Estado del Arte sobre Sexualidad en México 1996-2008.

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ESTADO DEL ARTE SOBRE SEXUALIDAD EN MÉXICO 1996 -2008

principal fue analizar cualitativamente –en relación con esquemas de masculinidad y poder– los significados que en torno a la violencia sexual tenían adolescentes escolares de la zona metropolitana de Guadalajara. El trabajo de campo se realizó entre 1998 y 2000 y los adolescentes que participaron en él tenían de 12 a 19 años de edad. Entre las distintas dimensiones de la violencia sexual, se analizaron los conceptos, los límites y las formas de la violencia sexual; los significados asociados a las víctimas y los victimarios; los orígenes, motivos personales y circunstancias facilitadoras de la violencia; el tema del poder y las distintas estrategias de la violencia; la importancia y las interpretaciones de las negativas femeninas a los encuentros sexuales; las posibilidades de denunciar la violencia, y, finalmente, las posibles consecuencias, los manejos y la prevención. Se observó que la masculinidad constituía una categoría ideológica hegemónica. En efecto, la violencia sexual era esencialmente una cuestión de ejercicio de poder en un contexto de relaciones no equitativas de género. Los hombres, tradicionalmente, eran construidos como seres violentos. Llegaban a serlo mediante la apelación a su supuesta naturaleza, pero también a través de la identificación, el aprendizaje y el seguimiento de patrones violentos (y la imposición sobre ellos de la violencia misma). No obstante, si bien la dominación patriarcal –y con ella la violencia– se ejercía sobre hombres y mujeres, ésta era, por su frecuencia e intensidad, mayor contra los grupos subordinados, en particular contra las mujeres. Por otra parte, los adolescentes consideraban a los victimarios como sujetos enfermos mentales, “supersexuados”, adictos o inmaduros; dentro de sus representaciones, la violencia era perpetrada prioritariamente por desconocidos. Se encontraron también algunos significados que aludían a la víctima como propiciadora de la violencia. De esta manera, había una tendencia a la inculpación de las víctimas y a la impunidad de los victimarios. Se trataba de dos importantes mecanismos que no sólo sostenían a la violencia sexual, sino que a la vez constituían otra forma de violencia. Por otra parte, las condiciones reales o simbólicas de debilidad, inferioridad, dependencia, obediencia, ignorancia e inconsciencia, que son contempladas socialmente como parte de la naturaleza femenina –y que, en gran medida, eran asumidas por las mujeres–, las convertían en un blanco de violencia sexual. Los hombres manifestaron, además, que la experiencia sexual violenta podía llegar a ser vivida como algo agradable. De esta manera, el poder sexual masculino mostraba tener la suficiente capacidad para transformar un evento 157


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