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Las ciudades mexicanas ante la re-globalización

JORGE ANTONIO LÓPEZ CERVANTES

En los últimos cuatro años se han experimentado eventos a nivel global que se veían muy distantes en el imaginario colectivo. Hasta 2019, la idea de una pandemia estaba fuera del radar de la mayoría de las personas, lo mismo sucedía con la posibilidad de una guerra entre países europeos. Sin embargo, los dos eventos se han dado y han tenido importantes efectos que han trastocado nuestra vida cotidiana. Quizá el aspecto financiero es el que más se ha notado inicialmente, ya que aún se continúan experimentando los efectos de la hiperinflación que se observa en el alza generalizada del costo de la canasta básica y de todo tipo de productos. Sin embargo, también están sucediendo importantes cambios en la economía global, ya que estos eventos afectaron las dinámicas comerciales y financieras entre naciones, lo que está generado, entre otras cosas, una nueva relocalización de la producción industrial de empresas de países desarrollados, principalmente las instaladas en el continente asiático, hacia países que les otorguen mayor certidumbre en la producción y que tengan mayor afinidad con sus países de origen. Se trata pues, de una reconfiguración de la globalización.

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Se espera que México sea uno de los principales receptores de esta relocalización industrial, lo que junto a los procesos sociopolíticos locales por los que está transitando el país, sin duda tendrán diversos efectos en nuestras ciudades. Como antecedente inmediato de qué efectos se podrían esperar, vale la pena recordar que la hiperglobalización económica de la década de los noventa del siglo pasado y la mayor independencia con la que ya contaban en ese periodo los gobiernos estatales y municipales en cuanto al diseño de políticas económicas y urbanas, implicaron que diversas autoridades locales se enfocaran en el desarrollo de estrategias y herramientas para atraer inversiones extranjeras a sus territorios con el propósito oficial de mejorar las condiciones económicas de sus habitantes.

Sin embargo, esta forma de gobernar tuvo profundas contradicciones, ya que se sustentó en la idea de que la llegada de empresas extranjeras provocaría una derrama económica que beneficiaría a todos los habitantes de las ciudades. No obstante, no solo no se consiguió ese propósito, sino que se observó una rápida transformación del espacio urbano que dejó de lado los requerimientos de la población originaria y se adaptó a las necesidades del capital internacional (tal como la construcción de grandes centros comerciales) lo que acentuó algunos problemas ya existentes en las ciudades, por ejemplo, la segregación socioespacial, la movilidad urbana, y la situación ambiental. En el primer caso, la deficiente planeación urbana y la especulación inmobiliaria, desatada por las de posibles inversiones de empresas internacionales, llegaron al grado tal de realizar grandes proyectos habitacionales en antiguas tierras ejidales y alejados de los centros urbanos pero contiguos a futuros desarrollos industriales, condicionando a la población que los habitó a sólo a esas fuentes de empleos y privándola de la infraestructura social, cultural y recreativa que se tiene dentro del tejido urbano. Cabe señalar que el cambio de usos del suelo que implicó el desarrollo de esos proyectos fue un negocio redondo para los especuladores, ya que las legislaciones locales en la materia no contemplaban instrumentos que permitieran la recuperación de parte las plusvalías generadas para la ciudad, o el estado, y las “ganancias” quedaron en manos de actores privados que, por lo general, eran cercanos a las élites políticas locales.

En lo referente a la movilidad y la situación ambiental, se registró un aumento importante en la cantidad de vehículos privados y de transporte de personal, en algunos casos de forma exponencial, que aunado a la lenta respuesta de las autoridades locales para expandir la red vial y mejorar el transporte público, incrementaron las dificultades de la población para trasladarse al interior de las ciudades.

A la vez, esto generó una mayor emisión de gases de efecto invernadero acrecentando los problemas de contaminación que se tenían. A lo anterior, se suma el desabasto de agua que se tuvo en diversas ciudades, principalmente en aquellas en las que se instalaron empresas altamente consumidoras de agua, a pesar de que tradicionalmente ya tenían dificultades para el acceso al líquido. Estas situaciones no necesariamente derivaron de la llegada de empresas extranjeras, pero muestran la necesidad de que las estrategias para el desarrollo económico deben estar en sintonía con las estrategias de desarrollo territorial y los requerimientos de la población.

Aún estamos lejos de ver los diversos efectos que estos eventos globales tendrán en nuestra realidad. Si bien, poco a poco nos enteramos de la llegada de empresas trasnacionales a nuestras ciudades, principalmente del centro y norte del país, se pronostica que esta situación va a incrementar en los próximos meses y años. Esto representa un reto importante para los diferentes niveles de gobierno, ya que además de realizar las gestiones necesarias para concretar esas inversiones, deben garantizar la redistribución de los beneficios que conlleva la llegada de esas empresas y no comprometer los recursos de nuestras ciudades.

El reto es mayor para los gobiernos locales (tanto municipales como estatales), ya que la débil gobernanza y la desigualdad hacen que la planeación urbana apenas funcione al margen de los intereses económicos dominantes. Por ello, mejorar la gobernanza en las ciudades mexicanas se vuelve uno de los retos más importante del siglo XXI. Para lograrlo, es indispensable articular los objetivos de las autoridades estatales, municipales y el sector privado (cada uno en su ámbito de acción) y tener una activa participación como sociedad civil en la toma de decisiones, tanto del tipo de empresas que se busque atraer, como en la actualización o diseño de los instrumentos de planeación que se requieran implementar, los cuales, no sólo responderán a las necesidades actuales, sino que serán el libreto que guiará el desarrollo futuro de nuestras ciudades. Participar es vital, ya que las autoridades gubernamentales terminarán sus períodos de gobierno, pero los beneficios o problemáticas generadas se quedarán en nuestras urbes.

jalopez@colmex.mx tiempos de cumplimiento, lluvia de amparos, así “el impulso al desarrollo” de la península de Yucatán.

Cada semana se torna más y más difícil gobernar este país. Conocer la realidad nacional, evaluarla y tomar decisiones que incidan en mejorar la calidad de vida de los 126 millones de mexicanos que habitamos el país, es un ejercicio que debe realizar cada día el gobierno de México. Es un derecho de la sociedad el saber cómo el gobierno se allega de la información pertinente sobre la situación que guardan los indicadores que muestren el punto exacto en el mapa del desarrollo en que nos encontramos hoy.

Dice el presidente que en su gobierno cada día se informa de ello, en las famosas mañaneras; sin embargo, es triste reconocer que ese propósito comunicacional está lejos de cumplir su propósito. Después de más de 1000 mañaneras, una parte importante de su contenido siempre tiene por objeto publicitar los temas que al presidente le interesan, que no a los mexicanos. Sus contenidos están lejos de mostrar o describir la realidad de la nación. Poco se menciona acerca de los grandes problemas o los avances en su resolución. Quizá marginalmente se menciona en esos “diálogos circulares” que tanto presume el gobierno, acerca de los problemas de salud, educación, inseguridad, inflación, infraestructura, etcétera. Pero pone, eso sí, mucho énfasis en los proyectos insignia del lopezobradorismo como las acciones para forzar la activación ope - rativa del aeropuerto Felipe Ángeles, a través de decretos desde el mero poder, elaborados sin el menor cuidado, sólo con el fin de mostrarse eficiente. Publicar un decreto presidencial para migrar en sólo 90 días los movimientos de carga aérea al AIFA, sin analizar las implicaciones logísticas y económicas de la disposición, nos habla de las formas (¿autoritarias?) del gobierno. Adicionalmente, amenaza con otro decreto que permita el cabotaje en el transporte aéreo de pasajeros, lejos de impulsar la industria en la materia, la arrincona y pone en grave riesgo su viabilidad inmediata.

Paralelamente, el gobierno de México, a través del presidente, no se cansa de hacer propaganda a las “bondades” del Tren Maya, obra faraónica que pretende detonar el desarrollo del sureste del país una vez puesta en funcionamiento. Desde su propuesta, y hasta el momento actual, las irregularidades con las que se inició la obra en cada una de sus etapas, sólo ha generado resistencias entre una parte importante de la sociedad organizada preocupada por la protección del medio ambiente de la región. Ausencia de proyectos ejecutivos serios, incumplimiento de la normatividad medioambiental, confrontación, ha sido la norma de este capricho presidencial. La improvisación ha sido la marca del Tren Maya, cambios intempestivos en el trazado de la ruta, en el presupuesto aprobado,

En esta misma tesitura, debemos abordar el tema de la refinería “Olmeca” en Dos Bocas, Tabasco, no se aleja de las reglas de implementación del aeropuerto Felipe Ángeles o el Tren Maya. Con el pretexto de la autosuficiencia de combustibles o derivados del petróleo, se inició esta obra. Originalmente se presupuestó una inversión de 8 mmdd y debería haber iniciado su producción hacia diciembre del año pasado, pero, lo único que ha logrado concretar el gobierno “transformador”, es haber inaugurado a mediados del 2022 unos edificios de oficinas y haber incrementado los costos de construcción ha algo así como 16 mmdd, o sea ¡el doble! De lo originalmente presupuestado. Adicionalmente, los problemas de inundabilidad del terreno de ubicación, del pobre futuro del uso de la energía fósil y los compromisos internacionales de México, y sumando problemas de operación.

Los grandes problemas nacionales, no merecen, en el “diálogo circular”, la explicación seria del titular del Ejecutivo para conocer de su atención y solución; “patear el bote”, como coloquialmente decimos los mexicanos cuando no queremos hacernos responsables de nuestros compromisos, es la constante del discurso oficial de Palacio nacional. Simular, engañar, o de plano, mentir, es la esencia de la narrativa cuatroteísta, eso de “no mentir, no robar y no traicionar”, es la marca de la farsa transformadora.

El mensaje del líder de la 4t, no se limita a acometer contra las prioridades del país a través de un discurso propagandístico de su personal proyecto; no, una parte importante de su discurso lo invierte en defender o justificar a su pro - pio gobierno, más allá del cuidado o el decoro de la “investidura presidencial”, que afirma, tanto le preocupa. Sólo la semana que recién concluyó, debió interceder por una de sus corcholatas, el canciller Ebrad, en su pleito con la exembajadora Bárcenas y la relación con el gobierno encabezado por el “amigou” Trump; o asumirse como el gran juez del caso Perú y negarse a entregar la estafeta de la presidencia de la “Alianza del Pacífico”; o callar, a nombre del pueblo de México, sobre los atropellos al pueblo nicaragüense a manos del dictador Daniel Ortega; en este mismo tenor, condecora a otro dictador, a Díaz Canel, y dice estar, por un lado, con los países no alineados, y el otro, ajustarse dócilmente a las políticas migratorias norteamericanas. Exige a los medios nacionales la cobertura al juicio del exsecretario de seguridad, Genaro García Luna, pero amaga con demandar al abogado defensor por haberlo puesto en la palestra del mismo juicio. ¿O sea?

El discurso del “rey” cuatrotero, no aborda ni propone respuestas a los problemas que aquejan día a día a los 126 millones de mexicanos: nada sobre el desabasto de medicinas, ni de los servicios de salud; nada sobre el rezago educativo; ningún cambio en la estrategia de “abrazos no balazos”, a pesar de las presiones de EU; sin propuestas efectivas contra la carestía y la inflación, o mejorar la economía familiar, ni una idea; sin claridad para resolver el tema de la categoría 1 en los servicios aéreos; y así camina el país en los tiempos de la 4t. Sólo hay tiempo para atacar al INE, y trabajar electoralmente por la permanencia de su proyecto. Gobernar en los tiempos de la 4t es justificar, resolver es otra cosa.

La Cruz Roja Mexicana es una gran institución altruista, humanitaria, que ha ayudado a nuestro país en momentos difíciles, de emergencias y desastres y que, al igual que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se dedica a servir a la sociedad.

El jefe de la carrera de Médico Cirujano de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza, de la Universidad Nacional, Víctor Manuel Macías Zaragoza, afirma lo anterior con motivo del Día de la Cruz Roja Mexicana -que se conmemora el 21 de febrero-, y destaca la labor de esta institución de asistencia privada.

Forma parte de nuestra historia, pues ha jugado un papel fundamental en la atención a emergencias y desastres. En los sismos de 1985 fue crucial en el traslado de personas con vida a servicios de urgencias hacia sus instalaciones y a hospitales cercanos que podían recibir a más personas, asegura.

El experto universitario recuerda que el entonces presidente Porfirio Díaz firmó un decreto el 21 de febrero de 1910, mediante el cual se reconoció a la institución -denominada en ese momento como Asociación Mexicana de la Cruz Roja-, y entró en vigor con su publicación en el Diario Oficial de la Federación del 12 de marzo de ese año. El 26 de abril se nombró su primera mesa directiva oficial.

Desde entonces esta noble institución ha apoyado a la sociedad mexicana al

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