Los Miserables

Page 255

-Cosette, nunca he dado mi palabra de honor a nadie, porque mi palabra de honor me causa miedo; sé que al darla mi padre está a mi lado. Pues bien, lo doy mi palabra de honor más sagrada, de que si lo vas, yo moriré. Había en el acento con que pronunció estas palabras una melancolía tan solemne y tan tranquila, que Cosette tembló. -Ahora, escucha -continuó Marius-, no me esperes mañana. -¡Un día sin verte! -Sacrifiquemos un día para tener tal vez toda la vida. Mira, creo que conviene que sepas la dirección de mi casa, por lo que pueda suceder; vivo con mi amigo Courfeyrac, en la calle de la Verrerie, número 16. Metió la mano en el bolsillo sacó un cortaplumas, y con la hoja escribió en el yeso de la pared: "Calle de la Verrerie, 16". Cosette entretanto lo miraba a los ojos. -Dime lo que piensas, Marius; sé que tienes una idea. Dímela. ¡Oh, dímela para que pueda dormir esta noche! -Mi idea es ésta: es imposible que Dios quiera separarnos. Espérame pasado mañana. Mientras que Marius meditaba con la cabeza apoyada en el árbol, se le ocurrió una idea; una idea que él mismo tenía por insensata a imposible. Pero tomó una decisión violenta. VII El corazón viejo frente al corazón joven El señor Gillenormand tenía entonces noventa y un años cumplidos. Seguía viviendo con la señorita Gillenormand en la calle de las Hijas del Calvario, número 6, en su propia y vieja casa. Hacía cuatro años que esperaba a Marius con la convicción de que aquel pequeño picarón extraviado llamaría algún día a la puerta; pero en sus momentos de tristeza llegaba a decirse que si Marius tardaba en venir... Y no era la muerte lo que temía, sino la idea de que no vería más a su nieto. No volver a ver a Marius era un triste y nuevo temor que no se le había presentado nunca hasta ahora; esta idea que empezaba a aparecer en su cerebro, le dejaba helado. El señor Gillenormand era, o se creía por lo menos, incapaz de dar un paso hacia su nieto. "Antes moriré", decía; pero sólo pensaba en Marius con profundo enternecimiento, y con la muda desesperación de un viejo que se va entre las tinieblas. Su ternura dolorida concluía por convertirse en indignación. Se encontraba en esa situación en que se trata de tomar un partido, y aceptar lo que mortifica. Estaba ya dispuesto a decirse que no había razón para que Marius volviese, que si hubiera debido volver lo habría hecho ya, y que por consiguiente era preciso renunciar a verle. Trataba de familiarizarse con la idea de que todo había concluido, y que moriría sin ver a "aquel caballerete".


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.