En la vieja escuela (Carlos Marianidis) Sonrisas perfumadas, caras tiernas, bullicio de palomas y jilgueros se corren a mi paso ante la puerta, las frentes suaves y los ojos nuevos. Entro como un extraño y toco apenas el aula que abrigara tantos sueños. En el patio hay rincones con ausencias y el sol trae a mi mente otros recreos. Ocho árboles altos me recuerdan el día que entre varios compañeros plantamos ocho ramas de morera. —¡Los puse yo! —les digo a los pequeños, que ríen todos juntos y aletean. No me creen que he sido como ellos.
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