Pio Baroja

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La lucha por la vida III. Aurora roja

Salieron de la casa de Grau, y Manuel, en derechura, se fue a la imprenta. Por la noche en La Aurora, donde había gran movimiento para concertar los preparativos del mitin de propaganda, se habló de la negativa de Grau a tomar parte en la reunión. El Madrileño despotricó contra Grau. -Es un vividor -dijo-; un farsante, vendido al Gobierno. -No -replicó el Libertario-; es un temperamento de burgués, que vende su periódico como otro vende pastillas de chocolate. -Sí -dijo el Madrileño-;pero cuando se tiene temperamento de burgués, pone uno una tienda de ultramarinos, o una zapatería, o cualquier cosa; todo, menos un periódico anarquista. Cuando uno es partidario del amor libre y enemigo del matrimonio, no se casa; cuando se predica contra la propiedad, no se trabaja para reunir cuatro cuartos. -Grau será lo que se quiera -dijo Prats-; pero es una persona honrada y decente. En cambio, el director de El Libertario es un miserable, una cucaracha, un reptil. ¡Bah! ¡Como es amigo tuyo! -replicó el Madrileño-. ¡Por eso le defiendes a ese farsante! -¡Farsantes, vosotros! -Si estáis todos vendidos al Gobierno. -Vosotros sí que lo estáis. Queréis sembrar la cizaña en el campo anarquista -gritó Prats enfurecido-. ¿Cuánto dieron a vuestro periódico por hablar bien de Dato? -Y vosotros -exclamó el Madrileño-, ¿qué cobrasteis por la campaña rabiosa que hicisteis contra los republicanos? -La hicimos por dignidad. -¡Por dignidad! Para vosotros todo es negocio. Habéis comido pan de Montjuich. Estáis engañando a la gente de una manera asquerosa; todos tenéis salvoconducto de la policía. -¡Canallas! -vociferó Prats, fuera de si-. Vosotros sí que estáis vendidos al Gobierno y a los jesuitas para desacreditarnos. Pero tened en cuenta que hemos desenmascarado a muchos farsantes. -Claro, queréis ser vosotros los únicos y os molestan los hombres dignos. ¿Por qué odiáis a Salvochea? Porque vale más que vosotros; porque ha sacrificado su vida y su fortuna por la anarquía, y vosotros no habéis hecho más que vivir de ella. -Escupe tu baba, ¡miserable! -exclamó Prats. -El miserable eres tú -gritó el Madrileño, acercándose a su contricante con el puño levantado. El Libertario y Juan se interpusieron entre los dos y lograron calmarlos. -¡Imbéciles! ¡Idiotas! -murmuró el Libertario-. Saben que lo que dicen 139


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