Oviedo y Baños, Crónica de la conquista de Venezuela

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mo si se tratase de una guerra. Rara vez tienen éxito. Una de las excepciones es la expedición de Pedro de Limpias, un capitán de Fedreman que se adelanta a los ejércitos de su jefe para reconocer los pasos de una cordillera. Limpias tropieza con peñascos tan peinados que le era preciso en muchas partes, a fuerza de picos, y de barras, abrir huellas donde pudiesen hacer firme los caballos para conseguir el paso; y en otras, que aun no permitía la fragosidad de este recurso, amarrarlos con sogas, y suspenderlos con ellas hasta donde pudiesen hacer pie para librarlos del despeño [p. 98].

Muchos de los intentos de domesticación fracasan porque los hombres ignoran el real poder de la naturaleza, desconocen el punto donde la naturaleza impone, como límite, la destrucción o la muerte. Cuando Felipe de Utre y sus hombres quedan cercados por inundaciones en su camino hacia El Dorado, el hambre los amenaza. Para conjurarlo, ponen bollos de maíz “...a la boca de un hormiguero, hasta que se cubría de hormigas”. Luego amasaban los bollos repetidas veces, hasta que llegaba a componerse de más hormigas que masa; teniendo este grosero alimento por el único remedio para mantener la vida. Y como aun esto no llegaban a conseguirlo todos, hubo muchos, que apretados de la hambre no dejaron asquerosa sabandija de cuantas produce la tierra con que no procurasen remediarla; de que resultó hincharse algunos, caérseles a otros los cabellos, barbas y sejas; y finalmente todos llenos de pestíferos tumores, y úlceras venenosas, convertirse aquel afligido escuadrón en un teatro de miserias y un hospital de desdichas [p. 113].

Poco a poco aprenden a distinguir las hormigas comestibles de las tóxicas, a reconocer las hierbas medicinales de las inocuas y a aprovechar las fragosidades del terreno para construir sus casas y fortalezas. Hacia el fin del primer siglo, los españoles saben ya que la naturaleza tropical, aun la ingobernable, puede ser movida en una u otra dirección por el designio del hombre. Lo húmedo, lo monstruoso: todo puede ser domesticado y civilizado. Garci-González de Silva ejemplifica esa mudanza en la inverosímil victoria con el leño encendido que ya hemos relatado. BIBLIOTECA AYACUCHO

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