Dialogos Contemporáneos en Psicología Comunitaria

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Pese a todo el conocimiento acumulado, sabemos poco del sufrimiento humano, como bien demuestra el campo del dolor mental. Por ejemplo, no comprendemos lo que sucede en el cerebro del paciente con esquizofrenia, ni cómo actúan los medicamentos que pueden ser útiles en algunos momentos de su enfermar. Es pensamiento mágico, en otro problema de salud mental, el atribuir la eficacia de los “antidepresivos” a su efecto sobre el cerebro comparándolos en su acción a la insulina en la diabetes (“suplementar algo que falta”). Los antidepresivos no son superiores al placebo en la depresión leve y moderada, y la palabrería pseudocientífica de su promoción es similar a la de los timadores en las esquinas y ferias. Son dos ejemplos de la práctica de una medicina imprudente, sin límites, que centra los problemas, incluso los mentales, en la simple biología. (p. 15) Más adelante agregan: La salud es como la inteligencia o la creatividad, entidades de existencia cierta pero de difícil definición. En sentido personal, la vivencia de la salud es lo que se denomina un constructo, una entidad de definición incierta y de existencia indudable que se puede estudiar mediante la observación de la conducta. Quien está sano tiene una vivencia profunda que le ayuda a disfrutar de la vida en sus circunstancias personales, familiares, laborales y sociales. Los médicos pretenden transformar esta vivencia en algo definible y reducible a normas y estándares que se puedan “medir”, y al aceptarlo se pierde autonomía personal y capacidad de vivir. Tener salud no es cumplir con ciertos parámetros definidos por los médicos, sino disfrutar de la vida. Se acepta la expropiación de la salud cuando se aceptan los parámetros biológicos médicos para “vivirla”. (p.37)


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