Gente Comun

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Jairo

El padre podía verlo, aun cuando el hijo no pudiera. Un ejemplo similar de fe fue encontrado en la pared de un campo de concentración. Sobre ella un prisionero había grabado las siguientes palabras: Creo en el sol, aunque no brille. Creo en el amor, aunque no sea expresado. Creo en Dios, aunque no hable. Intento imaginar a la persona que trazó esas palabras. Imagino una mano esquelética agarrando el vidrio roto o la piedra que haya utilizado para marcar la pared. Trato de imaginar sus ojos esforzándose por ver en la oscuridad mientras tallaba cada letra. ¿Qué tipo de mano puede haber grabado tal convicción? ¿Qué ojos pueden haber visto bondad en medio de tanto horror? Solo hay una respuesta posible: Ojos que escogieron ver lo invisible. Como escribió Pablo: «No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» (2 Co 4.18). Jesús le está pidiendo a Jairo que vea lo invisible. Que elija. Vivir según los hechos o ver por fe. Cuando nos golpea la tragedia, también debemos optar por lo que veremos. Podemos ver la herida o podemos ver al Sanador. La decisión es nuestra. Jairo escogió. Optó por la fe en Jesús. Y la fe en Él lo condujo a su hija. Al llegar a la casa Jesús y Jairo se encuentran con un grupo de gente que hacían duelo. Jesús se preocupa por sus llantos. Le molesta que expresen tanta ansiedad por causa de la muerte. «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme» (v. 39). 7

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