(2) "Todos compartíamos ese sueño de la educación como medio de transformación"

Page 1

entrevista

26 de mayo de 2011

Núm. 3.907 (899) ESCUELA 35

ro que ha dicho es que en ninguno de los países que se han sometido a esa evaluación se ha producido una expansión cuantitativa del sistema educativo como en España y que ahora el reto es que no se produzca la tasa de fracaso escolar que existe. No obstante, esa tasa es similar a la que había en 1982, cuando los números absolutos de estudiantes eran muy distintos. El 32% de entonces se refería un colectivo muchísimo más pequeño. El 32% actual se refiere a un colectivo que se ha multiplicado. Ahora están escolarizados jóvenes que estaban desatendidos por parte del sistema educativo, pero no se han incrementado las tasas de fracaso escolar. La cuestión es, pues, detectar de qué depende ese fracaso escolar. En mi opinión, tiene que ver fundamentalmente con la atención que se preste a los estudiantes que proceden de medios sociales desfavorecidos, ya sea en zonas rurales o urbanas. Conste que el solucionarlo no es una cuestión que dependa exclusivamente del gasto. Siempre que este se mantenga dentro de determinados márgenes –que en España son siempre un poco reducidos– depende más de cómo se aplique el dinero y cómo se lleve a cabo su gestión.

no y que no tiene realmente capacidad de actuación.

No estás en contra de la excelencia, entonces... ¿Cómo puede alguien estar en contra? Lo que pasa es que hay mucha gente que no la práctica y, sin embargo, la está predicando todo el santo día. Muchas veces, cuando hablan de excelencia, se refieren implícitamente a garantizar caminos de privilegio fuera de la enseñanza pública. Si atendemos a la enseñanza universitaria –donde debe prestarse tanta atención

FOTO: TERESA RODRÍGUEZ

Lo que pasa es que tú no crees en “la excelencia...”. Toda mi vida demuestra lo contrario. Lo que yo no creo es que “la excelencia” signifique que, desde muy temprana edad, se seleccione a unas niñas o niños para que participen en una carrera y se les tutele para que sigan corriendo hasta que lleguen a la edad madura. Sí creo que chicas y chicos con capacidades y talento –provengan de las familias que provengan– tienen todo el derecho a desarrollar su potencial, y eso implica un deber para los responsables de la educación. Pero también creo que debe respetarse escrupulosamente el derecho de los niños y niñas con tal vez menores capacidades, a un pleno desarrollo personal. Dejar a unos abandonados en el camino para que otros vayan más lejos, no es mi modo de entender “la excelencia”. Yo entiendo bien qué es la excelencia en educación: llevo 46 años como profesor y he enseñado en universidades de EEUU y Reino Unido que se caracterizan por la excelencia. Y no veo muy bien de qué excelencia hablan los dirigentes del PP. Desde luego, no depende de la exclusión o la segregación. “La excelencia” no consiste en preparar a un niño, desde los 7 años, para ser registrador de la propiedad: una profesión muy noble, pero que no tiene que ver con la excelencia educativa. ¿Cómo se puede combinar equidad con excelencia? Desde luego, evitando simplezas. Una enseñanza universal y obligatoria lo es porque constituye la base para ser ciudadanos de pleno derecho el día de mañana. Por tanto, esa formación no puede conducir a que unos sean más ciudadanos que otros. A partir de esa exigencia de equidad, hay que promover la igualdad de oportunidades. En términos sociales y educativos, no puedo pensar que la excelencia tenga que ser a cuenta de la equidad. Todos tienen derecho a una formación de calidad que les forme como ciudadanos, todos tienen derecho a no ser posteriormente discriminados educativamente en función de sus orígenes sociales, y además todos tienen el mismo derecho a desarrollar plenamente sus capacidades. Resulta obvio que estas son distintas: no cabe entender la equidad como el “lecho de Procusto”. Y el primer lugar donde un Gobierno democrático tiene que conjugar calidad y equidad es en la enseñanza pública. Excelencia, sí: para que tengan garantizadas sus oportunidades de vida los de más talento, sea cual sea su origen social, pero no a costa de las oportunidades educativas y de vida de los que no tengan esas aptitudes. Por tanto, estoy absolutamente a favor de la excelencia siempre que no signifique discriminación. La excelencia no puede ser a costa de la equidad.

70

“Cuando me fui del MEC había en Madrid 189 institutos de Secundaria, de los cuales durante mis años de gobierno se habían construido 101” a la calidad–, en los países donde he enseñado existen centros de excelencia tanto de carácter público como privado. Pero en España, yo no conozco ningún centro de excelencia privado: las escuelas de negocios son la excepción. Pero fuera de eso, lo único que hay son instituciones retrógradas educativamente hablando. Es más bien la experiencia de una Latinoamérica del pasado. ¿Qué tipo de situaciones o problemas recuerdas como más duros en tu etapa? Los sectores más opuestos procedían sin duda de la derecha y del entorno eclesiástico. Por una razón muy sencilla: la Iglesia Católica había tenido el monopolio de la educación desde el final de la guerra. Durante todo el franquismo, quitando muy breves intervalos, la educación estuvo en manos de personas muy afines a la Iglesia, incluso durante el Gobierno de Suárez. Cuando llegué al Ministerio, en la primera visita que me hicieron los obispos me trajeron unos textos en unas hojas de papel cebolla: habían redactado decretos, con todo el articulado completo, a los que solamente faltaba mi firma: claro, se fueron sin ella. La Iglesia Católica era y es reacia a admitir la autonomía del poder democrático. Pero, además, estuve demasiado tiempo en Educación: he sido el Ministro más longevo de la democracia, seis años. En seis años uno acaba siendo insoportable, con toda la razón del mundo, para muchos sectores. Que el profesorado, por ejemplo, tuviera demandas frente a mí, y que en aquel momento yo no pudiera atenderlas todas de golpe, generó un conflicto

muy serio. Lo lamenté profundamente y es una frustración que siempre llevaré conmigo. Por tanto, ahí también encontré problemas. Y, por otro lado, en un momento de desempleo que llegó a alcanzar un 40% de la población juvenil, con un futuro muy incierto por delante, ¿cómo no iba a ser el Ministro de Educación el objetivo de reivindicaciones inmediatas, como tenía que ser? Pues claro que sí. A lo largo de los seis años, tuve dificultades importantes en diversos frentes. Pero el principal es el que te señalé en primer lugar. De esos seis años, ¿qué cifras significativas recuerdas con agrado? Hay cifras que me importan. Desde que llegué al Ministerio, el ritmo de construcciones escolares fue muy fuerte. En la enseñanza básica seguían existiendo necesidades de plazas escolares dignas. En la Enseñanza Secundaria, la tasa de escolarización era bastante inferior a la de los otros países europeos. De modo que estuvimos invirtiendo a un ritmo de 1.000 plazas escolares al día, un ritmo tan grande que fue recogido por la prensa internacional. Cuando me fui del Ministerio, había en Madrid 189 institutos de Secundaria, de los cuales durante mis años de gestión habíamos construido 101. El contraste es abrumador con nuestro peor pasado: el 4 de abril de 1939 habían rebajado a seis los institutos madrileños, y el 5 de agosto de ese mismo año, el número para toda España lo habían reducido de 132 a 30. Está también el programa de becas que, cuando me fui, había duplicado el número de jóvenes beneficiados de ellas.

En fin, entre otras cosas de entonces, se habla mucho de las altas tasas de escolarización en las universidades españolas, pero es equiparable a la que existe en Francia, en Alemania o en Gran Bretaña. Y es aproximadamente la mitad de la que existe en EEUU, en Corea del Sur o en Japón. Por tanto, cuando se habla de que estamos escolarizando a demasiados jóvenes en la enseñanza superior, muchas veces no se sabe de qué se está hablando. Bueno, todas estas son algunas de las cifras que recuerdo con más agrado. Desde el 88 hasta hoy, ¿crees que esto ha ido sensiblemente a mejor? Hay cosas que me gustaría que hubieran ido de otra forma, vistas desde la perspectiva de hoy. Muchas de las faltas producidas dependieron de mí y, por tanto, son mi culpa. Otras dependieron de otros. En materia de equidad, creo que han vuelto a introducirse desigualdades profundas y que la igualdad de oportunidades debería guiar de manera más enérgica la política educativa. Creo que lo mismo sucede con la excelencia. La LRU creó los Institutos Universitarios: se crearon en diferentes ramas de la Biología, de la Física, de la Economía, de las Ciencias Sociales. Es decir, se creó una red fuerte de institutos para promover la excelencia. Desde entonces, ¿cuántas instituciones similares se han creado? ¿Cómo ves los desniveles que parecen mostrar informes como PISA? Yo creo que la mejor manera de abordar las conclusiones del Informe PISA es tomarse en serio las declaraciones de su director. Lo prime-

Ya que llegan aquí los sonidos de la Puerta del Sol, ¿te “indigna” en especial algo de lo que acabamos de estar hablando? Las desdichas de la educación en nuestro país vienen de muy lejos y han sido estudiadas por clásicos del pensamiento español. No derivan precisamente de la gestión de los socialistas, sino del oscurantismo que ha regido la educación española. De ahí han venido las desdichas educativas y las de la investigación. “Atreverse a saber” produce ictericia en sectores que han dominado la educación española a lo largo de mucho tiempo. Los males de la educación no derivan de que haya sectores que hayan querido reformarla o hayan tratado de hacer una educación más inclusiva. No, no, no. No: en lo que ha consistido la desdicha ha sido en haber mantenido sin escolarizar adecuadamente a colectivos tan grandes, en desatender las necesidades de la educación pública y en no preocuparse de promover la excelencia más que como retórica vacía. Por eso, los jóvenes no deben resignarse. Y los mayores tenemos tanto derecho a rebelarnos como los jóvenes. Espero que la rebeldía sea una actitud compartida por gentes diversas, independientemente de su edad. Y que sepamos ponerle remedio, porque rebelarse sin más, sin ofrecer soluciones, es un poco triste. Hay muchas razones para rebelarse, pero lo que es incomprensible es que, tras la rebelión, vayan a gestionar las cosas los responsables de gran parte de lo que merece que uno se rebele. ¿Y esa especie de que la culpa de la situación educativa actual se deba a las actuaciones de los 80-90? Si los miras con imparcialidad, aquellos fueron años de esperanza en la educación desde el inicio. En todo caso, si hubieran conducido por mal camino –siempre es posible cometer errores, y te he señalado algunos míos–, la derecha estuvo en el Gobierno ocho años, además de que ocupa el poder en muchas comunidades autónomas: ¿Han hecho algo por mejorar las cosas? No, las han empeorado.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.