Cazadores de microbios
Paul de Kruif
Inopinadamente, al hacer Needham una objeción a uno de los experimentos de Spallanzani, se le presentó la ocasión que estaba acechando. «Su experimento carece de base —escribió al italiano— porque ha calentado usted las redomas por espacio de una hora, y ese calor tan fuerte debilita y perjudica a la Fuerza Vegetativa hasta el punto de que no le es posible crear animalillos». Esto era precisamente lo que Spallanzani estaba esperando oír, y olvidándose de sus deberes religiosos, los grandes auditorios de ávidos estudiantes y las hermosas damas a quienes entusiasmaba visitar su museo, se arremangó hasta el codo y se lanzó a la tarea, no ante la mesa de su estudio, sino ante la del laboratorio; no con pluma, sino con sus redomas, sus semillas y sus microbios.
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