Los Miserables

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a Cosette y olvidarlo todo a su lado! Era la única medicina para su llaga. Varias veces tuvo Vasco que repetir este recado: el señor Gillenormand me envía a recordar a la señora baronesa que la cena está servida. Entonces se marchaba muy pensativo. Un día se quedó más tiempo aún de lo que acostumbraba. Al día siguiente notó que no había fuego en la chimenea. -¡Dios mío!, ¡qué frío se siente aquí! -exclamó Cosette al entrar-. ¿Sois vos el que habéis dado orden a Vasco de que no encienda? -Sí. Ya estamos por llegar a mayo y me ha parecido que era inútil. -¡Otra de esas ideas vuestras! -respondió Cosette. Al otro día no faltaba el fuego, pero los dos sillones estaban colocados en el extremo opuesto de la sala, cerca de la puerta. -¿Qué significa esto? -pensó Jean Valjean. Tomó los sillones y los puso en el sitio de siempre, junto a la chimenea. Se reanimó un poco al ver de nuevo el fuego, y prolongó la visita más de lo regular. Pero empezaba a darse cuenta de que lo rechazaban. Al día siguiente tuvo un sobresalto al entrar en la sala baja. Los sillones habían desaparecido, no había ni siquiera una silla. -¿Qué es esto? -dijo Cosette en cuanto entró-, no hay sillones. ¿Dónde están los sillones? -Se los han llevado -respondió Jean Valjean. -¡Pues esto es demasiado! Yo he dicho a Vasco que se los lleve, porque no voy a estar más que un minuto. -No es razón para pasarlo de pie. Jean Valjean no halló que decir. -¡Hacer quitar los sillones! ¡No os bastaba con apagar el fuego! ¡Qué raro sois! -Adiós -murmuró Jean Valjean. No dijo: Adiós, Cosette; pero le faltaron fuerzas para decir: Adiós, señora. Salió abrumado de dolor. Esta vez había comprendido. Al día siguiente no fue. Cosette no lo notó hasta la noche. -¡Vaya! -dijo-, el señor Jean no vino hoy. Sintió como una ligera opresión de corazón; pero un beso de Marius la distrajo en seguida. Tampoco fue al otro día. Cosette no se dio cuenta hasta la mañana siguiente. ¡Era tan dichosa! Envió a Nicolasa para saber si estaba enfermo, y por qué no había venido la víspera. Nicolasa trajo la respuesta: no estaba enfermo, sino muy ocupado. Ya volvería, lo más pronto posible. Iba a emprender un viajecito, costumbre antigua suya, como la señora no ignoraba. Cuando Nicolasa dijo que su ama la enviaba a saber por qué el señor Jean no había ido la víspera, Jean Valjean observó con dulzura: -Hace dos días que no voy.


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