniendo una sucia manta blanca en sus brazos. Era de suponer, de que se trataba de su bebe, por quien ella estaba sollozando. La mujer miró a Alice, había lágrimas en sus mejillas, y le tendió la manta. “Por favor ayude a mi bebe” Con el arma aun en una de sus manos, Alice se acercó con su otro brazo para sujetar la manta. Se sentía como un peso muerto, y Alice temía que el bebe fuese solo un cadáver. Con un estremecimiento, se preguntaba qué pasaría si el bebe estaba infectado.

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Había visto varios niños convirtiéndose en muertos vivientes, comenzando por los niños en el colegio de Angie en Raccoon City, pero nunca un bebe, al menos no todavía... Angie... Trató de sacarse los malos pensamientos de la cabeza, y se dispuso a ver la cara del niño muerto. Muerto si, principalmente porque su rostro era de plástico, lo que le habían entregado era una muñeca. Antes de que ella pudiese pedirle una explicación a la desquiciada mujer, pudo ver que ésta ahora estaba apuntándole con una escopeta. Alice dejo caer la muñeca y levantó su propia arma, solo para darse cuenta de que no estaban solas. Sin siquiera mirar sabía muy bien de que había por lo menos otras cinco personas rodeándola, todos armados y todos apuntándole a ella, con el sonido de los clics ella se dio cuenta de que estaban listos para disparar. “Eres una maldita” le dijo la mujer, “arrojaste al suelo a mi bebe” “Ahora dejaste de llorar” le respondió Alice. “Debo estar poniéndome vieja, ya que debí verlo venir”. “Sí. Realmente debiste verlo venir, no Murph?” dijo la mujer. Uno de los hombres cuyo rostro estaba totalmente cubierto de ampollas, bajo su arma y se acercó, llevando consigo un par de oxidadas esposas.

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“Es un placer” El hombre sujetó a Alice y tomó sus brazos. “Ustedes han hecho esto antes” Alice dijo estas palabras con calma. “Solía ser un policía estatal. Eso hasta que me despidieron. Decían que yo no era sociable. Al menos, creo que eso fue lo que dijeron- no lo recuerdo muy bien, tengamos en cuenta de que nunca escucho a nadie. Ese es mi otro problema –no escucho muy bien”. Una vez que terminó de esposarla, la sacudió sobre un escritorio, parecía ser el que usaban para dar las noticias. “Tú eres el pez más bonito que hemos atrapado desde hace tiempo”. Esto confirmaba lo que Alice sospechó en el preciso instante en que cayó en la trampa. Estas personas engañaban gente de esta manera. Se preguntaba que hacían con sus “peces”. Se imaginaba también que muy pronto lo averiguaría. Como para confirmarlo, la mujer usó el mismo tono de voz que había usado en la radio para hablarle. “Estamos rodeados y necesitamos ayuda. ¿Puede alguien escucharnos? ¿Alguien nos puede ayudar? Por favor”. Todos ellos empezaron a reír con ganas. Todos menos uno, un hombre de estatura baja que parecía ser el más joven de todos ellos, este hombre miraba a Alice con curiosidad y chequeaba las armas que ella llevaba. “Miren eso”, finalmente dijo.

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Murph se acercó para dar un vistazo de cerca al revólver que Alice llevaba. “El pez esta armado”. Uno de los hombres, que era el más robusto se encaminó hacia ella. Los ojos de Alice se abrieron sorpresivamente cuando vio acercarse a este sujeto sosteniendo dos cuchillos tácticos Kukri en sus enormes manos. Había visto esos cuchillos provenientes de Nepal solo una vez, pertenecían a la colección personal de uno de los altos miembros del departamento de seguridad de Umbrella. Su nombre en clave era One. One había sido asesinado en el desastre de la Colmena, murió cortado en rebanadas por el láser de la Reyna Roja que protegía las instalaciones, seguramente su colección había sido destruida junto con el resto de la ciudad de Raccoon City. Ahora estos salvajes tenían un par de estos cuchillos. Alice se preguntaba si en verdad pertenecían a ellos o si se los habían sustraído a alguno de los peces anteriores. De todas formas, ella tenía muchos deseos de añadirlos a su arsenal personal, una vez que eliminara a estos sujetos. Porque ella tenía toda la intención de matar a cada uno de ellos. Ella había tratado de llegar hasta la estación KLKB y rescatar a quien fuese que estuviese atrapado allí y salvarlo de los zombis, pero ahora que sabía que todo era una trampa, los había marcado uno por uno, no solo por engañarla sino también por distraerla de su misión principal. Alice era responsable de lo que le había sucedido al mundo.

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En realidad, no era principalmente su culpa. Fue Spence quien liberó el T-Virus en la Colmena para cubrirse la espalda mientras robaba el virus para venderlo al mejor postor en el mercado internacional. Sin embargo, Alice trabajaba con Spence. Ellos dos habían sido asignados para custodiar la mansión, la cual servía de entrada secreta a la Colmena. No solo había trabajado con él, habían dormido juntos. Alice originalmente había sido entrenada por el Departamento del Tesoro para formar parte del servicio secreto, eso fue hasta que en ese Departamento se instaló el sexismo y la enviaron a trabajar para la Corporación Umbrella, parte de ese entrenamiento consistía en observar eventos y acciones de las personas. Se había dado cuenta de que Lisa Broward, quien dirigía la seguridad del sistema informático, estaba tratando de dar a conocer las acciones ilícitas de Umbrella, por lo que Alice había tratado de reclutarla para que se uniese a ella en la lucha contra de la Compañía. Sin embargo, ella no tuvo en cuenta a Spence. Y eso la perturbaba. Si se hubiese percatado de lo que Spence iba a hacer y lo hubiese detenido, la mayor parte de la población mundial hoy estaría con vida. Es por lo que ella estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para ayudar a las pocas personas que aún quedaban con vida. O al menos a quienes lo merecían, estos malditos según su criterio no merecían ese privilegio. El hombre robusto levantó uno de los cuchillos. “Veamos con que más está armada”

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Puso el filo de la navaja debajo de la chaqueta de Alice. Mirándolo fijamente a los ojos Alice le dijo: “Yo no haría eso” Con eso consiguió que le aplicaran una bofetada en el rostro. “¡Cierra la boca!” Apenas si la sintió, y Alice casi no se movió ante el patético golpe. Si tan solo ella no estuviese esposada, ella podría haber knockeado a estos desgraciados aun cuando estaba entrenando, con mucha más razón ahora. Definitivamente iba disfrutar matando a esta gente. Bastante malo era que quedaran tan pocas personas en el mundo, encima esta gente los cazaba vaya a saber por qué razón -¿por deporte? Los otros salvajes parecían creer que el golpe había sido fuerte. “Eso es Eddie”, gritaba uno de ellos. “Muéstrale como se hace” “Enséñale a esta perra”, agregó la mujer con el bebe. Eddie sonrió y una vez más trató de abrir la chaqueta de Alice con el cuchillo. Antes de que pudiera hacerlo, Alice movió su pierna y le aplicó una potente patada a Eddie en la nariz. La mujer corrió hacía él gritando. “Eddie, Eddie”

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Se arrodilló junto a Eddie y tocó su cuello, y luego levanto la vista dándole a Alice una mirada asesina. “Jesucristo, está muerto” Alice se encogió de hombros como pudo ya que estaba esposada. “Se lo advertí” La mujer levantó su propia escopeta. “Maldita Perra” “¡Hey!” Murph le gritó. “¡No así Margie! Haremos esto igual que siempre”. Murph sonrió. “Y esta vez va a ser divertido”. Margie asintió bajando el arma. “Tienes razón Murph, esta perra seguramente lo hizo para que la matáramos. Para que la saquemos rápido de su miseria. Pero no va a tener esa suerte.” Alice suspiró. Ella lo había hecho porque realmente quería a Eddie muerto. De un golpe la dejaron casi inconsciente. Murph la cogió de un brazo y la sujetó para llevarla a otro lugar. “Andando lindo pez. Vamos a darnos un show. Chicos y chicas.” Chris Murphy iba a disfrutar eso. El mundo se podía haber ido al infierno, pero con esto, él sí que se iba a divertir.

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Se divertía mucho más ahora que antes de que todo acabara, eso seguro. El padre de Murph había sido un policía estatal, lo mismo que su abuelo y su bisabuelo. Donde Murph creció, era como la canción de Springsteen – te hacen hacer lo que tu padre hizo- por lo que Murph, que solía disfrutar la música de Springsteen, decidió seguir los pasos de su padre y convertirse en un policía estatal a los 18 años. Al principio todo marchó bien. Murph no era muy bueno con el papeleo, teniendo en cuenta de que era malo en sí para la ortografía, pero tampoco eran buenos los demás allí, por lo que eso no fue gran problema. Sin embargo, el comisario siempre le llamaba la atención por las peleas. No era nada al principio – solo las rencillas que suele haber cuando dos personas no se ponen de acuerdo – pero por alguna razón Murph fue sancionado. Solo porque ese maldito al que le rompió la pierna era el hijo del alcalde – pero no fue su culpa. Tampoco andaba el gran imbécil con un cartel que dijese “Soy el idiota hijo del alcalde”. Si Murph lo hubiese sabido, no le hubiera dado una grande por hablar basura de Richard Petty. O quizás si lo hubiese hecho, nadie se burla de Richard Petty en su presencia. Eso no. Murph no estuvo lo suficiente trabajando en la policía como para llegar a obtener una pensión. Y él tampoco tenía alguna habilidad especial como para que alguien le diera trabajo. Su esposa lo abandonó en el preciso instante en que perdió su placa y su arma. Se mudó a la ciudad, pensando que

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habría más trabajos en Carroll County (Indianápolis), allí vivía en diferentes cuartuchos y finalmente terminó trabajando en un strip club como guardia de seguridad. Eso anduvo bien hasta que una de las chicas lo acusó de acoso sexual. Murph pensó que ella estaba loca, todo lo que él había hecho era apreciar “sus finas cualidades”, pero nadie le creyó. Por lo que terminó estrangulando a la maldita y se marchó de Indiana. Finalmente, llegó a Montana. Allí conoció a un grupo de gente bien pensante que creía que el mundo se iba a ir todo al diablo por culpa de las grandes compañías. El líder era un tipo llamado Raymond. Murph nunca había estado a favor de causas tipo Greenpeace, pero lo que decía este Raymond tenía sentido, e incluso invitó a Murph a su bunker, así ellos estarían listos para cuando el mundo acabase. Y entonces sucedió. Murph nunca había visto algo así. Las personas se enfermaban y morían y luego volvían a la vida y empezaban a comerse a otras personas. Se comieron a Raymond y Murph se largó de allí antes que se lo comieran a él. Otro grupo de gente que había estado con Raymond también pudieron escapar, y todos habían estado vagando por allí, tratando de sobrevivir, hasta que conocieron a Eddie. Eddie era fuerte e inteligente. Sabía muy bien que la única manera de sobrevivir en este mundo era tomando lo que uno quería. Salt Lake City era un pueblo fantasma antes de que la plaga lo terminara de devastar, y Eddie se había instalado en la estación de TV. Margie era realmente buena para dar la apariencia de una mujer desesperada y cosas así, por lo que ella era la encargada de hacer los pedidos de auxilio, y por supuesto, muchos tontos como esta linda dama acudieron a ayudar. A Murph siempre le había gustado

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Margie, incluso en Montana ella había tenido intimidad con él, algo que él apreciaba mucho. Tampoco se iba a poner tan quisquilloso, no había mucho para elegir en estos días. En realidad nunca lo había sido, había tenido sexo con cualquier cosa que tuviera senos, incluso estando casado. Las personas que aún quedaban con vida y que estaban dispuestas a ayudar a los demás, llegaban con comida y suministros médicos al lugar, por lo que el plan funcionaba de lo más bien, incluso con tanta gente muerta en el mundo. Sin embargo a Murph no le importaba. Lo que si extrañaba era NASCAR. Había visto en el programa de televisión – cuando todavía existía la televisión- que todos los miembros de la familia Petty habían perecido por la plaga. Eso era algo que perseguía a Murph y le ocasionaba pesadillas hasta el día de hoy. Ver a su héroe así humillado. Era una verdadera vergüenza. Y ahora había perdido a Eddie. Él era el líder, como lo era Raymond en Montana, al igual que el Comisario en Indiana. Murph los había perdido a todos, pero él todavía estaba de pie, eso significaba que quizás él no los necesitaba. O quizás, él se estaba adjudicando el mando, ahora que Eddie estaba muerto. Pero eso sería más tarde, ahora tenía que divertirse. Tomó al pez rubio y la arrastró hacía la siguiente habitación, luego la arrojó al pozo. El pozo ya estaba allí cuando Eddie y los demás se apoderaron del estudio, y puesto que era el sótano, era el lugar ideal para los eventos.

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Spiff, el más joven de ellos, se asomó y le gritó a Alice: “Te crees muy inteligente. Ya verás, ya verás.” Desde arriba, apenas si podía ver al pez. Apenas una luz podía verse en la parte superior del pozo. Esto hacía todo más dramático, es lo que Eddie solía decir. Murph pensó que cuando él estuviese a cargo, haría el pozo más grande. Era más divertido poder ver lo que pasaba abajo. Había cables colgando alrededor de Alice, venían desde arriba. Murph se imaginaba que quien fuese que estuviese en la estación antes de que él llegara, se había llevado parte del equipo y los accesorios consigo, dejando todos esos cables allí. Afortunadamente, no había corriente eléctrica. El pez miró a su alrededor y vio los huesos de sus predecesores. Por lo general, esta era la parte cuando todos se asustaban, pero este pez era un cliente especial. Ella solo miró por un segundo a los restos humanos (y quien sabe, supongamos que lo hizo) y luego miró un poco más a su alrededor. Murph pensó que esto no era lo suficientemente sorprendente para ella, ya que se había mostrado fría como el hielo cuando mató a Eddie. Pero él supuso que eso solo haría del evento un mejor espectáculo. Margie se acercó a la orilla del pozo y le lanzó la llaves de las esposas a Alice, Eddie pensó que eso era demasiado. “Aquí tienes perra”. Margie dijo eso en el instante en que las llaves tocaron el suelo. “No me gustaría que todo acabase demasiado rápido” Murph iba a protestar, pero luego no dijo nada. Además si esta mujer pudo hacer lo que le hizo a Eddie

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estando atada, daría mucha más pelea si tenía sus dos manos libres. El pez fue directo hacía las llaves, se movía bastante bien para ser que se trataba de una mujer que estaba esposada. Usualmente – y Murph tenía experiencia en esto – los que arrojaba allí dentro apenas si podían ponerse de pie, mucho menos caminar, nada de eso con sus dos manos atadas detrás de sus espaldas. Es por eso que las esposas eran tan eficaces, no había mejor manera de amarrar a un prisionero desde la época del Imperio Romano. Eso era lo que su padre siempre decía. Murph no sabía si su padre estaba en lo correcto – se le venía a la mente esa imagen de los soldados romanos con sus faldas de mariquita y sus ridículos cascos esposando a algún tipo vistiendo una toga – pero sin duda él creía en el poder de las esposas. Abajo el pez retrocedió y se escuchó un sonido metálico, Alice se había apoyado en lo que seguramente creía que era una pared. Murph sonrió. Amaba esa parte. La horrible cara de un animal con un hocico ensangrentado chocó contra la jaula sorprendiendo a Alice, quien inmediatamente retrocedió. Murph murmuró: “Ya me estaba empezando a preguntar si existía algo que pudiera asustarla”. “No te preocupes”, le respondió Margie. estar aterrorizada en menos de un minuto”

“Va a

“Tienes razón” Levantó la vista buscando a Spiff y a Avi y les gritó. “Libérenlos”

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Los dos empezaron a tirar de las cuerdas que estaban amarradas a las puertas por medio de unas poleas, esa jaula mantenía a los perros bajo control. Con un chirrido, la jaula empezó a abrirse y Murph escuchó ese sonido que nunca dejaba de causarle emoción, el chasquido de las patas del animal al salir de la jaula. Cuando ellos llegaron por primera vez, Eddie tenía cinco de estos perros, ellos estaban en las mismas condiciones que las personas infectadas por la plaga, excepto que ellos se movían mucho más rápido y que ellos, bien se sabe, eran perros. Uno de ellos había muerto cuando uno de los peces se las ingenió para quebrarle el cuello, aquel fue el mismo pez que le rompió la pierna a Avi, el cual ha estado cojo desde entonces. Murph no tenía idea como se las había ingeniado Eddie para capturar a esos perros, pero él lo había hecho, y estos animales habían sido la fuente de entretenimiento para ellos desde ya hacía un año. Ver como ellos masticaban a los peces era tan divertido como ver NASCAR. Los cuatro perros que quedaban con vida lucían como si vinieran del mismo infierno, pero esto hacía todo más divertido aun. Al primero que salió se le veía toda su caja torácica y sus dientes estaban rotos y cubiertos en sangre. Observándolo desde un ángulo derecho, se podía ver a través de su cuerpo, sus intestinos estaban a la vista. El siguiente en salir era aún más grande, y este había perdido más piel que el anterior, pero de todas formas sus pasos resonaban en el suelo mientras se acercaba al pez que estaba luchando con las llaves que Margie le había arrojado, pisando huesos con sus botas.

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“Eso es”. Gritó Margie. “Denle su merecido a esta maldita” Luego el pez enloqueció. Las esposas cayeron al piso ruidosamente, y el pez empezó a dar fuertes patadas al estilo Kung Fu. Los perros se lanzaron todos juntos contra ella, pero de un salto ella se alejó de ellos, corría por las paredes como si fuese el hombre araña o algo así. Hizo algunas piruetas, saltos e incluso se tomó de una de las vigas de apoyo y dio una vuelta al mismo estilo que lo hacían las bailarinas en el strip club. Los perros gruñían y saltaban pero no podían llegar a ella, en un momento dos de ellos se acercaron a Alice desde los lados opuestos, pero ella se agachó en el momento justo. Los perros chocaron con sus cabezas y cayeron al piso lamentándose con quejidos. Aun así continuaban al acecho. Murph podía apostar que el pez sentía el aliento de los animales en su bonita cara, y tarde o temprano ellos la iban a agarrar. Spiff había dejado las cuerdas y se acercó a mirar junto a Margie y Murph y el resto de ellos. “Pero que rayos está haciendo esta mujer con los cables” Murph no se había fijado en los cables, él solo estaba disfrutando el espectáculo. Nadie duraba tanto tiempo sin ser mordido, ni siquiera el tipo enorme que había roto la pierna de Avi. Diablos, este pez NASCAR.

podría llegar a ser mejor que

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Y luego Murph se dio cuenta de lo que Spiff estaba hablando. La manera en que ella saltaba de un lado a otro le hacía recordar a las chicas de aquel club por alguna razón. Él había tomado el trabajo porque pensó que así podría ver chicas desnudas gratis. Pero su entusiasmo decayó ya que ellas hacían la misma rutina una y otra vez como cincuenta veces por noche. ¡Que aburrimiento! Este pez estaba haciendo lo mismo una y otra vez en los pilares, esquivando los perros. Y después del cometario de Spiff, Murph cayó en la cuenta de que lo que ella estaba haciendo era atar los peros con los cables, como si fuera a atarlos con una correa en un patio trasero. Los perros rugían feroces atados en los cables, pero no irían a ninguna parte, eso seguro. Murph frunció el ceño. Algo andaba mal. El pez se apoyó de espaldas contra una pared, suspirando aliviada. Margie sonrió. “Ve por ella, ve por ella”. Luego Murph vio lo que pasaba. Tres de ellos estaban atados. El otro perro caminaba hacía Alice. Definitivamente tan buena como NASCAR. Finalmente el perro saltó sobre Alice. Un estremecimiento de emoción sacudió a Murph. Esto siempre ocurría antes del gran momento. Él había sentido eso cuando lastimó al hijo del alcalde, cuando estranguló a la bailarina, y cada vez que los perros asesinos probaban su primera gota de sangre.

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Excepto que este perro no lo hizo. En el último segundo y con una velocidad que Murph jamás había visto a un humano moverse, el pez se dio vuelta y golpeó con la palma de su mano la cabeza del perro, este cayó al suelo y ya no se movió. Estaba muerto. Maldita sea. Ahora solo tenían tres. Y ellos estaban atados. Murph se encontraba en medio de la emoción por lo que acababa de ocurrir y la preocupación por lo que podía llegar a suceder. Este pez había durado más que nadie allí dentro, había atado tres de sus perros y asesinado a otro. “Debimos haberle disparado”. Margie exclamó como leyendo su mente. A regañadientes Murph asintió. Diablos si él hasta podría haberle pedido que se les uniera – podía apostar a que esta mujer hubiera sido ideal para atraer tontos al lugar – pero después de ver como mató a Eddie, Murph dudaba que los otros la aceptaran. Tampoco es que estaba tan convencido de esa idea, pero Diablos, ella era buena. Luego la tierra se estremeció. “Pero que mierda pasa” Murph protestó sin pensar. Luego se llevó las manos al rostro. Ah, demonios, esto era todo un desastre. Dos años atrás, cuando todo el mundo se fue al diablo. Murph le había hecho una promesa al Señor. Él sabía

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que era un pecador y que él iba a ir a parar directo al infierno – por lo de la bailarina, más que todo – pero por alguna razón el Señor le había permitido vivir. En gratitud, Murph le había prometido, que él nunca más iba a insultar o maldecir, era lo menos que podía hacer. Pero cuando el suelo tembló de esa manera, habló sin pensar y maldijo por primera vez desde que dejaron Utah. El suelo se sacudió otra vez, y Murph miró hacia abajo y vio como los perros que estaban atados tiraban de los pilares que servían de apoyo al piso donde ellos se encontraban. “Atrás, Atrás”. Gritó Murph. Luego finalmente el piso cedió bajo sus pies. Saltó, tratando de agarrarse a lo que pudiera para no caer en el pozo. Sus dedos carnosos pudieron sujetarse de una lámpara que colgaba del techo, Desesperado por salvar su vida, miró alrededor, sus pies se movían en el aire, luego empujó su cuerpo hacía adelante y logró apoyarse en una pieza sólida de suelo que estaba a unos pocos metros de donde él había estado parado anteriormente. Miró hacía todos lados, Spiff, Margie y Avi habían caído en distintos lugares de la habitación. Avi estaba en el piso, tocando su pierna fracturada, “¿Están todos bien?” Todos dijeron que sí. Avi les dijo: “Viviré. ¿Pero qué rayos pasó? “Diablos, mira” Margie señalaba el suelo.

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Murph miró y se dio cuenta de que el piso donde ellos habían estado recientemente observando había cedido y que los había llevado a un ángulo en dirección al pozo. El pez probablemente iría por ellos. Efectivamente, fue lo que Alice hizo un segundo después de que cayeran. Murph se movió rápidamente tratando de encontrar su semi-automática. Oh, diablos, la escopeta de Margie – el pez se acercaba - los cuchillos de Eddie, cualquier arma que pudiese utilizar contra esta mujer. Antes de que pudiera coger algo, Alice saltó hacía él, sus botas golpearon la madera. Murph estaba seguro de que le haría a él lo mismo que le hizo a Eddie. Pero en vez de eso, ella tomo la lámpara que Murph había utilizado para llegar hasta el lugar donde se encontraba y trepó hasta llegar arriba. Y luego ya no volvió a verla. “¡Mierda!” dijo sacudiendo la cabeza. Él ya había roto su promesa al Señor, así que lo que dijese ahora ya no importaba. La situación en la que se encontraba era para maldecir a lo grande. Especialmente cuando escucho un sonido de pisadas que se le hacía muy familiar. “¡Oh, rayos!” De repente, vio como los perros infectados veían corriendo por la bajada del techo, arrastrando los cables por detrás de ellos, aunque eso no les impedía correr. Uno de ellos saltó encima de Murph, con su hocico reluciente en sangre.

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El último pensamiento de Murph antes de que el animal hundiese sus dientes en su garganta fue que nunca debió comenzar a maldecir. Alice se sentó en cuclillas en la rejilla de luz de la estación de TV KLKB y observó cómo sus captores eran mutilados por los mismos perros con los que ellos querían asesinarla. Uno de ellos partió en dos a Murph, el tipo con la cara picada. Otro le arrancó un brazo a Margie, la mujer con la muñeca de plástico. Todos ellos fueron comida para perros después de unos pocos minutos. Alice se preguntaba cómo habría hecho esta gente para controlarlos. Y luego se dio cuenta de que el tipo que ella había asesinado –Eddie- era probablemente quien organizaba todo este circo, o al menos, él era el cuidador de perros. Una vez que estos ya habían terminado de comerse a los malditos abajo, vagaron por la estación de TV por un rato y luego instintivamente se movieron hacía un lugar carente de restos humanos para alimentarse. Cuando ellos se fueron, Alice descendió. Sus rodillas de doblaron con el impacto al caer sobre el dañado piso del estudio. Tratando de no resbalarse al pisar la sangre de sus captores, se encaminó nuevamente hacía la habitación donde ella había encontrado a Margie y tomó las llaves de su motocicleta y sus armas. También tomó los cuchillos Kukri. Eran invaluables aparte de que seguramente serían muy útiles contra los no vivientes. Tan pronto como salió del lugar, su reloj sonó.

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Mirando al reloj que no estaba en muy buen estado, vio que le quedaba un minuto antes de que él satélite de Umbrella girara en la dirección en que ella estaba. Maldición. Mientras el reloj marcaba la cuenta regresiva 59…58…57…56 – Alice corrió hacía su motocicleta y tomó una lona que llevaba en uno de los contenedores al costado del vehículo y que le serviría de camuflaje. Luego volteó la moto de costado en el suelo, cubriéndola con la lona. Finalmente arrojó arena y maleza que había en el lugar para hacer todo menos visible. Entre eso, y la moto de costado en el suelo cubierta con la lona, nadie se daría cuenta de la existencia de la misma. 25…24…23… Cubriéndose con su chaqueta, Alice corrió hacía la puerta de la estación KLKB, quitando el polvo detrás y delante de ella, para eliminar toda huella de pisadas. 10…9…8… Finalmente se agachó detrás de la puerta, cubriéndose la cabeza con la chaqueta, con la esperanza de que se viera como el abrigo de alguien que había llegado a la puerta por medio del viento. 3…2…1. Alice esperó. Odiaba esa parte. El tiempo pasaba lento, y ella tenía mucho miedo de moverse. Si bien Alice había sido entrenada para permanecer absolutamente inmóvil si era necesario –

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entrenamiento que se remontaba a Columbus cuando ella era una adolescente y tomaba clases de karate y que el T-Virus actualmente le permitía poner en práctica con una ridícula facilidad – pero la habilidad de liberar su mente de todo pensamiento de la manera en que el Sensei le había enseñado había disminuido en los últimos tiempos. Había demasiado en su mente como para poder borrar todo. Y lo que más había era muerte. Después de varias docenas de eternidades, el reloj sonó de nuevo. Eso significaba que el satélite de Umbrella ya no apuntaba en esa dirección. Ella podía salir. En solo cuestión de minutos ya estaba en su motocicleta, la lona doblada y ubicada en su lugar y los cuchillos Kukri que ya formaban parte de su arsenal. Encendió el motor y tomo a 80 KM por hora la carretera hacía Salt Lake City. Las grandes ciudades eran peligrosas – había muchos grupos de no vivientes escondidos en los edificios y otros lugares- pero por otro lado había también una cantidad de suministros que era necesario obtener. Valía la pena ir a dar una mirada, además ella ya estaba en el pueblo.

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CINCO

ANTES Ellos le dijeron a Jill Valentine que estaba loca. Le dijeron que ella estaba haciendo correr rumores falsos. Que lo que estaba contándoles a todos era posible solamente en el mundo de los video juegos y películas de acción, no en la vida real. Que estaba viendo cosas, que estaba equivocada, que estaba exagerando. Entonces, cuando la verdad salió a la luz, cuando las mismas criaturas no vivientes que ella había combatido en los bosques de las montañas Arklays habían invadido completamente la ciudad de Raccoon City, a tal punto que la Corporación Umbrella había tenido que poner la ciudad en estado de sitio, Jill estaba lista para largarse de allí. Y junto a dos ex miembros de las fuerzas de seguridad de Umbrella – Carlos Olivera y Alice Abernathy, así como Angie Ashford, la hija de otro pez gordo de Umbrella, y un ladrón callejero de poca monta llamado L.J. Wayne, Jill logró su cometido y escapó de Raccoon City. Incluso tenía grabaciones de video, tomadas por Terri Morales, la reportera que daba el pronóstico del clima en el canal de noticias local. Ella había pensado, que ya teniendo una prueba filmada- sin mencionar la ciudad devastada – sería más que suficiente para mandar a la ruina a esos malditos de Umbrella. Ambos, Carlos y Alice le habían advertido de que Umbrella tenía muchos contactos, que la Corporación era aún más poderosa que cualquier gobierno en el mundo, que

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incluso podrían hacer pasar por alto el bombardeo y posterior desaparición de una ciudad entera. Y ellos estaban en lo cierto. Peor aún, Carlos y Jill habían sido declarados fugitivos. Umbrella usó su suspensión después de reportar el caso de los zombis en las montañas Arklays en su contra, sin mencionar el falso montaje de Morales quien acorde a ellos había falsificado las imágenes para conseguir una historia. Morales había sido reportera de noticias hasta que ella había delatado a un concejal cobrando coimas por medio de una filmación falsa, por lo que ella fue relegada a dar las noticias del clima en TV. Como todos los mentirosos, Umbrella usó un grano de verdad para hacer su falsedad más convincente. Carlos había logrado conseguir los papeles que eran necesarios para sacar a Alice de la sucursal de Umbrella en San Francisco – algo que Angie había insistido mucho para que ellos hicieran- pero tenían que salir de California lo más pronto posible, ya que la falsa documentación que Carlos había presentado en menos de cinco minutos sería descubierta. Por lo que terminaron en medio de la nada en Idaho. Jill sabía que estaban en medio de la nada ya que habían estado viajando bastante en medio de la nada misma hasta llegar allí. Se quedaron en un cuarto bastante humilde – L.J había bromeado y lo llamó “Nuestro Motel” y allí planearon sus próximos movimientos sentados en una de las habitaciones. Era apenas suficientemente grande como para que hubiese lugar para dos camas dobles y un escritorio, arriba de este, había un televisor en muy mal estado. Entre las

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dos camas al final había una mesa con una lámpara cuya bombilla titilaba, un control remoto para la televisión y una guía de teléfono y una Biblia dentro del cajón, a ambos libros les faltaban páginas. Además de la puerta que los llevaba afuera, había otras dos puertas, una daba a la habitación continua donde Carlos y L.J dormían y la otra daba a un pequeño baño. El sanitario hacía ruidos extraños cada pocos minutos, y Jill sabía que ese gorgoteo la iba a mantener despierta toda la noche. Las paredes estaban cubiertas de manchas en un color púrpura y marrón o bien eso era una pintura abstracta horrible. Jill no podía decidir cuál de las dos cosas lastimaba más sus ojos. Pero era un lugar barato, L.J insistía en que él tenía un montón de tarjetas de créditos que ellos podían usar, pero Jill no estaba dispuesta a cometer ningún fraude con tarjetas de crédito al menos que estuviesen realmente desesperados. L.J resopló y le dijo: “Lo que es ser policía, ¿eh?” El cuarto daba a un callejón entre dos edificios, lo que era una cómoda ruta de escape, claro había que estar dispuesto a trepar por una sucia y oxidada ventana que Alice se había encargado de abrir a la fuerza. Un escape rápido era algo que ellos podían llegar a necesitar. Habían hecho lo posible para llegar hasta allí desde san Francisco sin llamar la atención de nadie, pero con el gran número de personas que andaban tras de ellos y sabiendo con los recursos con los que éstos contaban… Ahora estaban todos sentados alrededor de las dos camas en la habitación de las mujeres, planeando su próximo paso. El contacto de Carlos que le había facilitado los papales para sacar a Alice ya no le respondía el teléfono.

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“Tengo un mal presentimiento de que lo han hecho desaparecer”. “Son buenos para hacer eso”. Alice agregó. “Tenemos que hacerle llegar esta información a alguien que Umbrella no pueda tocar.” Dijo Jill. “¿Y a quien sería exactamente? Carlos le preguntó. “Umbrella ha hecho importantes contribuciones en las campañas de cada uno de los partidos más importantes del Congreso y a cada uno de los últimos cuatro presidentes. Ellos incluso han logrado modificar leyes de manera que se adapten a sus intereses.” “Ellos - Jill explotó – hicieron desaparecer una ciudad entera Carlos”. “No fueron ellos, fue una planta nuclear” – Carlos dijo sarcásticamente. “¿No has visto las noticias? Son los mismos medios de comunicación a los que les dimos la cinta de Terri. Umbrella es dueña de la mitad de los canales de noticias y tres cuartos de los medios impresos” “¿Pero no son dueños de todo? ¿Oh si? L.J preguntó. “Hay algunas pocas estaciones que son independientes”, Alice le respondió. “Pero Umbrella posee al menos una parte de ellas. Va a ser imposible sacar esto a la luz por medio de la corriente principal de prensa. Me sorprende que ustedes se hayan molestado en intentarlo, lo único que han logrado es aparecer en la lista negra por televisión.”

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Jill ignoró las críticas de Alice, odiaba admitirlo pero L.J estaba en lo cierto. “Entones mandemos al diablo la corriente principal”. Jill señaló hacía la computadora portátil que estaba junto a Angie. “Pongamos el video online”. “Es la misma mierda que con Clinton y el sexo oral.” L.J comentó. “Eso ocurrió gracias a un desgraciado que lo subió online, ¿no es así? “Matt Drudge”, Alice dijo. “Drudge es un idiota con delirios de grandeza”, agregó Carlos. “Tal vez”, dijo Jill firmemente. “Pero es la gente como él la que sacará esta historia a la luz, personas a las que les importa un cuerno los patrocinios corporativos.” “Las números no importan”. Dijo Alice. “Son unas pocas miles de personas, quizás”. Por primera vez, Angie habló. “Son unos miles más, los que lo saben ahora, eso creo” “La chica tiene razón.” Dijo L.J. Alice se encogió de hombros y se levantó de la cama. “Está bien, lo pondremos online. Sin embargo, no será todo lo que hagamos”. Alice pensó por un momento. “Tesoro” L.J sonrió. “¿Qué? ¿Acaso vamos a robar a Fort Knox para financiar la revolución? Pues hasta aquí llegué”.

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“¿Tu respuesta siempre está relacionada a algo delictivo L.J?” Jill le preguntó. “Nah, mis delitos son estrictamente menores.” Jill sacudió su cabeza. L.J era una cucaracha. Un estafador de poca monta que vivía de pura mierda. Llegaba esposado al departamento de policía de Raccoon City, media docena de veces al mes, y usualmente se largaba de allí después de mostrarle algún billete a alguien. L.J tenía sus manos metidas en todo negocio sucio pero sabía dar un paso al costado justo a tiempo antes de hacer enfadar a los pesos pesados en las calles y mucho menos llegar a llamar demasiado la atención de los policías. Manejaba el equilibrio perfecto y Jill sabía muy bien de que había muchos policías colegas suyos que esperaban el día en que ese equilibrio se rompiese para ponerlo a L.J finalmente en su lugar. Por supuesto ese día nunca llegaría, Jill era la única superviviente del R.C.P.D (Raccoon City Police Department), mientras que L.J, como toda buena cucaracha, también había sobrevivido el holocausto. Jill estaba sorprendida de que aún estuviese con ellos. Alice les explicó a lo que se refería. “Lo que quiero decir, es que aún tengo amigos en el Departamento del Tesoro. No es mucho, pero estos tipos son bastantes autónomos. Si llevamos esto al F.B.I o al Congreso, la Casa Blanca caería sobre ellos como una tonelada de ladrillos, Umbrella no va a joder con el dinero o con el Servicio Secreto.”

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Carlos negó con la cabeza. “Si, pero esta no es jurisdicción del Departamento del Tesoro.” Jill iba a concordar con Carlos, cuando de repente en su rostro se dibujó una amplia sonrisa. “Claro que lo es” “No, él tiene razón. Dijo Alice. “No veo cómo vamos a poder…” “El Trabajo del servicio secreto es proteger al presidente, ¿no es así?” Jill preguntó. Carlos y Alice asintieron. “Entonces”, Jill continuó. “Solamente el presidente está autorizado a disparar nuestras armas nucleares, ¿no? “Técnicamente”, le contestó Alice. “Pero – Alice se detuvo y también sonrió. “Me gusta, es algo pequeño, pero es un comienzo.” Carlos estaba confundido. “No entiendo a donde va esto”. Alice se dirigió a Carlos. “Al lanzar un misil en terreno estadounidense, no en una situación de prueba, ellos usurparon el poder del presidente de los Estados Unidos. Es posible – posible – que podamos convencer al Departamento del Tesoro que las ramas de Umbrella son una amenaza para el presidente.” “¿Cuál es su jurisdicción? L.J. movía su cabeza. “Sabía que debía prestar atención”. “Es el Ala oeste o no sé de qué diablos han estado hablando”.

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“Es una jugada arriesgada” Dijo Alice. “¿Cuál es la alternativa?” Preguntó Jill. “Podemos sentarnos sobre nuestros traseros y correr de los Federales. Mientras más tiempo esperemos, más fácil será para Umbrella cubrir todas las pruebas. Tenemos que conseguir gente que haga algo mientras que aún hay tiempo de hacer algo.” “Ya lo hice”. Esa fue la voz de Angie. Jill y los demás se dieron vuelta para mirarla, Angie había abierto su computadora portátil y la estaba usando. “¿Qué está hecho?” Le preguntó Alice. “Puse el video online, junto con todo el material obtenido de Raccoon City y sus confesiones. Tuve que ponerlo en dos videos por separado, ya que los sitios webs que estoy utilizando solo me permiten subir videos de hasta dos minutos de duración.” “¡Angie!” Alice le habló con voz de pánico. “¡Si pueden rastrearlo!” “No pueden” Angie le respondió con el clásico tono de seguridad que tienen los niños. Jill lo conocía muy bien, ya que lo había usado con sus propios padres en más de una ocasión cuando tenía la misma edad de Angie. “Use una dirección de e-mail que no puede rastrearse y también uno de los programas de mi papá para enmascarar la dirección de I.P. Nadie sabrá de donde salió”. “Como entraste en línea” le preguntó Carlos. “No me digan que este lugar tiene señal de Internet”

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Angie sonrió. “No, pero alguien que vive cerca de aquí si tiene, y nunca cambiaron su clave de red predeterminada.” Alice le sonrió. “¿Tu padre te enseñó a hacer esto?”. “En realidad yo le enseñé a él.” Todos sonrieron, aunque Jill todavía no terminaba de creerlo. Cada vez que ella había usado ese tono de “sabelotodo” cuando era una niña, casi siempre había estado equivocada, pero como todos los niños no se había dado cuenta de eso hasta que creció y descubrió que el mundo era mucho más complicado que lo que ella creía. Por otro lado, Angie tenía una muy buena idea de cómo era el mundo. Al igual que Alice, nadaba con el TVirus, había regenerado sus piernas. Sus miembros estaban atrofiados al nacer, una condición genética que heredó de su abuelo que había estado en una silla de ruedas, pero el TVirus – junto con una dosis regular de Anti-Virus, ambos que Angie llevaba en su lonchera del Hombre Araña y que nunca se alejaban de su lado -, habían regenerado sus extremidades y estaban en óptimas condiciones. El daño en el cuerpo del doctor Charles Ashford era irreversible por lo que el T-Virus no pudo ayudarlo, pero su hija era lo suficientemente joven como para que sus músculos y nervios pudiesen ser regenerados y recobraran su fuerza. Luego, acorde a lo que Alice y Angie le habían dicho, al doctor Ashford le quitaron su investigación. Él había querido usar el virus como una herramienta para curar.

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Umbrella – quienes poseían los derechos de cada producto desarrollado por Ashford (o cualquier otra persona) que trabajara para ellos, se apoderaron del producto para convertirlo en una solución antiarrugas que ellos pudiesen vender por millones y en armas biológicas que pudiesen vender por billones. Según Alice, la investigación de Ashford había caído en manos de dos doctores que trabajaban en la Colmena, eran jóvenes y más manejables, sus nombres eran Mariano Rodríguez y Anna Bolt, quienes se habían encargado de refinar el producto hasta dejarlo acorde a las necesidades de Umbrella. Bolt y Rodríguez habían acabado siendo infectados, cuando uno de los colegas de Alice, Spence Parks, dejo escapar el virus en su oficina. Su legado, sin embargo, revivió en Raccoon City. Lo que realmente aliviaba a Jill, era que con la desaparición de Raccoon City por obra de la Corporación Umbrella, la infección se había detenido, las únicas dos personas infectadas con el virus eran Alice y Angie. “Hagamos zapping” dijo L.J tomando el control remoto que estaba al final de la mesa y recostándose hacia atrás. “No he visto a Ophra por un mes, y ya estoy sufriendo demasiada abstinencia”. Cuando encendió el televisor apareció el menú en la pantalla – incluyendo una sección de canales codificados que Jill sospechaba que seguramente ofrecerían contenido para adultos – L.J puso el primer canal. Antes de que pudiera ir más lejos Carlos le gritó: “Aguarda L.J déjalo ahí” Era el reporte de noticias “Alerta en San Francisco” estas palabras podían leerse debajo del rostro compungido del

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reportero. “El distrito ha sido puesto en cuarentena y los especialistas del centro de control de enfermedades pronto estarán en la zona.” “¿Cuál es el problema?” Preguntó Jill, y luego vio la imagen de una persona por detrás del hombro del reportero, sospechosamente se veía como los infectados de Raccoon City. El reportero continuó: “La causa de la enfermedad es desconocida, sin embargo, los síntomas incluyen delirios, ojos blanquecinos y un deseo de – bueno, morder a personas. Es el motivo de la cuarentena, ya que esta enfermedad podría transmitirse por medio de las mordidas.” Jill casi dice la palabra “Jódanme” pero las últimas tres veces que lo había dicho, L.J se había ofrecido para hacerlo literalmente, por lo que ella solo sacudió su cabeza. “Los malditos lo dejaron salir” Dijo Alice. “Eso debe ser” “No” Agregó Carlos. “Ni siquiera Umbrella haría algo así”. “Lo hicieron antes” Continuó Alice. “Cain re abrió la Colmena y…” “Cain está muerto” Dijo Jill. “Y Umbrella no infectaría deliberadamente otra ciudad porque sí. El mismo truco no funcionaría dos veces.” Jill miró la pantalla y vio como el reportero ahora entrevistaba a un policía de San Francisco. “Ellos no tienen necesidad de hacer eso. Piensen un poco. Miles de personas en el puente Ravens tratando de salir de Raccoon City. Tal vez alguien que estaba infectado logró salir – o tal vez lo hizo antes de que Umbrella volara la ciudad, alguien que como nosotros logro salir o tal vez algún empleado que se puso a investigar más de lo que debía, ¿Quién diablos sabe?”

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“¿Y llegó hasta San Francisco que es justamente donde Isaacs tiene su laboratorio?” Jill miró hacia arriba. “Está bien, tal vez alguien cometió un error con un experimento, ¡que mierda importa! El punto es que nosotros tenemos algo ahora, nosotros…” “Se nos ha informado que el RCP (Cuerpo de especialistas médicos) está también enviando asistencia médica para ayudar al personal local a identificar y contener la enfermedad.” “Eso es” Dijo Alice. “¿Es que?” Le preguntó Jill. Carlos la miro fijamente. “El RCP es una división de Umbrella. Ellos están de nuevo en el lugar con una jeringa en la mano y una manera de tapar la verdad en la otra”. “Tal vez, pero esta vez puede que no les funcione. Raccoon era una ciudad pequeña – pequeña y en una isla ¿pero San Francisco? Jill sonrió. “Esta vez se trata de una ciudad enorme, Umbrella no tiene allí la misma influencia que tenía en Raccoon City. Esto puede ser justamente lo que necesitamos.” Angie habló con una voz calma. “Entonces personas muriendo es algo bueno”. Jill se sintió avergonzada por lo que había dicho, sintió como una presión en su pecho. “Angie…yo no quise” “Lo sé Jill” dijo Angie con una voz muy madura y depresiva. La luz titiló otra vez, justo cuando el inodoro volvió a hacer el gorgoteo, de repente Jill tuvo una gran necesidad de respirar algo de aire, “voy a fumar”, les dijo.

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“En realidad”, dijo Carlos. “Podríamos conseguir algo para comer. Recuerdo que pasamos como doce puestos de comidas rápidas en el camino.” Jill estaba de acuerdo. Ahora que Carlos lo había dicho en voz alta, se había dado cuenta de que ella estaba realmente hambrienta. Su estómago crujía de hambre en perfecta armonía con el sanitario. “Bien, hamburguesas, papas fritas y pollo para todos.” “Si” L.J sonrió, recibiendo feliz la propuesta con tres palabras. “Viviré de frituras” “¿Porque será que eso no me sorprende? Comentó Jill dándole otra mirada de exageración a L.J. Salió afuera y caminó por el pasillo del motel que estaba al costado del estacionamiento, y saco su cigarrillo del paquete. “Rayos. Es el último” Solo esperaba que hubiese algún kiosco entre todos esos locales de comida que Carlos había mencionado, Jill sacó su caja de fósforos. Solo uno quedaba también. Cerró la caja y se quedó observándola por un segundo. La caja y los fósforos tenían el logo del bar McSorley, y los recuerdos vinieron a ella. Por un segundo, Jill sintió temor de encender el fósforo, ya que si lo hacía perdería el último contacto con Raccoon City. Jill había nacido y crecido en Raccoon City, había pasado su adolescencia en lo de McSorley jugando al pool,

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mientras sus amigas trabajaban de meseras o en algún puesto de comidas para conseguir algo de dinero, Jill se la pasaba en ese bar, bebiendo coca cola diet, ya que no quería que el señor Eamonn McSorley perdiera su licencia para vender licor, y engañaba a los chicos haciéndoles creer que la dulce adolescente de cabellos castaños no podía distinguir entre una bola número ocho y una pelota de tenis, eso era antes de hacerlos pedazos en el juego y quedarse con todo su dinero. Cuando entró a la Academia de Policía, tuvo que dejar el pool – o como ella prefería llamarlo “entrenamiento”. Eamonn la había homenajeado con un cartel luminoso de Budweiser con su nombre en gratitud por toda la clientela que ella había traído al bar (Es que todos querían vencer a “la chica del pool”) Ahora el bar ya no existía, McSorley tampoco, si el viejo gruñón de Eamonn se había salvado del T-Virus, seguramente la explosión nuclear había acabado con él, lo mismo que con el cartel de Budweiser con su nombre. Esa caja de fósforos era todo lo que le quedaba. Era algo irónico lo que le sucedía – ya que ella estaba más que dispuesta a abandonar la ciudad, había conducido hasta el puente Ravens y si hubiese podido salir, se hubiera marchado sin mirar atrás. Nada la ataba a ese lugar, ni sus condecoraciones, ni su trabajo, ni nada. Tampoco es que ella estaba deseosa de regresar a su trabajo, le habían dado la espalda y la habían dejado abandonada a su suerte. Tampoco tenía familia allí, por lo que se había convencido a sí misma que cualquier cosa que dejara en Raccoon City, podría fácilmente reemplazarla. Y ahora no sabía dónde iba a conseguir otra caja de fósforos McSorley. Después de un momento, Jill empezó a reír con ganas, esa caja de fósforos era el menor de sus problemas. El gobierno de los Estados Unidos estaba buscándola para

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interrogarla por el delito de manipulación de la opinión pública y calumnias contra una Corporación Estadounidense que obraba de buena Fe. La misma decente Corporación que se había encargado de que la suspendieran del R.C.P.D cuando ella tuvo el valor de decir la verdad sobre los sucesos en las Montañas Arklays. Sacudiendo su cabeza, Jill encendió su último cigarrillo con su último fósforo y le dio una buena y maravillosa bocanada. Lo gracioso de todo esto es que cuando Jill fue suspendida, ella había tratado de dejar de fumar. Ahora no sabía de donde habría sacado esa loca idea… Caminó hasta llegar al primer puesto de comida y entro al lugar una vez que había terminado su cigarrillo. Mientras estaba en la fila Jill decidió que compraría papas, hamburguesas y pollo para diez personas. Ellos eran cinco, pero Angie era una niña en pleno crecimiento, solo Dios sabe cómo sería el metabolismo de Alice, y ella podría jurar que L.J comía por cuatro personas. Durante el camino y el tiempo que había transcurrido mientras estaba en la fila esperando su turno, algo la atormentaba, pero no podía darse cuenta de que se trataba. Luego cuando estuvo al frente de la fila, se dio cuenta de lo que sucedía. Había alguien dentro del lugar, un hombre de baja estatura con una chaqueta larga y demasiado abrigada para esta época del año, llevaba una gorra y anteojos oscuros y casi era visible una pistolera en su hombro. Este hombre miró hacia afuera del local, un auto había detenido su marcha y luego de la mirada de este sujeto aceleró en dirección al hotel donde se encontraban los demás. Jill había cometido un grave error.

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Se maldijo a sí misma de arriba a abajo y también por los costados. Si habían estado siguiendo la camioneta en la que ellos viajaban, el primer lugar donde iban a chequear eran los puestos de comida, es el lugar por donde pasan todas las personas que están huyendo, ya que allí consiguen comida rápidamente pagando en efectivo. Recordó una de las clases a las que había asistido en la Academia de policía, ella formaba parte del grupo de fugitivos – ahora no podía recordar con claridad quien había dicho que la manera más fácil de encontrar a alguien que se estaba escondiendo era rastreando pizzerías, locales de comidas rápidas y restaurantes de comida china. Por lo menos eran tres tipos – uno estaba ahí en el local y otros dos en el auto. Con mucha calma, Jill ordenó la comida, pero solo para ella. Afuera del lugar había una máquina donde se podía comprar cigarrillos por lo que ella al salir dejó la bolsa con la comida en el suelo, compró una etiqueta que convenientemente venía junto a una caja de fósforos, y encendió uno. No se apresuró, lo peor que podía hacer en este momento era demostrarles que ella se había dado cuenta de lo que sucedía, si estos sujetos sabían que los demás estaban en el hotel, nada de lo que ella hiciese podría ayudarlos. Si no lo sabían, ella tenía que desviarlos y alejarlos del lugar, por eso compró comida solo para ella. También era posible que estuviese paranoica, y que ese hombre no los estuviese siguiendo y que el auto ese se hubiese detenido allí por casualidad. Pero su intuición era algo que a Jill nunca la traicionaba. Solo una vez sus instintos le fallaron, y fue cuando reportó el caso de las criaturas en las Montañas Arklays, y el Capitán Henderson le dio la espalda en vez de respaldarla.

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Con mucha calma Jill entró al hotel, una vez dentro se movió rápidamente de manera de no dejar pistas de donde se encontraba su habitación. “Maldita desgraciada, con esto no alimentaremos ni un a pájaro.” “Cállate”. Le ordenó Jill. “Me descubrieron en el puesto de comida, había alguien allí y le hizo señas a un vehículo para que llegase aquí.” “¿Estas segura?” Le preguntó Alice. “No en un 100 %, pero si estoy bastante segura.” Carlos se puso de pie y tomo su pistola 9 milímetros. “Tenemos que salir de aquí”. “Hazlo tú” Alice le lanzó una mirada a Jill. “¿Y eso que significa?” “Sabes muy bien lo que significa” “Joder” le dijo Carlos. “No vamos a dejarte aquí.” “No tienes elección”. Continuó Jill. “Ellos saben que estoy aquí. Pero no saben que tu estas aquí. Si llegan y no encuentran a nadie, seguirán buscando. Si entran y me encuentran, yo puedo entretenerlos, engañarlos para que piensen que yo estoy sola, eso les dará a ustedes más tiempo” Jill sonrió e hizo una mueca. “Solo déjenme la cinta.” “De ninguna manera mujer” Comentó L.J mientras reunía sus cosas. “Sin esa cinta…” “Ustedes tienen copias, Angie las tiene en su computadora, tomen los DVDs pero déjenme la cinta original.”

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“Es muy arriesgado.” Agregó Carlos. “No” dijo Alice. “Ella tiene razón, si son los federales, pueden verificar que la cinta es original. Si vamos a hacer esto es mejor hacerlo con la cinta original de Terri.” “Y luego llegará Umbrella y se apoderará de la cinta…” Empezó Carlos, pero Jill no lo dejo terminar de hablar. “Tal vez lo hagan, pero tal vez no. Si no tienen la oportunidad de poner sus manos en la cinta original, ya nunca podrán hacerlo. ¿Qué prefieres?” En solo una cuestión de segundos, todos habían trepado por la ventana que Alice había abierto y estaban saliendo de la habitación, primero L.J, seguido de Angie, a quien él sujetó en la salida. Ahora seguía Carlos. “Esto es una locura.” “No más loco que lo que hemos vivido las tres últimas semanas. Además, esto es algo que necesita hacerse. Y yo soy la persona indicada.” “Cuídate”. Después de que Carlos trepó por la ventana, Alice caminó hacía Jill y puso una mano en su hombro, “Gracias”. “De nada” le respondió Jill. “Ahora saca tu trasero de aquí.” Tan pronto como Alice salió, Jill se encargó de cerrar nuevamente la ventana, usó tanta presión que con mucha suerte nadie sospecharía que alguien había trepado por allí. Cuando hicieran pruebas los especialistas, sin duda, estas revelarían de que esa ventana había sido abierta en algún

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momento, pero para entonces, Carlos y los demás estarían bien lejos. Una mirada general en este momento en la habitación, no mostraba nada sospechoso y eso es lo que importaba ahora. “Un momento, estoy en el baño” Dijo Jill y se apresuró a presionar el botón del ruidoso sanitario. Luego caminó hacia la puerta donde estaban parados cuatro hombres vestidos con chaqueta y anteojos oscuros, uno de ellos se veía igual al sujeto que ella había visto en el puesto de comidas, esta vez era visible su arma. Ella les sonrió dulcemente. “¿Puedo ayudarlos en algo?”

SEIS

DESPUES

Claire Redfield había dejado de notar hace tiempo cuando el Hummer pasaba por encima a alguno de los Zombis. Otto los había empezado a llamar así como alternativa al apodo que L.J les había dado que era zombieass motherfuckers. Dado que tenían niños en el convoy, sin mencionar el excesivo número de silabas, generalmente

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sentían que necesitaban un mejor neologismo. Claire había desechado el término zombis, ya que no se puede tomar la palabra seriamente. Esta conjuraba imágenes de malas películas o de aun peores comics. Los zombis eran ficticios. Estos vagantes, de movimiento lento y extraño, que se alimentaban de cuerpos eran bastante reales. Y el numero seguía multiplicándose en proporción a como la población de humanos iba disminuyendo. Una parte de Claire estaba convencida de que ellos 30 eran los últimos humanos que quedaban vivos. Miro brevemente el espejo retrovisor. La foto que había adherido tenía los bordes deteriorados y se había desvanecido un poco luego de un par de años de exposición a la luz solar, pero aún mantenía la clara imagen de Claire y su hermano Chris en su viaje a Florida. Luego fijo los ojos nuevamente en el camino. No porque fuera necesario. Además de los zombis ocasionales que el Hummer pasaba por encima, estaban solos en el camino, que a su vez, en el desierto de California, era bastante recto. Claire no estaba completamente segura de que zombi fuera una buena alternativa, pero Otto la utilizo una vez y se hizo costumbre acuñarla. El Hummer reboto sutilmente. La suspensión era tal que un simple bache en el camino hubiera sido apenas perceptible –aunque, dado que los caminos no habían sido mantenidos en varios años , incluso los simples baches se habían agrandado- así que Claire supuso que lo que había sentido era otro Zombi. Eso no era algo que la preocupara.

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Rápidamente chequeo el espejo retrovisor para confirmar que todos siguieran allí. Pudo ver todos los vehículos excepto la 8x8, que venía al final de todo. Y podía ver el camión de las noticias ya que la gigante antena podía incluso distinguirse con el camión de petróleo delante de este. Pero, asumiendo que Carlos no había huido con la 8x8 sin decirle a nadie, estaban todos allí: La ambulancia que habían encontrado abandonada en Dallas, llena con provisiones médicas que reabastecían donde pudieran; el autobús escolar del sistema de escuelas públicas de Omaha, que servía como principal lugar de vivienda y había sido arreglado con agujeros para colocar las armas y disparar hacia afuera y placas blindadas de tomadas de la base de la Fuerza Naval de San Diego así como de Fort Irwin; un camión de Enco que era usado para transportar gasolina que habían encontrado en la I70 cerca de Missouri con la parte del tanque elevada, tres zomboids en las ruedas y completamente cargado; y una camioneta de televisión de la televisora de Denver. Encerrando a estos vehículos, uno al frente y otro al final de todo había otros dos regalos de Fort Irwin: Un Humvee al frente como guía y una 8x8 al final cuidando sus espaldas. Para el tiempo que habían llegado a Irwin (a ese punto el convoy consistía solo del autobús escolar, la ambulancia y el camión de las noticias), estos dos eran los único vehículos que no están destrozados o robados – o en un caso, explotado para detener a los soldados zomboids que habían tomado el lugar. Claire habría preferido un tanque, pero no había ninguno disponible. También habría preferido que L.J. y Otto hubieran usado algunas de las municiones de la base para volar a los zomboids en vez de los otros tres vehículos que funcionaban. Claire solo estaba agradecida de seguir viva.

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Miro el espejo retrovisor y se preguntó nuevamente que habría sido de Chris. Luego sacudió la cabeza, como siempre hacia, y se dijo que debía dejar de pensar en eso. No había forma de averiguarlo y no valía la pena torturarse con ese tema. Treinta personas contaban con ella y Carlos para que los mantuvieran vivos, y no podía hacer eso si estaba lamentándose por Chris. Manteniendo su mano izquierda en el volante, limpio el sudor de su frente. Fuera del camión de las noticias – que necesitaba mantener el equipo que había en su interior refrigerado – ninguno de los vehículos del convoy utilizaba aire acondicionado, ya que consumía más gasolina. Como fuera, el camión de Enco era prácticamente una lata gigante que contenía aire. Necesitaban encontrar más gasolina, y pronto. La dificultad en encontrarlo era una de las cosas que le daban esperanza a Claire de que aun hubiera sobrevivientes: Alguien más estaba saqueando los remanentes de la civilización humana además de ellos. Como explicaría sino la cantidad de pequeños pueblos que habían pasado y se encontraban sin nada de gasolina, armas y comida, como huesos luego de que los buitres han pasado y comido los restos de carne de los cadáveres. Pero todo lo que veían eran zomboids. El convoy había tenido hasta 60 personas en un momento, pero cada vez que se cruzaban con zomboids perdían a alguien – o en ocasiones a varios. Esporádicamente recogían a más gente – el último hospital que habían revisado, en Bakersfield, tenía un paramédico y un técnico medico aún vivos, y se les habían unido.

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Los zomboids no eran el único peligro. Tener una ambulancia completamente equipada era excelente, pero no tenían ningún doctor. El paramédico y el técnico medico eran útiles en caso de emergencia, pero eran adiciones recientes, y Emilio, el técnico médico, había muerto poco después de unirse. Carlos tenía entrenamiento de campo en medicina, pero incluso eso no era muy útil cuando alguien necesitaba cirugía. Así como Lyndon. Lyndon Barry era una buena, y amable alma que había sido operador de cámara en la televisora Denver KT3. Él había trabajado junto a una reportera llamada Heidi Ellis y un conductor llamado Ross Vincent. Ellos habían estado manejando y recorriendo Denver para reportar lo que estaba pasando. Cuando la KT3 de Denver detuvo las transmisiones ellos subieron las transmisiones a la red por todo el tiempo que pudieron. Para el momento en que el convoy los había encontrado, ellos estaban en Boulder, siendo diezmados por zomboids. Carlos y L.J. redujeron a los atacantes – tenían más experiencia matando a estas cosas que cualquiera en el grupo – pero no antes de que llegaran a morder a Heidi. No lo supieron hasta que ella murió y se convirtió en un zombi delante de ellos, mordiéndolo a Ross e infectándolo también. Claire misma les disparo a ambos en la cabeza. Lyndon no había dejado que nada de esto lo afectara, algo bastante maduro. Había observado como el mundo se venía abajo frente a sus ojos, grabando lo que acontecía para la posteridad que quedaba. Él se mantuvo en pie y miro como sus mejores amigos y colegas se convertían en zomboids, y

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aun así siempre estaba listo con alguna broma o frase de apoyo. Realmente, Claire envidiaba esa cualidad ese talento en él. Luego, un día, estaban recorriendo una antigua casa en ruinas que contenía algunas municiones y comida enlatada en el sótano cuando una de las vigas del techo se vino abajo y lastimo la pierna derecha de Lyndon. Todos hicieron lo mejor que pudieron por el pero ninguno tenía la habilidad para realmente arreglar su pierna o siquiera mantener la herida limpia. Nadie en el convoy había tenido una verdadera ducha en años y no había siquiera forma de mantenerse en condiciones antisépticas. Eventualmente, Lyndon tuvo gangrena. Este era el mundo en el que vivían ahora, donde un dulce y alegre hombre podía morir por una pierna rota. Deprimida, Claire busco su paquete de cigarrillos. Este se encontraba completamente vacío. “¡Maldición!” Miro el espejo retrovisor hacia el asiento trasero y vio a K-Mart aplicándose maquillaje por cualquier estúpida razón que fuera. “¿estuviste fumando mis cigarrillos?” Claire no tenía idea del verdadero nombre de la muchacha. Cuando la encontraron en el K-Mart de Athens, Georgia, se rehúso a darles su verdadero nombre, diciendo que de todas formas nunca le había gustado y que toda la

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gente que conocía se hallaba muerta ya. L.J. comenzó a llamarla K-Mart y ella lo acepto. La muchacha de catorce años usaba como brazalete un pedazo de cable de electricidad en su muñeca izquierda. Otto la llamaba “chica apocalíptica”. Había saqueado toda la sección de maquillaje del K-Mart donde la encontraron e insistía en usarlo todos los días, a pesar de que su cara, como la de todos los demás, se encontraba sucia. “Yo no fumo” dijo K-Mart sin molestarse en levantar la vista mientras aún se aplicaba delineador. “Bueno, no empieces.” Dijo Claire mientras reducía el paquete en un pequeño bollo. “No necesito competencia. Con Carlos es suficiente.” Tiro el paquete por la ventana, luego tomo un walkie-talkie de la milicia que venía con el Hummer. Todo el convoy de vehículos estaba equipado con estos. Las radios se habían convertido en el método de comunicación de preferencia, dado que los teléfonos dependían o de cables o de torres satelitales, que no eran confiables ya. Si de algo valía, podía asegurarse de que Carlos siguiera allí. “Carlos, soy Claire – ¿Te quedan algunos cigarrillos?” Carlos Olivera tenía una placentera y reconfortante voz. Le había permitido que le fuera bien en la Fuerza Aérea antes de renunciar para unirse a Umbrella Corporation, y le había permitido además convertirse en un fuerte líder de equipo en la división de seguridad de Umbrella. Carlos había sido una de las primeras personas en decir la verdad acerca de lo que estaba aconteciendo en el mundo, y había guiado

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varias operaciones militares que habían salvado miles de vidas. Por un tiempo, él estaba a cargo de un desorganizado grupo de fuerzas armadas y personal de la policía como una especie de última protección contra los no muertos. Se llamaban así mismos el equipo de ataque. Eventualmente, sin embargo, las hordas de zomboids eran muy grandes. Carlos y L.J. eran los únicos sobrevivientes del equipo de ataque que quedaban. Claire había sido una de los refugiados que el equipo de Carlos había rescatado, y eventualmente creció hacia un rol de liderazgo. Carlos dijo en el más sincero tono que pudo “Se me acabaron.” Sin embargo, Claire no le creyó. “¿Se supone que crea eso?” “¿Te mentiría Claire?” Maldición, no lo haría. Carlos era honesto al extremo, lo que era una de las razones por las que Claire nunca entendió como pudo trabajar para Umbrella. Por su parte, Carlos nunca había sido capaz de dar una buena respuesta a esa pregunta – y ciertamente le habían preguntado varias veces. Resoplando, Claire dijo, “¿L.J.?” “Claire Redfield” L.J. dijo en su usual fuerte, energético y duro tono de voz de su posición de manejar el camión Enco. “¿Cómo puedo ayudarte?”

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Nadie sabía mucho acerca del pasado de L.J. tampoco, mayormente porque siempre inventaba uno nuevo. Cada vez que alguien nuevo se unía al convoy, L.J. cambiaba algo acerca de quién era – un reparador de zapatos, un programador de computadoras de IBM, un jugador de las ligas menores de baseball, un policía, un dealer de drogas, un agente federal, un veterinario o un trabajador de un deli. Él había estado con Carlos en el equipo de ataque, y su trabajo era ayudar con las tareas no militares – que incluía mantener los refugios a salvo. Mientras Claire le debía su vida a Carlos, Le dio a L.J. su sanidad mental. Su loco sentido del humor la había mantenido a flote en sus peores momentos de desesperación, especialmente después de que se dio cuenta de que probablemente nunca vería a su hermano de nuevo. Lo poco que Claire sabia de L.J. era algo que solo una persona más en el convoy conocía: que él, como Carlos, era un sobreviviente de Raccoon City. Era por eso que Claire le daba poca importancia a su pasado. Si estaba conectado a la ciudad donde empezó el apocalipsis, ella estaba feliz de no abrir una vieja herida. “¿Tienes un cigarrillo?” Pregunto ella luego. “¿Estamos hablando de tabaco regular o de sustancias alternativas?” L.J. había mostrado una afinidad por los farmacéuticos que hacían pensar que su relato acerca de haber sido dealer de drogas era bastante cercano a la realidad, y había sido capaz de reunir una cantidad de drogas no aprobadas por la FDA. No que hubiera una FDA que lo aprobara o una estructura de fuerza de la ley que la controlara.

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“Regular” dijo Claire. Aunque la idea de estar bajo el efecto de la droga sonaba apetecible, pero no mientras estuviera manejando. “No puedo proveer” L.J. dijo rápidamente. Arqueando las cejas en una expresión de decepción, Claire pregunto “¿Y la alternativa?” “Lamento decir que también nos quedamos sin eso” De alguna manera, Claire no estaba sorprendida. Betty Grier, la paramédica que habían recogido en Bakersfield, que estaba manejando la ambulancia, interrumpió la conversación “¡Debes estar jodiendo! ¿Otto?” Desde el autobús escolar, Otto Walenski, dijo “Lo siento campistas. Fume lo último que tenía en Salt Lake.” Había estado en Salt Lake hace casi un mes atrás, por lo que Claire estaban bastante sorprendida de que Otto hubiera sido capaz de aguantar todo ese tiempo. Él había sido profesor de historia de secundaria en Omaha, y había estado usando el autobús de su sistema escolar para proteger a sus niños y luego otros niños que habían sido abandonados o dejados huérfanos por la creciente plaga de no-muertos. “Maldición.” Refunfuño Betty. “Si, gente.” L.J. dijo portentosamente “Realmente ES el fin del mundo.” Otto resoplo. “¡Señoras y Señores, nuestro oficial moral, L.J. Wayne!?”

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Betty dijo, “Mejor que haya algunos malditos cigarrillos en la próxima ciudad.” “Hablo la médica profesional.” Dijo Otto, “Una inspiración para todos nosotros.” L.J. dijo “Malditos, el cáncer de pulmón no está precisamente en el tope de la lista de porquerías que me preocupan. ¿Me entienden?” Claire interrumpió la discusión. “Hablando de la próxima ciudad. ¿No deberíamos estar cerca de alguna?” “Quizás.” Dijo Carlos. “Si mal no recuerdo, hay una pequeña ciudad aquí cerca. Si vemos un cartel luminoso de Las Vegas con imágenes en movimiento, entonces estamos cerca.” “¿Un cartel luminoso?” Pregunto Otto. “¿Y por qué esperas que aun funcionen exactamente?” “Funcionan con luz solar.” Respondió Carlos. Entonces ella noto las imágenes en movimiento adelante en el camino, justo a unos kilómetros delante en el camino caído en un ángulo raro sobre el valle, Claire pregunto “El cartel dice ¿LO QUE PASA EN LAS VEGAS, QUEDA EN LAS VEGAS?” “¡De ese el del que hablo!” Carlos dijo. “Entonces todos estacionen, estamos acercándonos en este momento.” Claire dirigió el Hummer a la banquina del camino, desacelerando lentamente para darles tiempo a los demás

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vehículos de que hicieran lo mismo. Un accidente de auto sería más que desastroso. Desde atrás se escuchó a K-Mart decir “Espero que sea un verdadero pueblo. No como Pahrump.” “Sigues mencionando Pahrump. No es como si fuera el único pueblo que estaba abandonado y prácticamente cubierto por dunas.” Muchos de los pueblos que habían cruzado en el camino estaban cubiertos casi en su totalidad de arena, como si el desierto los reclamara. En unos años más quizás no habría señal alguna de Pahrump, o Kettleman Station, o Bakersfield, o Lebec, o un largo número más de otros lugares. “Si, pero solo me gusta decirlo. Pahrump, Pahrump, Pahrump. ¿Quién nombra un pueblo así?” “La gente de Pahrump, aparentemente.” Dijo Claire al mismo tiempo que apagaba el motor y abría la puerta. L.J y Carlos ya habían bajado y corrían en dirección a la marquesina, que estaba a 30 pies de altura, con la esperanza de tener una mejor vista. Claire se apoyó al costado del Hummer con K-Mart a su lado. Imaginándose que tenía un cigarrillo en sus manos, Claire se estiro para agarrar el walkie talkie para poder hablar con Carlos y L.J. El par estaba trepando la marquesina como si fuera un juego de escala, Carlos se movía un poco más rápido que L.J. Una vez que llegaron a la cima, Carlos tomo un par de binoculares. “Este es otro pueblo que el desierto está tratando de recuperar.” Dijo él.

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“La última de una maldita colección – colecciónalas a todas.” L.J dijo. “Mierda.” Esta última palabra se alargó por cerca de cuatro silabas. “Sin embargo.” Carlos agrego, “Tenemos un motel, completo con restaurant, tienda de regalos, y, lo mejor de todo, una gasolinera.” “¡Eureka maldición!” Ese fue Chase MacAvoy, que había ido de acompañante con L.J en el camión de gasolina. Una pausa. Claire miro hacia arriba a Carlos que estaba observando todo a su alrededor. Finalmente, dijo, “Parece tranquilo.” L.J agrego “¿No lo parecen siempre?” Claire suspiro. “Ustedes dirán.” Entonces Otto agrego, “Lo que ustedes decidan chicos ¿Pueden apurarse? Tengo una clase de yoga a las siete.” Eso logro algunas risas. También era un código: Los niños estaban impacientándose, y parar por un rato no sería algo tan malo. Parar en un lugar que al menos una vez perteneció a la civilización occidental seria incluso algo mejor. Finalmente, Carlos dijo, “Creo que vale la pena echar un vistazo. No veo ninguna señal de vida o de no-vida, pero mientras seamos cuidadosos…” “Bien.” Agrego Claire. “Ustedes dos adelántense y revisen el lugar.” “Copiado.”

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Mientras Carlos y L.J comenzaron a bajar de la marquesina que continuaba remarcando las virtudes de Las Vegas - Un lugar que estaban asustados de visitar, habiendo aprendido de la forma mala que las ciudades grandes no eran seguras – Claire esperaba y rezaba porque quedara algo de gasolina en la gasolinera. Tenía poca esperanza de que hubiera algo de comida. – lo que fuera que hubiera quedado en el restaurant ya estaría, desde hace tiempo, echado a perder, aunque en la tienda de regalos quizás había algo de cecina de puerco o comida enlatada. Pero lo que necesitaban más que combustible para el cuerpo era combustible para el convoy. La mejor forma de mantenerse a salvo era estar en movimiento. La mejor ventaja que los vivos tenían sobre los muertos eran la velocidad – los zomboids ambulaban a un paso bastante lento y no tenían las habilidades motrices necesarias para manejar un vehículo motorizado. Así que mantenerse en movimiento era la clave, y para eso era necesaria gasolina. Sus últimas palabras a Carlos, antes de cortar la comunicación, fueron: “Buena suerte.”

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SIETE

ANTES

El Dr. Sam Isaacs miro fijamente con cara de enojo a la pantalla de la computadora en la que se encontraba la Dra. Jaime Cerota. Ella intento no verse intimidada por él, pero la forma en que la miraba era simplemente desmoralizante. Era como si estuviera en la universidad nuevamente, con el profesor Krapovsky viéndola amenazante en la clase de anatomía. Le cayó sudor en su ceja, lo que no pudo limpiarse, ya que estaba usando un traje Kasmat. Ella aún se encontraba en el área de contaminación por el brote en San Francisco, en la carpa que Umbrella Corporation había puesto especialmente para su arribo. “¿Cómo pudo pasar esto Doctora?” “En este momento, estamos más enfocados en la contención. Además, toda la gente del CDC está mirándome raro.” Con una voz tirante, Isaacs dijo “No me interesa como socialice con el centro de control de enfermedades (CDC), Doctora. Estoy interesado en como el virus T se ha esparcido al Mission Hill District en San francisco.” Jaime suspiro. “Lo que puedo decir, Señor, es que fue el Dr. Knable.”

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Isaacs frunció las cejas. “¿Knable? ¿Qué tiene que ver el con esto?” “Él es una de las personas infectadas, Señor.” “¿Qué?” Isaacs grito tan fuerte que Jaime temía que los parlantes de su laptop fueran a explotar. La conexión no era muy buena, por lo que la imagen de Isaacs que proveía se refrescaba cada segundo o segundo y medio, lo que significaba que su expresión fue de desdén a gritando con su boca abierta de par en par en un instante. Jaime tuvo que suprimir las ganas de largar una risita. Isaacs continuo: “Knable fue analizado antes de que lo pusiéramos en el puente – con, debo agregar, su prueba anti errores.” “No era anti errores, Señor – A veces daba falsos negativos.” “Pero no falsos positivos. Así que como-“ “Mi hipótesis, Señor, es que lo adquirió mientras estaba en el puente.” “Eso no es posible. El virus no era transmisible a través del aire aun, y-“ “No sabemos eso, Señor,” Jamie dijo enfáticamente. “No conocemos el vector preciso del virus, porque abandonamos Raccoon City antes de poder rastrearlo propiamente. No sabemos cuánto tarda en incubar, cuánto tarda en ser transmisible vía aire o llega a la tierra. Estamos escupiendo contra el viento aquí, Señor.”

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“Está bien,” Agrego Isaacs luego de una larga pausa. “Tu propósito primario ahí continua siendo el mismo: detener la propagación del virus por cualquier medio sea necesario.” “Si, lo sé. Estaba parada allí a su lado cuando me dijo eso,” dijo Jaime enojada. “Desafortunadamente, no sé si pueda.” “¿Por qué no?” Isaacs dijo enojado. “Te han dado autoridad ejecutiva sobre este asunto por orden del Gobernador.” “Si, y eso transcurrió realmente bien.” Ella con cara de angustia, recordó la confusa, enojada y herida – pero mayormente enojada – mirada en sus colegas Doctores cuando entrego la orden del Gobernador. Ella escucho al Dr. Bousquet, uno de los locales, referirse a ella como “una diva del sector privado con conexiones.” “Como sucedió es comparativamente irrelevante, Doctora.” “El problema es, que uno de los Doctores del CDC está atando cabos con lo que sucedió en Raccoon.” “Eso es imposible.” “Señor, los muertos están caminando. Creo que podemos revisar nuestras nociones de lo que constituye lo imposible.” “Oh, no tiene una idea, Doctora. Pero eso no está ni aquí ni allá. ¿Cómo puede uno de esos Doctores conectar esto con lo sucedido en Raccoon City?”

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Jaime se encogió de hombros en su traje Kazmat. Había oído rumores del Proyecto Némesis y el Proyecto Alice y la rara bioingeniería que la oficina del Doctor Isaacs había estado llevando a cabo. “Ella descargo el video de Valentine y Olivera.” “Eso no es posible –Lo removimos del servidor donde estaba cargado y estamos intentando localizar a quien lo subió en estos momentos. También confiscamos todas las copias.” “Bueno, sin importar que tanto tiempo tardaron en quitarlo fue suficiente para que cierta gente lo viera. La Dra. Yu-Chin lo tiene en su disco duro, y está notando que la gente que estamos reteniendo es justo como la que aparece en ese video. No todos creyeron las historia de la fusión, usted sabe.” “Los arrebatos de conspiradores teóricos no son tomados en serio, Doctora.” “La doctora Yu-Chin no es una conspiradora teórica; ella es una mujer inteligente con un título médico que reconoce los síntomas paralelos cuando los ve. Además-“Ella dudo. Esto era la principal razón por la que había entrado en la carpa de Umbrela para contactar al Dr. Isaacs, y la había estado preocupando. Isaacs obviamente noto la duda. “¿Qué es Doctora?” “Me he encargado de que no envíen resultados fuera del área de cuarentena, pero no sé por cuánto tiempo más pueda hacerlo.”

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“Puede hacerlo por cuanto tiempo quiera, Doctora. Usted está a cargo.” “Puedo desfilar la firma del Gobernador alrededor todo lo que quiera, pero no creo que pueda llevarlo adelante lo suficiente antes de que empiecen a ignorarme. Y los policías están del lado de los lugareños.” “Eso es ridículo.” “No realmente, Señor. Estos son los mismos Doctores que los policías ven en la sala de emergencias todo el tiempo. Se conocen unos a otros. Confían los unos en los otros. Y los policías no confían en divas del sector privado como yo.” “No podemos arriesgarnos a que sangre infectada deje el área de cuarentena,” Isaacs dijo dejando en claro lo obvio. Jaime ya conocía eso. Lo que necesitaba era instrucciones de como detener que eso sucediera. Luego de un momento de pensar, Isaacs dijo, “Obviamente, debemos contener esta situación. Doctora Cerota, use la autoridad adquirida por el Gobernador de California, y ordene destruir las muestras de sangre, los pacientes terminados y sus cuerpos quemados. No debe quedar evidencia alguna.” “¿Ni siquiera para pruebas?” “No hay nada para examinar,” Isaacs dijo lentamente, como si estuviera hablando con un niño. “Sabemos que esto es resultado del virus T.” “Oh, bueno - ¿Puedo decirle a la Doctora Yu-Chin y a los demás eso?”

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“Claro que no.” “De acuerdo - Cuándo pregunten por que no hay nada que analizar ¿Que les digo? Aun impaciente, Isaacs dijo, “Dígales que es por orden clasificada del Gobernador.” “¿Y qué sucede si llaman a la oficina del Gobernador y le preguntan?” “Él dirá exactamente lo que instruimos que dijera. ¿Cómo cree que fue reelecto?” De repente, la nariz de Jaime comenzó a picarle. Ella intento ignorarlo. “Oh, y si pudiera depurar esto del disco duro de la Doctora Yu-Chin, eso tampoco sería poco conveniente.” Jaime sacudió la cabeza. “Tratare lo mejor que pueda. Pero no creo que esto vaya a funcionar.” “¿Por qué no?” “Porque podría no ser un incidente aislado. Si lo es, entonces genial, incineramos la sangre y los cuerpos y estamos bien, pero este no es el único lugar donde Knable estuvo luego de dejar Raccoon. Es verdad, él no tenía ninguno de los síntomas” –y murió, pero Jaime razono que no podía adicionar esa parte por alguna razón- “Hasta que llego aquí, no estamos ni siquiera seguros de cómo se infectó, o si realmente era el, o si era el único. No podemos mantener esto para nosotros, Señor. Si dejamos al CDC que participe en esto, entonces podríamos-“

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“No.” “Señor-“ “He dicho que no, Dra. Cerota. Si persiste con esto, será retirada, y enviaremos a alguien más que pueda realizar el trabajo propiamente.” Isaacs ni se molestó con continuar la amenaza. Ella seria despedida y nunca más podría trabajar en su campo de elección de nuevo, ya que Umbrella la desagruparía. “Si, Señor. Yo-“ Antes de que pudiera concluir la oración, un fuerte sonido de choque se escuchó fuera de la carpa. “¿Qué fue eso?” “No lo sé.” Jaime camino hacia la entrada de la carpa y corrió la tela –para revelar a tres cuerpos infectados vagando por la calle donde habían colocado el puesto y algunos miembros del personal con trajes Hazmat tratando y fracasando en detenerlos. Uno de los cuerpos era Jim Knable. El corazón de Jaime subió hasta su garganta. Jim era un buen hombre, además de brillante. Él había hecho un trabajo impresionante con los procedimientos de reconfiguración de sangre, lo que –en la época de laboratorios de crímenes de alta generación, sin mencionar peores enfermedades y testeado de drogas- habían hecho de él un hombre muy rico a una edad muy joven. Aunque el nunca dejo que esto se le subiera a la cabeza. Él se merecía algo mejor que esto. Especialmente desde que su último acto en

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Raccoon City había sido el de ayudar a la gente a escapar de allí. La Dra. Yu-Chin venia corriendo calle arriba. “¡Se soltaron! ¡Debemos contenerlos!” Dos de los uniformados de la fuerza policial de San Francisco –quienes también llevaban puestos trajes Hazmatllegaron corriendo con sus armas en mano. “¡Alto, Policía!” Uno de los cuerpos tomo a un Doctor vestido con un Hazmat –luego de un segundo Jaime lo reconoció como Bousquet, el Doctor que la había llamado diva- y lo mordió a través del traje. El Doctor grito. “¡He dicho alto!” Uno de los uniformados grito. Ambos tenían sus armas apuntando a la escena. Jaime apreciaba su dedicación a la ley, pero ahora no era el momento de reglas. “¡Apúntenles a la cabeza! ¡No responderán!” Uno de los policías dijo, “No es un buen momento para decirle mi rango.” El otro policía solo disparo, dándole a uno de los cuerpos en la pierna. “¡Eso no servirá de nada! ¡Solo dispararles en el cerebro o dañar su espina es una forma de dañarlos! ¡Eso detendrá los impulsos que el virus envía a sus cerebros, y morirán realmente!”

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“¿Qué carajos? ¿Está diciendo que ya están muertos?” Yu-Chin le clavo la mirada. “¿Cómo demonios sabes eso?” “Ahora no.” Dijo Jaime. “Entonces pronto, Doctora.” Los policías continuaron disparando. Uno consiguió darle un tiro en la cabeza a uno de los cadáveres, pero los otros dos, incluyendo a Jim, siguieron tambaleándose en torno a ellos. Un tiro salió disparado y le dio a Bousquet. Un momento después, se levantó y empezó a tambalearse hacia ellos también. “Oh, dios mío.” Dijo Yu-Chin, su pálida cara volviéndose más blanca aun detrás del visor Hazmat. Jaime regreso a la carpa. “¿Qué está sucediendo?” Pregunto Isaacs. “Tres de los sujetos se soltaron.” Ella buscaba, y eventualmente la encontró, su pistola nueve milímetros. Jaime Cerota probablemente tenía mejor puntería que ese policía. Su padre la había llevado de cacería de pequeña, junto con sus dos hermanos, y ella fue la única que alguna vez realmente le dio a algo, un hecho que siempre fastidio a sus hermanos mayores pero que hizo sentir muy orgulloso a su padre.

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Su entrada en la escuela médica había sido más una decepción para él, pero su salario pagaba por su casa nueva en Florida luego de que se retiró, así que no se quejaba demasiado. “Doctora, usted debe-“ Desinteresada en lo que Isaacs pudiera pensar que ella necesitaba hacer, Jaime salió de la carpa justo al tiempo que el cadáver de Jim sobrepaso a los dos policías. Jaime apunto a uno y le disparo justo en la cabeza. Jim se estaba alimentando con uno de los policías, y el oficial retorciéndose arruino el tiro de Jaime. Un grito por detrás llamo su atención. Corriendo en círculos, vio dos cuerpos más viniendo calle arriba y a Bousquet alimentándose de Yu-Chin. Ella le disparó a Bousquet en la cabeza, la bala de la nueve milímetros perforando fácilmente el casco protector del Hazmet, luego hizo lo mismo con los otros dos. Luego, después de dudar por un segundo, le disparo también a Yu-Chin en la cabeza. La bala fue detenida un poco por la pieza protectora de la cara, que era más fuerte que el resto de del casco protector. Es verdad, ella no estaba muerta aun, pero era solo cuestión de tiempo. E Isaacs la quería fuera del camino, así que esto también servía. A sangre fría, quizás, pero no era como si Yu-Chin tuviera alguna maldita oportunidad en ese momento. Tres cadáveres más venían calle arriba. Jaime supuso que habían estado golpeando contra la contención por más de un día ahora. Ellos no se cansaban, solo empujaban, y tarde o temprano incluso hasta el material más resistente cede si se le da suficiente presión durante largo tiempo.

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Luego una mano toco el hombro protegido de Jaime, y ella se volteó, tratando de levantar el arma una vez más, pero el cadáver de Jim Knable ya estaba sobre ella, su boca completamente abierta. Jaime intento sacárselo de encima, pero Jim era más grande que ella, y además era literalmente peso muerto. Ambos colapsaron sobre el suelo. El dolor se abrió paso sobre su hombro al tiempo que Jim le mordía parte de este, sus dientes fácilmente rasgando el traje Hazmat. Jaime sintió que podía ver la saliva infectada de este mezclarse con su sangre. Ella pateo hacia arriba con su pierna izquierda, lo que logro sacarle a Jim de encima. Levantando el arma a la altura de su pie, la sostuvo, teniéndola con su mano izquierda, con el dolor recorriendo su cuerpo desde su hombro herido, y le disparo a Jim en la cabeza. Luego se volteó e intento disparar a los otros, pero no pudo mantener su brazo arriba por más tiempo. “Maldición.” Camino a los tropiezos hacia dentro de la carpa. “Señor, hemos perdido la contención.” “¿Qué? ¿Qué le paso a-“ “Señor, los cuerpos infectados se han liberado. He detenido a algunos de ellos pero aún hay otros que me fueron imposible eliminarlos. Además he sido infectada, así que es cuestión de tiempo antes de que me una a ellos.” “Dra. Cerota, necesito que usted-“

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“Señor, no hay nada que pueda hacer por usted ahora. He reportado la falla, y ese es el último acto que puedo realizar para Umbrella Corporation. “Con su mano izquierda –la derecha estaba prácticamente inútil- destrabo los seguros de la parte protectora de la cabeza de su traje Hazmat y la removió. “Siento no haber podido realizar el trabajo, Señor.” Luego coloco la boca de la pistola en su mentón y apretó el gatillo.

OCHO DESPUÉS

Sam Isaacs culpó principalmente a Timothy Cain. Él era un chivo expiatorio asequible, el difunto principal. Para empezar, estaba muerto. Siempre era preferible tener a alguien a quien culpar que no pudiera defenderse por sí solo. No es que Cain habría podido montar gran parte de la defensa. Cain había reabierto la Colmena, violando todos los protocolos que la compañía tenía -por no mencionar el simple sentido común - solo para satisfacer su propia

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curiosidad. Casi todo lo que había sucedido desde entonces podía atribuírselo a ese evento. Si la Colmena hubiera permanecido sellada, Raccoon City no había sido infectada, y no habría tenido que ser purificada. Cuanto mayor sea el área infectada, más difícil se volvería la contención –que era matemática elemental, después de todo. Raccoon City resultó demasiado, mientras la infección desapareciera, pensó presumiblemente el Dr. Jim Knable. Y San Francisco – una gran ciudad ubicada en una península- fue mucho más difícil de contener que una pequeña ciudad ubicada en una isla. En efecto, era imposible. Los medios de difusión habían marcado a la ciudad de California como el punto cero de la infección, pero Isaacs lo sabía mejor. Pero eso no importaba ahora. Mientras subía por el ascensor hidráulico con dos de los hombres de seguridad –DiGennaro y Humberg- pensó en cuanto mejor las cosas hubieran sido si Cain no fuese tan idiota. Él pudo haber hecho las pruebas de Némesis en Addison y Abernathy relativamente en paz, en lugar de arrojarlos a la infectada Raccoon City para participar en una especie de combate de boxeo- por ninguna otra razón que para satisfacer la propia curiosidad de Cain. No es que tuviera

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algún tipo de interés científico. Cain era el mismísimo morbo exhibido por un niño que les quita las alas a las moscas. Isaacs se acercó a la valla en el perímetro. No estaba del todo seguro de porque los zombis se congregaban allí, pero ciertamente había una gran cantidad de ellos – cientos, al parecer. Llevaban el hedor a carne podrida, fruta madura, y polvo mohoso. Era casi como si vieran que había una valla allí, y eso significaba que había carne con la que podían alimentarse. Ciertamente, esta instalación era el único lugar en las cercanías donde había vida humana. Cientos de zombis avanzaron arrastrando los pies, estrellándose contra la cerca, empujándola más y más fuerte, intentando y fracasando atravesarla. Los más próximos a la valla se habían golpeado tantas veces contra ella que apenas conservaban la cara izquierda. La cabeza de una persona era un poco más que una fractura de cráneo con las orbitas de los ojos colgando, escasamente conectados por deshilachados nervios ópticos. Sus manos también fueron machacadas por mantillo, intentando y fracasando abrirse paso por donde se encontraba la vida para poder alimentase. ¿Cómo lo saben? Ese era uno de los muchos misterios, pero apuntaba a una posible conclusión: había más

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que esos cadáveres andantes con simples impulsos eléctricos alimentándoles el cerebro en lugar de la sangre. Además, estaban los perros. Mientras que los humanos eran apenas capaces de caminar

en

ese

estado,

los

caninos

parecían

ser

completamente funcionales. Podían correr, saltar y hacer casi todo lo que podían cuando estaban vivos –mas no lo estaban, dado que no podían ni respirar ni procrear. Sin embargo, funcionaban mejor que sus hermanos humanos, y entre las muchas tareas que Isaacs estaba a punto de hacer era averiguar el porqué. Y ahora había algunas evidencias que demostraban que había al menos una inteligencia rudimentaria para deambular con los instintos. Todos los zombis se habían congregado allí, a pesar de que no hubiera prueba de que hubiera vida allí excepto por la ocasional persona que subió por el ascensor. El virus-t que el difunto Dr. Ashford había desarrollado podría haber curado mucho más que una degenerativa condición nerviosa. La mala noticia era que sería necesario realizar más pruebas. La buena noticia era que tenía una provisión infinita de sujetos de prueba justo del otro lado de la valla.

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A DiGennaro y Humberg dijo, “Necesitamos carne fresca. Preparen la torre.” “De acuerdo, dokee”, dijo DiGennaro. “¿Puedes

realmente

llamar

a

alguien

recién

muerto?”, preguntó Humberg. DiGennaro sonrió. “Siempre y cuando ninguno de ellos coja mi trasero”. Isaacs desde hacía tiempo lamentaba la posibilidad de mantener la disciplina. Humor inapropiado era lo que su gente había tenido en el día. La mayoría de las centrales aquí que aún seguían trabajando para la Corporación Umbrella habían perdido la mayor parte del aprecio que tenían por el virus-t. Continuaban trabajando no por dinero – eso era una mercancía inútil ahora- sino por supervivencia. Continuaron haciendo sus trabajos, y Umbrella les proporcionaba alimentos y refugio. Pero el hecho de que la mayoría de la población mundial había sucumbido al virus-t era el pequeño momento para Sam Isaacs –tenía su investigación, tenía recursos, y un problema que resolver, así que estaba contento. La mayoría de la humanidad estaba muerta, pero Isaacs nunca se había

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preocupado demasiado por eso, compuesta de imbéciles y tontos que se interponían en su trabajo. Gracias a la Corporación Umbrella, Isaacs no había perdido nada cuando el mundo se acababa. Aún tenía su investigación, y estaba contento por eso. Isaacs se apartó de los muertos vivientes y siguió a DiGennaro y Humberg hasta la torre de vigilancia del otro lado de la estación meteorológica. El olor de la cal rozó su nariz – la cual, curiosamente, fue un paliativo después de estar tan cerca de los muertos vivientes- pero ni siquiera miró la fosa donde las Alices habían sido arrojadas. Ellas representaban el fracaso, y mientras Isaacs era un firme creyente en aprender de los fracasos, esos cadáveres estaban más allá de todo lo que uno podría aprender. Además, estaba bien y verdaderamente enfermo de la vista frente a ese rostro. Si tan solo habría sido capaz de retenerla en Detroit… Entró en la torre de vigilancia, donde tomó otro elevador hidráulico junto a DiGennaro y Humberg hasta el piso quince. Al llegar a la cima, Isaacs se introdujo en la canasta. Era similar a los globos aerostáticos, salvo que esta

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estaba unida a una barra metálica extensible, parecida a la utilizada por los bomberos. DiGennaro dijo al guardián en la cima, “¿Cómo te trata la vida aquí en los asientos de hemorragia nasal, Robertson?” "Jodidamente melocotón, Deej. Es bonito y calentito aquí. El calor sube, ya sabes. " Humberg y DiGennaro siguieron a Isaacs hacia la canasta. A una señal de Isaacs, Robertson activó la barra, la cual atravesó la valla por encima de los muertos vivientes. Esta actividad estuvo lejos de ser encubierta, ya que el metal hizo un ruido horrible al moverse –mantener las bisagras aceitadas no era una prioridad, ya que el aceite era necesario para fines mucho más importantes en estos tiempos oscuros – y que todos los zombis mirasen hacia el sonido. Comenzaron a saltar, agarrando y arañando la parte inferior de la canasta, intuyendo que era carne fresca. Robertson, sin embargo, los mantuvo encima de la refriega. Desde que el proyecto requirió un espécimen particularmente fuerte, Isaacs descartó las mujeres que vio.

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Aunque había conocido a un montón de mujeres capaces de mantener su posición en un conflicto físico- incluyendo a Alice Abernathy, aún antes de que Isaacs tuviera que experimentar con ella- cuando se trataba de hallar una muestra de la humanidad con la fuerza bruta que Isaacs requería, el macho de la especie era mucho más adecuado. Miró hacia abajo y, finalmente, sus ojos captaron uno particularmente bueno. En parte, lo destacó por la camiseta de hockey de colores brillantes que llevaba con un número estampado en la espalda. Era imposible decir en la etapa de decadencia de la ropa en si era o no un uniforme de hockey legítimo o, simplemente, un facsímil comprado en la tienda. Lo que le importaba a Isaacs era la amplitud de los hombros del hombre. Señalando al hombre en cuestión, dijo, "Ese de espaldas. Él lo hará." DiGennaro asintió con la cabeza, y junto a Humberg retiraron sus sogas de fibras de carbono. El oficial azotó la soga alrededor de su cabeza con una sonrisa tonta en la cara. Humberg rodó sus ojos. "John fuckin’ Wayne." "Sí, pero ese hijo de puta está muerto, y yo estoy vivo".

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“Gran cosa. Muerto, aún es más hombre que tu trasero”. Arrojaron las sogas al Hockey Jersey, cada uno sujetando un brazo. Era muy fácil de conseguir, como él, junto con todos los otros muertos vivientes, llegaron hasta arriba, intentando en vano coger la canasta. Ambos hombres de seguridad empujaron, jalando hacia arriba al zombi, mientras Robertson desplazaba el brazo de metal de regreso a la torre. Sonriendo de oreja a oreja, DiGennaro dijo, “¡Móntalos, Cowzombie! ¿Quién es ahora John Wayne, gilipollas?” Isaacs celebró en un suspiro. No deseaba enemistarse con las encargados de mantenlo, junto a los otros, a salvo. Hasta el momento, Umbrella había podido comprar sus lealtades con sus tiendas de alimentos, pero siempre cabía la posibilidad de que los empleados mejor armadas las utilizaran en su beneficio para tomar el relevo. Y como tenían las armas y sabían cómo utilizarlas, tenían una excelente oportunidad de salirse con la suya. Si tenían la idea en sus cabezas. Una manera segura de hacer que eso suceda era enemistarlos, por ejemplo,

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dejándolos discutir por sus interminables chistes mediocres. Isaacs, sin embargo, no era un tonto. Los dejó continuar. Además, los necesitaba para sus planes a largo plazo. Una de las mejores lesiones de la historia era que los emperadores más fuertes eran quienes tenían el ejército más poderoso. De regreso a la cima de la torre de vigilancia, Robertson tenía preparadas las ataduras. La larga barra de metal cubría al ocupante del cuello a la rodilla y era más eficaz que cualquier camisa de fuerza. Habían desactivado la función que disparaba una ráfaga de electricidad en el sujeto si este se movía, simplemente porque era un derroche de energía con el zombi. La electricidad no los detendría. De hecho, había cierta evidencia que sugería que los volvería más activos. Humberg y DiGennaro mantuvieron al muerto viviente en el lugar mientras Robertson aplicaba las restricciones. “Este hombre huele a trasero. Como trasero muerto. ¿Alguna posibilidad de que lo llevemos a dar una ducha, primero?” preguntó Humberg.

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“Adelante”, dijo DiGennaro. “¿Supongo que tú eres voluntario para fregar los sitios difíciles de alcanzar?” “Golpéame, idiota.” “Más tarde, si eres bueno”. Regresaron al nivel del suelo, y luego tomaron el ascensor en la estación meteorológica de regreso al complejo. Isaacs cerró sus ojos a medida que descendían, disfrutando la sensación del aire acondicionado. Nunca se había preocupado tanto por el aire del desierto, sobre todo cuando estaba perfumado por el aroma de los cadáveres en descomposición. Tan pronto como llegó a abajo, vio a Slater. Esta vez, no se molestó en mantenerse callado. Si Alexander Slater tenía el puesto del segundo al mando de la División Científica de Umbrella era seguro que Isaacs no tuviera idea. Sin embargo, había pocos lugares para asignar personal estos días, y Slater estaba calificado para ser la mano derecha de Isaacs. La mayoría de su personal en San Francisco y Detroit había muerto, y no podía darse el lujo de ser exigente, ni permitirse presentar una queja ante el Comité por su nombramiento. Al menos, no todavía.

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Y mientras que no tuvo otra opción que aceptar el nombramiento de Slater, Isaacs ciertamente no tenía razón para tratarlo con algo más que desprecio. “Llegamos tarde”, dijo Slater sin más preámbulos. “Lo siento.” “La reunión del Comité comenzó hace cinco minutos. ¿Dónde demonios has estado?” Ignorando la pregunta, Isaacs se volvió hacia DiGennaro. “Pon eso en mi laboratorio. Ya sabes, el taladro” “Despreocúpese, jefe.” DiGennaro se volvió al Hockey Jersey. “Vámonos, Gretzky” Isaacs se volvió y caminó hacia la sala de reuniones, sin molestarse en ver si Slater lo seguía. Buscando en el bolsillo de su bata blanca de laboratorio, tocó el botón en un dispositivo que llevaba consigo. Mientras se acercaba a la sala, Isaacs pudo oír la conversación desde el pasillo abajo. El acento francés y el tono nasal indicaban que Jacques Mercier, el jefe de la división francesa, estaba dando su informe. “-…El número de infectados está aumentando.”

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Poco después, los tonos británicos recortados del jefe de la división del Reino Unido, Colin Wainwright, podían oírse. “Instalación de Londres: suministros de alimento por debajo del veintiocho por ciento, diecisiete muertos. El número de infectados está aumentando.” Isaacs acababa de entrar cuando la voz autoritaria del Presidente Wesker se oyó. “Gracias por sus reportes.” Al entrar en la gran sala, Isaacs vio una larga mesa oscura en el centro del espacio poco iluminado. Una representación holográfica del planeta giraba sobre la mesa, con el logo hexagonal de Umbrella indicando la ubicación de las sedes de Umbrella en los cinco continentes. En la pared del fundo, varias pantallas mostraban imágenes de ciudades del mundo: Londres, Paris, Lisboa, Ámsterdam, Copenhague, Antananarivo, Srinagar, Tokio, Beijing, Berlín, Moscú, Johannesburgo, New Delhi. Todas fueron invadidas por los muertos vivientes de la misma forma que había sucedido en Raccoon City y San Francisco hace años atrás. Como siempre, Isaacs culpó a Cain. “Señores”, dijo mientras caminaba. Todos los jefes se volvieron.

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O, más bien, la ilusión de los jefes. Mientras Isaacs veía las caras de los ocho jefes de la División de Umbrella, así como la del Presidente Wesker, sabía que ninguno de ellos estaba en la sala. Todas las instalaciones de Umbrella tenían una sala de reuniones como esta, y todas estaban mostrando la misma información en el holograma sobre la mesa y las pantallas en la pared. Todos parecían tener también las mismas ocho personas sentadas alrededor de la mesa, y veían una imagen de Isaacs y Slater caminando por la sala. El Departamento de Holografía había hecho bien su trabajo. Viajar era muy arriesgado en estos días, y si bien era difícil coordinar una reunión que tendría lugar a través de una variación de zonas horarias, era preferible eso que correr el riesgo de perder la vida de las personas más importante de la Corporación. Wesker miró hacia Isaacs. Al menos, Isaacs supuso que lo hizo. Era difícil hablar, ya que el Presidente insistía en utilizar gafas en todo momento. Wesker aún vestía el mismo equipo que usado como Marine, aún tenía múltiples cicatrices de aquel entonces, e Isaacs se preguntó si las utilizaba por alguna afección oculta o si solo era un trasero pretencioso. Si todavía quedaba dinero en este mundo, Isaacs habría apostado todo sobre la última.

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“Qué bueno que te hayas unido con nosotros a la División Científica”, dijo Wesker secamente. Isaacs oyó a Slater exhalar a través de sus dientes, pero lo ignoró como lo hacía con la mayoría de lo que salían de su boca. Él simplemente dijo, “He estado ocupado”. Wesker bajó sus gafas y miró a Isaacs con ojos penetrantes, llevando a Isaacs a entender un poco más porque las usaba. “Esto es más interesante, Doctor, porque estamos a punto de discutir los resultados de sus “experimentos”- o, mejor dicho, la falta de ellos”. “¿Es así?” preguntó Isaacs, a falta de algo mejor que decir. Había estado esperando algo como eso, razón por la cual no había estado ansioso por llegar a tiempo a la reunión en primer lugar. Wainwright habló después. “¿Sobre el tema del riesgo biológico, lo que hace la División Científica debe informarlo?” No por primera vez, Isaacs se maravilló de la capacidad de sus empleados para hacer el habitual sonido espantoso, aunque se preguntaba quién de ellos, precisamente, estaba tratando de impresionar en ese momento. “Riesgo biológico” sonaba como si alguien hubiera estado poniendo

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ántrax a través del sistema postal o una cepa de gripe esparciéndose por el aire. El virus-t era varias órdenes de peor magnitud que un “Riesgo biológico”. Pero entonces, Wainwright tenía una población mucho más grande de seres vivos por la que preocuparse. Europa y Asia estaban aun comparativamente en buena posición—mientras las Américas, África, y Australia habían sido casi completamente invadidas, la propagación del virus-t había sido más lenta en los otros dos continentes. Wainwright y los otros jefes de la división de Eurasia sin dudas albergaban alguna ilusión de que podían superarlo. Desafortunadamente, Isaacs no estaba a punto de dar las

respuestas

que

ellos

deseaban.

“Ahora

sabemos

concluyentemente que no tienen ninguna necesidad real de sustento. Tienen hambre de carne pero no la exigen.” Un murmullo de descontente atravesó la sala. El único beneficio para los muertos vivos tan grandemente superiores en número a los vivos era la esperanza de la escasez de carne para alimentarse, los zombis simplemente morirían por su propia cuenta. Isaacs había dicho desde el principio que eso era poco probable- después de todo, ¿Qué hacían los muertos

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para alimentarse?- pero el Comité se había aferrado a la posibilidad como si fuera un salvavidas. Isaacs continuo: “A menos expuestos a temperaturas extremas o ambiente”- o, no se molestó en añadir, todo disparo en la cabeza- “Mi investigación indica que pueden permanecer activos durante décadas”. Wainwright se puso de pie, golpeando con el puño sobre la mesa mientras se levantaba. “¡Décadas! ¿Estaremos atrapados bajo tierra durante décadas?” Wesker levantó su mano y miró fijamente a Wainwright, cuyo rostro de contorsionó en una expresión más mansa, y se volvió a sentar. “¿Cuáles son las noticias del Proyecto Alice?” Aquí Isaacs sabía que podía disponer de ese salvavidas. “Nuestros objetivos no cambiaron. El proyecto original de Alice era único. Ella unida con el virus-t en un nivel celular, de alguna manera lo utilizo para superarlo. Usando anticuerpos de su sangre”- él había podido corregir el aspecto

de

Alice

después

del

desastre

en Detroit-

“Desarrollaré un suero que no solo combatirá los efectos del virus-t sino que potencialmente lo revertirá”. Isaacs comenzó a pasearse alrededor de la mesa, asegurándose de hacer

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contacto visual con cada miembro del Comité mientras hablaba. “El poder de este suero irá más allá del débil antivirus que tenemos ahora. Para aquellos que aún no están infectados, el suero les ofrecerá inmunidad completa. Y para el…”— vaciló y luego miró directo a Wainwright—“El riesgo biológico en sí mismo, una reversión parcial del proceso. Devolviéndole a esas criaturas una parte de su inteligencia, sus recuerdos—y frenar su hambre de carne”. El murmullo que atravesó el Comité en esta ocasión fue mucho más positivo. Wesker preguntó, “¿Está seguro que puede domesticarlos?” De hecho, Isaacs estaba seguro de que no haber tal cosa. Ese era el objetivo, sí, pero había muchos obstáculos. Sin embargo, las apariencias eran necesarias para mantenerse. “¿Por qué no?” dijo con total naturalidad. “Son animales, esencialmente. Podemos entrenarlos –si podemos quitarles sus instintos básicos”. Detrás, Isaacs oyó a Slater murmurar, “Y si mi abuela tuviera ruedas, sería una carreta.” Slater había estado en contra de todo este programa desde el comienzo, considerándolo una pérdida de tiempo. “Seguro” dijo una vez más. “Si puedes quitarles sus instintos básicos, pero no forjarles sus cerebros. De hecho, se lo intentas, los perderás.”

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Isaacs, sin embargo, fue más optimista. Para el Comité, él continuo: “Nunca volverán a ser humanos otra vez pero sirven de base como mano de obra dócil bajo nuestras órdenes. Regresaríamos a la superficie y crearíamos un nuevo orden mundial a nuestra imagen.” A algunos de los miembros del Comité parecían agradarle el sonido de eso. Mercier, sin embargo, no era uno de ellos. “¡Fantasías!” dijo el francés, agitando su mano en un movimiento de burla. “¡Después de meses de experimentos, no tienes nada que mostrar, y nos pudriremos bajo tierra!” “Sin el proyecto original de Alice”, dijo Isaacs con irritación, “el proceso ha sido difícil. Nos hemos visto obligados a intentar replicarla usando los modelos genéticos de clonación cuyo crecimiento ha sido acelerado por el Dr. Wiegrand. Es laborioso, y los resultados son impredecibles”. Wainwright resopló. “Ochenta y cinco fracasos, Doctor.” Encogiéndose de hombros, Isaacs dijo, “Esto no es una ciencia exacta”. “No le veo mucha ciencia.”

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Antes de que Isaacs pudiera responder a la calumnia –como si ese burócrata idiota supiera algo de ciencia en primer lugar- Wesker volvió a levantar una mano. “El proyecto Alice, y el tema de la domesticación, son de la más alta prioridad”. Entonces, de repente, la imagen de Wesker se congeló por un segundo, su rostro permaneció en una posición cómica durante medio segundo, antes de que se perdiera, la señal regresó, su mirada ahora quedó fija en Isaacs. “Te concentrarás en eso excluyendo a toda otra investigación. Esperaremos un informe actualizado en la semana.” Por

un nieve

décimo

segundo,

Isaacs

dijo,

“Simplemente exigir resultados no los garantizara”. Eso era algo más que le atribuía a Cain – él despreocupadamente siempre ponía plazos a los logros que no tenían ninguna relación con la realidad pero eran lo suficientemente rápidos como para satisfacer los caprichos del Comité. La ciencia en realidad no funciona así. Sin embargo, parecía que Isaacs había agotado todas las seguridades que podía ofrecer, porque esta era la primera vez que Wesker respondía a sus explicaciones racionales con una amenaza.

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“Entonces, tal vez, debemos poner a alguien más a cargo. Alguien…”- otra vez más, la señal de Wesker fue interrumpida, y luego retomó pero el audio ahora estaba fuera de sintonía con su boca- “…que puede darnos las seguridades que requerimos”. Wesker lucía como una de esas malas películas de artes marciales en el que el personal de seguridad parecía tener un sinfín de diversión en mirar durante una y otra vez durante su tiempo de inactividad. De repente, Isaacs estuvo muy consciente de que Slater estaba parado detrás de él. Slater era lo suficientemente entupido para contarle al Comité lo que quería oír en lugar de lo que necesitaba oír. “Continúe con su investigación, Doctor.” La imagen de Wesker aún no había encontrado su voz. “Y hágalo rápido mientras que aún sea su investigación. Se levanta la sesión”. Las imágenes de los miembros del Comité, así como las imágenes en las pantallas de la pared y el holograma del mundo, se apagaron a la misma vez. De no estar Slater en la sala, Isaacs habría señalado, aún solo fuera al aire vacío, que sería su investigación sin importar quien la administrase. Pero no vio ninguna razón para darle a Slater más argumentos. Isaacs había estado bastante seguro que Slater estaba haciendo sus propios

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informes al Comité, a pesar de que técnicamente la única persona a la que Slater suponía que enviaba los informes era al mismísimo Isaacs. Sin embargo, ese era un problema para otro día. Isaacs se volvió para ver a Slater sonriendo estúpidamente. “Eso estuvo muy bien”. “Tengo trabajo que hacer”, dijo Isaacs cuando pasó por al lado de Slater. “Si, así es. Y lo mejor será que lo haga rápido para no hacer enojar a Wesker.” Continuando ignorando a Slater, Isaacs se dirigió a su laboratorio. Solo cuando cerrara la puerta detrás de él se permitiría hablar. Haciendo una exagerada imitación del acento londinense de Wainwright, dijo, “¡No le veo mucha ciencia! Imbéciles.” Con una mirada, vio que DiGennaro y Humberg habían asegurado a Hockey Jersey a la pared, un collar alrededor de su cuello y cadenas sujetando sus muñecas. El muerto viviente – o “riesgo biológico” para usar el eufemismo preferido por el Comité- luchó fuertemente contra esas restricciones tan pronto como Isaacs entró en la sala,

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pero ignoró a la criatura con la misma facilidad con la que ignoraba a Slater. Isaacs buscó en el bolsillo de su bata blanca de laboratorio y sacó el dispositivo que había estado utilizando desde antes de entrar en la sala: un grabador digital. Puso el grabador en la estación de acoplamiento conectada a su ordenador. Usando el mouse y el teclado, encendió el programa que funcionó tan pronto como acopló la grabadora para aislar la voz de Wesker. “Sigue con tus amenazas, Wesker”, murmuró Isaacs, “mientras que aún funcione tu corporación.” Hockey Jersey tiró más fuertemente de sus ataduras. Isaacs finalmente lo miró. “A su debido tiempo”. Luego se volvió para mirar del otro lado de la ventana del laboratorio. Y se sonrió. Oficialmente,

los

únicos

dos

proyectos

que

actualmente estaban activos en esa instalación eran el proyecto Alice y la investigación sobre la domesticación de los muertos vivientes. El clon 86 estaba siendo preparado

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ahora mismo como prioridad, y Hockey Jersey era el último objetivo para facilitar este último. Pero había un tercer proyecto que era tan activo e incluso más importante que esos dos, en cuanto a Sam Isaacs se refiere. Solo porque ese proyecto estaba más cerca de fructificar que Isaacs había tomado el riesgo de llevar un grabador digital a la reunión del Comité. Pero necesitaría la voz de Wesker para alcanzar sus objetivos. Y nadie se interpondría en su camino.

NUEVE

ANTES En todos sus años sirviendo como policía, lo que asombraba a Jill Valentine más que cualquier otra cosa, era que cada una de aquellas personas a quienes ellos alguna vez habían llevado para interrogar no solicitasen un abogado. Era notable, en realidad. Desde el caso Miranda contra el Estado de Arizona en 1966, los agentes estaban

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legalmente obligados a decirte por adelantado que podías contar con representación legal en el momento en que eras interrogado por la policía o si estabas bajo arresto. Sin el abogado presente, tú estabas solo por tu cuenta, eras un civil que probablemente no sabías lo suficiente acerca de las leyes y que te encontrabas sentado en una habitación, rodeado de personas que trabajaban con la ley todos los días. Solo un verdadero tonto iría allí sin un abogado, especialmente si era alguien que sabía de antemano que tenía derecho a solicitarlo. Tampoco era como si Miranda fuese un gran secreto. Los programas de televisión más populares eran series policiales, y esto ha sido así desde que ha existido la televisión, y en cada uno de ellos desde 1966, se ha visto a los agentes de policía diciéndoles a los civiles de que tienen derecho a solicitar un abogado. El segundo tipo de programas de televisión más populares eran aquellos donde estaban involucrados abogados. Y aun así, Jill siempre veía la llegada de perpetradores, o testigos, o lo que fuese, y ellos se privaban de tener a su lado a un experto en temas legales, cuyo propósito en la vida era protegerlos cuando se encontraban en una habitación con policías que no tenían absolutamente ningún interés en hacerlo. Todos los policías sabían bien que su interrogatorio se acababa tan pronto como el abogado de ellos aparecía, por lo que hacían todo lo posible para que ese momento no llegara. Y cuando los mismos policías eran puestos bajo arresto, pues ellos tampoco podían contar rápidamente con la presencia del abogado del sindicato. Así que cuando Jill Valentine fue puesta bajo custodia en Idaho por los agentes federales y no pidió por un

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abogado, ella sabía bien que los agentes en cuestión encontrarían su comportamiento extraño. De lo que ellos no se dieron cuenta, era que Jill en realidad quería que su interrogatorio durara por un largo período de tiempo. Por un lado, porque mientras ella tenía toda su atención, menos personas habrían buscado a Carlos, Alice, Angie y L.J. Por otra parte, quería colaborar completamente con ellos. Proteger sus derechos era algo de menor interés comparado con proteger la vida de millones de personas que estaban expuestas, y especialmente hablar por las millones que ya habían muerto. La habían llevado en helicóptero hasta las oficinas locales en Boise, y después -antes de que nadie pudiese hablar con ella – la trasladaron a las oficinas centrales en Washington. Por un lado, Jill estaba contenta de estar recibiendo la atención de los poderosos. Pero por otro lado, esto significaba que los locales seguirían buscando a los demás. Pero ella sabía bien que esto iba a ser duro desde el comienzo. Cuando el avión aterrizó en Washington D.C, Jill, que estaba todavía esposada, como siempre lo había estado desde el momento en que ellos irrumpieron en la habitación del Motel en Idaho, fue llevada a una simple sala de interrogatorios. Esto era casi una redundancia – no existían las salas de interrogatorios interesantes. Después de todo, allí tú no quieres ningún tipo de distracción. Tampoco esperas encontrar una ventana, o cualquier otra cosa que pueda significar una salida hacia el exterior. Recordaba que en

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Raccoon City, había un distrito local que tenía ventanas en cada habitación, pero había rejas en ellas. No era una celda, pero tenía todo el aspecto de serlo. Una vez que te llevaban allí, tú estabas realmente atrapado. Sin embargo, esto era lo que precisamente Jill quería. La mantuvieron sentada por casi una hora –esto era otra táctica estándar que generalmente funcionaba. Deja al delincuente reposar un rato sentado y que se cocine en sus propios pensamientos. Sin más miramientos, esto servía para frustrar y molestar al recluso. A menos que, claro, el recluso en cuestión se lo esperase, como era el caso de Jill. Por lo tanto ella se sentó tranquilamente, cada tanto haciendo chocar sus uñas y esperó a que sus interrogadores se hiciesen presentes. La única diferencia entre esta sala y la típica sala del RCPD era la mesa frente la cual Jill estaba sentada. Se trataba de una mesa de metal. De vuelta en Raccoon City, la mesa estaba parcialmente realizada en formica, y estaba bastante maltratada, cubierta de rasguños, cortes y garabatos hechos por varios perpetradores quienes pasaban allí su tiempo en soledad haciendo garabatos, eso si los policías se molestaban en dejarles una lapicera. La televisión también le había enseñado a todo el mundo lo que había detrás de los espejos en las salas de interrogación, y como resultado, en muchos lugares se habían deshecho de ellos. Esta habitación no tenía nada, pero había una cámara de video en una de las esquinas del techo que sin duda estaba grabando lo que sucedía en la habitación como potencial evidencia a futuro. Las videocámaras hicieron más

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fácil la vida de todo el mundo, especialmente porque ya nadie estaba realmente sorprendido de que otras personas ajenas a la habitación estuviesen mirando y escuchando. Finalmente dos hombres ingresaron. Uno de ellos era el modelo mismo de un agente federal moderno: hombre alto blanco, de unos treinta años, cabello oscuro muy corto ya notándose el comienzo de la calvicie masculina. El otro era un hombre afro-americano que no parecía tener más edad que la suficiente para afeitarse. Los dos hombres vestían trajes oscuros con camisas blancas y corbatas negras. Todo lo que necesitaban eran gabardinas y Ray Bans para completar el estereotipo. Ellos tomaron asiento en las dos sillas que se encontraban al frente de Jill. “Señorita Valentine”, el hombre blanco comenzó. “O más bien, debería decir, oficial Valentine” “Bueno”, dijo el hombre afro-americano. “Ella ya no es una oficial, lo que quiero decir es que ella fue suspendida, y la ciudad que supuestamente ella debía servir y proteger, hoy es un cráter radiactivo, ¿sabes de lo que estoy hablando? El hombre blanco asintió con la cabeza. “Es correcta la acotación, pero aun así, ella es un miembro de la comunidad, sabes. De todos modos oficial Valentine, yo soy el agente especial Hicks y él es el agente especial Graves.” “A la mierda con eso”. Saltó Graves. “Yo no voy a llamarla ninguna mierda de oficial” Jill finalmente habló. “Si usted quiere puede llamarme señorita mierda, yo estoy bien con eso, agente Graves.” Jill agregó con una dulce sonrisa.

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“Oh, es muy graciosa”. Graves se puso de pie y empezó a caminar. “Esto es basura. Pongamos a esta perra en una celda”. “¿Con que cargos?” Preguntó Jill. Hicks le sonrió a Jill de una manera muy falsa. “No me diga que no lo sabe, oficial Valentine”. “Honestamente, no lo sé. Fui puesta bajo arresto, me leyeron mis derechos y he llenado el papeleo diciendo que renuncio a tener un abogado. Por cierto, deberían agilizar ese trámite ya que nuestro papeleo se hace en casi la mitad de tiempo. Lo que quiero decir, yo sé bien que mientras llegas más alto en la cadena alimentaria, el papeleo hace metástasis, pero qué demonios, no debería llevar más de veinte minutos que es lo que me lleva hacer mis ilegibles escritos para solo decir que ´yo no quiero un abogado´.” Graves volvió a tomar asiento, cruzando juntas sus manos. “Nos gusta ser más cuidadosos con el manejo de la aplicación de la ley, usted conoce el sistema, por lo que es más probable que trate de estropearlo.” “Ahora, ¿Por qué querría yo hacer eso cuando he permitido que se me arreste?” Jill tenía que darles crédito, ellos no habían reaccionado inmediatamente ante eso, fue entonces cuando Hicks se rio entre dientes. “Vamos oficial Valentine, usted realmente espera que creamos eso...” “Llamé la atención del sujeto en el fast-food, sin mencionar la del auto que había estado chequeando en cada

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uno de los locales de comidas en el área tratando de encontrarme a mí o a uno de mis supuestos co-inspiradores. Usted sabe, el hombre con el abrigo negro enorme North Face, tan grande como para ocultar su pistola, la gorra de un equipo de futbol de las ligas menores, sus anteojos, todo recién comprado, también podría yo agregar.” Hicks y Graves intercambiaron miradas. “Tal vez tengas razón.” Dijo Hicks. “Creo que deberíamos arrojarla a una celda.” Jill se reclinó en su silla y trató de no sonreír. Hicks estaba tratando de llegar a un acuerdo con Graves para que pudiesen salir de la habitación y re agruparse. Jill no se había comportado como ellos esperaban, y no había seguido las reglas. Estos tipos eran patéticos – un buen interrogador sería capaz de seguirle la corriente a un malhechor si este se salía del protocolo, pero estos hombres obviamente no eran los mejores agentes con los que contaba el FBI. Ella estaba casi ofendida. “Espera un momento”, dijo Graves, simulando el tono de un buen policía, “tengo curiosidad, digamos que usted se dejó atrapar, ¿Por qué lo haría? “¿Usted vio la cinta?” “¿Qué cinta?” “Oh, termine ya con esa mierda agente Graves. Yo solo llevaba una cosa conmigo cuando ustedes me pusieron esos lindos brazaletes. La cinta. La cinta digital. Se parecía a las mismas que pueden conseguirse en las estaciones de noticias de la Costa Oeste antes de que Umbrella saliese a ‘exponer’ de que eran falsas“. Aunque era algo que solía

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molestarle cuando otras personas lo hacían, Jill hizo pequeñas comillas con sus dedos cuando ella mencionó la palabra ‘exponer’. “Hay que ser bien chistoso para hacer una cosa así”, Hicks le respondió. “Verá, esa es la principal pieza de evidencia en su contra por los cargos de fraude. Eso es por lo que usted está siendo acusada: Fraude.” “Gawrsh”, murmuró Jill con una sonrisa. “En Raccoon, los fraudes están a cargo de los mediocres –quienes recogen pruebas y se las ingenian para conseguir un escudo de oro gracias a esos manuscritos, pero ellos no son realmente detectives, ¿entiende lo que quiero decir? Es de poca prioridad mierda.” ¿Y eso a que viene? Preguntó Graves a la defensiva. ¿Quiere decirme que me han llevado volando por todo el país solo por fraude? Vamos, agente Hicks, agente Graves – debe haber algo más importante que eso.” “Oh, lo hay.” Respondió Graves inclinándose hacia adelante y con una sonrisa. “Usted se puso a joder con gente realmente importante, gente que no toma amablemente ser víctimas de calumnia” “¿Calumnia?” Jill se inclinó hacia atrás y llevó su mano a su corazón como si estuviese horrorizada. “Agente Graves. Estoy muy sorprendida. Yo no he cometido ningún acto de difamación. Si la cinta que yo difundí en varios medios de comunicación es falsa, entonces, lo admito, yo estaría cometiendo el delito de fraude. ¿Pero calumnia? Eso requeriría evidencia, y ustedes no tienen pruebas para sostener que el testimonio en la cinta es falso. La única

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persona a quien se le podría presentar una demanda por calumnia es Alice Abernathy- ella es quien aparece en la cinta, después de todo. Todo lo que yo hice fue entregar la cinta - la cual, dicho sea de paso, también incluye algunas imágenes fascinantes de gente con algún tipo de enfermedad terrible caminado por las calles de Raccoon City. Es llamativo ver como ellos lucen igual que las personas en San Francisco. Y hablando de eso, ¿Qué está sucediendo allí? Es que estoy bastante desconectada de todo. En ese momento alguien golpeó la puerta antes de que Hicks y Graves pudieran responderle a Jill. Un hombre mayor de cabello gris cortado al ras y anteojos con grandes marcos asomó su cabeza por la puerta. “Señores, puedo verlos un momento.” Graves empezó a hablar. “Señor, estamos en el medio de…” “Ahora, agente Graves.” El hombre mayor no cambió su tono, pero algo en el hizo que Graves abandonara su objeción. Él y Hicks salieron. Jill no estaba segura de cuánto tiempo había pasado después de eso –no había relojes en las salas de interrogatorios, ya que tu no querías que los perpetradores supiesen cuanto tiempo pasaban allí-pero finalmente el hombre con el cabello gris cortado al ras regresó solo a la habitación. Se sentó a la mesa de una manera muy estudiada, dejando sobre la mesa frente a él una carpeta. “Oficial Valentine, primero que nada, permítame disculparme por los

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agentes Graves y Hicks. Ellos estaban haciendo simplemente lo que se les dijo que hiciesen.” “No hay problema.” Jill respondió usando el mismo tono de voz amable. “¿Podría usted decirme de donde obtuvo la cinta que fue hallada en usted ayer?” “De una videocámara portátil perteneciente a Terri Morales, ahora fallecida.” A diferencia de Hicks y Graves, este hombre tomaba notas. “El señor Morales trabajaba…” “Señora” “Lo siento, ¿la señora Morales era una periodista local?

Jill sonrió. “Solía serlo. Cuando nos conocimos ella daba el pronóstico del clima en Raccoon. Ella solía ser una periodista de campo hasta que fue suspendida.” “Ella fue suspendida por mostrar al aire una cinta fraudulenta, ¿no es así? Jill asintió con la cabeza. “Si eso fue lo que yo escuché.” “¿Usted no lo sabe con certeza?”

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“No me interesa. Yo me encontré con Morales unas pocas veces antes del final y ella no me impresionó demasiado. Y las acciones de los reporteros en la televisión nunca fue algo que me preocupara en demasía.” En ese momento el hombre sonrió. “Yo puedo entenderla.” Luego prosiguió con el interrogatorio. “Oficial Valentine, usted fue suspendida del departamento de policía de Raccoon City, ¿Por qué causa? “Disculpe señor, pero ¿es usted un abogado de los Estados Unidos? Porque tengo que decirle, esto suena más a un testimonio en la corte que a una declaración hecha por mí”. ¿Desea hacer una declaración, oficial Valentine?” “Quiero que la verdad salga a la luz. Respondió Jill con un tono de voz más alto. “Y quiero saber con quién estoy hablando”. “Soy un agente federal como Hicks y Graves.” “¿Y usted no lleva una tarjeta de identificación como todos los demás en el edificio?” “La deje en mi chaqueta, la cual se encuentra en mi oficina. Puedo regresar y traerla si usted lo desea oficial Valentine.” Jill se preguntaba si creerle a este hombre o no. Quien quiera que fuese, había hecho saltar a Hicks y a Graves. Y él parecía honestamente interesado en lo que ella tenía para decir. Pero también lo había estado el capitán

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Henderson, hasta que Umbrella ejerció su presión en él. ¿Quién era este hombre? ¿Puedo continuar con Valentine?

las preguntas,

oficial

Después de un segundo, Jill asintió con la cabeza. “Supongo que yo no podría conseguir un cigarrillo.” “No se permite fumar en el edificio, me temo.” Jill se echó a reír. “El mundo realmente se está yendo al diablo.” Ella dejó escapar un largo suspiro, como si fuese una bocanada de humo de un cigarrillo. “Respondiendo a su pregunta, fui suspendida sin causa. Yo había reportado alguna clase de contaminación viral que vi en las montañas Arklay.” “¿Son las montañas Arklay parte de la jurisdicción del RCPD?” “Técnicamente es dominio de la policía del condado. Yo había salido de excursión, y me encontré - con algunas personas infectadas. Más tarde, supe que se trataba de cadáveres que habían sido re animados por un virus.” “¿Quién le informó a usted de esto?” “Me lo dijo una mujer llamada Alice Abernathy, pero aún si no lo hubiese hecho, yo me hubiera dado cuenta por mí misma. La gente se moría y luego empezaba a caminar nuevamente. La única manera de detenerlos era disparándoles en la cabeza.” “¿Cuáles eran los síntomas de estas personas infectadas?”

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“Falta de respiración, falta de parpadeo y falta de latidos en el corazón...”. Ante la mirada del hombre ella se puso más seria. “Ojos blancos lechosos, falta de coordinación, imposibilidad para hablar, y un aparente apetito por carne viva.” Ella cerró sus ojos. “Ellos atacaron a Peyton.” Y con otra mirada ella agregó. “Sargento Peyton Wells, mi comandante en S.T.A.R.S.” “Sería la Unidad de Tácticas Especiales y Servicios de Rescate.” Jill asintió con su cabeza. La puerta se abrió y un joven ingresó en la habitación trayendo consigo un soporte color negro con ruedas, en él se encontraba un gran televisor y en el estante de abajo un video casetera VCR/DVD, como así también un proyector. Ellos estaban conectados a un estabilizador eléctrico que el joven había enchufado a una toma corriente que se encontraba en la pared. Después de que el joven se marchó, el hombre mayor continuó. “¿Qué le sucedió al sargento Wells?” “Fue mordido por un anciano que murió de un ataque al corazón en el puente Ravens. Después de que murió, este hombre se levantó y mordió a Peyton en una pierna. La herida de Peyton no coaguló. Se puso peor. Luego él fue asesinado – de un tiro.” Ella no quería hablar de esa criatura Némesis que había luchado con Alice –eso los llevaría a otro terreno que era improductivo ahora, y además, Némesis ya no era un peligro, lo mismo no podía decirse del T-Virus. “Unos minutos más tarde, él estaba tratando de devorarme y sus ojos se habían vuelto color blanco lechoso.”

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¿Y las imágenes de la cinta que usted nos proveyó, muestra ejemplos de las personas infectadas?” “Si.” El hombre se inclinó hacía el soporte y sacó un control remoto del segundo estante. Encendió la televisión, que se iluminó mostrando una sólida pantalla azul y el número 3 en la esquina superior derecha. Luego él presionó otro botón y la pantalla se volvió negra. Un momento más tarde, Jill vio la familiar imagen de los zombis vagando por las calles. Al igual que en el cementerio, lo mismo que en la escuela, al igual que en la alcaldía. Y al igual que en las montañas Arklay. Excepto que Jill reconocía la calle por la cual se estaban arrastrando: la calle Lombard. Ubicada en una particular colina empinada de una famosa ciudad estadounidense. La sección más empinada de la calle se hacía a su vez más sinuosa, y estaba rodeada de hermosos colchones de flores. Esas flores estaban ahora siendo pisoteadas por las criaturas no vivientes, las mismas que se propagaron por todo Raccoon City y por las montañas Arklay. Las mismas criaturas en las cuales Peyton se había convertido. “¿Es así como lucen, oficial Valentine?” Jill no pudo seguir mirando la pantalla. Ella había sido policía durante toda su vida adulta, había visto muchas cosas cuando era un miembro de S.T.A.R.S, cosas por las que

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la mayoría de los civiles terminarían debajo de sus camas temblando –pero esto Esto era demasiado para ella. “Oficial Valentine, lo que voy a decirle técnicamente usted no debería saberlo, pero – sospecho que usted sabe más sobre esto que nosotros mismos. Ha habido un brote biológico en San Francisco ocasionado por algún virus que mata a las personas y re anima sus cuerpos - tan ridículo como suena- y les otorga a estos cadáveres un frenesí por alimentarse. Todos los que son mordidos acaban infectados de la misma manera. No tenemos los medios para detenerlo.” “Puede que ustedes no, pero Umbrella si puede. Ellos crearon el virus. La sección en las montañas Arklay donde yo estaba de excursión pertenecía a Umbrella. “Jill sonrío tímidamente. “Yo solo estaba allí de casualidad, perdí el sentido de la dirección en una de las montañas y me fui hacía el norte cuando debería haber ido hacía el sur.” El hombre le devolvió la sonrisa. “Por eso se supone que usted debe llevar consigo siempre una brújula, oficial Valentine.” Jill se preguntaba cuan diferente podría haber llegado a ser su vida si ella hubiese llevado consigo una brújula, luego llegó a la conclusión que de haber sido así ella hubiese continuado con sus deberes en Raccoon y hubiera acabado siendo bombardeada junto a toda la ciudad. Su conocimiento previo sobre la existencia de los zombis fue lo que la mantuvo viva y le permitió escapar de la ciudad gracias al descabellado plan del doctor Ashford.

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“En cualquier caso.” Dijo Jill. “Umbrella selló Raccoon City después del brote viral, levantó un muro alrededor de toda la isla, cortando todos los puentes y túneles que te llevaban fuera de la ciudad. La única salida era el portón del puente Ravens y allí ellos pusieron guardias armados que le dispararon a la multitud, si mal no recuerdo, todo eso también aparece en la cinta - Morales estaba allí cuando sucedió.” El hombre mayor tomó un par de notas más, luego se puso de pie. “Oficial Valentine, vamos a tener que hacerle más preguntas – y además vamos a tener que llevarla a San Francisco.” Jill frunció su seño “¿Porque?” “El gobernador ha llamado a la guardia nacional, pero nosotros estamos desconcertados. Usted se ha enfrentado a esto. Y la corporación Umbrella la tiene en la mira tanto como para organizar toda una campaña de desprestigio en su contra.” “Eso no tiene nada que ver conmigo, ellos necesitaban una historia para cubrir el estallido nuclear en la isla.” Por primera vez, el hombre se quedó perplejo. “¿Cómo dice?” Jill no podía creer que ellos no hubiesen conectado esos cabos sueltos. “El estallido nuclear fue una tapadera.” “Nosotros recibimos llamadas de la planta nuclear por horas antes del estallido.”

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Se nos advirtió sobre –“ “Eso fue para cubrir su participación. Es por eso que esperaron la mayor parte de la noche, para poder atacar con el arma nuclear. Ellos tenían que preparar el terreno para tapar todo el incidente con el virus. ¡No hubo un estallido!” Jill casi se pone de pie al decir estas palabras pero prefirió quedarse a la misma altura del hombre y mirarlo fijamente a los ojos. Él fue el primero en dirigir su mirada hacia otro lado, un gesto que Jill consideró como una victoria moral, aunque no tuviese mucho sentido. “Volveré”, le dijo a Jill después de tomar unas notas más. Se levantó de su silla y se dirigió hacia la puerta. Al abrirla le dijo: “Mi nombre, de todos modos, es Kirby Johnson, soy el subdirector a cargo” Tan pronto como cerró la puerta, Jill trató de contener un grito de alegría. La videocámara todavía estaba encendida, después de todo, no serviría de nada mostrar su entusiasmo. Pero ella había estado muy acertada en su elección de dejarse atrapar en el momento en que vio a aquel idiota con la gorra de beisbol en el fast-food. Como se veían las cosas, los federales no iban a ponerse del lado de Umbrella, no con lo que estaba sucediendo en San Francisco. Por primera vez, después de aquella excursión a las montañas Arklay, Jill se permitió tener un poco esperanza.

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DIEZ

DESPUES Mientras Jill Valentine conducía su Toyota Prius por lo que quedaba de la ciudad de Baltimore, ella se encontró a si misma sin nada de esperanza. Ella había tenido suerte en poder salvar el Prius – un coche hibrido eléctrico a gas – ya que este vehículo la había llevado mucho más lejos y consumía menos gas que la camioneta donde ella había viajado anteriormente. Era bien cierto que la camioneta tenía una carrocería más fuerte por lo que era una mejor protección contra los carroñeros - ya fuesen humanos, muertos vivientes o un animal, el mundo estaba lleno de estas tres cosas - pero con más y más estaciones de servicio vacías, el Prius hacía más fácil para ella poder mantenerse en movimiento. Tarde o temprano, Jill suponía que tendría que quedarse en algún lugar, tratar de esperar que todo se calmara, pero para eso debía encontrar un lugar que valiera la pena. Ella hizo todo lo que pudo – tratando de ayudar a lo que quedaba de la humanidad- pero ellos finalmente habían sido superados por los zombis, y Jill rápidamente escapaba apenas tenía la oportunidad. Esos instintos de supervivencia le habían permitido a ella ser unos de los pocos sobrevivientes de Raccoon City, y esos mismos instintos la habían mantenido con vida después de que el legado de Raccoon City destruyera el mundo.

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Ella esperaba poder encontrarse con Alice, Carlos e incluso, y que Dios la ayudase por esperar eso, con L.J. Jill había oído que Angie había sido asesinada, aunque eso eran solo murmuraciones. Como si hubiera alguna información que ahora no fuesen solo murmuraciones. La última vez que ella había visto a Carlos fue cuando se cruzó con aquel convoy que él, L.J y una mujer llamada Claire Redfield habían organizado en Atlanta. Jill había reunido a un grupo de refugiados por su cuenta, como si fuesen patitos. Ella estaba muy complacida de poder dejarlos con Carlos y su gente. L.J gustoso de tener más gente para cuidar. A pesar de que la cifra de muertos aumentaba, aun cuando el gobierno colapsó por la presión de los zombis, Jill se mantuvo viva, se mantuvo en movimiento. Ella podía haberse quedado con Carlos y Claire y L.J, pero después de tantas traiciones, ella no se animaba a confiar en nadie. Ella estaba dispuesta a ser líder, pero nunca más seguiría a alguien otra vez. Jill conducía su vehículo por una ruta que ella sabía que la llevaría a Inner Harbor. Este lugar había sido alguna vez un próspero distrito comercial, según otras murmuraciones que le habían llegado, había un grupo de personas allí atrincheras tratando de hacerle frente a los zombis. Sin más miramientos, este podría ser un buen lugar para intercambiar información y provisiones. Los asientos de atrás, el asiento de pasajero y el baúl estaban repletos de diferentes artículos que Jill había logrado conseguir o intercambiar.

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Mientras descendía por el camino Jill podía ver numerosos esqueletos y cuerpos sin vida – ella notaba que todos ellos tenían un severo trauma en la cabeza. Jill no tenía interés en examinar los cuerpos, pero ella podía apostar a que todos ellos murieron por variadas y diversas causas y que recibieron disparos en la cabeza post mortem, ya sea para prevenir la propagación del virus o en respuesta a los efectos post mortem que el virus ocasionaba. El camino la llevó al centro de convenciones, pero antes de que ella pudiera acercarse al lugar se encontró con la barricada y junto a ella estaban guardias armados. El número de cuerpos y esqueletos crecía considerablemente a medida que ella más se acercaba. Jill le echó un vistazo a la parte trasera de su coche, donde ella llevaba su propia colección de armas. La única que ella no había podido usar era la MP5, ya que no había podido encontrar la munición adecuada para esa arma. Sin embargo, el MAC-11, de nueve milímetros, la escopeta recortada (que siempre le traía a Jill el recuerdo de Alice) y el resto de todas las demás estaban completamente cargadas. Jill detuvo el coche a unos quince metros de la barricada. Dos de los guardias se adelantaron apuntando con sus armas. Después de unos segundos, Jill se dio cuenta de que eran armas 9 milímetros, armas policiales iguales a las que ella llevaba. Probablemente pertenecían a la policía de la ciudad de Balto. Uno de ellos le apuntó a Jill en la cabeza, mientras que el otro, que era de más baja estatura fue él que habló. Llevaban ropas andrajosas, pero parecían estar mejor alimentados que la mayoría de las personas que Jill había encontrado últimamente.

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“Esto va a ser así”. Habló el hombre más bajo. “Nos vas a dar el auto y todo lo que hay en él, y seremos piadosos y te dejaremos ir, tú no nos das tu auto y todo lo que tienes en él y vamos a volarte el trasero y tomaremos todo lo que tienes de todas formas. Solo estamos siendo tan considerados porque no queremos colaborar en que aparezcan más zombis, pero te volaremos el trasero si tú…” Lo que fuese que iba a decir después de eso fue interrumpido por Jill que le disparó en la cabeza, ella solo había esperado todo ese tiempo porque lentamente había estado moviendo sus brazos debajo del tablero para que ninguno de los guardias se diera cuenta. Después de que le disparase al hombre más bajo, le disparó también al otro más alto. El dedo índice del hombre había alcanzado a apretar el gatillo pero el disparo salió al aire sin causar ningún tipo de daño. Jill tomó el volante, puso el pie en el acelerador y retrocedió. Su salida fue más desorganizada esta vez, los esqueletos y cuerpos humanos se despedazaban y eran aplastados por las ruedas de su coche cuando ella les pasaba por encima, algo que Jill había evitado cuidadosamente hacer cuando bajó hacia ese lugar. Se escucharon disparos detrás de ella, algunos rebotaban en el Prius, pero cesaron después de unos segundos. Quien quiera que fuesen esos idiotas, parecía que no estaban dispuestos a perseguirla – o no tenían los medios para hacerlo. Esa puede haber sido la razón por la cual querían su coche. Ahora sí que el gran número de cuerpos tenía sentido.

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Cuando ella llegó a una esquina lo suficientemente lejos de Harbor, ella detuvo el auto. La calle estaba desierta, por supuesto. De punta a punta de cada cuadra se podían ver filas de casas de ladrillo con las escalinatas de tres pasos que era por lo que Baltimore era famosa. No, espera – no desierta. Tres zombis aparecieron arrastrando los pies de uno de los callejones. Jill les apuntó y les disparó en la cabeza a cada uno de ellos. Los tres cayeron al suelo. El ruido de los disparos de la nueve milímetros hicieron eco en la silenciosa calle como si fuesen un trueno. Moviendo un poco el espejo visor del auto, Jill se contempló a sí misma en él. Su cabello oscuro había crecido hasta su trasero, ya que Jill no tenía ninguna intención en cortarlo. Lo llevaba recogido hacía atrás con una bandita para el pelo, era como una cola de caballo a este punto. El hematoma en su rostro que era consecuencia de su encuentro con los perros zombi en Virginia Beach estaba empezando a sanar. Llevaba puesto un deteriorado uniforme de la División Umbrella que Carlos le había dado en Atlanta, con un chaleco antibalas para proteger la parte superior de su cuerpo. Su parte inferior estaba más desprotegida, ya que el anterior dueño del uniforme era aparentemente mucho más alto que Jill. Este sujeto debió haber sido más robusto, pero la parte superior que iba en el torso parecía quedarle bien, Jill había abandonado los pantalones, aunque ella se quedó con las botas, que si bien eran demasiado grandes, con papel fino, ella había solucionado el problema.

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Alguna vez, Jill habría tratado de lucir llamativa – no por vanidosa sino porque eso hacía que las personas la subestimasen. Solo mírenla, ella es hermosa, ella está vistiendo una minifalda, un top, ella es tan superficial, solo un par de tetas con un cerebro que esta solo allí para asegurarse que las funciones básicas del cuerpo trabajen normalmente. Esto era aún más divertido cuando ella les pateaba el trasero. Ahora, sin embargo, eso era de poca importancia. A nadie le interesaba como ella lucía, mucho menos a ella. Era poco probable que los zombis se impresionasen con sus piernas expuestas, salvo que desearan masticarlas. Por lo que ella solo se cubrió su parte superior. El sonido de madera crujiendo interrumpió sus pensamientos. Ella miró por la ventanilla del auto y observó a alguien asomando su cabeza por la puerta de una de las casas al otro lado de la calle donde ella estaba estacionada. “¿Usted acaba de dispararles a los zombis, señorita?” Jill levantó su arma y le apuntó directamente a través del agrietado pavimento. “Te dispararé a ti también si me das una razón”. Él hombre caminó hacia ella, con las manos levantadas. “Tranquila. Soy un amigo. No dispare. Tranquila.” Al igual que aquellos guardias este hombre afroamericano vestía pobremente. Sin embargo, Jill podía asegurar que este hombre no estaba bien alimentado. Ella

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podía ver que sus brazos estaban delgados como rieles, y su rostro estaba hundido y pálido. “Escuche señora, no dispare – pero mejor vaya a otro lugar que no sea aquí, ellos, los muchachos, se llevan todo y te dejan sin nada, ¿entiende?” Suponiendo que los muchachos de los que hablaba eran los tipos esos a los que ella les había disparado, Jill respondió: “¿Habla de esos imbéciles del centro de convenciones?” El hombre asintió con la cabeza. “Si quieres conservar ese auto y el arma junto con todo lo que tienes allí, mejor lárgate ¿lo entiendes?” Jill finalmente bajó su arma. “Mi nombre es Jill”. “André, encantado de conocerte en medio de toda esta mierda.” “¿Estas solo André?” Sacudiendo su cabeza André dijo: “No, traje algunas personas aquí, los muchachos esos no nos dejaban entrar y por eso nos hemos estado escondiendo aquí. Sobreviviendo, tu sabes y escondiéndonos de los zombis. Aunque ya nos hubieran asesinado, pero tu viniste y les disparaste. Muy amable de tu parte. Gracias.” André todavía tenía sus manos levantadas a pesar de que Jill ya no estaba activamente amenazándolo. “¿Cuántos de ustedes hay aquí?” “Cinco. Y yo. Somos seis.”

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“Jill abrió la puerta de su coche y salió. André permanecía en las escalinatas con las manos levantadas. “Te diré algo André. Tengo algo de comida en el baúl. La compartiré contigo y tus amigos, con una condición.” “¿Qué será?” “Dime todo lo que sepas de esos hombres que están en el centro de convenciones.” La Interestatal 80 no había sido la mejor opción para Alice después de Salt Lake City. La ciudad había sido devastada. Cada estación de servicio estaba seca como los huesos – al menos los huesos que ella encontraba estaban en esas condiciones. Muchos de estos lugares estaban plagados de muertos vivientes que incluso Alice no se sentía capaz de enfrentar. Dejando de lado otras apreciaciones, ella tampoco tenía demasiada munición. Y no estaba segura si quedaba algo más de munición en el mundo. Por lo que ella continuó su camino hacia el oeste en dirección a Nevada. Después de un tiempo y cuando ya se acercaba al límite, ella divisó una gasolinera Enco sobre una de las rutas locales. En el momento en que ella se salía del camino para tomar esa ruta que la llevaría a la estación de servicio, su reloj sonó. 59…58…57…

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Alice había regulado la alarma del reloj en una frecuencia lo suficientemente alta para que aún si ella no podía oírla debido al rugido del motor de la BMW, ella si pudiese sentir las vibraciones de los pitidos resonado en su cráneo. Otro legado del doctor Isaacs y sus experimentos en ella. Esperaba ansiosa el día en que ella iba a poder compensarlo por eso. Sin mencionar lo de Angie. 44…43…42… Giro en una lomada con vista a la estación de servicio Enco. Ella sacó la lona que le servía de camuflaje y con ella cubrió la motocicleta y a sí misma, de la misma forma que lo había hecho en la estación de televisión en Salt Lake, pero esta vez con treinta segundos de sobra. Luego esperó. Finalmente, el reloj volvió a sonar y ella salió de debajo de la lona. Después de recoger la lona, ella tomó sus binoculares y le hecho una mirada a la gasolinera Enco. Alice pudo ver a un no viviente arrastrando los pies allí entre las bombas de gasolina y una camioneta Chevy estacionada allí. Su rostro era irreconocible debido al deterioro y el tiempo que había pasado, pero él llevaba un equipo gris con la palabra STEVIE estampada en el pecho. No había otra señal de vida. O de no vida-

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Dejo de lado sus binoculares y abrió una de sus tantas alforjas para tomar una ballesta. Ella la había encontrado en un fallido refugio en Minnesota un año atrás. Las puertas del lugar habían sido voladas con algún tipo de explosivo y la mayor parte de los suministros que eran de utilidad –como la comida y la gasolina – habían sido saqueados bastante tiempo atrás. Las únicas cosas útiles que Alice había encontrado eran el reloj programable que recientemente le había avisado sobre la posición del satélite de Umbrella y la ballesta. El reloj seguramente había sido abandonado porque ya a nadie le importaba la hora. Y la ballesta era un arma esotérica, solo pocas personas sabían usarla correctamente. No había duda, la habían abandonado por ser un arma arcaica. Pero tarde o temprano, las balas se acabarían. Una ballesta podía disparar cualquier cosa que fuese larga, fina y fuerte, y el mundo contaba con muchas cosas así más que con metales refinados como balas. Alice tomó la ballesta en sus manos. La preparó y apuntó a la cabeza del ex empleado de la gasolinera. “Lo siento, Stevie”, murmuró Alice y disparó. El proyectil se clavó justo entre medio de sus ojos, la punta se asomó en la parte posterior de su cráneo y se fijó en la carrocería de la camioneta que allí se encontraba. Confiada de que el lugar ahora estaba libre de zombis. Alice volvió a subir a su motocicleta y se dirigió a la estación.

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Probó con cada bomba, una al lado de la otra. Nada, Nada, Nada. “Maldición.” Mirando alrededor de la estación, ella vio un mini mercado que estaba cerrado por dentro. Probablemente los compañeros de Stevie se habían atrincherado en el interior para protegerse de Stevie y de los demás que estuviesen infectados. Ella tomó una de sus armas, lo hizo prácticamente al azar y abrió la puerta de una patada. La madera se astilló enseguida ante el impacto de su bota. El olor golpeó su nariz más fuerte que la bota a la puerta. Alice llegó a pensar que después de todos estos años ella ya sería inmune al olor a podredumbre y muerte, pero no contaba con esa suerte. La estación Enco estaba inundada de olor a putrefacción. Una gran cantidad de olor venía de los refrigeradores, que estaban llenos de líquidos que no habían sido mantenidos frescos adecuadamente. Su nariz se negaba a respirar por lo que Alice respiraba como podía por su boca sin hiperventilar. Comida en los estantes que se había vuelto color verde, varios envases vacíos, latas, botellas y más – se hallaba todo esparcido en el suelo. Poco a poco Alice se movió a través de la gasolinera, tratando de ver en la oscuridad. La única luz venía de la puerta que ella había abierto de una patada – su arma está cargada y lista para disparar. Quienquiera que estuvo aquí realmente no había pasado hambre. De acuerdo a un zumbido que ella oía, había varias moscas en el lugar, pero ellas no pudieron haber abierto las latas, por lo que debió haber habido un ser humano aquí alguna vez.

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El zumbido de las moscas se hacía más fuerte a medida que Alice más avanzaba hacia el interior. Alice saltó hacía un lado y giro su arma alrededor antes de que su mente se percatara de un sonido estrepitoso. El sonido de varias monedas que cayeron al suelo era todo lo que ella había escuchado. Mirando hacia abajo Alice se dio cuenta de que ella había volteado la bandeja con monedas que se encontraba al lado de la caja registradora con su hombro. Por un breve momento Alice se echó a reír. “La pateadora de traseros Alice” sorprendida y asustada por monedas de un centavo. Si One pudiese verla ahora, se le reiría en la cara. Bueno, ese no era su estilo, pero seguramente la miraría con desaprobación. Lo más triste es que One hubiese sobrevivido en este nuevo mundo. Él usaba su intuición y experiencia para vivir para sí, y el mundo hoy era así, cada quien pensaba en sí mismo. En vez de eso, él había acabado siendo un montón de cubitos de carne en el corredor camino a la Reyna Roja en la Colmena. Un final indigno para alguien como él. Aunque viendo la forma en que terminaban sus vidas las personas hoy en día, eso había sido probablemente mejor. Alice se dio vuelta – -y chocó contra la pierna de un hombre. De nuevo ella saltó hacía un lado, levantado su arma, aunque eso no era necesario. La pierna pertenecía a un cuerpo

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que colgaba del techo. Las ropas putrefactas, las cuales eran similares a las que usaba Stevie a fuera, cubiertas de carne podrida. En la penumbra Alice no podía ver con qué objeto este hombre se había ahorcado, pero lo que fuese había roto su cuello completamente. Y todas las personas con el cuello roto no podían ser reanimadas por el T-Virus. Suspirando Alice se marchó. No había nada de valor en ese lugar. Probablemente este pobre desgraciado se había refugiado allí hasta que la comida se acabó, y luego se ahorcó. Mientras se dirigía hacia la puerta rota, Alice vio un destello color rojo. Era un cuaderno, se encontraba sobre un estante al lado de donde colgaba el cuerpo. Ella lo tomó y empezó a pasar sus hojas. Parecía ser algún tipo de revista. La invadió una sensación de nausea por lo que ella decidió buscar otro lugar para leer el último deseo o el testamento de este hombre, o lo que fuese ese cuaderno. Una vez que guardó el cuaderno entre sus cosas, Alice se subió a su motocicleta BMW y aceleró para retomar la interestatal 80.

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ONCE

ANTES “Esto luce diferente.” Tom Hoyt, el jefe a cargo de las conexiones entre Umbrella y el Gobierno Federal, miró a la doctora Emily Love. Ambos estaban sentados en el vestíbulo de la casa Blanca, un lugar en el que Holt había estado docenas de veces anteriormente. Sin embargo, para Love era la primera vez. Supuestamente ellos iban a reunirse con el presidente, como así también con varios miembros claves de su gabinete, para discutir el asunto del T-Virus. Hoyt no había querido que Love lo acompañara a la reunión. Le iba a ser bastante difícil calmar al presidente por su cuenta, pero está loca mujer anciana probablemente echaría por tierra cada uno de sus intentos de aplacar la situación. Sin embargo, él había sido ignorado. Para empezar, la Casa Blanca había dejado bien en claro que ellos necesitaban que alguien de la División de Ciencias de Umbrella estuviese presente. El propio presidente Wesker había estado de acuerdo con esta solicitud y Hoyt no era tan estúpido como para contradecir a Wesker. Además, Love era la principal especialista en virología de la empresa. Bueno, en realidad ella era la única experta que quedaba con vida. Habían estado sentados en el vestíbulo durante diez minutos. Había muy poca actividad en el lugar, lo cual era

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inusual. Hoyt sabía que el país estaba en estado de emergencia, una gran cantidad de negocios relacionados con el gobierno se estaban llevando a cabo por teléfono. Después de todo, a las personas se les estaba pidiendo que permanecieran en un solo lugar. Hoyt ignoró el comentario de Love, pero de todos modos ella siguió hablando. “Lo que quiero decir, por televisión este lugar se ve enorme - un espacio grande con columnas y cosas así. Esto -parece la sala de espera de un doctor. ¿Alguna vez has visto el programa `El Ala Oeste´? Dado que eso fue una pregunta directa, Hoyt de mala gana respondió. “No, el tipo que escribió eso era un drogadicto. Yo no miro programas de televisión escritos por drogadictos.” Love sonrió, mostrando su costosa dentadura. “No debes mirar ningún programa de televisión entones”. Un hombre joven ingresó por una puerta. “Señor Hoyt, Doctora Love, mi nombre es Al Cowan. Voy a llevarlos al despacho oval. Vengan conmigo por favor.” Poniéndose de pie, Love sonrió ampliamente. “Muchas gracias señor Cowan.” “¿Es esta su primera visita a la Casa Blanca, doctora Love?” Cowan le preguntó mientras los guiaba a través de la puerta hacía el pasillo. “Si, lo es. Debo admitir que estoy un poco nerviosa.”

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Cowan le brindó la sonrisa más falsa del mundo. “No hay nada por lo que usted deba estar nerviosa, doctora Love.” “Le agradezco sus palabras de aliento joven, pero en realidad, cada una de las personas en el mundo tienen mucho por lo que estar nerviosos. El hecho de que estoy a punto de hablar con el presidente de la Nación, no es la razón por la que me he comido las uñas hasta dejar la piel al descubierto, eso se lo puedo asegurar.” Hoyt suspiró. Por lo menos veía que Love se estaba tomando todo esto seriamente. Cowan los guió y pasaron por una pared curva, lo que significaba que estaban cerca del despacho oval. Luego abrió una puerta blanca y la mantuvo abierta para que ellos ingresaran. Con la mayor de las repugnancias, Hoyt ingresó. El presidente estaba sentado en su oficina, leyendo un reporte, junto al vicepresidente, varios miembros del gabinete, consejeros presidenciales y miembros de la secretaría de defensa, también sentados en sillas o en uno de los dos sillones rayados que allí se encontraban. “Señor presidente”, bueno verlo…”

Hoyt empezó a decir. “Es

“Por favor, ahórrese ese saludo jovial de mierda de Umbrella, señor Hoyt”. El presidente respondió. Hoyt resopló. El presidente, obviamente estaba con el peor de los humores.

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El público nunca había visto ese lado de su líder, y eso era algo bueno, ya que el hombre tenía un temperamento terrible. Hoyt se había sentado en esa oficina con cuatro presidentes diferentes y ninguno de ellos le había dado una reprimenda así como el actual jefe de estado. Uno de los jefes de gabinete intervino rápidamente. “Señor Hoyt, nosotros pedimos una reunión con todos los expertos en virología de Umbrella. Se nos dijo que ustedes tenían un equipo trabajando en esto, y supuestamente nos íbamos a reunir con todos ellos ahora.” “Lo siento, pero la doctora Love es la única que estaba disponible.” Hoyt caminó y se ubicó entre los dos sillones y el presidente. Love quedó más atrás. “¿Love? Gruñó el presidente. ¿Realmente usted trajo a alguien llamado doctora Love?” La doctora dio un paso adelante. “En realidad señor presidente, ese es mi apellido de casada, mi nombre es Emily Johannsen” Alejando su mirada de la doctora Love, el presidente continuó. “Muy bien entonces, doctora Johannsen, o doctora Love o doctora `Me siento bien´ o como sea que usted se llame -¿Qué diablos está pasando en mi país? Hoyt empezó a hablar. “Estamos trabajando para contener…” “Yo no le he preguntado a usted, señor Hoyt. Vea, cuando le pregunto a usted, tengo respuestas de mierda, la

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razón por la que quería a su equipo aquí es porque quiero respuestas verdaderas”. El secretario de defensa habló. “Estoy seguro que el señor Hoyt esta…” “Silencio Mike.” Rugió el presidente. “¿Doctora Love?” Love miró primero nerviosa alrededor de la sala. “Me temo, señor presidente, que no tenemos ni la menor idea de cómo combatir este virus. Tenemos un antivirus que funciona en las personas infectadas y que las mantiene a salvo por un período de tiempo, pero solamente si es administrado a tiempo, y el número de personas infectadas es abrumador. Hemos estado coordinando con los centros de control de enfermedades para distribuir el anti virus, pero estamos nadando contra la corriente.” El presidente sacudió su cabeza. “Ya he declarado el estado de emergencia en toda la costa oeste. California. Oregón y Washington están completamente desconectados del resto de la Nación. Ahora, podemos…” “¿Señor?”. Uno de los miembros de la secretaría de defensa lo interrumpió. “Lo siento señor, pero me temo que tengo malas noticias en ese sentido.” Frunciendo el ceño hacía el hombre que vestía un uniforme azul de gala de la marina, el presidente respondió. “Señor Almirante, he tenido más malas noticias en los últimos meses que las que tuvo Nixon después de Watergate.” “Lo sé señor, estoy seguro que usted las tiene pero…” El almirante titubeó, luego finalmente lo dijo.

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“Hemos tenido reportes de brotes de este virus en Oklahoma, en Michigan y en Baltimore.” Hoyt puso su cabeza entre sus manos. Él no sabía acerca de todo esto, y se preguntaba si alguien de Umbrella en realidad lo sabía. Tenía el presentimiento de que ellos si lo sabían y que simplemente se lo ocultaron a él. Sosteniendo una carpeta, el presidente dijo. “Señor Hoyt, de acuerdo a este reporte, este virus fue desarrollado originalmente como una crema anti arrugas. ¿Puede usted explicarme como una crema anti arrugas puede llegar a convertir a todo mi país en una zona de alto riesgo biológico?” Love levantó su mano. “Señor, ¿si me lo permite?” “Por supuesto que sí, doctora ‘Amor Extraño’ ”. Respondió el presidente sacudiendo sus manos hacía atrás y adelante. “Supuestamente usted es la experta.” “Gracias señor, el virus T fue desarrollado por el doctor Charles Ashford como una manera de revitalizar las células muertas. Estaba destinado a ser usado como tratamiento medicinal.” Otro miembro del gabinete a quien Hoyt no conocía le preguntó. “¿Ha visto usted el estado de California actualmente, no luce muy saludable para mí?” “Soy consciente de eso”. Love respondió con voz tensa. “Yo no formaba parte del equipo de desarrollo de este virus.” “Entonces ¿Por qué no están ellos aquí?”

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Love dudó por un momento, entonces Hoyt intervino. “Ellos están todos muertos, la mayoría de ellos perecieron cuando el reactor en Raccoon City estalló y -” El presidente en ese momento se echó a reír. “¿Todavía está tratando de venderme esa basura, señor Hoyt?” El presidente tomó otra carpeta. “Este reporte es una investigación sobre el estallido del reactor nuclear. Una investigación que solamente se llevó a cabo porque yo firmé una orden del ejecutivo, y eso trajo como consecuencia que la mitad del congreso viniera a mi oficina a amenazarme con que si yo firmaba esa orden ellos se encargarían de voltear este gobierno, ya que la Corporación Umbrella había sido de gran ayuda en esta crisis y un montón de mierdas más. Vea, hasta hace muy poco, yo realmente pensaba lo mismo de su compañía señor Hoyt. Pero luego de que leí este reporte, sin mencionar el informe que hizo el FBI, y sin mencionar el informe que también realizó el servicio secreto, todo me lleva a creer que su compañía es responsable de todo esto, desde liberar este virus en el país hasta disparar un misil nuclear en territorio Norteamericano.” “Señor presidente -” Hoyt empezó a hablar. Levantándose de su amplio escritorio de madera y caminado alrededor de él, el presidente lo señaló con su dedo moviéndolo hacia atrás y adelante. “No me venga con esa mierda, señor Hoyt. Ya pasamos por eso.” Love miraba fijamente a Hoyt, sus ojos eran grandes como dos platos. “¿De qué está hablando, Tom?” “Nada Love. Al presidente le han dado información falsa sobre lo que ocurrió en Raccoon City. Señor, eso fue una explosión nuclear -”

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El presidente estaba de pie casi cara a cara con Hoyt, había traición y furia en sus ojos. Después de todo, Umbrella había sido un gran contribuyente en su campaña. Él había apoyado cada uno de los proyectos de Umbrella que llegaban al congreso. Este presidente había sido un amigo de Umbrella y Umbrella había sido un amigo para él. Y no había peor traición que la que venía de un amigo. “No, señor Hoyt, no lo fue. Fue un misil, uno que Umbrella ilegalmente tenía en su poder y que tiene un patrón de destrucción completamente diferente al de una planta nuclear. Yo no entendía un montón de cosas que estaban en este reporte, pero tengo el resultado final: Raccoon City fue destruida. Otra negación estaba en los labios de Hoyt, pero él la abandonó antes de que pudiera salir de su boca. El gato estaba fuera de la bolsa de todos modos. “Sí señor, usted está en lo correcto.” Un murmullo recorrió la sala. “Se da cuenta,” dijo uno de los jefes de gabinete, “que usted acaba de admitir que la corporación Umbrella cometió alta traición a la patria.” “Yo no estoy reconociendo eso.” Hoyt le respondió. “Porque yo no soy un abogado y tampoco se han presentado cargos contra la compañía.” “Se presentarán.” Dijo el jefe de gabinete. “Tengan la seguridad,” comenzó a hablar el presidente con fuerza. “Personalmente me voy a ocupar de hundir su maldita compañía. Me han hecho parecer como un tonto, y la historia me recordará como el presidente que

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vendió los Estados Unidos a personas que bombardearon el país y envenenaron a la población. Los niños me recordarán como el presidente que causó la muerte de todos los ciudadanos, y pobre de mí si los dejo salir de esto ilesos, señor Hoyt.” “Sea como fuere señor presidente, yo pienso que tenemos problemas más grandes en este momento, nosotros somos los únicos que sabemos algo de este virus y si usted decide participar en un proceso penal contra la compañía. La ayuda que usted necesita no llegará-“ “Oh por favor”. Quien habló fue uno de los secretarios de defensa, un hombre pálido calvo, que lucía como si estuviese sudando. “Ustedes ya han sido de gran ayuda ya que esta enfermedad se ha expandido por todo el país y todos sus mejores científicos están muertos. ¿Exactamente que perderíamos si ustedes no están involucrados? Este hombre se puso de pie y se secó la frente. “Su compañía señor, es una desgracia para los Estados Unidos, y estoy de acuerdo con el presidente en esto. Van a tener que pagar por esto que han hecho –“ De repente, los ojos del General se volvieron blancos, sus brazos se extendieron hacia afuera y él cayó sobre el suelo alfombrado, su cara golpeó justo sobre el águila presidencial que se hallaba estampada sobre la alfombra. El caos reinó en la habitación. Llamaron a los doctores, ingresó personal del servicio secreto, personas que gritaban. Love aprovechó la situación para apartar a Hoyt a un lado. “¿De qué diablos está hablando este hombre? ¿Qué

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nosotros bombardeamos Raccoon City? Es una locura. ¿Cómo podríamos nosotros haber hecho eso?” Hoyt trató de pensar en algo para responder y que satisficiera a la doctora, cuando oyó un grito de ahogo. Girando a su alrededor, vio como el General que había caído al piso estaba mordiendo al jefe de gabinete en el tobillo. “Oh, Dios mío”. Dijo Love. Luego miró a uno de los miembros del servicio secreto. “Rápido, debe poner en cuarentena a este edifico”. El agente la miró desconcertado. “¿Qué?” Hoyt se dio cuenta de lo que Love había querido decir. El T Virus estaba en la Casa Blanca. Los ojos del General se habían vuelto color blanco lechoso. Él tenía el virus, y ahora estaba tratando de morder a todos en la habitación. “Dispárenle a la cabeza, rápido” Hoyt le gritó al agente. “¿Está usted loco?”, le preguntó el presidente. “Él _” Love lo interrumpió. “Señor presidente, el General tiene el virus T, y nos matará a todos en esta habitación si alguien no le dispara en la _” El General saltó en el aire, gemidos de ahogo salían de su garganta muerta, y cayó justo encima de la doctora Love, arrancando un pedazo de carne de su hombro con sus dientes.

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Las personas allí gritaban y vociferaban, y Hoyt sentía como si el mundo se desplomara a su alrededor, porque esto supuestamente no tenía que suceder. Seguro, esto sucedió en Raccoon City, sin embargo él no había estado allí, también sabía que había problemas en California, pero eso no le afectaba directamente a él. Él estaba haciendo su trabajo y se encontraba a miles de kilómetros de donde el desastre había empezado. El sonido de un arma de fuego acabó con todo el caos, silenciando la habitación. El General cayó encima de la doctora Love, quien empezó a gritar nuevamente. Bajando su arma, aún había humo en el cañón de la misma debido al disparo, el agente gritó. “Clausuren el edificio, clausúrenlo”. Hoyt sabía que eso significa que ellos iban a cerrar completamente el edificio para que nadie pudiese entrar o salir de él. Pero él se preguntaba si eso serviría de algo. La Casa Blanca había sido infectada.

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DOCE

DESPUÉS

L.J leyó la inscripción en el letrero: `MOTEL CARRETERA DEL DESIERTO´. “Que palabras más jodidamente ciertas”…murmuró L.J mientras él y Carlos caminaban hacía la entrada del lugar. En el camino que los llevaba hacía el ingreso del motel– el cual lucía como si hubiese sido una parada de camiones y si por él fuese L.J nunca se hubiese ni acercado a este lugar por nada del mundo – había un poste grande con letreros apuntando hacia diferentes direcciones. Se veía como esa maldita cosa en M*A*S*H. Señalaba hacía Alaska, Denver, Las Vegas, Roma, París, México, Berlín, Londres y muchos otros lugares donde L.J prefería estar en vez de allí. Bueno, excepto las Vegas, solo un gran tonto iría a las Vegas. El motel en sí estaba cubierto de arena, igual que la mitad de los lugares que ellos habían visitado antes. El desierto estaba tomando la ciudad nuevamente. Bueno, el desierto podía quedarse con ella, tan pronto como ellos terminaran su recorrido allí. Pero el desierto era una mierda. Si fuera por L.J. él ya se hubiese largado de allí. Sin embargo él no consiguió un voto de apoyo. Eran solo Carlos y Claire, y L.J solo seguía órdenes como siempre. No es que alguna vez hubiese sido una figura de autoridad. Él solo hacía su negocio.

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Como ahora, cuando ingresaron al motel, Carlos lo hizo primero. Él tenía todo el entrenamiento encima y esa mierda. L.J había aprendido en las calles, y aunque él no se inclinaba ante nadie debido a su propia capacidad para matar a esos malditos zombis, con Carlos se sentía en inferioridad de condiciones. Carlos tenía todas las habilidades, eso seguro. L.J sonrió mientras se acercaban a la entrada principal, “Voy a tomar una habitación con una cama de agua, un jacuzzi y tal vez le eche un vistazo al canal porno”. Carlos se echó a reír y sacudió la cabeza. Por su parte, mencionar lo del canal porno le hizo recordar a L.J cuanto tiempo había pasado desde que él había tenido algo de sexo. Demasiado tiempo, ahora caía en la cuenta. Había pensado en pedírselo a esa paramédica una vez que terminaran de revisar ese lugar. Ella era linda. El vestíbulo se veía como cualquier otro vestíbulo en el mundo. Había visto un montón de ellos en Raccoon City cuando necesitaba de algún lugar para llevar a una prostituta – tú no llevas prostitutas a tu casa, eso simplemente no se hace y muchas otras veces había regresado ya que esos eran buenos lugares para saquear. Había un poster enorme que decía NEVADA – TIERRA DE ENTRETENIMIENTO. Eso era divertido, pero L.J no se atrevía a reír. L.J ya no necesitaba que Carlos le diese señales, ellos ya las conocían, era como telepatía o alguna mierda así. Él fue hacía la izquierda mientras Carlos fue hacia la derecha. L.J caminó por el corredor, pero la arena estaba toda apilada y las luces seguramente no funcionaban, por lo que él tomo su linterna.

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Por alguna razón era divertido para él tener que usar una linterna. Tiempo atrás él había tenido en su poder sus armas Uzis, su mazo de cartas y su anillo de la suerte con la inscripción de la palabra AMOR, cuando ellos estaban rescatando a Angie… Angie… L.J se deshizo de esos pensamientos, no podía darse el lujo de seguir lidiando con el recuerdo de personas que ya estaban muertas, él no iba a pensar acerca de nada más. L.J pasó por ocho habitaciones y no oyó nada, pero detrás de una puerta sin lustre con el número 9 estampado en ella, L.J oyó un ruido. Dejando la linterna bajo su brazo –él tomo su pistola y abrió la puerta. La puerta se abrió un poco pero no podía abrirse completamente. Probablemente se había deteriorado por el calor y esas mierdas. Así que L.J trató de abrirla tirando su peso sobre ella. Esta vez la pudo mover un poco más. No iba a dejar que una puerta lo venciera, así que L.J la golpeó nuevamente con su hombro. Esta vez la puerta se abrió del todo. L.J rápidamente levantó su Beretta 9 milímetros, que no era tan sofisticada como las Uzis, pero a estas últimas él ya las había perdido tiempo atrás. Además era más fácil encontrar munición para una pistola 9 milímetros. Por supuesto, estaba muy oscuro dentro de la habitación por lo que L.J movió su linterna para poder ver qué rayos –

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BAM! Algo golpeó a L.J en la espalda, empujándolo dentro de la habitación. No era algo, era alguien. L.J conocía el olor de los malditos zombis, y a pesar que su trasero cayó al piso, él empezó a gatear sobre la desgastada alfombra para alejarse de su atacante. Rápidamente poniéndose de pie, L.J se dio cuenta que el sujeto era un policía, un policía de carretera, llevaba esas malditas gafas de aviador. En realidad L.J podía ver su propio rostro reflejado en esas gafas, y demonios, él sí que se veía asustado. L.J levantó su arma para dispararle, pero el policía estaba demasiado cerca – y era demasiado grande, el maldito medía como 1.90 y sus hombros eran más grandes que el vehículo de Claire. El policía se lanzó sobre L.J y ambos cayeron sobre una de las dos camas que se encontraban en la habitación. El arma de L.J salió volando y quedó debajo de un escritorio. L.J trató de levantarse y cogerla, pero el policía zombi se lo estaba haciendo difícil. L.J siempre había tenido una filosofía sobre las peleas: mover su trasero lejos de ellas. Es por eso que L.J usaba su anillo con la inscripción AMOR, él no estaba a favor de la violencia. Seguro, él estaba armado, es que él no era ningún tonto, pero si le daban a elegir, él siempre optaba por correr bien lejos. Los que huyen viven por más tiempo, y L.J planeaba vivir por siempre. Mierda, él había sobrevivido al bombardeo en Raccoon City y a que el mundo fuese tomado por los zombis, él podía sobrevivir a cualquier maldita cosa que se cruzase en su camino.

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Por desgracia, él se encontraba en un motel de mierda con un policía zombi que bloqueaba su única salida. Él trato de pelear, pero el policía zombi era demasiado grande y redujo a L.J. Luego usó sus enormes manos que eran del tamaño de dos malditos jamones y comenzó a ahorcar a L.J. No había manera mierda. A medida que le era cada vez más difícil respirar, L.J pensó que no había ninguna maldita manera de escapar de esta. Ni una maldita manera. Él era Lloyd Jefferson Wayne, y eso era lo que él debía hacer. Él era un maldito superviviente. Pero nadie le dijo al policía zombi que L.J empezaba a ver estrellas frente a sus ojos a medida que él ejercía más presión en su cuello. En el reflejo de los anteojos del policía L.J veía lágrimas corriendo por sus ojos hasta su barba. Eso estaba muy mal. L.J no jugaba a esto. Él tenía que hacer algo, pero su maldita beretta estaba debajo del maldito escritorio. De repente. Cayó en la cuenta. Este sujeto era un policía –él debía tener un arma. Bajando la vista, él vio que el policía llevaba un revolver en la funda. L.J se detuvo un momento a preguntarse quién mierda podía llevar un revolver en pleno siglo 21- luego trató de tomar el arma. Cualquier puerto viene bien en una maldita tormenta, ese era el lema de L.J. O, al menos lo sería si él salía con vida de esta mierda. Una de las cosas que L.J apreciaba de los malditos zombis era que ellos no podían hacer tareas múltiples. Un policía real, se hubiera percatado que L.J estaba tomando su

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arma. Por supuesto, un policía real hubiera ido él mismo por ella, en vez de ponerse a ahorcar a un pobre negro indefenso. El problema era que la funda estaba cerrada, y L.J no podía abrir la maldita cosa, especialmente con el mundo poniéndose todo borroso a su alrededor. Pero él pudo deslizar su dedo en el gatillo. El primer disparo fue hacía la arena del piso. El oficial zombi ni siquiera se inmutó. Tampoco se inmutó al segundo o tercer disparo. L.J se estaba empezando a sentir muy mareado, y él tenía que acabar con esta mierda. Movió el revólver de manera que apuntara a la pierna del policía zombi. El cuarto disparo pegó directamente en su pie. Maldito ni siquiera parpadeo. O tal vez lo hizo ya que no se podía ver a través de sus gafas. Al tirar más fuerte del arma por lo que la misma quedó en un ángulo más agudo, el quinto disparo entró en la espinilla. Todavía nada. Solo quedaba una bala. L.J estaba tratando de concentrarse. Vamos, dispara el maldito gatillo, negrillo. La rima en la frase lo ayudó a enfocarse y L.J apretó el gatillo. El sexto disparo entro en la rótula del maldito hijo de perra. El policía zombi se retorció y dejó de ejercer presión. L.J se abalanzó sobre él con determinación y torció su cabeza

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violentamente de la forma que Carlos le había enseñado, rompiéndole el cuello al maldito desgraciado. El policía zombi cayó sobre el suelo arenoso y L.J volvió a caer sobre la cama. “Hijo de puta”. Bajando la vista vio su arma debajo de la mesa y se agachó para tomarla-y vio algo moverse. Maldición, L.J se había olvidado que él escuchó un ruido antes en esa habitación. Levantó la vista y vio a otro maldito zombi, L.J le disparó. Cristales se hicieron añicos cuando el disparo de L.J fue a dar contra un espejo y el maldito zombi que L.J había visto reflejado en él le saltó encima. Brincando en la cama. L.J trató de no ser mordido. Él no estaba dispuesto a convertirse en uno de ellos. De ninguna manera. El ruido de un disparo de otra arma hizo eco en la habitación, y la sangre salpicó a L.J. Él sabía bien que esa sangre no era suya debido a que estaba toda coagulada y esa mierda. Luego el maldito zombi cayó al suelo justo encima del policía. L.J levantó la vista y vio a Carlos. “¿Dónde mierda estabas, hombre?” L.J le preguntó.

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Carlos sonrió. “Pensé que podías manejarlo”. Carlos miró hacia abajo donde estaban todos los vidrios rotos. “El espejo te jodió”. “No, hombre, esta perra.” - L.J señaló al segundo zombi con su arma. – “Estaba reflejada en el espejo. Mierda, pensé que no podían reflejarse” “No esos son los vampiros” “Son la misma mierda hombre” L.J apoyó su mano en la cama para poder levantarse, solo para que su muñeca colapsara de dolor y ese dolor se extendiera a todo el brazo. “No me jodas” “¿Qué pasa?” Carlos se acercó y tomó su brazo. Rápidamente L.J dijo. “Ah, sí es mi muñeca. Probablemente se torció o algo así.” Amablemente alejó su brazo de Carlos – él no necesitaba la ayuda de ningún hombre, pero tampoco había que ser rudo ni nada de eso – luego comenzó a frotarse suavemente la muñeca para que se viese como que estaba bien. Carlos tomó su walkie – talkie – o PRC, lo que mierda fuese eso. Hasta donde L.J sabía esas siglas eran un nombre de fantasía para los walkie-talkies, pero él usaba las estúpidas letras para hacer feliz a Carlos. “Claire, es Carlos. El motel está limpio – ahora. Encontramos dos muertos vivientes, pero L.J y yo nos deshicimos de ellos.” “Buen trabajo”. La voz de Claire sonaba como metálica a través del walkie –talkie. “Iremos hacia allá.”

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“Ah, y L.J sufrió un esguince en su muñeca.” L.J empezó a mover sus manos hacia adelante y atrás. Él no quería ser examinado. “No es gran cosa, hombre, solo -” Ignorándolo Carlos dijo. “El necesita atención medica”. “Entendido”. Claire respondió. “Mierda, tú no tienes que ser –“ Carlos lo interrumpió. “Quizás sí, o quizás no, pero tú no eres un doctor y yo tampoco.” “Y tampoco lo es nadie por aquí. Mira, aprecio tu interés en mí, pero estaré bien.” Ambos se movieron a la entrada del lugar para esperar la llegada del Convoy, el cual arribó en poco tiempo. Chase, ese maldito campesino manejaba el camión, y Kmart conducía la camioneta 8x8. Ella había estado discutiendo con Claire acerca de si ella podía o no conducir. Claire le decía que ella era demasiado joven para conducir y cosas así. Carlos, L.J y muchos otros le recordaron a Claire que ya no había más licencia de conducir en el mundo. Ya no importaba, mientras ella pudiera llegar con sus pies a los pedales. Además, todos tenían que saber conducir, por si acaso. L.J no entendía porque Claire se ponía a fijarse en cosas así sin importancia alguna, pero al final ella cedió y Kmart pasó a conducir la camioneta 8x8. L.J no conducía así a los catorce años. Para entonces, él solo contaba con el Lincoln de su primo Bodie, eso fue hasta que él estrelló el coche. Bodie no le permitió a L.J usar nada más, como si todo hubiese sido solo su culpa.

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Al saltar fuera de su camioneta Humbee, luciendo un par de anteojos que inquietantemente se veían como los del policía zombi, Claire dijo –“Sepárense. Busquen todo lo que sea de utilidad –comida, gas, municiones, ya conocen la rutina.” La ambulancia estacionó detrás de la Humbee. Y Betty descendió. “¿Alguien necesita mi ayuda?” Ella preguntó mirando fijamente a L.J. “No es nada” Empezó a decir L.J y luego se calló. Pero qué demonios, si lo que él quería era justamente hablar con esta señorita de alguna forma. “Pero si insistes” el agregó con una sonrisa. Siempre y cuando ella solo chequeara su muñeca y la garganta. “Muy bien” dijo Betty, acercándose con su botiquín de primeros auxilios. “Ahora, siéntate para atrás y relájate, estoy aquí para ayudar” Ella revisó su garganta, impresionada con los moretones que L.J podía sentir que se estaban formando en su garganta después de que el policía zombi intentara estrangularlo. “¿Te gusta jugar duro?”. L.J se encogió de hombros. “He pasado cosas peores.” “Estoy segura que sí”. Le respondió Betty con una sonrisa. Carlos, cuya presencia L.J había temporalmente olvidado, puso sus ojos en blanco y se levantó. “Oh, Dios, me tengo que ir”

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Eso estaba bien para L.J. Carlos solo estaba arruinando su momento. Betty le revisó la muñeca y L.J no hizo ni una sola mueca de dolor a todo lo que ella hacía – no era para sorprenderse, ya que no había nada malo con su muñecaluego ella le dijo, “vivirás”. Betty alejó su kit y le dedicó una deslumbrante sonrisa. “Entonces, que dices, cenamos esta noche en mi casa”. Antes que L.J pudiese responderle, Chase le gritó, “Hey Betty, por aquí.” “Es una cita”, dijo L.J. Betty le brindó una sonrisa aún más deslumbrante que la anterior y luego recogió sus cosas para marcharse junto a Chase. L.J pasó los siguientes segundos disfrutando de la vista del trasero de Betty a medida que ella se retiraba. Una vez que ese maravilloso trasero estaba fuera de su vista – y estaba fuera de vista – L.J dejó escapar un largo suspiro. Mirando a su alrededor asegurándose de que nadie pudiese ver, él lentamente se arremangó su manga. Su brazo no le había dolido por haberse torcido la muñeca. Su brazo se había retorcido de dolor porque él había sido mordido por uno de esos malditos zombis.

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L.J había visto esto suceder una y otra vez comenzando con Dwayne en Raccoon City y lo más reciente fue Phil, el médico que estaba junto con Betty, quien resultó infectado en Salt Lake. L.J sabía que estaba perdido. Alguna vez, llegó a haber un antivirus, pero eso fue en el pasado. Lo único que él podía hacer ahora era acabar con tantos zombis malditos como pudiese antes que él se transformara en uno de ellos.

TRECE

ANTES

“La ciudad de Washington DC ha sido puesta en cuarentena, y no está claro el paradero del presidente de la Nación, el vicepresidente y del gabinete, todos ellos se encontraban en la Casa Blanca cuando se puso a la misma en estado de emergencia dos horas antes de que se decretara la cuarentena. Quien decretó la orden, es algo incierto por el momento. La vocera de la Casa Blanca, quien se encontraba en el aeropuerto de O’Hare a punto de partir para asistir a una sesión de emergencia convocada por el Congreso, dijo esto en una apresurada conferencia de prensa en la terminal 3 del aeropuerto y dijo además que ella estaba dispuesta a asumir los deberes del presidente, pero que debe ser aún informada sobre la situación actual del presidente o del

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vicepresidente, quienes obviamente, están delante de ella en la línea de sucesión. Mientras tanto más brotes del llamado virus T han sido reportados en St Louis, Indianápolis, y Brooklyn, New York. Esto sumado a los brotes en Tulsa, Ann Arbor, Baltimore, Chicago y Atlanta. Una especialista del Centro de Control de enfermedades tiene esto para decir”. Sentado en su oficina ubicada en las instalaciones de Umbrella de Detroit, el doctor Sam Isaacs apenas si había prestado atención a la noticia, ocupado mientras terminaba su reporte para el comité. Sin embargo, cuando la imagen cambió del preocupado presentador de noticias a la imagen de una joven doctora morena vestida con una bata blanca, él levantó la vista. El título debajo de la mujer decía DOCTORA CHANDRA PATEL, CENTRO DE CONTROL DE ENFERMEDADES. “Los brotes que hemos estado viendo no siguen el mismo patrón que había sido establecido en la Costa Oeste y esto indica que personas infectadas han estado viajando por aire. Recomendamos –recomendamos encarecidamente –que todo el tráfico aéreo sea suspendido hasta próximo aviso.” Isaacs sacudió su cabeza y regreso a su informe mientras la imagen regresaba al presentador de televisión. “Un portavoz de la Administración Federal de Aviación ha dicho que ninguna decisión ha sido tomada aún con respecto a la recomendación del Centro de Control de Enfermedades – esto es sin duda debido a que no se sabe con certeza quien está dando instrucciones en la FFA. Más después del comercial.”

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En lugar de mirar el comercial, Isaacs apagó el televisor. Se preguntaba si mantener a los aviones en tierra tendría éxito o si esto no haría ninguna diferencia. Su comunicador sonó y escuchó la voz de su asistente Alissa. “Doctor Isaacs, el presidente Wesker está en la línea 2 para usted” Esto sorprendió a Isaacs. Wesker rara vez hacía llamadas persona a persona. Un e-mail breve y conciso era su manera de comunicarse. Sus interacciones verbales eran usualmente durante las extensas reuniones. Isaacs tomó el teléfono que se encontraba en su escritorio y presionó el número 2. “Señor Presidente” “Doctor Isaacs, me imagino que usted ha escuchado las últimas noticias” “Sí señor, y ya tengo una recomendación. Debemos prepararnos para lo peor.” “Explíquese” Isaacs tomó aire. “El virus T se está propagando a una velocidad espantosa. Tenemos solamente una cantidad limitada de anti virus, y a la velocidad que el virus está mutando y propagándose, yo no puedo garantizar que ese antivirus sea 100% efectivo. Tenemos varias bases subterráneas alrededor del mundo y creo que todos los recursos de Umbrella deberían estar allí y convertir estas bases en refugios para nuestros empleados”. “¿No deberían nuestros empleados y recursos utilizarse para detener la propagación del virus?”

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“Eso sería una pérdida de tiempo, señor presidente. El virus se propagará, y nuestros esfuerzos solo servirán para hacernos perder más personas como las doctoras Cerota y Love.” Por un momento Isaacs sintió un escalofrío. Él había presenciado muchas muertes en este tiempo, y él nunca se había inmutado, pero por alguna razón, la visión de Jamie Cerota poniendo un arma en su cuello y volando su cabeza antes de acabar infectada con el virus T continuaba acechándolo. Isaacs continuó. “En vez de eso, nosotros deberíamos concentrarnos en sobrevivir. Nosotros contamos con las mentes más brillantes y los principales recursos. Tenemos que aprovechar esas bases mientras aún son de utilidad, almacenar alimentos allí, suministros médicos y todo el equipo que sea necesario para que Umbrella sobreviva a el inminente Apocalipsis.” Hubo una estresante pausa del otro lado de la línea hasta que Wesker finalmente habló. “Estoy de acuerdo. Varios miembros del comité han expresado su desacuerdo en desistir en caso de que se presentase el peor escenario. Pero si los cuatro jinetes del Apocalipsis están sobre nosotros, yo prefiero permanecer fuera de su camino.” “Gracias señor”. Manteniendo el teléfono entre su oreja y su hombro. Isaacs escribió los últimos detalles en su reporte, luego movió el mouse y el puntero en su monitor se apoyó en el ícono ENVIAR. “Le estoy enviando un correo electrónico que detalla lo que tengo planeado”. “Bien. Una cosa más doctor.”

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A Isaacs no le gustaba el tono de voz de Wesker cuando decía eso. “El proyecto Alice” “Oh, sí. ¿Qué sucede?” “Me parece a mí que alguien que tiene el virus T y ha, por decirlo claro, hecho del mismo su perra, es alguien a quien deberíamos tener bajo observación, ¿no es así?” “Estoy de acuerdo” respondió Isaacs. “Sin embardo, ella es un espécimen difícil de contener.” “Tal vez, pero ella es alguien a quien no podemos perder de vista. La señorita Abernathy tiene contactos en el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos de cuando ella estuvo en ese lugar y Umbrella se encuentra bajo observación del Servicio Secreto. La infección en la Casa Blanca ha mitigado el problema por el momento, pero no podemos arriesgarnos a ser sometidos a una investigación justo en este momento.” “Considero que es muy poco probable que dicha investigación ocupe el primer lugar en la lista de prioridades de cualquiera justo ahora, señor presidente.” “De todos modos, doctor Isaacs, preferiría que la señorita Abernathy este bajo nuestro control. Tráigala. Y sería muy amable de su parte si puede traer además a la hija del doctor Ashford. Siéntase libre de deshacerse de sus demás amigos.” “Por supuesto, señor presidente”. Respondió Isaacs. “¿Necesita algo más?”

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“No. El final de los días ha llegado, doctor Isaacs – preparémonos para eso.” Después de decir eso, el presidente colgó. Isaacs marcó el número de Kayanan. Ella había estado monitoreando a Alice cada vez que ellos habían podido seguirle el rastro. Él solo dijo tres palabras. “Hay que traerla.”

CATORCE

DESPUES

Mientras el doctor Isaacs preparaba una jeringa especial en su laboratorio, la imagen de una niña de nueve años apareció detrás de él. Isaacs se sobresaltó al oír la voz de la reina blanca. La reina blanca fue el siguiente paso en la evolución de la reina roja, el sistema de inteligencia artificial utilizado en la colmena. Dicho sistema había clausurado la colmena cuando el T virus se propagó en el lugar y había sido un poco exagerada con las medidas tomadas en ese momento para que se cumpliese la cuarentena.

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La reina blanca supuestamente era una versión mejorada de la anterior, pero Isaacs encontraba su voz tan molesta como la de la reina roja – que había sido desarrollada teniendo como modelo a Angie Ashford, para complacer a su padre. Por su parte Isaacs prefería computadoras que no tuviesen una personalidad. Isaacs se mostró silenciosamente complacido, y no por primera vez, cuando leyó el reporte acerca de que el doctor Simon Barr, quien había desarrollado el sistema de inteligencia artificial que Umbrella utilizaba, había muerto infectado por el T Virus un año atrás. Lo único que Isaacs lamentaba es que él no había tenido la oportunidad de asesinar a Barr con sus propias manos por haber introducido a esta lunática niña en su vida. “¿Qué será?” Él preguntó. “Otro sujeto de prueba ha fallado en el piso de entrenamiento” Isaacs resopló. Esto ya era estresante. “¿Dónde?” “En la red láser” Dándose la vuelta, Isaacs miró en la pantalla plana del CPU una recreación del pasillo de seguridad de la reina roja. La División de Seguridad había sido excesivamente cautelosa en la protección de la IA - la cual era revolucionaria y estaba 10 años más avanzada en el mercado, y por lo tanto era un objetivo, no importaba el hecho de que su ubicación en la colmena fuese lo suficientemente segura – pero esta había resultado ser un muy buen lugar para probar a los clones de Alice.

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O más bien, lo hubiera sido si el rendimiento de los clones no hubiera resultado tan pobre. “¿Debo preparar otro?” “Por supuesto” Respondió Isaacs. Como si hubiera necesidad de preguntar. “Este será el número 87” Definitivamente el prefería computadoras que no tuvieran una personalidad. “¿Y cuál es el punto?” “Yo simplemente estaba haciendo una observación” Isaacs de alguna manera trató de no gruñirle a la imagen holográfica, en vez de eso él dijo – “Diles que tomen una muestra de su sangre”. Puesto que las paredes de vidrio estaban todas cubiertas de sangre, eso no era un trabajo difícil de hacer. “Luego preparen una vacuna con la misma. Después la usaremos en el siguiente sujeto si es que ese no funciona tampoco” Mientras le daba las instrucciones a la reina blanca, el caminó hacia Hockey Jersey y le inyectó la jeringa – la cual tenía tres agujas – en la nuca del no viviente. Hockey Jersey no se sobresaltó, pero igual Di Gennaro había hecho bien su trabajo, y las cadenas lo mantenían firme mientras Isaacs lo inyectaba. Una vez que el suero hiciera efecto, entraría a la fase de pruebas. Andy Timson observaba el cuerpo animado y se preguntaba porque él permanecía allí en una habitación con uno de ellos.

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El cuerpo que Isaacs había traído de entre la multitud que había allá afuera para el último experimento ahora estaba sentado dócilmente en una silla. Él había estado usando una gorra de hockey por eso Paul DiGennaro lo llamo Gretzky, algo que a la mayoría del personal le pareció divertido. Timson no sabía de qué se trataba, ya que nunca había seguido los deportes, pero Moody le explico que Gretzky era un famoso jugador de Hockey. Moody además hizo algunos comentarios sarcásticos acerca de la incapacidad de Timson para reconocer a algunas figuras del deporte por sus nombres, lo cual él pensaba que era menos lamentable que la incapacidad de Moody para poder recordar una simple frase de alguna película vieja. La silla de Gretzky estaba en frente de una mesa, sobre la cual se encontraba un teléfono celular, una videocámara y uno de esos juguetes para niños donde se ubican bloques en diferentes agujeros de diferentes formas. Sorprendentemente Gretzky estaba actuando muy dócilmente, solo observaba la mesa con sus ojos cubiertos de pústulas. Timson nunca se imaginó que el suero que ellos habían desarrollado para tratar de reanimar los cuerpos iba a tener tan horrible efecto secundario. Tampoco era que esos cuerpos fuesen una belleza, pero los forúnculos no los hacía ver más agradables para nada. Sin embargo, parecía tenerlos sedados. En una habitación con tres seres humanos –Timson, Isaacs y MoodyGretzky no se mostraba interesado en morderlos y convertirlos en compañeros zombis. Él solo permanecía sentado allí, mirando al vacío.

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Ellos tampoco habían sido estúpidos y Gretzky estaba encadenado al suelo desde sus muñecas. Pero las cadenas tenían cierta holgura. Él estaba mirando fijamente a los tres objetos sobre la mesa. Timson no estaba seguro, pero le daba la impresión que Gretzky tenía un aspecto casi reflexivo en sus ojos. Era evidente que estaba tratando de averiguar cuál de los tres objetos era de mayor interés. Finalmente, él tomó con sus manos en estado de descomposición el teléfono celular. Después de observarlo por un momento, él se las ingenió para abrirlo. Luego se lo llevó a su oreja. “Sorprendente”. Dijo Moody tomando notas en su libreta. “Él sabe lo que es, debe de poseer algo de memoria residual de cuando él estaba vivo, a pesar que esto debe de haber sido varios años atrás, teniendo en cuenta el estado de descomposición de su cuerpo.”

No salió ningún sonido del teléfono y Gretzky tampoco mostró ninguna intención de querer hablar. Aún si había alguna antena de telefonía móvil aun funcionando cerca del lugar, lo cual era poco probable, ellos se encontraban varios metros bajo tierra como para poder conseguir una señal.

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Aparentemente Gretzky de alguna forma se dio cuenta de esto y bajo el teléfono. Isaacs asintió con la cabeza. “Ahora la cámara” Timson había tenido peores jefes que Isaacs. También había tenido muchos considerablemente mejor, pero al menos el doctor Isaacs había sido capaz de adaptarse al cambio de circunstancias. Si bien el doctor mantenía un sentido de disciplina, por otro lado también entendía que las personas tenían que liberar tensiones, especialmente teniendo en cuenta la horrenda situación que les tocaba vivir. Así que él permitía las bromas o las burlas de unos a otros, siempre y cuando hicieran el trabajo y lo hicieran bien. Por eso, él y Moody atenuaban los comentarios irónicos en su presencia. Ellos pensaban que esto era lo menos que podían hacer. Por supuesto, nunca había estado realmente claro cuánto Isaacs se preocupaba por ellos. Él era muy reservado – pero tal vez ese era su mecanismo de afrontar la situación. De todas formas, Timson siguió las instrucciones de Isaacs y movió la cámara digital hacía Gretzky. El cadáver tomó la cámara y empezó a hacerla girar en sus manos. Timson temía que siguiera haciendo esto por media hora más, pero finalmente él la dejó en la posición correcta y movió el dial en la parte superior de modo que la cámara quedó en la posición de encendido. Con un sonido electrónico, se abrió la abertura que protegía el lente. Timson sonrió, Isaacs simplemente asintió con su cabeza.

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Sin embargo, Moody se había quedado atónito. “Dios Mío” Gretzky miraba de arriba abajo a Moody. La expresión de sorpresa de Moody pasó a ser una expresión de miedo, y él dio un paso atrás. Con un tono de voz tranquilo, Isaacs les dijo, “Quédense en su posición” Cuando Timson estaba seguro de que Isaacs no lo estaba viendo, él le sonrió a Moody y murmuró la palabra “cobarde”. Moody le lanzó una mirada fulminante a Timson. Gretzky seguía mirando fijamente a Moody. Timson no podía dejar de preguntarse qué pasaba en su cerebro, ¿sería capaz de tener un pensamiento más complejo que solamente alimentarse? Eso era lo que ellos estaban tratando de averiguar. Luego Gretzky levantó la cámara frente a su rostro y presionó el botón. Todos tuvieron que entrecerrar sus ojos después que pasara la luz del flash. Timson estaba sonriendo. “Increíble” Gretzky bajó la cámara y se puso a observar nuevamente a la mesa. Timson vio el rostro de Moody capturado en la pequeña pantalla visor de la cámara. Se veía como un ciervo sorprendido por las luces de un coche. Timson inmediatamente empezó a hacer planes acerca de

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imprimir la fotografía y colgarla en la pizarra de anotaciones. Preferentemente con algún tipo de encabezado en ella. Quizás un “miren esto”. Probablemente Isaacs no lo aprobaría del todo, pero tampoco lo detendría. De todos modos, eso sería para después. Ahora, Timson tenía un trabajo que hacer, él estaba observando a Gretzky, quien había tomado una pieza triangular del juego infantil. Timson titubeó por un momento cuando recordó que ese juguete pertenecía al hijo de Humberg. La esposa y el hijo del hombre de seguridad habían sido asesinados, no por el T Virus sino por una tormenta tropical que se desató en la Costa del Golfo. Nadie le puso un nombre a esa tormenta – para entonces el mundo solo estaba enfocado en sobrevivir – pero sin ningún recurso gubernamental disponible, ellos quedaron atrapados en su hogar en Florida cuando arribo la tormenta y arrasó con todo. Ni siquiera fue una tormenta especialmente fuerte, ni siquiera llegó a ser un huracán, y diez años atrás ni siquiera hubiese sido una amenaza menor. Humberg había comprado el juguete para su hijo de dos años con la idea de regalárselo para su cumpleaños número tres, que hubiese sido un mes después de la tormenta. Todavía llevaba el juguete consigo cuando ellos se mudaron a esta base subterránea. Él no había querido deshacerse del juguete, pero finalmente él tuvo la sabia iniciativa de cederlo para una causa noble. Y Timson pensaba que esto era una causa noble. Esto era el primer paso hacía una cura.

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Gretzky observaba el triángulo y el juguete base. Timson seguía sonriendo. “Observen. Tiene memoria y la capacidad de razonar.” Moody levantó la cámara, contemplando su imagen desconcertado. “Es un milagro. El suero funciona”. Luego le dijo a Isaacs: “Los ha domesticado. Lo ha logrado.” Timson puso sus ojos en blanco al oír las adulaciones de Moody. Definitivamente él iba a hacer un encabezado para su foto. Volviendo su atención a Gretzky, su cara cayó. Él estaba tratando de incrustar el triángulo en el espacio del círculo. Justo cuando Timson estaba pensando que Moody tendría que detenerse con las adulaciones hasta que Gretzky pudiera ubicar el triángulo en el espacio del triángulo, Gretzky comenzó a golpear fuertemente el triángulo contra la base. Timson se apenó cuando vio que la base estaba empezando a romperse debido al impacto. Él le había prometido a Humberg que nada le sucedería al último recordatorio que él tenía de su pequeño hijo. Una promesa estúpida – estar apegado a algo era terriblemente estúpido hoy en día. Pero Timson se lo había prometido de todas formas, y ahora él se sentía responsable. Gretzky tomo el juguete y lo arrojó a través de la habitación con un rugido feroz, y Timson cayó en la cuenta que darle la mala noticia a Humberg sobre el juguete era ahora el menor de sus problemas.

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Tirando su cabeza hacía atrás, Gretzky comenzó a tirar de las cadenas con rabia, un rugido que Timson jamás había oído en ninguno de los no vivientes anteriormente. Luego él sujetó a Moody y arrancó su cabeza. Timson sentía como si todo su cuerpo fuese de piedra en ese instante. Él no se podía mover, no podía respirar. Él solo se quedó allí parado observando como Gretzky separó literalmente la cabeza de Brendan Moody de su cuello, como si estuviera quitándole la tapa a una botella de cerveza. Había salpicaduras de sangre por todo el lugar, incluso sobre la cámara que Moody aún sujetaba en sus manos. Haciendo un gran esfuerzo, Timson pudo girar su cabeza. Él vio a Isaacs calmadamente caminando hacía la puerta – -y comenzó a gritar detrás de él. “No” Timson corrió hacía la puerta, pero estaba completamente cerrada. “Por favor” Lo último que Timson vio antes que Gretzky lo sujetará fue la expresión calma de Isaacs. No era su mecanismo de afrontar la situación. En sus momentos finales, antes de que su cuerpo fuese devorado salvajemente, Timson se dio cuenta de que Isaacs no toleraba los comentarios bizarros de sus empleados porque él entendía que tenían dificultades.

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A él simplemente no le importaban sus empleados.

QUINCE

ANTES Alice había estado peleando por su vida cuando ella perdió el control. Ellos se habían topado con toda una colonia de no vivientes quienes estaban tomando el control de la Universidad Purdue en el oeste de Lafayette, Indiana, un grupo de estudiantes y profesores se encontraban refugiados en el salón Duhme, mientras los muertos vivientes comenzaban a tirar abajo la puerta principal. Carlos, L.J, Alice y otros rezagados que ellos habían reclutado – un policía de New York llamado Lou Molina, un marino llamado A.J Briscoe y un soldador cuyo nombre era Joseph King quien estaba armado con una escopeta – estaban combatiendo a los zombis que se hallaban agrupados en la puerta del salón como si fuesen soldados medievales sitiando un castillo. Angie, por supuesto, esperaba en la camioneta junto con la última persona reclutada, una instructora en artes marciales llamada Jisun Burton, cuyo trabajo era mantener a Angie a salvo. Ellos habían empezado a hacerse llamar “el equipo de rescate” y viajaban alrededor del mundo ayudando a las personas que se encontraban abrumadas por los zombis. Al gobierno ya no le quedaban recursos para organizar

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fuerzas nacionales para afrontar la situación, por lo que cada hombre o mujer estaba solo por su cuenta. No había ninguna región de los Estados Unidos que no estuviese contaminada a estas alturas. Había rumores sobre Jill haciendo lo mismo, después de colaborar con el FBI por un tiempo, aunque la mayoría de los agentes del FBI habían resultado infectados también. Entonces sucedió. En un momento, Alice estaba propinándole una patada voladora en el cuello a un no viviente que llevaba una camiseta con el nombre de la universidad. Al siguiente, ella estaba caminando – ni siquiera corriendo, ella estaba casi paseando y se dirigía a la camioneta. “Alice. ¿Qué rayos pasa?” Gritó Carlos al mismo tiempo que usaba su cuchillo de titanio para apuñalar en el ojo a un no viviente que estaba usando un uniforme de trabajador de mantenimiento. “¿A dónde vas?” Ella trató de responderle a Carlos, pero ella no podía mover su boca o hacer que sus piernas dejarán de moverse. Un no viviente a quien le faltaba la mitad de su cabeza del lado izquierdo y llevaba colgando un ojo sobre donde debería estar su mejilla, se cruzó en su camino mientras ella caminaba por la calle Russell. Como era común en los zombis, él la ignoró. – Su sangre nadaba junto al T Virus y por alguna razón los no vivientes no la veían a ella como una fuente de alimento como sucedía con los demás seres humanos – pero solo por estar en su camino, él provocó que algo se produjera dentro

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de Alice. Ella tomó al no viviente por la parte posterior de lo que quedaba de su cabeza con una mano y con la otra tomó la mugre pegajosa que quedaba del otro lado de la cabeza del zombi y le rompió el cuello. Una vez que la amenaza percibida había desaparecido, Alice continuó caminado hacía el estacionamiento sobre la calle Third donde ellos habían dejado el vehículo, junto con la pick up de King y la camioneta de Molina. Alice trataba de enfocar toda su concentración en detenerse y dejar de caminar, pero nada funcionaba. Era como si ella estuviese programada. Probablemente había sido el maldito de Isaacs. Él era la persona que la había transformado en un monstruo, y él había hecho lo mismo con el pobre Matt, convirtiéndolo en una especie de criatura monstruosa como las que se veían en el cine. Al final, Matt había logrado abrirse camino a través del programa llamado proyecto Némesis y había ganado el control del mismo, sacrificándose a sí mismo para salvar a Alice y a los otros. Ahora Alice estaba fallando y no podía hacer lo mismo. Continuaba tratando de todas formas. Matt probablemente lo había hecho durante cada una de sus apariciones en Raccoon City, masacrando policías y personas y tratando de hacer lo mismo con Alice. Su persistencia dio sus frutos al final y Alice estaba dispuesta a hacer lo mismo. Al menos, eso era lo que ella esperaba, por lo que ella continuaba peleando.

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Jisun estaba de pie afuera de la camioneta, Angie estaba dentro haciendo algo con su computadora. “¿Qué sucede?”. Preguntó Jisun al ver a Alice acercarse. Alice desesperadamente trató de responderle, pero su boca se negaba a pronunciar palabra. Peor aún, Jisun estaba parada justo entre medio de Alice y el asiento de conductor de la camioneta – lo cual teniendo en cuenta su reacción con el no viviente de media cara – y de acuerdo a la programación de Isaacs causaría que ella apartara a Jisun de su camino sin contemplaciones. Efectivamente, Alice giro su cuerpo y dio un salto para aplicar una patada lateral que iba dirigida directamente a la cabeza de Jisun. Alice estaba muy agradecida de que las habilidades en artes marciales de Jisun eran tan buenas como las de ella misma. Un cinturón negro tercer grado en Kenshikai karate, Jisun fácilmente esquivó la patada y rodó por el pavimento del estacionamiento. Por otro lado, la patada de Alice pegó contra la ventanilla del asiento del conductor, rompiéndola. Ella cayó al piso y rápidamente se puso de pie nuevamente. No había dolor, pero casi nunca lo había de todas maneras. Entre el T Virus y la manipulación de Isaacs, Alice estaba más allá de irrelevancias tales como el dolor ahora. Dolor físico al menos, angustia mental si, especialmente tan pronto como la batalla entre Jisun y ella comenzó. Jisun continuaba preguntándole a Alice que sucedía entre patadas y golpes, pero Alice no decía nada, no importaba cuanto ella tratase de hablar.

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A este punto, Jisun lanzó una patada voladora y su talón golpeó a Alice en su cabeza con una fuerza como para sacudir todos sus huesos, Alice cayó en el pavimento. Entonces Jisun sacó su arma, una glock que King le había dado. “¿Qué demonios está pasando?”. Preguntó con la respiración entrecortada. Moviéndose mucho más rápido antes que Jisun pudiera reaccionar, Alice golpeó a Jisun en la nariz con la palma de su talón. ¡No! Alice usaba todas sus fuerzas para tratar de detenerse pero nada funcionaba. Ella estaba segura que acababa de matar a una amiga. Pero entonces, Jisun se levantó, sangre brotaba de su nariz. Por suerte el golpe de Alice no había sido lo suficientemente fuerte como romper su cráneo y enviar fragmentos de hueso al cerebro. O quizás simplemente, Jisun había movido su cabeza para esquivar el impacto. Dentro de la camioneta, Angie estaba gritando, tal vez lo había hecho durante todo este tiempo. Alice ni siquiera lo había notado. Tres no vivientes arrastraban sus pies hacía ellas. Alice quería dispararles en la cabeza, pero solo fue capaz de sacar su arma, pero no podía apuntar el arma hacía ellos. En vez de eso, le apuntó a Jisun.

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Por su parte, Jisun no dudó, le disparó a Alice en el hombro. Esta vez, si hubo dolor, aunque fue breve, fue cuando ella sintió el calor de la bala entrando en su hombro, sentía su carne y músculos desgarrándose por el proyectil. Antes de que Alice pudiera reaccionar, un cuarto no viviente que ella no había visto apareció detrás de Jisun. Los gritos de Angie se hicieron más fuertes. Jisun lo vio girando su cabeza por encima de su hombro y le disparó en la cabeza con su arma – pero para entonces el daño ya estaba hecho, la criatura la había mordido en el hombro. De alguna manera el programa de Alice pudo reconocer lo que había sucedido, y ella se dio la vuelta, bajando su arma y abriendo la puerta de la camioneta. “Alice, no hagas que te dispare de nuevo.” Pero cuando Alice se volvió a mirarla, Jisun estaba muy ocupada combatiendo los tres otros zombis como para poder cumplir con su amenaza. Una vez más, Alice trató de esforzarse en ayudar a su amiga y no en lastimarla. De nuevo, falló. En vez de ayudar, ella se metió en la camioneta, ignorando los vidrios que había dentro de ella y encendió el motor. “¿Alice, que está pasando?”. Angie le preguntó. Sus gritos habían cesado.

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Alice puso en marcha la camioneta y salió de la calle Third, condujo a través de varias calles locales hasta que finalmente encontró la I_65. Ella condujo durante horas, primero siguió por la 65 hacía el norte en dirección a Gary, luego al este por la I_94, sin detenerse hasta que el tanque de gasolina estuvo casi vacío. Cuando esto sucedió, a las afueras de Albion en la ruta 94, ella giró para entrar en una desierta estación de servicio Enco. En realidad, todo el pueblo de Albion parecía estar abandonado. No pasó mucho tiempo hasta que Alice tomó la bomba y cargó combustible para luego volver dentro de la camioneta. No sentía dolor en su hombro. La bala había salido de allí limpiamente y la herida había sanado por completo. Solo había un agujero y manchas de sangre en su camisa como única señal de que a ella le habían disparado. Angie podría haber corrido cuando ellas se detuvieron, pero ella era una niña lista. ¿Adónde hubiese ido? Estaban en un pequeño pueblo de Michigan, a donde la llevaría, ella era solo una niña sin apoyo. Ella era inmune a los zombis, eso era cierto – ellos simplemente la ignoraban de la misma forma que lo hacían con Alice- pero ella sabía que estaba más segura dentro de la camioneta con Alice que sola afuera en medio de Michigan por su propia cuenta, aun cuando Alice estaba actuando muy extraño. Finalmente, ellas se dirigieron hacía Detroit. Sorpresivamente, dada su reputación, esta era una de las pocas ciudades que no había sido saqueada por vándalos ni había sido abrumada por los zombis.

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Debido a esto, había un puesto de control con autos de policía y grandes camionetas negras bloqueando la entrada a la ciudad, y varios guardias de seguridad de la Corporación Umbrella vigilando en el lugar. Como era de esperar, los guardias de Umbrella estaban mejor equipados y armados que la policía de Detroit. Alice esperaba ansiosa que su cuerpo secuestrado se estrellara contra el cordón de seguridad, pero su pie se movió y presionó el freno. Una policía local y un matón de Umbrella, cuyas placas llevaban grabados los nombres de PLEXICO y FURNARI, permanecían afuera parados cerca de la ventanilla del lado del acompañante del conductor, Alice atentamente presionó el botón para bajar la ventanilla. “Lo siento señora” –comenzó Plexico – “pero esto…” Furnari interrumpió. “Déjenla pasar”. Alice finalmente pudo recordar ese nombre, Furnari era una de las personas a quienes ella había entrenado en los viejos tiempos cuando estaba en la División de Seguridad. Recordaba a Furnari como un lame botas o algo así. Plexico se dio la vuelta. “¿Qué dices? Mira yo estoy permitiendo que ustedes idiotas nos ayuden por pura cortesía. Pero no voy a permitirle a cualquier perra que entre solo porque ustedes lo digan.” Furnari no parecía impresionado ante eso. “Ella pertenece a la División de Seguridad, y la niña dentro del coche es un importante sujeto de prueba. Su presencia en

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nuestras instalaciones es de vital importancia para encontrar una cura para el T-Virus.” “Me debes estar jodiendo”. Respondió Plexico dejando escapar un largo suspiro. “Muy bien como sea, muévanse.” La oficial tomó la radio que se encontraba sobre su hombro. “Suv, con placa de California, déjenla pasar”. Luego ella miró a Furnari, “Esta en tus manos, tonto” Ignorándola, Furnari miró a Alice. “Continúe señorita Abernathy. El doctor Isaacs la está esperando.” Alice deseaba golpear a Furnari en la nariz más que nada en el mundo, pero en vez de eso ella condujo la camioneta y siguió adelante, estaba complacida de saber al menos que Isaacs estaba detrás de todo esto. “Nos mataran a las dos”. Esta fue la primera vez que Angie hablo desde que salieron de Lafayette.

Angie continuó: “Ellos quieren disecarnos. Quieren saber porque nosotras somos inmunes cuando nadie más en el mundo lo es. Tienes que dar la vuelta.” Alice no dijo nada. Pero se imaginaba que si ella pudiera hacerlo, ella estaría llorando ahora mismo. Tan pronto como ella se acercó al cordón de seguridad, Alice escuchó una conmoción detrás de ella. Mirando por el espejo retrovisor, ella observó una camioneta que le era familiar aproximándose a alta velocidad por la 94 y sin ninguna intención de detenerse en el puesto de control.

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Era la camioneta de Molina. Y Carlos estaba al volante. Aun cuando ella estaba feliz de verlos, su pie apretó el acelerador. Alice había estado en Detroit una o dos veces en su vida y nunca había realmente aprendido la dirección correcta para ingresar a la ciudad, así que ella no tenía idea en que calle entrar una vez que salió de la carreta 94, pero no importaba a donde fuese, la camioneta de Molina – y después de que pasaron unos minutos varios patrulleros de la policía con sus sirenas encendidas – estaban detrás de ella. Por suerte, no había nadie más en las calles – aparentemente la ley marcial había sido declarada en Detroit, y no se le permitía a nadie salir a la calle sin autorización, por lo que Alice podía recorrer las calles a setenta KM la hora, sin que ningún otro vehículo se cruzase en su camino, salvo los coches que venían detrás de ella. Al doblar en una esquina se encontró frente a un enorme complejo de edificios con el logo de Umbrella – una muy bien diseñada U con un paraguas sobresalía en la parte derecha del letrero – en la parte superior del edificio. Las oficinas de Umbrella en Detroit siempre habían sido una rama inferior, pero ahora que habían sido eliminadas todas las sucursales de la costa oeste, las instalaciones de Detroit habían ganado importancia. Casi cincuenta guardias armados de la División de Seguridad las estaban esperando en la entrada del lugar, cuatro de ellos se apartaron para permitirle a Alice entrar con el vehículo, luego ellos cerraron la entrada y abrieron fuego contra la camioneta de Molina, la cual giro a la izquierda para seguir a Alice. Nuevamente por el espejo retrovisor, antes de entrar en el estacionamiento subterráneo, Alice vio como la camioneta arremetía contra la entrada e ingresaba, Carlos

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conducía, Molina y L.J le disparaban a los guardias de seguridad, quienes les devolvían el fuego dejando agujeros en la camioneta de Molina. Alice les deseo suerte en silencio, mientras ella se detenía en el lugar donde Isaacs y otros cuatro miembros más de la División de seguridad esperaban por ella. Vistiendo una bata de laboratorio sobre su camisa y corbata, Isaacs parecía amigable como siempre. Él casi sonrió cuando le dijo: “Bienvenida a casa Alice” “Gracias, doctor Isaacs” Alice respondió de mala gana. Mirando el asiento trasero de la suv, Isaacs agregó: “Y veo que has traído una amiga, muy considerada de tu parte, ya que nosotros nos preguntábamos que había sucedido con la desafortunada hija del doctor Ashford.” Él suspiró. “Sin embargo, me temo que ella no es de utilidad alguna. La forma del T-Virus que ella posee es la última, su padre la infectó tarde, con el mismo virus que ahora se encuentra flotando en el aire. El virus ha mutado demasiado como para que ella pueda ser de utilidad para nosotros.” Isaacs levantó la vista y miró directamente a Alice. “Por lo que me temo que deberás matarla.” Sin dudar, Alice levantó su arma y le apuntó directamente a Angie.

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DIECISEIS

DESPUÉS Claire caminaba alrededor del campamento que ellos habían levantado cerca del motel Camino del Desierto. Hacían esto cada noche, no siempre en un pueblo – estacionaban todos los vehículos formando un círculo y ellos permanecían dentro de él. De la misma forma que en el viejo oeste acomodaban las carretas para defenderse de los ataques de los indios. La diferencia era que en esa época los indios estaban simplemente defendiendo su territorio, pero Claire y su gente hoy estaban tratando de sobrevivir. La verdad era que ellos se parecían más a los indios, siendo invadidos por una fuerza superior. Era una maldita forma de pelear una guerra. Cada vez que el enemigo tomaba a uno de los tuyos, ellos añadían a uno más a sus propias filas. Era imposible ganar frente a esta situación. Claire algunas veces se preguntaba porque ella se molestaba en seguir peleando. Luego ella miraba la imagen de Chris en su visera, y ella continuaba. Mientras pasaba cerca de ellos – estaban preparando el fuego para cocinar, estiraban sus brazos, hablaban - cada miembro de la comitiva la saludaba. Ella no estaba muy segura como o cuando había sucedido – ella era solo un refugiado más que el equipo de Carlos había rescatado – pero a medida que el tiempo fue pasando, ella se convirtió en la

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líder del grupo. Ella no estaba realmente calificada – Carlos tenía mucha más experiencia en ese sentido, pero incluso él respondía ante ella después de un tiempo. L.J lo llamaba ‘un carisma natural’, el cual L.J mal pronunciaba como ‘Ka-razzmuh’, y Claire pensaba que esa era la mejor explicación de todas. Ella pasó al lado del generador y saludó a Kmart, quien le devolvió el saludo con un destornillador. La chica estaba ajustando el generador para asegurarse de que todo estuviese en orden. Cuando ellos la encontraron, ella había logrado mantenerse con vida haciendo uso de diversas piezas de equipos de supervivencia que se encontraban en la tienda en perfecto estado, y ella se había convertido en una experta mecánica aprendiendo por su cuenta. Lo siguiente a su paso fue el tanque de combustible Enco, Chase MacAboy se encontraba en el techo abriendo la compuerta. Como siempre, Chase estaba usando su sombrero de vaquero, Claire estaba casi convencida de que la cosa estaba químicamente adherida a su cuero cabelludo. Mirando hacia él, ella le preguntó, “¿Permiso para subir a bordo?” Chase sonrió. “Permiso concedido”. Además él le murmuró, “como si lo necesitases”, usando un todo de voz lo suficientemente alto para que solo ella escuchase. Claire también sonrió mientras subía la escalera para llegar junto a él. Era importante para ella mantener ciertos protocolos y rituales. En muchos sentidos, era todo lo que a ellos les quedaba.

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“¿Ya le has echado un vistazo a la estación de gasolina?” Preguntó Claire mientras llegaba arriba. Sacando una larga varilla para medir del interior del tanque ahora que la compuerta ya estaba abierta, Chase sacudió su cabeza, “Huesos secos” “¿Y cómo está aquí?” Haciendo una mueca con su rostro, Chase examinó la punta de la varilla. Tenía un poco de gasolina y muchas capas de óxido. Él la miró. “Si puedes hacer andar los vehículos con herrumbre, entonces estamos muy bien.” “Maldición”. Claire también sacudió su cabeza. “Estoy empezando a pensar que vamos a tener que conducir hasta Texas y ponernos a excavar para conseguir petróleo.” El rostro de Chase palideció. “Dejemos eso como un último recurso, ¿de acuerdo?” “Estaba bromeando Chase”. Claire le respondió poniendo una mano sobre su hombro. Claire no sabía demasiado acerca del pasado de Chase – ellos lo habían encontrado en Oklahoma - pero ella sabía que él provenía de algún lugar en Texas. Obviamente, algo le había sucedido a él allí. “¿Hay algo de lo que quieras hablar?” “No por ahora.” Él dibujo una sonrisa valiente en su rostro la cual era increíblemente falsa y exageró su acento. “Estaré bien, pequeña dama, nada de qué preocuparse”. Claire asintió con la cabeza y bajó por la escalera. Él necesitaba terapia. Todos ellos la necesitaban, pero

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actualmente los zombis tenían a todos los psiquiatras en su poder. En la camioneta 8X8, Otto estaba repartiendo la cena: latas conseguidas por todas partes, todas con sus etiquetas caídas. Con una sonrisa y un guiño, Otto tomaba una lata al azar, la sacudía y anunciaba su contenido con seguridad. El hecho de que él hablaba tonterías al grupo no era de importancia alguna debido a las sonrisas que él lograba provocar con esto. Probablemente él había sido un gran maestro. “Cerdo y frijoles”, le dijo a un miembro de la comitiva que se acercaba. Luego él tomó otra lata, la sacudió y se la entregó a Becky. “Duraznos” La siguiente era Ida, una niña pequeña de casi ocho años. Otto sacudió la lata y dijo firmemente: “Comida para gato” La cara de Ida cayó desanimada. “Era una broma” Otto dijo rápidamente. “Cerdo y frijoles” “¿No hay duraznos?” Ida le preguntó, su cara se había iluminado. “Tal vez tú puedas negociar con Becky” Ida tomó la lata y corrió hacía Becky. “Claire Redfield”. Otto mencionó su nombre a medida que ella se acercaba. Otto tomó una lata también sin

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etiqueta y sintió su peso primero. “Sopa”. Luego la sacudió. “Crema de champiñones” Poniendo los ojos en blanco, Claire le dijo: “Mentira”. Ella tomó la anilla y abrió la lata. Dentro se encontraba la sopa de crema de champiñones. Ella la olfateó para asegurarse de que estuviese en buen estado, y el maravilloso olor de los champiñones invadió sus fosas nasales. “Pero qué demonios. ¿Cómo rayos lo haces?” Moviendo sus cejas Otto le respondió. “Yo tengo mis habilidades”. Después suspiró. “Por desgracia es un arte que está muriendo.” Él movió hacía atrás la cubierta de lona que cubría la camioneta 8X8, al hacer esto se podían ver acerca de cuatro docenas de latas. Eso les duraría a ellos un día o dos. “Es todo lo que queda, y eso incluye a las que he conseguido aquí, más precisamente en el estante vacío de aquí”. “¿No había nada?”. Otto negó con su cabeza. “La alacena, estaba como dicen, pelada. Ven aquí el miércoles, vamos a estar jodidos.” Claire frunció el ceño. “Pensaba que hoy era miércoles” “Yo pensaba que era lunes”. Otto se encogió de hombros. “Hoy es un día de esos que terminan es s”

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“Muy gracioso ja”. Claire suspiró y levantó la lata abierta. “Gracias por esto”. “No hay problema jefa” Mirando alrededor de ella, Claire vio que uno de los fuegos que habían encendido para cocinar estaba al lado del vehículo con la antena. Mikey estaba probablemente allí con la radio. Una lata estaba al lado del fuego, salía una gran cantidad de humo de ella. Claire la tomó – era carne envasada, y se estaba empezando a quemar – y ella puso su propia lata de sopa en el fuego. Subiendo los escalones de la camioneta- la cual Lyndon había acondicionado para que fuese un centro de comunicaciones antes de morir- ella vio a Michael Faeber, vistiendo su usual camisa blanca y sus gruesas gafas de plástico. Él además llevaba puesto un auricular en su oreja y hablaba a través de un pequeño micrófono. “Este es el convoy de Claire Redfield, ubicación actual Motel Camino del Desierto. Latitud 35, longitud 115. Este es un llamado a los sobrevivientes. Repito este es el convoy de Claire Redfield. Nuestra ubicación actual es el Motel-” Cuando sintió a Claire acercarse, él se dio la vuelta, asustado al principio, luego dejó ver una tonta sonrisa cuando se dio cuenta de que era Claire. “Oh, uh, hola” Ella le dio su comida. “Casi la dejas quemar” “Mierda, lo olvidé”. Él se sonrojó. “Perdón por mi francés” Claire trató de no poner sus ojos en blanco. “Realmente no me interesa para nada como hablas Mikey, ¿el perímetro está cubierto?”

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Mikey asintió. “Ya está casi listo” “¿Quién está afuera?” “Olivera” Podía imaginarse a Carlos conduciendo el cuadriciclo que ellos habían obtenido de Irwin junto con los centinelas. Todo el equipo había sido instalado en esa camioneta por Carlos y Mikey, junto a Lyndon que ya había fallecido y Emma. Los centinelas eran cuatro postes metálicos con un equipo electrónico en la parte superior, incluidos sensores de movimiento, un infrarrojo y un equipo de baterías que le permitía a los centinelas sobrevivir durante tres días. Las baterías eran recargadas cada mañana con la batería de la camioneta 8x8, un método que era de utilidad solamente si ellos tenían combustible. “Dame eso”. Claire tendió su mano y Mikey le entregó el micrófono de la radio y el auricular. “Hey, Carlos” Después de un segundo, Carlos le respondió, el rugido del motor del cuadriciclo podía escucharse de fondo. “Claire” “De tanto fumar te has vuelto lento. Mueve tu culo viejo. Quiero mi perímetro asegurado” “Será un placer como siempre, Claire.” La sonrisa de Carlos podía escucharse. Sonriendo, Claire le entregó el micrófono y el auricular a Mikey.

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“¿Eras antes un guía motivacional? Mickey le preguntó. “Si no, deberías haberlo sido. Podrías motivarme a mí con mi trabajo de mierda. Perdón por mi francés.” Antes de que Claire pudiera ya por centésima novena vez aclararle de que a ella no le importaba una mierda como él hablaba, las pantallas en frente de Mikey se iluminaron mostrando unas imágenes de un color verdoso. Esas imágenes provenían de la cámara de los centinelas. La mayoría solo mostraba imágenes del desierto. Unas cuantas mostraban unos pocos edificios que estaban cubiertos de arena. Mikey chequeaba que todo estuviese en orden. “Última centinela en posición. Perímetro cubierto y en funcionamiento. Todos los censores están en línea. Las cámaras al 100%”. Él miró a Claire. “Estamos seguros” “Bien”. Disfruta tu cena. Claire salió de la camioneta y tomo su lata del fuego al mismo tiempo que Carlos se acercaba con el cuadriciclo. Mientras apagaba el motor Carlos hizo una señal en dirección de la camioneta con su cabeza. “¿Has tenido suerte?” La voz de Mikey podía escucharse desde adentro, una vez más dando sus coordenadas con la esperanza de que alguien le contestase. “No” Claire respondió sacudiendo su cabeza. “Y este lugar está muerto, no hay comida, no hay gasolina, nada de nada.”

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“¿Cuánto más lejos podemos ir?” Claire se encogió de hombros. “Tal vez dos días más. No sé qué hacer.” Carlos puso una mano en su hombro. “Tenemos que seguir luchando. No importa lo que suceda, no nos rendiremos. Eso es lo que tenemos que hacer.” Claire miró a Carlos a los ojos. Él había estado peleando desde mucho tiempo antes de que ella siquiera supiese donde se encontraba Raccoon City en el mapa. Recordaba haber visto la historia en las noticias, todo eso acerca del reactor nuclear, mirando a Chris ella le había preguntado si él sabía en qué estado se encontraba Raccoon City, Chris tampoco sabía. Desde entonces… Claire se alejó de esos pensamientos. Y le brindó a Carlos una mirada que ella rogaba que fuese alentadora. “De acuerdo”

Carlos asintió con la cabeza y dejó el cuadriciclo en la camioneta 8x8, donde ellos lo guardaban. Además Carlos todavía no había comido su cena. Las cucharas eran un lujo, así que Claire comenzó a beber su sopa directamente desde la lata. La sopa estaba aguada, apenas si podía sentirle el gusto a los champiñones, pero era la mejor comida que Claire había probado.

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Claire se encaminó hacía la Hummer. Le había llegado la hora de dormir un poco. Carlos observaba la cabeza de Claire desde arriba de la camioneta y se preguntaba si ella en realidad se daba cuenta de lo importante que era. Lo más probable es que ella no se diese cuenta, por eso ella era una buena líder. Por su parte, Carlos estaba feliz habiéndole delegado el mando. Él había tenido bajo su mando tanto hombres como mujeres anteriormente, y todo había acabado muy mal. Cada vez que él estaba a cargo de alguien, ahora mismo recordaba a Nicholai y a Yuri y a J.P y a Jack y a Sam y a Jessica. Ellos habían sido un gran equipo, uno realmente muy bueno. Y eso fue hasta que Carlos tomó una simple decisión, salvarle la vida a una mujer. Se suponía que ellos solo iban en una misión de reconocimiento. Ellos estaban sobrevolando la ciudad de Raccoon City para asegurarse de que todo el personal de Umbrella hubiese sido evacuado. Carlos vio que una mujer estaba siendo perseguida por una horda de zombis, y el bajó para ayudarla. El resto de su equipo lo siguió, ellos eran muy leales. Esa lealtad les provocó la muerte. El helicóptero los abandonó y ellos fueron dados de baja por la empresa ya que todos ellos eran prescindibles. Lo peor de esto es que ellos ni siquiera pudieron salvarle la vida a la mujer. Después ellos uno por uno fueron muriendo: primero J.P luego Jack, ambos luego se convirtieron en zombis. Carlos

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tuvo que dispararle a J.P en la cabeza y Jack asesinó a Jessica y mordió a Sam antes de que esta le rompiera el cuello. Ella se quitó la vida después de la mordida. Yuri también acabó infectado, y pronto lo perdieron también y finalmente Nicholai fue mutilado por esos malditos perros en la escuela. Seis personas. Su equipo. Su responsabilidad. Todos murieron porque Carlos quiso salvarle la vida a alguien. Luego él quiso intentarlo de nuevo, con el equipo de rescate y falló otra vez. Desde Jisun, King, Molina, y Briscoe hasta Lyndon, Heidy y Alex – sin mencionar la desaparición de Alice, la captura de Jill en Idaho y la pobre Angie- Carlos seguía perdiendo personas a su cargo. Pero ya no más. Él dejaría a otra persona al mando. Él ya había tenido suficiente. Carlos ingresó en la camioneta donde se encontraba la radio. Mikey estaba haciendo lo suyo. “Estamos en un convoy. Buscamos sobrevivientes”. Él suspiró y una pizca de frustración elevó su habitual tono profesional. “¿Hay alguien allí afuera? Buscamos sobrevivientes. ¿Hay alguien afuera?” Tan solo para distraerlo un poco, Carlos le preguntó: “¿Hay alguien?” Quitándose el auricular de su oreja izquierda, Mikey sacudió su cabeza. “Nada. Lo mismo que la semana pasada y la anterior a esa.” Carlos asintió con su cabeza. “Y lo mismo que la anterior a esta última”

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“Estoy empezando a creer que ya no hay nadie más allá afuera, que somos los últimos” Desde que partieron de California con Betty y Emilio – y no encontraron a nadie más en toda la Costa Oeste – Carlos había sentido exactamente lo mismo. De alguna manera, él trataba de ahuyentar ese pensamiento de su cabeza. Pensar así no ayudaba en nada. A pesar de ya no creer en un Dios, Carlos le rogó para que la mirada que él le estaba dando a Mikey fuese alentadora, él le dio una palmada en la espalda. “No te preocupes. Habrá más personas. Tiene que haber.” Y las palabras de Carlos eran ciertas. De ninguna forma podía ser que ellos fueran las últimas treinta personas en la Tierra. No podía ser. El mundo era un lugar enorme, y el T-Virus no podía haber llegado a todas partes. Él se aferraba a esa esperanza. Era todo lo que a ellos les quedaba.

DIECISIETE

ANTES La bala destrozó la cabeza a Angie Ashford, salpicando toda la ventana trasera de la SUV. En su mente Alice gritaba. NOOOOOOOOOOOO! Pero su cuerpo se negaba a cooperar.

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Eso al principio. Luego Alice se dio vuelta y les disparó a los dos guardias de seguridad cercanos a ella. Alice también le disparó a Isaacs, pero tan pronto como ella había girado para dispararle, él se había escapado y otros dos guardias lo estaban cubriendo. Alice les disparo a ambos en la cabeza. En el instante en que ella llegaba al final del pasillo, Alice vio que Isaacs se escapaba usando el ascensor. Sin dejarse intimidar por esto, Alice corrió hacía las puertas del ascensor que estaban cerradas, introdujo sus dedos en la unión de las puertas, respiró profundamente y comenzó a separarlas. Esto no significó ningún esfuerzo para ella. Mientras se escuchaba el sonido del metal tensionado, las puertas comenzaban a separarse. Mirando hacia arriba ella vio el ascensor elevándose. Ella sonrió. Se agachó y saltó en el aire, sus dedos se sujetaron a las rejas del ascensor. Se detuvo por un segundo para sujetarse firmemente de la reja, y empezó a balancearse hacia atrás y adelante, y cuando el ascensor se detuvo ella tomó un fuerte impulso y saltó hacía arriba, el ruido de sus botas chocaron con fuerza en la parte superior del ascensor. Un par de golpes más con sus botas y Alice lograba hacer un agujero en el techo lo suficientemente amplio como para que ella pudiese deslizarse dentro del ascensor. Una vez

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que ella estuvo dentro, descubrió que el ascensor estaba vacío. Alice giró para ver a su alrededor y se encontró con la imagen de Isaacs que se encontraba allí de pie junto a dos matones más que le apuntaban a ella con una MP5. Antes de que ella pudiese levantar su propia arma Isaacs le ordenó, “Detente” Y ella le obedeció. “Ven conmigo”. Isaacs se dio vuelta y caminó hacia afuera. Obedientemente, Alice lo siguió. Ella trató de luchar contra ella misma, pero no podía dejar de caminar por detrás de Isaacs. Sus piernas no obedecían sus instrucciones. Sus brazos, sin embargo, si lo hacían, ella se sorprendió cuando vio que podía moverlos por su propia voluntad. De inmediato ella le disparó a uno de los guardias y luego al otro. “Fascinante”, comentó Isaacs sin siquiera preocuparse por sus empleados que ahora estaban muertos. “Baja el arma y no realices ninguna acción sin mi expresa instrucción.” Alice bajo su arma y ya no pudo volver a levantarla. Lo que fuese que este maldito le había hecho tenía un control más limitado de lo que Isaacs pensaba, pero

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también este control parecía estar ligado directamente a sus instrucciones. Luego sonó la alarma. “Llamado a todo el personal de seguridad”, dijo una voz por medio del alta voces. “Todos los miembros del personal de seguridad deben dirigirse a la entrada principal.” Isaacs tomó su teléfono fuera de su chaqueta. “¿Qué está sucediendo?” “Intrusos, señor”. Le respondió la misma voz, ahora se escuchaba más baja por el teléfono. “Ellos siguieron al proyecto Alice a través del cordón. Señor, uno de ellos es Olivera.” “Maldición”, murmuró Isaacs. Él miró a Alice y luego habló a través del teléfono. “Detenlos, has lo que sea necesario.” Alice se dio la vuelta y salió corriendo. Ella no había tenido intenciones de hacerlo, pero ella no podía detenerse. Escuchó a Isaacs hacer un ruido, como si hubiese comenzado a hablar, pero luego no escuchó nada más viniendo de él. Él no había dado ninguna instrucción para ella, pero su actual sistema nervioso controlado había respondido de todas maneras. Al parecer, Isaacs vio que esto sería benéfico para él, así que la dejó marcharse. Alice trató de detenerse una vez más, y volvió a fallar. La única vez que ella había estado en las instalaciones de Detroit había sido una tarde en la que se encontraba aburrida en la mansión y por eso había viajado a

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Detroit a hacer un curso de reconocimiento - la mansión era el lugar donde a ella y a Spence los habían asignado para custodiar la seguridad de la Colmena durante varios meses. A pesar de su poco conocimiento del lugar, Alice corrió directamente hacía la entrada principal. Cuando ella llegó, se encontró con que Molina estaba cojo, Carlos estaba furioso y había varios cuerpos en el piso, uno de ellos era King. No había señales de Briscoe y L.J. “Alice” Carlos gritó su nombre apenas él la vio. “¿Qué demonios está pasando?” “Carlos, tienes que salir de aquí”. Sus brazos se levantaron y ella le apuntó a Carlos directamente a la cabeza. Luego empezó a bajar el arma. El programa de Isaacs se estaba debilitando. Al menos por ahora, no había ninguna instrucción de ese bastardo. “Sal de aquí ahora Carlos” Alice repitió, luego agregó. “Consigue ayuda médica para él, pero tienes que largarte de aquí ahora.” “No sin ti” “Si. Te irás sin mí. Confía en lo que te digo, ¿de acuerdo? Si no te vas ahora morirás igual que King y Angie”. Los ojos de Carlos se abrieron grandemente al escuchar esto. “¿Angie está muerta?”

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“Si. Ellos la asesinaron.” Esto no era una mentira del todo. “Y ellos te matarán a ti también. Sal de aquí.” Se oían pisadas que se acercaban por el pasillo. “Vete, ahora” Todavía Carlos seguía mirándola fijamente. Molina le habló a Carlos. “A la mierda, Olivera, ella quiere que nos vayamos, y eso debemos hacer. Irnos. Ya perdimos a Burton y a King, nosotros no podemos… “No podemos perderla a ella también, si lo hacemos –“ Alice lo interrumpió. “Ya me has perdido Carlos, solo vete de aquí” Cuatro guardias de seguridad corrieron hacia ellos, y Alice procedió a derribarlos uno por uno, volándoles la cabeza a todos antes de que el primero de ellos siquiera llegara al piso. “Lárgate” Molina ya estaba saliendo. Pero Carlos seguía mirando intensamente a Alice con sus profundos ojos marrones. Los dos habían pasado juntos por el infierno, se salvaron mutuamente la vida docenas de veces. Alice no había tenido muchos amigos en su vida, y los pocos que había tenido, los había perdido. Más recientemente, ella había matado a uno con sus propias manos. No importaba que fuese bajo el control de

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Isaacs, fue su dedo el que apretó el gatillo que terminó con la vida de Ángela Ashford. Pobre pequeña Angie, quien en realidad, los había salvado a todos, ya que ellos pudieron llegar al helicóptero y escapar de Raccoon City antes de que lanzaran la bomba gracias a que el padre de Angie les hizo saber de este en agradecimiento por haber salvado a su hija. Ella no podía permitir que esto volviera a pasar. Le gustara o no, el equipo de rescate tendría que continuar sin ella. Como estaban las cosas, ella era directamente responsable de la muerte de Jisun, Angie y King. ¿Cuántos más iban a morir por culpa de Isaacs y su ridícula obsesión con ella? No. Esto tenía que terminar. Carlos debió haber visto algo en los ojos azules de Alice porque finalmente él miró hacia otro lado. “Bien. Vayámonos”. Carlos siguió a Molina en dirección a la salida. Alice corrió en otra dirección, sin permitirse mirar hacia atrás. Solo tenía que llegar a la habitación con una terminal de computadora y alejarse de Isaacs. Sin que él pudiese darle instrucciones, ella podía luchar contra esto, pero ella tenía que arreglar las cosas para que nunca más él pudiese darle una orden directa. Lo que significaba que él no debía poder volver a encontrarla. Otra razón para alejarse de las demás personas. Años atrás Alice había sido reclutada por Umbrella para unirse a la División de Seguridad. Le habían prometido que ella ganaría más dinero y que contaría con más oportunidades para obtener ascensos que las que le ofrecía el

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Departamento del Tesoro. Debido a que ella no podía formar parte del Servicio Secreto, esto era porque Alice se había unido al Departamento del Tesoro en primer lugar, ella aceptó el ofrecimiento de Umbrella. Esta puede haber sido la decisión más estúpida que ella había tomado en su vida. Pronto se dio cuenta que sus nuevos empleadores eran un nido de avispas. Cada intento de ella por detenerlos, con la ayuda de Lisa, había fallado. La raza humana había sido golpeada con una extinción gracias a los pecados de los empleados de Umbrella: la codicia de Spence, por la que llegó a robar el T-Virus e infectar toda la Colmena con tal de borrar sus huellas, la estupidez de Cain que reabrió la Colmena y esto provocó la infección en Raccoon City y la curiosidad científica de Isaacs, su actitud inhumana, convirtiéndolos a ella y a Matt en monstruos.

Y ahora Isaacs le había quitado el único medio que ella tenía para poder ayudar a los sobrevivientes, obligándola a alejarse de las únicas personas en el mundo en quienes ella podía permitirse confiar. Hijo de puta. Ella encontró la terminal de un ordenador en una habitación vacía y comenzó a trabajar...

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SEGUNDA PARTE LA LUCHA POR LA SUPERVIVENCIA

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DIECIOCHO

Alice tenía la intención de dormirse tan pronto como ella acampara en algún lugar de Nevada, pero mientras ella comía su lata de carne, comenzó a leer el cuaderno que había encontrado al lado del cuerpo sin vida en la gasolinera Enco. Las últimas páginas de este cuaderno eran todo acerca de un lugar llamado Arcadia en Alaska. “Escuché la transmisión otra vez”, el autor había escrito. “Ellos están transmitiendo desde un pueblo en Alaska. No hay infección. No hay muertos vivientes. Ellos están aislados…están seguros.” Entremezclados con la escritura que cada vez era más descuidada, había folletos de revistas sobre Arcadia. Uno era sobre osos polares, pero había fotos de Arcadia en ese folleto. El cuaderno entero era un monumento a Arcadia. Alice sabía bien que debía haber lugares así. Si bien era un hecho que la infección se había expandido en todo el mundo, nada podía llegar a tener un alcance y poder de penetración del 100%. Pueblos aislados como Arcadia tenían una gran posibilidad de estar libres del T Virus. Para cuando Alice terminó de leer todo, el fuego que ella había encendido se había extinguido casi por completo.

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Dejando que terminara de apagarse por sí solo, ella se recostó esperando poder descansar y dormir. No es que ella contara de seguro con eso, la última vez que ella había podido dormir bien de noche, Spence estaba a su lado. Sin embargo, ella se apoyó sobre su costado, cerró sus ojos y espero lo mejor. Sus sueños eran desagradables, sin embargo últimamente no habían sido terribles. La noche estaba tranquila. Mucho más silenciosa de lo que las noches en el desierto suelen ser. Incluso los animales habían sido afectados por el T Virus. Alice se quedó dormida. … La bala salió. … “¿Sabes qué es esto? Es una lapicera. ¿La ves? Intenta… “La…la...” “Lapicera” “La...picera” “Mírame. ¿Puedes ¿Recuerdas tu nombre?”

recordar

algo?

“Mi nombre…mi nombre…mi nombre…”

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¿Hm?


“La quiero 24 horas en observación. Quiero un análisis completo de sangre y un análisis químico de electrolitos para el final del día”. “Mi nombre…” “Señor –“ “Pruebas para testear sus reflejos avanzados son también de prioridad” “Mi nombre…” “Quiero que se monitoreen sus impulsos…” “¡Señor! –“ “¿Qué sucede?” “Mi nombre es Alice, y recuerdo todo…” La bala salió disparada en el aire. … “Parece que conseguimos el trabajo divertido”. “Divertido. Claro”. “¿Qué acaso no te gusta pasar tu tiempo en la mejor mansión del Estado haciendo nada por tres meses?” “En realidad no. Yo no tomé este trabajo para sentarme sobre mi trasero”. “Que pena. Tienes un lindo trasero…”

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La bala salió disparada en el aire y se movía como si viajara en cámara lenta. “¿Cuál es el plan?” “Sobrevivir” “¿Eso es todo?” “Eso es todo”. “Buen plan. ¿Debería pintarme un blanco en la cabeza?” La bala salió disparada de su arma en el aire y se movía como si viajara en cámara lenta. … “Les fallé. A todos. Les fallé a todos”. “Escucha. Hiciste todo lo que pudiste. La Corporación es la culpable, no tú. Y nosotros finalmente tenemos pruebas. Esto significa que Umbrella no…no se saldrán con la suya. Nosotros podemos… “¿Qué sucede?” “¡Aaaaaaahhhhh!” “Estás infectado. Vas a estar bien - yo no voy a perderte…” La bala salió disparada de su arma envuelta en una nube de humo y se movía como si viajara en cámara lenta. ...

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“¿No entiendes lo importante que eres para nosotros? Aquella criatura es una cosa, pero tú. Tu eres algo muy, muy especial. De alguna forma tú creaste un vínculo con el T-Virus a nivel celular. Lo adaptaste. Lo cambiaste. Te convertiste en algo magnifico.” “Me convertí en un fenómeno”. “No. Lejos de eso. Tú no eres una mutación, tú eres evolución. Piensa en ello. Nos tomó cinco millones de años dar un paso en la evolución. Tu diste ese paso en menos de cinco días. Con nuestra ayuda, piensa simplemente lo que podrías lograr. Ahora, ¿Quién puede entender eso? ¿Quién puede apreciar esto? Solo nosotros – nadie más. ¿A dónde más puedes ir?” “¿Y qué pasará con él?” “La evolución tiene sus errores. Ahora acaba con esto. Toma tu lugar a mi lado.” … La bala salió disparada de su arma envuelta en una nube de humo y se movía como si viajara en cámara lenta. Los ojos de Angie se abrieron grandemente. … “No vas a rendirte, ¿no es así?” “Soy persistente. No me doy por vencido a menos que consiga lo que quiero. Es lo que me hace bueno en mi trabajo.”

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“Que suerte ya que no llegaras a ningún lado con esa cara”. “Hey, ¿y que hay acerca de mi bello trasero?” “¿Y porque piensas que estoy mirando a tu trasero en vez de a tu cara?” “¡Outch!, dispara al corazón”. “No te preocupes Spence – si alguna vez voy a dispararte, me aseguraré de hacerlo entre medio de tus ojos”. … La bala salió disparada de su arma envuelta en una nube de humo y se movía como si viajara en cámara lenta. Los ojos de Angie se abrieron grandemente. Aun así ella no parecía demasiado sorprendida. … “¿Porque – porque me estás diciendo esto? ¿Me lo dices porque vas a matarme?” “Yo puedo lucir como una chica Bond Lisa, pero no soy una villana Bond. No te traje aquí para asesinarte. Te traje para que hablemos.” “¿Acerca de qué?” “Pensé que era obvio. Después de todo, Mahmoud al-Rashan era tu amigo – y no puedo imaginarme que la respuesta que Umbrella le dio a su esposa halla aliviado su dolor. Hay que tener muchas agallas para hacer lo que tú hiciste. ¿Quieres el virus?

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“Puede ser”. “Yo puedo ayudarte a conseguirlo. Tengo acceso a la sección de seguridad, a los códigos de vigilancia, el laboratorio”. “¿Pero - ?” “Pero va a haber un precio”. “Lo que sea”. “Me tienes que garantizar que vas a acabar con esta Corporación”. … La bala salió disparada de su arma envuelta en una nube de humo y se movía como si viajara en cámara lenta. Los ojos de Angie se abrieron grandemente. Aun así ella no parecía demasiado sorprendida. Ella siempre había sido muy madura a pesar de su corta edad. … “¿Quién diablos eres tú?” “Mi nombre es Alice. No estamos seguros aquí. El virus se propagará”. “No mierda. Yo soy el Sargento Peyton Wells. Y Jill Valentine es una de mis mejores oficiales”. “Estoy impresionada de que aún sigas en el pueblo”. “Proteger y servir. Eso es lo que hacemos”.

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“¿Acaso tu no estabas suspendida?” “Así es. Yo vi zombis en las montañas Arklay. Todos pensaron que yo estaba loca”. “A este punto. Todos estamos locos”. … La bala salió disparada de su arma envuelta en una nube de humo y se movía como si viajara en cámara lenta. Los ojos de Angie se abrieron grandemente. Aun así ella no parecía demasiado sorprendida. Ella siempre había sido muy madura a pesar de su corta edad. Luego la bala cortó su piel. … “Sal de aquí Carlos. Consigue ayuda médica para él. Pero tienes que largarte de aquí ahora.” “No sin ti” “Si. Te irás sin mí. Confía en lo que te digo, ¿de acuerdo? Si no te vas ahora morirás igual que King y Angie”. “¿Angie está muerta?” “Si. Ellos la asesinaron. Y ellos te matarán a ti también. Sal de aquí.” “A la mierda, Olivera, ella quiere que nos vayamos, y eso debemos hacer. Irnos. Ya perdimos a Burton y a King, nosotros no podemos…”

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“No podemos perderla a ella también, si lo hacemos –” “Ya me has perdido Carlos, solo vete de aquí” La bala salió disparada de su arma envuelta en una nube de humo y se movía como si viajara en cámara lenta. Los ojos de Angie se abrieron grandemente. Aun así ella no parecía demasiado sorprendida. Ella siempre había sido muy madura a pesar de su corta edad. Luego la bala cortó su piel. Rasgando su adorable rostro. … “¿Qué crees que estás haciendo?” “Él está herido y la infección es rápida” “Yo estoy bien” “Hay que hacer algo de inmediato” “Él es mi amigo” “Entiendo. Pero después será más difícil. Tú lo sabes.” “No. Si empeoran las cosas

– lo arreglaré yo

misma.” “Como quieras. Esto no es nada personal. Pero en una hora o quizás dos como máximo, morirás. Luego, minutos más tarde, tú serás uno de ellos. Pondrás en peligro a todos tus amigos, tratarás de matarlos – tal vez lo logres. Lo siento, pero así son las cosas.”

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… La bala salió disparada de su arma envuelta en una nube de humo y se movía como si viajara en cámara lenta. Los ojos de Angie se abrieron grandemente. Aun así ella no parecía demasiado sorprendida. Ella siempre había sido muy madura a pesar de su corta edad. Luego la bala cortó su piel. Rasgando su adorable rostro. Perforando su cráneo. … “Es una jugada arriesgada.” “¿Cuál es la alternativa?” Podemos sentarnos sobre nuestros traseros y correr de los Federales. Mientras más tiempo esperemos, más fácil será para Umbrella cubrir todas las pruebas. Tenemos que conseguir gente que haga algo mientras que aún hay tiempo de hacer algo.” “Ya lo hice.” “¿Qué está hecho?” “Puse el video online, junto con todo el material obtenido de Raccoon City y sus confesiones. Tuve que ponerlo en dos videos por separado, ya que los sitios webs que estoy utilizando solo me permiten subir videos de hasta dos minutos de duración.” “¡Angie!. ¡Si pueden rastrearlo!” “No pueden. Use una dirección de e-mail que no puede rastrearse y también uno de los programas de mi papá

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para enmascarar la dirección de I.P. Nadie sabrá de donde salió”. La bala salió disparada de su arma envuelta en una nube de humo y se movía como si viajara en cámara lenta. Los ojos de Angie se abrieron grandemente. Aun así ella no parecía demasiado sorprendida. Ella siempre había sido muy madura a pesar de su corta edad. Luego la bala cortó su piel. Rasgando su adorable rostro. Perforando su cráneo, salpicando la ventana trasera de la SUV con carne y huesos. … “Te puedo dar el código, pero primero debes hacer algo por mí.” “¿Qué es lo que quieres?” “Hay alguien en tu grupo que está infectado. Necesito su vida a cambio del Código.” “El antivirus está en la plataforma – está justamente ahí.” “Lo siento - pero ese es un riesgo que yo no puedo correr.” “Ella está en lo cierto. Es la única manera. Vas a tener que matarme.” “No.” “De otra manera todos vamos a morir aquí.” …

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La bala salió disparada de su arma envuelta en una nube de humo y se movía como si viajara en cámara lenta. Los ojos de Angie se abrieron grandemente. Aun así ella no parecía demasiado sorprendida. Ella siempre había sido muy madura a pesar de su corta edad.

Luego la bala cortó su piel. Rasgando su adorable rostro. Perforando su cráneo, salpicando la ventana trasera de la SUV con carne y huesos. El cuerpo de Angie cayó hacía un lado, sin vida. “¡Noooooooo!” Alice se sentó violentamente y levantó su arma 9 milímetros para disparar. Todo alrededor de ella ardía en llamas. El fuego de su fogata se había incrementado, y varios cactus estaban en llamas también. Rocas y piedras flotaban en el aire – lo mismo que su BMW. Un segundo después de que ella despertara, todo cayó al suelo. El fuego se apagó.

“Mierda”.

Se acercó a su moto, la cual estaba destrozada por el impacto – o por su estallido de telequinesis. Ese poder la asustaba, y ella no lo usaba con frecuencia, aun cuando este podía resultar ser muy útil.

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Pero este sueño, este había sido el peor. Ella no estaba segura que podía haberlo provocado – el cuaderno posiblemente y su esperanza de una vida mejor – pero el resultado había sido la peor pesadilla que ella había tenido en toda su vida. Lo más triste de todo esto era que esta pesadilla simplemente eran sus recuerdos. Alice caminó y se acercó a su radio y la sintonizó en una particular frecuencia que ella había escuchado muchas veces anteriormente, pero nunca había actuado. “Este es el convoy de Claire Redfield, ubicación actual Hotel Camino del Desierto, latitud 35, longitud 115. Este es un llamado a los sobrevivientes”. Cubriéndose los hombros con las alforjas, Alice comenzó a caminar hacía la latitud 35, longitud 115. Ella solo esperaba poder volver a ver a Carlos de nuevo. Sam Isaacs maldijo la computadora cuando esta le informó - COMPATIBILIDAD GENETICA CON EL PROYECTO ALICE INCOMPLETA – 75 % DE PROBABILIDADES DE RECHAZO DEL SUERO. Lo que significaba que la Alice número 86 tenía solo un 25% de posibilidad de éxito. Este resultado difícilmente lo complacía - y mucho menos complacería a Wesker y a su banda de lunáticos. Isaacs golpeó con su puño el teclado y maldijo otra vez.

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“Doctor Isaacs” “Si”. Le respondió con irritación a la reina blanca. “¿Qué ocurre?” “Mis censores han detectado un aumento de actividad psiónica, tanto de ondas alfa como beta.” Lo que acababa de escuchar hizo que Isaacs se acomodara en su silla. Ninguno de los clones había mostrado la misma proclividad a la actividad psiónica que el proyecto Alice poseía. “¿De la número 87?” “No. La actividad no proviene de ninguno de los clones. Ha ocurrido afuera del complejo” Instintivamente, Isaacs dijo: “Eso no es posible”, luego se dio cuenta de que esas palabras eran muy idiotas en un mundo que había sido invadido por muertos vivientes y donde él pasaba todo su tiempo trabajando con una superpoblación de clones de una mujer con superpoderes. Los viejos hábitos, sin embargo, eran duros de matar. Con su habitual tono arrogante la reina blanca le dijo: “Mis censores han sido muy claros. Una masiva actividad psiónica fue detectada hace 15 minutos. Su centro está ubicado en el desierto”

“Centra el área de inmediato. Quiero la latitud y la longitud” “Por supuesto”

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Desde el incidente en Detroit, Isaacs había estado tratando de recuperar el proyecto Alice. Ella le había hecho algo a las computadoras y a sus propios implantes. Isaacs estaba seguro que si él podía llegar a estar con ella en la misma habitación nuevamente, él podría volver a controlarla, como cuando él había logrado que ella le disparara a la niña Ashford, pero lograr que ella hiciese eso había resultado ser muy problemático. Ella había sido inteligente también – no había usado sus habilidades psiónica abiertamente y se había mantenido fuera del radio del satélite. Pero ahora, había una posibilidad. Y una vez que él lograra traer de vuelta al proyecto Alice, todo lo demás fluiría mucho mejor…

DIECINUEVE L.J revisaba su herida, sentado en la ambulancia mientras esperaba por Betty. Tan pronto como vio el estado de putrefacción de la misma en su brazo, debido a la mordida que le había propinado el maldito zombi, él se preguntaba para que siquiera se había molestado en revisarla. En realidad él debería estar agradecido. Después de todo, él no era nada especial, él solo era un simple estafador que había tenido suerte. Pero ahora su suerte se había ido a la mierda.

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Todos ellos habían desaparecido y habían muerto, y L.J continuaba. Primero fue esa asociación secreta con Alice, Carlos, Angie y Jill. Luego a Jill se la llevaron los federales, y ellos empezaron a sumar a otras personas, formando esa otra mierda que era el equipo de rescate. L.J y Carlos eran los únicos que quedaban, Alice y Jill habían desaparecido, y los demás estaban todos muertos. Excepto estos últimos treinta. Y pronto, lo estaría L.J. Mierda. Alguien golpeó la ventana sacando a L.J de sus pensamientos. Él se cubrió la herida lo más rápido que pudo y levantó la vista, al hacerlo se encontró con la imagen de Otto. Con una sonrisa tonta Otto le preguntó, “¿Cómo la vas llevando?” “¿Qué?” “La cita” L.J puso los ojos en blanco. “Piérdete Perro. ¿Todo el mundo tiene que saber sobre mis asuntos? ¿Acaso no puedo yo tener privacidad?” “¿Lo que has dicho sobre la privacidad era una broma, no? Solo somos treinta personas aquí L.J. La privacidad abandonó el edificio unos pocos meses atrás”. “Si claro, pero eso también significa que este negro va a tratar de tenerla donde pueda, ¿me entiendes? Ahora mueve tu blanco trasero fuera de aquí”. “¿O sea que no puedo mirar?”

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“¿No tienes que ir a cuidar a los críos?” “Chase les está echando un ojo”. “Ese no es un gran ejemplo para la juventud actual. ¿No te piensas ir?” Otto se sonrío entre dientes. “Si claro me voy, diviértete y - no te vayas a pescar ninguna enfermedad”. Cuando Otto se marchó. La cara de L.J cayó. Betty era la mejor chica que había tenido en mucho tiempo – pero ¿podía el T-Virus transmitirse manteniendo relaciones sexuales? Eso sería algo terrible. Betty entró y L.J se olvidó de los virus y de las enfermedades y solo pensó en esa sonrisa de ella. Ninguno de ellos se había bañado en los últimos días y L.J ya se había acostumbrado a eso, por lo que el olor de los demás a él no le molestaba, aunque era difícil encontrar a alguien que oliese bien. Pero Betty, ella olía bien. La paramédico traía consigo dos latas de comida. “Frijoles fritos” ella dijo levantando una lata y luego la otra “Ensalada de frutas”. “Mi favorita”, L.J dijo con una sonrisa. Ella le lanzó una mirada. “¿No nos estamos olvidando de algo?” L.J se quedó viéndola por un segundo. Luego recordó.

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Inclinándose entre los dos asientos delanteros, él tomó de allí los restos de una vela. Esto no era como los viejos tiempos donde él todo lo que tenía que hacer era mostrar los billetes y las prostitutas caían rendidas a sus pies. Nah momentos como este requerían de él buen romance a la antigua. Que mal que a él no le quedaba ningún CD de Barry White. Ellos empezaron a comer. Los frijoles fritos sabían como si hubiesen sido refritos una docena de veces, y Betty hizo una mueca cuando ella probó la ensalada de frutas, pero ambos estaban determinados a disfrutar de esta cena. Nada de protestas, aunque eso era algo que ellos pronto comenzarían a hacer. Una tormenta en el desierto comenzó a levantarse. L.J pudo ver unos relámpagos en el cielo. Mierda. “En realidad es algo bello”. Dijo Betty, mirando el cielo por encima de él. “Mientras sea lejos de este lugar”. “Vamos a estar seguros aquí”. L.J esperaba sonar convincente. Por desgracia, Betty no lucía muy convencida. “Las cosas se están poniendo feas allí afuera”. Tratando de mejorar la situación L.J le dijo. “Pero al menos tuvimos algo de diversión” “¿Diversión? Betty lo miraba como si él no estuviese hablando seriamente. “¿Sabes lo que he hecho antes de esto?”

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Betty negó con la cabeza lo que le dio tiempo a L.J para hacer uso de su última previa vocación. Él se agachó y observó el buen cuero de las botas que Betty llevaba. Estaban todas cubiertas en tierra y arena, pero aun así se veían bien. “Wal-Mart”. Él dijo. “Calzados de damas” “Calzados de damas”. Betty lo miraba como si no pudiera creerlo – lo cual tenía sentido, ya que no era más verdadero que lo que L.J solía decirle a cualquier sujeto. Pero él no pensaba decirle que él era un “buscavidas callejero” ya que eso no lo iba a ayudar si él quería tener algo con Betty. Además tomarlo a él seriamente como un salvador de la humanidad era algo imposible de hacer. L.J asintió con la cabeza. “Calzados de damas. Así que verás, esto –” L.J sacudía su mano señalando su alrededor. “Esto no es tan malo”. Betty se echó a reír. “Estás loco L.J” “Ya me lo han dicho” “Oye, ¿y qué significa?” “¿Qué cosa?” “L.J” L.J sonrió. “Lloyd Jefferson. Mi madre me llamó así por mis abuelos. Nunca los conocí –ellos murieron antes de que yo naciera – pero mi madre los amaba a los dos”. L.J sacudió su cabeza. No había pensado en su madre por años. Él nunca pudo arreglar las cosas con ella.

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Ahora ella estaba muerta – al menos eso pensaba él ya que ella vivía en Raccoon City, y L.J y sus amigos eran de los pocos que habían logrado salir de ese lugar respirando. Betty se inclinó y apoyó su cabeza sobre el hombro de L.J. Eso era bueno, gracias a Dios. L.J puso su brazo alrededor de ella. “Mi madre me llamó Elizabeth por la reina de Inglaterra” L.J bajó la vista de manera que él ahora miraba la parte superior de la cabeza de Betty. “¿En serio?” Ella asintió. “Estaba mirando un programa en la televisión y pensó que la reina lucía tan espléndida e imponente que pensó que ese nombre sonaba bien para alguien importante”. Resoplando ella agregó. “Esa mierda no le salió bien. Yo odiaba ese nombre desde que tenía cinco años. Y nadie ha vuelto a llamarme así desde que mi madre murió”. “¿Cómo murió?” “Ella tuvo suerte. Murió antes de que todo esto sucediera. Murió de cáncer”. Betty levantó la cabeza para mirar a L.J. “¿Qué le sucedió a tu madre?” Al principio él no quería hablar de eso, el hecho de que Carlos y él eran sobrevivientes de la tragedia de Raccoon City no era algo que ellos comentaran con frecuencia – tenían sus razones para no querer hablar del incidente. Pero como L.J predecía que no iba a durar mucho entre ellos. Le respondió: “Yo era de Raccoon City y mi madre estaba allí cuando la ciudad fue bombardeada con un arma nuclear.”

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Betty reaccionó ante esto. “¿Eso realmente sucedió? ¿La ciudad fue bombardeada? ¿No fue el estallido de una usina nuclear?” “Chica, yo estaba allí. Confía en lo que te digo. No fue ninguna maldita usina. La Corporación Umbrella lanzó un misil o alguna mierda de esas sobre nuestros traseros”. L.J sacudió su cabeza. “Carlos y yo tuvimos suerte”. “¿Carlos también viene de Raccoon City?” L.J asintió con la cabeza. “Mierda”. Ella estaba de vuelta en los brazos de L.J. “Te iba a preguntar porque nunca dijiste nada, pero me imagino que debes tener tus razones para ello”. “Así es”. L.J volvió a mirar el cielo y vio que la tormenta se acercaba. “Es así”. Su verdadero nombre era Dahlia Julia Mancini, pero a ella no le complacía ser llamada en público por ninguno de esos tres nombres. La mayoría de sus amigos la llamaban D.J, pero a ella realmente no le gustaba tampoco, ya que sonaba como si ella trabajara en la radio o algo estúpido así. Cuando todo se fue al infierno, ella estaba trabajando en un Kmart y finalmente ella había buscado refugio allí, junto al resto de los empleados y la mayoría de los sobrevivientes de la ciudad de Athens. Por lo menos, durante un tiempo. Finalmente, todos murieron. Había un señor mayor que sufría de una enfermedad del corazón, y tan pronto como murió, revivió y comenzó a morder a todos allí. La situación

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se puso peor y cada vez más peor, pero los que aún quedaban con vida pudieron ganar ventaja gracias a las armas que se encontraban a la venta en Kmart. Pero para cuando todo acabó solo quedaban D.J y cuatro personas más. En poco tiempo ellos también murieron, y de una manera estúpida. Charlie se quebró una pierna, Eileen tuvo una infección bucal, y ambos Yvonne y Willie tuvieron gripe. Nada de eso debió ser fatal, pero lo fue. Por eso D.J quedó sola, viviendo de los suministros que podía encontrar en la tienda. Cuando Claire y su convoy aparecieron en el lugar. D.J se aferró a la vida nuevamente. Ella no quería decirles su verdadero nombre. Este era un nuevo comienzo para ella, y había comenzado justamente en aquel Kmart. Además, el ser llamada de esa manera le hacía recordar al resto de las personas que allí murieron mientras que ella había logrado sobrevivir. Ellos vivieron mucho tiempo más que los demás ciudadanos de Athens, refugiados en aquel Kmart, y ella quería recordar eso más que haber nacido con el nombre de Dahlia Julia Mancini. Entonces cuando L.J comenzó a llamarla Kmart, ella decidió responder solamente a ese nombre. Ahora se estaba despertando recostada en el asiento delantero de la Hummer. Algo estaba haciendo ruido en el techo de la camioneta. Moviéndose lentamente en el asiento – Claire todavía estaba dormida en el asiento de atrás. Kmart lentamente abrió la puerta y sigilosamente miró hacía el techo de la camioneta.

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Nada. Dejando escapar un suspiro que ni ella se había dado cuenta que había estado conteniendo, Kmart comenzó a ingresar nuevamente a la camioneta, pero entonces algo aterrizó sobre el techo casi haciendo que ella cayera fuera de la misma. Tratando de contenerse, ella pudo ver que se trataba de un cuervo. Pero no se veía como los cuervos que ella conocía. Y ella había visto muchos en su vida. Había algo en sus ojos. Algo que se parecía a la muerte. Instintivamente ella espantó el cuervo, este se fue volando en el cielo matinal. Paso volando sobre un auto que se encontraba semienterrado, el cual Kmart no recordaba haber visto antes. Probablemente había estado enterrado completamente y la fuerza del viento de la tormenta que se había desatado anoche lo había descubierto. Sin embargo, eso no era lo que preocupaba a Kmart. Ella estaba más interesada en saber hacía donde había ido el cuervo. Este voló y aterrizó en el motel, justo al lado de cientos de cuervos más. No era la luz del amanecer la que los hacía ver así. Todos tenían los ojos extraños. Casi blancos lechosos como los de los zombis. Kmart había visto como el mundo se iba al infierno. Ella había visto como toda su familia y amigos morían, muchos de ellos por razones estúpidas, ella había sido

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amenazada y casi asesinada por los zombis, pero ella nunca había gritado o llorado, jamás. Sin embargo al ver a cientos de cuervos demoniacos, ella gritó. Entró a la camioneta. Claire se estaba despertando. “Claire, creo que tenemos problemas”. Kmart le dijo señalando el motel. Claire miró hacía donde ella señalaba y vio los cuervos. “Maldición”, Claire murmuró y extendió su mano para tomar el radio. “Carlos” “Los estoy viendo”. La voz de Carlos sonaba tranquila como siempre. La voz de L.J, mucho menos calma, se escuchó a través de los altavoces. “¿Pero qué demonios?” Kmart preguntó. “¿Qué sucede con sus ojos?” Frunciendo el ceño Claire le respondió. “Creo que han estado alimentándose de carne infectada”. Carlos dijo. “Que todos se queden dentro de los vehículos”. Kmart levantó la vista. Más y más cuervos llegaban al lugar, bajaban sobre el techo del motel, sobre el cartel del mismo, sobre el auto semienterrado y donde quiera que fuese. Uno o dos aterrizaron incluso sobre los centinelas. Ahora Chase les habló por medio del radio. “¿Qué está pasando?”

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Sonando muy frustrada Claire les dijo. “Quédense todos dentro de los vehículos, levanten las ventanillas y guarden silencio.” Los cuervos seguían llegando. Esto le hacía recordar a Kmart un documental que ella había visto sobre pingüinos en Australia, acerca de que todos ellos salían del océano al atardecer. Los pingüinos se amontaban todos juntos en la orilla (sin doble sentido) y eso era lo que los cuervos estaban haciendo aquí. Más cuervos seguían llegando y ocupaban cada superficie que hallaban disponible. Otro documental se le vino a la mente, y ella le dijo a Claire. “Ellos son territoriales. Solo debemos quedarnos quietos y en silencio.” “¿Cómo lo sabes?” Kmart se encogió de hombros. “Lo vi en Discovery Channel” Claire resopló. “Espero que ellos sepan eso”. Luego Claire volvió a tomar el PRC. “Todos mantengan la calma, quédense quietos y no se muevan. Si tenemos suerte, van a aburrirse y se marcharan”. L.J dijo. “Claro y si no tenemos esa suerte entonces vamos a estar metidos en una maldita película de Alfred Hitchcock”. Otto agregó. “Claire, tu suenas muy a Tippi Hedren en realidad, de hecho…” Cuando Otto hizo una pausa demasiado larga, Claire le habló: “¿Otto?”

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Casi susurrando a través del PRC, Otto le respondió. “¿Tenemos uno justo sobre el capó? Mirando por encima, Kmart pudo ver que efectivamente un cuervo se había apoyado en la parte delantera del autobús escolar. Parecía fascinado con las grietas del parabrisas, mucho más que con la valla de alambre que protegía el parabrisas. De nuevo ellas escucharon la voz de Otto a través de la radio cuando les hablaba a los niños. “Todo el mundo quieto y tranquilo” Más cuervos llegaban y se apoyaban sobre el autobús. “Maldición” Dijo Claire. Ella se pasó a la parte de adelante y se sentó en el asiento del conductor. Kmart se sentó al lado de Claire y trató con todas sus fuerzas de no entrar en pánico. Luego por segunda vez un fuerte ruido la hizo sobresaltarse otra vez. Esta vez vino a través de la radio, y había sonado como el ruido metálico de una lata que parecía haber caído en el piso del autobús escolar. La voz de un niño pequeño se escuchó después por el altavoces – Kmart no podía darse cuenta de quién era – la voz dijo susurrando “Perdón”, pero enseguida fue ahogada por el graznido de los cuervos que estaban sobre el autobús. Y luego todos los cuervos graznaban al unísono en respuesta.

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“Estamos jodidos” dijo Kmart, mientras los cuervos empezaban a sobrevolar el campamento. Claire encendió el motor “Arranquen. Nos vamos de aquí”

de

la

Hummer.

Todos los otros vehículos se prepararon para salir. Chase encendió el motor de la Enco, lo mismo iban a hacer Betty y L.J con la ambulancia, Mikey encendió el motor de la camioneta con la antena y Otto con el autobús escolar –lo que causó más graznidos de las aves y probablemente Carlos estaba conduciendo la camioneta 8x8. Los cuervos seguían sobrevolando encima de ellos. L.J Wayne sabía que iba a morir y pronto. Pero él no quería que fuese de esta manera. Después de combatir a los malditos zombis durante todos estos años, después de sobrevivir el bombardeo en Raccoon City, después de Idaho, Detroit, Indiana, Toronto y de aquel loquero en Oklahoma, que unos cuervos le patearan el trasero era una deshonra. Los cuervos enloquecidos dibujaban una especie de tornado en el cielo. Y tan pronto como Claire dio la orden, todos ellos comenzaron a salir de ese lugar. Betty se ubicó en el asiento del conductor y encendió el motor. Y nada sucedió. El motor rugía, pero el vehículo no se movía. Esto no le dio a L.J una sensación de alivio y sosiego. “Se ha atascado” Mirando por la ventanilla L.J vio que la tormenta había enterrado la parte trasera de la ambulancia en la arena.

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Luego miró que el resto del convoy se movía y comenzaba a salir, ellos tenían que seguirlos. L.J abrió la puerta de la ambulancia con una mano y cogió el brazo de Betty con la otra. “Vámonos” Betty lo miró por un segundo, miró la mano de L.J en su brazo y finalmente asintió con la cabeza. Ambos salieron de la ambulancia y corrieron hacía el vehículo más cercano, el autobús escolar que conducía Otto, el cual contaba con una puerta trasera. Afuera los cuervos aleteaban y hacían un ruido ensordecedor. El único aleteo que L.J había oído en su vida era el aleteo de las palomas, un sonido que para él era molesto pero no aterrador. Pero miles de cuervos enloquecidos aleteando a tu alrededor era una mierda que daba miedo. Él tuvo que mirar hacia atrás cuando salían y realmente se arrepintió en cuanto lo hizo ya que vio que una gran cantidad de cuervos venían directo hacía ellos. L.J sacó su Beretta y comenzó a dispararles. Betty que estaba a su lado hizo lo mismo, pero era como dispararle al maldito mar, aunque le hubiesen dado a uno o dos de ellos, había todavía cientos de estos malditos pájaros. Uno de los niños que estaba sentado en la parte de atrás del autobús escolar los vio venir y abrió la puerta trasera, Betty saltó e ingresó al autobús, detrás de su hermoso trasero L.J hizo lo mismo. Luego él cerró la puerta justo

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cuando los cuervos enloquecidos chocaban contra la puerta trasera. L.J había visto toda clase de mierdas en estos últimos tiempos, pero ver a un ave actuar como un kamikaze y estrellarse contra la puerta de un transporte escolar era un caso serio, pero Betty y los niños gritaban como si hubiesen visto un monstruo. “No me jodas” Ese había sido Otto. Corriendo hacía la parte delantera del autobús, L.J y Betty vieron que el resto de las aves estaban haciendo exactamente lo mismo, estrellando sus picos en el parabrisas y en las ventanas laterales. Quedó todo oscuro como si fuese de noche otra vez, con los cuervos enloquecidos que rodeaban el autobús como si fuesen langostas. Luego el autobús se tambaleo y se estrelló contra un poste. L.J también tambaleó y la mitad de las personas dentro del autobús cayeron al suelo sobre sus caras. Otto se golpeó su tonta cabeza contra el volante. Frotándose la frente, se dio vuelta y les dijo, “Chocamos contra algo” “No mierda” L.J le respondió. Luego el parabrisas comenzó a quebrarse. Mierda. Betty corrió hacía el asiento del conductor y acomodó el parabrisas en su lugar. L.J estaba justo detrás de ella, parado en la escalera para subir al autobús por la puerta principal.

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“Necesitamos ayuda” Betty gritó. Freddie, Jared, Blair y Dillon, todos corrieron hacia adelante para ayudar a Betty. Otto y L.J hicieron presión en el parabrisas para mantenerlo firme. Desafortunadamente, algunos cuervos lograron ingresar por las ventanillas laterales. Dillon se adelantó, sacó su Glock y comenzó a dispararles. L.J estaba a punto de gritarle por haber abierto fuego pero luego recordó que Dillon tenía mejor puntería que Carlos. A través del PRC, L.J escuchó que Kmart gritó el nombre de Claire y Claire respondió: “Maldita sea” L.J esperaba que eso significara que la caballería venía al rescate. Los niños estaban todos escondidos en la parte trasera del autobús y no paraban de gritar. L.J vio que una pareja de cuervos iba por ellos, así que él corrió, sujetó a las aves y estrelló sus cabezas contra las paredes del autobús. Al menos lo hizo con uno de ellos. El otro comenzó a picotear su muñeca – la misma que él le había dicho a Carlos que se había torcido – y L.J hizo una mueca de dolor mientras aplastaba al maldito pájaro contra la pared. Mierda. “Jared No” L.J vio que Jared había abierto la puerta del autobús y comenzaba a correr hacía el motel. Freddie cerró la puerta, pero ellos podían ver como Jared corría y era alcanzado y picoteado por más de una docena o más cuervos.

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Sacudiendo su cabeza, L.J se dio cuenta que esto no era una película de Hitchcock, esto era como una de las malditas plagas de la Biblia. Él también pudo ver que habían chocado contra un poste de teléfono, la parrilla del colectivo se había incrustado en él, por lo que ellos no iban a ir a ninguna parte. Y luego la hermosa voz de Claire se volvió escuchar por el Walkie – Talkie: “Carlos, trae esa camioneta aquí, tenemos que evacuar el autobús”. “Vamos allá” Ya era hora maldita sea. L.J escuchó el chirrido de unas frenadas detrás del autobús y vio que la camioneta con la antena estaba allí parada. Dos segundos después la camioneta 8x8 chocaba con fuerza contra una valla e ingresaba al lugar. Eso hubiese hecho reír a L.J si él hubiese estado en otro lugar, porque Carlos siempre presumía con actos como este como si tuviera algo que demostrar. Jason trepó al techo de la 8x8 donde se encontraba el lanzallamas, pero enseguida los cuervos infectados lo atacaron. L.J se lamentó, aunque Kenny no perdió tiempo en tomar su lugar, mientras Monique abría la llave del gas. Kenny cubría a Carlos con el lanzallamas mientras este salía de la 8x8 con una escopeta en sus manos. Mikey abrió la parte trasera de la camioneta de noticias. “Los niños” él gritó. “Tráiganlos aquí” Joe y Cliff abrieron la puerta trasera del autobús y empezaron a sacar a los niños. Carlos con su escopeta, Kenny con el lanzallamas y Richard con la ametralladora en la parte trasera de la 8x8, mantenían a las aves alejadas mientras los

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niños corrían del autobús a la camioneta. Sí que iban a estar amontonados allí dentro, pero era preferible eso antes que ser devorado vivo por unos cuervos. Ya habían perdido a Jason y a Justin. L.J por su parte no iba a permitir que estas aves asesinaran a nadie más. Él moriría primero. Mierda. Él ya estaba muerto. Todos los demás merecían una oportunidad de vivir. Claire apareció de la nada y ayudó a los pequeños Peter, Michael, Dorian y Erika, quienes ahora ya estaban en la camioneta con Mikey, los cuervos caían como moscas, pero más cuervos seguían llegando. Mierda. El grito solo duró unos segundos. Eso hizo que escucharlo fuese peor. L.J había jurado que no iba a permitir que nadie más muriese. Él sujetó al último niño –el pequeño Elvin, quien estaba petrificado, el pobre niño estaba tan impresionado por todo lo que había pasado – y lo sacó hacía afuera. Justo en el momento en que ponía sus pies fuera del autobús con el niño, giró la cabeza para mirar a Otto, Dillon y Betty que continuaban sosteniendo el parabrisas. Freddy y Blair estaban muertos en el suelo. Mierda, L.J ni siquiera se había dado cuenta que los habían atacado. “Betty” L.J la llamó. Ella dudó.

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Otto que estaba a su lado le dijo, “vete – sal de aquí”. Por otro lado, Dillon también asintió con la cabeza. Betty empezó a protestar, pero Otto, cuya cabeza estaba sangrando le gritó, “¡vete!”. L.J podía ver a Betty apretando los dientes. Mierda, L.J estaba haciendo la misma maldita cosa con sus dientes. Acababa de jurar que nadie más moriría y Otto y Dillon estaban ahora sacrificando sus vidas. Betty corrió hacía la parte trasera del autobús justo cuando el parabrisas comenzaba a ceder. Luego se detuvo. ¿Pero qué estaba pasando? Ella se puso de rodillas y empezó a buscar debajo de un asiento. Mierda, había otro niño. El parabrisas cedió y L.J ya no pudo ver a Otto y a Dillon. Dos más para agregar a la lista de personas que no debían haber muerto mientras que él seguía con vida. “Sal de allí”. Le gritó L.J a Betty, pero ella continuaba buscando debajo del asiento aun cuando los cuervos la estaban picoteando. Finalmente Sebastián, el niño que siempre jugaba con la barba de L.J, salió de abajo del asiento. “Ven conmigo”, le gritó Betty, ignorando a los cuervos que revoloteaban a su alrededor.

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Protegiendo a Sebastián con su cuerpo, ella corrió hacía la salida, mientras los cuervos seguían picoteando su hermoso cabello y su bello rostro, le corría sangre por todos lados. “Vamos, date prisa” L.J gritó. El corazón de L.J se hundió cuando Betty solo le alcanzó el niño y luego cerró la puerta. “Vete”, le dijo mientras la cerraba. “¡No!” Las lágrimas le caían sobre la barba, él tomó a Sebastián y corrió hacía la camioneta. Sebastián comenzó a tirar de la barba de L.J. Tan pronto como él subió a la camioneta que estaba repleta, Carlos gritó. “Váyanse” La puerta fue cerrada en la cara de L.J y él solo deseaba que el maldito virus acabara con él de una vez, porque él ya no quería vivir en este mundo. Maldita supervivencia, para vivir así. Los niños estaban todos a salvo, Carlos corrió hacía la 8x8 aun cuando los cuervos –aquellos que no estaban atrapados en el autobús gracias al heroísmo de Betty – descendían sobre Kenny, quien a pesar de estar herido y sangrando continuaba disparando el lanzallamas. Monique yacía muerta y ensangrentada a su lado. Cuando los cuervos abrumaron a Kenny, la llama giró vertiginosamente alrededor. Un arco de fuego se dirigía directamente hacía Carlos.

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A Carlos solo le quedaba un microsegundo para esperar que su muerte fuese rápida. Entonces de repente, la llama se dividió, abriéndose alrededor de Carlos. Sentía el calor del fuego en su rostro mientras las llamas pasaban por su lado. Como si él fuese una roca en medio de un río. ¿Pero qué demonios? Luego el fuego comenzó a girar en forma de espiral como si tuviera voluntad propia. O, más bien era, como si alguien lo estuviera controlando. Mirando a su alrededor, Carlos pudo ver a la única persona que él sabía que podía hacer este tipo de cosas: Alice. Ella estaba a unos veinte metros de distancia, llevaba consigo unas alforjas y sus armas. Mantenía sus brazos extendidos a ambos lados de su cuerpo, y sus ojos azules giraban de un lado a otro como enloquecidos. Las llamas se abrieron varias veces más, generando nuevas llamaradas de mayor intensidad que la primera llamarada disparada por el lanzallamas que casi había asesinado a Carlos. Cada una de ellas iba directo a los cuervos. Pronto el cielo estaba en llamas – literalmente. Se oían los graznidos de los cuervos que morían quemados en el aire y caían al suelo. Carlos levantó sus brazos para proteger su rostro de los cuervos que caían en llamas demasiado cerca. Segundos después, todo acabó.

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Otto, Betty, Freddie, Dillon, Jared, Blair, Kenny, Monique y Richard estaban muertos. El autobús escolar estaba muy dañado y posiblemente ya no se podría reparar. Sin embargo, los cuervos habían desaparecido. Gracias a Alice. Sus ojos ahora estaban normales, ella caminó hacia él gesticulando una sonrisa. “¿Me extrañaste?” Carlos negó con su cabeza mientras contemplaba a la mujer que no había vuelto a ver desde Detroit. “Bueno, solo voy a decir algo de ti, tu sí que sabes cómo hacer una entrada”. El gesto de Alice se transformó en una sonrisa plena. Luego ella se desmoronó y Carlos corrió a sujetarla. Sus ojos comenzaban a agitarse nuevamente, pero esta vez sus párpados estaban cerrados. El esfuerzo por salvarles la vida a los pocos sobrevivientes la había agotado. Carlos sacudió su cabeza y le regaló una sonrisa: “Bienvenida de nuevo, Alice”

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VEINTE

“Se ha detectado otro aumento de las ondas alfa y beta. Existe una probabilidad de un 45% de que sea el Proyecto Alice” “Triangula” Isaacs le ordenó a la Reina Blanca en un tono intenso. “Que busques su posición” “Yo ya estoy familiarizada con la definición de la palabra ‘triangula’ Doctor Isaacs” le respondió la Reina Blanca con un tono altivo, que de haber sido ella una niña real, hubiera acabado siendo ahogada por Isaacs. En vez de responder el comentario de la Reina Blanca, Isaacs se acercó a la pantalla para ver las ondas gráficas del último estallido psíquico del proyecto Alice. Este había sido similar al anterior, pero la frecuencia había sido más corta y la amplitud mucho más alta. Como si hubiese estado más enfocado… “Impresionante” Isaacs murmuró. “Si es ella ha tenido un desarrollo extraordinario”. “Sus poderes parecen haber aumentado de forma geométrica desde que se escapó de las instalaciones de Detroit”. Isaacs frunció el ceño. Prefería no recordar el desastre de Detroit. Se preguntaba si la Reina Blanca lo había dicho deliberadamente después de su comentario sobre triangular.

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La puerta del laboratorio de Isaacs se abrió, y eso lo molestó. Solo una persona en esa instalación tenía la autorización para anular el sello de privacidad y entrar directamente a su laboratorio, ante esto Isaacs ya había expresado su disconformidad. Lamentablemente, como siempre ocurría, sus protestas habían caído en oídos sordos. Quitando de la pantalla la imagen de las ondas gráficas, algo que él no tenía ningún interés en compartir, se dio la vuelta y se encontró con el rostro de una persona muy irritada. Alexander Slater, quien llevaba consigo una agenda digital y su rostro lucía como si hubiese comido un limón amargo. “En las últimas 24 horas ha hecho diez viajes a la superficie” Slater le dijo sin más preámbulos. “Todos sin autorización, cualquier viaje a la superficie para recoger especímenes nuevos pone en peligro a mis hombres. Ya hemos perdido a Timson y a Moody, y casi perdemos más gente en su último viaje ¿Por qué necesita tantos de repente? Isaacs resopló. Ya que en realidad eran sus hombres. Técnicamente, como segundo al mando, Slater estaba a cargo del personal. Pero todos en esa base, eran responsabilidad de Isaacs, no de Slater. Para responder a la pregunta, ya que ignorarlo no iba a hacer que Slater desapareciera, Isaacs dijo, “mi investigación se ha intensificado” ¿Y eso que significa exactamente? Isaacs suspiró, ya que se dio cuenta de la situación en la que estaba. Si no le daba algo a Slater, este le llevaría su

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cabeza a Wesker, y eso era algo que él no podía permitir que sucediese, por lo menos no por ahora. Por eso, él descubrió la ventanilla al otro lado de su laboratorio. Ahora Slater podía ver la sala de pruebas donde se encontraban catorce no vivientes que habían mutado pasando por el mismo proceso que se había utilizado en Hockey Jersey, ellos estaban saltando, gritando y arrojándose ellos mismos contra las paredes y ventanas. Dos golpearon violentamente la ventanilla causando que Slater retrocediese en shock. “Dios mío, esto es una locura” “No se preocupe” Le dijo Isaacs. “Están bajo control” “Claro, estoy seguro que Timson y Moody pensaron lo mismo”. Slater se acercó a la ventanilla justo cuando uno de ellos arrojaba una silla contra la misma. Debido a que estaba construida de un plástico especial esta ni se inmutó por el golpe. Slater sacudió su cabeza. “Se supone que los está domesticando” “A veces la agresión puede ser útil” Isaacs no veía razón alguna para admitir frente a Slater que los protocolos de domesticación habían fallado, pero a veces los grandes éxitos nacen de un fracaso. “Para qué demonios van a servirle estas cosas” Si Isaacs alguna vez había estado cerca de cometer el error de creer que Slater era una persona inteligente, con la pregunta que acaba de hacerle había eliminado toda posibilidad para siempre. Como estaba el mundo hoy en día, ¿cómo podía alguien no ver el valor de estas criaturas?

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Antes de que Isaacs pudiese decir algo, la Reina Blanca habló. “El espécimen 87 ha llegado a la fase final de las coordenadas de la prueba” “Perfecto” respondió Isaacs, agradecido por la interrupción que lo alejó de la estupidez de Slater. “Veámosla en la pantalla” Él volvió a cubrir la ventanilla de la sala de pruebas. Slater siguió a Isaacs y permaneció de pie detrás de él, mientras en la pantalla aparecía la imagen del clon de Alice número 87, vistiendo el mismo vestido rojo y las botas que ella había usado en el desastre de la Colmena, ella caminaba por la recreación del pasillo del Hospital de Raccoon City. Luego empujó una camilla a través del corredor y se quedó observando como la cuchilla metálica la partía por la mitad. Al menos, este espécimen había superado a la número 86. Después ella caminó bordeando con su cuerpo las paredes del corredor, evitando así ser acribillada por la mina, esto la posicionó mucho más adelante de la número 85. Alice número 87 continuó con cautela hacía la puerta principal, como si esperase más problemas. Ese era un pensamiento muy sabio de su parte, ya que la puerta principal que daba a la calle se abrió y apareció Hockey Jersey, quien gritó y saltó sobre ella, eviscerándola con sus propias manos. A sus espaldas, Isaacs oyó a Slater hacer un sonido gutural.

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Mientras por un lado Isaacs comprendía su reacción – uno no ve a menudo a alguien desgarrar un cuerpo humano solo usando las manos – por otro lado era remarcable lo que Hockey Jersey acababa de hacer ante una mínima provocación. Y emocionante. ¿Volvería Slater a preguntarle para que él iba a necesitar de esas nuevas y mejoradas criaturas no vivientes? Estos no eran ningún riesgo biológico. Estos eran soldados. Soldados que pelarían en su ejército. “¿El presidente conocimiento de esto?”

Wesker

tiene

Otro punto más en contra de Slater, ya que la respuesta a esa pregunta era deslumbrantemente obvia. “Él sabe lo que necesita saber”. “O lo que usted elige decirle. Se ha pasado de la raya. Esto es insubordinación”. Isaacs permanecía indiferente. Era cierto, Umbrella se había convertido en su propia Nación, en todos los sentidos, por eso la palabra insubordinación podría aplicarse en su caso, pero él no reconocía a Slater como una autoridad para acusarlo de semejante crimen. “Mi investigación va a cambiarlo todo. Todo”. Slater miró el monitor y luego a la ventanilla del laboratorio que ahora estaba cerrada. Él sacudió su cabeza y se dirigió a la salida. “Si se decanta por algún lado…” Isaacs le dijo cuando ya estaba saliendo. “Asegúrese de que sea el correcto”.

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Slater se detuvo por un momento, luego de un segundo continuó caminando y salió del laboratorio. Isaacs volvió a su trabajo. Él se haría cargo de Slater a su debido tiempo.

VEINTIUNO

Alice despertó en una de las camas del motel preguntándose a sí misma si acaso ella estaba soñando. Pero no, ella no podría estar soñando, porque ella nunca dormía en primer lugar. Aunque parecía que por primera vez en mucho tiempo, Alice había dormido como una roca. Y por primera vez Alice tenía algo que agradecerle a Sam Isaacs: que ella tuvo su primer sueño reparador en años gracias a las habilidades que él le había dado. Pero Alice en lo posible siempre trataba de evitar usar ese poder. Con los poderes pasivos – su fuerza y su rápida curación, por ejemplo – ella no podía hacer demasiado al respecto, pero los activos, ella trataba de no utilizarlos. Sin embargo cuando ella llegó al convoy y vio como un arco de fuego se dirigía directamente hacía Carlos Olivera, ella actuó por instinto. Demasiadas buenas personas estaban muertas. Alice no podía soportar ver como otra alma digna se perdía.

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Ella sentía algo en su brazo y vio que alguien le había puesto un brazalete hecho de cable eléctrico en su muñeca. Mirando a su alrededor, se encontró a sí misma en las ruinas de lo que alguna vez fue una precaria habitación de hotel. Una jovencita estaba allí sentada en una silla, leyendo una revista rota y muy maltratada. Ella tenía docenas de estos brazaletes en sus brazos. “¿Esta pulsera es tuya?” Alice le preguntó quitándose la manta. La chica dejó caer la revista al suelo y asintió con la cabeza. “Te la regalé anoche –trae suerte. Parece que la necesitas”. Tratando de recordar en vano cuando había sido la última vez que ella había dormido en una cama, Alice sonrió y le dijo: “Parece que funcionó. ¿Cuál es tu nombre?” “Kmart. Es donde ellos me encontraron - Claire y los demás”. “¿Tienes algún otro nombre?” Encogiéndose de hombros, Kmart le respondió: “Nunca me gustó, y todos los que conocía están muertos. Así que era el momento para un cambio”. Kmart no podría tener más de quince años, pero ella sonaba como alguien que triplicaba esa edad. Alice se estremeció. Esto es lo que era un niño ahora. Ella escuchó un ruido, como el sonido de un escape de una tubería, y al darse vuelta vio a varios niños pequeños observándola a través de la ventana. El ruido lo había hecho uno de ellos, tratando de callar a los otros. Tan pronto como ellos se dieron cuenta de

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que Alice los estaba observando, se escaparon corriendo. “¿Qué pasa con ellos?” “Ellos creen que no eres real”, Kmart le respondió. “Ellos cuentan historias acerca de ti por las noches, dicen que eres Drácula, el Hombre del saco o algo así”. “¿En verdad?” Kmart asintió. “Carlos hablaba mucho de ti. Lo mismo que Jill” “¿Jill está aquí?” Alice parpadeó. Ella había escuchado rumores acerca de Jill, pero nunca nada con fundamento. Sacudiendo su cabeza Kmart le respondió, “Nah, estuvimos con ella en Atlanta, y ella nos dejó a unos muchachos a cargo – Mikey estaba con ella, lo mismo que Dillon y Blair, dos de los chicos que murieron esta mañana – pero ella no se quedó con nosotros. Dijo que ya no formaría parte de ningún grupo.” “Me suena familiar”, Alice murmuró. A Alice no le sorprendía que Jill hubiese tomado el mismo camino de ella. Jill había sido traicionada por su propios compañeros en Raccoon City, quienes no la apoyaron cuando ella denunció que había descubierto los experimentos no vivientes de Umbrella en las montañas Arklay, esa sensación de sentirse traicionada por sus compañeros nunca la abandonó. Cuando ella escapaba con Alice, Carlos, L.J y Angie, Jill siempre había sido la menos confiada, y cuando tuvo la oportunidad de dejar el grupo –sin importar que no tuvo muchas opciones tampoco - ella la aprovechó enseguida. Poniéndose de pie, Kmart le dijo, “Mira estamos haciendo un pequeño funeral por Otto y por todos los que – murieron. Así que debo irme, ¿está bien?” “¿Te importa si te acompaño?”

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Kmart se encogió de hombros, un gesto típico en una adolescente. Algunas cosas, al parecer, nunca cambiaban. Alice la siguió a través del pasillo del Motel Camino del Desierto y luego afuera pudo ver a más de veinte personas reunidas. Ellos estaban formando un circulo alrededor de diez cruces de madera, cada una con un nombre escrito desordenadamente: FRED AN-DREASSI, ELIZABETH “BETTY” GRIER, MONIQUE LANG, BLAIR MANFREDI, DILLON MATHEWS, KENNETH MI-NAYA, JARED PETERS, E. RICHARD PRICE, OTTO WALENSKI y JASON WILLIAMS. Una mujer rubia estaba en el centro y miraba a todos alrededor de ella. “¿Alguien quiere decir algo?” Alice se imaginó que esa mujer era Claire Redfield. Nadie hablaba. Alice quería decir algo pero ella no conocía a ninguna de estas personas. Solo a Carlos y a L.J, el resto se habían unido mucho después de lo de Detroit. Alice también se imaginaba que Molina y Briscoe habían muerto a lo largo del camino. Los sobrevivientes, los que habían convivido con esas diez personas que ahora estaban muertas, no podían honrarlos con palabras. Probablemente, esto era debido a que con tantas muertes ya no les quedaban palabras. L.J se acercó a la cruz que llevaba el nombre de ELIZABETH “BETTY” GRIER y puso algo que Alice no podía ver que era sobre ella. Lagrimas caían por sus mejillas. A Alice nunca le había dado la impresión de que L.J fuese un hombre sentimental – ella recordaba que él una vez supo comentar que había involucrado a su propia madre en una

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estafa – pero ahora él estaba sufriendo mucho al igual que cualquier otra persona. Carlos se acercó a ella junto con Claire. “Ella es Claire Redfield” confirmando lo que Alice ya suponía. “Ella es la que ha montado este convoy”. Alice le lanzó una mirada a Carlos. Ella suponía que había sido él quien había hecho eso. Tal vez, después de lo de Detroit, Carlos había perdido el interés en liderar gente de la misma manera que Jill no estaba interesada en seguir a otros. “Gracias por tu ayuda” Claire le dijo. “Ojala hubiese llegado antes”. Claire asintió con su cabeza. “Disculpen tengo cosas que hacer” Alice la observó marcharse. Ella lo escondía mejor, pero su espíritu estaba tan quebrado como el de los demás. En su interior, Alice se preguntaba si ellos habían sido lo suficientemente sensatos de romper el cuello de esas personas antes de enterrarlas, de no haberlo hecho, ellos saltarían de sus tumbas para sembrar caos. Pero Alice no sabía cómo sacar el tema, además, ella también sabía que Carlos era consciente de esto. Mencionarlo solo sería agregar sal a la gran herida en la que el convoy se había transformado. “No lo tomes como algo personal” Carlos le dijo indicando con la cabeza a la retirada de Claire. “En los últimos seis meses, ella ha perdido a la mitad del convoy”. Alice levantó sus cejas al escucharlo decir eso. Definitivamente él estaba harto del liderazgo ya que él estaba

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hablando de Claire perdiendo a las personas, en vez de decir que el convoy o él mismo habían perdido gente. Carlos continuó: “Pronto habrá más muertos que vivos”. Entonces Alice miró hacia el cielo. Algo estaba molestándola. “¿Qué sucede?” Ella miró su reloj – todavía faltaba una hora para que el satélite estuviera en posición. Dejando escapar un suspiro, ella le dijo a Carlos. “Nada” “Alice. ¿Qué te sucedió?” Abrumada por el gran peso que era la respuesta a esa pregunta ella no dijo nada. “¿Por qué te marchaste?” Carlos le preguntó. “Después de lo de Detroit”. Había algo que ella si podía responder. “No tenía otra opción. Me utilizaban. Los estaba poniendo en peligro a todos ustedes”. “¿Qué quieres decir?” Ella pensó en Jisun y en Angie y en King, y se preguntaba como Carlos podía preguntarle eso, pero probablemente él no se imaginaba la responsabilidad que ella tenía por todas esas muertes. Después de todo, Jisun había sido abrumada por los no vivientes, King fue asesinado cuando Carlos trataba de rescatarla, y ella nunca le dijo a Carlos la verdad sobre la muerte de Angie.

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“Ellos me estaban siguiendo”, Alice empezó a decir después de un momento. “No podía estar cerca de ustedes. Hubiera provocado que los mataran a todos”. “¿Por eso desapareciste?” Alice se dio cuenta de que Carlos había estado buscándola después de lo de Detroit, y ella se preguntaba si acaso el hecho de que él fallara y no pudiera encontrarla había hecho que él abandonara el liderazgo. “Entre en un complejo de Umbrella y me metí en sus ordenadores. Bajé las trayectorias de los satélites y me he mantenido fuera de las coordenadas”. “Y después del fin del mundo. ¿Para qué quedarte tu sola?” En su mente ella veía la bala salir disparada de su arma dejando una huella de humo y entrando en el cráneo de Angie. Ella miró a Carlos, quien había presenciado tanta muerte y destrucción y ahora era prácticamente responsable de más de una docena de niños, y ella se dio cuenta de que no podía decirle la verdad. Por eso ella solo se encogió de hombros y le dijo, “Es el hábito” Esa era una respuesta débil, y Carlos se daba cuenta de eso. “¿Podrías ser más evasiva aún?” Ahora Alice sonreía. “Oh si podría”.

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Sin embargo, Carlos, se negaba a picar el anzuelo. En vez de eso, él la observaba fijamente. Carlos se daba cuenta de que había algo más que eso. Pero Alice no iba a decirle la verdad sobre Angie. A nadie le había dicho la verdad sobre Angie. Y luego estaba lo que había sucedido esta mañana. Por más que ella aún conservaba su apariencia humana, Isaacs la había convertido en un monstruo peor aún que Matt. ¿Cómo podía ella estar cerca de las personas – peor aún como podía ella estar cerca de personas que a ella le importaban – cuando aún no sabía exactamente que era ella? La única persona que podía responder eso, era la única persona a la que ella no quería acercarse. “Estoy mejor sola allá afuera, ¿está bien?” “Tú estás mejor sola”. Carlos sacudió su cabeza. Obviamente no estaba todo bien. “Es más seguro si no voy con nadie más” Ahora Carlos sonrió. “¿Por qué has regresado?” Tratando de imitar la postura de Kmart, ella le dijo, “Me perdí” “¿Eso es todo?” Carlos comentó. “Eso es todo” Negándose a continuar ella agregó. “Y ya no tenía cigarrillos tampoco” Carlos se echó a reír. “Entonces, definitivamente has venido al sitio equivocado”

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Alice se echó a reír también y ambos se relajaron por varios segundos e incluso se dieron un abrazo. Alice lo abrazó con fuerza por un segundo, y recién ahora se daba cuenta del mucho tiempo que había pasado desde que ella había tenía contacto con otro ser humano afectuosamente. Qué diablos, si la última clase contacto que ella había tenido últimamente había sido el manoseo en Salt Lake City por parte de esos fenómenos. Después de pasado un tiempo, ella se separó de él. “Carlos” Alice empezó a decirle con firmeza. “Yo no puedo quedarme”, por supuesto no agregó que no podía quedarse allí por mucho que lo deseara. Luego la sensación de molestia regresó. ¿Se habría roto su reloj en su camino hasta llegar al convoy? ¿O acaso su estallido psíquico lo habría estropeado? “¿Qué hora es?” Ella le preguntó a Carlos. Carlos parpadeó. “¿La hora? Yo no sé siquiera en que años estamos” Mirando a su alrededor, Carlos vio a un hombre usando un sombrero de vaquero caminando hacía el camión con el tanque de combustible. “Chase. ¿Qué hora es?” Mirando su muñeca, Chase le respondió. “Pues, son las 12:14 Carlos. ¿Acaso tienes que ir a algún sitio? Mirando a su propio reloj, Alice corroboró que este también marcaba las 12:14. Ella miró hacia el cielo una vez más y dejó escapar un largo suspiro. El satélite no estaría en posición durante un tiempo. Sacudiendo su cabeza, ella comentó. “Me estoy volviendo paranoica. Voy a dar un paseo, ¿de acuerdo?”

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Carlos asintió. “Tengo que hacerme cargo de algo. Si quieres, nosotros podemos llevarte a donde quieras”. Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Alice mientras Carlos se marchaba. Después de quedarse viéndolo por momento, Alice se dio la vuelta y empezó a caminar por el campamento. Varios niños la observaban cuando ella pasaba frente a ellos, la señalaban y murmuraban. Alice se maravillaba ante el hecho de que la viesen como una especie de leyenda. Cuando trabajaba en la División de Seguridad de Umbrella había ganado cierta reputación, la llamaban “La Pateadora de Traseros Alice”, pero eso no tenía comparación con lo que ella era ahora. Claire la interceptó cuando ella pasaba al lado de la Hummer. “¿Tienes un minuto?” Alice asintió. “Todos estamos muy agradecidos por tu ayuda…” Consciente de que había un pero después de eso, Alice la interrumpió. “¿Pero cuánto tiempo puedo quedarme?” “No me malinterpretes”. Claire dijo rápidamente. “Tienes que entenderlo. De verdad que te lo agradecemos. Todos vieron lo que hiciste. Pero tienen un poco de miedo”. Ahora Alice comenzaba a entender porque esta mujer era la líder. Mientras que Carlos usaba el sentimiento para argumentar porque ella debía quedarse, Claire usaba la práctica para argumentar porque ella debía irse. Lo último era algo característico en un líder.

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En respuesta a lo que Claire había dicho, Alice respondió. “No me extraña. Parece que me persigue la muerte”. Con un gesto de amargura, Claire le dijo. “No eres la única”. Ella miró de reojo a las diez tumbas y luego nuevamente a Alice. “¿Quieres explicar lo que pasó?” Alice suspiró. “Ojala pudiera. Ellos me hicieron algo. Algo que yo no puedo explicar, y no puedo controlar”. Alice suponía que no había necesidad de explicar quiénes eran “ellos”. A este punto, los crímenes de Umbrella habían quedado al descubierto para el mundo, lamentablemente el mundo había tenido problemas más grandes como para perseguir y castigar esos crímenes. Mirando alrededor del campamento, Alice continuó. “Así que no los culpo por estar asustados. La verdad es, que yo también estoy asustada”. Claire se quedó viéndola por un segundo. Alice no podía saber con exactitud lo que Claire pensaba, esto era seguramente debido al poco contacto con seres humanos que ella había tenido últimamente. Finalmente, Claire le dijo. “Tengo que decir esto. Ya día a día enfrentamos muchos peligros. Yo no sé si necesitamos tener uno más tan cercano en nuestra casa”. “Lo entiendo”. Dijo Alice complacida ya que ella ya le había dicho a Carlos que ella iba a continuar con su camino. “Yo no voy a quedarme. Si puedo ayudarlos, lo voy a hacer. Luego ya no sabrán más de mí”. “Y tú, ¿solo te quedarás dando vueltas allá afuera?”

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Nuevamente Alice asintió. “Es una manera dura de vivir”. Alice sonrió. “Toma poco acostumbrarse a ello”. “Acostumbrase a todo en estos días”.

VEINTIDOS

Isaacs miraba impaciente las imágenes en la pantalla. Cambiar la posición de los satélites había funcionado. La Reina Blanca había podido detectar los dos estallidos psiónicos en la región oeste de lo que alguna vez fue Estado Unidos de América, el círculo comprendía Utah, Nevada, California, Arizona, Nuevo México, Idaho, Oregón o Washington. Los satélites luego iniciaron una búsqueda más detallada, rostros que pudieran comparar. Uno de esos rostros tomados por el satélite provenía de un convoy donde había varios seres humanos – eran alrededor de veinte personas, lo que era notable para los tiempos oscuros actuales – en Nevada. Los satélites solo podían realizar una identificación parcial, pero la Reina Blanca orgullosamente exclamó que había una coincidencia del 62% con las imágenes de Alice Abernathy que ellos tenían en sus archivos. Isaacs sonrió de una extraña manera y dijo, “Bienvenida a casa”.

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Los satélites repitieron la misma acción con las demás personas que se encontraban con Alice y la Reina Blanca señaló a dos que probablemente serían Carlos Olivera y L.J Jefferson Wayne, quienes habían sido cómplices del proyecto Alice durante el desastre en Raccoon City y su inmediata consecuencia. Desafortunadamente Isaacs tenía que informarle de esto al presidente Wesker antes de que cualquier operación para recuperar el Proyecto Alice se llevase a cabo. Él mismo podría darle la orden al personal de seguridad, pero entonces ese maldito de Slater simplemente anularía el procedimiento e iría con Wesker por respaldo. Por lo tanto, y por mucho que lo irritaba, él solicitó tener una reunión privada con Wesker. Pasada una hora, él estaba de pie en la sala de reuniones, hablando con la imagen holográfica de Wesker, quien estaba sentado en la misma silla donde habían tenido la reunión más grande, entonces Isaacs le comunicó a Wesker todo lo que la Reina Blanca había averiguado. Wesker se frotó su barbilla, pensativo, “Esta usted seguro de que es ella”. “Al 62% - no se puede dejar pasar esta oportunidad”. En un tono que indicaba desacuerdo con las palabras de Isaacs, Wesker dijo, “Si es el proyecto Alice lleva años evitando el satélite”. Nuevamente el tema caía en Detroit, parecía que Isaacs nunca iba a estar libre de que se lo recordasen, “He alterado la ruta de los satélites que nos quedan. Podemos

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seguirla sin que sepa que la estamos vigilando. Puedo tener a un grupo de especialistas listos en una hora”. “No”. Isaacs tuvo que contener cada músculo de su cuerpo para que la expresión de decepción no apareciese en su rostro. Wesker continuó, “Esperaremos a tener una identificación positiva. Al 100%”. Isaacs agregó entre dientes, “El grupo con el que se encuentra incluye a sus conocidos, Olivera y Wayne. Además el proyecto Alice original es de vital importancia para mi trabajo, para el proceso de domesticación. Su sangre, su estructura genética son la clave. Mientras más esperemos, más aumenta la posibilidad de perderla. No puedo arriesgarme”. Utilizando un tono más bajo y peligroso, haciéndole ver a Isaacs que se había sobrepasado un poco, Wesker le respondió, “La decisión no es suya. No tomará medida alguna hasta que él comité no haya tratado el asunto en la próxima reunión”. Y con eso la imagen de Wesker desapareció. “Maldición” Isaacs gritó en la habitación vacía. La próxima reunión sería dentro de tres días. El proyecto Alice podría estar en cualquier otra parte para entonces, y nada garantizaba que ellos pudieran volver a encontrarla. Del bolsillo de su bata de laboratorio Isaacs tomó su grabadora digital. La luz roja estaba encendida, indicando que estaba aún grabando. Él presionó un botón y la luz roja se apagó.

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Regresando a su laboratorio, Isaacs nuevamente encendió la grabadora y la acopló a su computadora, ingresando los datos de la conversación a los archivos de sonido que él conservaba en un lugar protegido, escribió la contraseña para abrir la carpeta de archivos que él simplemente había llamado 15267, una serie de números escogidos al azar. El programa comenzó a cargar la voz de Wesker, luego las palabras individuales. El programa creo nuevos archivos por cada palabra, y muchos nuevos iconos se sumaron a la carpeta 15267, cada uno con una palabra diferente. Cuando en la pantalla de la computadora aparecieron las palabras CAPTURA COMPLETA, Isaacs tomó asiento y abrió otro programa, uno que crearía un sonido de voz para los nuevos ficheros que él había creado. El trabajo era tedioso y lento, pero después de 20 minutos, él tenía un archivo de sonido completo. Para estar seguro, él lo escuchó. Empezó a sonar la voz desarticulada de Wesker por los altavoces, las voces sonaban desiguales y con largas pausas. “El, Comité, Autoriza, La, Intervención, Inmediata, Entrega, De, Vehículos, Y, Personal, Bajo, El, Mando, Del, Doctor, Isaacs”. Isaacs sonrió Pronto Muy Pronto.

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VEINTITRÉS

Jill Valentine había pasado los últimos días conviviendo con los ciudadanos de la ciudad de Baltimore, los que no se encontraban en el centro de convenciones. Esto era deprimente de alguna manera. Por un lado ella solo había podido reunir a 100 personas. Y de esos 100 pocos podían mantenerse en pie. Estaban desnutridos, deshidratados y muchos al borde de la muerte. Peor aún, estas personas además estaban desarmadas, a menos que contaran con dos de los cuatro que yacían alrededor de una fila de casas abandonadas, lo que significaba que cuando morían – y de acuerdo a André ellos lo hacían regularmente – se convertían en zombis. La seguridad en los números era un concepto que ellos habían abandonado. Muchos se habían acercado al centro de convenciones, al escuchar que allí podían conseguir alimento y refugio, pero los pocos que habían podido regresar con vida dijeron que allí le disparaban a cualquiera que se acercase al lugar – una táctica que Jill había experimentado de primera mano. El centro de convenciones era solo para “Esos Muchachos”. Ya era lo suficientemente duro para la gente sobrevivir en este mundo, ¿pero que los propios seres humanos se negasen a darles una mano? Eso era algo que Jill no iba a tolerar. Primero, ella tenía que organizarlos a todos allí, unirlos. Eso era todo un reto. Algunos estaban dispuestos a

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colaborar. Otros se encontraban muy débiles como para protestar y accedieron debido a su incapacidad de rechazar la idea. Una persona, una mujer llamada Maureen, se negaba a abandonar su edificio, argumentando, “La última vez que hablé con alguien, ella murió y trató de comerse mi trasero. Git”. Jill finalmente la convenció para que Maureen saliera a intercambiar comida. Además de sus propias provisiones, André le había mostrado un negocio de comidas que estaba cerrado y al que nadie había sido capaz de entrar. Jill ingresó al lugar haciendo poco esfuerzo. Aunque los alimentos perecederos estaban podridos al punto que casi no se podía respirar allí dentro, ellos pudieron conseguir distintas latas de comida y botellas de agua. Jill los había convencido a todos, reuniéndolos en un edifico abandonado en la calle Fayette. La mayoría dijo que sí. Los que no asistieron es porque ya estaban acabados y no serían de ninguna ayuda. Pronto morirían y se convertirían en zombis. Jill incluso había pensado en dispárales ella misma a la cabeza y acabar con su sufrimiento. Cuando ella le preguntó a los que estaban allí si faltaba alguien, André dudó. “Falta alguien, pero no vas a querer hablar con él”. “¿Por qué no?” “Porque está completamente loco”. Otra persona –un muchacho llamado Marlo – dijo, “¿Estás hablando de Jasper? Mierda” La última vocal de la última palabra se prolongó por varios segundos. “Él es un

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negro loco. Antes era un policía, y cuando cayó toda esta mierda, él tenía drogas y armas”. “¿Él era un policía?” “¿Acaso ya no te lo he dicho?” Marlo respondió. “Si él era un policía – antes cuando había policías y todo eso. Intercambiaba drogas por comida, pero ya no hace eso ya que ahora nadie se droga”. Esto último sorprendió a Jill. “¿Nadie se droga?” André se encogió de hombros. “Nada para drogarse. Todos los que consumían murieron por una sobredosis y luego se convirtieron en zombis. Ya no queda nadie que quiera droga” “¿Dónde esta esté Jasper?” A Jill le tomó diez minutos poder obtener una respuesta por parte de André y Marlo, ya que ellos pensaban que Jasper le dispararía a Jill en la cabeza si ella tan solo se acercaba un poco a su casa. Finalmente Marlo le dijo que Jasper se encontraba en un viejo edificio – antes era el lugar donde operaba el movimiento para la revalorización de África, el “Poder Negro”, era una organización que había sido fundada para ayudar a la comunidad africana en Baltimore. Se había clausurado luego del escándalo que envolvió a su organizador. Jill recordaba haber leído algo sobre eso. Nadie iba a acompañarla a aquel alto edificio gris de piedra, pero de todas maneras Jill pensaba que era mejor ir sola a ese lugar. Ella estacionó su coche una cuantas cuadras atrás y luego continuó el resto del camino a pie, tratando de mantenerse fuera de vista. Ella rápidamente se dio cuenta que el lugar estaba atrincherado, había francotiradores en las

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ventanas de los pisos de arriba. Nadie parecía estar detrás de esos francotiradores, pero había formas de automatizarlos y Jasper podía haberlo hecho. Marlo, André y muchos otros le dijeron que este hombre actuaba como si fuese el “hombre más poderoso de Baltimore” y solo hablaba con quienes hacía negocios, en sus propias palabras, “desde una posición de superioridad”. André estaba seguro que él tuvo un encuentro con “Los Muchachos” del centro de convenciones” y que de alguna manera debieron llegar a algún tipo de acuerdo. Jill tenía la esperanza de poder romper ese acuerdo. Sacando su arma ella le disparó a uno de los francotiradores. Luego ella dio un paso hacia adelante y levantó sus manos. “Oficial Jasper, mi nombre es Jill Valentine. Quiero hablarle”. “Debería dispararte en toda la cara por lo que acabas de hacer perra”. La voz provenía de los pisos de arriba. “Eso fue para demostrarte que yo podía. Incluso podía haberle disparado a todos tus francotiradores antes de que tu tuvieses la oportunidad de bloquear y cargar, ya que dudo que me hayas visto venir”. “Tú sí que eres una perra confiada, ¿no es así?” Ella sonrió. “Se de lo que soy capaz. Y también se de lo que tú eres capaz. Y necesito tu ayuda”. “Lárgate de aquí perra. Yo no ayudo a nadie”.

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“¿En serio? Escuché que fuiste un policía. ¿Acaso no juraste proteger y servir?” “Eso es bueno – arrojándome el cargo en mi cara. Solía tener una placa, pero ya no me interesa. Déjame adivinar, salías con un policía, por eso conoces la jerga ¿no?” “No, yo también soy policía. Oficial Jill Valentine, de STARS”. “¿STARS? ¿Qué mierda es eso? Espera...” Él dijo esto antes de que Jill pudiera responderle, “Eran esos malditos policías de Raccoon City, ¿no es así?”. “Así es. Cuando aún existía Raccoon City”. Jill se estaba cansando de gritarle a los techos. “¿Puedo entrar?”. “Yo conozco ese nombre. Valentine. ¿Trabajabas con un idiota llamado Wells?” “Él no era un idiota, pero si yo trabajaba con el Sargento Peyton Wells”. “Lo conocí en una conferencia en Seattle. El único tipo allí que no era un estirado inflexible”. Jill sonrió. “Si ese era Peyton”. “Él decía que tú eras la mejor en su equipo. Así que supongo que está bien”. Apoyando sus manos en sus caderas, Jill le gritó, “Eso significa que puedo entrar y hablar contigo”. “Depende de lo que quieras hablar”

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“En este momento, sin contar a los que están en el centro de convenciones, hay casi 100 personas en la ciudad de Baltimore. Es la misma ciudad que tú alguna vez juraste proteger y servir. Ese número está cayendo porque esos malditos que están en el centro de convenciones están acaparando todos los recursos y asesinando a todos para conseguirlos. La ciudad podría tener una oportunidad si todos estamos allá – y ese lugar podría ser un refugio. Toda la estructura está allí, pero los malditos la tienen solo para ellos”. Jasper finalmente asomó su cabeza por la ventana. Él tenía un peinado afro de casi 30 cm sobre su cabeza y una barba gruesa. Sus ojos marrones se veían un poco locos, los cuales eran menos alocados de lo que Jill esperaba. “¿Cómo sabes eso?”. Jasper le preguntó, “Ellos le disparan a todos los que se acercan allí”. “Ellos trataron. Pero yo les disparé primero”. “Buena chica”. Él metió su cabeza de nuevo adentro. Jill esperó que algo sucediera. “¿Jasper?” Ella tomó su arma. ¿Qué iba él a - ? Luego la puerta del frente se abrió. “Bueno, no te quedes allí parada perra” Jasper le dijo. Jill pudo ver que él llevaba al menos tres tipos de armas diferentes, más algunos cuchillos y dos bandoleras para llevar munición en su pecho. “Muévete y entra” Sonriendo, Jill enfundó su 9 arma y se acercó a la puerta del frente.

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VEINTICUATRO

Claire observaba a todos los miembros selectos del convoy que ella había reunido en la parte trasera de la camioneta 8x8. Estaba ella, Mikey, Carlos y Chase. Alice también estaba presente, acababa de decirles a todos lo que ella le había dicho a Claire con anterioridad acerca del cuaderno rojo que ella tenía en su poder. Normalmente, Claire también hubiera convocado a L.J, pero él todavía estaba muy sumergido en el dolor por lo de Betty como para poder pensar con claridad. Una vez que Alice terminó de hablar – ya que mientras ella hablaba el cuaderno se lo pasaban unos a otros – hubo silencio, excepto por el sonido de las páginas que Mikey pasaba. Chase finalmente rompió el silencio con una voz de ensueño. “Un refugio seguro, libre de infección”. Pasando unas cuantas páginas más con varias imágenes, Mikey dijo, “Es la Tierra prometida” Claire no podía creer lo que ella estaba escuchando. Ella había aceptado que Alice le comentara a otros miembros importantes del convoy sobre el cuaderno, pero fue luego de que Alice prácticamente la obligara a hacerlo, “¿Alaska?, ¿Acaso están todos locos? ¿Tienen idea de qué tipo de viaje supondría?” Encogiéndose de hombros, Chase respondió, “Si. Uno muy largo”.

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“Bueno” Mikey agregó, “Dos mil setecientas cuarenta y seis millas” Todos se quedaron viéndole. Claire se preguntaba cómo podía saber él eso con exactitud, luego recordó que Mikey era una persona fascinada con la tecnología. En voz baja Mikey agregó, “Mas o menos”. “Y nosotros no tenemos suficiente gasolina para la próxima semana”. Claire miró directamente a Alice, quien le devolvió la mirada con esos profundos ojos azules de ella. “Y al final de ese viaje que – Ni siquiera tenemos garantías de que quede alguien con vida allá arriba”. Mikey sostuvo transmisiones -”

el cuaderno.

“Tenemos estas

“Son de casi seis meses. ¿A cuántas emisiones de radio hemos respondido? ¿Cuántas veces hemos llegado demasiado tarde?” Nadie respondió a eso. La respuesta a la segunda pregunta era un número ligeramente más bajo que la respuesta a la primera. Alice le dijo, “Las transmisiones dicen que no existe ninguna infección allá arriba. Ellos están aislados –a salvo”. Nuevamente Claire le lanzó una mirada a Alice y nuevamente Alice le sostuvo la mirada. “Las personas en este convoy me han confiado sus vidas. ¿Tienen idea de lo riesgoso que sería?” Chase respondió en voz baja. “Un riesgo que vale la pena correr”.

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“No”. Claire dijo con firmeza. Incluso ella se lamentaba por haberle permitido a Alice hablar sobre ello. “Estas personas no necesitan sueños vacíos”. “Puede que eso sea lo que necesiten” Claire giró su cabeza para mirar a Carlos, quien no había dicho nada hasta ahora salvo por estas últimas siete palabras. “¿Qué?” “Míralos Claire”. Dijo Carlos enfáticamente, su voz sonaba entrecortada por el dolor y el estrés. “Hace seis meses éramos cincuenta. Luego cuarenta. Ahora somos menos de treinta. Enterramos a diez personas esta mañana solamente. Ellos están empezando a darse por vencidos. Necesitan algún tipo de esperanza”. “Este tipo de esperanza podría hacer que los maten a todos”. Carlos soltó una risa desagradable. “El mundo podría matarlos a todos Claire. ¿Tenemos una mayor oportunidad haciendo lo que venimos haciendo hasta ahora, conduciendo por los alrededores, esperando lo mejor y siendo amenazados por aves? Dios, ¿Acaso no viste lo que sucedió esta mañana? Diez personas murieron, y nadie pudo decir ni una sola palabra. Freddie era un carpintero que tenía tres niños, Dillon era un soldado que había peleado en dos guerras, Jared era un vendedor de zapatos, Betty era una paramédica que estudiaba para convertirse en enfermera, Kenny era empleado en un banco y asistía a clases para convertirse en abogado, Monique era fisioterapeuta y fue abuela tres veces, Jason era productor de televisión – estas

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personas tenían una vida, pero murieron en este convoy, a nadie parecía importarle. Necesitamos algo que nos importe Claire, o todos podemos ya dispararnos a nosotros mismos y acabar de una vez con esto”. Claire miró a los demás. Mikey y Chase tenían la misma desesperación intensa que Carlos. Y Alice – ella todavía no entendía a Alice. Tal vez Carlos estaba en lo correcto. Lo menos que ella podía hacer, era darles a los demás la oportunidad de elegir. Diez minutos después, ella había reunido a todo el convoy alrededor de la 8x8. Todos estaban observándola, esperando que ella les dijera que hacer. Días como estos, ella se preguntaba porque esta gente la seguía. Ella no los había llevado exactamente a donde pudieran ser libres y estar seguros. Pero tal vez, esto era lo mejor que ellos tenían ahora. “Tenemos que tomar una decisión – y es demasiado importante para que la tome yo por ustedes. Puede que haya más sobrevivientes en Alaska. Es posible que la infección no haya llegado tan lejos. Pero no lo sabemos con seguridad. Hay que elegir, o nos quedamos como estamos o intentamos llegar a Alaska”. Ella hizo una pausa, los miró a todos allí. Ella ya podía leer algo diferente en sus ojos. “¿Por Alaska?” Más de veinte personas levantaron sus manos. En el medio del desierto, todos votaron por el oasis. Claire solo esperaba que no fuese tan solo un espejismo.

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“Muy bien. Vamos a hacerlo”. Claire saltó de la camioneta y se dirigió directamente hacía donde estaba Alice. “Espero que tengas razón”. “Yo también” Alice dijo con una sonrisa. “Pero, con toda seriedad, ¿Cuál es la alternativa? ¿Solo conducir y esperar lo mejor? Al menos tú ahora tienes un objetivo”. Claire reunió a todos los conductores alrededor de la camioneta de noticias, Mikey (la camioneta de noticias), Carlos (la 8x8), Chase (el camión Enco), Claire (la Hummer) y Morgan a quien Claire le había pedido que se hiciese cargo de la ambulancia ahora que ya la habían desenterrado de la arena. “Prácticamente no tenemos comida”. Dijo Carlos. Claire ya estaba al tanto de eso puesto que Otto se lo había comentado la noche anterior. Ella hizo un esfuerzo para no pensar en el hecho de que Otto ya no estaba allí para charlar. Otto había sido la figura que mantenía al convoy unido, especialmente por lo bueno que él era con los niños. ¿Qué sucedería ahora - ? Carlos interrumpió sus pensamientos. “El tanque de combustible está casi vacío”. Hablando de Otto, ella había conseguido gasolina también del autobús escolar – este ya no servía como medio de transporte – y también había tomado todo el equipo y armas que allí se encontraban. También habían conseguido combustible del cuadriciclo. Alice les ofreció todo el combustible que a ella le quedaba de su motocicleta destruida, y que ella había traído consigo.

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Mikey dijo, “Tengo medio depósito de gasolina, eso es todo. Y con el peso añadido…” En la camioneta de noticias viajaban los niños que antes estaban en el autobús escolar. “Nos estamos quedando sin combustible”. Agregó Morgan. Carlos le preguntó a Chase y este respondió, “La aguja no llega al mínimo, tengo partículas gaseosas en el tanque” Él se agachó para simular como que olía algo. “Perfume a gasolina” “Por lo tanto si vamos a hacer este viaje”, Carlos empezó a hablar desenrollando un mapa que no se encontraba en un muy buen estado. “Nos tendremos que reabastecer. Estas son nuestras opciones” El abrió el mapa sobre el capó de la camioneta de noticias. Claire bajó la vista para ver el mapa de Nevada, también eran visibles algunos estados de California, Arizona, Utah, Wyoming y Nuevo México. Carlos señaló a Caliente. “Lo más cercano y más seguro es aquí”. Alice negó con su cabeza. “No. Ahí no. Ya lo intenté un mes atrás y el lugar está vacío”. Ahora Carlos señalaba a Mesquite, “Entonces aquí”. Alice de nuevo negó con su cabeza. Con su dedo apoyado en Yerington, Carlos dijo, “A lo mejor aquí -” pero luego se detuvo cuando Alice le lanzó una mirada.

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Los ojos de Claire, sin embargo, observaron otra ciudad, una en la que ella hubiese pensado en primer lugar. Bueno, ella había pensado en ese lugar pero luego ella pensó que podía llegar a ser demasiado peligroso, pero era preferible correr el riesgo por mucho antes que correr el riesgo por poca cosa. “Las Vegas”. Todos se dieron vuelta para mirarla. La mayoría lo hacía como si ella estuviera fuera de su sano juicio. Claire les explicó. “Es el único lugar donde encontraremos gasolina y suministros”. “Y por un buen motivo”. Carlos le respondió. “Las Vegas es demasiado peligroso”. Chase agregó, sacudiendo su cabeza. “Y estará plagada de esos hijos de puta”. Claire respiró profundamente. “Si vamos a ir a Alaska, vamos a necesitar mucha gasolina. Llevamos seis meses agotándolo todo en pueblos pequeños. Probemos en una gran ciudad”. “Tiene razón”. Dijo Alice. “Las Vegas es una buena opción”. Mikey lucía asustado pero decidido. Chase y Morgan resignados. Carlos todavía se veía como si pensara que Alice y Claire necesitaban ser encerradas. Finalmente, Carlos bajó su cabeza. “Bien, en tiempos de desesperación, y toda la otra mierda que sigue”. “Está bien por mí”. Dijo Chase. “Preparémonos”. Todos se encaminaron a sus respectivos vehículos. Claire recorrió el convoy para asegurarse de que todos estuvieran listos para partir. Cuando caminó al lado de la

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ambulancia notó que Morgan lucía nervioso en el asiento de conductor. “¿Estás bien?” “Si – es solo que -” Morgan suspiró. “Pensaba en convertirme en paramédico cuando, tú sabes, nos cayó encima toda esta mierda. Nunca pensé que llegaría a manejar una de estas. No era así como yo quería que sucediera”. “Hace mucho que todos estamos muy lejos de lo que en realidad queríamos Morgan”, Claire le habló poniendo una mano sobre su hombro. “Oye, ¿y cómo estamos de antibióticos?”. “No mal – especialmente ahora que -” Morgan hizo una mueca. “¿Ahora qué?” Morgan dejó escapar un largo suspiro. “Ahora que somos menos de veinte”. “Pues si”. Claire apretó su hombro y luego se dirigió a la camioneta 8x8, donde Alice se ubicó al lado de Carlos y Kmart lo hizo detrás de Alice, mirándola como si ella fuese una especie de Diosa. Claire suspiró. Suponía que eso era inevitable, especialmente por como las historias sobre Alice habían pasado de boca en boca después de su aparición y de cómo usó sus trucos mágicos para salvarle la vida a Carlos. Por un lado, Claire deseaba que Alice hubiese aparecido antes, tal vez eso les hubiese salvado la vida a más personas que no lo lograron, pero después de todo ellos tenían suerte de que ella apareció al fin de cuentas. Claire entró a la Hummer. Dos otros adolescentes, una joven llamada Tracy y un muchacho llamado Brian se sentaron en la parte de atrás. “Kmart dijo que ibas a necesitar compañía”, dijo Tracy.

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Sonriendo, Claire se ajustó el cinturón de seguridad y encendió el motor. “Gracias chicos”. “Dale las gracias a ella”. Dijo Brian con amargura. “Nosotros queríamos ir en la camioneta de noticias. Allí hay cosas buenas”. Tracy golpeó a su hermano en el brazo. “Cállate” Sacudiendo su cabeza Claire tomó el PRC. “¿Todos listos para salir?” Mikey, Carlos, Morgan y Chase le respondieron afirmativamente. “En marcha” Sentado en el asiento de pasajero del camión Enco, L.J trataba de no pensar en toda la mierda que sentía. Chase conducía el camión. “¿Estas bien?” L.J se encogió de hombros lo mejor que pudo. “Si, sí. Estoy bien. Eso de comer cerdo con frijoles es letal. No sé cómo aguantan comer eso ustedes lo vaqueros” Chase se echó a reír. Todo iba a terminar pronto. L.J lo sabía. Él debería haberse alejado. Así es como él hacía las cosas, alejarse antes de que le cayera la mierda encima. Esa era su filosofía, y siempre lo mantuvo en movimiento mientras que otros pobres desgraciados caían. Pero todo cambió cuando él llegó aquí. Esta gente contaba con él. ¿Acaso no era esto como una patada en los dientes? Que las personas dependieran de L.J como si él fuese un salvador.

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Era una sensación extraña. Pero también era una buena sensación. Lo que hizo que todo esto fuera más difícil. L.J debió haber abandonado todo y caminar solo por el desierto y esperar que el maldito virus lo tomara, y entonces él sería otro maldito zombi, como Rashonda y Dwayne y todos esos niños en Raccoon City. Pero él no podía hacer eso. Él no podía marcharse. Él tenía que continuar y ayudar un poco más. Tenía que ayudar a estas personas. “¿Estás seguro de que estás bien?” Lo último que L.J quería era la lástima. Él cambió su tono de voz tratando de imitar tontamente a Chase. “¿Estás seguro que estas bien? ¿No querrás tener una historia tipo Brokeback conmigo?” “Hey, tranquilízate. Solo me preocupaba. Rayos, tu eres el sub. líder de este convoy, solo quería asegurarme de que estuvieses bien”. “Estoy bien”. Dijo L.J. “Es solo…” “Betty. ¿No es así?” L.J parpadeó. “Uh, si”. Él ni siquiera había pensado en usar su dolor por la pérdida de Betty –quien no se merecía lo que le sucedió. Como ninguno de los demás – para cubrir su situación. Mierda, él estaba enfermo. “Si, es eso probablemente. Pero no quiero hablar”. “Está bien” Después de eso Chase no volvió a hablarle. L.J miraba hacia afuera por la ventanilla.

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Alice estaba sentada en el asiento de pasajero de la camioneta 8x8. Fue cuando estaban ya en la autopista que Alice se dio cuenta de que había un gran hoyo en el suelo de la camioneta. Ella veía pasar el pavimento bajo sus pies. Mirando a Carlos, ella sonrió. “Lindo paseo” En pocos minutos, ellos estaban en la autopista 93, dirigiéndose al sur. Un cartel decía LAS VEGAS 155 MILLAS. Kmart se inclinó hacia adelante por lo que ella estaba en medio de los dos. “¿Cómo es las Vegas?” Alice se estremeció. “Solía ser divertido”. “¿Y ahora?” Girando su cabeza hacía Kmart, Alice le dio la respuesta más sería que ella podía proporcionarle. “Espero que no nos quedemos lo suficiente para averiguarlo”. Se quedaron en la autopista 93 por un buen rato. Finalmente el viaje causó que Kmart se quedara dormida. Tan pronto como Alice lo notó, ella le habló a Carlos. “¿Te has dado cuenta de que le gustas?”. Frunciendo el ceño, Carlos le respondió. “¿Qué?” “Ella está enamorada de ti” “¿Kmart?”. Carlos sacudió su cabeza. “Ella solo tiene catorce años”. “Es lo suficientemente madura. Sobre todo en estos tiempos”. “Seguro”. El convoy pasó al lado de varios muertos vivientes que arrastraban sus pies a la orilla de la carretera que parecía no tener fin. “¿Alguna vez pensaste que nosotros somos en realidad los fenómenos?”

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“¿Qué quieres decir?” Alice le preguntó aunque ella sabía muy bien lo que él había querido decir. “Que somos nosotros las anomalías. Somos los últimos dinosaurios. Destruimos nuestro mundo, y el mundo nos destruyó a nosotros. Míralos”. Carlos le señalaba a los no vivientes con su cabeza mientras manejaba. “Este es ahora su mundo. Nosotros no pertenecemos aquí”. Sacudiendo su cabeza, Alice le respondió. “Cree eso si tú quieres, pero yo no estoy dispuesta a rendirme ante el nuevo orden mundial todavía”. Ella tomó su cuaderno que se encontraba en el bolsillo lateral de la puerta. Pasando varias páginas, ella encontró uno de esos bellos artículos sobre Arcadia, el cual estaba sujeto a la página con un clip. Removiendo ambos, ella usó el clip para sujetar la hermosa fotografía de un pintoresco pueblo en el espejo visor encima de ella. Ella miró a Carlos. “Hay un final para todo esto. Estoy segura”.

VEINTICINCO

En el año 1940, Benjamín Siegel, un gangster de Nueva York quien se había mudado a Los Ángeles, decidió convertir a un pequeño pueblo del desierto llamado Las Vegas y que estaba situado en el Estado de Nevada – pueblo donde el juego era legal – en el lugar con el hotel y casino más lujoso que el mundo hubiese visto. El resultado de ese sueño –El Hotel Flamingo - fue solo el primero, y para fines del siglo veinte, Las Vegas había ganado la merecida

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reputación de ser la ciudad del juego y las apuestas, y muy pronto pasó a ser llamada la ciudad del pecado. Esto, sin embargo, ya era parte del viejo mundo. Si Alice no hubiese visto el letrero que decía BIENVENIDO A LAS VEGAS, y si el odómetro de la 8x8 no hubiese marcado ciento cincuenta y cinco millas más que la milla que marcó en su momento cuando subieron a la autopista, ella nunca hubiese creído lo que decía el cartel. La voz de Claire se escuchó por el PRC resumiendo esto perfectamente. “Oh, Dios mío”. Alice recordó un poema de Percy Bysshe Shelley, que ella había leído en la preparatoria, se llamaba Ozymandias, era acerca de un reino que había sido reclamado por el desierto, dejando visibles solamente dos piernas que pertenecían a la estatua del ya fallecido rey Ozymandias, el “Rey de Reyes”. En voz alta, ella murmuró una línea de ese poema, “Nada más que restos”. Por detrás de Alice, Kmart preguntó, “¿Dónde está?” “Creo que el desierto la quería de vuelta”, Alice le respondió. Algunos restos de Las Vegas todavía podían verse por encima de las dunas de arena: la parte superior de las recreaciones del edificio Empire State, La estatua de la Libertad, la Torre Eiffel y la Esfinge separada del Templo de Luxor. Con amargura Alice pensó que esta última lucía mucho mejor ahora.

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Ella sacudió su cabeza. “Cinco años de tormentas y nadie que se hiciera cargo de quitar la arena”.

Claire dijo, “Vamos a tener que hacer una parada”. Después de que todos los vehículos se detuvieron, Carlos tomó sus binoculares y comenzó a mirar a través de ellos lo que quedaba de la ciudad. Por el PRC, Chase hizo la pregunta que estaba en boca de todos, “¿Dónde están?” Después de unos segundos Carlos bajó binoculares, “Nada”

los

Alice no podía creer lo que veía. Ni una señal de muertos vivientes. Esto parecía imposible. Luego ella observó a uno de esos cuervos que habían amenazado al convoy antes. Alice lo señaló. “Estas aves deben haberse movido por toda la ciudad, manzana por manzana y deben haber dejado todo limpio”. Carlos se estremeció. Detrás de él, Kmart dijo, “Mierda”. “Pongámonos en marcha”, dijo Claire. “Todo el mundo tenga cuidado”. Poco a poco, el convoy fue recorriendo los arenosos restos de la Franja. Hojas resecas de palmeras eran visibles en la división central.

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“Allí” L.J dijo por el radio. “Pizza San Marco” “Es Piazza” dijo Mike. “Lo que mierda sea hombre. Allí tienen estacionamientos para coches y estaciones de servicio”. Alice miró hacia adelante y vio que el Hotel Venetian estaba en mejores condiciones que los otros – en realidad hasta se podía ingresar al hotel, aunque los grandes canales estaban repletos de arena y las góndolas estaban inútilmente varadas. “¿Cómo lo puedes saber?” Chase le preguntó. Alice podía ver perfectamente como L.J se encogía de hombros y ella le escuchó decir, “Una vez, en los viejos tiempos perdí dos de los grandes aquí”. Se escuchó un silbido extraño proveniente de Chase a través de los altavoces del PRC. “Dos mil dólares – Señor de los Grandes. “Porque no me besas el trasero, vaquero”. Alice se volvió hacía Carlos. “Sabes, esto da una sensación de que aún hay orden en el mundo. Todo puede haberse ido a la mierda, pero al menos L.J sigue siendo todavía L.J”. “Escuché eso Abernathy, ya tú tendrás lo tuyo chica, ¿me coges?”. Tomando el radio, Alice le respondió. “Ni en tus sueños más salvajes, L.J”. “Deténganse todos”.

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Carlos puso su pie en el freno después de la repentina orden de Claire y Alice se tambaleó hacía adelante, el cinturón de seguridad apretaba sus costillas. Alice saltó afuera de la 8x8 seguida por Carlos y ambos corrieron hacía la Hummer. Claire ya estaba afuera de la camioneta. Alice fijó su mirada en el macizo contenedor de metal que estaba allí bloqueando el camino. “Tenderemos que moverlo” Dijo Alice. Claire le lanzó una mirada indicándole que lo que había dicho era más que obvio, luego miró a Chase que estaba asomando su cabeza por la ventanilla del camión. “Chase, ve a un puesto de observación”. Ella miró alrededor y hacía los costados – ellos estaban justo enfrente de la recreación de la Torre Eiffel. “Allá arriba”. Alice no pudo evitar sonreír al ver la expresión en el rostro abatido de Chase mientras miraba la imponente altura de la recreación de la Torre Eiffel. “Genial”. “Podría ser peor”. Comentó Alice. “Esta es mucho más baja que la que se encuentra en Paris”. “Preferiría estar en la de Paris en este momento”. Murmuró Chase, luego se dirigió hacia allá. La camioneta 8x8, el camión Enco y la camioneta de noticias, los tres estaban equipados con guinches para vehículos, y pronto se acercaron al contenedor. Harían falta los tres vehículos para poder mover esa cosa. En realidad, Alice no estaba completamente segura si los tres serían suficientes, pero la ambulancia y la Hummer no tenían

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guinches. Mientras Alice levantaba el capo de la 8x8, Claire comenzó a desenlazar el cable en la camioneta de noticias y Carlos hacía lo mismo con el cable en el camión. “Maldición”. Alice levantó la vista y vio que Chase estaba a la mitad de la torre, despegaba sus manos del metal mientras trepaba, probablemente este estaba caliente al tacto. Después de un segundo, continuó. Los tres caminaron hacía el contenedor, un muy inestable L.J caminaba detrás de ellos apuntando con su beretta. Detrás de L.J caminaban los otros miembros adultos del convoy: Morgan, Dorian, Cliff, Peter Michael, Pablo, Érica, y Joel. Todos estaban armados y preparados. Junto a Alice, Claire revisó el frente del contenedor, pero no había señales de que hubiese sido manipulado ni siquiera había una cerradura. Era como si se tratase de una caja sellada. “No hay cerradura, no hay forma de abrirlo”. Alice le dijo a Claire. “Bien” Dijo Claire enfáticamente. Por cómo se veía todo, ella no quería saber que había dentro del contenedor. “Hagámoslo” Tan pronto como Claire trató de sujetar el guinche, Alice escuchó un ruido. Por eso ella se detuvo inmediatamente, Claire también lo había escuchado. Alice y Claire intercambiaron miradas, luego Alice apoyó su oído en el contenedor. Definitivamente sonaba como si alguien estuviese golpeando el contenedor por dentro. Finalmente Alice retrocedió cuando escuchó el sonido como de una explosión. Mirando hacia arriba, Alice pudo ver

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que se trataba de un perno que había salido volando del mismo contenedor, seguidamente otros pernos comenzaron a volar hacia afuera. “Retrocedan” Alice gritó, justo cuando la parte frontal del contenedor caía frente a ellos sobre la arena. Ella y Claire por muy poco evitaron ser arrolladas por la misma cuando esta golpeó contra el suelo. Por un segundo hubo silencio. El interior del contenedor parecía vacío. Luego se desató el infierno. Desde que ella vio el primer no viviente en la Colmena, de esto ya había pasado toda una vida, Alice había aprendido que había reglas que ellos siempre seguían. Una era que ellos eran increíblemente lentos. En realidad, la gran ventaja de los seres vivientes para con ellos siempre había sido esa, la velocidad. Los impulsos eléctricos que alimentaban su tejido muerto limitaban su capacidad de moverse con rapidez. Ya no más. Más de treinta no vivientes salieron del contenedor, y se movían a una velocidad que Alice apenas si podía seguirles el ritmo, mucho menos podían los demás. Alice y Claire estaban más cerca y uno de ellos saltó directamente hacía ellas. Sin dudarlo Alice lo alejó disparándole. Ella esperaba haberle herido en la cabeza, pero se había movido más rápido de lo previsto por Alice, y ella solo le había dado en el pecho.

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Aún con la mitad de su caja torácica, el no viviente rápidamente se puso de pie. “¿Pero que son estas cosas?” Claire preguntó mientras le apuntaba. Pero estos no vivientes eran demasiado rápidos. Ellos atacaron. Alice golpeó a uno de ellos fuertemente en el cuello rompiendo el hueso. Esta vez, el sujeto no volvió a levantarse. Eso era vulnerabilidades.

algo,

por

lo

menos

ellos

tenían

Varios miembros del convoy les dispararon, ellos eran tan buenos como Carlos o la misma Alice – o Jill, cuya puntería hacía que Alice la extrañara en este momento – pero ellos no podían dispararles a la cabeza. “Corran” Alice gritó, sin necesidad de decirlo dos veces, Claire se dirigió hacia la Hummer, L.J y Carlos la cubrían. Alice corrió, luchó y disparó, pero había demasiados. Uno literalmente partió a Morgan por la mitad. Otro le dio un puñetazo a Pablo, el puño fue directamente a su pecho, empujando su corazón y sacándolo hacia fuera a través de su espalda. Dos más sujetaron a Cliff por la espalda mientras corría y lo arrojaron al suelo, luego comenzaron a morderlo hasta convertirlo en un pedazo de carne ensangrentada. L.J apenas si pudo ingresar dentro de la camioneta 8X8, cerrando la puerta contra la cara de un no viviente. El monstruo continuaba golpeando la puerta, dejando abolladuras en la misma, luego fue por la ventana. L.J gritó cuando la criatura la destruyó, él se movió a la parte trasera

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donde Alice suponía que Kmart se encontraba, “Quédate atrás” Primero Alice escuchó a Kmart decir “Olvida eso”. Después escuchó un disparo. Luego de esto vio como el no viviente volaba fuera de la ventana de la camioneta después del fuerte disparo de la escopeta. Mirando otra vez hacía Piazza San Marco, Alice vio como Joel y Peter Michael eran perseguidos en la recreación del puente veneciano por dos no vivientes. Alice corrió detrás de ellos, tomando las cuchillas que ella les había quitado a esos hijos de puta de la estación KLKB. Ella había estado esperando la oportunidad de poder usarlas. Su primer corte, rebanó el brazo de uno de los zombis. El segundo hizo lo mismo con el segundo brazo, y la otra cuchilla la incrustó en el cuello del otro no viviente, aunque no fueron golpes mortales. Pero si fueron lo suficientemente certeros para que ellos mantuvieran su atención en ella y no en Peter Michael y Joel. Ellos corrieron. Alice se quedó allí y le sonrió a las criaturas. Carlos se mantuvo disparando hasta que su arma se quedó sin munición. Él se aseguró de que Claire estuviese dentro de la Hummer y Mikey dentro de la camioneta de noticias. Cuando Peter Michael y Joel corrieron desde el Hotel Venetian, él también se aseguró de que entrasen en la ambulancia.

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Desafortunadamente, él no había podido salvar a Pablo, Cliff o Morgan, y él no podía ver a Dorian o a Érica. Chase todavía estaba arriba en la torre, y la bala ocasional que llegaba desde arriba quería decir que él estaba haciendo su parte. Los niños estaban todos dentro de la ambulancia con Joel y Peter Michael. Ellos estaban a salvo. Carlos, sin embargo, no lo estaba. Los no vivientes que habían sido alejados de la camioneta 8X8 estaban tras de él y Carlos tenía su arma descargada. Sin nada de tiempo para recargar, él se arrojó al suelo, debajo de la 8x8. Carlos pateó a dos zombis que trataban de sujetarlo por sus botas para alejarlos de él mientras buscaba municiones en su bolsa con sus dedos sudorosos, él dejo caer el cargador vacío al suelo mientras trataba de poner uno lleno en su arma. Uno de los zombis estaba cerca de su pantorrilla, con su boca abierta, listo para morderle. Finalmente, Carlos cargó su arma y le disparó a la criatura volando su cabeza y luego hizo lo mismo con el otro no viviente. Carlos respiró aliviado. Girando su cabeza pudo ver a otro monstruo gruñendo hacía él, Carlos podía sentir directamente su aliento descompuesto resoplando en su cara. Luego la criatura se movió para tratar de morderlo… Isaacs se encontraba en una tienda que ellos habían instalado en lo que alguna vez supo ser la ciudad de Las Vegas. Un helicóptero se encontraba al lado de la misma, listo

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para partir en caso de que las cosas salieran mal. Lo ocurrido en los últimos años le había enseñado a Sam Isaacs a esperar siempre lo peor, porque comúnmente lo peor siempre ocurría. Con él se encontraban las dos personas en quienes Isaacs más confiaba, más precisamente porque les había escuchado decir palabras despectivas en contra de Slater. Uno era Kim Pinto, un técnico experto que operaba la red del satélite, la otra persona era el doctor Howard Margolin, quien había supervisado la producción en masa del suero que había creado a estas nuevas criaturas y también había estado ayudando a Isaacs con la otra fórmula. Margolin también había sido el autor de la frase súper zombis para describir a estos nuevos no vivientes, un neologismo que se corrió de boca en boca por todo el complejo hasta que Isaacs le puso fin al mismo. Además de ellos, se encontraba DiGenaro y Lobachevski, que eran miembros de la División de seguridad. El piloto, Alan Kistler, quien esperaba dentro del helicóptero junto con Perroneau, también de seguridad. En frente de uno de los monitores del plasma, Isaacs observaba la batalla en la Franja, gracias a la señal del satélite. En otro monitor, tenía lo que Pinto llamaba “la cámara de Alice”, esta última les proporcionaba a ellos una visión directa de lo que Alice estaba mirando, esto era gracias al implante que Isaacs había colocado en la parte posterior de su cráneo, esto fue en San Francisco antes de que ella se escapara. Arriba de estos plasmas había pequeños monitores donde eran visibles varios bits que les proporcionaban información acerca de la salud de Alice.

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Una vez que ellos habían localizado al Proyecto Alice, junto a Olivera, Wayne y otros dieciocho supervivientes dirigiéndose a las Vegas, era solo cuestión de ponerles alguna obstrucción en el camino, y sería en el único camino por donde ellos podrían transitar – La Franja, algo con que el Proyecto Alice y compañía se toparían con seguridad. Y ahora ellos podían probar a los súper zombis quienes estaban superando todas sus expectativas. Era una lástima que las personas tuviesen que morir para poder probar a los súper zombis, pero teniendo en cuenta los objetivos a largo plazo de Isaacs, un pequeño número en la población de seres vivos no afectaba. Parecía que Alice había podido obtener algunas armas exóticas en sus viajes. Mirando a los dos plasmas, él había podido observar que ella estaba tratando de usar dos cuchillas provenientes de Nepal para eliminar a unos no vivientes. O, mejor dicho, estaba tratando de eliminarlos ya que una de ellas acabó en el hombro de una de las criaturas y el otro monstruo esquivó el ataque de Alice. El resultado de esto fue que la cuchilla acabó incrustándose en la pared de uno de los tantos hoteles vulgares que habían sabido dominar esta metrópolis, rompiéndose la punta de la hoja. Aun así, Alice continuaba luchando. Su ritmo cardiaco, su respiración y su actividad bioeléctrica cerebral estaban al mismo nivel que antes de empezar con la batalla. Todo esto no significaba ningún esfuerzo para Alice – o si en realidad lo era, no afectaba a su organismo. Su ritmo cardiaco marcaba apenas un porcentaje más alto de lo usual –igual era

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totalmente normal – y su actividad cerebral continuaba estable. Un no viviente cayó al suelo e Isaacs pudo darse cuenta de que Alice lo había decapitado con la parte restante de la cuchilla que ella aún conservaba. Había sucedido tan rápido que Isaacs casi no se da cuenta. “Ella es realmente magnífica”, él murmuró. Luego giró su cabeza hacía Margolin. “Cuando esté muerta, quiero que la recojan rápidamente, necesito una muestra de su sangre antes de que se enfríe”. Margolin asintió. Mirando nuevamente la pantalla Isaacs vio como Alice se deshacía del otro no viviente y recuperaba la cuchilla que se encontraba incrustada en su hombro. Isaacs ya había visto lo suficiente. “¿Esta el satélite en posición?” “Si, señor” Pinto le respondió. “Acaba con ella” Pinto escribió algunos comandos en su teclado. Segundos después, Alice dejó de moverse, sus brazos cayeron y ella apenas si podía sostener las cuchillas en sus manos. Isaacs sonrió. Mikey Faeber sabía que racionalmente, nadie podía pensar que el mundo estaba mejor ahora que antes. La mayoría de la población de los Estados Unidos estaba muerta, según lo que él mismo había podido analizar, el resto del mundo estaba apenas en mejores condiciones. Y día tras día

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él no podía estar completamente seguro si podría llegar a conseguir comida y refugio. Pero él tampoco extrañaba los viejos tiempos. Mikey trabajaba como programador de sistemas en un banco. Él trabajaba largas horas, y la paga era terrible. Mikey era menospreciado en su trabajo y su vida social debería haber sido mejorada en varios órdenes de magnitud para poder llegar a la altura de lo patético. Mikey había estado enfermo con mononucleosis (mono) cuando los zombis comenzaron a aparecer en Tampa. Para cuando él se recuperó, todos en su piso de departamentos estaban muertos, y solo el cerrojo en su puerta lo había mantenido a él a salvo. La siguiente persona con vida que él encontró fue una mujer llamada Jill Valentine, que le ofreció llevarlo a él junto con otras personas que ella había rescatado a lo largo de la costa del Golfo. Recorrieron las playas de Key West y luego se dirigieron al norte. En Atlanta, Jill se encontró con Carlos y Claire y los dejó a todos con ellos, debido a que ella estaba cansada de la gente. Al principio, Mikey pensó que él la había molestado demasiado a ella – y tenía que admitirlo, sus intentos de seducirla habían sido muy cursis, pero ella literalmente había salvado su vida, y era difícil no estar agradecido y enamorado de ella a la vez, especialmente tratándose de una mujer tan hermosa como Jill – pero Carlos le aseguró que Jill había sido siempre así. Mikey inmediatamente puso a prueba en el convoy sus habilidades como programador. Por primera vez en su vida él se sentía apreciado por lo que hacía, sentía que lo necesitaban, que lo querían e incluso que él les caía bien. Era

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una pena que tuvo que llegar el fin del mundo para que todo esto sucediera. Su vida amorosa no había empeorado, ya que no se podía descender más de cero. Si todas esas mujeres que le habían dicho que no saldrían con él así fuese el último hombre sobre la Tierra estuviesen hoy aquí, a Mikey le gustaría saber si ahora ellas pensarían lo mismo. Esto, sin embargo, ahora era el menor de sus problemas. Ya había sido bastante malo tener que lidiar con todos los zombis. A estas alturas, Mikey ya estaba acostumbrado a lidiar con ellos. ¿Pero cuervos? Y ahora estos zombis con superpoderes – esto estaba muy mal. Carlos lo había cubierto hasta que él pudo llegar a la camioneta. Los niños estaban todos dentro de la ambulancia, y esto era bueno para él. No había dicho nada, pero a Mikey nunca le habían gustado los niños y no disfrutaba para nada la idea de tenerlos allí en su camioneta – su refugio, su cielo, su fortaleza solitaria - en reemplazo del autobús escolar como si su vehículo fuese un jardín de infantes. Era mejor así, sobretodo porque uno de esos enormes monstruos se dirigía ahora directamente a su camioneta. Mikey encendió el motor y condujo en reversa, sin siquiera mirar hacia donde iba. Además las vistas laterales estaban todas cubiertas de arena. Él gesticuló una mueca cuando sintió que chocaba - contra algo. Lo que fuese no impidió que su vehículo continuara moviéndose, así que él no le prestó demasiada atención.

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Luego volvió a chocar contra algo que hizo que él saltara fuera de su asiento y que la camioneta se detuviera repentinamente. Mikey trató de ponerla en marcha nuevamente, esta comenzó a acelerarse. Pero no se movió. “Vamos, vamos” Esto no podía estar pasando. Mikey puso el pie en el pedal, pero nada sucedía. Él podía escuchar como las ruedas giraban, probablemente en la arena. Mikey estaba empezando a odiar la arena. Los golpes que sentía en la camioneta indicaban que los zombis estaban empezando a sacar su frustración contra el vehículo. En solo cuestión de segundos, Mikey escuchó el sonido ensordecedor de metal desgarrándose y de vidrios rotos. Los zombis habían arrancado dos de las puertas, una ventana y un lado entero del panel. Mikey trató de no pensar en lo difícil que sería reemplazar el material que los zombis estaban triturando – lógicamente, su pensamiento primario ahora era como él iba a hacer para sobrevivir unos diez segundos más. Entonces él recordó - que tenía armas. Gracias a Carlos él sabía cómo usarlas. Tomó el arma calibre 22 con la que estaba más familiarizado – Carlos le había dicho que no sería prudente poner en sus manos algo más potente, les disparó a los dos zombis más cercano. Cuatro más tomaron su lugar. Mirando a su alrededor, Mikey vio que no había zombis en la puerta trasera del vehículo.

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Él saltó de su asiento y se dirigió hacia allá. Abrió las puertas traseras y corrió rápido hacia afuera, corrió como nunca había corrido en su vida. Más rápido que cuando Butch Mowbry andaba tras de él para pedirle dinero. (¿Y quién demonios podría llamar a su hijo Butch? Ese sinónimo de machote era su nombre de pila, en su partida de nacimiento y todo. Butch se había dedicado al mantenimiento y seguridad de edificios, y Mikey creía que esto era una obra poética de la justicia. Mikey se preguntaba si Mowbry habría sobrevivido al Apocalipsis. Él esperaba que NO). Algo chocó contra la espalda de Mikey haciendo que él cayera al suelo, la odiada maldita arena le entraba en sus narices, en su boca y en sus ojos. El peso sobre él era tremendo y por primera vez en su vida, Mikey le encontró sentido a la frase peso muerto. Una enorme mujer zombi dio vuelta a Mikey en el suelo y abrió su boca para tratar de morderlo. Luego su cabeza explotó. Mirando por encima del zombi decapitado, Mikey pudo ver el humo saliendo del arma de Claire. “Mikey. Por aquí”. Le gritó ella. Claire no tenía que decírselo dos veces. Mikey había estado enamorado de Claire Redfield desde el primer momento en que la vio, pero nunca se animó a decirle nada ya que él había vivido toda una vida de rechazos. Pero él había jurado que si salía con vida de esto, le iba a pedir a Claire que se casara con él. Poniéndose de pie, Mikey corrió hacía la Hummer. Y Claire se asomó y le disparó a otro zombi.

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Luego otro saltó a su lado. Y otro. Y otro. Sentía una agonía aplastante, mucho peor que la que le había ocasionado Butch en toda una niñez de acoso escolar, en el momento en que los zombis literalmente le arrancaban pedazos de su cuerpo. Su último pensamiento fue Claire. Lo último que escuchó fue la voz de Kmart diciendo su nombre. Kmart pensaba que con toda la gente que ella había visto morir, ella ya estaba acostumbrada a esto. Pero cuando miró a los monstruos zombis despedazar a Mikey –pobre y dulce Mikey, que jamás había lastimado a nadie en su vida – y después de haber visto lo mismo con Cliff, Pablo y Morgan, ella se dio cuenta de que no lo estaba. Y aún no había pasado un día desde que ellos perdieron a Otto, Betty, Dillon, y los otros. Kmart creía que ya no podría soportar otra angustia más. Mirando a su costado ella se encontró con los ojos blancos lechosos y la boca abierta de L.J L.J se había convertido en uno de esos malditos zombis. Gritando Kmart trató de tomar nuevamente la escopeta - ¿OH Dios, como ella podía dispararle a L.J? – pero

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el espacio era demasiado estrecho. L.J se inclinó para morderla, y ella retrocedió viéndose obligada a abandonar la escopeta. Luego un par de manos la sujetaron desde abajo. Ella pensó que se trataba de otro zombi, pero era Carlos que estaba trepando por el agujero que había en el piso de la camioneta. Carlos alejó a Kmart – -luego L.J lo mordió en el hombro. Carlos gritó. Lo mismo hizo Kmart. Carlos levantó su arma y le disparó a L.J en la cabeza. El rostro sin vida de L.J giró hacia un costado y se desplomó en el asiento delantero. Kmart no lo podía creer. L.J era quien le había puesto ese nombre a ella. Él era el que siempre bromeaba, siempre tenía una historia para los niños, era quien los alentaba a continuar. Él no podía estar muerto, él no podía. Ella giró su cabeza para mirar a Carlos, por quien ella se sentía muy atraída, a pesar de que sonaba muy inmaduro y estúpido ahora. Él tenía una gran herida en su hombro. Carlos también iba a morir. Mientras la bilis le subía por la garganta, Kmart se daba cuenta de que todos iban a morir allí, en ese lugar que Alice le dijo que solía ser divertido.

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VEINTISEIS

Alice luchó. Había pasado mucho tiempo desde lo de Detroit, esa fue la última vez que la Corporación Umbrella la había tenido bajo su control. Mucho tiempo había pasado desde que ella había tenido que enfrentarse a ellos. Pero esa última vez Alice no había podido hacerlo, solo hasta después de que ellos hicieran que ella asesinara a Angie Ashford. Esta vez, Alice luchó más duro. Ya antes Alice había sido una mujer muy fuerte, esto debido a los años que ella había pasado entrenándose en el Departamento del Tesoro y luego como Jefa de Seguridad en La Colmena, esto se había acentuado durante los últimos años en que el T-Virus se había propagado, tanto en el mundo como en sus venas. Ella nunca más iba a permitirse ser objeto de los caprichos de Isaacs. Por todas las personas que murieron en La Colmena, desde los quinientos empleados con los que La Colmena contaba hasta One y todo su equipo. Por Matt y Lisa, que fueron sus aliados y quisieron derribar a la Corporación. Por toda la población de Raccoon City, que fue sacrificada en el altar de la superioridad de Umbrella.

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Por las personas de este convoy que habían perdido sus vidas en un intento por sobrevivir. Y por Angie. Sus ojos seguían trabajando, mientras ella observaba como los monstruos destrozaban la camioneta de noticias y hacían lo mismo con Mikey. Miraba la transformación de L.J y como Carlos le disparaba a la cabeza. Ella podía ver como cuatro no vivientes más se dirigían a la ambulancia, veía a Peter-Michael y Joel tratando de derribarlos a todos con sus pistolas, pero no pudieron y una de las criaturas literalmente le arrancó la cabeza a PeterMichael. Miraba como Dorian y Érica corrían hacía la recreación de la Torre Eiffel, deseando que esta los protegiera y que fuera un refugio para ellos como lo era para Chase. Uno de los zombis sujetó la pierna de Érica, arrojándola de la Torre y provocando que ella cayera al suelo y muriera instantáneamente, Dorian, inteligentemente, siguió corriendo. Alice no podía hacer nada. Así que ella luchó. Pinto frunció el ceño: “¿Señor?” Isaacs estaba discutiendo los últimos detalles de su fórmula con Margolin cuándo Pinto los interrumpió. “¿Que sucede?” “Se resiste al acondicionamiento”

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Maldición. Isaacs temía que eso pudiera suceder. “Aumenta la señal de control”. La actividad cerebral de Alice volaba locamente. Pinto asintió y escribió más comandos. Luego la imagen que les brindaba el satélite desapareció del plasma, reemplazada por las palabras SATELITE FUERA DE LINEA. Los monitores permanecieron estáticos. “¿Qué ocurre?” Isaacs preguntó enfurecido. Sacudiendo su cabeza, Pinto escribió más comandos, luego golpeó el teclado con frustración. Giró su silla hacia otra estación de control. “Es el satélite- hay algo que no funciona” Dándose vuelta agregó. “Y no es que no le hayamos hecho el servicio de mantenimiento”. “Puedes reemplazarlo con otro satélite”. Asintiendo con la cabeza Pinto le respondió. “Estoy en eso. El satélite estará en marcha en seis minutos”. Isaacs estaba tenso, mientras observaba el trabajo de Pinto. Los segundos pasaban angustiosamente. Por suerte él había obtenido “autorización” de Wesker para este operativo, por lo que las actividades que Pinto estaba llevando a cabo serían automáticamente autorizadas sin la necesidad de que nadie supervisara nada. Mover un satélite hubiera llevado mucho más tiempo de lo contrario.

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Cuando tuvo la certeza de que habían pasado esos seis minutos, Isaacs preguntó con irritación. “¿Cuánto falta?” “Volveremos a tener la imagen en línea dentro de quince segundos” Tal vez solo habían pasado cinco minutos y cuarenta segundos. Isaacs suspiró. A él no le importaba tener que esperar, pero odiaba no saber que pasaba… Alice sintió como el movimiento regresaba a sus miembros. Lo había logrado. Le había llevado mucha concentración pero había podido enfocarse en el satélite de Umbrella que estaba monitoreándolos y le había quemado un microchip. La destrucción de ese pequeño microchip, había causado consecuencias catastróficas. Al menos eran catastróficas para alguien llamado Sam Isaacs. Para Alice, esto significaba su liberación. Levantó sus cuchillas Kukris y miró a los no vivientes que quedaban. Ella sonrió. “Chicos creo que ustedes están buscándome” Si alguien le hubiese dicho a Chase MacAvoy diez años atrás que él iba a estar colgado varios metros en la recreación de la Torre Eiffel en las Vegas matando criaturas que parecían sacadas de una película de terror, quienes habían asesinado a sus amigos más cercanos, él lo hubiese enviado a un asilo para enfermos mentales. O por lo menos lo hubiera puesto bajo arresto. Él había arrestado gente durante su breve paso como comisario en Texas.

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Su reinado duró poco. Terminó todo en un escándalo causado por un error por parte de Chase. El error de Chase fue haber creído que el mariscal de campo del equipo de fútbol no estaba sobre la ley. El fútbol era sagrado en Texas y nadie se metía con eso. Si el mariscal de campo violaba y asesinaba a una de las porristas, pues bien, eso era una tragedia, pero el campeonato estatal estaba por llegar. Chase no lo vio de esa manera, y él arrestó al mariscal de campo. De la nada, aparecieron fotografías. Eran todas falsas. Pero Chase no pudo explicarle eso a una multitud que pedía a gritos que quería a su estrella en la cancha y además, según ellos, esa pequeña prostituta estaba pidiéndolo vistiendo esa faldita tan corta y ese sweater tan ajustado. Después de todo esto una elección especial lo alejó de su puesto, Chase subió a su camión y condujo hacía el norte. Cuando cruzó el límite para Oklahoma, él juró que nunca más volvería a poner un pie en el Gran Estado de Texas otra vez. Hasta el día de hoy, Chase había mantenido su promesa. Aunque a estas alturas, él tenía cierto interés en regresar y saber si alguno de sus conciudadanos todavía seguía con vida. Chase esperaba que no lo estuvieran y esperaba que todos hubiesen sufrido mucho antes de morir. Si se lo proponía, Chase podía ser un gran maldito vengativo. Sin embargo, ahora, Texas y sus mariscales de campo junto a los deberes del comisario eran la última cosa en su mente. Dorian y Érica estaban siendo perseguidos por la

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Franja. Los zombis atraparon a Érica, pero Dorian continuaba trepando por la Torre. Siete de esos enormes y temibles monstruos trepaban tras de ella, y Chase no podía conseguir un buen disparo. Él les disparó desde la Torre en varias oportunidades, pero les daba en el pecho o en los hombros, no podía acertar un disparo en la cabeza. Y solo un disparo en la cabeza podía matar a esos malditos monstruos. Entonces, esa mujer Alice salió de la nada, y les arrojó algo a cuatro de las criaturas, golpeándolos en la espalda. Lo que hubiese sido funcionó, porque los cuatro cayeron al suelo. Alice luego dio un gran salto, a una velocidad que ningún ser humano podría hacerlo y se sujetó a la Torre. Luego ella comenzó a trepar por la misma. Justo cuando Dorian estaba acercándose a Chase, uno de los monstruos la sujetó del tobillo. Inclinándose lo más que pudo y tratando de no perder la estabilidad en la barra de metal, Chase insertó el cañón de su arma en la boca del monstruo y disparó. “¡Sube!” Gritó Chase antes que se escuchara el sonido del disparo. Asintiendo, Dorian continuó trepando. Chase trató de dispararle a los otros dos, pero ellos se movían demasiado rápido. Él no estaba acostumbrado a eso – los zombis supuestamente debían ser lentos. Uno de los monstruos sujetó la pierna de Chase, el movimiento brusco causó que Chase perdiera estabilidad. Mientras caía de la Torre Chase pensaba que esta era una manera estúpida de morir.

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Alice lo vio caer, entonces ella trepó más rápido aún. Los dos no vivientes que quedaban estaban casi encima de Dorian, pero Alice estaba determinada a salvarle la vida a alguien hoy. Ella dio otro salto y voló a través de las vigas, luego Alice eliminó a uno de los monstruos con sus cuchillas cuando ella aterrizó. El otro sujetaba a Dorian que estaba gritando. Y Alice se encargó de él también. Los cuatro pedazos de lo que alguna vez fueron dos no vivientes cayeron de la Torre al suelo, justo al lado de tres zombis que estaban alimentándose del cuerpo de Chase. Desde su punto de vista, esos tres eran los últimos que quedaban. Carlos y Claire corrieron a sus respectivos vehículos y se hicieron cargo de los tres, volándoles la cabeza. Demasiado tarde, lamentablemente, para salvar a Chase. Alice miró a su alrededor y vio los cuerpos de 35 no vivientes a lo largo de la franja. En realidad eran treinta y seis, pero ella no podía ver el que faltaba. Su visión no era completa – tal vez estaba debajo de la camioneta o de alguna duna de arena. Al menos ella esperaba eso. Volviéndose hacía Dorian, Alice le preguntó. “¿Estas bien?” Dorian la miró fijamente. “¿Estas jodiéndome no es así?” Ella sacudió su cabeza.

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“Mierda. Estoy viva. Eso es más bueno que lo que normalmente tengo tendencia a conseguir. Jesús” “Vamos. Tenemos que bajar” Lo hicieron lentamente – Alice podía haber bajado más rápidamente de la recreación de la Torre Eiffel pero lo hizo al paso de Dorian. Antes de que ella y Dorian pisaran el suelo, Claire preguntó. “¿Qué diablos eran esas cosas?” “Solo hay una empresa que es capaz de experimentar con muertos vivientes”. Alice le respondió. “Y solo hay una empresa que es capaz de controlarme, aunque sea solo por un minuto”. “¿Controlarte?” Preguntó Claire. “¿Recuerdas cuando te dije que ellos me hicieron algo?” Alice comenzó a decir y Claire asentía con su cabeza. “Ellos pueden controlar mi mente a veces. Ellos lo hicieron por unos pocos minutos durante la pelea, pero pude librarme de ello”. Alice miró a su alrededor. “Yo debería haberle salvado la vida a Chase, Érica y Peter- Michael si -” Carlos levantó su mano. “No. Nosotros no somos responsables. Ellos lo son”. Carlos sacudió su cabeza. “Umbrella. El mundo se ha ido al infierno y ellos encuentran la manera de hacer que todo sea aún peor”. Alice trató de sonreír pero no pudo hacerlo. “Debería ser ese el eslogan de la compañía” “¿Y ahora qué?” Preguntó Claire. Ella miró a su alrededor. El motor de la ambulancia había sido destruido por

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esas criaturas, la camioneta de noticias estaba inservible, y la Hummer y la 8x8 estaban en muy malas condiciones. El camión era el único vehículo que estaba más o menos en buen estado. Ahora Alice si podía sonreír, pero era una sonrisa con maldad. “Tengo algunas ideas con respecto a eso. Solo dame un segundo”. Ella se concentró, dejando que su mente volara. No era algo que ella hiciera frecuentemente, pero por suerte ella sabía muy bien lo que estaba buscando, y no había muchas mentes activas en la zona. Luego ella los encontró. “Bingo” Alice corrió hacia el estacionamiento del Hotel Venetian y les dijo. “Síganme” Detrás de ella Alice escuchó a Claire decirle a Dorian que se dirigiera a la ambulancia y que ayudara a Joel a cuidar a los niños. Carlos, Claire y Kmart la siguieron, aunque Alice puso una distancia considerable entre ella y ellos. Al final, ella se movió más lentamente para que ellos pudieran verla y no la perdieran de vista. Alice corrió por las escaleras en el otro extremo del estacionamiento, llegó al techo y corrió a través de él. Y allí estaba. El helicóptero de la Corporación Umbrella. Justo cuando ella estaba por saltar, ella lo sintió. Ellos trataban de controlarla otra vez.

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Maldición. Tomó fuertemente sus cuchillas Kukris, los bordes de estas cortaban la piel de sus manos, el dolor hacía que ella se concentrase más. No iba a haber otra vida que ella no pudiera salvar por culpa de que Isaacs estuviera jugando con su mente. No iba a haber otra Érica, otro Chase, otro PeterMichael. No iba a haber otra Angie. Saltando desde el techo del estacionamiento, ella aterrizó en el suelo, doblando sus rodillas debido al impacto. Ella podía sentir como ellos trataban de controlarla, pero ella no se los iba a permitir. Mientras corría hacía la tienda, Alice podía oír voces. “Ella se está acercando” “Deténgala, maldición” “Estoy tratando, pero hay interferencia” “Amplia la señal de control” “Esta al máximo. Ella está resistiendo los protocolos de comando” Ninguna de esas voces pertenecía a Isaacs. Al ingresar a la tienda, ella vio a cuatro personas. Alice reconoció a uno de los guardias de seguridad – Paul DiGennaro – él había sido uno de los que gritaba que la detuviesen. Pero ella no reconocía al otro guardia de

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seguridad, estaba el hombre con la bata de laboratorio y la otra persona en la estación de computadora. El guardia que ella no reconocía le apuntó con una ametralladora. Alice arrojó uno de sus cuchillos que impactó directamente en su pecho. Al morir, el peso del cuerpo del guardia chocó contra un pilar a su espalda y su dedo se contrajo contra el gatillo de su arma, la cual era aparentemente automática, y las balas comenzaron a esparcirse por toda la tienda matando a DiGennaro y a la persona en la estación de computadora instantáneamente. El hombre con la bata de laboratorio estaba herido, pero aún permanecía con vida. Alice lo sujetó por la garganta. “¿Dónde está?” Entonces ella escuchó el sonido de las palas del helicóptero. “Maldición”. Ella dejó caer el moribundo doctor al suelo y corrió hacia afuera. Doce segundos después de que Pinto le comunicara a Isaacs que tendría el satélite en línea en quince segundos, Pinto dijo, “En línea en tres – dos - uno” La pantalla de uno de los plasmas volvió a tener vida, Isaacs estaba satisfecho con el trabajo de Pinto, inmediatamente se puso a buscar en la pantalla imágenes de Alice. O de alguien.

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Todo lo que vio fueron cuerpos inmóviles, incluyendo casi todos los súper zombis, muchos cuerpos humanos también, pero ninguno era el Proyecto Alice. “Maldición. ¿Dónde está?” Pinto dijo, “Pondré la imagen proveniente directamente del Proyecto Alice en línea ahora” Isaacs asintió satisfecho. La que ellos llamaban la “cámara de Alice” les daría lo que buscaban. La pantalla del otro plasma se iluminó mostrando imágenes del interior de un estacionamiento. En la imagen se veían las paredes del mismo, pero no era una imagen clara y tenía mucho brillo “¿A dónde demonios va?” Isaacs preguntó. Alice se dio vuelta y subió corriendo las escaleras, luego subió al techo del estacionamiento. Luego bajando la vista desde arriba ella vio la tienda donde ellos se encontraban. “Oh mierda” Dijo Pinto, un sentimiento que Isaacs también compartía. “Detenla – Ahora” Pero incluso mientras Pinto escribía más comandos, Isaacs se daba cuenta de que todo se había acabado. Alice ya había destruido la programación en varias oportunidades, y él no podía estar seguro de que eso no volviese a pasar ahora.

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Volviéndose a DiGennaro, Isaacs le dijo. “Acaben con ella”. Luego abandono la tienda antes de que DiGennaro pudiera decir nada. Isaacs corrió hacia el helicóptero, en el momento en que subía le dijo a Kistler, “Volvamos a la base. Ahora” “Pero que hay sobre-” Kistler empezó a decir, pero Isaacs lo ignoró y se dio vuelta para cerrar la puerta del helicóptero. Cuando lo hizo, una mano en carne viva sujetó su brazo. Levantando la vista, Isaacs vio a Gretzky. Esta era una complicación que Isaacs no necesitaba. Antes de que él pudiese decir algo, Gretzky se inclinó y lo mordió en el hombro. Sam Isaacs había vivido la vida sedentaria de un científico. Oh si, él había sentido dolor antes, sobre todo cuando el Proyecto Alice le había quebrado el brazo arrojándolo contra el tanque. Ese brazo ocasionalmente todavía le molestaba, especialmente cuando el aire acondicionado en la base no funcionaba correctamente o cuando llovía. Este dolor era mucho peor comparado con cualquier otro dolor que hubiese sentido antes. Luego escuchó el ensordecedor sonido de una ametralladora, y la cabeza de Gretzky explotó segundos después. Perroneau le había disparado al súper zombi. Isaacs sentía como si se fuese a desvanecer, el apretó los dientes y luchó por permanecer despierto. Se dejó guiar

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por Perroneau dentro del helicóptero, y luego, después de cerrar la puerta, Perroneau le aplicó un vendaje para presionar la herida. De alguna forma, Isaacs hizo un esfuerzo para mover los labios. “El antivirus. Denme el antivirus” Isaacs no estaba seguro si las palabras que él decía eran comprensibles o no. Aparentemente, lo fueron. Perroneau movió la mano de Isaacs para que él mismo presionara el vendaje. Luego se agachó y tomo un equipo de primeros auxilios que se encontraba bajo el asiento. Finalmente puso en la jeringa el hermoso antivirus color verde y se lo inyectó a Isaacs. Una vez que Kistler despegó, Perroneau se movió a la parte de adelante del helicóptero. Cuando Perroneau se alejó, Isaacs levantó el vendaje para revisar la herida. La hemorragia se había detenido – mucho más rápido de lo que él esperaba- y la herida estaba empezando a cicatrizar, esto indicaba el proceso de curación. Isaacs sonrió.

VEINTISIETE

Alice miró como el helicóptero despegaba. Ella saltó tratando de poder sujetar los puntales de aterrizaje, pero la

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nave ya estaba demasiado lejos en el aire como para que incluso ella pudiera alcanzarla, por lo que Alice cayó al suelo rodando debido al fuerte impacto. Sacudiéndose el polvo Alice se puso de pie maldiciendo y no precisamente de manera silenciosa, y se dirigió nuevamente dentro del campamento. Kmart, Carlos y Claire la habían alcanzado y estaban ingresando también. Alice le dijo a Kmart: “Ve si alguna de estas computadoras todavía funciona. Necesito saber a dónde se dirige ese helicóptero” Asintiendo, Kmart corrió hacía la computadora. Claire miró los cuatro cadáveres que se encontraban tirados en el suelo del campamento. Luego miró a Alice. “Tú no estabas bromeando”. “¿Acerca de qué?” Le preguntó Alice. “Que la muerte te persigue como un perrito perdido” “¡Claire!”. Carlos la interrumpió en un tono severo. Alice, sin embargo, hizo un gesto conciliador. “No, ella está en lo correcto”. Alice sacudió su cabeza. “Yo nunca debí haberme acercado a ustedes”. “Claro que no debiste hacerlo maldita sea. Si no hubieras aparecido con tu maldita revista y el maldito delirio de viajar a Alaska, jamás hubiésemos venido a las Vegas. Estos desgraciados pusieron esta emboscada para ti, ¿no es así?”

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Alice no dijo nada. “¿Esto fue preparado para ti?” Finalmente, Alice asintió. Claire estaba totalmente en lo cierto. Carlos, presionando con fuerza su hombro herido dijo: “Y si ella no hubiese aparecido, ya estaríamos todos muertos”. Muy enojada, Claire le lanzó una mirada a Carlos. “¿En qué planeta lo estaríamos? Ella…” “Ella no nos envió todos esos cuervos” Eso hizo callar a Claire. Alice también se había olvidado temporalmente de esos cuervos mutados. “Esas aves estaban literalmente comiéndonos vivos. Si Alice no hubiese aparecido cuando lo hizo. Todos – no solo las personas que murieron hoy – hubiéramos sido asesinados por esos cuervos”. El campamento quedó en silencio por un momento. Claire estaba furiosa y Alice no podía culparla. Claire estaba culpando a Alice porque la gran mayoría de las personas que viajaban en el convoy del cual ella había asumido la responsabilidad estaban muertas, y Alice era un blanco conveniente – y que no estaba totalmente libre de culpa – a pesar de las protestas de Carlos. Carlos observaba a Claire, la sangre corría por su brazo herido. En voz baja Kmart los interrumpió. “Uh, disculpen”

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Alice miró a la adolescente. El monitor enfrente de ella estaba encendido. “Perdón por interrumpir su discusión, pero el helicóptero se está dirigiendo a una estación de clima en las Salinas. Puedo imprimir el mapa”. “Bien” Dijo Alice. “Hacía allá voy”. “Hacía allá vamos”, dijo Claire. “Claire, no”. Respondió Alice. “Carlos tiene razón, pero tú también. No puedo pedirles que vengan conmigo”. “No es tu decisión”. Claire levantó sus manos señalando el campamento. “Si esto es lo que tienen para una pequeña excursión al aire libre, en esa base deben estar armados hasta los dientes. Esta es la mejor oportunidad que tenemos de reabastecernos. Mierda, ellos tienen un helicóptero. Quizás más de uno”. Claire dibujo una sonrisa temeraria en su rostro, una que Alice también tenía. “Y eso es lo que va a llevarnos a Alaska en un instante”. “Es Umbrella”. Carlos interrumpió. “Ellos tienen seguridad” “Yo puedo hacerme cargo de su seguridad” Respondió Alice. “No puedes hacerlo sola” Dijo Carlos. Antes de que Alice pudiera responderle, Claire los interrumpió. “Ella no va a ir sola”. Luego ella se dio vuelta para mirar a Kmart. “Toma de aquí cualquier cosa que podamos necesitar e imprime esquemas de la base de Umbrella. Luego volveremos al convoy, vamos a enterrar a

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los nuestros, tomaremos de aquí solo lo que nos sirva y luego iremos a la caza de Umbrella”. Horas más tarde, revisaron el campamento en busca de suministros y sacaron combustible de cada coche que encontraron en los diferentes estacionamientos de Las Vegas, Alice permanecía al lado de Carlos, la sangre seguía corriendo por su brazo proveniente de la herida que L.J le había propinado. Habían cavado más tumbas, y sobre cada una de ellas había una cruz improvisada con nombres escritos con garabatos: MICHAEL FAERBER, CLIFF NADANER, PABLO VILLANUEVA, MORGAN HERTWECK, CHASE MACAVOY, PETER-MICHAEL SULLIVAN, ERICA SIMONE, y LLOYD JEFFERSON WAYNE. Alice tomó la mano sangrienta de Carlos entre las suyas. “No puedo creer que L.J no lo haya logrado”. “Si”. Carlos sacudió su cabeza. “Dios, cuando pienso por todo lo que pasamos juntos, todas las personas que murieron alrededor nuestro, y él todavía estaba con esa sonrisa tonta hablando de como volarles el culo a esos malditos zombis de mierda” Alice no pudo evitarlo y tuvo que sonreír. Se sentía mal por sonreír en ese momento pero al fin de cuentas era la mejor manera de recordar a L.J. Por lo que Carlos le había dicho, ella sabía que L.J era como el oficial moral del convoy, asegurándose siempre de que todos se olvidaran un poco de la pesadilla que les había tocado vivir. Quizás porque L.J había visto lo peor en Raccoon City y fue una de las pocas personas que salió de allí con vida, eso le daba a él una perspectiva de las cosas que otros realmente necesitaban.

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O quizás él era del tipo de gente que prospera aún en las peores condiciones. Al menos para L.J, así fue por un tiempo. Alexander Slater había llegado al límite de su tolerancia. Ya había sido suficientemente malo el haber sido asignado para trabajar con Sam Isaacs. El trabajo del doctor Isaacs nunca lo había impresionado, para Slater Isaacs solo era un simple investigador con delirios de grandeza, y Slater no estaba preparado para soportar su megalomanía. Ahora, sin embargo, Isaacs había dado un paso más allá cruzando la línea de lo aceptable, algo que Slater suponía que tarde o temprano iba a suceder. El doctor pensaba que él era tan inteligente como para grabar la voz de Wesker en una grabadora digital y adulterarla, Slater sabía muy bien que Isaacs iba a hacer eso. Podía haberlo reportado, en realidad, acorde a los procedimientos, él debería haberlo hecho. Pero los procedimientos eran simples normas para mantener el orden y especialmente ahora, Slater sentía que debía usar otro tipo de tácticas con Isaacs aunque estas no se ajustaran a la normas, como dejar que el mismo doctor cavara su propia tumba. Y seguro que la había cavado, manipulando las grabaciones que él había hecho para poder dar “ordenes” en la voz de Wesker que le permitiesen salir de las instalaciones a buscar al Proyecto Alice – después de que Wesker expresamente le había prohibido hacerlo. Naturalmente, Slater no iba a dejar pasar eso. Él dejo que Isaacs procediera a su manera y simplemente espero, ya que había cosas que Slater debía considerar como que Isaacs

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podía haber regresado con el Proyecto Alice, algo que hubiera cambiado todo. Sin embargo, Isaacs regresó con las manos vacías, además faltaban cuatro personas que él había llevado consigo. Slater daba por hecho que Margolin, Pinto, DiGennaro y Lobachevski estaban tan muertos como Timson y Moody. El personal de seguridad era de menor importancia, pero Margolin, Pinto, Timson, y Moody eran personas que ellos no podían darse el lujo de perder. En realidad, ellos no podían perder a nadie ahora, pero la indiferencia y el desprecio de Isaacs por las necesidades de Umbrella – sin mencionar por la vida humana – era algo que ya no iba a tolerar. A su regreso, Slater le ordenó a Perroneau confinar a Isaacs en su laboratorio mostrándole las órdenes por escrito del Presidente Wesker donde le cedía a Slater el mando en las instalaciones y retiraba a Isaacs de su cargo de jefe de la División de Ciencias de Umbrella. Después de pasar un tiempo junto a Rosenbaum en el Departamento de Informática y asegurarse de que todos los protocolos fuesen cambiados para evitar que Isaacs tuviera nuevamente acceso a las computadoras, Slater se dirigió al laboratorio donde Humberg esperaba por él. “¿Cómo está?” Slater le preguntó al guardia. Humberg se encogió de hombros. “Bajo arresto, según sus instrucciones. Él ha estado tranquilo. El doctor fue infectado por uno de esos zombis mejorados, por lo que él ha tenido que usar el antivirus”. “Pensé que ya había usado el antivirus en el viaje de regreso”

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Humberg dudó por un momento. “Ha tenido que darse varias dosis del mismo, señor. Pensé que usted lo sabía” Suspirando, Slater entró al laboratorio. Perroneau y Finnerty montaban guardia allí dentro, Isaacs estaba sentado en su escritorio, inyectándose el antivirus. Varios frascos vacíos se encontraban a su alrededor. Isaacs lucía pálido y enfermo. Llevaba un vendaje sangriento en su hombro herido donde la criatura lo había mordido. Slater se sorprendió al verlo y luego le preguntó, “¿Cuánto de esto ha utilizado ya?” Con una exasperante voz calma Isaacs le respondió, “Su sangre ha aumentado el poder de las criaturas, pero también ha aumentado la fuerza de la infección. Lo necesitaba” “Usted no sabe lo que esto puede hacerle” Isaacs sonrió y se puso de pie, su rostro estaba pálido, sudoroso y muy demacrado. “Oh, tengo una ligera idea” Sacudiendo su cabeza, Slater se alejó un poco del macabro rostro de Isaacs. “Usted está fuera de control”. Sacando su arma y apuntado directo al pecho de Isaacs, Slater continuó. “Bueno, esto se acabó. Siguiendo la orden ejecutiva 1345 del presidente Wesker por insubordinación grave y mala conducta. Le sentencio a su liquidación inmediata”. Isaacs levanto una de sus cejas. “¿Liquidación?”

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Slater tenía que admitir que el eufemismo que había utilizado era una tontería. Así que él solamente, inclinó su cabeza, apretó el gatillo y dijo: “Ya, muérete de una vez”. Mirando la herida en su pecho, Isaacs parecía sorprendido. “Pero -” “Siempre fuiste un arrogante hijo de puta”. Para asegurarse de que estuviera bien muerto, Slater le disparó dos veces más. Por un momento, el cuerpo de Isaacs se convulsionó un poco debido al impacto de las balas, luego se desplomó cerrando sus ojos. Era la vista más hermosa que Slater había tenido en su vida. El mundo estaba en peligro de sufrir un colapso total y necesitaba liderazgo, no gente obsesionada con su propia agenda personal. Umbrella iba a sacar al mundo de la oscuridad, Slater estaba seguro de eso. Pero eso nunca iba a suceder si Isaacs continuaba con vida. Sin Isaacs alrededor de ellos, Slater estaba seguro que todo iba a mejorar. Slater se dio vuelta para salir del laboratorio ordenándole a Humberg “Lleven el cuerpo a la superficie y desháganse de él, luego tráiganme las estadísticas sobre el Proyecto Alice. Quiero saber cuánto daño Isaacs ha hecho” Humberg no dijo nada, él estaba mirando fijamente al frente, confundido y con su boca abierta, Slater giró su cabeza para ver lo que el guardia miraba.

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Sam Isaacs estaba nuevamente de pie, con una sonrisa horrible y tres grandes agujeros en su pecho. “No te ves muy sorprendido” Isaacs le dijo a Slater. Su voz sonaba diferente – más profunda. Esa no era la única diferencia. Slater podía ver que algo de movía dentro de esos agujeros. Isaacs levantó su brazo derecho, y este luego se abrió. Slater podía sentir la mostaza de su sándwich que él había comido en el almuerzo, subir por su garganta cuándo vio que del interior del brazo de Isaacs salían varios tentáculos color verde. Los tentáculos atacaron en todas las direcciones, atravesando los cuerpos de las personas que allí se encontraban y parte del equipo del laboratorio también. Dos de ellos fueron directamente a los ojos de Slater. No tuvo tiempo ni de gritar. Los cuerpos de los cuatro hombres cayeron al piso enfrente de Isaacs. No, no cayeron enfrente de Isaacs. Isaacs era el nombre de un ser humano. Él era mucho más que eso ahora. Él era un Tyrant. Ese ere el nombre del proyecto que había sido abortado en favor del Proyecto Némesis cuando Cain trajo consigo a Alice Abernathy y a Matt Addison. Pero Isaacs nunca había abandonado la idea, porque el virus T era la clave, y él estaba seguro de eso.

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Los llamados súper zombis habían sido el primer paso. El antivirus era el siguiente, mezclado con la fórmula que él había desarrollado junto a Margolin. Esta última había hecho su trabajo, cambiando a Isaacs como el virus T había cambiado a Alice Abernathy. Isaacs miró hacia abajo, vio el cuerpo de Alexander Slater, era el espectáculo más hermoso que él había visto en su vida. No, no Isaacs. Tyrant.

VEINTIOCHO

Peanut no podía creer lo que estaba viendo. Él estaba haciendo la guardia, y eso le molestaba. Odiaba tener que quedarse allí parado con su arma como su fuera un gran tonto. Pero después de que esa perra loca del Prius mató a Motown y Cowboy, Peanut no podía protestar acerca de las estúpidas guardias como siempre lo hacía. A su lado, Bee hacía ruido con sus uñas, “Hey Bee, ¿ves tú lo que yo veo?” Bee levantó la vista, “Parece uno de esos drogadictos”

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“Tal vez es un zombi” Alguien se acercaba al lugar tambaleándose como un zombi, y Peanut pensó que su día iba a mejorar si él podía liquidar a una de esas criaturas. Pero luego el supuesto zombi levantó sus brazos. Tenía una lata en una de sus manos. “No quiero problemas chicos, yo solo quiero hablar”. Apuntándole directo a la cabeza Bee le respondió. “Aquí no eres bienvenido maldito” Por su parte, Peanut miraba a lo que traía en su mano, “¿Qué es eso?” “¿Qué es qué?” “Lo que traes en la mano maldito” El sujeto miró su mano. “Es una lata de comida. Vengan a ver”. Él se agachó y arrojó la lata al suelo haciéndola girar hacía Peanut. Esta se detuvo en un bache del agrietado suelo. “Cúbreme” Peanut le ordenó a Bee mientras corría a buscar la lata. La lata estaba en perfectas condiciones. La etiqueta no estaba rasgada ni deteriorada. “¿Dónde mierda encontraste esto?” “Hay una tienda que está repleta de ellas. Yo no te estoy jodiendo” Peanut levantó su arma. “¿Dónde?”

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“Mira, te lo voy decir, lo prometo, yo no estoy jugando contigo, pero vas a tener que darme algo a cambio” “Lo único que voy a darte es una bala en la cabeza, ¿me entiendes? Ahora dime maldito desgraciado, ¿dónde está la tienda?”. “Se los voy a decir, pero deben dejarme entrar”. “De ninguna manera” “Entonces dispárame, porque no voy a decirte nada si no me dejas entrar. Ya no se puede vivir allá afuera con esos zombis”. Bee levantó su arma. “Vamos hombre, dispárale” Peanut se dio vuelta para mirarlo. “Esa es una lata de comida buena” “¿Y que hay con eso?” “Significa que este infeliz encontró un lugar con buena comida” Ellos tenían mucha agua, armas y municiones. Pero la comida había empezado a escasear. Pocas personas se acercaban al lugar – la última que había llegado un mes atrás había sido la perra loca esa del Prius. Y lo único bueno que ella hizo para ayudarlos fue dejarlos con dos bocas menos que alimentar. Antes había sido un grupo de personas en una minivan. Ellos si tenían mucha comida, pero nada de armas. El mismo Peanut le había disparado a su líder por la espalda. Pero ellos necesitaban más comida.

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Necesitamos tratar esto en el Consejo. “Mantén las manos en alto, mueve tu trasero y entra” El Consejo lo formaban cinco personas, que eran los más antiguos en el grupo. Con Motown muerto (Cowboy no estaba en el Consejo), el Consejo lo formaban Peanut, Snoopy, Riot, String y Dog Meat. La presidencia rotaba, y ahora estaba Dog Meat a cargo. LaWanda había salido a hacer la guardia junto a Bee, lo cual significaba que Bee pasaría la mayor parte del tiempo mirando el trasero de LaWanda, pero eso ya era problema de LaWanda. Con Motown, Cowboy y Yolanda muertos -Yolanda fue mordida por un zombi que cruzó a través del perímetro – ellos ahora eran solo doce. Muy pronto habría más Consejo que gente allí dentro. El hombre de la lata, su nombre era André, estaba en la reunión con el Consejo, contándoles a todos acerca de la tienda a la cual nadie había podido ingresar y como él había logrado hacerlo. “Nadie sabe de esa tienda, excepto yo. Y les doy mi palabra de que esto seguirá siendo así”. “Claro” dijo Riot. “Porque tu palabra vale mucho ¿no es así?” String lo interrumpió. “Miren nosotros necesitamos comida. No podemos estar esperando a que más tontos aparezcan por aquí, eso es tener una esperanza de mierda, ya que afuera ya no queda más nadie”.

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“Nosotros no somos los últimos que quedamos”. Dijo Snoopy con ese molesto acento que tenía. “Tal vez no”. Le respondió String. “¿Pero hasta cuándo? Los que no sean zombis, serán como la perra esa del otro día – tipos duros. Todos los que quedan afuera son sobrevivientes y -” “Y si se acercan aquí” Lo interrumpió Riot. “Les vamos a volar el trasero. Deja ya toda esa mierda y vamos a buscar la comida” Peanut dijo. “¿Y qué hacemos con este infeliz?” “Yo los llevaré a la tienda” “¿Qué acaso no puedes decirnos donde queda el lugar?” Snoopy le dijo. “Puedo. Pero no lo haré. Ustedes no van a poder encontrar el camino sin mi ayuda” Dog Meat finalmente habló. “Votemos. ¿Quién quiere que dejemos a este desgraciado en el grupo si nos lleva con la comida?” Riot no levantó su mano, pero todos los demás sí. “Muy bien” Dog Meat miró a su alrededor. “Vamos a mandar a seis. Uno va a vigilar a nuestro amigo”. Él señaló a André. “Tres junten la comida y dos no pierdan de vista a los zombis” “No” Habló String. “Eso es la mitad de nosotros” André también habló. “Es lo menos que se va a necesitar para traer todo”

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“La seguridad en los números”, Dog Meat dijo. “¿Alguien más no está de acuerdo?” Él miró a todos allí en el Consejo. Peanut creía que más gente debía ir al lugar, pero no dijo nada para no molestar a String. Si lo hacía, iba acabar durmiendo solo toda noche y él no quería eso. Nadie estuvo en desacuerdo con Dog Meat. String suspiró. “De acuerdo. Hagan lo que quieran. Pero yo no voy”. “Yo iré” Dijo Riot. “Yo voy a echarle el ojo a este desgraciado” Él sujetó a André por el frente de su chaqueta maltratada. “Entonces seremos yo”, empezó Dog Meat nuevamente a hablar. “Riot, Peanut, Robbie, Tish, y Omar”. Peanut esperaba que no lo eligieran a él, pero al fin de cuentas él era quien mejor manejaba el equipo ese que ellos habían tomado de uno de esos hoteles, así que Dog Meat sin dudas le pediría a él que trajera la comida al lugar. Eso era genial. Siempre y cuando él no tuviera que vérselas con esos zombis. “Una cosa más”. Dog Meat le dijo a André. “¿Qué será?” Preguntó André, sonando asustado. “Si te nos vas a unir, primero toma una ducha. No quiero malos olores en nuestra casa ¿me entiendes?” André sonrió. “Mierda, ni siquiera sé que es eso, pero claro lo haré no hay problema”

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“Vamos” Peanut metía latas dentro de bolsas de basura cuando escuchó una voz. “Suéltala, idiota” André estaba en lo correcto. La tienda estaba en las afueras de Baltimore, más precisamente hacía el oeste. Pero estaba repleta de comida. Riot se quejaba del mal olor que había en el lugar, pero a nadie más le importaba. Había suficiente comida allí como para que todos ellos comieran por seis meses, especialmente con todo lo que había en el depósito. Pero luego escuchó esa voz. Omar y Tish estaban afuera vigilando a los zombis y alejando a los callejeros, pero esa voz no pertenecía a ninguno de ellos. “Vete a la mierda perra” Esa era la voz de Omar. Después de eso se escucharon varios disparos. Peanut dejó caer la bolsa, la cual hizo mucho ruido cuando impactó en el suelo, y él tomó su arma. Todos los demás hicieron lo mismo y apuntaron hacía la puerta – menos Riot, quien puso su beretta en la cabeza de André. “¿Qué sucede?” Preguntó Dog Meat. “Uh, Dog Meat” Riot sonaba como asustado al hablar. Peanut se dio vuelta y vio que alguien le apuntaba a Riot en la nuca. Después de un segundo, lo reconoció.

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Dog Meat le habló, “Jasper, ¿pero qué demonios? Pensé que nosotros éramos -” “Nosotros no somos una mierda” Lo interrumpió Jasper con una sonrisa burlona. “Arroja tus armas” “Yo lo haría” Dijo otra voz. Peanut volvió a darse vuelta y se encontró con una mujer blanca. Ella tenía dos armas. “Los dos idiotas que estaban en la puerta del frente no lo hicieron y ahora están tan muertos como los otros dos a los que les disparé el otro día” Dog Meat dijo. “Tú eres la perra del Prius” Ella sonrió. “Soy esa misma perra. Ustedes chicos son todos unos idiotas –y también son unos malditos afortunados, pero su suerte está por cambiar”. Riot trató de levantar su arma. “Vete a la mierda -” Jasper le voló la cabeza salpicando el refrigerador y André. André no se movió. Peanut arrojó su arma al suelo. Pero los demás no fueron tan listos como él. El lugar se transformó en una balacera. Fue lo más ruidoso que Peanut había escuchado en su vida. Él cerró sus ojos y cubrió sus oídos. Después de unos pocos segundos, todo acabó. Peanut recibió un balazo una vez, y él sabía bien lo que se sentía, así que él estaba seguro de que esta vez ninguna bala le había pegado. Peanut abrió los ojos.

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Jasper y la perra blanca estaban allí de pie, sus armas humeaban. André también estaba de pie, pero él no tenía arma. Riot, Dog Meat y Robbie estaban muertos en el piso. La perra blanca repetía. “Ustedes chicos son unos idiotas” “Maldición” dejo Peanut. “¿Qué sucedió?” “Perdiste Peanut”, Jasper le respondió. “¿Cuántos quedan?” La mujer esa le preguntó. “¿Qué?” Peanut todavía estaba un poco aturdido. “No hagas que lo repita dos veces imbécil, ¿cantos de ustedes quedan allá?” "Ellos-ellos eran quince. Tú mataste a Motown y Cowboy, y Yolanda fue mordida por un zombi y ahora estos cinco, entonces -" “Siete” La perra blanca bajó sus armas. “Malditos hijos de puta, ustedes eran solo quince. Hay más de cien personas aquí afuera y ustedes no podían reunir un poco de buena voluntad para compartir lo que tenían. Jasper me dijo que ustedes tenían comida, medicamentos -” Peanut no podía creer de lo que se trataba todo esto. “Oye perra, esa mierda es nuestra... ¿Por qué tenemos que compartir lo que conseguimos?” “Porque ya no queda casi nadie afuera. Los zombis están acabando con todo, y de la única manera que los seres humanos van a lograr sobrevivir es si trabajan juntos. Un amigo mío es parte de un convoy – rescató a treinta, casi

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cuarenta personas. Ellos están viajando, tratando de sobrevivir, alejándose de los zombis, ustedes tienen mucho más que ellos y -” Jasper la interrumpió. “Valentine, cierra un poco la boca y dispararle a este pendejo de una vez ¿puedes hacerlo?” “No” Peanut no sabía de donde venía el buen sentido común de esta perra, pero él iba a aprovecharlo. “¿Qué quieres decir?” “Quiero decir que él arrojó su arma cuando le dije que lo hiciera. Yo no mato personas a menos que me amenacen”. Luego ella miró a Peanut como si él fuese un platillo de comida que ella iba a degustar. “Por lo menos no por ahora” “Yo no la estoy amenazando señora” “Peanut es agradable” André dijo. “Él le dijo al Consejo que me escuchara” “Bien por él entonces” Dijo Valentine. “Vamos a ver si puede seguir siendo así de agradable. Además de los dos que tienen en el camino ¿Dónde están los otros centinelas? Peanut frunció el ceño. “¿De qué estás hablando mujer?” “Los otros centinelas. ¿Dónde están?”

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Esta perra estaba loca. “No hay otros centinelas. ¿Qué mierda me preguntas? Hemos bloqueado todos los caminos. Solo se puede llegar al lugar por esa entrada. Luego los interceptamos” “Haber supongamos ¿Qué pasaría si alguien se acerca por Inner Harbor?” “Nadie haría eso” Definitivamente esta perra estaba mal de la cabeza. “¿Cómo van a acercarse por allí? En esta ciudad solo quedan zombis y drogadictos. Y todos los demás toman la carretera principal” Valentine miró a Jasper. “¿Tu habías hablado con estos sujetos antes?” Jasper se encogió de hombros. “No había ninguna otra opción” “No. Ustedes mismos eran la opción. Ellos solo han estado sobreactuando, y todos compraron su cuento. Dios, eran solo quince. Ustedes podían haberlos volteado en un abrir y cerrar de ojos en vez de esconderse como ermitas” Jasper nuevamente se encogió de hombros. “Pensé que eran más” Peanut no dijo nada. Ellos siempre habían tratado de hacer parecer de que había como cincuenta de ellos cada vez que Jasper andaba cerca. String siempre decía que había que hacer eso. “Bueno, su reinado de terror se acabó. La oficial Valentine ha llegado a la ciudad”

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Ahora esto empezaba a tener más sentido. “Mierda, otro policía. Maldición” “Ella no es un simple policía”. Dijo Jasper. "S.T.A.R.S. Nadie jode con ellos” Valentine sonrió. Jill estaba sorprendida por lo fácil que había sido todo esto. Ella y Jasper se acercaron al Centro de Convenciones por Inner Harbor – teniendo que dispararles a unos pocos zombis en el camino – y entraron al lugar por la parte de atrás. Les tomó cinco minutos subir las escaleras y cruzar los corredores. Luego bajaron nuevamente las escaleras hasta que finalmente encontraron la habitación donde se encontraban las provisiones – increíblemente, nadie vigilaba esta habitación, luego encontraron a una persona, la cual se rindió inmediatamente. Solo una mujer se resistió y Jill le puso una bala entre medio de los dos ojos. Con eso solo quedaban seis. Un tipo llamado String y que según Peanut era el líder de los que quedaban en el lugar, aceptó los términos que le impusieron Jill y Jasper: Abrir el Centro de Convenciones para todo el mundo o ellos les volaban la cabeza a todos allí. Los sobrevivientes de Baltimore caminaron desde Fayette hasta el Centro de Convenciones guiados por André. Los más fuertes (que no eran muchos) llevaban la comida de la tienda. Algunos de ellos aún no se atrevían a acercarse mucho al lugar, hasta que se dieron cuenta de que nadie allí iba a dispararles.

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Esa misma noche, Jill organizó una gran fiesta. Toda la comida era enlatada y bebían el agua del Centro de Convenciones. Jasper se acercó a ella durante la fiesta. “Buen trabajo” “Gracias” “No. Gracias a ti. Era fácil quedarme en ese edificio, hacer mi negocio y olvidarme del resto del mundo. Pero esto – esto fue por lo que me hice policía” Jill le sonrió. “¿No será porque tu deseabas llevar un arma?” “Nah, yo odio las armas” “¿En verdad?” Jill lo miró abriendo sus ojos con sorpresa. “Si es así. Era bueno contar con ellas, pero yo siempre he preferido hablar. Sin embargo el mundo real es el mundo real, así que a la mierda, había que usar las armas. Pero nah, yo me convertí en policía porque quería ayudar a la gente”. Él sacudió su cabeza. “Que cursi que suena eso ¿no es así?” Jill cruzó sus brazos. “Pero funciona – ellos…” Jill señaló con sus manos a los más de cien sobrevivientes de la ciudad de Baltimore que ahora se encontraban en la fiesta en el Centro de Convenciones. “Ellos están mejor ahora que lo que estaban antes. Todos juntos, en vez de estar divididos en tres facciones diferentes. Y tal vez, algún día alguien encuentre una cura”

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Jasper dejó escapar un largo suspiro. “¿Tú crees que eso pasará?” “Tengo que creerlo”. Jill miró hacia otro lado. “La alternativa a eso es una mierda” Ella volvió a mirar a Jasper. “Tú cuida bien a estas personas ¿de acuerdo?” “¿Disculpa?” “Yo me tengo que ir-” “¡De ninguna manera mujer!” Jasper dijo eso lo suficientemente fuerte que varias personas, entre ellas André, se dieron vuelta en shock. “Está todo bien” Dijo Jill levantando sus manos. “Todo está en orden, sigan comiendo” Ella se dio vuelta para mirar a Jasper. “Yo no puedo quedarme. Ya una vez seguí a alguien y -” “¿Y quién mierda habló de seguir a alguien?” Oye, tú empezaste todo esto, y tú lo vas a terminar. Estas personas necesitan un líder – y no estoy hablando de un Consejo de mierda ni de un gilipollas que vive solo en un edificio. Ellos necesitan a alguien que conozca el mundo, alguien que les enseñe a sobrevivir. Y si algún maldito encuentra algún día una cura, necesitan a alguien que pueda traérselas a ellos. Y esa persona eres tú, Oficial Jill Valentine. Jill abrió su boca para decir algo, luego la cerró. Ella estaba segura de que sería él quien iba a asumir el mando. Él era un policía. Él estaba capacitado para hacerlo. Pero Jasper estaba en lo correcto. Él había estado viviendo solo por mucho tiempo. Él no sabría qué hacer.

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¿Podría hacerlo ella? Jill pensó en las últimas palabras que ella le había dicho a Carlos en aquel Motel en Idaho, esto había sido billones de años atrás. “Además, esto es algo que necesita hacerse. Y yo soy la persona indicada.” Eso fue muy cierto en ese momento y lo era también ahora. “Está bien” Ella respondió. “Me quedaré”

VEINTINUEVE

Carlos observaba a los miles de muertos vivientes que daban vueltas alrededor de la Estación de Clima. Además dentro del perímetro había una zanja, una torre de vigilancia, una plataforma de helicóptero, y allí estaba el helicóptero con el que había escapado Sam Isaacs. Isaacs nunca había tenido demasiado contacto con Carlos durante el tiempo que Carlos había trabajado para Umbrella. Carlos había tratado con él unas pocas veces y lo recordaba como un hombre poco sociable. Ahora, Carlos se encontraba recostado en una loma mirando directamente hacía el paraíso de Isaacs, Carlos pensaba que debía haber pasado más tiempo odiando a este hombre. Especialmente porque Isaacs le había hecho algo a Alice que la llevó a ella a alejarse de él por tanto tiempo.

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Carlos miró a Alice que estaba observando el lugar a través de un par de binoculares. Carlos no estaba seguro de lo que él sentía por ella – él nunca había entendido las cosas del amor cuando había un mundo para eso, y ahora, ya no había tiempo – pero él sabía que Alice era importante para él desde el momento en que él la encontró en el sótano del colegio de Angie. Por eso él salió desesperado tras de ella en Lafayette y la persiguió hasta Detroit. Y ahora ellos finalmente se habían encontrado - justo cuando él estaba por morir. “Definitivamente, las peores vacaciones de mi vida”, él murmuró. Alice bajó los binoculares, “¿Qué has dicho?” “Nada” Detrás de ellos, Kmart señalaba el helicóptero y le preguntó a Claire. “¿Tu puedes volar uno de esos?” Claire asintió. “Tengo registradas doscientas horas de vuelo -” “Wow.” “En la Escuela de Aviación Profesional” remarcó Claire con más timidez. Kmart se quedó viéndola. Encogiéndose de hombros Claire dijo. “Piloto Profesional” “Eso es genial”

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“Vamos” Claire habló con sinceridad esta vez. “¡Que tan difícil puede ser!” Carlos iba a comentar acerca de que no era un buen momento para andar citando a Indiana Jones cuándo él tuvo otro ataque de tos. Se cubrió la boca con su mano y tosió lo suficientemente fuerte que la tos parecía haber sacudido su caja torácica por varios segundos. Cuándo él quitó la mano de su boca, vio que había sangre en ella. Alice estaba allí, consolándolo. “Aguanta. Ellos tienen el antivirus allí dentro” Escupiendo sangre Carlos dijo. “Es demasiado tarde y tú lo sabes, la infección ya ha ido demasiado lejos. Además tú necesitas a alguien que te llevé allí dentro” Carlos sonrió, “Y yo tengo un plan” “Bueno eso lo arregla todo”, dijo Alice con ironía. Claire le preguntó, “¿Ese plan nos llevará a todos a la remake de la película ‘28 Días Después’?” “Así será si todo sale bien” Kmart frunció el ceño, “¿Y si no funciona?” “Si no funciona” Carlos le respondió. “Eso ya no va a ser de mi incumbencia ya que yo voy a estar muerto de todas formas” “Que quieres decir con de todas formas” Kmart le preguntó levantando la voz.

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Carlos caminó hacia ella y puso su mano menos ensangrentada en su hombro. Ella lo miraba con lágrimas en sus ojos. "Yo ya estoy muerto, Dahlia. De esta manera, al menos puedo llegar a lograr algo bueno cuando me vaya." “¿Cómo – como sabes mi nombre?” Le preguntó Kmart entre sollozos. “Magia” Carlos sonrió. Claire suspiró. “Vamos a reunirlos a todos” Unos minutos más tarde Carlos estaba de pie frente a todo el convoy – o mejor dicho, lo que quedaba del convoy. Además de los niños – que haberlos mantenido con vida era casi la única cosa de la cual Carlos se sentía muy orgulloso en este momento - los únicos sobrevivientes eran Claire, Kmart, Joel, Dorian, Alice, y el propio Carlos. Algunos de los niños estaban llorando, pero que demonios, también lloraban la mayoría de los adultos. Él expuso su plan. “Una vez que yo haga estallar el camión con la gasolina, el camino quedará limpio para que ustedes puedan llegar hasta la Estación de Clima. Cuando lleguen allí, diríjanse hacía el helicóptero. Alice tiene razón – nosotros no podemos ser los únicos que quedamos”. Él pensaba en Jill, que estaba conduciendo alrededor del país trayendo sobrevivientes al convoy de Claire y Carlos. Pensó en la revista roja. Pensó en ese refugio cercado, el cual no debía ser el único en el mundo, donde la gente estaba a salvo de los zombis. “Hay más como nosotros allá afuera. Vayan a Alaska – vayan a un lugar seguro”. Sin decir una sola palabra más Carlos se dio la vuelta y subió al camión.

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Alice lo interceptó antes de que pudiera cerrar la puerta. Ella tomó su mano y puso algo en ella. Bajando la vista, Carlos vio que era una etiqueta de cigarrillos. “Los encontré” Dijo Alice con una sonrisa cómplice. “No le digas a Claire” Carlos se los devolvió. “Gracias, pero ellos no cuentan” Encogiéndose de hombros Alice le dijo, “Menos mal – estas cosas pueden matarte” Era una broma terrible y Carlos se rio tanto que volvió a toser. Cuando dejó de toser, se encontró con esos sorprendentes ojos azules de Alice. “Carlos, yo sé qué -” Sacudiendo su cabeza Carlos le dijo. “No digas nada. Solo prométeme una cosa. Cuando llegues allí…” Él no dijo nada más, ya que ella sabía bien lo que él quería decir. “Dalo por hecho” Asintiendo con la cabeza, Carlos cerró la puerta del camión y encendió el motor. Bajando la vista vio, entre medio de los dos asientos delanteros, todos los explosivos que ellos habían tomado del campamento de Umbrella en las Vegas. Eso combinado con la gasolina del camión, causaría una gran explosión cuando Carlos encendiera la mecha.

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Mirando hacía un costado mientras conducía, él vio como Alice lo saludaba mientras trepaba a la Hummer junto a Claire, Kmart y el resto de todos ellos. Él le devolvió el saludo, y siguió conduciendo. Ya no tenía sentido alguno mirar hacia atrás. De acuerdo con el famoso cliché, la vida de Carlos pasaría toda ahora frente a sus ojos, pero eso no sucedió. Tampoco había demasiado para contar. Había pasado toda su niñez mudándose alrededor de Texas mientras su papá trataba de conseguir trabajo. Tan pronto como él terminó con sus estudios secundarios, Carlos se alejó lo más que pudo de la indolencia de su padre y de la miseria de su madre, y se enlistó en la fuerza aérea. Después de servir allí por un tiempo, Carlos se fue a trabajar para la Corporación Umbrella, subiendo de categoría hasta llegar a la División de Seguridad. Cada uno de sus intentos por tener una infancia normal habían sido boicoteados por las continuas mudanzas de su padre, forzándolo a hacer amigos nuevos. Al convertirse en un adulto, Carlos había dedicado su vida a servir a otros. Esa vocación de servicio continuó cuando él abandonó Umbrella. Fue Carlos junto a LJ, Jill, Angie y Alice, luego fueron Molina, Jisun, King y Briscoe, y más tarde Claire y Chase y todos los demás – ellos lucharon por mantener viva a la humanidad frente a las más abrumadoras probabilidades adversas que la raza humana había enfrentado. Tal vez no había sido una vida tan mala después de todo.

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Carlos suspiró. “Ojala tuviera un cigarrillo” Ahora podía ver las espaldas de los zombis, todos empujando la cerca ante la única vista de carne fresca. Algunos de ellos se dieron vuelta al escuchar el sonido de los vehículos acercándose. Mirando por el espejo, pudo ver a la hummer, venía bastante alejada del camión para no verse afectada por la explosión. Carlos apretó el pie en el acelerador y el camión se estrelló contra los zombis. Fue fácil al principio, pero la gran cantidad de no vivientes que había allí hizo que el camión disminuyera la marcha y Carlos tuvo que luchar para no perder el control del vehículo. “Solo un poco más…” De repente el camión se sacudió, enviando a Carlos hacía atrás debido al fuerte impacto y comenzó a voltearse hacía la derecha. Carlos voló a través de la cabina del camión y golpeó su cabeza contra la puerta del asiento de pasajero. Tarde Carlos se dio cuenta de que no hubiese sido una mala idea ajustar su cinturón de seguridad. El camión continuó su trayectoria arrastrándose en el suelo hasta que finalmente se detuvo. Los zombis trepaban por el camión, haciendo imposible para Carlos poder ver que tan cercano estaba el camión de la cerca. Él esperaba que fuese lo suficiente.

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Algo le llamó la atención en el espejo visor del asiento de pasajero. Estirando su mano hasta ahí pudo ver que se trataba de un paquete de cigarrillos que estaba a la mitad, junto con un encendedor morado que llevaba inscripta las palabras ‘MALDITO HIJO DE PUTA´ Carlos no pudo evitarlo y se largó a reír. “Maldito cabrón condenado. Siempre teniendo algo escondido” Los zombis estaban empezando a entrar dentro de la cabina del camión, Carlos los ignoró, en vez de eso él tomó el encendedor de L.J. Primero encendió la mecha. Segundo encendió el cigarrillo. No fue una mala vida después de todo. Después de que Carlos tomara una profunda y larga pitada, el mundo explotó. Alice apoyó su espalda contra el asiento de la hummer mientras la camioneta avanzaba sobre el suelo en llamas debido a la explosión del camión. Por suerte, ellos tenían este vehículo. La ambulancia nunca podría haber cruzado por las llamas, y con ese gran agujero en el suelo, tampoco hubiera podido cruzar la camioneta 8X8. Joel y Dorian tranquilizaban a los niños, todos estaban apretados en la parte trasera del vehículo. Kmart estaba sentada adelante entre medio de Alice y Claire. Mientras conducía a través de ese infierno en llamas Alice vio lágrimas en los ojos de Kmart. “Sujétense” Dijo Alice en voz alta.

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Sin embargo, Kmart giró su cabeza para mirar hacia otro lado mientras cruzaban por el lugar. Cuando la hummer chocó contra la cerca, ella había dado vuelta su cabeza completamente. Mirando a Carlos. La hummer se detuvo frente al helicóptero. Claire y Kmart corrieron hacía la nave y la abrieron. Joel quedó a mitad de camino entre la hummer y el helicóptero, Dorian permanecía en la hummer y ellos junto a Kmart cruzaban los niños mientras Claire encendía los controles del helicóptero. Por su parte Alice, tenía sus cuchillas en una de sus manos y la revista en la otra, ella vigilaba a los zombis. Ellos empezaban a alejarse del camión en llamas y se dirigían en línea recta al agujero en la cerca. Los rotores del helicóptero cobraron vida. Alice le escuchó a Claire decir, “Esta ha sido la parte fácil” Una vez que los niños estaban todos a bordo, Dorian y Joel corrieron hacía el helicóptero detrás de ellos, solo quedaban Kmart y Alice afuera. “Vamos” Le gritó Kmart a Alice. En vez de subir, Alice le dio a Kmart la revista. “Aquí tienes” Kmart la miró fijamente. “Acaso tú no vas a venir” Alice sacudió su cabeza. Por un lado ella le había hecho una promesa a Carlos. Pero por otro lado, Claire había estado en lo correcto. Si ella estaba alrededor, más gente moriría.

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Ella estaba mejor sola. “Cuídalos a todos” Le dijo Claire a la adolescente que ahora asumiría el rol de L.J y Carlos en el convoy, ayudando a Claire a mantener todo en orden. “Ellos te necesitan” Después de eso, Alice se dio vuelta y corrió hacia la Estación de Clima. Los zombis comenzaban a ingresar dentro del perímetro. Alice se deshizo de dos de ellos. Mirando de nuevo hacia atrás ella vio como el helicóptero despegaba, Claire sostenía los controles con firmeza. No fue un despegue suave, pero el trabajo estaba hecho. Alice les deseo un buen viaje y buena suerte. Sin ella alrededor, ellos tenían que poder lograrlo. Ahora Alice se dirigía a la Estación de Clima cuándo algo le llamó la atención. Era una zanja grande rodeada de cal. En ella había decenas de cadáveres. Cada uno de los cuerpos era idéntico a ella. En realidad, todos llevaban el mismo vestido rojo que ella había usado en la Colmena, cuándo estaba con Spence, Matt, One y su equipo. ¿Pero qué demonios? Alice creía que no podía odiar más al doctor Isaacs. Ella estaba equivocaba.

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Sacando nuevamente sus cuchillas, Alice se preparó para ingresar a la Estación de Clima. Kmart había encontrado esquemas completos de dicha Estación e incluso la forma de operar el elevador hidráulico, así que solo le tomó un momento a Alice ingresar al lugar y descender por el elevador hasta llegar al complejo subterráneo de Umbrella. Ella llegó a un corredor oscuro, que se dividía en dos. En el pasillo izquierdo había manchas de sangre. A medida que ella se acercaba, veía huellas de manos ensangrentadas en las paredes. Aquí había habido una pelea. Una pelea muy brutal. Era muy posible que algunos de esos muertos vivientes que los habían atacado a ellos en las Vegas se hubiesen escapado matando a todos allí. Ese era el escenario ideal para Alice, y la visión de Sam Isaacs siendo destrozado por esos monstruos a ella le producía mucha felicidad. Si había una persona en el mundo que merecía tener ese final a lo Frankenstein, siendo asesinado por su propia creación, ese era Sam Isaacs. Siguiendo por el sangriento corredor, ella encontró una puerta que daba a una sala de almacenamiento. Mirando hacia dentro, ella vio lámparas destrozadas, agujeros de bala en las paredes, y sangre por todos lados. Pero no había cuerpos. Alice levantó la vista y vio un conducto de ventilación que se encontraba abierto, había sangre alrededor del agujero y Alice se preguntaba si los cuerpos habrían sido llevados allá arriba.

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Alice percibió un movimiento, rápidamente ella se dio vuelta y lanzó una de sus cuchillas. La cuchilla fue directo hacía un holograma de una niña pequeña, una niña que tenía un parecido inquietante con Angie Ashford. “Lo siento. No fue mi intención asustarte. Yo soy la inteligencia artificial que…” “Yo sé lo que tú eres”, Alice la interrumpió con disgusto. Ella había convivido con la Reina Roja cuando ocupaba el cargo de jefe de seguridad en la Colmena y también había sido sentenciada a muerte por esa misma computadora. “Yo conocí a tu hermana. Era una maldita asesina” Usando el mismo tono altanero que tenía la Reina Roja – pero que Alice jamás había oído de Angie – la computadora dijo. “Mi procesadora hermana no hizo más que seguir el camino más lógico para preservar la vida humana” “¿Mata unos pocos para salvar a muchos?” “En pocas palabras, ese era su objetivo” Alice no pudo resistir y le respondió. “Parece que no funcionó. ¿No te parece?” “Nosotras no podemos controlar los caprichos de los seres humanos” Esa era una forma eufemística de referirse particularmente a la psicosis de Timothy Cain.

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Discutir con una computadora sobre todo eso era algo que a Alice no le interesaba en absoluto ahora – más bien ella cambió de tema. “¿Que ha pasado aquí?” “El doctor Isaacs volvió en estado de infección. Lo mordió una criatura que había sido tratada con un suero nuevo que él estaba desarrollando – un suero derivado de tu sangre, la infección resultante le ha causado una mutación masiva” “Mi sangre”. Ahora Alice podía entender porque había tantos clones de ella muertos en esa zanja. “Tu sangre se ha combinado con el virus T. El doctor Isaacs dedujo que se podía utilizar para revertir el proceso de infección. Para curar o destruir la epidemia para siempre” Alice parpadeó. “Así que mi sangre es la cura para todo eso” “Correcto” Si este complejo hubiese pertenecido a otra Empresa que no fuese Umbrella, Alice le hubiese preguntado a la computadora que porque no se había distribuido esa cura globalmente, pero claro, era Umbrella, y ese no era su estilo de hacer las cosas. Recordando el pacto con el diablo que ella debió hacer aquella vez en la Colmena con la Reina Roja, Alice preguntó, “¿Por qué me estás ayudando?” “Al igual que mi hermana, mi objetivo principal es conservar la vida humana. Mis satélites indican que hay 1.733.548 seres aún con vida en la superficie de la Tierra”

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Alice estaba aturdida con la noticia. Ella estaba convencida de que había menos de 1000 personas con vida en el mundo, jamás hubiese creído que había más de un millón. Y eso le daba a ella aún más esperanzas de que Claire y su grupo encontraran más sobrevivientes en Alaska. La computadora continuó. “Tu sangre es pura y este complejo contiene todo el equipo que se necesita para sintetizar una cura” “¿Y esto podría terminar?” Preguntó Alice con cautela. “Exacto. No obstante existe un pequeño problema” Ahora Alice estaba sonriendo. “Déjame adivinar…es Isaacs” “Si. Continúa por este corredor y toma las escaleras de emergencias hasta el nivel 7. Hasta allí es todo lo que mi programa puede controlar” A pesar de no haberle gustado mucho ese comentario de la ‘Inteligencia Artificial’ Alice siguió sus instrucciones y finalmente se encontró frente a una gran puerta metálica que decía ‘NIVEL 7’. El rostro de la INTELIGENCIA ARTIFICIAL apareció nuevamente en una pantalla, al lado de la puerta. “Lo tengo retenido en los niveles inferiores, es allí donde se encuentran los laboratorios. Una vez que cruces el umbral, ya no podré ayudarte. Él ha alterado mis protocolos, yo ya no tengo acceso a ese nivel”

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Ahora Alice entendía todo, para sintetizar una cura, había que deshacerse de Isaacs y la computadora no podía hacerlo si él estaba allí abajo. Lo mejor que ella pudo hacer fue contenerlo allí, lo que estaba bien como primera medida. Pero una cura estaba allí abajo. Por lo tanto Alice asintió con su cabeza hacía la imagen de la computadora, tomó una linterna y abrió aquella puerta. Justo antes de que ella pusiera un pie dentro de esa habitación, la computadora le habló. “Alice – buena suerte”. Alice cruzó la puerta y vio montones de lámparas destrozadas, lo único que iluminaba la habitación era la linterna que Alice llevaba y las tenues luces de emergencia. En el centro del lugar había pilas de cadáveres. La pila esta sorprendentemente limpia. La mayoría vestían uniformes de seguridad de Umbrella, otros batas de laboratorio. Si esto lo había hecho Isaacs, él parecía haber desatado toda su furia sobre sus empleados. Bueno, como ella lo sabía bien, la lealtad de los empleados no era algo que fuese valorado por parte de la Compañía Umbrella. “Parece que alguien ha estado ocupado” Murmuró Alice mientras se encaminaba a través del pasillo. Ella tenía una sensación como que algo se movía en la habitación, pero no podía ver nada. O bien ella estaba imaginando todo – eso era poco probable – o realmente había algo inhumano y muy veloz en esa habitación – eso sí que era muy probable.

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Entonces ella vio el tanque. Alice había despertado en un tanque igual a ese en el laboratorio de Isaacs en San Francisco. Y al igual que aquel tanque, había una Alice dentro de él. Era otro clon. Moviendo su linterna hacía la izquierda, ella pudo ver que había más de uno – docenas de clones de Alice en los tanques. “Bueno – esto sí que es algo nuevo” Luego el movimiento se sintió más cerca. Sin ninguna advertencia, algo golpeó a Alice, ella cayó al suelo y su linterna cayó lejos de su alcance. Con la poca luz que había en la habitación, ella apenas pudo divisar la forma, pero sí pudo ver el rostro. En su mayor parte, se veía como el rostro de Sam Isaacs. La sangre que caía de sus dientes era algo nuevo, al igual que ese brillo maniaco en sus ojos. Ni hablar de los músculos en su torso y brazos que más bien eran tentáculos en vez de brazos. Docenas de ellos. Él volvió a atacarla, pero esta vez Alice estaba lista. Ella esquivó su ataque pasando por debajo de su brazo y golpeó con fuerza su hombro dislocándolo. Eso no afectó en nada a Isaacs – él la sujetó y – de la misma manera que ella hizo con él en San Francisco, la arrojó contra uno de los tanques.

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Un fluido verde junto con pedazos de vidrio cayeron sobre Alice y ella tuvo que quitarse de encina el peso muerto de una de sus propias clones, Alice trató de ponerse de pie lanzando una de sus kukris a Isaacs al mismo tiempo. La cuchilla cortó a Isaacs en el hombro, un lanzamiento que le hubiera quitado la vida sin dudas a un ser humano. A su lado, el clon tosía, tartamudeaba y temblaba sobre los vidrios rotos, mirando todo perpleja y asustada. Alice no podía culparla. Alice levantó la vista, pero Isaacs ya no estaba. Solo había alejado la vista de él por un segundo. Él era tan rápido como ella. Tal vez, más aún. El clon nuevamente llamó su atención, ya que había empezado a toser más fuerte y a convulsionar, sus ojos azules estaban abiertos en agonía evidente. Alice tomó a su hermana gemela por los hombros y le suspiró al oído, “Todo va a estar bien” Pero luego, esas palabras no sirvieron de nada, ya que el clon se desvaneció en los brazos de Alice al morir. Gimiendo con furia, Alice se puso de pie y salió afuera del laboratorio, ahora se encontraba en otro corredor, el único que Isaacs podía haber tomado para escapar. Había una puerta allí, y en ella podían leerse las palabras SALA DE PRUEBAS. Alice la abrió – Y ahora ella nuevamente se encontraba en la Mansión.

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Construida por un excéntrico millonario en 1960, la Mansión era propiedad de la Corporación Umbrella y era la entrada secreta a la Colmena. La División de Seguridad siempre dejaba a dos personas allí a cargo para cuidar esa entrada, ambas personas formaban parte de un matrimonio ficticio. Las dos últimas personas que habían estado a cargo de la Mansión habían sido Spence Parks y la misma Alice. Por razones que escapaban a su entendimiento, Isaacs había recreado por lo menos el pasillo de dicha Mansión en este complejo subterráneo. Caminando en dirección a una mesa, ella pudo ver el retrato de bodas donde ella se encontraba junto a Spence. Spence. Ese era el hombre que había empezado todo esto con su codicia. Ojala él estuviera hoy con vida, para que ella pudiera matarlo otra vez. En el vidrio del portarretrato se podían ver reflejados los ventanales detrás de ella. En la Mansión real los vidrios de esos ventanales estaban todos rotos debido a la llegada de One y su equipo. Ahora ella veía un movimiento reflejándose en el portarretrato. Moviéndose velozmente, Alice evitó esta vez ser golpeada por Isaacs, en vez de eso, el golpe impactó contra la mesa donde estaba el portarretrato destruyéndola por completo.

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Alice tomó su otra cuchilla, era a la que se le había quebrado la punta en las Vegas, y le hizo un corte profundo a Isaacs en el pecho. Luego, en frente de sus propios ojos, la herida cicatrizó por completo. Ella se daba cuenta de que esto iba a ser un gran problema. Su estado de shock al ver esto le dio a Isaacs la oportunidad de golpearla, Alice voló a través de la habitación y cayó en un pasillo donde en la Mansión real, se encontraba la puerta por la que se accedía a la Colmena. Finalmente Isaacs habló, su voz se oía más profunda pero aun así seguía siendo la misma voz irritante que varios años atrás trataba de explicarle a ella lo que era una lapicera. “No puedes matarme. Ellos ya lo intentaron. Y pensar, que yo te tenía miedo” Isaacs dio un paso hacia delante y envolvió el cuello de Alice con uno de sus tentáculos. Una parte de ella quería abandonar todo. Carlos estaba muerto. L.J estaba muerto. Angie estaba muerta. Jill solo Dios sabía cómo estaría. ¿Qué le quedaba? La cura. Eso era. Y solo ella la tenía. Cuando su vista ya empezaba a nublarse, ella pudo ver a una de sus kukris, la cual estaba incrustada en posición vertical en el piso de la Mansión. Estaba allí, si tan solo ella pudiera tomarla…

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De alguna manera, aun cuando estaba a punto de perder la conciencia, con sus dedos pudo llegar hasta ella y Alice cortó ese tentáculo que estaba alrededor de su cuello, separándolo del cuerpo de Isaacs. Isaacs gritó de dolor y retrocedió. El tentáculo cayó al piso. Y Alice pudo rápidamente tomar un respiro. Isaacs dejó de quejarse y bajo la vista para mirar el muñón donde el tentáculo había estado. De allí dos nuevos tentáculos crecieron en toda su extensión. Volviéndose hacía Alice, Isaacs sonrió, “Ahora tengo una idea de lo que es ser como tú – tener poder” “Tú no tienes idea” Alice le respondió. Los tentáculos de Isaacs volvieron a atacarla y Alice se dio cuenta de que solo había una manera de ganar esta pelea. Con su mente, ella detuvo lo tentáculos en el aire. Luego ella levantó el piso donde Isaacs estaba parado enviándolo a él violentamente contra la pared. Luego Alice colapsó, agotada. Su cuerpo estaba sufriendo por todos los esfuerzos del día, aun gozando ella de un metabolismo mejorado. Pero Isaacs salió de aquella pared, polvo y cemento se desmoronaba a sus pies. “Te lo he dicho. No puedo morir” Le dijo Isaacs con una risa inhumana.

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Luego el piso, las ventanas y los muros volvieron a explotar debido a una fuerza psíquica similar. Pero la fuerza no provenía de Alice. Alice fue sacudida y arrojada hacía la puerta del frente – y a través de ella. Cayó al piso que estaba cubierto de vidrios. Ella trató en vano de ponerse nuevamente de pie, mientras veía que la puerta por la cual ella había sido arrojada conducía a otra recreación, esta vez no era alguna parte de la Mansión, esta recreación pertenecía a la propia Colmena: era el corredor de la Reina Roja donde Drew, Warner, y Danilova habían sido cortados en pedazos mientras Alice observaba. Isaacs se acercó a ella y la observó allí derrotada en el piso, “tan débil, tan patética” Reuniendo todas sus fuerzas, ella esforzó cada músculo de su cuerpo tratando de ponerse de pie, si ella iba a morir, ella iba a hacerlo de pie. Pero ella no tenía intenciones de morir, al menos no antes de que ella eliminara al maldito que la obligó a asesinar a Angie. Si ella tenía suerte y ellos habían recreado el corredor de la Reina Roja de la misma manera que su antecesor, la habitación le daría a ella tiempo. Ella lo golpeó, era un golpe débil que Isaacs hubiera visto venir sin dudas incluso antes de haber mutado. Él tomó su puño y la arrojó nuevamente con fuerza, Alice cayó aún más al final del corredor. Tal como ella lo había anticipado, el dolor era terrible, pero a ella ya nada le importaba.

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“Por mucho tiempo” Isaacs empezó a hablar mientras lentamente se acercaba a ella. “Pensé que tú eras el futuro. Que equivocado estaba. Yo soy el futuro” “No” Le respondió Alice con tranquilidad. “Tú eres un idiota” Las luces se apagaron. Por fin. “Y ambos vamos a morir aquí” El láser iluminó todo el pasillo detrás de Isaacs. La línea horizontal de la muerte se dirigía directo hacía él. Luego, el láser cambió inmediatamente esa línea por una cuadrícula diagonal que se extendió por toda la habitación, no dejando ningún espacio para correr, agacharse o esconderse. No había ningún espacio para vivir. Cuando la cuadrícula láser había llegado hasta One aquella vez, él se había puesto de pie y la había enfrentado, y solo se permitió a si mismo maldecir antes de morir. Él sabía que no tenía oportunidad, y aceptó su destino. Cuando el láser se acercó a Isaacs, este gritó, “¡Nooo!” con un tono de voz que sonaba tan lastimero como cuando le hablaba a los demás con ese aire de superioridad. Él láser lo despedazó, literalmente lo trozó en cubitos. Inexorablemente, el láser continuó hacía Alice. Ella estaba lista para morir.

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Luego sintió algo. Era otra mente. Pero inexplicablemente, era su misma mente. Las imágenes inundaban su cerebro, y ella se dio cuenta de que estaba siendo telepáticamente contactada por el clon que ella pensó que había muerto en el laboratorio de Isaacs. El clon se encontraba en el ordenador de Sam Isaacs y había ingresado los comandos SISTEMA DE LASER DESACTIVADO. En frente de Alice, la rejilla láser se apagó, y las luces de la habitación volvieron a ser normales. Hablando al mismo tiempo, ambas Alice dijeron, “Si claro, tu eres el futuro” El clon le preguntó a Alice, ¿Qué pasará ahora? ¿Todo acabó? Alice pensó en las docenas, si es que no eran cientos de clones que Isaacs había creado para cumplir su deseo de convertirse él mismo en el futuro. La Inteligencia Artificial le había enseñado el camino hacía una cura. Y ahora ella tenía también una forma de como vengarse. No, ella le respondió a su hermana, esto solo ha comenzado.

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EPÍLOGO

En algún lugar de Canadá, Claire Redfield piloteaba un helicóptero de la Corporación Umbrella cada vez con mayor seguridad. Veía las montañas rocosas cubiertas de nieve debajo de ella, Claire se dirigía directamente hacia lo que esperaba fuese un refugio. A su lado, Kmart estaba leyendo aquella revista. Levantando la vista Claire vio la imagen de Chris. Ella no tenía idea si su hermano aún seguía con vida, pero ahora ella tenía algo mejor que unos pocos vehículos para movilizarse. Tal vez ahora, ella podría encontrarlo. Ella miró rápidamente hacia atrás, ella vio a Dorian, Joel y a los niños, todos se habían quedado dormidos. Exhaustos por todo lo que habían pasado durante el día. Ella pensó en todos los que murieron. Carlos había estado en lo correcto, no había sido culpa de Alice, ellos iban a morir todos en el Hotel Camino del Desierto, y si no hubiera sido por Alice, ellos no estarían ahora en un helicóptero rumbo a Arcadia. Por primera vez en mucho tiempo, Claire tenía esperanza. En Baltimore, Maureen corría por las escaleras buscando a Jill quien estaba fumando un cigarrillo. Después de haber sido la más reacia a seguir el plan de Jill de reorganizar y tomar posesión del Centro de Convenciones, ella ahora se había convertido en una de las líderes dentro del

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grupo de sobrevivientes, organizando, planificando, ordenando el inventario y generalmente siendo uno de los miembros más útiles de esta nueva sociedad que Jill se encontraba en proceso de construcción. “Jasper dice que una furgoneta se está acercando. Son como siete personas” El ex policía no estaba acostumbrado a convivir con otros, tal como él lo había dicho, por lo que la mayor parte del tiempo él estaba haciendo la guardia, allí él hacía uso de sus habilidades. Pero a diferencia de los anteriores ocupantes, él no le disparaba a quienes se acercaban. Siempre y cuando no fueran muertos vivientes. A los zombis los derribaba sin dudarlo. “Está bien. Veamos lo que tienen. Si están dispuestos a negociar y si necesitan donde quedarse. Hagamos lo que hacemos siempre” Maureen asintió con su cabeza y bajó las escaleras. A todos los que llegaban les ofrecían quedarse por una noche, pero después, ellos tenían que contribuir con algo, intercambiar algo, de otra forma debían marcharse. Era duro, pero no tan duro como era antes – además eso era necesario para poder sobrevivir. Jill notó que casi era mediodía – se daba cuenta por la altura del sol en el cielo cuando ella miraba por el enorme ventanal – ella se dirigió a una pequeña sala de conferencias, donde André estaba jugando con la radio. “¿Hay algo?” Ella le preguntó, como lo hacía todos los días.

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Sacudiendo la cabeza André le respondió. “Nah” Eso era la misma respuesta de todos los días. “Pero seguiré intentando” Jill sonrió. Era una sonrisa sincera, algo que ella venía haciendo con frecuencia últimamente. “Lo sé. Vamos a encontrar más sobrevivientes. Estoy segura” A decir verdad, ella no estaba segura de eso. No sabía nada de Carlos, Alice, L.J ni de nadie. Hasta ahora para ella, estaban todos muertos. Hasta ahora para ella, estas cien personas en Baltimore eran todo lo que quedaba de la humanidad. Pero en realidad no era así, una camioneta se acercaba. Eso significaba que había más personas. Eso significaba que había esperanza. Jill abandonó la pequeña sala de conferencias para dirigirse a hacer su próxima tarea. Había trabajo que hacer. Albert Wesker se sentó a la cabecera de la mesa en la sala de conferencias de Umbrella en Japón. Quienes lo rodeaban en esa habitación, eran todos hologramas de los demás miembros del comité. El doctor Isaacs brillaba por su ausencia, lo mismo que quien iba a ser su reemplazante, Alexander Slater. Ajustando sus gafas de sol, Wesker les dijo a los demás, “Siguen fallando todos nuestros intentos de contactar con el complejo en los Estados Unidos” El holograma de Colin Wainwright emitió un sonido con su boca. “¿Cuánto tiempo llevan sin estar en el aire?”

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“Setenta y dos horas. Tenemos que considerar el hecho de que los hemos perdido. Pero no alteraremos nuestros planes. Todos los datos se transferirán a este centro y la investigación continuará bajo mi supervisión personal” En retrospectiva, él debería haber hecho eso en primer lugar. Wesker creía que Isaacs era un hombre racional, una persona inteligente. Ahora se daba cuenta de que Isaacs parecía inteligente si se lo comparaba con el hombre a quien él había reemplazado, Timothy Cain. Sin embargo mientras que Isaacs carecía de la incapacidad de pensar con claridad de Cain, lo superaba en ambición. Cain era leal a la compañía pero era absolutamente incompetente. Isaacs era súper competente pero era leal solo a sí mismo. Wesker esperaba que Slater no tuviera ninguno de esos defectos, pero todo indicaba que ya no debía preocuparse por eso. Wesker continuo, “Espero tener resultados en un mes, dos meses po…” “Oh, ustedes no tendrán que esperar tanto chicos” Wesker se sorprendió. Esa voz no pertenecía a ningún miembro del comité – los cuales por su parte lucían tan confusos como él. Luego el holograma apareció en el asiento que solía pertenecerle a Sam Isaacs y que supuestamente ahora pertenecería a Slater. La imagen era de Alice Abernathy.

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De alguna forma Wesker se dio cuenta de que se trataba del Proyecto Alice original. Parece que Isaacs había estado en lo cierto con eso del 62 %. Desafortunadamente, todo indicaba subestimado el poder que tenía sobre ella.

que

había

Alice estaba sonriendo, “Ya lo verán, voy por ustedes chicos, y voy a ir acompañada de unas cuantas amigas” Alice miró hacía la enorme pantalla que se encontraba en dirección norte. Wesker siguió su mirada. La imagen en la pantalla se iluminó mostrando a Alice sentada en una silla dentro de un laboratorio destrozado. Detrás de ella había otra mujer que era idéntica a ella. Detrás de ellas había docenas de tanques, todos conteniendo clones de Alice. Cientos. Wesker solo había autorizado cien clones. 87 de ellos habían fallado, así que solo debería haber 13 clones restantes. Por lo que Wesker podía ver, allí había no menos de 1.300 clones de Alice, todos con sus habilidades mejoradas. Y ahora, aparentemente, dirigidos por si fuente, la Alice original. Alice sonrió. “Que tengan un buen día chicos” La imagen desapareció.

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CONTINUARA…

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