Cien años después

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cien años después

Su perfil generacional es angosto y mal definido, el modernismo actúa como un verdadero cielo absoluto, a su lado. El éxito de esta nomenclatura estriba más en la negación, tanto de sus documentados detractores como de alguno de sus más destacados integrantes, que en la afirmación de los valores diferenciadores que podrían otorgarle vigencia. Al invento, del avispado periodista Azorín, hay que contraponer dos polos de estilos literarios: Pío Baroja, de cuya influencia en los narradores de este siglo nadie puede dudar, y Valle Inclán, que representa la retórica estilista, más mistificado que leído. Lo que queda son los libros, y me imagino que después de esta nueva trilla más de un lector sensible buscará alguna espiga de oro entre las granzas.

2. Qué autor, obra o hecho literario destacaría de cien años de literatura (1898-1998) Dos personas cuando viajan en un tren enseguida buscan un nexo que les acerque, que les ayude a entablar una conversación que propicie cierta familiaridad, cierto grado de confianza. «Por favor cuídeme la maleta, tiene un regalo que le quiero hacer a la persona que me espera.» Para ello, para alcanzar esta complicidad en tan poco tiempo, suelen formular una serie de preguntas recurrentes: si son de la misma ciudad, eso les une; si comparten los servicios del mismo fontanero, eso les une mucho más; y si un primo suyo es de la misma peña futbolística que el que viaja a su lado, ya son de la familia. «No deje, cuando regrese de realizar sus gestiones, el ir a visitarme.» Esto les da cierta seguridad ante el paisaje desconocido que tienen que atravesar, y si un indeseado azar dispusiera alguna situación delicada en el trayecto, una indisposición o un accidente, seguramente se ayudarían uno a otro con la misma lealtad que si hubieran sido dos amigos de toda la vida. Algo así comentó en alguna ocasión Aldous Huxley, refiriéndose a que entre dos personas con inclinaciones literarias se dan también este tipo de lazos y de afinidades afectivas pero a través de los autores y las lecturas dilectas. ¿Leyó usted París era un fiesta de Ernest Hemingway? Si el otro contesta que sí, con entusiasmo, la amistad se ilumina como un destello. Y es cierto, hay autores que los sentimos más cercanos que a familiares cercanos, que nos acompañan como amigos generosos a lo largo del viaje de nuestra vida, con los que dialogamos a media voz y de pronto nos sorprendemos con una frase suya en nuestros labios o con una interpretación que ellos nos han cedido a través de sus textos. Nos interesamos por su vida, lo que les ha podido suceder, sus errores y sus aciertos. Venimos a ser como herederos de su sensibilidad, portadores de una determinada visión de las cosas que tiene mucho que ver con las lecturas y relecturas de sus libros. Es una elección y un misterio. ¿Por qué unos y no otros? El caso es que hay


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