Revista Digital Cristiana Alternativa - 2da. Edición

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¿Será el Dios del Antiguo Testamento un monstruo moral? Parte 2

Dr. Juan Valdés A Carlos lo arrestaron ayer y no sabe por qué. Todo comenzó cuando se despertó, se vistió, condujo su automóvil a la avenida Pennsylvania y se estacionó frente a un letrero que decía: “Reservado para el presidente de los Estados Unidos.” Entró a la Casa Blanca y fue directo a la Oficina Ovalada. Se quitó los zapatos, se aflojó la corbata, y se sentó en un escritorio precioso con una placa que decía “Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos.” Notó que la pantalla de la computadora estaba mostrando los correos electrónicos y comenzó a leer muchísimos correos interesantísimos departe de senadores, congresistas y dignitarios de otras naciones. Se divirtió muchísimo respondiendo a los correos. Sin embargo, el teléfono no dejaba de sonar, interrumpiéndolo constantemente. Por tanto, comenzó a contestar el teléfono del presidente, hizo citas en el calendario que estaba sobre el escritorio, y acordó firmar varias propuestas legislativas importantes. Entre una cosa y otra, vetó varias propuestas legislativas que encontró en el escritorio. Fue entonces que el Servicio Secreto entró a la oficina y parecían estar muy disgustado con él. Él no entiende por qué. Él hizo exactamente lo que hacía el presidente Trump todos los días. “¿No somos los dos seres humanos?”, preguntaba Carlos. “¿Por qué está bien cuando lo hace Trump y no cuando lo hago yo?”, le preguntó al oficial que lo estaba arrestando. Cuando declaró ante el juez, afirmó: “Yo creo que no es justo que me castiguen a mí por hacer algo que otra persona puede hacer sin que lo condenen”. ¿Cuál es el problema con el argumento de Carlos? ¿Por qué está errado en su postura? ¿Por qué no puede entrar en la oficina de Trump y responder a sus correos, contestar su teléfono y hacer las demás cosas que Trump hace? ¿Qué podemos aprender de este escenario ficticio? Todos entendemos que el presidente de los Estados Unidos tiene la autoridad de hacer muchas cosas que nosotros no podemos hacer. Dado a su rol como Comandante en Jefe, sus responsabilidades son mucho mayores que la de un ciudadano cualquiera. Lo que Carlos no entiende es que las responsabilidades dependen de los roles. Obviamente, las responsabilidades que acompañan sus roles son muy diferentes. Nadie se opondría al concepto de que hay cosas que no son consideradas delitos cuando las hace el presidente que sí lo serían si las hiciéramos nosotros. Lo mismo se puede afirmar acerca del contraste entre los roles y las responsabilidades de los padres y la de los hijos. ¿Quién no ha escuchado las quejas de un niño que no entiende por qué él se tiene que acostar temprano mientras que sus padres pueden acostarse más tarde? ¿No es injusto? Entendemos que

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no lo es porque los roles y las responsabilidades son diferentes. Podemos cruzar la calle cuando se nos antoja, pero nuestros hijitos no la pueden cruzar si no es de la mano nuestra. Además, si los padres hiciéremos solamente lo que hacen nuestros hijitos, nos moriríamos de hambre, porque comer, dormir, y jugar no son actividades que pagan la renta ni ponen comida en la mesa. Esas son responsabilidades de los padres y no de los hijitos. No se espera que nos comportemos exactamente como nuestros hijitos, no es nuestro rol. De igual forma, Dios no está sujeto a las mismas reglas que nosotros. Como creador y sostenedor del universo y todo lo que en él hay, Dios tiene responsabilidades que son exclusivas de Su posición. De la misma forma que entendemos por qué Trump puede hacer cosas que nosotros no podemos y que los padres pueden hacer cosas que los hijos no pueden, necesitamos entender que Dios puede hacer cosas que nosotros no podemos. Esta es precisamente la forma en que la Biblia nos presenta a Dios. La Confesión de Westminster describe maravillosamente el rol y las responsabilidades de Dios, Dios, el Gran Creador de todo, sostiene, dirige, dispone, y gobierna a todas las criaturas, acciones y cosas, desde la más grande hasta la más pequeña, por su sabia y santa providencia, conforme a su presciencia infalible y al libre e inmutable consejo de su propia voluntad, para la alabanza de la gloria de su sabiduría, poder, justicia, bondad y misericordia. Dios vs. Hombre Como la autoridad máxima sobre Su creación, hay cosas que Dios puede hacer que no serían consideradas malas, pero de hacerlas nosotros, sí. Múltiples pasajes del Antiguo Testamento son mal entendidos porque el intérprete demanda que las acciones de Dios sean limitadas por roles y responsabilidades humanas, muy parecido al muchacho que pregunta a su padre, “¿por qué tengo que acostarme yo y tú no tienes que hacerlo?” A veces se quiere sujetar a Dios a las mismas limitaciones, roles, y responsabilidades nuestras. Por ejemplo, es perfectamente aceptable para Dios recibir adoración. Sin embargo, cuando los seres humanos aceptamos adoración es considerado idolatría. Esto que abundantemente claro en muchas porciones de las Escrituras. Aun los ángeles rehúsan ser adorados. La adoración es reservada solamente para Dios. Él es el único realmente digno de ser adorado. Cuando el hombre escoge adorar algo que no sea Dios, es culpable de usurpar aquello que corresponde exclusivamente a Dios. No sólo es inaceptable, sino que es necio. El apóstol Pablo explica en Romanos 1:22-25 (RV60), “22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. 24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos…” Otra responsabilidad que le corresponde exclusivamente a Dios es el número de nuestros días. Si tomamos en nuestras manos el ponerle fin a la vida de alguien, esto es considerado malo, como debe serlo. Sin embargo, como nuestro creador, si


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