Los Miserables

Page 242

Los pobres niños estaban hambrientos, y Gavroche también. Se fueron comiendo el pan por la calle, y así llegaron a la lúgubre calle Ballets, al fondo de la cual se ve el portón de la cárcel de la Force. -¡Caramba! ¿Eres tú, Gavroche? -dijo alguien. -¡Caramba! ¿Eres tú, Montparnasse? Un hombre acababa de acercarse al pilluelo; era Montparnasse disfrazado, con unos curiosos anteojos azules. -¡Diablos! -dijo Gavroche-. ¡Qué anteojos! Tienes estilo, palabra de honor. -¡Chist! No hables tan alto. Y se lo llevó fuera de la luz de las tiendas. Los niños los siguieron tornados de la mano. -¿Sabes adónde voy? -dijo Montpamasse. -A la guillotina -repuso Gavroche. -A encontrarme con Babet -susurró Montpar-Lo creía en chirona. -Se escapó esta mañana. Y Montparnasse le contó al pilluelo que esa mañana Babet había sido trasladado a La Concièrgerie y se había escapado, doblando a la izquierda en vez de a la derecha en el "corredor de la instrucción". Gavroche admiró su habilidad. Mientras escuchaba, había cogido el bastón de Montparnasse y tiró maquinalmente de la parte superior, en donde apareció la hoja de un puñal. -¡Ah! -dijo envainando rápidamente el puñal-, has traído lo gendarme disfrazado de ciudadano. ¿Vas a aporrear polizontes? -No sé, pero siempre es bueno llevar un alfiler. -¿Qué haces esta noche? -preguntó Gavroche sonriendo. -Negocios. Y tú, ¿adónde vas ahora? -Voy a acostar a estos piojosos. -¿Dónde? -En mi casa. -¿Dónde está lo casa? -En mi casa. -¿Tienes casa, entonces? -Sí, tengo casa. -¿Y dónde vives? -En el elefante. Montparnasse no pudo contener una exclamación. -¡En el elefante! -Sí, en el elefante. ¿Y qué? -No, nada. ¿Se está bien allí? -Fenomenal. No hay vientos encajonados como bajo los puentes. -¿Y cómo entras? -Entrando. -¿Hay algún agujero? -Claro, pero no se debe decir. Es por las patas delanteras.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.