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LUNES 8 DE NOVIEMBRE DE 2021

–¿Te allanaron la casa? –pregunta Hernández, conocedor de que el autor tiene una biblioteca con unos 8 mil títulos. –No. Pero la cosa sigue empeorando, siguen capturando más gente, decomisándole los pasaportes. Entonces alguien de dentro del Poder Judicial nos avisa que la fiscalía tenía firmada la orden de enjuiciamiento en mi contra, y yo ya sé que me van a enjuiciar de un momento a otro. Yo estaba en Costa Rica con mi mujer y leemos el comunicado de la fiscalía en que se ordena enjuiciarme por los mismos delitos por los que estaban enjuiciando a los demás, entonces es un parapeto, es un machote, todos con los mismos delitos. Decidimos venir a España. –¿Cómo se vive así el exilio? –Yo cumplí 79 años en agosto, entonces un exiliado a esta edad es muy distinto al exiliado que yo fui a los 35 años, cuando luchábamos por derrocar a Somoza. Y cuando Somoza me enjuició a mí por actos de terrorismo y asociación ilícita para delinquir por ser parte del Grupo de los 12, que fue clave en el derrocamiento de Somoza, por ser una especie de “a m or t i g u a d or político” que le daba credibilidad al Frente Sandinista, incluso frente a los propios Estados Unidos, nosotros lo que hicimos fue regresar a Augusto Sandino

La novela está fijada en 2018, cuando el régimen masacró a los jóvenes que salieron a protestar a las calles.

Nicaragua a desafiar la orden de aprehensión y a hacer proselitismo a favor del Frente… y Somoza no se atrevió a meternos presos. “Ahora sé que si yo dijera: ‘Voy a Nicaragua’ y me voy con un montón de periodistas y hago que me acompañe alguien de la Unión Europea, de todas maneras me meten preso. Entonces yo sería (nunca me ha gustado esa palabra) un preso valetudinario, alguien que tiene una celda sin medicamento y desvalido.” Esto viene a cuento porque el 25 de octubre Sergio Ramírez recibió la Medalla del Círculo de Bellas Artes, y en la ceremonia afirmó que “la literatura es un oficio peligroso cuando se enfrenta a las desmesuras del poder de las tiranías, que nunca dejan de sentirse amenazadas por las palabras”. Añadió: “Pertenezco a esa larga tradición de quienes pagan un precio por sus palabras”. Pero aclaró que “hay algo de lo que nunca nadie podrá exiliarme, ni el más tirano de los poderes, y es de mi propia lengua”, para escribir “realidades, c r e a r mundos imaginarios, inventar universos nuevos, es una lengua que no conoce fronteras”. Por ello, en la entrevista, tras recordar que hace 23 años ambos escritores par ticiparon en la primera edición del Premio Alfaguara, en 1998, que ganaron Ramírez y el escritor cubano Eliseo Alberto (aquel con Margarita, está linda la mar, y éste con Caracol Beach; Jorge F. Hernández

participó con La emperatriz de Lavapiés), el mexicano parafrasea a Carlos Fuentes para afirmar que “Sergio Ramírez es un habitante distinguido del territorio de La Mancha”, “pero no del territorio de aquí a Toledo, sino de la mancha tipográfica, como los impresores llamaban a la ‘caja de los libros’, por su escritura”. “En enero me pondré a escribir, cuando me asiente aquí en Madrid, cuando ya pase todas estas turbulencias del aterrizaje”, afirma el nicaragüense.

“LA LITERATURA ES UN OFICIO PELIGROSO CUANDO SE ENFRENTA A LAS DESMESURAS DEL PODER DE LAS TIRANÍAS, QUE NUNCA DEJAN DE SENTIRSE AMENAZADAS POR LAS PALABRAS”: SERGIO RAMÍREZ

Las mil caras de Ortega –Da miedo y mucho coraje, pero lo primero que me viene a la saliva es que es muy triste, un sinsentido, la irracionalidad, las contradicciones de ese comandante sandinista, que era legendario con sus gafas de gota (Ortega), convertido en lo que se convirtió, no quiero ni imaginar qué es lo primero que te viene a ti a la saliva –le señala Hernández. –Pues mira, como yo estoy dentro de la película, de Daniel Ortega no me extraña nada, porque yo he ido viendo su evolución: empezó en los ochenta, un tipo más bien huraño, tímido, apartado, que llega a encabezar la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional y, luego, es candidato a presidente por default, porque los demás estiman que él es el que menos se puede encumbrar. “Es decir, Daniel Ortega llega a ser primus inter pares para que no sea (el comandante sandinista) Tomás Borge, porque en la lucha de poder se trataba de impedir que llegara Tomás, que era mucho más radical pero tenía carisma. A mí (Tomás) siempre me cayó mal, pero tenía carisma, era el más conocido y cuando en los prime-

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ros años de la revolución Daniel Ortega subía a hablar en los actos públicos, la gente gritaba ‘¡Tomás, Tomás, Tomás!’.” –En 1990 tienen que convocar a elecciones y parecen obtener un triunfo dentro de la derrota; pierden pero no son elecciones amañadas – señala Hernández. –Claro, no es cierto todo aquello que dicen, que el Frente Sandinista no quería entregar el poder, ni que Carter llegó a presionar. En cuanto se conocieron los primeros resultados, la decisión fue unánime: tenía que haber la transferencia del poder. La duda la siembra Daniel Ortega, porque él comienza a retroceder. La tesis de él era que al haber perdido la elección se había perdido la revolución, y en un sentido era cierto, la pérdida de la legitimidad de estar en el gobierno te hacía perder el dominio que el FSLN tenía sobre el ejército, sobre la policía, sobre los tribunales, y el propio aparato de poder y burocrático del frente, que eran como 3 mil personas financiadas por el Estado; eso se esfuma. Entonces el FSLN de repente se ve en los huesos. Prosigue: “Yo lo cuento en Adiós muchachos… que en la madrugada cuando aceptamos la derrota electoral (1990), Ortega hizo un discurso muy profundo, muy inspirador, en el que dice: ‘Nosotros entregamos el poder, aceptamos la decisión del pueblo, llegamos pobres y salimos pobres’. Esa era una declaración de principios muy importante, lo cual se convirtió en una mentira, porque comenzaba el ‘proceso de la piñata’ (corrupción). “Y dos días después llegó a mi oficina. Estaba como león enjaulado, me decía que era un error lo que habíamos hecho, que se iba a perder la revolución, que eso no se podía aceptar. Le dije: ‘Cómo no se puede aceptar, si ya lo aceptamos, y no tiene vuelta atrás’. Pero al día siguiente, en el mismo sitio donde habíamos aceptado la derrota, él pronuncia un discurso en el que dice: ‘Ahora vamos a gobernar desde abajo’, y eso era ya la contradicción más absoluta y era decir: ‘No vamos a dejar gobernar a esta señora Chamorro’, y comienza a ponerle zancadillas”. –A minarla. –Sí, a minar la estabilidad del gobierno. Ahí comienza el otro Daniel Ortega a consolidarse. Y es en ese momento que él piensa que si una vez vuelve a alcanzar el gobierno no lo va a soltar jamás y comienza a aguantar derrota tras derrota.


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