El juego de los abalorios
Hermann Hesse
mucho pregunta y duda, sea tal vez quien con la acción alcance el devenir y de su ejemplo la juventud se nutra. Y aquel que tiene duda de sí mismo tendrá su gloria como de un beato que no supo de miedo y de miseria y en su tiempo era vivir un gozo y su dicha fue par a la dicha de un niño. Porque también dentro de nuestra carne vive el espíritu del espíritu eterno, hermano de todos de hoy y de mañana: Aquel que sobrevive el hoy, no yo ni tú...
GRADOS Toda flor se marchita y toda juventud cede a la edad; florecen los peldaños de la vida, florece todo saber también, toda verdad a su tiempo, y no puede perdurar eterna. Debe el corazón a cada llamamiento estar pronto al adiós y a comenzar de nuevo, para darse con todo su valor más firme alegremente a toda forma nueva. Y en cada comienzo está un hechizo que nos protege y nos ayuda a vivir. Debemos ir alegres por la tierra sin aferramos nunca como a una patria; el espíritu no quiere encadenarse. Grado a grado, nos eleva y ensancha. Apenas se acomoda nuestra vida y nos confiamos, todo se disuelve; sólo quien está pronto para irse puede escapar del hábito que mata. Nos enviará de nuevo a espacios nuevos, el llamar de la vida nunca tendrá fin... Tal vez la hora de la muerte aún. ¡Arriba, corazón, di, pues, tu adiós y sana!
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