Literar N°10

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Joyce Weiss Evans

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Foto por: Hair, Make, & Body Paint: Gustavo Gottardo Modelo: Joyce Weiss Evans Asistencia: Bianca Chebianca Foto: Múrdoxé Fotógrafo Producción General: Gottardo - Múrdoxé

CU IT LT ER UR AR 20 A y A 16 RT E

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REVISTA

“Literar” es un compendio de ideas, opiniones y consejos relacionados al ambiente cultural (vasado en el derecho de libre expresión, art 14 de la constitución nacional Argentina), en ningún modo la “Revista” asevera o 1 por confirma ningún contenido de la misma, la “Revista Literar” es un panfleto que solo difunde los contenidos culturales como opiniones de sus autores y estos no necesariamente reflejan la opinión de “Literar” o pasan un proceso de verificación o censura. Las imágenes solo tienen un fin ilustrativo y pueden no corresponder a la realidad. “Literar” NO COBRA por publicidad u otro servicio ni persigue fines de lucro…


Abandona tus perju meta porque lo soù tan cerca‌ 2


uicios y aférrate a tu ñado nunca nos quedó 3

PROYECTO LITERAR


Índice La frase del mes………………………………….....……………….……………..pág. 06 Mención especial Joyce Weiss Evans…………………......……………................….pág. 08 Entrevista a Domingo Sánchez…………………………........……………….............pág. 10 Análisis de “La casa Dreyfuss” de Erasmo Cachay..……………...........................pág. 13 Resistenciano una obra de Roli Beveraggi………………………….................. pág. 14 El intimo paisaje de Rolando E. Moro………….…..………................……..….pág. 16 Solo fue un post de Noemí Trujillo...……………..……………….............….....pág. 17 Melanie Pérez una artista de tiempo completo………………….........................pág. 18 Un atalaya cultural en Corrientes……………………………………............….pág. 20 Autores celebres Edgar Allan Poe…………………………………...............……pág. 26 Autores celebres Charles Dickens………………………………….…….............pág. 34

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LITERAR es una organización con el noble objetivo de difundir la cultura de forma amena y gratuita. El nombre LITERAR surge de la unión de las palabras “Argentina” y “literatura” sin embargo lejos del humilde símbolo creador hoy intentamos expandirnos del gran mundo de la literatura hacia el universo de la cultura en todas sus facetas, fomentándola y difundiéndola. Bajo estos términos surge LITERAR que hoy en día cuenta con el valioso aporte intelectual de muchos colaboradores dispuestos a brindarnos contenidos para enriquecer aquel sueño emprendedor de promover elambiente artístico. Sabemos lo difícil que puede ser para un artista o incluso para un arte en sí mismo difundirse y promocionarse por eso hemos puesto nuestro granito de arena en pos de contribuir con un ambiente cultural más diverso y saludable.Sin más preámbulos esperamos que disfruten de este espacio simbólico que no es más que el compendio de opiniones enmarcado en el entrañable formato revista.


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LITERAR

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Muere le quien no ntamente quien n o vi lee, quien no quien no escucha aja, halla enc anto en s música, i mismo. Muere le ntamente quien de struye su Muere le amor pro pio, ntamente quien no quien c u a n do está in se deja ay satisfech udar. o Muere le ntamente a m Quien no qu vo del ha arriesga l or, bito, repi ien se transforma o segu tiendo to en esclapara ir de dos los d quien no trás de ías los m mos send s e p e i r s e m ros, ite al men quien no o c h a u m i r b no se arr i de los co iesga a ve a de rutina, n stir un nu ¡Vive hoy sejo o no con evo c ! - ¡Ha versa con desconoc olor ¡ A r idos. ¡No te de iesga hoy Muere le jes morir ntamente le q ¡ N u i o e n evita u t e o Y su rem l v i d e na pasión s de se olino Aquellas que resca de emociones, ta y los cora n el brillo en los ojos zones de caidos.

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n no cam bia de vid a o con su trabajo o su , uro por l o in un sueĂąo cierto , os una ve z en la vi da os sensat osÂ… az hoy! oy! entamen te! er feliz!

Martha Medeiros 1961

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Mención especial

Una modelo con mucho arte y creatividad en su vida.

Joyce Weiss Evans

Ph: Xoana’s Style Photographer Ecléctic Girl. Ph: Xoana’s Style Photographer. Model: Joyce Make Up: Maru MakeUp

Hoy en una mención especial para nuestra modelo de portada que sin dudas está dejando su marca en Argentina, una modelo que con creatividad e inspiración brinda color y mucha luz a la fotografía, el arte, con ustedes Joyce… 8


R creditos: Maquillaje ( aerografico ), Peluqueria & fotografia : Gustavo Gottardo Coequiper Múrdoxé Fotógrafo Modelo : Joyce Weiss Evans

Producción: Sofia Correa- Maica Iglesias - Bella Romero Ph: Bella Romero Styling: Maica Iglesias Asistente: Sofi Correa Make Up: Anahi Aramburu para SwapModels. Modelo: Joyce W para SwapModels.

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En una conversación exclusiva con Literar la artista nos comentaba lo siguiente

e considero una artista camaleónica y versátil. Amo el Teatro, el Cine, la música, la danza, la fotografía y reinventarme en la moda. Pongo mucha pasión y perseverancia en lo que quiero. Siempre entrego cuerpo y alma a mi sueño de ser una gran artista. Y mantener al mundo al borde de sus asientos, resignado a no poder predecir qué vendrá adelante! Soy una persona singular y única. Inteligente y capaz. Con el propósito de dar algo al mundo que es mi arte, amor y pasión por lo que hago. 9


Entrevista al escritor Domingo Sánchez Hola lectores, hoy y en base a “lo prometido es deuda” les traigo la entrevista exclusiva para el blog a aun Escritor-músico destacable. Fuimos en cordial visita a la casa del escritor del libro “Más allá de las palabras” (Domingo Sánchez) que a buen ánimo nos respondió:

Entrevista:

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: ¿Qué le llevo a ser escritor? R: Muchas cosas pero el motivo principal (creo) fue la dificultad de relacionarme verbalmente con los demás de la sociedad y la necesidad de expresarme y eso hiso que recurriera a la palabra escrita, fue entonces cuando descubrí que eso siempre fue mi vocación y mi don, sin embargo nunca me sentí un escritor, ese rotulo en mí es como una prenda de vestir que me queda muy grande, porque pertenece a los grandes, como Borges, Dolina, Quevedo, Ernesto Sábato…. Solo por nombrar algunos grandes escritores, sin embargo al publicar mi primer y único libro “MÁS ALLÁ DE LAS

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PALABRAS” fue tal mi gozo que me emocione hasta las lágrimas.

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: ¿Podría resumirnos brevemente el contenido de tu libro “MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS”?. R: No soy muy bueno para los resúmenes, me da la sensación que no se dice todo, pero lo intentare. MAS ALLÁ DE LAS PALABRAS es una obra de “arte mayor” escrita en estrofas estructuradas a .b .b .a .a .c .c .a. ocho versos y en rimas consonantes, que procura hallar la armonía, en todo, para de esa manera lograr el perfecto equilibrio.

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: En cuanto al estilo estructurado y poético de tu libro ¿hubo algún escritor o poeta que lo inspiro

en su estilo de escribir?. R: Recuerdo a mi padre leyéndonos el Martin fierro de don José Hernández, el Santos Vegas de don Rafael Obligado y otros tantos, pero para argumentar con fundamento sólido debo decir que mi formación como estudiante de la biblia me fue de gran ayuda, todo el material estaba disponible en la naturaleza misma solo necesitaba detenerme a escuchar su sonido, a la edad de siete años me encantaba sentarme a la sombra de un antiguo lapacho a escuchar el sonido del viento en las hojas de los árboles, me gustaba creer que eran voces ancestrales venidos de tiempos remotos o quizás de alguna divinidad desconocida tratando de comunicarse con los seres vivos y yo pasaba largo tiempo


tratando de descifrar esos mensajes y fue así que nació la primer estrofa de la página 73 que reza: “Escucho el cantar del viento/ de musitados arpegios/ son voces que de muy lejos/ me traen murmullos de remotos tiempos/ oigo la voz del silencio/ que me dice a ciencia cierta/ despierta cantar despierta/ y que se duerma el sufrimiento”.

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: Si el rotulo de escritor todavía te queda grande (según vos) ¿te consideras un poeta?. R: El antiguo adagio reza: “De poeta, sabio y loco todos tenemos un poco”. Yo creo que para ser un buen escritor es necesario estudiar mucho y recibirse, pero para ser un buen poeta solo necesitas descifrar el mensaje oculto tras las cosas porque todas

y en todas partes nos hablan como bien nos los dice el antiguo y sabio salmista (EL REY DAVID) “los cielos están declarando en silencio de la majestuosidad de su creador”. SAL: 19 “Él tenía la capacidad de sentir a flor de piel y disfrutar de la belleza natural y milagrosa que nos rodean y percibirlo con sus cincos sentidos”.

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: ¿Significa eso que todos somos poetas potenciales?. R: Todos somos únicos e irrepetibles pero no irremplazables, si tu confías en tu propio desempeño estoy seguro que lograras lo que otro humano, y podrás hacerlo aún mejor, solo no tengas miedo a tropezar o no aprenderás a caminar mucho menos a correr, permítete a equivocarte y perdónate tantas veces sea necesario.

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: La estrofa plasmada en la portada misma de tu libro ¿a qué se refiere?. R: Si usas la perspicacia lograras entender que se refiere al caballo del ajedrez que puede moverse como nadie y hasta los monarcas los temen además está acompañado por el alfil que representa al hombre sagrado y eso podría considerarse como un mensaje subliminal pero para mí es solo un acertijo nada más.

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: Anteriormente nos comentaste que a la edad de siete años tenías razonamientos trascendentales o transcendentales ¿podría hablarnos más de tu niñez?. R: Nací y crecí en “Quitilipi” provincia del Chaco-Argentina y creo que 11


fui un niño muy normal como la gran mayoría nacido y criado en el campo, también creo que la felicidad nos acompaña a todo y en toda etapa de nuestra vida solo que hay ocasiones que añoramos lo que ya no está y nos olvidamos de disfrutar y cuidar las cosas importantes que nos rodea, por eso hago mía las palabras de una de mis canciones que dice: “No te aferres al pasado, déjalo fluir porque nadie es amo del tiempo, él te dará todo para ser feliz y te quitaras de vuelta cuando ya no lo necesites ya no era importante para ti pero ahora tienes estas en tus manos disfrútalas mientras las tenga”.

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: ¿Crees tú en la existencia de Dios como único creador del universo visible e invisible?. R: ¿Acaso tengo otra alternativa? Es cuestión de fe basada en pruebas tangibles, en cambio la teoría de la evolución como responsable de la vida en la tierra es pura

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fe ciega sin embargo no ágamos de esto una causa de discusión ya que no conduce a nada, más bien concentrémonos en los puntos en común que tenemos y son muchos, yo también tengo mis dudas pero nadie tiene la repuesta, por ejemplo: ¿cómo haces para probar la existencia de lo imposible, infinito y eterno? Pero la historia ha demostrado que el fanatismo religioso es muy nocivo para la sociedad civilizada.

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: Si tendría que dar una definición de tu propia condición ¿Cómo te definiría profesionalmente?. R: Me gusta definirme como el hábil copista porque todo ya está escrito en el libro de la naturaleza, es como un gran rompecabezas solo tienes que hallar donde encaja cada pieza y ya está.

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: ¿Podrías adelantarnos algo de tu próximo libro?.

R: El titulo aún está en discusión pero principalmente este nuevo libro (también de poesía) está más enfocado a la ecología, nuestro trato con la naturaleza y el trato que recibimos de ella, diría que es un libro de reflexiones que nos insta a volver a notar a aquella que a diario nos espera y castiga sin que siquiera le brindemos mirada alguna.

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: ¿Por qué cree que la gente debe leer tu libro?. R: Todo escritor desea que su obra sea leída, sin embargo esto depende del goce que ese texto produce en sus lectores, el libro “Más allá de las palabras” en mi humilde opinión es un fiel reflejo de una literatura un cuanto “escasa” considerando el caudal de otras estilos literarios, creo simplemente que para aquellos a quienes les guste los libros de rimas, poemas y reflexiones esta es una muy buena opción.


La Casa Dreyfuss De Erasmo Cachay

Como es costumbre en R. Literar le traemos un nuevo descubrimiento literario muy interesante para leer en con todos los condimentos que abordan a un libro atrayente, claro está como el titulo lo adelanta hablamos de “La casa Dreyfus” de Erasmo Cachay.

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a obra abarca las vivencias de Eduardo Sánchez un joven muchacho que tras vivir en el extranjero decide regresar a Lima la ciudad que lo vio nacer pero aunque a conseguido trabajar en una de las firmas más importantes de su país se siente vacío e intenta recuperar los secretos de su linaje basándose en una historia fantástica llena de intriga contada por su familia, esta historia lo incita a investigar su pasado

tan apasionante como nunca imagino seria, todo este drama y conflicto vivido por el joven Eduardo lo lleva a descubrir los misterios que esconde la misteriosa casa Dreyfus sin faltar además historias de otros personajes y la infaltable figura de una mujer misteriosa de la cual se enamora, sin dudas todos los condimentos necesarios para el éxito. Una novela que relata la búsqueda de la verdad de un joven que intenta salir de lo cotidiano llena de suspen-

sos, diálogos apasionantes y sobretodo una buena narración digna de un punto y aparte por la experta prosa del autor, es sobre todo una buena lectura para los amantes del suspenso, los misterios y algún toque de fantasía bien plasmada en el marco de la historia, un poco terror en algunas escenas narradas dan aquel puntapié que atrapa con cada página LITERAR dice:…. Muy Recomendado.

Hablamos de un obra mediana en volumen con unas 226 páginas en su formato impreso que tras averiguaciones entramos en la noción de que es un pelín difícil conseguirlo en Argentina, pero para los que vivan aquí a no preocuparse que también está disponible en Amazon por 4,99 Euros creemos un pequeño precio para un libro muy recomendable (en la nota dejamos en código QR para la compra)… Esperamos se adentren pronto en la historia y sin más desde LITERAR los invitamos a leer, pensar y divertirse porque hay un mundo lleno de tierna fantasía, imaginación y felicidad llamado vida solo hay que saber verlo… 13


“Resistencianos” Personajes de mi ciudad Hoy en la revista LITERAR analizamos una obra destacada local, una magnifica recopilación de anécdotas sobre personajes importantes de la provincia del Chaco-Argentina escrita por el ya conocido escritor Roli Pérez Beveraggi.

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sta calurosa mañana correntina tengo el placer de presentarles una estupenda obra nacida en la vecina provincia del chaco, sin dudas una obra fuera de lo común no solo por su prolijidad y carácter informativo sino también por mantener el humor y la jovialidad que despiertan desde las anécdotas propias del escritor. “Resistencianos” es una recopilación de información formal, anécdotas e impresiones del autor hacia personajes históricos del chaco, una recopilación muy completa y ordenada que nos permite en cuestión de segundos conocer más a fondo a los personajes que marcaron la impronta de Resistencia, es a mi criterio el libro perfecto para zanjar las dudas y de una vez por todas olvidar aquella muletilla de “me suena” para adentrarnos en un conocimiento más profundo y de paso disfrutar de una lectura que lejos de parecer un libro técnico es una obra divertida y amena, pero eso si quizás no de bolsillo, con sus más de 900 páginas no es un libro pequeño. De agradable lectura, muy completa y didáctica diría que es una obra obligada para todo aquel que quiera saber más sobre los personajes influyentes del chaco y para todo aquel que se quiera deleitar con divertidos escritos del género “no ficción”… Para terminar les dejamos un anexo escrito por el propio Beveraggi para nosotros con el fin de presentarnos su perspectiva:

El libro con un formato de más novecientas páginas, constela una auténtico Memorario de la identidad capitalina y de su resig-

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nificación en la historia, la crónica y el recuerdo. El prólogo apertura la travesía con una visión de carácter panóptico sobre el trazado fundacional de la ciudad de Resistencia, para articular, luego, desde una perspectiva sinóptica, específica y organizada a las personas y habitantes de la urbe chaqueña. Sendos capítulos integran al coronel José María Ávalos, el Cacique Leoncito y a los gobernadores territoriales, armonizados con hombres y nombres vinculados al clero, la policía, la educación, la cultura, la literatura, la plástica, la fotografía, el periodismo, la música, la danza, el teatro, la medicina, el derecho, la arquitectura, la biología y la política, respectivamente. Los capítulos posteriores integran oficios y profesiones que nuclean a personalidades diversas, distintas y sucesivas del empresariado, la aviación, el deporte (basquetbol, fútbol, tenis, automovilismo, boxeo y ciclismo) y un cierre con personajes pintorescos y callejeros, instalados en el imaginario colectivo y viviente de sus calles. Resistencia tiene un ADN, un porqué (Porque la gente se olvida de la historia de la ciudad y va perdiendo identidad). La memoria es la madre de los recuerdos y plasmarla en un libro significa rescatar la identidad capitalina y su impronta en la historia. Resistencianos va en búsqueda de una Resistencia perdida que existió y aún existe. Esa es la Resistencia que se

busca recordar, quizás con nostalgia, pero no porque todo tiempo pasado fuera mejor. Los tiempos son los que vivimos hoy, los que transcurren en el día a día. Solamente se trata de aportar para que tengamos memoria y si alguna vez esta Resistencia fue esplendorosa, se trata de rescatar, lo que nos hizo importante. El libro busca rescatar aquellos personajes que trascendieron de una u otra manera en la vida social, política, cultural, deportiva y callejera de la ciudad. Rescatar del olvido a los que ya no están y homenajear a los que todavía trajinan nuestras calles. Para no perder identidad. Es un libro que se puede leer de varias formas, una de ellas es tomar personajes aislados, otra por capítulos según los intereses del lector o de la forma tradicional como debería ser y ahí nos daremos cuenta que todo está relacionado con todo, claro naturalmente todos los personajes y sus entornos transcurrieron y transcurren una misma ciudad y por lógica consecuencia se entremezclan en miles de circunstancias. También encontraremos por rubros a los personajes según aparecieron por sus edades o circunstancia de mayor a menor. El libro está plagado de anécdotas y circunstancia que vivieron los personajes, trata de no ser tan biográfico sino conocerlo al personaje por sus hechos y su impronta que lo llevo a ser un personaje urbano. Escribirlo fue conocer por dentro la

ciudad y cada historia era una parte de la vida de la misma, entrar en los personajes fue fascinante y de cada uno hay anécdotas. Pero voy a contarles la más importante y emotiva para quien escribe. Uno de los personajes de libro es la Srta. Helga Nilda Goicoechea. La profesora Goicoechea fue directora del Instituto de Historia y docente universitaria hasta su jubilación en la Facultad de Humanidades; Profesora del Colegio Nacional José M. Paz, donde ejerció en la cátedra de Historia por más de 25 años. Justamente allí tuve la suerte y el orgullo de tenerla como profesora, ya que para mí fue una de las docentes que más aporto en mi cultura y con quien estudiar era un placer; su nivel de conocimiento era tan elevado que sus clases eran verdaderas lecciones de la historia contadas como un cuento. Por quien ame y amo la historia. Para hacer el libro Resistencianos fui a consultarla, porque para mí era una referente de la historia de Resistencia, y después de casi cuarenta años me encontré con la misma mujer encantadora y apasionada que me brindó su conocimiento con el mismo entusiasmo de aquella época. Nuestro reencuentro fue para los dos muy emotivo: para mí la admiración por esa brillante maestra y para ella el saber del deber cumplido.

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“El intimo paisaje” una novela con aspectos profundos de Rolando Eden Moro

Adentrados en el verano nos encontramos de nuevo esta vez analizando una obra de Rolando Moro, sin lugar a dudas una pintoresca novela producida en mi tierra “Argentina” y que comparto con ustedes los de mi querida lengua hispana.

EL INTIMO PAISAJE

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l intimo paisaje” no pasa desapercibido, aplicando entre su buena escritura los matices clásicos de la provinciana región nordeste de mi país y dejando lucir de seguido alguna terminología local lo que no termina siendo malo sino todo lo contrario condimenta la lectura con aquellos detalles que tienden a adentrarnos casi sin esfuerzo en una lectura placida.

conectadas con la narrativa provinciana tan característica de esta novela, en ella encontramos relatos, cuentos y reflexiones aderezadas con un saludable humor, como ejemplo propongo este pequeño párrafo de tantos otros “-la luna de mayo suele ser la mas brillante, pero aquel año venia frio, de nada valía la invitación a los amigos para ir al monte pampeano... ¡¡Ni locos, estas en pedo con ese chiflete!!”

El libro cuenta con veinticinco capítulos donde nos relata una serie de historias

Divertida y reflexiva se postula como una excelente novela corta con relatos

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ambientados en la calida Argentina, una obra para llevarnos en la mochila estas vacaciones o para el disfrute en algún tiempo de ocio. Ya prerando la reseña de “El Zapallar” una obra de Ruben Omar Guillon nos estaremos leyendo pronto.. saludos enormes desde Corrientes Argentina.


Una lectura interesante y moderna “Solo fue un post”

Muy buenos días público lector, hoy les traigo la reseña del nuevo libro de poesías de la editorial PLAYA DE ÁKABA titulado “Solo fue un post” de Noemí Trujillo Giacomelli.

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SOLO FUE UN POST

ara empezar podemos decir que “Solo fue un post” es un libro no muy extenso que surgió en principio (tal y como su prólogo lo indica) de una colección de post que fueron publicados en internet, como podrán imaginar muchas de las poesías que componen la obra tienen un habitual pero bien redactado contexto contemporáneo. Los géneros de poesía como las extensiones de las mismas son bastante amplias, poesías de amor; desengaño; ilusión; reflexión y tantas otras que podemos encontrarlas en extensiones muy breves casi al nivel de cortas frases y otras más esquivas a la brevedad en donde el autor se explaya con una faci-

lidad más holgada. Debo de recalcar que aunque el libro es relativamente liviano de hojas muchas de sus poesías tienen la profundidad digna de aquellas que se plantan para ser reflexionadas, y otras tantas la liviandad con las que el autor describe la escena solo para el deleite del lector gustoso de texturas aromas y paisajes. La Ironía que tuve con este libro es que algunas de las poesías más cortas fueron las que más tardé en entender especialmente porque estos poemas en general englobaban la idea en una profesional brevedad, (uno fácilmente tiende dejarse llevar por las reflexiones que estas provocan). Si se fijan en el prólogo podrán encon-

trar el siguiente fragmento “Hay unas Cinco mil lenguas en el mundo, algunas de ellas en peligro de extinción. En el poemario encontramos varios guiños a esta diversidad…” Creo que en esta frase yace clara la esencia de la obra, desde mi punto de vista es un libro de poemas que intenta abordar la diversidad, esto es más notorio en el sentido de sus escritos que sin restricciones surcan temas distintos. Adentrándonos en sus entrañas ponemos notar el poco uso de las rimas clásicas pero una excelente expresión de la idea aun tras los bien usados recursos metafóricos.

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Melanie Pérez

Una artista correntina de tiempo completo Este mes nos complace en presentar a nuestros lectores a Melanie Ailen Pérez, una joven fotógrafa correntina de 22 años. El gran amor por este bello arte tiene sus inicios cuando cumplió apenas 16 años, su gran influencia con la fotografía fue un amigo que la incentivo y apasiono, los unía así mismo la amistad y el arte, comento a Literar que “la pasión que tenía mi amigo por la fotografía y el mundo audiovisual fue automáticamente contagiosa y no hay cura para ello más que la creación”.

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rofundizando en la vida de esta joven artista expreso que ve a la fotografía como un medio de expresión que nos identifica y que lo llevamos por dentro , es un talento que quizás esta oculto como un don y no lo sabemos hasta que al fin lo llevamos a la prácti-

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ca , cada persona tiene un estilo particular de plasmar su arte , en el caso de los fotógrafos se evidencia con lo que se encuentra detrás de la lente , así también comento “ En mi vida cotidiana la fotografía influye de una manera que no se podría ni imaginar , me considero a mí misma como una persona detallista y observadora , y la herramienta que uti-

lizo para demostrar y reflejar esto es mi Cámara” , nos comentó así mismo que no hay tarea más gratificante que la de inmortalizar momentos , es algo que no tiene precio ni comparación. Por lo que nos pudo contar apreciamos que es una persona multifacética, ya que el mundo del arte siempre le atra-


jo desde sus diferentes ópticas y estilos, inicio previamente como como modelo y actriz para videos y cortometrajes de índole independientes, pero sin omitir algo que muy pocos saben y es que también es una gran dibujante con mucho talento pero que solamente lo lleva a cabo en muy raras ocasiones como un pasatiempo más. Actualmente Melanie además de ser fotógrafa, estudia Tecnicatura en Logística y se encuentra trabajando en proyectos

Seleccioné esta foto porque fue una de las primeras tomas que hice, para mí significa la simpleza del amor por la música.

independientes con academias de bailes entre otros. Cada lector está invitado a visitar su arte de manera virtual en su Fan Page: (Melanie P. Fotografía). La entrevista no termino ahí, le dimos como reto que eligiese de todo su repertorio solo 3 imágenes y que nos explique la razón de su elección, y aquí están las imágenes seleccionadas.

Esta imagen representa un momento importante en mi vida, el primer paisaje que fotografié de Zurich, Suiza.

Infaltable, atardecer de nuestro río Paraná. Me gusta esta fotografía porque todavía recuerdo la felicidad de aquellos niños en el bote.

Nota por: Martin Damasco 19


Un atalaya cultural en el B Corrientes-A Queridos lectores esta es una nota para que se dé a conocer la labor de una institución muy especial que trabaja arduamente por la cultura y la literatura, tan solo con el apoyo de sus socios y su comisión.

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os gustaría explicarle antes que nada que un Atalaya era una Torre construida en un lugar alto para vigilar gran extensión de terreno o de mar y poder avisar con tiempo de un peligro , claro que en este caso es más que nada hacemos referencia un fuerte que observa ,

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protege y se adapta a los nuevos tiempos cuidando e innovando para que el arte y la lectura prevalezcan con más fortaleza que nunca , a ello quería llegar para calificar a este lugar. Algunos quizás desconocen la labor de una gran biblioteca del Barrio Santa Teresita, pero así también por otro lado

muchos reconocen el arduo trabajo de este espacio Cultural, un lugar representativo de dicho Barrio por sus innumerables actividades, esta se llama la Biblioteca Popular Escritores Correntinos. Este lugar es uno de las bases culturales de la periferia, allí se dictan talleres de manualidades, fotografía, oratoria, computación, electricidad, estética, arte y


Barrio “Santa Teresita” de Argentina

muchas otras, claro que no se olvida de su finalidad como templo de la lectura con su taller Literario. La biblioteca está más orientada a ser un espacio para aprender, crecer y expresarse libremente. La institución es una gran sorpresa al conocerla en profundidad, su comisión está conformada por jóvenes y adultos, y es difícil omitir que hay alumnos y usuarios de todas las edades. No quiero tampoco dejar de expresar que nos comentaron sus logros del pasado 2015 y nos dejaron sorprendido al saber de una comisión tan pro

activa, al ganar premios y participar de concursos de índole provincial y nacional integrando a los miembros usuarios y la misma comisión. No siempre verán este tipo de lugares que promueven el arte, la lectura y las capacitaciones en oficios. Un punto de encuentro que no se ve muchas veces o que quizás se denota más a menudo en una zona céntrica, pero no se espera de encontrar un lugar así en un barrio. Además nos han expresado que la misma tiene un programa radial, por el momento están en receso pero en este mes volve-

rán al aire, para que conozcan la voz de la Biblioteca en donde desarrollan temas de interés general, cultural e informan sobre las actividades que llevan adelante. Si llegaron a este punto de lectura sepan que están invitados a conocer este pequeño gran espacio ubicado en la Plaza Giachino, para ver sus actividades y talleres que se llevan a cabo en Facebook podrá visualizarlo al buscar el nombre de la Biblioteca y por qué no la posibilidad de convertir ese espacio en tu espacio o colaborar con su crecimiento.

Nota por: Martin Damasco

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El agua dulce es una fuente cuĂ­dala. No la desperdic

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de vida y un recurso escaso… cies, úsala racionalmente.

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LITERAR 23


n u m u t R A R LITE tu mun 24


ndo literario, a t s i v e r u t ‌ ndo artístico

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Autores celebres!!

Edgar Allan Poe...

Conversación con una momia

El symposium de la noche anterior había sido un tanto excesivo para mis nervios. Me dolía horriblemente la cabeza y me dominaba una invencible modorra. Por ello, en vez de pasar la velada fuera de casa como me lo había propuesto, se me ocurrió que lo más sensato era comer un bocado e irme inmediatamente a la cama. Hablo, claro está, de una cena liviana. Nada me gusta tanto como las tostadas con queso y cerveza. Más de una libra por vez, sin embargo, no es muy aconsejable en ciertos casos. En cambio, no hay ninguna oposición que hacer a dos libras. Y, para ser franco, entre dos y tres no hay más que una unidad de diferencia. Puede ser que esa noche haya llegado a cuatro. Mi mujer sostiene que comí cinco, aunque con seguridad confundió dos cosas muy diferentes. Estoy dispuesto a admitir la cantidad abstracta de cinco; pero, en concreto, se refiere a las botellas de cerveza que las tostadas de queso requieren imprescindiblemente a modo de condimento. 26

Habiendo así dado fin a una cena frugal, me puse mi gorro de dormir con intención de no quitármelo hasta las doce del día siguiente, apoyé la cabeza en la almohada y, ayudado por una conciencia sin reproches, me sumí en profundo sueño. Mas, ¿cuándo se vieron cumplidas las esperanzas humanas? Apenas había completado mi tercer ronquido cuando la campanilla de la puerta se puso a sonar furiosamente, seguida de unos golpes de llamador que me despertaron al instante. Un minuto después, mientras estaba frotándome los ojos, entró mi mujer con una carta que me arrojó a la cara y que procedía de mi viejo amigo el doctor Ponnonner. Decía así: Deje usted cualquier cosa, querido amigo, apenas reciba esta carta. Venga y agréguese a nuestro regocijo. Por fin, después de perseverantes gestiones, he obtenido el consen-

timiento de los directores del Museo para proceder al examen de la momia. Ya sabe a cuál me refiero. Tengo permiso para quitarle las vendas y abrirla si así me parece. Sólo unos pocos amigos estarán presentes... y usted, naturalmente. La momia se halla en mi casa y empezaremos a desatarla a las once de la noche. Su amigo, Ponnonner. Cuando llegué a la firma, me pareció que ya estaba todo lo despierto que puede estarlo un hombre. Salté de la cama como en éxtasis, derribando cuanto encontraba a mi paso; me vestí con maravillosa rapidez y corrí a todo lo que daba a casa del doctor. Encontré allí a un grupo de personas llenas de ansiedad. Me habían estado esperando con impaciencia. La momia hallábase ins-


talada sobre la mesa del comedor, y apenas hube entrado comenzó el examen. Aquella momia era una de las dos traídas pocos años antes por el capitán Arthur Sabretash, primo de Ponnonner, de una tumba cerca de Eleithias, en las montañas líbicas, a considerable distancia de Tebas, sobre el Nilo. En aquella región, aunque las grutas son menos magníficas que las tebanas, presentan mayor interés pues proporcionan muchísimos datos sobre la vida privada de los egipcios. La cámara de donde había sido extraída nuestra momia era riquísima en esta clase de datos; sus paredes aparecían íntegramente cubiertas de frescos y bajorrelieves, mientras que las estatuas, vasos y mosaicos de finísimo diseño indicaban la fortuna del difunto. El tesoro había sido depositado en el museo en la misma condición en que lo encontrara el capitán Sabretash, vale decir que nadie había tocado el ataúd. Durante ocho años había quedado allí sometido tan sólo a las miradas exteriores del público. Teníamos ahora, pues, la momia intacta a nuestra disposición; y aquellos que saben cuan raramente llegan a nuestras playas antigüedades no robadas, comprenderán que no nos faltaban razones para congratularnos de nuestra buena fortuna. Acercándome a la mesa, vi una gran caja de casi siete pies de largo, unos tres de ancho y dos y medio de profundidad. Era oblonga, pero no en forma de ataúd. Supusimos al comienzo que había sido construida con madera (platanus), pero al cortar un trozo vimos que se trataba de cartón o, mejor dicho, de papier mâché compuesto de papiro. Aparecía densamente ornada de pinturas que representaban escenas funerarias y otros temas de duelo; entre ellos, y ocupando todas las posiciones, veíanse grupos de caracteres jeroglíficos que sin duda contenían el nombre del difunto. Por fortuna, Mr. Gliddon era de la partida, y no tuvo dificultad en traducir los signos -simplemente fonéticos- y decirnos que componían la palabra Allamistakeo. Nos costó algún trabajo abrir la caja sin estropearla, pero luego de hacerlo dimos con una

Biografía Edgar Allan Poe (Boston, Estados Unidos, 19 de enero de 1809-Baltimore, Estados Unidos, 7 de octubre de 1849) fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico1 2 estadounidense, generalmente reconocido como uno de los maestros universales del relato corto, del cual fue uno de los primeros practicantes en su país. Fue renovador de la novela gótica, recordado especialmente por sus cuentos de terror. Considerado el inventor del relato detectivesco, contribuyó asimismo con varias obras al género emergente de la ciencia ficción.3 Por otra parte, fue el primer escritor estadounidense de renombre que intentó hacer de la escritura su modus vivendi, lo que tuvo para él lamentables consecuencias.4 Fue bautizado como Edgar Poe en Boston, Massachusetts, y sus padres murieron cuando era niño. Fue recogido por un matrimonio adinerado de Richmond, Virginia, Frances y John Allan, aunque nunca fue adoptado oficialmente. Pasó un curso académico en la Universidad de Virginia y posteriormente se enroló, también por breve tiempo, en el ejército. Sus relaciones con los Allan se rompieron en esa época, debido a las continuas desavenencias con su padrastro, quien a menudo desoyó sus peticiones de ayuda y acabó desheredándolo. Su carrera literaria se inició con un libro de poemas, Tamerlane and Other Poems (1827). Por motivos económicos, pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa, escribiendo relatos y crítica literaria para algunos periódicos de la época; llegó a adquirir cierta notoriedad por su estilo cáustico y elegante. Debido a su trabajo, vivió en varias ciudades: Baltimore, Filadelfia y Nueva York. En Baltimore, en 1835, contrajo matrimonio con su prima Virginia Clemm, que contaba a la sazón trece años de edad. En enero de 1845, publicó un poema que le haría célebre: “El cuervo”. Su mujer murió de tuberculosis dos años más tarde. El gran sueño del escritor, editar su propio periódico (que iba a llamarse The Stylus), nunca se cumplió.5 6 Murió el 7 de octubre de 1849, en la ciudad de Baltimore, cuando contaba apenas cuarenta años de edad. La causa exacta de su muerte nunca fue aclarada. Se atribuyó al alcohol, a congestión cerebral, cólera, drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis y otras causas.7 La figura del escritor, tanto como su obra, marcó profundamente 27


la literatura de su país y puede decirse que de todo el mundo. Ejerció gran influencia en la literatura simbolista francesa8 y, a través de ésta, en el surrealismo,9 pero su impronta llega mucho más lejos: son deudores suyos toda la literatura de fantasmas victoriana10 y, en mayor o menor medida, autores tan dispares e importantes como Charles Baudelaire, Fedor Dostoyevski,11 12 13 William Faulkner,14 Franz Kafka,13 H. P. Lovecraft, Arthur Conan Doyle, M. R. James, Ambrose Bierce, Guy de Maupassant, Thomas Mann,15 Jorge Luis Borges,16 Clemente Palma,17 Julio Cortázar,18 quien tradujo casi todos sus textos en prosa y escribió extensamente sobre su vida y obra, etc. El poeta nicaragüense Rubén Darío le dedicó un ensayo en su libro Los raros.19 Poe hizo incursiones asimismo en campos tan heterogéneos como la cosmología, la criptografía y el mesmerismo. Su trabajo ha sido asimilado por la cultura popular a través de la literatura, la música, tanto moderna como clásica, el cine (por ejemplo, las muchas adaptaciones de sus relatos realizadas por el director estadounidense Roger Corman), el cómic, la pintura (varias obras de Gustave Doré, v. gr.) y la televisión (cientos de adaptaciones, como las españolas para la serie Historias para no dormir)

segunda, en forma de ataúd, mucho menor que la primera, aunque en todo sentido parecida. El hueco entre las dos había sido rellenado con resina, por lo cual los colores de la caja interna estaban algo borrados. Al abrirla -cosa que no nos dio ningún trabajo- llegamos a una tercera caja, también en forma de ataúd, idéntica a la segunda, salvo que era de cedro y emitía aún el peculiar aroma de esa madera. No había intervalo entre la segunda y la tercera caja, que estaban sumamente ajustadas. Abierta esta última, hallamos y extrajimos el cuerpo. Habíamos supuesto que, como de costumbre, estaría envuelto en vendas o fajas de lino; pero, en su lugar, hallamos una especie de estuche de papiro cubierto de una capa de yeso toscamente dorada y pintada. Las pinturas representaban temas correspondientes a los varios deberes del alma y su presentación ante diferentes deidades, todo ello acompañado de numerosas figuras humanas idénticas, que probablemente pretendían ser retratos de la persona difunta. Extendida de la cabeza a los pies aparecía una inscripción en forma de columna, trazada en jeroglíficos fonéticos, la cual repetía el nombre y títulos del muerto, y los nombres y títulos de sus parientes. En el cuello de la momia, que emergía de aquel estuche, había un collar de cuentas cilíndricas de vidrio y de diversos colores, dispuestas de modo que Pag. 28 8


formaban imágenes de dioses, el escarabajo sagrado y el globo alado. La cintura estaba ceñida por un cinturón o collar parecido. Arrancando el papiro, descubrimos que la carne se hallaba perfectamente conservada y que no despedía el menor olor. Era de coloración rojiza. La piel aparecía muy seca, lisa y brillante. Dientes y cabello se hallaban en buen estado. Los ojos (según nos pareció) habían sido extraídos y reemplazados por otros de vidrio, muy hermosos y de extraordinario parecido a los naturales, salvo que miraban de una manera demasiado fija. Los dedos y las uñas habían sido brillantemente dorados. Mr. Gliddon era de opinión que, dada la rojez de la epidermis, el embalsamamiento debía haberse efectuado con betún; pero, al raspar la superficie con un instrumento de acero y arrojar al fuego el polvo así obtenido, percibimos el perfume del alcanfor y de otras gomas aromáticas. Revisamos cuidadosamente el cadáver, buscando las habituales aberturas por las cuales se extraían las entrañas, pero, con gran sorpresa, no las descubrimos. Ninguno de nosotros sabía en aquel momento que con frecuencia suelen encontrarse momias

que no han sido vaciadas. Por lo regular se acostumbraba extraer el cerebro por las fosas nasales y los intestinos por una incisión del costado; el cuerpo era luego afeitado, lavado y puesto en salmuera, donde permanecía varias semanas, hasta el momento del embalsamamiento propiamente dicho. Como no encontrábamos la menor señal de una abertura, el doctor Ponnonner preparaba ya sus instrumentos de disección, cuando hice notar que eran más de las dos de la mañana. Se decidió entonces postergar el examen interno hasta la noche siguiente, y estábamos a punto de separarnos, cuando alguien sugirió hacer una o dos experiencias con la pila voltaica. Si la aplicación de electricidad a una momia cuya antigüedad se remontaba por lo menos a tres o cuatro mil años no era demasiado sensata, resultaba en cambio lo bastante original como para que todos aprobáramos la idea. Un décimo en serio y nueve décimos en broma, preparamos una batería en el consultorio del doctor y trasladamos allí a nuestro egipcio. Nos costó muchísimo trabajo poner en descubierto una porción del músculo temporal, que parecía menos rígidamente pétrea

que otras partes del cuerpo; pero, tal como habíamos anticipado, el músculo no dio la menor muestra de sensibilidad galvánica cuando establecimos el contacto. Esta primera prueba nos pareció decisiva y, riéndonos de nuestra insensatez, nos despedíamos hasta la siguiente sesión, cuando mis ojos cayeron casualmente sobre los de la momia y quedaron clavados por la estupefacción. Me había bastado una mirada para darme cuenta de que aquellos ojos, que suponíamos de vidrio y que nos habían llamado la atención por cierta extraña fijeza, se hallaban ahora tan cubiertos por los párpados que sólo una pequeña porción de la tunica albuginea era visible. Lanzando un grito, llamé la atención de todos sobre el fenómeno, que no podía ser puesto en discusión. No diré que me sentí alarmado, pues en mi caso la palabra no resultaría exacta. Es probable sin embargo que, de no mediar la cerveza, me hubiera sentido algo nervioso. En cuanto al resto de los asistentes, no trataron de disimular el espanto que se apoderó de ellos. Daba lástima contemplar al doctor Ponnonner. Mr. Gliddon, gracias a un procedimiento inexplicable, había conseguido hacerse invisible. En cuanto a Mr. Silk Buc29


kingham, no creo que tendrá la audacia de negar que se había metido a gatas debajo de la mesa. Pasado el primer momento de estupefacción, resolvimos de común acuerdo proseguir la experiencia. Dirigimos nuestros esfuerzos hacia el dedo gordo del pie derecho. Practicamos una incisión en la zona exterior del os sesamoideum pollicis pedis, llegando hasta la raíz del músculo abductor. Luego de reajustar la batería, aplicamos la corriente a los nervios al descubierto. Entonces, con un movimiento extraordinariamente lleno de vida, la momia levantó la rodilla derecha hasta ponerla casi en contacto con el abdomen y, estirando la pierna con inconcebible fuerza, descargó contra el doctor Ponnonner un golpe que tuvo por efecto hacer salir a dicho caballero como una flecha disparada por una catapulta, proyectándolo por una ventana a la calle. Corrimos en masa a recoger los destrozados restos de la víctima, pero tuvimos la alegría de encontrarla en la escalera, subiendo a toda velocidad, abrasado de fervor científico, y más que nunca convencido de que debíamos proseguir el experimento sin desfallecer. Siguiendo su consejo, decidimos practicar una profunda incisión en la punta de la nariz, que el doctor sujetó en persona con gran vigor, estableciendo un fortísimo contacto con los alambres de la pila. Moral y físicamente, figurativa y literalmente, el efecto producido fue eléctrico. En primer lugar, el cadáver abrió los ojos y los guiñó repetidamente largo rato, como hace Mr. Barnes en su pantomima; en segundo, estornudó; en tercero, se sentó; en cuarto, agitó violentamente el puño en la cara del doctor Ponnonner; en quinto, volviéndose a los señores Gliddon y Buckingham, les dirigió en perfecto egipcio el siguiente discurso: -Debo decir, caballeros, que estoy tan sorprendido como mortificado por la conducta de ustedes. Nada mejor podía esperarse del doctor Ponnonner. Es un pobre estúpido que no sabe nada de nada. Lo compadezco y lo perdono. Pero usted, Mr. Gliddon... y usted, Silk... que han viajado y trabajado en Egipto, al punto que podría decirse que ambos han nacido en nuestra madre tierra... Ustedes, que han residido entre nosotros hasta hablar el egipcio con la misma perfección que su lengua propia... Ustedes, a quienes había considerado siempre como los leales amigos de las momias... ¡ah, en verdad esperaba 30

una conducta más caballeresca de parte de los dos! ¿Qué debo pensar al verlos contemplar impasibles la forma en que se me trata? ¿Qué debo pensar al descubrir que permiten que tres o cuatro fulanos me arranquen de mi ataúd y me desnuden en este maldito clima helado? ¿Y cómo debo interpretar, para decirlo de una vez, que hayan permitido y ayudado a ese miserable canalla, el doctor Ponnonner, a que me tirara de la nariz? Nadie dudará, presumo, de que, dadas las circunstancias y el antedicho discurso, corrimos todos hacia la puerta, nos pusimos histéricos, o nos desmayamos cuan largos éramos. Cabía esperar una de las tres cosas. Cada una de esas líneas de conducta hubiera podido ser muy plausiblemente adoptada. Y doy mi palabra de que no alcanzo a explicarme cómo y por qué no seguimos ninguna de ellas. Quizá haya que buscar la verdadera razón en el espíritu de nuestro tiempo, que se guía por la ley de los contrarios y la acepta habitualmente como solución de cualquier cosa por vía de paradoja e imposibilidad. Puede ser, asimismo, que el aire tan natural y corriente de la momia privara a sus palabras de todo efecto aterrador. De todos modos, los hechos son como los he contado, y ninguno de nosotros demostró espanto especial, ni pareció considerar que lo que sucedía fuese algo fuera de lo normal. Por mi parte me sentía convencido de que todo estaba en orden, y me limité a correrme a un costado, lejos del alcance de los puños del egipcio. El doctor Ponnonner se metió las manos en los bolsillos del pantalón, miró con fijeza a la momia y se puso extraordinariamente rojo. Mr. Gliddon se acarició las patillas y se ajustó el cuello. Mr. Buckingham bajó la cabeza y se metió el dedo pulgar derecho en el ángulo izquierdo de la boca. El egipcio lo miró severamente durante largo rato, tras lo cual hizo un gesto despectivo y le dijo: -¿Por qué no me contesta, Mr. Buckingham? ¿Ha oído o no lo que acabo de preguntarle? ¡Sáquese ese dedo de la boca! Mr. Buckingham se sobresaltó ligeramente, quitóse el pulgar derecho del lado izquierdo de la boca y, por vía de compensación, insertó el pulgar izquierdo en el ángulo derecho de la abertura antes mencionada. Al no recibir respuesta de Mr. Buckingham, la momia se volvió malhumorada a Mr. Gliddon y, con tono perentorio, le preguntó

qué diablos pretendíamos todos. Mr. Gliddon le contestó detalladamente en idioma fonético; y si no fuera por la carencia de caracteres jeroglíficos en las imprentas norteamericanas, me hubiese encantado reproducir aquí su excelentísimo discurso en la forma original. Aprovecharé la ocasión para hacer notar que la conversación con la momia se desarrolló en egipcio antiguo; tanto yo como los otros miembros no eruditos del grupo contamos con los señores Gliddon y Buckingham como intérpretes. Estos caballeros hablaban la lengua materna de la momia con inimitable fluidez y gracia; pero no pude dejar de observar que (a causa, sin duda, de la introducción de imágenes modernas, vale decir absolutamente novedosas para el egipcio) ambos eruditos se veían obligados en ocasiones a emplear formas concretas para explicar determinadas cosas. Mr. Gliddon, por ejemplo, no pudo hacer comprender en cierto momento al egipcio la palabra «política» hasta que no hubo dibujado en la pared, con un carbón, un diminuto caballero de nariz llena de verrugas, con los codos rotos, subido a una tribuna, la pierna izquierda echada hacia atrás, el brazo derecho tendido hacia adelante, cerrado el puño y los ojos vueltos hacia el cielo, mientras la boca se abría en un ángulo de noventa grados. Del mismo modo, Mr. Buckingham no consiguió hacerle entender la noción absolutamente moderna de whig hasta que el doctor Ponnonner le sugirió el medio adecuado; nuestro amigo se puso sumamente pálido, pero consintió en quitarse la peluca. Se comprenderá fácilmente que el discurso de Mr. Gliddon versó principalmente sobre los grandes beneficios que el desempaquetamiento y destripamiento de las momias había proporcionado a la ciencia, aprovechando esto para excusarnos de todos los inconvenientes que pudiéramos haber causado en especial a la momia llamada Allamistakeo; concluyó sugiriendo finamente (pues apenas era una insinuación) que, una vez explicadas estas cosas, muy bien podíamos continuar con el examen proyectado. Al oír esto, el doctor Ponnonner se puso a preparar sus instrumentos. Pero parece ser que Allamistakeo tenía ciertos escrúpulos de conciencia -cuya naturaleza no pude llegar a comprender- con respecto a la sugestión del orador. Mostróse, sin embargo, satisfecho de las excusas ofrecidas y, bajándose de la mesa, estrechó las


manos de todos los presentes.

propio testimonio, envuelto en betún.

Escarabajo. Hablo figurativamente.

Terminada esta ceremonia, nos ocupamos inmediatamente de reparar los daños que el bisturí había ocasionado en nuestro sujeto. Le cosimos la herida de la frente, le vendamos el pie y le aplicamos una pulgada cuadrada de esparadrapo negro en la punta de la nariz.

-¿En qué? -dijo el conde.

-Pero, ¿qué tiene eso que ver con que esté usted vivo?

Notóse entonces que el conde (tal parecía ser el título de Allamistakeo) temblaba ligeramente, sin duda a causa del frío. El doctor se trasladó al punto a su guardarropa, volviendo con una magnífica chaqueta negra, admirablemente cortada por Jennings; un par de pantalones de tartán celeste con trabillas, una camisa de guinga color rosa, un chaleco de brocado, un abrigo corto blanco, un bastón con puño, un sombrero sin alas, botas de charol, guantes de cabritilla de color paja, un monóculo, un par de patillas y una corbata del modelo en cascada. Dada la disparidad de tamaño entre el conde y el doctor (que se hallaban en proporción de dos a uno), tuvimos alguna dificultad para disponer aquellas prendas en la persona del egipcio; pero, una vez vestido, hubiera podido decirse que lo estaba de verdad. Mr. Gliddon le dio entonces el brazo y lo llevó hasta un confortable sillón junto al fuego, mientras el doctor llamaba y pedía cigarros y vino. La conversación no tardó en animarse. Como es natural, nos sentíamos muy curiosos ante el hecho bastante notable de que Allamistakeo siguiera todavía vivo. -Hubiera pensado -expresó Mr. Buckingham- que estaba usted muerto desde hacía mucho. -¡Cómo! -replicó el conde, profundamente sorprendido-. ¡Si apenas he pasado los setecientos años! Mi padre vivió mil y no estaba en absoluto chocho cuando murió. Siguieron a esto una serie de preguntas y cálculos, tras de los cuales fue evidente que la antigüedad de la momia había sido muy groseramente estimada. Hacía cinco mil cincuenta años, con algunos meses, que le habían depositado en las catacumbas de Eleithias. -Mi observación, empero -continuó Mr. Buckingham-, no se refería a la edad de usted en el momento de su entierro (ya que no tengo inconveniente en reconocer que es usted un hombre joven), sino a la inmensidad de tiempo que llevaba, según su

-En betún -persistió Mr. Buckingham. -¡Ah, sí, creo entender! El betún podía servir, en efecto; pero en mi tiempo se empleaba casi exclusivamente el bicloruro de mercurio. -Lo que nos resulta particularmente difícil de comprender -dijo el doctor Ponnonneres cómo, después de morir y ser enterrado en Egipto hace cinco mil años, se encuentra usted hoy lleno de vida y con aire tan saludable. -Si hubiese estado muerto, como dice usted -replicó el conde-, lo más probable es que continuara estándolo; pero veo que se hallan ustedes en la infancia del galvanismo y no son capaces de llevar a cabo lo que en nuestros antiguos tiempos era práctica corriente. Por mi parte, caí en estado de catalepsia y mis mejores amigos consideraron que estaba muerto o que debía estarlo; me embalsamaron, pues, inmediatamente, pero... supongo que están ustedes al tanto del principio fundamental del embalsamamiento. -¡De ninguna manera! -¡Ah, ya veo! ¡Triste ignorancia, en verdad! Pues bien, no entraré en detalles, pero debo decir que en Egipto el embalsamamiento propiamente dicho consistía en la suspensión indefinida de todas las funciones animales sometidas al proceso. Empleo el término «animal» en su sentido más amplio, incluyendo no sólo el ser físico, sino el moral y el vital. Repito que el principio básico consistía entre nosotros en suspender y mantener latentes todas las funciones animales sometidas al proceso de embalsamamiento. O sea, que, en resumen, cualquiera fuese la condición en que se encontraba el sujeto en el momento de ser embalsamado, así continuaba por siempre. Pues bien, como afortunadamente soy de la sangre del Escarabajo, fui embalsamado vivo, tal como me ven ustedes ahora. -¡La sangre del Escarabajo! -exclamó el doctor Ponnonner. -Sí. El Escarabajo era el emblema, las «armas» de una distinguidísima familia patricia muy poco numerosa. Ser «de la sangre del Escarabajo» significa sencillamente pertenecer a dicha familia cuyo emblema era el

-Pues bien, la costumbre general en Egipto consiste en extraer el cerebro y las entrañas del cadáver antes de embalsamarlo; tan sólo la raza de los Escarabajos se eximía de esa práctica. De no haber sido yo un Escarabajo, me hubiera quedado sin cerebro y sin entrañas; no resulta cómodo vivir sin ellos. -Ya veo -dijo Mr. Buckingham-, y presumo que todas las momias que nos han llegado enteras son de la raza del Escarabajo. -Sin la menor duda. -Yo había pensado -dijo tímidamente Mr. Gliddon- que el Escarabajo era uno de los dioses egipcios. -¿Uno de los qué egipcios? -gritó la momia, poniéndose de pie. -Uno de los dioses -repitió el erudito. -Mr. Gliddon, estoy estupefacto al oírle hablar de esa manera -dijo el conde, volviendo a sentarse-. Ninguna nación de este mundo ha reconocido nunca más de un dios. El Escarabajo, el Ibis etc., eran para nosotros los símbolos (como seres semejantes lo fueron para otros), los intermediarios a través de los cuales adorábamos a un Creador demasiado augusto para dirigirnos a él directamente. Hubo una pausa. La conversación fue reanudada por el doctor Ponnonner. -A juzgar por lo que nos ha explicado usted -dijo-, no sería improbable que en las catacumbas próximas al Nilo haya otras momias de la raza de los Escarabajos e igualmente vivas. -Sin la menor duda -replicó el conde-. Todos los Escarabajos embalsamados vivos por accidente siguen estando vivos. Incluso algunos de aquéllos, embalsamados expresamente, pueden haber sido olvidados por sus ejecutores testamentarios y, sin duda, continúan en sus tumbas. -¿Sería usted tan amable de explicarnos -pregunté- qué entiende por embalsamar «expresamente»? -Con mucho gusto -repuso la momia, luego de mirarme atentamente a través del monó31


culo, pues era la primera vez que me atrevía a hacerle una pregunta directa. -Con mucho gusto -repitió-. La duración usual de la vida humana en mi tiempo era de unos ochocientos años. Pocos hombres morían, a menos de sobrevenirles algún accidente extraordinario, antes de los seiscientos; pero la cifra anterior era considerada como el término natural. Luego de descubierto el principio del embalsamamiento, tal como lo he explicado antes, nuestros filósofos pensaron que sería posible satisfacer una muy laudable curiosidad, y a la vez contribuir grandemente a los intereses de la ciencia, si ese término natural era vivido en varias etapas. En el caso de la historia, sobre todo, la experiencia había demostrado que algo así resultaba indispensable. Un historiador, por ejemplo, llegado a la edad de quinientos años, escribía un libro con muchísimo celo, y luego se hacía embalsamar cuidadosamente, dejando instrucciones a sus albaceas pro tempore, para que lo resucitaran transcurrido un cierto período -digamos quinientos o seiscientos años-. Al reanudar su vida, el sabio descubría invariablemente que su gran obra se había convertido en una especie de libreta de notas reunidas al azar, algo así como una palestra literaria de todas las conjeturas antagónicas, los enigmas y las pendencias personales de un ejército de exasperados comentadores. Aquellas conjeturas, etc., que recibían el nombre de notas o enmiendas, habían tapado, deformado y agobiado de tal manera el texto, que el autor se veía precisado a encender una linterna para buscar su propio libro. Una vez descubierto, no compensaba nunca el trabajo de haberlo buscado. Luego de escribirlo íntegramente de nuevo, el historiador consideraba su deber ponerse a corregir de inmediato, con su conocimiento y experiencias personales, las tradiciones corrientes sobre la época en que había vivido anteriormente. Y así, ese proceso de nueva redacción y de rectificación personal, cumplido de tiempo en tiempo por diversos sabios, impedía que nuestra historia se convirtiera en una pura fábula. -Perdóneme usted -dijo en este punto el doctor Ponnonner, apoyando suavemente la mano sobre el brazo del egipcio-. Perdóneme usted, señor, pero... ¿puedo interrumpirlo un instante? -Ciertamente, señor -replicó el conde. -Tan sólo una pregunta -continuó el doctor-. Mencionó usted las correcciones personales del historiador a las tradiciones referentes a su propio tiempo. Dígame usted: ¿qué proporción de dichas tradiciones eran verdaderas? 32

-Pues bien, señor mío, los historiadores descubrían que las tales tradiciones se encontraban absolutamente a la par de las historias mismas antes de ser reescritas; vale decir que en ellas no había jamás, y bajo ninguna circunstancia, la menor palabra que no fuera total y radicalmente falsa. -De todas maneras -insistió el doctor-, puesto que sabemos que han pasado por lo menos cinco mil años desde su entierro, doy por descontado que las historias de aquel período, si no las tradiciones, eran suficientemente explícitas sobre el tema de mayor interés universal, o sea la Creación, que, como bien sabe usted, se produjo hace tan sólo diez siglos. -¡Caballero! -exclamó el conde Allamistakeo. El doctor repitió sus palabras, pero sólo logró que el egipcio las comprendiera después de muchas explicaciones adicionales. Entonces, no sin vacilar, dijo este último: -Confieso que las ideas que acaba de sugerirme me resultan completamente nuevas. En mis tiempos jamás supe que alguien abrigara la singular fantasía de que el universo (o este mundo, si lo profiere) hubiera tenido jamás un principio. Sólo recuerdo que una vez -una vez tan sólo- escuché de un hombre de grandes conocimientos cierta remota insinuación acerca del origen de la raza humana, y esa misma persona empleó la palabra Adán (o sea tierra roja) que acaba de emplear usted. Pero él lo hizo en un sentido muy amplio, refiriéndose a la generación espontánea de cinco vastas hordas humanas salidas del limo (como nacen miles de otros organismos inferiores), y que surgieron simultáneamente en cinco partes distintas y casi iguales del globo. Al oír esto nos miramos, encogiéndonos de hombros, y uno o dos se llevaron un dedo a la sien con aire significativo. Entonces Mr. Silk Buckingham, luego de echar una ojeada al occipucio y a la coronilla de Allamistakeo, habló como sigue: -La larga duración de la vida en sus tiempos, así como la costumbre ocasional de pasarla en distintas etapas según nos ha explicado usted, debe haber contribuido profundamente al desarrollo y a la acumulación general del saber. Presumo, pues, que la marcada inferioridad de los egipcios antiguos en materias científicas, si se los compara con los modernos, y más especialmente con los yanquis, nace de la mayor dureza del cráneo egipcio. -Debo confesar nuevamente -repuso el con-

de con mucha gentileza- que me cuesta un tanto comprenderle. ¿A qué materias científicas se refiere, por favor? Uniendo nuestras voces, le dimos entonces toda clase de detalles sobre las teorías frenológicas y las maravillas del magnetismo animal. Luego de escucharnos hasta el fin, el conde se puso a narrarnos algunas anécdotas que demostraron claramente cómo los prototipos de Gall y de Spurzheim habían florecido en Egipto en tiempos tan remotos como para que su recuerdo se hubiese perdido; así como que los procedimientos de Mesmer eran despreciables triquiñuelas comparados con los verdaderos milagros de los sabios de Tebas, capaces de crear piojos y muchos otros seres similares. Pregunté al conde si su pueblo sabía calcular los eclipses. Sonrió un tanto desdeñosamente y me contesto que sí. Esto me desconcertó algo, pero seguí haciéndole preguntas sobre sus conocimientos astronómicos hasta que uno de los presentes, que hasta entonces no había abierto la boca, me susurró al oído que para esa clase de informaciones haría mejor en consultar a Ptolomeo (sin explicarme quién era), así como a un tal Plutarco, en su De facie lunœ. Interrogué entonces a la momia acerca de espejos ustorios y lentes, y de manera general sobre la fabricación del vidrio; pero, apenas había formulado mis preguntas, cuando el contertulio silencioso me apretó suavemente el codo, pidiéndome en nombre de Dios que echara un vistazo a Diodoro de Sicilia. En cuanto al conde, se limitó a preguntarme, a modo de respuesta, si los modernos poseíamos microscopios que nos permitieran tallar camafeos en el estilo de los egipcios. Mientras pensaba cómo responder a esta pregunta, el pequeño doctor Ponnonner se puso en descubierto de la manera más extraordinaria. -¡Vaya usted a ver nuestra arquitectura! -exclamó, con enorme indignación por parte de los dos egiptólogos, quienes lo pellizcaban fuertemente sin conseguir que se callara. -¡Vaya a ver la fuente del Bowling Green, de Nueva York! -gritaba entusiasmado-. ¡O, si le resulta demasiado difícil de contemplar, eche una ojeada al Capitolio de Washington! Y nuestro excelente y diminuto médico siguió detallando minuciosamente las proporciones del edificio del Capitolio. Explicó


que tan sólo el pórtico se hallaba adornado con no menos de veinticuatro columnas, las cuales tenían cinco pies de diámetro y estaban situadas a diez pies una de otra. El conde dijo que lamentaba no recordar en ese momento las dimensiones exactas de cualquiera de los principales edificios de la ciudad de Aznac, cuyos cimientos habían sido puestos en la noche de los tiempos, pero cuyas ruinas seguían aún en pie en la época de su entierro, en un desierto al oeste de Tebas. Recordaba empero (ya que de pórtico se trataba) que uno de ellos, perteneciente a un palacio secundario en un suburbio llamado Karnak, tenía ciento cuarenta y cuatro columnas de treinta y siete pies de circunferencia, colocadas a veinticinco pies una de otra. A este pórtico se llegaba desde el Nilo por una avenida de dos millas de largo, compuesta por esfinges, estatuas y obeliscos, de veinte, sesenta y cien pies de altura. El palacio, hasta donde alcanzaba a recordar, tenía dos millas de largo, y su circuito total debía alcanzar las siete millas. Las paredes estaban ricamente pintadas con jeroglíficos en el interior y exterior. El conde no pretendía afirmar que dentro del área del palacio hubieran podido construirse unos cincuenta o sesenta Capitolios como el del doctor, pero, aun sin estar completamente seguro, pensaba que, con algún esfuerzo, se hubieran podido meter doscientos o trescientos. Claro que, después de todo, el palacio de Karnak era bastante insignificante. De todas maneras el conde no podía negarse conscientemente a admitir el ingenio, la magnificencia y la superioridad de la fuente del Bowling Green, tal como la había descrito el doctor. Se veía forzado a reconocer que en Egipto jamás se había visto una cosa semejante. Pregunté entonces al conde qué opinaba de nuestros ferrocarriles. Contestó que no opinaba nada en especial. Los ferrocarriles eran un tanto débiles, mal concebidos y torpemente realizados. Por supuesto que no se los podía comparar con las enormes calzadas, perfectamente lisas, directas y con vías de hierro, sobre las cuales los egipcios transportaban templos enteros y sólidos obeliscos de ciento cincuenta pies de altura. Aludí a nuestras gigantescas fuerzas mecánicas. Convino en que algo sabíamos de esas cosas, pero me preguntó cómo me las habría arreglado para colocar las impostas de los dinteles, aun en un templo tan pequeño como el de Karnak.

Decidí no escuchar esta pregunta, y quise saber si tenía alguna idea sobre los pozos artesianos. El conde se limitó a levantar las cejas, mientras Mr. Gliddon me guiñaba con violencia el ojo y me decía en voz baja que los ingenieros encargados de las perforaciones en el Gran Oasis acababan de descubrir uno hacía muy poco. Mencioné entonces nuestro acero, pero el egipcio levantó desdeñosamente la nariz y me preguntó si nuestro acero habría podido ejecutar los profundos relieves que se ven en los obeliscos y que se ejecutaban con la sola ayuda de instrumentos de cobre. Esto nos desconcertó tanto que juzgamos prudente trasladar la ofensiva al campo metafísico. Mandamos buscar un ejemplar de un libro llamado The Dial, y le leímos en alta voz uno o dos capítulos acerca de algo no muy claro, pero que los bostonianos denominaban el Gran Movimiento del Progreso. El conde se limitó a decir que los Grandes Movimientos eran cosas tristemente vulgares en sus días; en cuanto al Progreso, en cierta época había sido una verdadera calamidad, pero nunca llegó a progresar. Hablamos entonces de la belleza e importancia de la democracia, y tuvimos gran trabajo para hacer entender debidamente al conde las ventajas de que gozábamos viviendo allí donde existía el sufragio ad libitum, y no había ningún rey. Nos escuchó muy interesado y, en realidad, me dio la impresión de que se divertía muchísimo. Cuando hubimos terminado, nos hizo saber que, mucho tiempo atrás, había ocurrido entre ellos algo parecido. Trece provincias egipcias decidieron ser libres y dar un magnífico ejemplo al resto de la humanidad. Sus sabios se reunieron y confeccionaron la más ingeniosa constitución que pueda concebirse. Durante un tiempo se las arreglaron notablemente bien, sólo que su tendencia a la fanfarronería era prodigiosa. La cosa terminó, empero, el día en que los quince Estados, a quienes se agregaron otros quince o veinte, se consolidaron creando el más odioso e insoportable despotismo que jamás se haya visto en la superficie de la tierra. Pregunté el nombre del tirano usurpador. El conde creía recordar que se llamaba Populacho. No sabiendo qué decir a esto, alcé mi voz para deplorar la ignorancia de los egipcios

sobre el vapor. El conde me miró lleno de asombro, pero no dijo nada. En cambio el contertulio silencioso me dio fuertemente en las costillas con el codo, diciéndome que bastante había hecho ya el ridículo, y preguntándome si realmente era tan tonto como para no saber que la moderna máquina de vapor deriva de la invención de Hero, pasando por Salomón de Caus. Nos hallábamos en grave peligro de ser derrotados. Pero, entonces, para nuestra buena suerte, el doctor Ponnonner acudió a socorrernos e inquirió si el pueblo egipcio pretendía rivalizar seriamente con los modernos en la importantísima cuestión del vestido. El conde, al oír esto, miró las trabillas de sus pantalones y, tomando luego uno de los faldones de su chaqueta, se lo acercó a los ojos durante largo rato. Por fin lo dejó caer, mientras su boca se iba extendiendo gradualmente de oreja a oreja; pero no recuerdo que dijese nada a manera de contestación. Recobramos así nuestro ánimo, y el doctor, acercándose con gran dignidad a la momia, le pidió que declarara francamente, por su honor de caballero, si alguna vez los egipcios habían sido capaces de comprender la fabricación de las pastillas de Ponnonner o de las píldoras de Brandeth. Esperamos ansiosamente una respuesta, pero en vano. La respuesta no llegaba. El egipcio se sonrojó y bajó la cabeza. Jamás se vio triunfo más completo; jamás una derrota fue sobrellevada con tan poca gracia. Realmente me resultaba insoportable el espectáculo de la mortificación de la pobre momia. Busqué mi sombrero, me incliné secamente y salí. Al llegar a casa vi que eran las cuatro pasadas, y me metí inmediatamente en cama. Son ahora las diez de la mañana. Desde las siete estoy levantado, redactando esta crónica para beneficio de mi familia y de la humanidad. A la primera no volveré a verla. Mi mujer es una arpía. Diré la verdad: estoy amargamente cansado de esta vida y del siglo XIX en general. Me siento convencido de que todo va mal. Además tengo gran ansiedad por saber quién será Presidente en 2045. Por eso, tan pronto me haya afeitado y bebido una taza de café, volveré a casa de Ponnonner y me haré embalsamar por un par de cientos de años.

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Autores celebres!!

Charles Dickens

El barón de Grogzwig

El barón Von Koëldwethout, de Grogzwig, Alemania, era probablemente un joven barón como cualquiera le gustaría ver uno. No es necesario que diga que vivía en un castillo, porque es evidente; tampoco es necesario que diga que vivía en un castillo antiguo, pues ¿qué barón alemán viviría en uno nuevo? Había muchas circunstancias extrañas relacionadas con este venerable edificio, entre las cuales no era la menos sorprendente y misteriosa el hecho de que cuando soplaba el viento, éste rugía en el interior de las chimeneas, o incluso aullaba entre los árboles del bosque circundante, o que cuando brillaba la luna ésta se abría camino por entre determinadas pequeñas aberturas de los muros y llegaba a iluminar plenamente algunas zonas de los amplios salones y galerías, dejando otras en una sombra tenebrosa. Tengo entendido que uno de los antepasados del barón, que andaba escaso de dinero, le había clavado una daga a un caballero que llegó una noche pidiendo servi-

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dumbre de paso, y se supone que estos hechos milagrosos tuvieron lugar como consecuencia de aquello. Y, sin embargo, difícilmente puedo saber cómo sucedió, pues el antepasado del barón, que era un hombre amable, se sintió después tan apenado por haber sido tan irreflexivo, y haber puesto sus manos violentas sobre una cantidad de piedras y maderos pertenecientes a un barón más débil, que construyó como excusa una capilla obteniendo un recibo del cielo como saldo a cuenta. El hecho de haber hablado del antepasado del barón me trae a la mente los vehementes deseos de éste de que se respete su linaje. Temo no poder decir con seguridad cuántos antepasados haya tenido el barón, pero sé que había tenido muchísimos más que cualquier otro hombre de su época, y sólo deseo que haya vivido hasta fechas recientes para haber podido dejar más en la tierra. Para los grandes hombres de los siglos pasados debió ser

muy duro haber llegado al mundo tan pronto, pues lógicamente un hombre que nació hace trescientos o cuatrocientos años no puede esperarse que tuviera antes que él tantos parientes como un hombre que haya nacido ahora. Este último, quienquiera que sea -y por lo que nosotros sabemos lo mismo podría ser un zapatero remendón que un tipo bajo y vulgar-, tendrá un linaje más largo que el mayor de los nobles vivo actualmente; y afirmo que esto no es justo. ¡Bueno, pero el barón Von Koëldwethout de Grogzwig! Era un hombre guapo y atezado, de cabello oscuro y grandes mostachos que salía a cazar a caballo vestido con paño verde de Lincoln, con botas rojas en los pies, con un cuerno de caza colgado del hombro como el guarda de un campo muy amplio. Cuando soplaba su cuerno, otros veinticuatro caballeros de rango inferior, vestidos con paño verde de Lincoln un poco más basto, y botas de cuero bermejo de suelas un poco más


gruesas, se presentaban directamente; y galopaban todos juntos con lanzas en las manos como barandillas de un área lacada, cazando jabalíes, o encontrándose quizá con un oso en cuyo último caso el barón era el primero en matarlo, y después engrasaba con él sus bigotes. Fue una vida alegre la del barón de Grogzwig, y más alegre todavía la de sus partidarios, quienes bebían vino del Rin todas las noches hasta que caían bajo la mesa, y entonces encontraban las botellas en el suelo y pedían pipas. Jamás hubo calaveras tan festivos, fanfarrones, joviales y alegres como los que formaban la animada banda de Grogzwig. Pero los placeres de la mesa, o los placeres de debajo de la mesa, exigen un poco de variedad; sobre todo si las mismas veinticinco personas se sientan diariamente ante la misma mesa para hablar de lo mismos temas y contar las mismas historias. El barón se sintió aburrido y deseó excitación. Empezó a disputar con sus caballeros, y todos los días, después de la cena, intentaba patear a dos o tres de ellos. Al principio aquello resultó un cambio agradable, pero al cabo de una semana se volvió monótono, el barón se sintió totalmente indispuesto y buscó, con desesperación, alguna diversión nueva. Una noche, tras los entretenimientos del día e los que había ido más allá de Nimrod o Gillingwater, y matado «otro hermoso oso», llevándolo después a casa en triunfo, el barón Von Koëldwethout se sentó desanimado a la cabeza de su mesa contemplando con aspecto descontento el techo ahumado del salón. Trasegó enormes copas llenas de vino, pero cuanto más bebía más fruncía el ceño. Los caballeros que habían sido honrados con la peligrosa distinción de sentarse a su derecha y a su izquierda lo imitaron de manera milagrosa en el beber y se miraron ceñudamente el uno al otro. -¡Lo haré! -gritó de pronto el barón golpeando la mesa con la mano derecha y retorciéndose el mostacho con la izquierda-. ¡Preñaré a la dama de Grogzwig! Los veinticuatro verdes de Lincoln se pusieron pálidos, a excepción de sus veinticuatro narices, cuyo color permaneció inalterable. -Me refiero a la dama de Grogzwig -repitió el barón mirando la mesa a su alrededor.

Biografía

Charles John Huffam Dickens (Portsmouth, Inglaterra, 7 de febrero de 1812-Gads Hill Place, Inglaterra, 9 de junio de 1870) fue un destacado escritor y novelista inglés, uno de los más conocidos de la literatura universal, y el más sobresaliente de la era victoriana. Fue maestro del género narrativo, al que imprimió ciertas dosis de humor e ironía, practicando a la vez una aguda crítica social. En su obra destacan las descripciones de gente y lugares, tanto reales como imaginarios. En ocasiones, utilizó el seudónimo «Boz». Sus novelas y relatos cortos gozaron de gran popularidad durante su vida, y aún hoy se editan y adaptan para el cine habitualmente. Dickens escribió novelas por entregas, el formato que usó en aquella época fue la ficción, por la sencilla razón de que no todo el mundo poseía los recursos económicos necesarios para comprar un libro. Cada nueva entrega de sus historias era esperada con gran entusiasmo por sus lectores, nacionales e internacionales. Fue y sigue siendo admirado como un influyente literario por escritores de todo el mundo. Charles Dickens nació el 7 de febrero de 1812, en el distrito de Landport, perteneciente a la ciudad de Portsmouth, hijo de John Dickens (1786-1851), oficinista de la Pagaduría de la Armada en el arsenal del puerto de Portsmouth, y de su esposa Elizabeth Barrow (17891863). En 1814, la familia se trasladó a Londres, Somerset House, en el número diez de Norfolk Street. Cuando el futuro escritor tenía cinco años, la familia se mudó a Chatham, Kent. Su madre era de clase media y su padre siempre arrastraba deudas, debido a su excesiva incliPag. 17

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nación al despilfarro. Charles no recibió ninguna educación hasta la edad de nueve años, hecho que posteriormente le reprocharían sus críticos, al considerar su formación en exceso autodidacta. Con esta edad, después de acudir a una escuela en Rome Lane, estudió cultura en la escuela de William Gile, un graduado en Oxford. Pasaba el tiempo fuera de su casa, leyendo vorazmente. Mostró una particular afición por las novelas picarescas, como Las aventuras de Roderick Random y Las aventuras de Peregrine Pickle de Tobias Smollett, y Tom Jones de Henry Fielding. Éste sería su escritor favorito. También leía con fruición novelas de aventuras como Robinson Crusoe y Don Quijote de la Mancha. En 1823, vivía con su familia en Londres, en el número 16 de Bayham Street, Camden Town, que era entonces uno de los suburbios más pobres de la ciudad. Aunque sus primeros años parecen haber sido una época idílica, él se describía como un «niño muy pequeño y no especialmente cuidado». También hablaría de su extremo patetismo y de su memoria fotográfica de personas y eventos, que le ayudaron a trasladar la realidad a la ficción.2 Su vida cambió profundamente cuando su padre fue denunciado por impago de sus deudas y encarcelado en la prisión de deudores de Marshalsea. La mayor parte de la familia se trasladó a vivir con el señor Dickens a la cárcel, posibilidad establecida entonces por la ley, que permitía a la familia del moroso compartir su celda. Charles fue acogido en una casa de Little College Street, regentada por la señora Roylance y acudía los domingos a visitar a su padre en la prisión. A los doce años, se consideró que el futuro novelista tenía la edad suficiente para comenzar a trabajar, y 36

-¡Por la dama de Grogzwig! -gritaron los verdes de Lincoln, y por sus veinticuatro gargantas bajaron veinticuatro pintas imperiales de un vino del Rin tan viejo y extraordinario que se lamieron sus cuarenta y ocho labios, y luego pestañearon. -La hermosa hija del barón Von Swillenhausen -añadió Koëldwethout, condescendiendo a explicarse-. La pediremos en matrimonio a su padre en cuanto el sol baje mañana. Si se niega a nuestra petición, le cortaremos la nariz. Un murmullo ronco se elevó entre el grupo; todos los hombres tocaron primero la empuñadura de su espada, y después la punta de su nariz, con espantoso significado. ¡Qué agradable resulta contemplar la piedad filial! Si la hija del barón hubiera suplicado a un corazón preocupado, o hubiera caído a los pies de su padre cubriéndolos de lágrimas saladas, o simplemente si se hubiera desmayado y hubiera cumplimentado luego al anciano caballero con frenéticas jaculatorias, las posibilidades son cien contra una a que el castillo de Swillenhausen habría sido echado por la ventana, o habrían echado por la ventana al barón y el castillo habría sido demolido. Sin embargo, la damisela mantuvo su paz cuando un mensajero madrugador llevó la mañana siguiente la petición de Von Koëldwethout, y se retiró modestamente a su cámara, desde cuya ventana observó la llegada del pretendiente y su séquito. En cuanto estuvo segura de que el jinete de los grandes mostachos era el que se le proponía como esposo, se precipitó a presencia de su padre y expresó estar dispuesta a sacrificarse para asegurar la paz del anciano. El venerable barón cogió a su hija entre sus brazos e hizo un guiño de alegría. Aquel día hubo grandes fiestas en el castillo. Los veinticuatro verdes de Lincoln de Von Koëldwethout inter-

cambiaron votos de amistad eterna con los doce verdes de Lincoln de Von Swillenhausen, y prometieron al viejo barón que beberían su vino «hasta que todo se volviera azul», con lo que probablemente querían significar que hasta que todos sus semblantes hubieran adquirido el mismo tono que sus narices. Cuando llegó el momento de la despedida todos palmeaban las espaldas de todos los demás, y el barón Von Koëldwethout y sus seguidores cabalgaron alegremente de regreso a casa. Durante seis semanas mortales jabalíes y osos tuvieron vacaciones. Las casas de Koëldwethout y Swillenhausen estaban unidas; las lanzas se aherrumbraron, y el cuerno de caza del barón contrajo ronquera por falta de soplidos. Aquellos fueron momentos importantes para los veinticuatro, pero ¡ay!, sus días elevados y triunfales estaban ya calzándose para disponerse a irse. -Querido mío -dijo la baronesa. -Mi amor -le respondió el barón. -Esos hombres toscos y ruidosos... -¿Cuáles, señora? -preguntó el barón sorprendido. Desde la ventana junto a la que estaban, la baronesa señaló el patio inferior en donde, inconscientes de todo, los verdes de Lincoln estaban realizando copiosas libaciones estimulantes como preparativo para salir a cazar uno o dos verracos. -Son mi grupo de caza, señora -le informó el barón. -Licéncialos, amor -murmuró la baronesa. -¡Licenciarlos! -gritó el barón con asombro. -Para complacerme, amor -contestó la


baronesa. -Para complacer al diablo, señora -respondió el barón. Entonces la baronesa lanzó un gran grito y se desmayó a los pies del barón. ¿Qué podía hacer el barón? Llamó a la doncella de la señora y rugió pidiendo un doctor; y luego, saliendo a la carrera al patio, pateó a los dos verdes de Lincoln que más habituados estaban a ello, y maldiciendo a todos los demás les pidió que se marcharan... aunque no le importaba adónde. No sé la expresión alemana para ello, pues si la conociera lo habría podido describir delicadamente. No me corresponde a mí decir mediante qué medios, o qué grados, algunas esposas consiguen someter a sus esposos de la manera que lo hacen, aunque sí puedo tener mi opinión personal sobre el tema, y pensar que ningún Miembro del Parlamento debería estar casado, por cuanto que tres miembros casados de cada cuatro votarán de acuerdo con la conciencia de su esposa (si la tienen), y no de acuerdo con la suya propia. Lo único que necesito decir ahora es que la baronesa von Koëldwethout adquirió de una u otra manera un gran control sobre el barón von Koëldwethout, y que poco a poco, trocito a trocito, día a día y año a año el barón obtenía la peor parte de cualquier cuestión disputada, o era astutamente descabalgado de cualquier antigua afición; y así, cuando se convirtió en un hombre grueso y robusto de unos cuarenta y ocho años, no tenía ya fiestas, ni jolgorios, ni grupo de caza ni tampoco caza: en resumen, no le quedaba nada que le gustara o que hubiera solido tener; y así, aunque fue tan valiente como un león, y tan audaz como descarado, fue claramente despreciado y reprimido por su propia dama en su propio castillo de Grogzwig. Y no acaban aquí todos los infortunios del barón. Aproximadamente un año después de sus nupcias vino al mun-

do un barón robusto y joven en cuyo honor se dispararon muchos fuegos artificiales y se bebieron muchas docenas de barriles de vino; pero al año siguiente llegó una joven baronesa y cada año otro joven barón, y así un año tras otro, o un barón o una baronesa (y un año los dos al mismo tiempo), hasta que el barón se encontró siendo padre de una pequeña familia de doce. En cada uno de esos aniversarios la venerable baronesa Von Swillenhausen se ponía muy nerviosa y sensible por el bienestar de su hija la baronesa Von Koëldwethout, y aunque no se sabe que la buena dama hiciera nunca nada real que contribuyera a la recuperación de su hija, seguía considerando un deber ponerse tan nerviosa como fuera posible en el castillo de Grogzwig, y dividir su tiempo entre observaciones morales sobre la forma en que se llevaba la casa del barón y quejarse por el duro destino de su infeliz hija. Y si el barón de Grogzwig, algo herido e irritado por esa conducta, cobraba valor y se aventuraba a sugerir que su esposa al menos no estaba peor que las esposas de otros barones, la baronesa Von Swillenhausen suplicaba a todas las personas que se dieran cuenta de que nadie salvo ella simpatizaba con los sufrimientos de su hija; y con aquello, sus parientes y amigos comentaban que con toda seguridad ella sufría mucho más que su yerno, y que si existía algún animal vivo de corazón duro, ése era el barón de Grogzwig. El pobre barón lo soportó todo mientras pudo, y cuando no pudo soportarlo ya más perdió el apetito y el ánimo, y se quedó sentado lleno de tristeza y aflicción. Pero todavía le aguardaban problemas peores, y cuando le llegaron aumentó su melancolía y su tristeza. Cambiaron los tiempos; se endeudó. Las arcas de Grogzwig, que la familia Swillenhausen había considerado inagotables, se vaciaron; y precisamente cuando la baronesa estaba a punto de sumar la decimotercera adición al linaje de la familia, Von Koëldwethout descubrió que carecía de medios para reponerlas.

así comenzó su vida laboral, en jornadas diarias de diez horas en Warren’s boot-blacking factory, una fábrica de betún para calzado, ubicada cerca de la actual estación ferroviaria Charing Cross de Londres. Durante este periodo su vida transcurrió pegando etiquetas en los botes de shoes polish (betún para calzado); ganaba seis chelines semanales. Con este dinero, tenía que pagar su hospedaje y ayudaba a la familia, la mayoría de la cual vivía con su padre, que permanecía encarcelado. Después de algunos meses, su familia pudo salir de la prisión de Marshalsea, pero su situación económica no mejoró hasta pasado un tiempo, cuando al morir la abuela materna de Charles, su padre recibió una herencia de 250 libras. Su madre no retiró a Charles de forma inmediata de la compañía, que era propiedad de unos parientes de ella. Dickens nunca olvidaría el empeño de su madre de obligarle a permanecer en la fábrica. Estas vivencias marcarían su vida como escritor: dedicaría gran parte de su obra a denunciar las condiciones deplorables bajo las cuales sobrevivían las clases proletarias. En su novela David Copperfield, juzgada como la más autobiográfica, escribió: «Yo no recibía ningún consejo, ningún apoyo, ningún estímulo, ningún consuelo, ninguna asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera recordar. ¡Cuánto deseaba ir al cielo!».

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-No veo qué se puede hacer -dijo el barón-. Creo que me suicidaré. Fue una idea brillante. El barón cogió un viejo cuchillo de caza de un armario que tenía al lado, y tras afilarlo sobre la bota, le hizo a su garganta lo que los muchachos llaman «una oferta». -¡Bueno! -exclamó el barón al tiempo que detenía la mano-. Quizá no esté lo bastante afilado. El barón lo afiló de nuevo e hizo otro intento, pero detuvo su mano un fuerte griterío que se produjo entre los jóvenes barones y baronesas, reunidos todos en un salón infantil situado arriba de la torre con barras de hierro por el exterior de las ventanas para impedir que se lanzaran al foso. -Si hubiera sido soltero -dijo el barón suspirando-, podría haberlo hecho más de cincuenta veces sin que me interrumpieran. ¡Vamos! Lleva una botella de vino y la pipa más grande a la pequeña habitación abovedada que hay tras el salón. Una de las criadas ejecutó de la manera más amable posible la orden del barón en el curso de una media hora, y Von Koëldwethout, tras apreciar que así había sido hecho, se dirigió a grandes zancadas hacia la habitación abovedada cuyas paredes, que eran de una madera oscura y brillante, relucían al fuego de los leños ardientes apilados en el hogar. La botella y la pipa estaban dispuestas y el lugar parecía en general muy cómodo. -Deja la lámpara -ordenó el barón. -¿Alguna otra cosa, mi señor? -preguntó la criada. -Soledad -contestó el barón. La criada obedeció y el barón cerró la puerta. Fumaré una última pipa y luego pondré fin a todo -dijo el barón.

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El señor de Grogzwig dejó el cuchillo sobre la mesa, hasta que lo necesitara, se sirvió una buena medida de vino, se echó hacia atrás en la silla, estiró las piernas delante del fuego y se desinfló. Pensó en muchísimas cosas, en sus problemas de hoy y en los días pasados, cuando era soltero, en los verdes de Lincoln, que desde hacía tiempo habían sido dispersados por el país, sin que nadie supiera dónde estaban con la excepción de dos, que desgraciadamente habían sido decapitados, y cuatro que se habían matado de tanto beber. Su mente pensó en osos y verracos, cuando en el momento de beberse la copa hasta el fondo alzó la mirada y vio por primera vez, con asombro ilimitado, que no estaba solo. No, no lo estaba; pues al otro lado del fuego se hallaba sentada con los brazos cruzados una horrible y arrugada figura, de ojos profundamente hundidos e inyectados en sangre, rostro cadavérico de inmensa longitud ensombrecido por unas grejas enmarañadas y mal cortadas de cabellos negros recios. Vestía una especie de túnica de color azulado desvaído que, como observó el barón contemplándola atentamente, estaba ornamentada llevando por delante, a modo de cierres, asideros de ataúd. También llevaba las piernas cubiertas por planchas de ataúd, a modo de armadura; y sobre el hombro izquierdo llevaba un corto manto oscuro que parecía hecho con los restos de un paño mortuorio. No prestaba atención al barón, pues miraba fijamente el fuego. -¡Hola! -exclamó el barón al tiempo que golpeaba el suelo con los pies para llamar su atención. -¡Hola! -replicó el otro dirigiendo la mirada hacia el barón, pero sólo los ojos, no el rostro-. ¿Qué pasa? -¿Que qué pasa? -contestó el barón sin acobardarse en lo más mínimo por la voz hueca y la mirada carente de brillo del otro-. Soy yo el que debería hacer esa pregunta. ¿Cómo llegó hasta aquí?

-Por la puerta -contestó la figura. -¿Quién es? -preguntó el barón. -Un hombre -contestó la figura. -No le creo -dijo el barón. -Pues no lo crea -contestó la figura. -Eso es lo que haré -replicó el barón. La figura se quedó mirando un tiempo al osado barón de Grogzwig, y luego, en tono familiar dijo: -Ya veo que nadie lo puede persuadir. ¡No soy un hombre! -Entonces ¿qué es? -preguntó el barón. -Un genio -contestó la figura. -Pues no se parece mucho a ninguno -contestó burlonamente el barón. -Soy el genio de la desesperación y el suicidio. Ahora ya me conoce. Tras decir esas palabras, la aparición se puso de cara al barón, como si se preparara para una conversación; y lo más notable de todo fue que apartó el manto hacia un lado, mostrando así una estaca que le recorría el centro del cuerpo. Se la sacó con un movimiento brusco y la dejó sobre la mesa con el mismo cuidado que si se tratara de un bastón de paseo. -¿Está dispuesto ya para mí? -preguntó la figura fijando la mirada en el cuchillo de caza. -No del todo. Primero he de terminar esta pipa. -Entonces aligere -exclamó la figura. -Parece tener prisa -contestó el barón. -Pues bien, sí, la tengo. Hay ahora muchos asuntos de los míos en Inglaterra y Francia, y mi tiempo está ocupadísimo.


-¿Bebe? -preguntó el barón tocando la botella con la cazoleta de la pipa. -Nueve veces de cada diez, y siempre con exageración -replicó secamente la figura. -¿Nunca con moderación? -Jamás -contestó la figura con un estremecimiento-. Eso produce alegría.

-Exactamente -contestó la figura jugueteando con la estaca y examinando la punta-. Dese toda la prisa que pueda, ¿quiere? Pues hay un joven caballero que ahora me necesita porque le aflige el tener demasiado dinero y tiempo libre, o eso me parece. -¿Va a suicidarse porque tiene demasiado dinero? -exclamó el barón, realmente divertido-. ¡Ja, ja! Ésa sí que es buena.

El barón echó otra ojeada a su nuevo amigo, a quien consideró como un parroquiano verdaderamente extraño, y finalmente le preguntó si tomaba parte activa en acontecimientos como los que había estado contemplando.

(Aquella fue la primera vez que el barón se rió desde hacía mucho tiempo.)

-No -contestó la figura en tono evasivo-. Pero estoy siempre presente.

-¿Y por qué no? -preguntó el barón.

-Para contemplar imparcialmente, supongo -dijo el barón.

-Le ruego que no vuelva a hacer eso -le reconvino la figura, que parecía muy asustada.

-Porque me produce un gran dolor. Suspire todo lo que quiera: eso me hace sentir bien.

Al escuchar la mención de la palabra, el barón suspiró mecánicamente; la figura, animándose de nuevo, le entregó el cuchillo de caza con la cortesía más encantadora. -Y, sin embargo, no es mala idea, un hombre que se suicida porque tiene demasiado dinero -comentó el barón al tiempo que sentía el borde del arma. -¡Bah! No mejor que la de un hombre que se suicida porque no tiene nada, o tiene demasiado poco -contestó la aparición con petulancia. No tengo manera de saber si el genio se comprometió sin intención alguna al decir eso o si es que pensó que la mente del barón estaba ya tan decidida que no importaba lo que dijera. Lo único que sé es que el barón detuvo al instante la mano, abrió bien los ojos y miró como si en ellos hubiera entrado por primera vez una luz nueva.

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-Bueno, la verdad es que no hay nada que sea lo bastante malo como para quitarse de en medio por ello -dijo Von Koëldwethout.

-Las esposas regañonas -le reconvino el genio.

-No sé -dijo el barón jugueteando con el cuchillo-. Ciertamente que es terrible, pero no creo que el suyo sea mucho mejor, pues no tiene aspecto de encontrarse especialmente cómodo. Eso me recuerda que me sentía muy seguro de obtener algo mejor si abandonaba este mundo... -de pronto lanzó un grito y se incorporó-: nunca había pensado en esto.

-¡Ah! Se las puede hacer callar -contestó el barón.

-¡Concluya! -gritó la figura castañeteando los dientes.

-Trece hijos -gritó el genio.

-¡Fuera! -le contestó el barón-. Dejaré de meditar sobre las desgracias, pondré buena cara y probaré de nuevo con el aire libre y los osos; y si eso no funciona, hablaré sensatamente con la baronesa y acabaré con los Von Swillenhausen.

-Salvo las arcas vacías -gritó el genio. -Bien, pero un día pueden llenarse de nuevo -añadió el barón.

-Seguramente no todos saldrán malos -replicó el barón. Evidentemente el genio se estaba enfadando bastante por el hecho de que de pronto el barón sostuviera esas opiniones, pero intentó tomárselo a broma y dijo que se sentiría muy agradecido hacia él si le permitía saber cuándo iba a dejar de tomárselo a risa. -Pero si no estoy bromeando, nunca estuve tan lejos de eso -protestó el barón. -Bueno, me alegra oír eso -respondió el genio con aspecto ceñudo-. Porque una broma que no sea un juego de palabras es la muerte para mí. ¡Vamos!

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¡Abandone enseguida este mundo terrible!

Tras decir aquello, el barón volvió a sentarse en la silla y rió con tanta fuerza y alboroto que la habitación resonó. La figura retrocedió uno o dos pasos mirando entretanto al barón con terror intenso, y después recogió la estaca, se la metió violentamente en el cuerpo, lanzó un aullido atemorizador y desapareció. Von Koëldwethout no volvió a verla nunca. Una vez que había decidido ac-

tuar, inmediatamente obligó a razonar a la baronesa y a los Von Swillenhausen, y murió muchos años después; no como un hombre rico que yo sepa, pero como un hombre feliz: dejó tras él una familia numerosa que fue cuidadosamente educada en la caza del oso y el verraco bajo su propia vigilancia personal. Y mi consejo a todos los hombres es que si alguna vez se sienten tristes y melancólicos por causas similares (como les sucede a muchos hombres), contemplen los dos lados del asunto, y pongan un cristal de aumento sobre el mejor; y si todavía se sienten tentados a irse sin permiso, que primero se fumen una gran pipa y se beban una botella entera, y aprovechen el laudable ejemplo del barón de Grogzwig. FIN


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ITERAR es una organización con el noble objetivo de difundir la cultura de forma amena y gratuita.

El nombre LITERAR surge de la unión de las palabras “Argentina” y “literatura” sin embargo lejos del humilde símbolo creador hoy intentamos expandirnos del gran mundo de la literatura hacia el universo de la cultura en todas sus facetas, fomentándola y difundiéndola. Bajo estos términos surge LITERAR que hoy en día cuenta con el valioso aporte intelectual de muchos colaboradores dispuestos a brindarnos contenidos para enriquecer aquel sueño emprendedor de promover elambiente artístico. Sabemos lo difícil que puede ser para un artista o incluso para un arte en sí mismo difundirse y promocionarse por eso hemos puesto nuestro granito de arena en pos de contribuir con un ambiente cultural más diverso y saludable.

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--DIRECTORIO DE LITERAR--

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Sin más preámbulos esperamos que disfruten de este espacio simbólico que no es más que el compendio de opiniones enmarcado en el entrañable formato revista.

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