Huellas de Tinta: Octubre 2014

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RELATO

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Anna

Anna

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n paso y otro y otro más.

Sin darse cuenta estaba en el pasillo caminando hacia la oscuridad como si acaso no pudiera resistir la tentación de internarse en las penumbras. Una voz clamaba su presencia. Un susurro que poco se diferenciaba del silencio, pero que bastaba para llamar su atención. Anna estaba llamándolo y él no podía perder esa oportunidad. Sus pies se arrastraban presas del cansancio que lo consumía desde hacía tiempo. Saber a Anna tan cerca lo reconfortaba y le daba ánimos suficientes para seguir caminando a pesar de lo extenuado que se sentía. En la oscuridad plena, creía ver un brillo a la distancia. Seguramente era Anna, que lo buscaba. Un paso y otro y otro más. Antes de darse cuenta, estaba tan cerca de Anna que podía divisar su rostro pálido mirando hacia él sin verlo, con los labios teñidos de rosa y ese perfume que tanto le gustaba en ella.

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Emocionado, se lanzó a su encuentro y la abrazó con todas sus fuerzas. Sorprendido, descubrió que Anna no le correspondía al abrazo y, muy por el contrario, comenzaba a gritar intentando zafarse de su agarre cariñoso. Algo compungido, intentó hablarle, explicarle que lo había hecho todo por ir a buscarla, que se había sacrificado hasta los límites de la razón y que si estaba ahí en aquel instante era por ella, solo por ella. Anna hacía de cuenta que no le oía. Solo gritaba pidiendo auxilio y poco tardó en tomar fuerzas y correr tan rápido como le fue posible. Un paso y otro y otro más. Él la observó alejarse y sintió el pecho partiéndosele en dos. No podía permitirse perderla de nuevo. No podía darse el lujo de quedar solo y a la deriva sin su querida Anna. ¿Qué importa que ella ya no perteneciera a su mundo? ¿Qué había de malo en romper algunas reglas para garantizar su cercanía? Haciendo acopio de sus últimas energías, corrió tras ella. La alcanzó pocos instantes más tarde y la abrazó nuevamente sin escuchar los

Por ; Erzengel Eds

gritos de la joven ni atender a su llanto. En algún momento ella bajaría la guardia, siempre lo hacía, y aceptaría escucharlo y lo perdonaría y aceptaría quedarse a su lado. Estaba seguro, ella jamás le había hecho ningún tipo de daño, menos aún sería capaz de partirle el corazón abandonándolo a su suerte. Uno latido y otro y otro más. Poco a poco, Anna dejó de forcejear y su respiración se aplacó casi por completo. Hubo un momento, cuando ya la vida la abandonaba, que se regañó a sí misma por haber hecho aquel ritual. Amaba a Javier con delirio puro y solo por eso había buscado la forma de contactarlo para despedirse al menos, para verlo por última vez y aceptar su partida como algo irremediable. Nunca hubiera creído que su intento por acallar el dolor de saberse viuda derivaría en su muerte en brazos del fantasma de su difunto marido. La sonrisa en el rostro de Javier la perturbaba. Él no parecía entender la situación bajo ningún concepto.


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