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VIGGO MORTENSEN

Una MIRADA POCO COMUN

Modesto, delicado y sensible: el primer largometraje de Viggo Mortensen detrás de las cámaras confirma todo lo que imaginábamos de este multidisciplinario creador.

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Por BAPTISTE PIÉGAY Fotos QUENTIN DE BRIEY

“NUNCA CONSIDERE EN LA actuación COMO UNA FORMA DE EXPRESION ARTISTICA separada DE OTROS MODOS DE EXPRESION”.

Falling, título del debut como director del aclamado Viggo Mortensen, es –literalmente– la historia de una declinación que comienza en el momento decisivo en que a Willis (Lance Henriksen, actor de matices espectaculares) le diagnostican una enfermedad neurodegenerativa. Desde que nace su hijo John (interpretado por Mortensen) y se declara gay en la adolescencia, hasta la propia madurez de Willis, el film transcurre pacientemente, con tono evocador, entre pasado y presente. Sin hacer de Willis un personaje detestable por naturaleza –es homofóbico y un poco racista y aun así querible– Falling muestra las dualidades y complejidad del ser humano. Mortensen describe con enorme delicadeza el dolor de John ante la enfermedad del padre al mismo tiempo que su aceptación de que la vida debe continuar.

L’OFFICIEL: A veces una canción puede surgir a partir de una melodía, de una línea o de un ritmo. ¿Cuándo comenzaste a pensar en escribir Falling, tenías una idea definida? VIGGO MORTENSEN: La idea apareció luego del funeral de mi madre. Quería explorar los recuerdos que tenía de ella y desde allí, los de su relación con mi padre y de la educación que mis hermanos y yo recibimos. La película fue mi debut como director porque fue la primera vez que conseguí fondos para filmar una historia. Traté de obtener financiamiento para varios guiones; la primera vez, hace veinticuatro años para un film que había escrito y quería dirigir. Me llevó un par de intentos y casi cuatro años lograr que se hiciera Falling.

L’O: ¿Hay algo que hayas aprendido con otros directores y que luego trajiste al set? VM: Si bien no imito el trabajo ni el estilo de nadie de manera consciente, supongo que todo lo que he visto y oído a lo largo de mi vida influyó en la forma en que cuento historias. Además, tuve la suerte de trabajar con muchos buenos directores y también aprendí de las películas que vi, aun sin ser partícipe como actor. Hay diversos ejemplos de la escritura de guiones, del diseño de producción, de la fotografía y la edición, por ejemplo, que admiré –y otros que no me gustaron–. Hay tres cosas importantes que observé en otros directores: uno, preparar el rodaje tan cuidadosamente y con tanto tiempo como se pueda; dos, estar siempre abierto a las sugerencias y preguntas del elenco y el equipo; tres, no perderse ni un segundo del proceso de edición. L’O: Falling es un film de extraordinaria paciencia, deja que la contemplación se haga parte del relato. ¿Ya lo habías pensado así mientras los estabas escribiendo o fue algo que surgió en la filmación?

VM: El ritmo del relato y el uso del silencio en muchas escenas fue algo que dictó la historia. Las reacciones no verbales de los personajes –en particular, las de Willis– fueron tan importantes como las líneas de diálogo. Y en cuanto a la música, no me gustan las bandas sonoras que parecen decirle abiertamente al espectador cómo tiene que sentirse o pensar. En el caso de Falling, yo sabía mucho antes de empezar a filmar que la banda sonora tenía que ser discreta.

L’O: ¿Tenían un panel de inspiración al que se referían con Marcel Zyskind, director de fotografía, para definir imágenes y sensaciones? VM: No exactamente. Compartí un montón de imágenes con Marcel mucho antes de empezar a filmar; algunas mías y otras de diversos artistas, y él compartió algunas conmigo. También le llevé unas cuantas películas que para mí se asemejaban en lo visual a lo que yo imaginaba para Falling en términos de iluminación, posiciones de la cámara y encuadre. Antes del rodaje principal teníamos una idea bastante clara de lo que queríamos. Algo que nos ayudó fue que empezamos a filmar juntos en los lugares donde luego se haría el rodaje. De hecho, lo hicimos aun antes de tener el dinero para concretar la película. La idea era coleccionar imágenes en los espacios rurales, tomadas en las diferentes estaciones, para usarlas como fragmentos de la memoria visual subjetiva de los personajes. Y no solo logramos ese objetivo, nos ayudó a conocernos muy bien como equipo. También descubrimos que nuestra estética visual era bastante similar.

L’O: Como actor, ¿con qué tipo de directores te gusta trabajar? VM: Me gustan los que están muy bien preparados, que saben lo que quieren lograr, pero al mismo tiempo son lo suficientemente seguros como para estar abiertos a sugerencias y preguntas.

L’O: ¿Cómo fue trabajar con el elenco? VM: Traté de adaptarme a las necesidades de cada actor y de mantener abiertos los canales de comunicación. Está claro que los actores más jóvenes necesitaron que los orientara un poco más que los adultos, pero también traté, en la medida de lo posible, de darles libertad para que produjeran sus propias reacciones.

Blazer y pantalones, RAF SIMONS. Suéter, TAGLIATORE.

L’O: Otro aspecto que llama la atención en la película es que el espectador nunca juzga a Willis. ¿Fue importante mantener un equilibrio justo? En un contexto más amplio, ¿esa es tu actitud ante la vida? VM: Sí. Nadie es una sola cosa. Cuando elaboro mi personaje como actor o cuando lo creo como escritor, trato de que se hagan visibles las contradicciones que pueden caracterizar a cualquier ser humano, por predecibles o estables que puedan parecer en un principio.

L’O: Aceptar un proyecto, ¿tiene que ver con encontrar algo tuyo en el rol o, por el contrario, buscás lo que te resulta totalmente ajeno? VM: No me busco a mí mismo; más bien trato de encontrar una historia que me interese, que me interesaría ver como espectador. Una vez que acepto, busco alguna conexión e intento explorar y tal vez acentuar aspectos de mi personalidad o de una personalidad que sería útil para construir el personaje. En principio, no hay ninguno con quien no pudiera entrar en sintonía, que no tuviera algún aspecto de mí en su interior. El resto de la construcción implica el uso de mi imaginación, que en mi opinión no tiene límites.

L’O: ¿Qué inspira tu trabajo, una vez que aceptás un rol o antes de comenzar a rodar? VM: Me formulo una pregunta que tiene respuestas infinitas, en número y profundidad, acerca del personaje que estoy por representar: “¿Qué pasó en la vida de esta persona antes de la página uno del guion?”.

L’O: Escribís poesía, hacés música. Cuando comenzó tu carrera como actor, ¿veías la actuación como una forma de ampliar intereses? VM: Nunca consideré en la actuación como una forma de expresión artística separada de los otros modos de expresión. La escritura, la fotografía, la dirección, la composición y hacer música son formas de comunicación. Creo que son lenguajes y dialectos diferentes; están relacionados entre sí. Son todas ramas del mismo árbol.

L’O: En estos tiempos, casi todo el mundo tiene presencia en las redes sociales. Vos no. ¿Mantener la privacidad es la única manera de conservar la salud mental en la industria del entretenimiento? VM: Las horas del día ya no alcanzan, de modo que no me interesa agregar otra tarea que me parece frívola, además de un gasto enorme de tiempo y energía.

L’O: ¿Hay escenas o películas que te hayan impactado y que sigan siendo importantes? VM: Lo que me inspira va cambiando, pero hay muchas escenas que sigo recordando con afecto. Al mismo tiempo, otras parecen haber perdido su brillo. Durante el confinamiento por la pandemia, volví a mirar muchas películas que no había visto desde hacía años, además de unas cuantas que eran nuevas para mí. Algunas de las que había visto y disfrutado en otra época me gustaron tanto o más que entonces; otras me gustaron menos, incluyendo escenas que me habían parecido bien filmadas, dirigidas y actuadas. Creo que lo que me inspira va evolucionando, o más bien, que yo evoluciono de manera tal que, según el momento, me llaman la atención diferentes secuencias fílmicas

L’O: ¿Qué te impresionó o influenció últimamente? VM: Hace poco leí Burning the Books [Quemar los libros] de Richard Ovenden; lo disfruté mucho y aprendí un montón. Lo mismo vale para Todo en vano, de Walter Kempowski, y Apeirogon, de Colum McCann. También me inspiró volver a mirar Un día muy particular de Ettore Scola, Hiroshima Mon Amour de

“NO pienso MUCHO EN LA MODA ni EN EL ESTILO. LA MODA ES BASTANTE efímera Y SU ATRACTIVO PARECE DEPENDER DEL azar”.

Alain Resnais, El Atalante de Jean Vigo y Los santos inocentes de Mario Camus, entre otras películas. En cuanto a música, estuve escuchando bastante al pianista de jazz Bill Evans, al trompetista y compositor Ibrahim Maalouf, a la pianista clásica Martha Argerich y a la banda Skating Polly.

L’O: ¿Cómo te relacionás con la moda y el estilo? VM: No pienso mucho en la moda ni en el estilo. La moda es bastante efímera y su atractivo parece depender del azar. El estilo de una persona, en cambio, parece reflejar que se siente a gusto y cómoda consigo misma. Si una persona no permite que la opinión de otros la intimide o la limite, tiende a sentirse a gusto y puede decirse que ese es su estilo.

L’O: Con una mirada retrospectiva a tu carrera, los roles que elegiste, ¿te parecen una evidencia confiable de tu evolución como persona? Estas películas, ¿reflejan tu biografía? VM: Las elecciones que hacemos cada día, ya sea en cuestiones importantes o banales, nos definen. De modo que, sí, supongo que los roles que interpreté –y la manera en que los interpreté antes de la edición– son parte de mi historia y de mi evolución personal. Me atrevería a decir, sin embargo, que la forma en que interactúo con la gente, cómo la trato –el grado de amabilidad y respeto que le brindo a cada persona que conozco, ya sea en el trabajo o en mi vida privada– es la medida más importante de la evolución de mi personalidad. n