Huellas de Tinta: Segundo número - Julio

Page 19

os t a l Re

De plumas y palabras al viento Los relatos de Erzengel Sus Manos El tiempo dibujó, majestuozo, trazos varios y diferentes: profundos, superficiales, extensos, breves, rectos, curvos... Marcas, al fin, que escondían mil historias. Recuerdos de madrugadas frías, mediodías calurosos, atardeceres extenuantes. El tiempo había quedado grabado en esa piel que supo ser blanca, casi pálida, y ahora se mostraba morena a fuerza de meses infinitos bajo el sol. Sus manos lo decían todo... Cantaban sobre travesuras y juegos entre árboles, tatuados en cicatrices de extrañas formas. Hablaban, cuando te detenías a escuchar, de la niñez interrupida por el trabajo temprano, de la necesidad de mantener la casa entre todos, de las mañanas de llanto por el frío y lo arduo del empleo en el campo y la alegría de regresar a casa y encontrar a su madre con los brazos esperando siempre cálidos para envolverlo en su amor y ternura. Esas manos de aspecto cansado, cuyas uñas habían aprendido a crecer con forma propia, muy distinta a la natural, que siempre estaban teñidas de negro, se me figuraban muchas veces sorprendentes y maravillosas. Como si toda la historia de él pudiera esconderse allí, entre esas palmas suaves a pesar de los años de exigente trabajo y esos dedos que más de una vez llegaban sangrando y provocaban mi tristeza y llanto. Él era ese tipo de hombre criado en la frialdad de emociones. Palabras de amor no sobraban en sus labios, pero sus manos... Sus manos transmitían como buen espejo sus sentimientos de manera clara y contundente. Él era cálido y tierno a través de sus manos. Lo recuerdo aún. Sus caricias por mis mejillas para limpiar mis lágrimas. Los paseos de sus

dedos por mis cabellos para tranquilizarme y hacerme dormir luego de una pesadilla. Sus cosquillas acompañadas de su risa previa, esperando escuchar mis carcajadas. Recuerdo también la seguridad de sus manos al sostener las mías en los paseos por la plaza. Esas manos, que me elevaban alto, muy alto, casi hasta el cielo; que me sostenían firme a su espalda cuando me llevaba hasta la cocina de casa desde el garage, donde lo esperaba yo a la hora en que regresaba del trabajo. Esas mismas manos, un día envolvieron mi rostro mientras él besaba mi frente y mis mejillas, mientras me decía que volvería pronto y saldríamos juntos a pasear. Esas manos, sus manos, me susurraban entre caricias nerviosas que ya nada sería igual. Y no mintieron, en absoluto. Con el correr del tiempo, la voz de sus manos se apagó. Ahora, sólo me hablan en los breves minutos de su visita mensual, pero siguen siendo cálidas y continúan cantando de sentimientos ocultos y verdades no dichas en palabras. Sus manos logran que tras cada pelea, lo perdone; consiguen que sonría al verlo sin importar el tiempo que pasamos distanciados y hacen que me sienta niña de nuevo al sentir su contacto... Él sabe del poder que guardan sus manos. Lo sabe desde el día que nací y me acunó entre ellas. Lo confirma cada vez que yo dejo de lado mis reclamos y enojos y simplemente tomo una de sus manos, la observo y acaricio, la aprieto contra mi rostro y le digo, ya rendida al perdón que siempre le confiero, un simple "Te quiero, papá" a modo de despedida.■

19


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.