Los héroes del Pacífico o aventuras de la ex generala Buendía

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gusto de hablar? pregunt6 el señor de la Peña con voz sofocada. -Servidor de Ud., contest6 el j6ven inclinando la cabeza. -He venido, agreg6 el señor de la Peña pronunciando penosamente cada palabra, para hablar con Ud., es decir, a ofrecerle mis servicios. He sabido la desgracia que le amenaza; i como tengo afecciones i algunas relaciones en Chile, he pensado serle útil. Camilo mir6 con desconfianza al anciano. -Este como los otros, debe ser mandado para sondearme, pensó; pero, o es un solemne hipócrita, o no ha aprendido bien su papel. Veamos, nos divertiremos un poco haciéndolo hablar. -¿ 1 qué clase de servicios podria usted prestarme? le preguntó sonriendo con cierto desden. -El que usted me pida, contestó el señor de la Peña. -¡Oh! eso es mucho prometer a un sentenciado a muerte, replicó el jóven sin dejar de sonreir. 1 suponiendo, agregó, que yo aceptase su jeneroso ofrecimiento ¿qué precio pondría usted a sus servicios? -Ninguno: yo debo, yo necesito hacer algo por usted. -¿ Podria conocer el nombre de un protector tan inesperado como jeneroso? El señor de la Peña bajó la vista i vaciló un instante ántes de contestar. -Ruego a usted, dijo, me escuse, por este instante al ménos, de contestarle. La desconfianza aumentó en Camilo. -1 bien, agregó éste con tono indiferente, 10 único que necesito es la libertad.


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