Letra S 124 (Noviembre, 2006)

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Letra S • 124 • noviembre 2006

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El Vaticano vela armas

VIHvencias

Evas

n Fer­nan­do Mi­no Emi­lio Ve­lás­quez Ruiz, abo­ga­ do de pro­fe­sión, era muy co­no­ci­do en­tre la co­mu­ni­dad gay de la ciu­dad en la que vi­vió des­de su in­fan­cia, Ti­jua­na. El ca­fé Emi­lio's, en el cen­tro de la ciu­dad fron­te­ri­za, se vol­vió en un es­pa­cio obli­ga­do de con­vi­ven­cia pa­ra un gru­po so­cial que avan­za­ba en vi­si­bi­li­dad. Pe­ro a prin­ci­pios de los años ochen­ta al­go cam­bió. Emi­lio hi­zo de su ca­fé un cen­tro de reu­nión e in­for­ma­ción so­bre una en­fer­ me­dad inu­sual que ata­ca­ba, so­bre to­do, a va­ro­nes gays. Des­de en­ton­ces, y por más de vein­te años, Ve­lás­quez fue qui­zá el más com­ pro­me­ti­do ac­ti­vis­ta de lu­cha con­tra el si­da en Ti­jua­na. Hi­zo de la so­li­da­ri­dad un ejer­ci­cio cons­tan­te, des­de los días en que ha­bi­li­tó los al­tos de su ne­go­cio co­mo al­ber­gue pa­ra en­fer­mos ter­mi­na­les, en los tiem­pos en que el VIH­/si­da era mor­tal. Fun­dó la or­ga­ni­za­ción Si­da Ti­jua­na, gru­po de de­nun­cia pa­ra que las au­to­ri­da­des cum­ plie­ran con su res­pon­sa­bi­li­dad y aten­die­ran la gra­ve cri­sis de sa­lud pú­bli­ca que ya se veía ve­nir. Pe­ro no se con­ten­tó con exi­gir, par­ti­ci­pó ac­ti­va­men­te pa­ra crear cons­cien­cia y em­po­de­ rar a los gru­pos más vul­ne­ra­bles, en­tre ellos al que él per­te­ne­cía: los hom­bres gays. Creó con Max Me­jía la pu­bli­ca­ción Fron­te­ra Gay, me­dio pio­ne­ro que dio pre­sen­cia a la co­mu­ni­dad gay

en una ciu­dad cos­mo­po­li­ta des­de siem­pre por su ca­rác­ter de ru­ta de pa­so. Con el Fren­te In­ter­na­cio­nal por los De­re­ chos Hu­ma­nos en Ti­jua­na (FIGHT), tam­bién for­ma­do con su aus­pi­cio, se in­vo­lu­cró con la lu­cha de las tra­ba­ja­do­ras del se­xo co­mer­cial, su­je­tas co­ti­dia­na­men­te al aco­so po­li­cia­co y, con ello, a au­men­tar el ries­go de in­fec­tar­se con el vi­rus. Emi­lio las apo­yó en el triun­fo que sig­ni­fi­có, en 1992, la crea­ción de la or­ga­ni­za­ ción Van­guar­dia de Mu­je­res Ma­ría Mag­da­le­ na, cen­tro de se­xo ser­vi­do­ras pa­ra pre­ve­nir el si­da y for­mar un fren­te co­mún contra a los abu­sos de las au­to­ri­da­des. Por años luchó por el establecimiento de un albergue para pacientes con sida en situa­ ción terminal, al grado de enemistarse con otros activistas y con autoridades de salud. Por fin, consiguió que se creara Las Memorias, institución que dirigió por un tiempo. Desde Sida Tijuana, y hasta muy poco antes de su muerte, siguió con proyectos de prevención. La abogada Consuelo Huerta, colaboradora de varios años, recuerda el trabajo realizado con niños y adolescentes que ejercían el trabajo sexual en un parque de la ciudad. Les proveía de condones, les hacía pruebas de detección y les daba consejería para cuidar su salud, lejos de los discursos moralistas que sólo logran invisibilizar el problema. Emi­lio Il­de­fon­so Ale­jan­dro Ve­lás­quez Ruiz mu­rió el 29 de sep­tiem­bre de 2006, a los 57 años. Te­nía cán­cer en la gar­gan­ta, pro­vo­ca­do por el vi­rus del pa­pi­lo­ma hu­ma­no del que era por­ta­dor. Aun­que se di­ce que es­te vi­rus es ino­cuo pa­ra los va­ro­nes, en Emi­lio de­jó de ser só­lo la­ten­te. Un llamado de aler­ta pa­ra la pre­ven­ción de las in­fec­cio­nes de trans­mi­sión se­xual, úl­ti­mo ac­to ge­ne­ro­so de un hom­bre ver­sá­til, co­mo lo de­fi­ne su her­ma­na Li­la: “ Fue un buen hi­jo, her­ma­no, ami­go, in­ves­ti­ga­dor, abo­ga­do lu­chan­do por la apli­ca­ción co­rrec­ta del de­re­cho y lo que im­pli­ca bus­car la jus­ti­cia. Con­fe­sor, doc­tor, en­fer­me­ro, ve­la­dor, en­te­rra­ dor, ni­ñe­ro, psi­có­lo­go, al­mo­ha­da de lá­gri­mas pa­ra mu­chos y fi­nal­men­te un Qui­jo­te y un hu­mil­de frai­le fran­cis­ca­no”.

Por cortesía de Mexfam

Foto: Familia Velásquez

In memoriam

Tiro al blanco ¡Atención! Hoja parroquial para ovejas incautas “Identifica situaciones o factores que te exponen al peligro (sic) y evítalos: — Estar solos en un lugar hasta altas horas de la noche. — Estimulación del impulso sexual a través de la música, películas, anuncios con fuerte con­ tenido de sexo. — Atracción sexual sin autocontrol. — La presión de mi pareja. — Citas a “ciegas” por Internet. — Lugares a los que asisten a divertirse en pareja. — Pornografía. — Besos apasionados. — Actitudes y forma de vestir provocativas. — Tipo de diversiones atrevidas. — Alcohol y disponibilidad de drogas adonde acudimos. — Aceptación y presión social o del grupo para relajar la conducta sexual. — Tocar zonas íntimas. El que innecesariamente se expone al peligro no es valiente sino imprudente”. Manual de Desarrollo Humano. “Cuando cambiamos, el mundo cambia”, material para el curso-taller dirigido a maestros y padres de familia desarrollado por la Secretaría de Educación del estado de Nuevo León e impuesto como requisito para incorporarse al programa de la SEP Escuelas de Calidad.

Sociedades de convivencia, un avance en la igualdad de derechos Por Ale­jan­dro Bri­to

De nue­va cuen­ta la Ley de So­cie­dad de Con­vi­ven­cia ha en­tra­do a la Asam­blea Le­gis­la­ti­va del DF. Y por ter­ce­ra oca­sión el PRD ha ma­ni­fes­ta­do su com­pro­mi­so de apro­bar­la, lue­go de no cum­plir­ lo en las dos le­gis­la­tu­ras an­te­rio­res. Sin em­bar­go, las con­di­cio­ nes y el con­tex­to ac­tua­les en que se pre­sen­ta es­ta ini­cia­ti­va son más fa­vo­ra­bles: no hay elec­cio­nes en puer­ta que jus­ti­fi­quen re­ga­tear el apo­yo a es­ta ini­cia­ti­va por cál­cu­lo po­lí­ti­co. Pa­ra am­plios sec­to­res de la so­cie­dad ha que­da­do cla­ro la jus­te­za de es­ta ley, que re­co­no­ce­ría de­re­chos de su­ce­sión, tu­te­la, ali­men­ta­ción, se­gu­ri­dad so­cial y vi­vien­da a las pa­re­jas del mis­mo o de dis­tin­to se­xo y a otras for­mas de con­vi­ven­cia do­més­ti­ca fue­ra del ma­tri­mo­nio o del con­cu­bi­na­to. La ini­cia­ti­ va bus­ca otor­gar cer­te­za ju­rí­di­ca a for­mas de re­la­ción ba­sa­das en la ayu­da mu­tua, la so­li­da­ri­dad y la vo­lun­tad de per­ma­nen­ cia, sin im­por­tar el se­xo ni la orien­ta­ción se­xual de las per­so­nas, y sin que ne­ce­sa­ria­men­te exis­ta tra­to se­xual ni pa­ren­tes­co al­gu­no en­tre ellas. Des­de la opo­si­ción con­ser­va­do­ra lo que in­co­mo­da ma­yor­

men­te de es­ta ley es la po­si­bi­li­dad del re­gis­tro le­gal de las pa­re­ jas del mis­mo se­xo. Hay quie­nes ar­gu­yen ma­ño­sa­men­te que los ho­mo­se­xua­les y las les­bia­nas ya go­zan, “co­mo cual­quier ciu­da­da­no”, de to­dos los de­re­chos que con­fie­re la le­gis­la­ción me­xi­ca­na y, por tan­to, no hay ne­ce­si­dad de una ley que pre­ten­ de tu­te­lar de­re­chos que, se­gún ellos, ya es­tán con­tem­pla­dos en otras le­yes. Co­mo si fue­ra mo­ne­da co­rrien­te el que una mu­jer pue­da ins­cri­bir a su mu­jer en la se­gu­ri­dad so­cial sin im­pe­di­men­to al­gu­no, o el que la fa­mi­lia del hi­jo fa­lle­ci­do res­ pe­te su vo­lun­tad de he­re­dar sus bie­nes a su pa­re­ja mas­cu­li­na, o que am­bos cón­yu­ges del mis­mo se­xo pue­dan so­li­ci­tar un cré­di­to pa­ra vi­vien­da, et­cé­te­ra. “Pa­ra qué que­rrían ho­mo­se­ xua­les y les­bia­nas re­gu­lar sus re­la­cio­nes si son, por na­tu­ra­le­za, in­fe­cun­das”, gri­tan his­té­ri­cas las vo­ces del con­ser­va­du­ris­mo, ig­no­ran­do la exis­ten­cia de nu­me­ro­sas pa­re­jas de mu­je­res que ya es­tán crian­do por su cuen­ta a be­bés na­ci­dos con la ayu­da de las téc­ni­cas de re­pro­duc­ción asis­ti­da, o del nú­me­ro de ma­tri­mo­nios he­te­ro­se­xua­les que son in­fe­cun­dos o que de­ci­ den ser­lo por vo­lun­tad pro­pia. La opo­si­ción con­ser­va­do­ra tra­ta de res­tar le­gi­ti­mi­dad a le­yes

co­mo la de so­cie­da­des de con­vi­ven­cia ar­gu­yen­do que no res­ pon­den a ne­ce­si­da­des so­cia­les rea­les, si­no que son pro­duc­to de las pre­sio­nes de los gru­pos lés­bi­cos y gays que só­lo bus­can ga­nar re­co­no­ci­mien­to so­cial a sus mo­dos de vi­da. Sus ar­gu­men­ tos es­tán ses­ga­dos por la pro­fun­da ho­mo­fo­bia que los ins­pi­ra. La Ley de So­cie­dad de Con­vi­ven­cia no re­pre­sen­ta una ame­na­za a la ins­ti­tu­ción ma­tri­mo­nial co­mo lo quie­re ha­cer apa­ re­cer la de­re­cha en su afán de des­ca­li­fi­car­la. La pre­sión so­cial que prác­ti­ca­men­te im­po­nía al ma­tri­mo­nio co­mo un es­ta­do obli­ga­to­rio de con­vi­ven­cia con­yu­gal ha dis­mi­nui­do, eso es una rea­li­dad. Hom­bres y mu­je­res se es­tán dan­do otras for­mas de con­vi­ven­cia al­ter­na­ti­vas más acor­des con sus as­pi­ra­cio­nes y pro­yec­tos de vi­da. Es­ta ley de con­vi­ven­cia pre­ten­de res­pon­ der a es­tos nue­vos arre­glos do­més­ti­cos que le­jos de vul­ne­rar a las fa­mi­lias ven­dría a for­ta­le­cer­las. Y ese es el sen­ti­do de es­ta ley, con­tri­buir a me­jo­rar las re­la­cio­nes de con­vi­ven­cia so­cia­ les fun­da­das en el res­pe­to a las di­fe­ren­cias y a la di­ver­si­dad de mo­dos de vi­da. Se tra­ta de un pa­so más en di­rec­ción del re­co­no­ci­mien­to de de­re­chos y del tra­to igua­li­ta­rio, no dis­cri­mi­ na­to­rio, an­te la ley.


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